La primera lección de mi profesora

Si el sexo casual de la primera vez estuvo sensacional. El seundo encuentro casi programado sera inolvidable.

La primera lección de mi profesora

Unos segundos después de haber tocado el timbre apareció Elizabeth, Mi profesora de Ingles vestida íntegramente con ropa deportiva estaba irreconocible, llevaba el cabello recogido, dejando al descubierto sus pequeñas y atractivas orejas, adornadas con aros de perlas, semejantes a los que yo llevaba también.

Luego de invitarme con un beso de bienvenida me hizo pasar a su departamento, eran alrededor de las 19.30, de un martes infernal, una hora antes me había mandado un mensaje de texto diciéndome si podía llegarme a su casa para ayudarla con unos parciales que le dificultaban la vida. No dudé ni un segundo y abandoné la sala donde el profesor hablaba sobre Historia Argentina, La conquista al desierto y bla bla bla.

Al encontrarme con sus ojos,  se desencadenaron en mi cabeza las imágenes del primer encuentro en el boliche, instantáneamente esquivé su mirada y me sonrojé sin poder ocultar mi vergüenza e incomodidad.

Ella interpretó el gesto y sólo atinó a pedirme que por favor la ayudara a ordenar los exámenes según los cursos, de vez en cuando me consultaba sobre cosas irrelevantes, por ejemplo cuál era mi materia preferida o qué me gustaba hacer los fines de semana.

Mientras ella corregía y yo acomodaba los exámenes nuestros ojos se cruzaron más de una vez aumentando la sensación de alegría y ganas de estar acurrucadas una junto a la otra, acariciándonos, disfrutando de esa relación que había nacido desde aquella vez que nos odiamos a primera vista.

Luego de media hora de sacar, poner y acomodar todo el papelerío de una gran mesa, le pedí permiso y me acomodé en el sofá negro que adornaba la sala de estar, desde allí la veía tan concentrada en lo suyo que temí quebrantar su concentración y me quedé esperando que terminara para tener un acercamiento más íntimo.

Estaba jugando con mis dedos cuando Elizabeth se acercó y se sentó junto a mi en el sillón, me preguntó que qué hacía a lo que respondí encogiéndome de hombros, me desilusioné cuando me dijo que dentro de un rato se tenía que ir al gimnasio, me sentí absurda y estúpida, pensé que había arruinado el momento. Yo había salido de clases para estar con ella y ella sólo quería terminar su trabajo a tiempo para poder ir al gimnasio, me quedé mirandola como esperando respuesta. Se palmeó las piernas y me pidió que me sentara en su regazo, "Vení bebé, no te enojes, vení que te voy a hacer unos mimitos" me dijo.

Yo, sintiéndome más estúpida aún, por la forma en la que ella me trataba me negué a acercarme y fue cuando ella me tomó por la cintura y me besó el cuello, "Vení que te quiero hacer upa, como si fueras mi bebé" volví a negarme y agregué "No soy ningún bebé, menos tuyo" Elizabeth soltó una carcajada mientras me tranquilizaba mirándome a los ojos diciendo que había estado esperando el momento de verme y tocarme, que no soportaba la espera.

Se fué acercando lentamente y me tomó por la cintura hasta colocarme sobre sus piernas, de costado a sus pechos, fue el instante en el que me entregué al placer de esa mujer, entre extraña y completamente mía.  Me besó en la boca de manera sutil, como cuando los pajaritos se hacen cariño, yo le seguí la corriente y en pocos segundos nuestras lenguas jugaban a ser una, se buscaban, acariciaban y querían, sin poder contener más las ansias ella metió su mano por entre mis piernas sobre el jean y comenzó a masajearme toda la zona vaginal.

Entre gemidos y respiración entre cortada me repitió que me deseaba, desde aquella vez que nos odiamos a primera vista. No tenia motivos para agregar palabra asi que metí mi mano izquierda por su musculosa blanca   buscando sus pechos,  necesitaba palparlos y en mi desesperación me encontré con su pezón derecho a punto de estallar,  le dibujé un sin fin de círculos y lo amasé, marcando el territorio. A ella, le gustaba.

