La primavera se impone al otoño

Tener notícias de él me trae muchos recuerdos, como el del sexo que tuvimos en un motel muy especial...

He abierto como siempre, tres o cuatro veces al día, mi correo electrónico y he encontrado su mensaje. Mi brasileño está bien, sobreviviendo como siempre; viajando. Ahora en Madrid. Estuve ahí el martes pasado. Ahora no sé ni cuando regreso ahí. Pero me ha dado mucha alegría saber que está bien, que no le ha pasado nada, que pasa de mí... Es una buena señal y me alegra. Una vez más se ha cumplido el famoso refrán inglés: No news, good news (o francés? pas de nouvelles, bonnes nouvelles )...

Y estoy contento. Me siento como liberado de culpas y de melancolías, tan solo siento nostalgia, una cierta nostalgia dulce como la miel, que deja su sabor largamente en nuestro paladar, empalagoso y cálido. Y esa nostalgia me lleva a recordar nuestros encuentros felices.

Yo tenía un apartamento alquilado y él me visitaba todos los días. Me acompañaba al trabajo incluso. Y almorzábamos y cenábamos juntos. Y paseábamos largamente por los centros comerciales y nos comprábamos ropas. Una vez incluso nos compramos los dos la misma camisa, de seda blanca. Él siempre quería que fuéramos a pasar el día a una piscina, pero quedaban lejos y no me apetecía demasiado. Luego me habló de los moteles brasileños, discretos y con una alta calidad de servicios: dormitorio amplio, baño, jacuzzi, sauna y piscina con techo solar que se abre a voluntad... y tele y comidas... de todo, en fin. Me impresionaba la oferta y me apetecía, pero me daba corte tomar un taxi con un chico visiblemente más joven que yo y llegar a la periferia metropolitana y entrar en un motel.

Me debatí un buen tiempo entre las ganas de ir y la vergüenza de mostrarme tan abiertamente. No solo homosexual, sino además con jovencito... Pero al fin su tozuda suavidad me convenció; y el deseo de hacer el amor en un lugar pensado sólo para eso. Llamamos por teléfono y tomamos un taxi. Lo hice parar unos metros antes de llegar, para ser discretos. Resultó más de un kilómetro. Fue un desastre, caminando junto a la autopista, bajo un sol abrasador y tropezando con las piedras; me cagaba en todo y en todos y él se reía; se reía de mí y se reía de él mismo; discretamente. Llegamos a pie y sudando a la cabina de entrada y nos atendió una mujer que preguntaba mucho y pidió los pasaportes y nos abrió y fuimos a nuestro apartamento. Todo estaba preparado para ir en coche, con unas cortinas que ocultaban las placas de matrícula y que abrían el coche frente a la puerta del apartamento. La comida era servida en una especie de torno y no veías al camarero o camarera. Todo discreción...

Y entramos. Una mesa con sillas, televisión, una gran, gran cama con sábanas blancas y un baño. La pared era toda de cristal y se abría sobre una piscina bastante regular, con una cascada de agua fría, pero con el agua templada; al lado había el jacuzzi y la sauna de vapor. Como dos niños estuvimos mirándolo todo y jugando con todos los mandos e interruptores hasta saber cómo funcionaba todo... Como estábamos en Brasil, lo primero fue desnudarse para tomar un baño; habíamos sudado tanto... pero yo sugerí que teniendo piscina era mejor darse un chapuzón... Antes de darnos cuenta ya estábamos nadando; el agua no cubría, pero se podía nadar y con el techo abierto se veía el cielo azul y algunas nubes cruzando perezosas el cuadrado del techo. En el agua uno se siente ligero y le abracé y nos besamos. Sus besos. Me llenaba con su lengua y sabía tan bien; dulce, suave, total. Rodeé su cintura con mis piernas y me concentré más en el juego harmónico de nuestras lenguas y de nuestros labios. El agua me ayudaba a flotar y no le pesaba, pero también su polla, gorda y grande se erguía con su tensión y con el agua y golpeaba rítmicamente mi culo y me hacia arder en deseo. Quería que me penetrara ahí mismo, pero sin condón, como siempre, era imposible. Se negaba totalmente. Yo no quería acabar nunca aquel abrazo, pero sentir su polla golpeando mi ano me ponía medio loco y le pedía una y otra vez que me follara. Y él me callaba con sus besos que yo no podía ni quería rechazar. Como había visto en fotos porno le hice sentar en el borde de la piscina y yo sin salir empecé a chuparle la polla; la tiene grande y gorda, pero me cabe en la boca y había aprendido a mamarla bastante bien. Él cerraba los ojos y alzaba la cabeza mientras con una mano acariciaba suavemente mi pelo, no forzaba la mamada, se dejaba chupar... La polla se le puso dura y venosa y con un golpecito me hizo salir...

