La primera noche

Realizamos un viaje con mis compadres, les cuento lo que paso la primera noche.

La primera noche con mis compadres.

Mis compadres Miguel y Albertina, con quienes ocurrió la experiencia que voy a relatarles, tienen únicamente un hijo que se encuentra estudiando en los estados unidos. Ellos andarán rondando los 45 años, particularmente mi comadre se ve más joven. Albertina es una mujer muy guapa, ejecutiva de la empresa propiedad de mi compadre, siempre anda muy activa. Casi es tan alta como mi mujer, morena con cabello ondulado, con un cuerpazo de tentación con una cintura estrecha y plana con caderas sensacionales. Varias veces la he visto con sus cortitos trajes antes de ir o al venir del gimnasio, que par de piernas tiene mi comadre. Por supuesto que he tenido los peores pensamientos con ella, los cuales nunca he externado por respeto. ¡Cuantas veces me imagine que me cogería a mi comadre! Eso sí, con todo respeto. Estoy seguro que a más de diez tipos en la empresa les gustaría decirme lo buena que esta mi comadre, aunque claro que no lo hacían por mi relación con el dueño de la empresa. Carolina y yo tuvimos cuatro hijos, dos de ellos ya casados y los otros en la universidad. Yo estoy cerca de los cincuenta años y mi mujer tiene 45, nos casamos muy jóvenes. Mi mujer es alta, aunque por los hijos tenidos transformaron su esbelto cuerpo al de una mujer robusta, no gorda pero si tiene unos kilitos de más. Bueno en realidad se ha acumulado en sus caderas y abdomen, haciendo de ella, para mi gusto un mujerón.

Sabedora de su buen cuerpo, mi comadre usa ropa muy pegada, faldas o vestidos cortos, muy cortos por cierto. En una ocasión, muy sutilmente, le comenté a mi compadre sobre lo atrevido de la vestimenta de mi comadre. El me respondió con cierto grado de orgullo: ¡Ay compadre si supieras lo exhibicionista que es tu comadre! Ese comentario me quedó bien grabado. No lo entendía hasta que hicimos un viaje los cuatro, y de eso quiero contarles: decidimos asistir a un festival en Guanajuato, uno que se celebra anualmente. Para no hacerles larga la historia, las maletas no llegaron al aeropuerto, por error (cosa rara en México) las habían enviado a otra ciudad y prometieron entregarnos el equipaje al día siguiente. Por si fuera poco, las reservaciones en el hotel eran incorrectas. Yo estuve junto a mi esposa cuando ella claramente reservó dos habitaciones. En la recepción del hotel solo tenían un cuarto reservado. Después de la situación del aeropuerto y del hotel, pensé que el viaje seria un desastre. La recepcionista del hotel trato de conseguirnos una habitación en otro hotel sin éxito, le decían que por la temporada todo estaba lleno. Nos propuso que usáramos esta habitación los cuatro, solo por esa noche, y prometió darnos otro cuarto al día siguiente. Nos dijo que la habitación tenía cama king-size y un sofá para una persona. Tres personas podrían dormir en la cama y que no estaríamos tan apretados. Yo me quedé viendo a mis compadres. Albertina, mi comadre, dijo que era buena solución, que había mucha confianza entre nosotros, y además que ya éramos adultos. Aceptamos.

No teníamos nada que ir a dejar al cuarto. Por lo que decidimos ir a cenar. Ahí nos tomamos algunas cervezas. Mis compadres se habrán tomado unas cinco o seis cervezas, en especial Albertina se puso muy eufórica. Fuimos a comprar cosas personales, pasta de dientes, cepillos, desodorantes, etc., y regresamos al hotel. Ya en la habitación, discutimos brevemente quien dormiría en el sofá. La discusión terminó rápido porque mi comadre dijo que podríamos dormir los cuatro en la cama, sus palabras textuales fueron: -Entre más apretaditos mejor. Desde luego que entendimos esto para cada pareja. Acordamos que mis compadres se bañarían primero. Salieron cubiertos por las toallas que por cierto no eran muy grandes. Mi compadre la traía sujeta a la cintura, le cubría hasta las rodillas. Mi comadre la enredó a su pecho, por lo cual dejaba ver sus piernas por completo. Las piernas de mi comadre eran tremendas, no pude evitar imaginar que rico culo tendría mi comadre. En el baño mi mujer notó mi pene semierecto, lo acarició diciéndome que seguramente lo disfrutaría otro día. Yo pensé lo mismo. Carolina prefirió salir con mi camisa puesta y la toalla sujeta a su cintura. Yo enredé la toalla a la cintura. Cuando salimos del baño ellos ya se encontraban acostados en uno de los extremos de la cama. Aun tenían las toallas sobre sus cuerpos. Procedimos a acostarnos quedando Carolina junto a Albertina en el centro. Ellas pusieron de lado su cuerpo para verse de frente, mi compadre y yo estábamos detrás de su respectiva mujer, también acostados de lado para ver a la otra pareja. Dejamos encendida la lámpara del buró junto a los compadres. Continuamos platicando y bromeando sobre las incidencias del viaje, ya todo nos daba risa. Poco a poco la plática derivó a cuestiones sexuales. Sobre lo qué estaríamos haciendo en caso de encontrarnos solos y cosas así. Un comentario de mi comadre me sorprendió:

