La presa III (La cazadora XII)
La vida de Diana se convirtió en una rutina. Poco a poco fue aceptando su origen, aquél hombre no tenía por qué mentir, pero tenía claro que las cosas no iban a acabar así...
La vida de Diana se convirtió en una rutina. Los primeros días fueron horribles, no hacía mas que pensar en las palabras de Abraham, sobre si realmente seguía siendo humana o no, y en como habría reaccionado de saberlo desde un principio, ¿Habria rechazado la proposición de Tamiko? En ese momento llevaba una vida demasiado desesperada...
Al principio había dudado del hombre, total, era un cabrón que la había secuestrado y violado pero, después de unos días sin ningún contacto sexual comenzó a sentirse débil. No podía ser por otra razón puesto que la alimentaban correctamente, e incluso una hora al día la desencadenaban y la obligaban a hacer algo de ejercicio. Sólo quedaba la opción de la falta de sexo. ¿Realmente era un monstruo?
Odiaba a ratos a Tamiko por haberla engañado, pero igualmente la agradecía que le hubiese otorgado otra oportunidad, no conseguía poner en orden su cabeza.
Cada día era peor, ya no tenía fuerzas para resistirse aunque, de todas formas, había dejado de hacerlo. La manera en la que Abraham había bloqueado su mente había sido lo suficientemente dolorosa como para no darle más motivos para volverlo a hacer.
Llevaba la máscara puesta veinticuatro horas al día, ya casi no recordaba lo que era ver la luz. Oía como entraban en su celda Nikolai o Vanessa, la daban de comer, cada pat de días la rociaban con una manguera de agua fría para asearla. Todo era monótono, repetitivo y doloroso hasta ese día.
- ¿Que tal está mi zorrita? ¿Tiene hambre? - Preguntó Vanessa con sorna. - Estás de suerte, Abraham dice que ya es suficiente. No quiere que te mueras... Aún.
"Hasta que logren capturar a Tamiko, después no les seré útil" Pensó la chica, pero no objetó nada cuando la mujer la desencadenó y la obligó a seguirla fuera de la sala.
- A partir de ahora tu estancia aquí será mas agradable, recibirás tu ración de orgasmos, lo que implica que Nikolai y yo nos vamos a divertir mucho contigo. Pero antes hay algo que tenemos que dejar claro...
¿Dejar claro? ¿A que se refería? No dijo nada más, así que Diana se quedó con la duda.
Se detuvieron en una nueva sala en la que amarraron a Diana a un cepo, con los tobillos atados al suelo. Esa posición la dejaba expuesta ante cualquiera pero, en ese momento, Diana no deseaba otra cosa.
- ¿Estás desesperada? - Preguntó Vanessa, acariciándola el lomo. - ¿Quieres que nos divirtamos un poco?
Mientras decía eso, su mano se deslizo entre las nalgas de la cazadora, arrancándola un suspiro. Lo estaba deseando, necesitaba que continuara, necesitaba alimentarse. Vanessa jugueteaba con ella. Acariciaba su cuerpo, rodeaba su sexo y su ano, pero no llegaba a tocarlos.
Se agachó tras ella, con la cara a escasos centímetros de su coño. Diana podía sentir el aliento de la mujer en su entrepierna, se estaba volviendo loca...
Por favor... - Susurró. No se podía creer la forma en la que estaba claudicando.
¿Que dices? - Preguntó Vanessa, acercando su boca al sexo de la chica, remarcando su aliento sobre él.
Por favor... Lo necesito...
¿Que quieres? ¿Esto? - La mujer lamió el coño de Diana en un rápido movimiento, provocando un estremecimiento de ésta. - Sólo lo tendrás cuando reconozcas que eres mía por completo, que me perteneces.
Diana no podía hacer eso pero... La sensación de necesidad, de inanición, era TAN fuerte...
- Yo... Yo... - Vanessa se relamía con la situación. - Te... Yo te pertenezco. Soy toda tuya.
Diana se derrumbó, aquella mujer había vencido.
Eso es, me encanta oír eso de tus labios. - Mientras hablaba comenzó a masajear el coño de la chica, con lentitud. - ¿Sabes? Me gusta que la gente sepa lo que es mío, y tu no vas a ser una excepción.
Hummmmm. - Diana ni siquiera escuchaba, estaba completamente concentrada en los dedos que jugaban en su entrepierna.
Nikolai, procede por favor.
