La primera aventura de mi esposa

En un viaje de trabajo mi esposa me es infiel, me lo cuenta al regreso y ahora no sé qué hacer...

LA PRIMERA AVENTURA DE MI ESPOSA

Un saludo a los amigos de esta página en todo el mundo. Quisiera compartir con ustedes una historia que estoy viviendo con la mujer que amo y que me tiene sumido en la indecisión. Espero que me ayuden con su consejo o que me den su opinión. Primero que todo debo describir a mi esposa. Ella se llama Clara y es una morena de buen porte, 1.60 de estatura, ojos grises y hermosos, sonrisa agradable, un cuerpo bien proporcionado, con un culo parado y redondito, aunque no muy grande. Ella tiene 35 años y llevamos 10 años de casados, durante los cuales hemos tenido algunas peleas, pero nada que no hayamos podido solucionar. Ella trabaja en ventas en una importante compañía multinacional y casi siempre llega temprano a la casa, aunque en algunas temporadas, especialmente a final de año, debe atender grandes clientes de todo el país que incrementan los pedidos de ropa infantil, que es la línea que le corresponde vender y promocionar principalmente.

Hace unos dos meses llegó una tarde a la casa muy emocionada, diciéndome que la compañía la había seleccionado con otras dos de sus compañeras para asistir a un seminario que se realizaría en una ciudad de la costa norte del país, durante el cual se presentaría la línea de ropa para fin de año y además, se dictaría un curso de actualización en técnicas de ventas. El evento duraría tres días, de miércoles a viernes con regreso el sábado, con la posibilidad de extender el regreso hasta el domingo. Me pidió que la acompañara y aprovecháramos para tomarnos unos días de vacaciones, teniendo en cuenta que hacía más de un año que no salíamos de paseo. Le respondí que desafortunadamente por la época de mitad de año no podía ausentarme de la oficina, debido a que era una temporada en que algunos compañeros estaban en vacaciones, por lo cual debía cubrir algunas vacantes e incluso realizar el trabajo de quienes faltaban. Sin embargo, la impulsé a que fuera diciéndole que aprovechara que iba con todos los gastos pagos, aparte de que luego de cinco años de arduo trabajo en la compañía, me parecía muy merecido este reconocimiento.

Los días previos al viaje mi esposa alistaba emocionada las cosas de llevar y me hacía mil recomendaciones, que no fuera a aprovechar que quedaba solo, etc. etc. La última noche antes del viaje hicimos el amor con mucho ímpetu, como para que ninguno de los dos tuviera deseos de tener alguna aventura. El día del viaje la acompañé al aeropuerto y nos despedimos como dos enamorados que se separan por una larga temporada, aunque solo iba a ser por cuatro días, ya que finalmente mi esposa decidió extender su regreso hasta el domingo, teniendo en cuenta que de miércoles a viernes no iba a tener tiempo de ir al mar por estar recibiendo la capacitación.

Durante los cuatro días no me ocurrió nada especial, aproveché para ver algunas películas que desde hacía un tiempo quería ver, pero en términos generales no me ocurrió nada digno de contar. Todos los días hablaba con mi esposa en las noches y me contaba que había conocido muchas personas de otras ciudades e incluso de otros países, ya que se trataba de un congreso al cual la compañía había invitado vendedores de todas las regiones y conferencistas extranjeros. Me contaba que el horario era muy pesado y que al hotel escasamente llegaban a dormir, completamente agotadas. Me anunció que en la clausura del evento, que sería el viernes, pensaba desquitarse, ya que había sido programada una fiesta ofrecida por el Gerente General de la compañía, en la cual pensaba bailar mucho. En todo caso tendría sábado y domingo para descansar y broncearse.

Para acortar la historia, digamos que conforme a lo previsto el domingo en la noche salí a esperarla al aeropuerto y casi no la reconozco cuando la vi. Venía con un bronceado espectacular y una gran sonrisa en su rostro. Me traía muchos regalos y me daba besos y abrazos como si hiciera meses que no nos viéramos. Al llegar a la casa me dijo que tomaría un baño y yo le pregunté si podía acompañarla, pues estaba loco por verla de cuerpo entero y hacerle el amor. Noté que no se emocionó como esperaba, pero rápidamente arregló la situación diciendo que no, que prefería bañarse sola y descansar esa noche, ya que no resistía las quemaduras producidas por el sol y que si la tocaba eso le produciría mucho ardor.