Por nosotros no se detengan…pueden hacer lo planeado aquí…nomás digamos para que les hagamos más espacio en la cama.

¡Eso! – dijo en broma Carolina– que cada pareja haga su plan

Todos reímos pues intuimos que se trataba de bromas. Seguimos conversando y bromeando. En eso, Miguel preguntó si nos había sucedido alguna situación embarazosa o chistosa durante nuestra vida de casados. Les contamos sobre una ocasión que estuvimos a punto de ser descubiertos por mi suegra en plena acción y lo chistoso de la situación puesto que corrí a esconderme y no era necesario pues ya teníamos diez días de casados, pero nosotros en ese momento pensamos que todavía éramos novios. Albertina interrumpió:

Ya no sigan porque mi marido se esta poniendo ‘filoso’ y después no hay como controlarlo.

Aquí tienes la medicina que me controla – dijo Miguel repegando su pubis al trasero de su mujer.

¡Ya cálmate! ¡Que me vas a poner igual! – le respondió Albertina sonriendo con complicidad. Mi verga reaccionó nada más de pensar que Miguel tenía su miembro pegado a las ricas nalgas de mi comadre.

Por nosotros no se detengan… nomás digamos para que les hagamos más espacio en la cama – dijo Carolina copiando lo dicho antes por Albertina y movió su cuerpo hacia mi, dejando más espacio para ellos.

Todos reímos nuevamente, aunque noté la risa de Carolina ligeramente nerviosa. Al moverse hacia mi, obviamente que sintió la erección de mi verga. Sin pensarlo dijo: ¡Aquí esta otro ‘filoso’! Todos reímos. Poco a poco fuimos quedando en silencio pues Albertina se giró un poco y comenzó a acariciar el miembro de Miguel sobre la toalla.

¡Nunca te habías puesto así! – dijo refiriéndose a su miembro - ¡Esta muy dura!

¡’perate! ¡Que van a decir los compadres¡ - dijo miguel con aparente pena.

No ‘pos no van a decir nada…así como dijimos antes…ya somos adultos.

Albertina continúo acariciándole con más descaro. Se hizo un silencio casi total. Yo podía sentir los latidos de mi corazón rebotar en mi cabeza. Me puse muy caliente. Yo creo que sucedió lo mismo con Carolina, su respiración aumentó de intensidad. Nos quedamos inmóviles observando a los compadres. Miguel se movió para estar más cómodo en la cama. Quedó completamente acostado. Albertina puso su mano sobre el muslo de Miguel y la deslizó por debajo de la toalla hacia su miembro. Se la acarició por unos segundos y luego giró su cuerpo para quedar en mejor posición. Aunque no podíamos verlos bien porque ahora nos tapaba la espalda de Albertina, por los movimientos de su brazo, era evidente que lo estaba masturbando. Nosotros nos quedamos perplejos.

¡Migue! ¡Mira como estas! ¡No te la había sentido así en meses….- dijo emocionada - ¡Te voy a desahogar! Antes de que me pongas igual – el tono de voz de Albertina fue muy cachondo.

Miguel no contestó, su respuesta fue mover su cuerpo más hacia el centro de la cama y abrir sus piernas. Quedó más cerca de mi mujer. Carolina voltió hacia mi, su mirada me preguntaba qué deberíamos hacer. Mi respuesta fue levantar mis hombros, indicándole no saber que hacer. Ella se repegó más a mi cuerpo, no se si tratando de alejarse de los compadres, o queriendo sentir mi verga que también estaba muy dura.

¡Nunca te habías puesto así Migue! – repitió Albertina asombrada - ¡Esto tengo que verlo!

Mi comadre se colocó hincada en medio de las piernas del compadre y procedió a remover la toalla. Miguel cooperó levantando su cadera. Albertina retiró por completo la toalla exclamando:

¡Que grande se te puso!

