La primera humillación

Necesitaba probar cosas nuevas

Necesitaba probar cosas nuevas.

El sexo convencional ya no me llenaba.

Follar, follar y follar. Y un vacío dentro de mí.

No era amor lo que necesitaba, no era una pareja.

Era una forma distinta de gozar.

Había probado en un club swinger, pero no era lo que yo esperaba.

¿Qué será?

Vitrineando en Facebook, leo unas siglas que hace años atrás leí por casualidad.

"BDSM"

Busqué en San Google, que significaban esas siglas.

Bondage, Disciplina, Dominación, sumisión, Sadismo, Masoquismo.

Vi algunas fotos de chicas atadas, otras desnudas con máscaras de látex en fiestas temáticas, otras fotos en que chicas asemejaban ser un caballo y llevaban un carro detrás.

Me gustó lo que vi, lo que leí. Me calenté y mientras miraba imágenes, comencé a tocarme. Antes de siquiera meterme los dedos, ya estaba completamente mojada.

Escribí "BDSM" en el buscador de Facebook y encontré varios grupos. A la misma palabra, le añadí el nombre de mi ciudad.

Coincidencia o no, había un grupo en mi ciudad.

Ingresé, me aceptaron y me presenté.

A los minutos, tenía unas 20 solicitudes de amistad y algunos chicos escribiéndome al privado.

"Hola, que tal?" "hola perra" "de que parte eres" "Buenas noches Señorita" "Hola A...."

Les respondí a todos. Algunos me agradaron, otros no.

Había un tipo que me dijo:

  • Debes decirme Señor.

  • No, le dije.

  • Hazlo. Si no me dices Señor, no puedes dirigirme la palabra.

Y mientras me trataba de convencer de que le dijera Señor y yo me negaba, más me excitaba. Me pajeaba frenéticamente leyéndolo, con mis fluidos corriendo y chorreando hasta el culo, mientras con una mano le escribía y con otra me refregaba el clítoris.

Acabé y no le hablé más.

No me gustaba el hecho que me impusiera hacer algo. Ni siquiera lo conocía.

Leo un mensaje.

"Buenas noches Señorita"

Lo agregué. No tenía fotos de él en su perfil.

Hablé con él por unos días. Me contaba en que trataba el BDSM, que habrían Dominantes que antes de conocerlos, me ordenarían llamarlos Señor.

Me habló sobre las comunidades, historia, roles, prácticas.

-¿Con qué rol te identificas más?

-Creo que sumisa.

Hicimos sexting y me gustó.

Creo que ya era hora de conocerlo.

No creo que nada malo pudiera ocurrir.

Siempre he sido audaz, curiosa y algo aventurera, por no decir que me gustaba tomar riesgos.

Le mandé mi dirección y pasó a buscarme de noche.

No era cómo lo imaginaba. No muy alto, ni delgado ni rellenito, usaba lentes, con ropa casual y zapatillas.

Tenía una voz profunda y una mirada penetrante.

Me subí a su vehículo y partimos a un lugar dónde no había estado antes.

Era una calle vacía, pero cruzando, a unas dos cuadras, habían muchas casas.

Me miró y de la nada sentí una cachetada en mi rostro.

-¿Así querías que te tuviera?

Me quedé paralizada unos segundos.

Era lo mismo que me dijo que me haría y me diría cuándo hicimos sexting.

-Responde perra. ¿O te comieron la lengua los ratones?

Dos cachetadas más.

Era duras y firmes. Mis mejillas se pusieron calientes de inmediato.

Me escupió en la cara y me dio dos cachetadas más.

-Si, Señor.- Respondí.

Me tomó del cabello y me bajó la cabeza hacia su entre pierna.

-Chúpemelo.

Se bajó los pantalones y yo me incliné para chupar su pico.

Era un pico grueso, dulce, seco.

Mojé mis labios para poder saborearlo mejor.

Él tocaba mi cabello, lo cuello, lo espalda.

Bajó un poco mi ropa y vio un pequeño tatuaje con forma de triskel celta.

  • ¿Y eso? ¿Se lo hizo hace poco?

-Hace unos meses. - Respondí.

-No dejes de chuparme el pico cuándo me respondas. ¿Es por el BDSM?

-No, cuándo me lo hice no conocía el BDSM.

  • Interesante.

Seguí chupando profundamente, lo escuchaba gemir y eso me excitaba aún más.

Me daban ganas de devorarle aún con más ganas el pico, chupárselo todo y quedarme ahí, con la boca llena y la zorra mojada.

Yo lo chupaba cómo a un dulce. Subía y bajaba, succionaba su glande y jugaba con mi lengua ahí.

No pasaron tantos minutos cuándo sentí que sus gemidos eran aún mucho más rápidos y fuertes, más secos, más graves. Podía sentir cómo se movía su pico en mi boca, temblaba y cómo un líquido comenzaba a subir dejándome la boca llena.

  • Exquisito. ¿Acabó?. - Preguntó.

  • No.

  • Pajéese.

  • ¿Aquí?

  • Si, delante mío. Quiero verla, sentirla, escucharla. Hágalo ahora.

Me bajé los pantalones y comencé a tocarme. Mi zorra ya estaba mojada por chupar pico, pero no había alcanzado el orgasmo.

  • Hágalo mejor, con más ganas.

Moví mis dedos firmemente alrededor de mi clítoris, masajeando hacia abajo, introduciéndolos en mi zorra acuosa, inundada. Sentía un calor recorriendo mi cuerpo, mis mejillas, mi zorra.

Me pajeaba y gemía. No podía correrme.

  • Córrase.

  • No puedo.

  • Córrase le digo.

  • Es que no puedo.

  • CÓRRASE, AHORA YA.

  • No puedo, no puedo correrme.

Pasó su brazo delante mío y abrió la puerta del vehículo, la del copiloto dónde estaba sentada.

Afuera llovía y frente a nosotros, a una cuadra, había un grupo de jóvenes fumando.

  • Córrase ahora o se baja del auto y tendrá que correrse en la calle, mientras todos la ven.

No sabía qué era eso. Una sensación completamente nueva. Una especie de vergüenza y pudor, pero que al mismo tiempo me excitaba.

Una persona comenzó a mirar hacia dónde nos encontrábamos, para ver que ocurría.

Mientras notaba cómo trataba de mirar, más me excitaba, más gozaba, más se me hinchaba el clítoris y sentía un temblor entre mis piernas.

  • Ay! Me corro, si me corro. Me corro. - Gritaba y me revolcaba en el asiento.

Él cerró la puerta del auto.