El hombre se levantó y, antes de que Diana se diese cuenta de que hacía, sintió un dolor punzante en un pezón. Gritó y, en unos segundos notó el mismo dolor en el otro pezón. ¿Otra vez las pinzas? No, esto era distinto... No la habrían...
- ¡Ahhhhh!
El mismo dolor punzante, esta vez en el clítoris. ¡La estaban marcando como si fuese una res!
El dolor rápidamente se disipó debido a las caricias de Vanessa. Un sonido como de un zumbido comenzó a sonar, acercándose a Diana. ¿Que venía ahora?
Cuando notó una presión en el costado ya era tarde, la estaban tatuando. Era de su propiedad y querían demostrarlo, tendría esa marca con ella toda la vida que, por otro lado, a lo mejor no duraba mucho más.
- Ya está. - Dijo Nikolai. - ¡Hora de la diversión!
Y diciendo eso clavó de un golpe su polla en el coño de Diana. Ésta gritó, pero esta vez de placer. Rápidamente olvidó el dolor, su situación y su futuro. Sólo importaba aquella polla que la estaba taladrando. La suavidad con la que el hombre la había follado la primera vez había desaparecido, ahora todo era brutalidad, y le daba igual, quería que la reventaran, que la llenaran, que la saciaran.
No tardó en llegar el primer orgasmo y, con él la deseada sensación de vitalidad que tanto añoraba. Gemía a través de la máscara, notaba como sus tetas se bamboleaban en el aire al ritmo de las embestidas de aquél hombre, notaba agudos pinchazos de dolor en los pezones, pero sobre todo en el clitoris. Era un dolor enorme pero tal era su necesidad de placer que no le importaba, solo quería que Nikolai no parara nunca.
Los orgasmos se fueron sucediendo uno tras otro, había perdido la cuenta. Entonces el hombre se amarró a sus caderas y se apretó contra ella, se estaba corriendo dentro de ella y ella también lo disfrutó.
A partir de ese momento su vida en aquel lugar volvió a cambiar. Ya no la encadenaban en su celda, lo que la permitía moverse al menos. Tampoco estaba desnuda siempre, aunque lo único que la dejaban llevar era lencería y la elegían ellos, así que tampoco había mucha diferencia. Los primeros días, hacían varias curas al día de sus nuevos piercing y del tatuaje, ella aun no se los había visto, pero habían dejado de molestarla, es más, incluso le resultaban placenteros. Por último, lo que había mejorado sustancialmente era su alimentación, al menos una vez al día, Nikolai o Vanessa daban buena cuenta de sus necesidades. Al principio la ataban, pero poco después era la misma Diana la que se montaba sobre la polla de Nikolai, o se sometía a Vanessa. Esta última tenía predilección por su culo, y era habitual que la sodomizase con un enorme consolador.
La mentalidad de Diana había cambiado, ya no lo veía como una violación, si no como la manera de alimentarse y, si podía divertirse lo maximo posible haciendolo, ¿Por que negarse? Sabía que tenía que salir de allí, que la iban a matar en cualquier momento, pero todavía no había visto ninguna oportunidad para hacerlo.
Un día, nuevamente, Abraham la llamó a su despacho. Esta vez no se molestaron en esposarla y, nada más llegar le quitaron la máscara. La luz dañaba la vista de Diana, que llevaba semanas sin ver absolutamente nada. Eso no pareció importar lo más mínimo al hombre.
- Te veo muy cambiada. ¿Estas disfrutando de tu estancia aquí? - Dijo con sorna.
En cuanto la vista de la chica se normalizó, lo primero que hizo fue buscar su tatuaje. Estaba obsesionada con verlo pues no había tenido oportunidad. Un código de barras con un número debajo. 156. Tambien se fijo en losndos aritos que coronaban sus pezones, sobresaliendo por encima del sujetafor de copa baja que la habían puesto.
Ah, es verdad... Todavía no habías visto tus nuevos complementos... - El hombre se acercó y acarició el brillante arito dorado que colgaba de uno de los pezones, provocando un estremecimiento en la chica. - ¿Te gustan?
¿156? ¿Que significa eso? - Preguntó Diana.
Parece que no eres muy espabilada... Es una numeración, eres la huésped 156 de mis encantadoras instalaciones. Todas eran como tú.
¿155 antes? ¿Y que había sido de ellas? ¿Todas eran súcubos? Las preguntas se agolpaban en la mente de Diana.
¿Que hiciste con ellas? ¿Las mataste a todas? Eres un monstruo...