Nosotros no pudimos evitar ver a lo que hacía referencia mi comadre. La verga del compadre de veía completamente parada. Honestamente fue imposible para mi no compararla con la mía. Era más o menos del mismo tamaño, quizá menos gruesa que la mía.

¡Mira comadre, nunca se la había visto así a tu compadre!

¡Ay! Comadre no se que decirte – contestó mi mujer.

¿No les molesta que haga acabar a mi marido aquí, verdad?

Nnnn..ooo, no…ya somos adultos …-respondió Carolina trastabillando.

Albertina sonrió al escuchar a Carolina. Llevó sus manos a su pecho y se quitó la toalla. Sin pena ninguna, sus pechos quedaron al aire, de no ser por su panty mi comadre estaba desnuda. Sus senos eran un poco más pequeños que los de Carolina, ¡pero sus tetas! ¡Que pezones! Las areolas eran extensas y oscuras, su pezón grande y erecto que parecía la punta de mi dedo meñique. Con calma, uso los dedos de una mano para acariciar los testículos de mi compadre y con la otra comenzó a masturbarlo lentamente. Era imposible que nosotros no los miráramos. El rostro de mi comadre manifestó una excitación creciente. Ella dijo - ¡Ay Migue, me vas a poner bien caliente!

Mi compadre no se inmutó, seguía con sus ojos cerrados dejándose hacer en manos de su mujer. Albertina continuo su trabajo con una sola mano, con la otra se acariciaba las tetas y pellizcaba los pezones. - ¡Ay Migue, ya estoy bien caliente! – dijo mi comadre con tono muy sensual.

Albertina nos miró y sin recato alguno nos dijo: - ¡Si ustedes también quieren hacerlo, adelante, por nosotros no se preocupen! - No supimos que decir. Mi mujer volteó a verme con cara de no creer lo que estábamos viendo. No dijimos nada. Abracé a Carolina, mi brazo quedó sobre su pecho. Pude sentir como sus pezones estaban también erectos. Albertina soltó sus tetas y llevó su mano a su entrepierna. Se estaba masturbando ella por encima de su panty, desde luego sin dejar de masturbar al compadre. Era una situación embarazosa que yo sentía vergüenza de verlos junto con mi mujer ahí, pero también era una situación muy excitante. Ahí entendí el significado de las palabras de mi compadre cuando dijo que a su mujer le gustaba ser exhibicionista.

Sin dejar de verlos, deslice mi mano por debajo de la toalla de mi mujer directo a su pubis, masajeándole suavemente su conchita. Ella giró su cuello y me ofreció sus labios. Nos dimos un beso intenso, como si con el beso selláramos nuestra complicidad con lo que ahí estaba sucediendo. Ella regresó su mirada a la acción de los compadres. Yo le besé el cuello y detrás de las oreja derecha, sin dejar de ver a Albertina y Miguel. Hundí mi mano por debajo de la panty hasta que mi dedo tocó directamente el clítoris de Carolina. Logré meterle casi la mitad de mi dedo en su vagina. Unos minutos después el cuerpo de mi mujer se estremeció, pero continuó callada, por la forma como su cuerpo se retorció supe que había tenido un orgasmo. -¿Te veniste? – le pregunté susurrando - Ella me contestó afirmativamente con el movimiento de su cabeza. Yo también sentí que no tardaba en eyacular.

Al regresar a ver a mi comadre, ella ya tenía su mano por dentro de su panty, hasta los vellos púbicos se veían por el movimiento de su mano. Era evidente que se estaba metiendo un dedo en la vagina. Nos miró sin decir nada, pero por los gestos de su cara entendimos que estaba en un grado de excitación máximo. Movía sus manos con un ritmo pausado, haciendo disfrutar lo que estaba masturbando. Albertina hizo el intento de quitarse la panty, por lo que tuvo que usar sus dos manos. No lo sueltes, síguele – por fin habló mi compadre. Albertina desistió de remover su panty para continuar masturbándolo. En eso sacó su mano de su pubis y repentinamente tomo la mano de mi mujer para depositarla en el miembro de mi compadre en lugar de la suya. Mi mujer quedó paralizada sin saber que hacer. Albertina movió su mano, encima de la de Carolina, para indicar que tenía que continuar masturbando a Miguel. No se si por pena, calentura o lo sorpresivo de la situación mi mujer masturbó a mi compadre mientras Albertina se quitaba su panty.