Como a los quince minutos salió del baño envuelta en una toalla y comenzó a secarse el cabello. Yo me desesperé y la llamé, pero ella seguía peinándose con toda la calma del mundo. Me levanté y la abracé, pero ella me rechazó un poco al hacer contacto con sus hombros. Entonces perdí la paciencia y me acosté. A los pocos minutos la sentí acostarse lentamente a mi lado y le pregunté que si le ocurría algo. Ella comenzó a gemir y entonces yo la abracé y la acaricié, me dijo que no podía ocultármelo, que la perdonara, que me había sido infiel y que lo que más le remordía era que lo había disfrutado. Me quedé helado, con la boca abierta y sin saber qué decir. Ella me besó y yo me aparté un poco, con algo de malestar. Me pedía insistentemente que la perdonara y que la escuchara antes de juzgarla. Debo decir que siempre he sido una persona muy calmada y además, en el fondo no dejaba de causarme cierto morbo y excitación conocer los detalles, por lo cual le dije que se sentara y me contara todos los detalles, para no ir a hacer un juicio apresurado.

Poco a poco empezó a calmarse y entonces comenzó su relato, que voy a reproducir lo más fielmente posible, con algunos comentarios de mi autoría para mayor ilustración de los lectores.

"Los primeros días del evento no hice sino escuchar conferencias y conferencias y permanecer todo el tiempo con mis amigas Patricia y María Elena, las compañeras de oficina, quienes compartían conmigo el cuarto del hotel. El viernes nos pusimos lo más sexy de nuestro vestuario y nos fuimos a la fiesta de clausura. En la fiesta hicimos un grupo más o menos numeroso con los colegas de la Regional Oriente y especialmente con Samuel, Alberto y Mario, quienes se convirtieron en nuestras parejas de baile, aunque inicialmente bailábamos indistintamente con otros compañeros de la mesa. Con la emoción de la fiesta, las rifas y el licor, que corría abundantemente de mesa en mesa, nos fuimos acercando cada vez más a nuestros amigos. Notaba cómo Alberto y Mario no descuidaban ni por un momento a Patricia y a María Elena respectivamente, mientras que yo era atendida galantemente por Samuel. Samuel era un excelente bailarín, simpático y agradable. Según me contó, tenía 25 años, era casado y su esposa no había podido acompañarlo ya que acababan de tener su primer hijo, medía unos 1.80, era trigueño, de ojos negros y expresivos y tenía un cuerpo bien proporcionado, producto de largas horas de gimnasio, su pasatiempo favorito. Esa noche bailamos y nos divertimos hasta el amanecer. Casi con las primeras luces del amanecer Alberto, Mario y Samuel, como perfectos caballeros nos acompañaron hasta la puerta de nuestra habitación y se despidieron, quedando en que nos veíamos a la hora del desayuno, ya que también estaban hospedados en el mismo hotel, cada uno en una habitación doble, por si hacían algún levante como nos lo dijeron riendo.

"Efectivamente, como a las 10 de la mañana nos encontramos las tres parejas en el restaurante del hotel y tomamos el desayuno comentando los incidentes de la fiesta. Al terminar de desayunar fuimos a nuestras habitaciones y quedamos de encontrarnos en media hora en el lobby del hotel, para ir a la playa. Así lo hicimos y pasamos todo el día juntos, disfrutando del mar y de la playa como buenos amigos. Al comenzar a oscurecer nos invitaron a salir en la noche a ir a bailar en una discoteca que estaba de moda en esa ciudad. Yo estaba muy cansada por la amanecida de ese día por lo cual me negué, pero Patricia y María Elena me rogaban que fuera, que al fin y al cabo todavía quedaba el domingo para descansar, ya que el vuelo de regreso era corto y solo salía hasta las primeras horas de la noche del domingo. Pensando en que pocas veces tenía la oportunidad de bailar, ya que a ti no te gusta llevarme a hacerlo aunque sabes que me encanta, y pensando en lo buen bailarín que era Samuel, me decidí a ir. Quedamos de encontrarnos todos en el bar del hotel a las 9 de la noche.