Creo que habíamos dejado claro quién era el monstruo aquí, yo simplemente hice lo que debía, purgar la tierra de elementos indeseables. ¿Lo pasaste buen durante tu temporada de ayuno? - Cambió de tema. - Por lo que veo, ahora estás bastante bien.
Era cierto, Diana había recuperado por completo su vitalidad.
- No me puedo quejar. - Respondió la chica, que vio de reojo como Vanessa mostraba una sonrisa de satisfacción.
El hombre se acercó a Diana y la acarició el cuello.
- Es un placer tenerte aquí y disfrutar de tu compañía, pero estoy deseando que venga tu amiguita a buscarte... Y encargarme de las dos...
Diana tembló de manera involuntaria, la iban a matar, cada vez quedaba menos. El día menos esperado encontrarían a Tamiko, o se cansarían de esperar, y entonces...
BOOOOM
El sonido de una explosión llego desde un lugar demasiado cercano, tan cercano que la sala vibró, haciendo que algunos objetos cayeran al suelo. Diana perdió el equilibrio y cayó de rodillas, Abraham se apoyó en su escritorio.
- ¿Pero qué...? - Comenzó el hombre.
BOOOOM
Una nueva explosión le cortó, disparos, jaleo, ¿Que estaba pasando?
Abraham miró fijamente a Diana.
- Después me ocuparé de ti... - Una tétrica sonrisa asomó en su rostro. - Por fin ha venido... Vanessa, ocúpate de ella. No te olvides de la máscara.
Diana vio como la mujer cogía una pistola antes de ponerle la máscara.
- Vamos zorra, tenemos que salir de aquí. - Ordenó y, tirando de la correa empezó a arrastrarla.
El camino se hizo bastante difícil, Vanessa intentaba ir todo lo deprisa que se puede cuando arrastras a alguien que no puede ver tras de ti y, para arreglar las cosas, con unos tacones altísimos. Diana se tropezaba cada dos por tres.
- ¿Ni siquiera vales para caminar? Debería pegarte un tiro aquí mismo.
Una nueva explosión, un temblor, sonaba muy cerca. Diana escuchó ruidos como de cascotes cayendo. Giraban una esquina tras otra, se escucharon pasos de alguien que iba hacia ellos.
¡Rápido! - Gritó Vanessa. - Hay que neutralizarlos, dirigíos al vestíbulo.
¡En seguida! - Contestaron las voces, Diana oyó como corrían en dirección opuesta a la que iban ellas.
Otra vez una explosión, esta vez vino desde un lateral. La fuerza derribó a las dos mujeres al suelo. Diana se quedó paralizada... Era la oportunidad que había estado esperando...
Vanessa se levantó.
- ¿Vas a correr de una vez o me vas a obligar a que te pegue un...?
Las palabras se le atragantaron en la boca. Diana estaba de pie tras ella, con la máscara en la mano. Una sonrisa sádica se dibujaba en su boca.
- ¿Como coño...? - Preguntó la mujer. Y entonces recordó que con las prisas, no había cerrado el candado de la máscara. Era imbécil.
Levantó la pistola y apuntó al demonio entre los ojos.
- No, no, no... - Dijo Diana, negando con el dedo.
Las manos de Vanessa estaban paralizadas, intentó con rodas sus fuerzas apretar el gatillo pero era imposible. Ante la atenta mirada de la que anteriormente había estado a su merced, sus brazos comenzaron a doblarse. Todo su cuerpo temblaba.
- N-No... - Balbuceó cuando se dio cuenta de cual era la intención de sus brazos. - Por favor... No... ¡No!
La pistola apuntaba a su boca. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras separaba los labios para introducir el cañón del arma.
- Mirame. - Ordenó Diana. - Quiero que mi cara sea lo último que veas antes de morir.
Vanessa no pudo sino obedecer mientras sus dedos, que ya no eran suyos, apretaban el gatillo y sus sesos salían disparados contra la pared.
Diana se quedó unos segundos mirando el cuerpo inerte de su torturadora. No sentía ningún tipo de remordimiento. Se agachó para coger la pistola y se fue por donde se habían ido los guardias que se habían cruzado.
Se encontró un par de guardias en su camino. El primero no la vio, simplemente recibió un tiro en la cabeza. El segundo dudó por un momento al ver a la despampanante mujer en ropa interior, lo que le dio la oportunidad a Diana de controlarle.
