La presa

Una cárcel donde todo puede pasar.

La presa

El ruidoso teléfono del despacho del director de la prisión sonó 3 veces antes de que el hombre descolgara y contestara con voz anodina.

Al habla el director.

Señor, soy Castro, el ingreso de la nueva presa ha terminado. La tenemos instalada en una de las celdas de castigo.

¿Celda de castigo? ¿Opuso resistencia? –Preguntó el director de la prisión a su interlocutor. El jefe de ingresos parecía meditar la respuesta durante un par de segundos. Luego contestó:

Durante el traslado a nuestra prisión no opuso resistencia pero al parecer alguno de nuestros chavales no se pudo contener y se le fue la mano más de la cuenta mientras la ayudaban a bajar del furgón.

No me extraña. He visto sus fotos en las noticias y en los diarios y la muy zorra está buenísima.

Sí, pero tiene muy malas pulgas. Al principio dudaba de que una mujer con su aspecto pudiera ser una asesina múltiple pero después de ver lo que le hizo al que se propasó con ella

¿Qué pasó? ¿Hubo algún incidente grave?

El jefe de ingresos volvió a tardar un poco antes de contestar.

Al parecer uno de los guardias le puso la mano en los pechos al ayudarla a bajar del furgón y ella le metió los dedos de una mano en los ojos. Lo llevaron a enfermería pero parece ser que a parte del dolor y de los arañazos que le hizo con las uñas no corre demasiada gravedad.

Ya veo. Ocúpate de que ese incidente no llegue a conocerse por la prensa. Con los casos de corrupción y de muertes sin aclarar que hemos tenido en los últimos meses sólo nos faltaría que se nos critique de abusar de nuestras presas.

El jefe de ingresos sonrió recordando a la última chica, hacía menos de una semana, y cómo él y un par de funcionarios le habían dado la bienvenida a prisión desnudándola y obligándola a practicarles sendas mamadas a cambio de no recibir una paliza. La chica era una rumana que se dedicaba a la prostitución, y al parecer su chulo, le obligaba a traficar con heroína en sus ratos libres. Ni siquiera protestó cuando uno tras otro se corrieron dentro de su boca.

Está bien, no se preocupe señor. En ese momento no había nadie en las proximidades que no fuera personal de la prisión.

Muy bien. –Contestó el director. ¿En qué celda está la nueva presa?

En la5. –Contestó el jefe de ingresos.

Perfecto, infórmeme de cualquier novedad.

Claro señor.

El director colgó el auricular del teléfono y agarró un mando a distancia que tenía en el borde de su escritorio. Pulsó un par de botones y en la pantalla del fondo de su despacho apareció la imagen de una chica joven, morena con el pelo largo y ojos oscuros. Vestía una blusa ceñida al cuerpo y que dejaba intuir unos generosos pechos, y una falda que llegaba a medio muslo, unos 10 centímetros por encima de las rodillas. Calzaba zapatos de tacón, y andaba de un lado a otro de la celda, recorriendo los 4 por 4 metros vacíos de cualquier mobiliario como correspondía a una celda de castigo.

El director sonrió anticipando lo que iba a pasar en pocos minutos y marcó un número.

Vamos a ver que tan fuerte eres. Dijo mientras esperaba que al otro lado un hombre se identificara como jefe del módulo 1.

Hola Segura, ¿qué tal va todo por ahí?

Segura era el hombre con más antigüedad en el módulo 1, el de violadores y asesinos, y gran amigo del director de la prisión.

¡Hombre! Pero si es el padrino. –Dijo Segura saludándole por el mote con que se le conocía al director. Pues seguro que no tan bien como tú. Últimamente los presos andan un poco nerviosos, ya sabes, debe ser la primavera.

¿Algún incidente serio?

Nada, lo de siempre, alguno que se pone respondón y hay que ablandarle el seso a mamporrazos, pero nada que deba preocuparte.

¿Y el melenas? Tengo entendido que causó algún problema la semana pasada ¿no?