"Subimos a la habitación, descansamos un rato, pedimos algo ligero de comer y nos arreglamos con unas pintas bien sugestivas, especialmente Patricia y María Elena, quienes según me contaron querían terminar de una vez por todas de conquistar a Alberto y a Mario. Cuando nos vieron comenzaron a lanzarnos unos bellos piropos que nos hicieron sonrojar. Tomamos dos taxis y nos fuimos a un sitio que quedaba cerca del hotel y que desde esa hora ya estaba bastante concurrido, afortunadamente ellos se habían encargado de hacer la reserva. Nos asignaron una mesa en un rincón, un poco alejada de la pista, pero no había forma de cambiarla. El sitio era espectacular, un poco oscuro para mi gusto y para felicidad de nuestras parejas, pero la música era tan bien escogida que no había forma de sentarse. Como a las dos horas hicimos el primer receso del baile y nos fuimos a sentar. Aprovechamos para consumir unos inmensos vasos de un coctel que tenía un sabor delicioso, pero debía estar muy cargado de licor, ya que muy pronto comencé a sentirme eufórica y un poco mareada. Agrego que mi esposa se desinhibe completamente cuando se pasa de tragos.

"Nuevamente salimos a bailar, pero esta vez notaba que en las vueltas que dábamos Samuel aprovechaba para pegarme el bulto que se había formado bajo su pantalón a las nalgas y que discretamente me amacizaba y me colocaba una mano muy cerca del culo. Cuando nos pegábamos, podía sentir el largo y grueso bulto entre sus piernas, que frotaba lo más que podía contra mi pelvis y mis caderas. A todas estas el calor, el ambiente oscuro y lleno de humo, el cansancio por la trasnocha y el licor que había consumido habían comenzado a hacer sus efectos. Me sentía excitada y entonces comencé a notar que mis pezones se paraban y que la pequeñísima tanga que llevaba puesta se comenzaba a humedecer. En esas comenzó a sonar una tanda de música romántica y en lugar de irnos a sentar continuamos bailando, mucho más pegados. Samuel, quien también se notaba un poco bebido, aunque se conservaba lúcido, dejó de lado su caballerosidad y comenzó a enterrarme prácticamente su parada verga entre la concha, al tiempo que colocaba sus dos manos sobre mis nalgas, aprovechando la oscuridad del lugar. Esto me hizo excitar aún más, al punto que comencé a sentir que por las piernas comenzaba a escurrirme un hilillo de líquidos. En esas vi a Patricia primero y luego a María Elena besándose en un rincón con Alberto y Mario, mientras ellos les tenían prácticamente metidas sus manos debajo de la falda. Lo que vi me hizo vencer la poca resistencia que me quedaba y entonces comencé a besar a Samuel, metiéndole la lengua en la boca, mientras él me acariciaba los vellos de la concha, metiendo los dedos por los bordes de la tanguita.

"Luego de un largo y caliente beso que me tenía al borde del orgasmo, se separó de mí y se llevó los dedos a la boca diciéndome lo rica que estaba. En ese momento no pude resistir más y entonces le dije que para evitar el escándalo público mejor me llevara al hotel, a su habitación. Nos acercamos a Patricia y a María Elena y a sus respectivas parejas y les avisamos que nos íbamos para el hotel. Ellos, que estaban en las mismas que nosotros, decidieron salir también y entonces, luego de pagar la cuenta, nos fuimos cada uno con su respectiva pareja a concluir lo que habíamos empezado.

"Al entrar a la habitación de Samuel me abalancé sobre él besándolo por todo el cuerpo, al tiempo que nos íbamos desvistiendo aceleradamente. Cuando estábamos completamente desnudos me emocioné al ver el pene de Samuel: fácilmente llegaba a los 20 centímetros y goteaba líquidos en abundancia. No pude contenerme y casi sin darme cuenta caí de rodillas a sus pies buscando ese bello pedazo de palpitante carne, para metérmelo en la boca. Pese al esfuerzo, solo la cabeza entró en mi paladar. Lo masturbé con las dos manos mientras él se quedaba quietecito. Mientras lo chupaba lo miraba a la cara y vi que experimentaba un placer enorme. Ahora, mientras le apoyaba una mano en su trasero sostuve el falo con mi boca y con la otra libre me comencé a masturbar. Cerré los ojos y seguí chupando, sintiendo cómo crecía su falo cada vez más.

