La primera de la clase

Vale la pena leerlo para saber de qué trata.

La primera de la clase

Holas, mi nombre es Pamela y estoy en mi primer año en la universidad. Mi experiencia hasta ahora ha sido algo diferente de lo que esperé. Pensé que estaría de fiesta en fiesta y teniendo sexo con tipos grandotes de penes gruesos y venosos, chorreando líquidos que yo chuparía hasta dejarlos secos, pero todo lo que he hecho desde que las clases comenzaron es estudiar.

La verdad estoy sorprendida por la cantidad de trabajos con que nos llenan los profesores y lo patéticos que pueden llegar a ser algunos chicos de la universidad.

Yo tengo una beca que debo mantener sacando unas súper notas y la carga de los cursos no da mucho tiempo para el relajo. No tengo ningún tiempo para encontrar un novio o tener alguna clase de vida social.

Cuando no voy a clase a estudiar, estoy estudiando en casa o durmiendo.

La situación era aceptable al principio, pero a medida que pasaba el tiempo sentía que necesitaba sexo o me volvería loca.

Me di cuenta que tenía que hacer algo cuando comencé a jugar con mi clítoris una hora cada noche antes de caerme rendida del cansancio y el placer.

Fue por eso que pensé que podría ahorrar tiempo si encontraba a un chico que hiciera las veces de semental ocasional. El cálculo fue que una noche de sexo desenfrenado y sin inhibiciones me ahorraría mucho tiempo al reducir mis ganas de masturbarme cada noche. De este modo podría estudiar, mantener la beca y satisfacer mis deseos.

Ahora, la idea tampoco era abrirle las piernas al primer perdedor que se cruzara en mi camino. Lo que necesitaba era encontrar la manera de hallar a un tipo que no sea un perdedor, que siempre tuviera tiempo y ganas de introducir su pene en mí, con fuerza y constancia y que sea discreto para que no se entere toda la universidad.

Lo último que quiero es una reputación de puta (por más que en el fondo lo sea). Ya tenía suficiente con la preocupación de mantener el promedio como para tener que manejar a una sarta de pajeros tocando a mi puerta cada hora.

Parece mentira pero ya lo he visto. Yo vivo en un edificio y en el departamento de enfrente vive una chica con una fama de zorra increíble. Chicos con cara de idiotas, casi babeando tocan su puerta para preguntarle qué hace… Obviamente cuando quiere dejar el puterío y empezar a estudiar no puede hacerlo pero ni un segundo.

Ni bien empezó el ciclo se levantó a tres tipos y ahora cada loser toca a su puerta creyendo que tiene un polvo asegurado.

La cosa es que yo no quería eso para mí. Por eso pensé en un profesor, James, que según había escuchado se había divorciado recientemente. Él es mayor que yo en unos 25 años más o menos, alto y delgado.

Poco a poco me hice su amiga y conversando me contó lo de su divorcio y que ya no estaba en busca de relaciones serias ni nada parecido.

Luego de eso empezamos a salir y congeniamos de las mil maravillas. En fin, el tema es que fue mi opción perfecta.

James resultó ser el amante perfecto, es considerado y violento justo cuando debe serlo. Me arranca varios orgasmos sólo lamiendo mi vagina, jugando con mi clítoris, metiendo sus dedos poco a poco en mí y preparándome antes de cogerme.

Yo también hago que se corra antes que me penetre, sentir su leche en mi boca, en mi cara, que poco a poco caiga en mis pechos y esparcirla en mi cuerpo mientras chupo su aparato.

Nada que ver con los chicos que me he llevado a la cama antes. Me encanta correrme, como a cualquier mujer creo, y no me gustan los tipos egoístas que se olvidan de una apenas se corren.

Ya terminé una vez con un novio por eso mismo y por insistir en reventarme el ano, lo que no hubiera sido un problema si hubiera tenido la seguridad de, por lo menos, un orgasmo, pero ni eso.