El melenas era el apodo de uno de los violadores más conocidos en los últimos años. Su apodo se debía a que sólo violaba a mujeres que tuvieran una larga melena de pelo. En los últimos años se le acusaba de haber violado a más de 15.

Sí, se peleó con otro recluso por algún tema de drogas pero ya lo tenemos controlado. ¿Por qué preguntas por él?

Había pensado en darle un poco de diversión, ya sabes, hace menos de media hora que ingresó en el módulo de mujeres la asesina de la que hablan tanto últimamente y me pareció que deberíamos darle la bienvenida como se debe ¿no crees? Al parecer lesionó a uno de los guardas del furgón y quiero darle una lección que no olvide fácilmente.

Entiendo. –Dijo Segura. ¿Dónde quieres que lo lleve?

A la celda de castigo número 5. Dile que le están esperando. Pero asegúrate que no lleve nada con lo que pueda lastimarla, quiero que sea una lucha limpia. Está bien, lo registraremos antes de soltarlo ahí dentrO.

¿VAS A GRABARLO?

Por supuesto. ¿Quieres que te haga llegar una copia?

Si no es mucho pedir… tu viejo amigo te lo agradecerá.

Cuenta con ello.

El director de prisión colgó nuevamente el teléfono y mientras que esperaba la llegada del melenas preparó el dispositivo de grabación de video.

¿Dónde me lleváis? –Preguntó el preso al que todo el mundo llamaba melenas aunque no tuviera más que cuatro pelos en la cabeza y una enorme calva reluciente que hacía que su apodo sonara más bien a cachondeo.

Calla y pronto lo sabrás –Dijo uno de los guardias que lo escoltaba y que previamente le había cacheado de arriba a bajo.

Al ver que se dirigían hacia una de las celdas de castigo el melenas se inquietó. Había estado sólo dos veces allí, una por golpear a un guarda, y la otra por intento de fuga, y en las dos ocasiones había sido llevado a la celda, le habían desnudado, y después de golpearlo hasta casi dejarle inconsciente lo abandonaron en el suelo de la celda, sangrando y sin comer ni beber durante más de 30 horas. Desde entonces se guardaba mucho de montar follón con los guardas o con los demás presos. Sin embargo recordó que hacía menos de una semana otro preso y él habían tenido algo más que unas palabras a causa de un paquete de cigarrillos que le había desaparecido mientras dormía.

Se puso tenso al ver cómo uno de los guardas de la celda de castigo le abría la puerta y le invitaba a entrar con una sonrisa de oreja a oreja.

El melenas dudó y el guarda le animó a entrar.

Vamos, te esperan y creo que te va a gustar la sorpresa.

El director vio entrar al melenas desde su despacho. Las cámaras de seguridad instaladas en el techo y en uno de los laterales le permitían tener una visión total de cada centímetro de la celda.

Al principio entró con timidez, quedándose justo al lado de la puerta que se cerraba a sus espaldas. Luego su rostro pasó de la tensión y el miedo a la sorpresa, y pocos segundos después a la lascivia. La chica lo miraba sin quitarle ojo de encima desde la otra punta de la celda. Sus ojos reflejaban preocupación aunque no miedo. Sabía que ese hombre no era un guarda, no iba uniformado, y la forma en que se sentía observada le hizo intuir qué era lo que estaba sucediendo.

Vaya vaya, ¿qué tenemos aquí? Parece que por una vez estos cabrones han hecho caso de mis necesidades.

El melenas la observaba sin acercarse todavía a ella. La chica permanecía en silencio, ligeramente incomodada por la nueva compañía.

Creo que no nos han presentado preciosa. ¿Cómo te llamas? Dijo el melenas a la vez que daba un par de pasos hacia ella.

No te acerques. –Le advirtió ella.

El melenas sonrió.

¿O si no? ¿Qué piensas hacerme?

Te mataré. Dijo ella tan fríamente que hasta el director sintió un escalofrío al escucharla.

El melenas pareció ignorar la amenaza cegado como andaba ya por sus propios impulsos. Se imaginaba ya forzando el sexo de esa exuberante mujer y sólo de pensarlo tuvo una erección.