"Cuando abrí los ojos observé que los testículos de Samuel eran inmensos, como jamás los había visto en hombre alguno. Le agarré su tronco por la base y con la punta de mi nariz comencé a subir por aquel hermoso miembro rozándole muy suavemente desde los huevos hasta el glande. Eché su piel hacia atrás y le di un besito en la punta. Samuel dio un pequeño gemido y me agarró la cabeza enterrándome nuevamente el pene hasta la garganta, entonces sentí un chorrito de crema hirviendo y antes de que pudiera reaccionar, una verdadera catarata de semen espeso y pegajoso me inundó la boca. Como él no me soltaba la cabeza no me quedó otra alternativa que comenzar a tragar para no ahogarme, pero era tal la cantidad y la fuerza con que salía que la leche empezó a salirme por la comisura de los labios mojándome el cuello y resbalándome hasta las tetas. Cuando terminó de venirse me pidió perdón por no haberme avisado, pero me dijo que llevaba fácilmente seis meses sin hacer el amor debido a que su esposa recientemente había tenido un bebé. Además, me confesó que desde la noche anterior lo tenía completamente excitado al punto que si no hubiera aceptado estar con él le habría tocado masturbarse. Debo reconocer que aunque hacía mucho tiempo no recibía una venida en la boca, ya que no se lo permito a mi esposo, me había encantado su sabor a macho, la fuerza y abundancia de su venida y además, me halagaron sus comentarios. Sin embargo, seguía con una calentura enorme, ya que no había logrado alcanzar el orgasmo y sentía mi concha hinchada y escurriendo líquidos.

"Entonces le dije: te perdono por lo de tu venida, pero ahora me toca a mí y por favor apresúrate que no aguanto más. Con toda la calma Samuel me fue acostando mientras me acariciaba y finalmente se arrodilló ante mí, se acercó y puso la cara a unos centímetros de mi húmedo sexo. Se quedó un buen rato mirándolo, observando cada centímetro, explorando cada curva. Mientras acariciaba mis senos, con la lengua recorría lentamente una de mis piernas, desde el tobillo hasta el muslo, volviendo a bajar por la otra pierna en sentido contrario, luego volvía a la otra.

"¡Mmmmmmmm!, ¡qué gusto!, ¡qué rico!, gemía yo.

"Fue todo muy rápido, pero no dejó de chuparme y de acariciarme por todo el cuerpo, sus manos pasaban por mis muslos, por las tetas, por mis caderas y por mi cara. Su lengua se enredaba en mi tupido pero recortado bosque de pelos de la concha, chupaba los labios mayores lamiendo la abundante crema acumulada en ellos y finalmente se incrustaba hasta el máximo en la vagina, sacando en cada metida una gran cantidad de líquidos. Al mismo tiempo no dejaba de lanzarme frases de admiración. Todo aquello me provocó un orgasmo impresionante. En el instante final atenacé su cabeza con mis piernas, empapándole por completo la cara con la copiosa venida y quitándole el aire casi hasta ahogarlo. Se quedó con los ojos cerrados durante un rato.

"Ya menos agitados, Samuel se levantó y trajo un par de cervezas, que era lo único de licor que había en el mini bar de la habitación. Puso música romántica en el radio y continuó acariciándome, mientras hacía brindis con largos tragos de cerveza a cada rato, según dijo para que no perdiéramos el entusiasmo producido por la bebida que habíamos consumido hasta entonces. Poco a poco nos fuimos poniendo en ambiente y excitándonos nuevamente con largos besos y caricias. Además, no podía dejar de pensar en que faltaba la prueba más importante y seguramente la más placentera, que era meterme el tremendo aparato de Samuel en lo más profundo de la concha. Poco a poco fui haciéndole parar el pene a punta de caricias, hasta que sin poder resistir un minuto más me quedé mirándolo con los ojos casi desorbitados por la excitación. Pensé que sin duda Samuel estaba muy bueno, con un cuerpo bien proporcionado. Allí estaba, tumbado sobre la cama, completamente a mi merced y esperando que yo actuase. Entonces me subí a la cama y me puse de pie, me contoneé acariciando mis caderas y apretando mis pechos entre mis manos al tiempo que mojaba mis labios. Aquel espectáculo le gustaba y empezó a masturbarse. Me agaché y cambié su mano por la mía haciéndole un lento masaje en la piel de su pene. Le abrí las piernas y con mis tetas empecé a rozar sus pies, sus muslos, rocé suavemente su verga y subí con mis pezones dibujando su cuerpo hasta ponerle las tetas en la cara. Después saqué mi lengua y, empezando por la frente, fui de vuelta hacia abajo lamiendo su cara, sus labios, su cuello, su pecho, su ombligo, el interior de sus muslos hasta llegar a sus tobillos, de regreso a sus huevos que lamí suavemente y recorrí aquel falo con mi lengua hasta llegar al frenillo donde mi lengua dio unos golpecitos y mis labios besaron su cabezón. Después rodeé la cabeza de su verga, abriendo mi boca al máximo, con mis labios apretados fui bajando lentamente hasta tenerla casi hasta la mitad dentro de mi boca. Su cabeza me llegaba hasta la garganta y me quitaba el aire, por lo cual me la sacaba lentamente. Subía y bajaba mis labios observando su cara que era todo un poema pues, con los ojos cerrados, se retorcía, gemía y hacía muecas de todo tipo.