Con James fue distinto, yo le ofrecí mi culito pues quería saber que se sentía tenerla dentro por atrás, descubrir nuevas rutas para el placer.

Todo empezó normal, nos desnudamos, el besaba mi cuello y apretaba mis pechos, jugaba con mis pezones ¡¡¡Dios… eso me vuelve loca!!!..

Acariciaba mis nalgas con firmeza metiendo algunos dedos en mi vagina. Yo quería sentir su lengua así que me eché al borde de la cama abriendo mis piernas y separando mis labios… No hizo falta más. La señal es perfectamente entendible para cualquiera, y más para James.

Cuando su lengua toco mi clítoris me estremecí todita, el tomó mis manos, las sacó de entre mis piernas y abrió con su lengua mis labios vaginales.

Yo no podía más del placer, tenía la boca húmeda con ganas de sentir algo grande dentro de ella, empecé a chupar mis dedos con el sabor de mis jugos. Mi vagina chorreaba como caño, todo el cuarto tenía olor a sexo y eso me encantaba.

El seguía chupando, lamiendo, introduciendo su lengua en mi vagina, luego metió dos dedos y yo sentí que me corría, pero era demasiado pronto. No quería cansarme.

Me paré lentamente, lo empujé para atrás, me arrodillé y tomé su pene entre mis manos, lo lamí desde la base, saboreé sus jugos, me llené la boca con su palo grande y fuerte, entraba y salía de mi boca, chorreaba saliva mezclada con jugos.

Lo metí lo más que pude en mi garganta, no podía respirar o hablar, lo sentía vibrar. Él presionaba mi rostro contra su vientre. Cuando por fin lo solté, tomé todo el aire que me había faltado y un hilo grueso de mi saliva y sus jugos unía la cabezota de su pene con mis labios.

Él no quería correrse todavía y yo la quería sentir dentro ya.

Me dio un beso largo metiendo su lengua lo más hondo que pudo, puso sus manos en mis caderas y me dio la vuelta.

Quedé de espaldas a él esperando que me empuje de la espalda hacia adelante.

Se pegó a mí haciendo su cuerpo hacia adelante. Ya estaba lista… húmeda, deseosa, caliente, doblada en dos dándole la espalda.

Ya no quería suavidad, quería rapidez, violencia, fuerza. Me clavó de una sola entrando y saliendo rápidamente, con fuerza, vigor, yo la sentía entrar y salir. Sus bolas golpeaban mi encendido clítoris, dándome más placer con cada golpe.

Jalaba mis pelos hacia atrás, me cabalgaba como una yegua, como una perra. Siempre que cojo con él me siento así.

Estaba a punto del orgasmo y le pedí que la saque. Quería sentirla en mi ano, llenándome el culo, saber qué se siente tener un palo caliente y jugoso en el trasero.

No se hizo esperar y colocó la cabeza de su aparato en mi ano. Yo separaba mis nalgas con las manos para facilitar la penetración.

Entró poco a poco, pero con firmeza. Superado el primer esfínter ya estaba empujando para avanzar por el segundo

Yo gemía, sudaba, le pedía que me la meta más y más… poco a poco empezó a entrar y salir. Mmmmmmmmmmmm… me encantaba esa sensación. Sentirme llena. Una de mis manos no demoró en dirigirse a mi clítoris y jugar con él, masajearlo, sobarlo, pellizcarlo.

La velocidad fue creciendo y yo ya gritaba de placer. Pedía más, más, más…. Mi mano seguía en mi clítoris y poco a poco mi vagina y mi ano empezaron a convulsionar, con fuerza vinieron uno dos no sé cuántos orgasmos más

Quedé rendida, él sacó su pene y se corrió afuera, en mi ano abierto

La leche chorreaba de mi culo a mi vagina, de ahí a mis piernas y finalmente al suelo.

Luego de esto el sexo anal se volvió rutina y no hay que decir que a los ojos de James siempre fui la primera de mi clase.