Puso en marcha el jacuzzi y fue a buscar los condones. Nos metimos en la bañera redonda y pequeña y nos besamos de nuevo y de nuevo le chupé la polla que no había perdido nada de su vigor. Me hizo apoyarme en el borde; las burbujas y los chorros me masajeaban la polla y el estómago y mi culo en pompa esperaba su entrada triunfal. Nunca he entendido cómo no me hacía daño aquel tronco; parecía que podría entrar, pero me la tragaba toda y bastante rápido y lo culeaba. Estábamos los dos muy calientes y pronto empezó a jadear y a suspirar con fuerza y sacó su polla rápidamente, dejándome aquella dura sensación de vacío momentánea. Sin moverme sentí como se pajeaba y echaba su leche sobre mi culo y mi espalda y la extendía con una de sus manos. Nunca me ha pasado eso que se explica tanto de correrme yo de gusto sin tocarme; por tanto no me había corrido, pero la follada fue tan buena que me quedé casi tan exhausto como él. Nos sentamos dentro del jacuzzi, uno encima del otro, abrazados y reprendimos nuestro beso, esta vez más suavemente, sin prisas ni ansiedad.

Al cabo de un rato me levantó y fuimos a la sauna de vapor que pusimos al máximo y empezamos a abrazarnos y a frotarnos los cuerpos que por el sudor y la humedad se deslizaban suavemente, como aceitados. Me acorraló contra la pared y sin dejar de besarme empezó a hacerme una paja loca y no tardé en lanzar mi leche a la oscura niebla de la sauna... Quedamos un rato apoyados, quietos, junto a la pared, recuperando la fuerza de la gravedad. Paró el vapor y ahí mismo nos duchamos con agua casi fría y nos enjabonamos y le pajeaba, de nuevo su polla dura y él me ponía jabón en los pechos y en el culo y me metía sus dedos... Y nos quitábamos el jabón y de nuevo nos enjabonamos. Cansado salí y lo dejé a él aún limpiando y limpiando su cuerpo. Me sequé y me tumbé en la cama dispuesto a descansar. No sé cuanto tiempo pasó, cuando sentí que se tumbaba suavemente a mi lado, acariciando mi cuerpo. Pero puso la tele y estuvo pasando canales y canales... Y tenía hambre y encargamos unos menús y comimos... Desnudos el uno frente al otro, charlando y seguimos descansando y viendo tele y acariciándonos. De nuevo me encontré de rodillas en el suelo, con mi pecho sobre la cama y él follándome con furia. Estuvo mucho rato y mi culo ardía; me daba mucho placer, pero casi tenía ganas de acabar. Y acabó dentro de mí, pero en el maldito condón claro, que me escamotea el calor de su leche... Sentados en el suelo, rendidos de amor nos dimos cuenta de que había ya anochecido y de la mano fuimos de nuevo a la piscina... Apagamos todas las luces, sólo dejamos las de dentro del agua, y abrazados, apoyados en uno de los bordes contemplábamos las estrellas que poblaban aquel cuadrado. El aire era fresco y juntamos nuestros cuerpos en el agua tibia.

Él quería quedar ahí toda la noche, pero me pareció que había sido ya suficiente y no duchamos de nuevo y nos secamos y nos vestimos y pedimos un taxi y regresamos a la ciudad. Pero esas sensaciones, el sexo claro, pero el agua, el cielo, aquel abrazo, su polla golpeando suavemente empujada por el agua mi culo, todo eso no puedo olvidarlo. Y ahora que sé que está bien, que vive su vida a 600 Km de mi casa, sin mares entre nosotros revivo aquellos recuerdos y siento aquellas sensaciones y, mi muy querido lector, si has llegado hasta aquí, quería compartir contigo mi alegría y mi nostalgia.