"Parecía estar disfrutando intensamente de mi mamada, ya que sus jugos preseminales eran muy abundantes. De vez en cuando yo sacaba el falo de mi boca, absolutamente embarrado de saliva y jugos mezclados, los cuales le llegaban hasta los huevos, y lo pasaba entre mis pechos, volviendo después a la operación de chuparla lentamente, con ganas, con ternura. Estaba muy excitado y su cuerpo se tambaleaba. Cuando observé que estaba muy cerca del orgasmo, paré por completo todas mis operaciones separándome de él, poniéndome en pie de nuevo. No estaba dispuesta a que se vaciara por fuera de mi concha, ya que sentía un deseo enorme de sentirla hasta el fondo, de probar cómo se sentía disparando en lo más profundo de mi vagina.

"¿Qué haces?, me preguntó alarmado.

"¡Chssssss!, le contesté llevando mi dedo índice a los labios.

"Me coloqué de pie con las piernas abiertas y comencé a hacerle un baile sensual agachándome hasta casi rozar su aparato, pero sin tocarlo, cosa que le volvía loco, pues estaba deseoso de clavarme su estaca. Sudaba y temblaba con una enorme excitación. Me coloqué en cuclillas sobre él, le agarré por la base del pene y con la punta hice dibujos entre mis muslos. Él cerraba los ojos y me suplicaba que lo dejara penetrarme. Lo hice aguantar un poco más y volví a levantarme. Me di la vuelta y, con las piernas abiertas como antes, bajé ofreciéndole mi espalda y con mi culo rocé su verga. Con mis afiladas uñas arañaba suavemente sus muslos. Yo me iba calentando más y más. Me volví de nuevo sobre él y lentamente acerqué la enorme cabeza de su pene a mi concha... Era el momento de la penetración, pues Samuel estaba desesperado y su cuerpo se arqueaba. Su cara y sus palabras lo suplicaban, me repetía una y otra vez que se iba a morir del dolor en los huevos. Puse su tenso miembro, que ardía, a la entrada de mi empapada raja y lentamente, arrodillándome con suavidad, me la fui introduciendo por completo, sintiendo cómo ese precioso falo, que quemaba como una brasa, iba dilatando al máximo mi vagina. Parecía que no iba a llegar a su fin y empecé a palidecer del placer y cierto temor, cuando en esas sentí cómo su cabeza me empujaba el útero y sus inmensos huevos chocaban contra mi culo. Me quedé quieta, esperando que mi vagina se acoplara al invasor, dejando que mis jugos lo bañaran por completo para facilitar lo que venía. Después de un largo descanso, durante el cual sentía cómo palpitaba su miembro en lo más profundo de mi cueva, tomé aire, puse mis manos sobre sus hombros y, flexionando las caderas con suavidad, empecé a meter y a sacar aquella hermosa barra dentro de mí.

  • "¡Qué verga, qué enorme, qué gusto...!, decía yo una y otra vez.

"El solo alcanzaba a abrir los ojos de vez en cuando para ver cómo su miembro se colaba en mi húmedo coño y salía embarrado hasta los huevos de mi crema mezclada con sus abundantes líquidos, previos a una venida que se adivinaba iba a ser descomunal. Mis tetas botaban al compás de aquel magnífico polvo...