A través de su mente supo donde tenia que dirigirse y el guardia actuó de guardaespaldas.
Siguieron avanzando hasta que, al girar una esquina, su nuevo compañero cayó derribado. Dos hombres aparecieron delante de ella, pero los detuvo rápidamente. Era agradable volver a sentirse poderosa.
- ¡Diana! - La llamó una voz conocida.
Antes de que pudiese reaccionar alguien se le echó encima y la abrazó. El olor de aquella persona le era familiar. Lilas y grosellas. No lo olvidaría ni aunque pasasen cien años.
Tamiko... ¿Que?
Por fin te encontramos. ¡Rapido! tenemos que salir de aquí.
Con Tamiko había varios soldados, parecía que sabían muy bien por donde moverse, así que no tardaron mucho en salir a la calle.
El sol dañaba los ojos de Diana, pero era agradable sentir el viento en su piel.
- ¡Que alguien traiga una manta! - Gritó la asiática, y en unos segundos Diana estaba cubierta con una. - Vamos al coche, rápido. Tenemos que alejarnos de aquí.
Ya en el coche, a Diana se le vino el mundo encima. Había matado a dos personas a sangre fría, y lo había disfrutado. ¿En que momento había cambiado tanto?
¿Como te encuentras? - Preguntó Tamiko.
Podría estar mejor.
Estábamos preocupados por ti.
...
Necesitas descansar. Ahora mismo vamos a tu apartam...
¿Por qué no me dijiste la verdad?
Tamiko guardó silencio unos segundos.
- Te lo ha contado, ¿Verdad? Debí haberlo supuesto.
Que Tamiko no lo negara fue un duro golpe para Diana, aún guardaba una ligera esperanza de que fuera mentira.
¿Entonces que soy? ¿Un demonio? ¿Un vampiro? ¿No tenía derecho a saberlo?
¿Que necesidad había? Te di una vida nueva, te salvé, ¿Que habría cambiado?
¡Todo! Ahora no se en que creer... Por vuestra culpa... No tienes ni idea de por lo que he pasado ahí dentro.
... Eres tu la que no tiene ni idea de lo que he pasado yo.
Y, levantándose la camiseta, mostró a Diana un tatuaje con un código de barras y un numero, igual al suyo, pero en éste rezaba "130".
- Tu y yo somos las únicas que hemos conseguido escapar... El resto...
Diana apartó la mirada. Tamiko había visto como mas de veinte de sus compañeras eran exterminadas por esos cabrones.
¿Le encontrasteis? ¿Esta muerto? - Preguntó. Quería cambiar de tema.
No. Le vimos escapar junto con Nikolai. A la otra tampoco nos la hemos cruzado, así que suponemos que también escapó.
¿La otra? ¿Vanessa? No tendremos que preocuparnos por ella.
¿La... La has matado?
Técnicamente se mató ella.
Una sombra apareció en los ojos de Tamiko. ¿Satisfaccion? ¿Orgullo? ¿Venganza? Diana no supo identificarlo. A lo mejor le gustaría haber sido ella la que la hubiera matado.
Tamiko se despidió de Diana dejándola en su casa y ofreciéndose a quedarse con ella, pero la chica rehusó. Necesitaba estar sola. O todo lo sola que se podía estar con un harén de esclavos en casa.
Se tomó un relajante baño de agua caliente y disfrutó de las atenciones y cuidados de Elisa.
Cuando Tamiko llegó al día siguiente para ver si había conseguido descansar, la asistenta le abrió la puerta.
- Buenos días, señorita Aizawa. La señorita Querol no está. Ha dejado esta nota para usted.
La asiática cogió la nota y la leyó intrigada.
Hola Tamiko.
Esto es un adiós. No se si será para siempre o alguna vez nos volveremos a ver. No me busques, por favor.
Necesito tomarme un tiempo para reflexionar, necesito ver quién o qué soy en realidad. Te agradezco todo lo que has hecho por mí, pero no puedo perdonar ni olvidar en lo que me habéis convertido.
Espero que la vida te trate bien y que el 7pk2 prospere.
Un beso.
Diana.
PD: Estuve tentada de llevarme a mi pequeña familia conmigo, pero sólo serían una carga. Por favor, ocupate de ellos.
Tamiko dobló la carta y se la guardó en el bolso. Diana había tomado una decisión y ella iba a respetarla. Lo que no tenía tan claro es que Xella Corp hiciese lo mismo, habían invertido mucho dinero en ella...