En ese trajín de tocarnos y besarnos, con cuidado me fue acostando en el sillón, mientras ella quedaba de rodillas frente a mi,  bajo la protección de mis piernas abiertas. Mi vagina deseosa de su ávida lengua se humedecía cada vez más esperando que por fin se decidiera a hacerme enloquecer, me contorneaba al ritmo de su cuerpo y sus movimientos, oscilantes y precisos sobre mi.

En un momento de suma excitación le pedí que me cogiera, que no daba mes y que necesitaba sentir su boca en mi, iba en aumento mi excitación que no aguanté más y sin esperar respuestas me bajé el pantalón que llevaba puesto y me recosté rápidamente en el sillón con las piernas abiertas sensualmente obligando a Elizabeth a chupármela, no tenía escapatoria. O me la comía o se la hacía comer yo.

Se acomodó frente a mi vagina y se secó el sudor de sus manos en el pantalón y me lamió los labios vaginales como quien saborea un helado recién comprado. Su mano izquierda fue directamente a mi pezón derecho, el cual se mantenía erguido esperando cualquier estímulo y de hecho lo recibió, me tocaba de manera salvaje hasta que le marqué la forma en la que quería que lo hiciera, me siguió el ritmo y la pasamos bomba. Mientras redondeaba mi pezón, le hacía cosquillas y lo estiraba de vez en cuando su lengua seguía haciendo un trabajo maravilloso, inclusive entre gemidos la felicité y la obligué a hacerlo un poquito más lento y con jueguitos de lengua en mi clítoris.

Le indiqué tomándole la cabeza qué era lo que quería, me siguió con la mirada, tenía en su expresión un dejo de inocencia y lujuria desbordante, me acerqué a su boca toda húmeda y con mi lengua repasé sus labios calentitos, me respondió sacando la suya buscando la mía para un encuentro, le chupé y mordí su labio inferior mientras ella trataba de chuparme la lengua, mientras le puse la mano en mi vulva para que me frotara y excitara aún más. Tomada la lección mi profesora volvió a mi vagina y frotó con su lengua una vez más toda la zona, esta vez haciendo hincapié en el clítoris, lo devoró con un entusiasmo increíble y yo sentí que no podía pedirle más, porque sencillamente, lo estaba realizando de una manera exquisita, y no merecía ser interrumpida por nada. Jugaba con el clítoris de manera obsesiva, sacaba y metía su lengua con extrema delicadeza manteniendo un ritmo enloquecedor, que alternaba entre violento y tranquilo, estaba llegando al punto máximo cuando le dije que me venía y con movimientos ascendentes y descendentes de pelvis froté mi vulva en su cara. Acabé.

Fue preciso pedirle que apoyara su boca en mi vagina para contrarrestar los espasmos que me hacían perder la cabeza, ella sin más accedió y siguió masajeando mi clítoris esta vez sin demasiados movimientos de su inquieta lengua. Durante todo el acto, ella se hizo varias pajas con su dedo, lo cual disfruté mucho, ya que veía moverse raudo el dedo medio  que entraba y salía sin ningún tipo de impedimento, le vi barnizado de flujo caliente y viscoso, y lo sentí en mi boca, lo chupé lo mordí y jugué con él, haciéndole caricias con mi lengua.

Luego de su paja, me tocó el turno de refregar su dulce concha, lo hice con una devoción única que merecía esa concha celestial, mientras la tocaba se fue acomodando en el sillón, esperando mi vagina, hice lo mismo, pero alrededor de sus piernas, terminamos en una tijera infernal, moviéndonos como desesperadas esperando cómo único premio, acabar. Un tiempo después de estar restregándonos las vaginas sumamente congestionadas  bajo el poderoso efecto de la lubricación absoluta y con flujo aún saliendo de nuestros agujerito, acabamos en un gemido al unísono que se extendió por varios segundos hasta culminar con un "Aún te deseo" de su boca.

Era hora de partir y se había hecho tarde para ir al gimnasio, me invitó a pasar al baño, para darnos una ducha. Bajo el agua, nos tocamos nuevamente, nos besamos esta vez bajo un manto de ternura apasionada, la abracé y sentí en mis oídos que quería volver a verme, nada más atiné a besarle el cuello y decirle que me gustaba.

Fui feliz.