"Mojé mis labios, pues mi garganta se quedaba sin saliva. El ritmo se fue acelerando poco a poco. Su cabeza casi salía por completo de mi sexo y de repente volvía a entrar hasta el fondo. Mi culo chocaba contra sus muslos. Nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos y su verga entraba y salía con un ritmo más acelerado dentro de mi concha. Ya los vellos de mi pubis estaban completamente empapados y los jugos me corrían libremente por la ingle y los muslos. De pronto nos dimos la vuelta, poniéndome yo debajo de él. Le abracé la cintura con mis piernas y él volvió a empujar, perforándome de nuevo. Me aterraba que a pesar de su calentura lograra aguantar su venida. No recuerdo cuántos orgasmos tuve, pero recuerdo que cuando ya no podía más me dijo al oído que se iba a venir, que me preparara. Me clavó una estocada final hasta el fondo de la vagina y pude sentir en mi culo cómo se comprimían sus huevos y cómo se hinchaba su enorme aparato de la base a la cabeza, al arrojar el primer chorro, el cual me quemó como el fuego y me inundó completamente la vagina. Pero ese era solo el primero… Sus huevos seguían revolviéndose y su verga soltaba y soltaba potentes chorros de leche, uno tras otro.

"Notaba como salía y salía semen y no podía creerlo. Su semen hirviendo chocaba contra las paredes de mi vagina rebosándola por completo. Empecé a sentir como salía a borbotones de mi concha y me mojaba los muslos, la ingle, el culo y se depositaba en el cubrelecho de la cama. Aquello parecía no tener fin, chorro tras chorro seguían saliendo sin parar. Jamás en mi vida un hombre se había venido de una manera tan abundante dentro de mi vagina. Luego del intenso orgasmo, nos quedamos abrazados unos minutos y unidos, hasta que su pene se desinfló por completo y sus gigantescas bolas volvieron a colgarle completamente flácidas.

"Nos quedamos dormidos un rato y al despertarme me sentí sobresaltada, miré la hora y eran las 3 de la mañana. Le dije que tenía que irme a la habitación, que me sentía mareada y que no resistía el dolor de cabeza. Me dijo que él me acompañaría, pero que nos ducháramos primero. Así lo hicimos, el muy bandido se aprovechó de mi estado y me acarició las tetas, el culo y la concha hasta encenderme nuevamente, tras lo cual con el cuerpo completamente enjabonado me hizo agachar y comenzó a pasarme la verga por la concha hasta que estuvo completamente embarrada de crema y entonces cuando pensé que me la iba a meter por la vagina nuevamente, me lo comenzó a ensartar por el culo, algo que no le había permitido ni a mi esposo. Yo pegué un grito de dolor, pero Samuel no me soltó y por el contrario se afirmó mejor y logró metérmela por completo, luego de lo cual inició a meterla y a sacarla con mayor velocidad. Poco a poco el dolor desapareció dando lugar a unas oleadas de placer que me hicieron desfallecer, en un orgasmo múltiple que me hizo perder el sentido momentáneamente. Calculo que me estuvo empalando por el culo unos 15 minutos hasta que no pudo aguantar más y entonces se vino dentro de mí culo en un corto pero intenso orgasmo.

"Luego de descansar una media hora nos vestimos y él me acompañó hasta la habitación, donde pude observar que ni Patricia ni María Elena habían llegado aún. Abrí mis ojos cerca del medio día y luego de despertar a mis bandidas compañeras de cuarto, nos pusimos a contarnos la aventura que habíamos vivido, que desde luego fue muy similar en todos los casos. Toda la tarde lo pasamos en la playa bronceándonos para no despertar sospechas de nuestros esposos, sin querer saber nada de nuestros ocasionales amantes, a quienes no volvimos a ver. Yo llegué tan adolorida, que casi no me podía sentarme, y con muchos remordimientos, ya que te amo profundamente y solamente quiero estar contigo".

Hasta aquí la historia de mi esposa. Amigos y amigas que han leído este relato, les pido su opinión, la cual pueden enviarme al e.mail registrado. No sé que hacer, si dejar a mí esposa o perdonarla. Les ofrezco excusas si fui muy explícito en el relato y si exageré en algunos de los detalles que me contó mi esposa, pero lo hice para que los lectores, y especialmente las lectoras, comprendan que lo más difícil de perdonar es que mi esposa haya hecho con Samuel cosas que nunca me permitió a mí, a su esposo a quien tanto dice amar.