Mi comadre colocó sus rodillas un poco más atrás de donde estaba. Y volvió a agacharse. Yo quise pararme e ir detrás de mi comadre para verle su sexo, pues estaba desnuda empinada, a un lado de nosotros con sus grandes nalgas al aire. Me contuve. Albertina puso sus dos manos alrededor del miembro de Miguel, sujetando la mano de Carolina, impidiendo que ella la retirara. Albertina se agachó para meter en su boca el pedazo de verga que quedaba libre. Así estuvo hasta que hubo ritmo en su mamada. Luego puso las palmas de sus manos a los lados de la cadera de Miguel, dejando únicamente su boca en el miembro. Carolina no retiró su mano, continúo masturbando a mi compadre acompañando los movimientos de la boca de Albertina. Yo seguí metiendo el dedo en la vagina de mi mujer, mientras seguía observando toda la situación. Mi comadre la mamaba con mucha pasión, despacio, lamía la cabeza de la verga, la besaba y daba chupetones sonoros, la introducía en su boca, y a cada rato repetía que estaba muy sabrosa. Mientras la mamaba nos miraba con sus ojos medio cerrados como si quisiera mostrarnos como estaba disfrutando. Uso su lengua para lamer la cabeza, mientras lo hacia me miró directamente a mi. Por supuesto que me hizo desear que le hiciera lo mismo a la mía. Casi sentí esa mamada en mi verga. Carolina volvió a estremecerse, le puse mi dedo sobre su clítoris y los presione fuerte haciendo círculos. Todo el cuerpo de mi mujer se estiró y se sacudió por su orgasmo. Yo también quería venirme, me urgía.

-Hazme acabar- le dije en su oido a Carolina. Mi mujer sin retirar la vista y su mano de los compadres, con su otra mano buscó mi verga y también la empezó a masturbar tan pronto la tuvo en la mano. - ¿Por qué no me la mamas así como lo hace la comadre? – le dije porque ya no aguantaba más, quería yo también disfrutar como mi compadre. Ella obedeció, se puso en la misma posición que Albertina y también se puso a mamármela. Yo veía a mi comadre y a Carolina mujer y me parecía un sueño.

Si era un sueño yo no quería despertar. Cerré mis ojos para gozar la chupada, cuando los abrí, me encontré con el culo de mi comadre a escasos centímetros de nosotros. Ella se había movido para quedar transversal a mi compadre, con sus nalgas hacia nosotros. Vi su sexo peludo, mojado y sin pensarlo estiré mi brazo y puse mi mano sobre la parte interna del muslo de mi comadre. Al ver que ella no protestó comencé a acariciar su muslo subiendo poco a poco hasta llegar a su sexo. Con mis dedos juguetié con sus labios vaginales y finalmente le metí un dedo entero a la vagina de mi comadre. Tan pronto mi comadre lo sintió dentro, comenzó a mover su cola y a decir que se estaba viniendo. Metí y saqué mis dedos bombeándole muy rápido. Los gemidos de mi compadre me indicaron que también se estaba viniendo.

-¡Me vengo! – grité. Mi mujer apenas y alcanzó a retirar su boca, de otra manera su boca hubiese recibido el primer chorro de espermas. No miento al decir el los espermas se elevaron como un metro hacia arriba para caer en mi abdomen y pecho. Carolina se percató que yo estaba dedeando a la comadre y como si adivinara mi pensamiento me masturbó más rápido y muy fuerte. Más espermas salieron disparados aunque ya no tan alto.

Mi comadre se dio la vuelta, tenía la cara llena de espermas y algunos chorros se escurrían de su boca. Se sentó recargada en la cabecera junto a mi compadre. Quien se colocó bocabajo, con su cara hacia la pared. Evitando darnos la cara. Por la sonrisa de Albertina me pareció entender que había logrado lo que ella quería. Carolina seguía hincada en medio de mis piernas, quizá por lo extrañó o lo excitante de la situación ella se veía confundida, no atinaba que hacer. Mi comadre utilizó un dedo para recoger algo de mis espermas que yo tenía en mi abdomen y sin el menor recato o pena los llevo a su boca, los tragó diciendo -¡Que rico! En el colmo del descaro, ella colectó con su dedo espermas que tenía en su rostro y los ofreció a mi mujer. Lógicamente carolina no los aceptó. De buena manera los rechazo. Mi comadre los introdujo a su boca diciendo que no había que desperdiciarlos.

Carolina se refugio y acurrucó en mis brazos, pegó su cabeza a mi pecho. Aun podía yo sentir su cuerpo temblando. ¿Sería por miedo a la experiencia que acabábamos de vivir? Su lengua me dio la respuesta, lamió el esperma que quedó en mi pecho. Cuando los terminó de tragar me dijo al oido: - Ya papi, ya hay que pararle, no vayamos a hacer una peor locura – Me pareció pertinente su petición, pero yo sabía que más cosas estaban por ocurrir, era apenas la primera noche con los compadres. Lo que paso después lo contaré en otro relato.