¿Eres una puta? ¿Te pagan para que folles conmigo? –Le preguntó él acercándose un par de pasos más.

Ella no contestó, sólo vigilaba cada uno de sus movimientos de aproximación dispuesta a reaccionar en cualquier momento.

Ah ya entiendo, debes ser una presa. Igual que yo. El director o algún otro funcionario cabrón deben estar pasándoselo en grande sabiendo lo que va a pasar aquí dentro, de hecho seguro que nos están viendo por esas cámaras, los muy cabrones me han traído aquí para que te folle.¿te has portado mal? Me temo que quieren que te de un buen repaso.

Ella seguía sin hablar. Se deslizó suavemente hacia el centro para tener más posibilidades de maniobra ante un ataque del hombre.

Creo que quieren vernos jugar… sí… creo que es eso…. Les debe poner cachondos ver como te desnudo y te follo en esta celda

La voz del melenas cada vez era más amenazante y llena de deseo.

¿Sabes? Considérate afortunada. Hace meses que no me como un buen coño, así que te prometo que lo vas a pasar muy bien. Dime… ¿quieres que te coma el coño? Sí, seguro que te mueres de ganas perra, seguro que en estos momentos te debes estar mojando como la zorra que eres. Dime… ¿llevas el coño depilado? No, no creas que me importa, los coños me los como todos, con pelos o sin ellos, pero donde se ponga una rajita bien depilada

El director de prisión se acomodó en su sillón del despacho mientras se bajaba la cremallera de los pantalones para aliviar un poco la erección que comenzaba a tener. El melenas seguía con su monólogo sin acabar de decidirse por lanzar su ataque.

¿Te ha comido la lengua el gato? Ya sé, como suele decirse, en boca cerrada no entran pollas, pero te aseguro preciosa que la mía te la vas a tragar hasta el fondo. ¿Te gusta mamar pollas? Sí, seguro que sí, tienes cara de viciosa, además a todas las mujeres les gusta mamarla, aunque digan lo contrario, con una polla en la boca se sienten sucias, pero a la vez poderosas, dime, ¿me vas a comer la polla? Tengo un buen pedazo, ya lo verás, seguro que te vuelve loca. Te la voy a meter hasta hacer que te mueras de gusto perra.

Ella estaba atenta a cualquier movimiento del sujeto que tenía a apenas dos metros, por eso, cuando el melenas lanzó su primer ataque estaba bien preparada y no sólo esquivó a su agresor si no que le propinó una buena patada en el muslo, a pocos centímetros de hacer blanco en su entrepierna.

El melenas se quejó de la brutal patada y agarrándose con una mano la zona dolorida insultó a la mujer que se había situado nuevamente en la zona más alejada a él.

¡Maldita zorra! ¡Te vas a enterar! ¡Esto me lo vas a pagar!

Y sin apenas planificar su nuevo ataque se lanzó contra ella nuevamente y nuevamente fue él quién salió mal parado pues la chica tuvo la suficiente agilidad como para esquivar los brazos del hombre y propinarle otra nueva patada, esta vez en la espinilla, aún más dolorosa que la anterior.

En la soledad de su despacho el director no daba crédito a lo que veían sus ojos. La joven, de unos 50 kilos de peso y no más de 1,65 de estatura estaba machacando a un hombre de casi 1,80 y 83 kilos de peso. Se acarició el pene por encima del calzoncillo mientras el melenas se reponía de sus golpes otorgando un pequeño respiro a la chica. Si un hombre no bastaba, la encerraría con dos, o con tres. Esa zorra tenía que ser sometida, se dijo que él mismo lo haría si fuera necesario.

Mientras se reponía de sus golpes, el melenas no dejó de observarla ni un momento. Ella lo miraba fríamente, no había ni rasgo de miedo en su mirada. Mejor, se dijo asimismo el melenas. Será mucho mejor cuando te tenga suplicando para que no siga destrozando tu culo. Analizó sus opciones de una forma mucho más realista. Sin duda esa condenada perra era muy rápida y ágil, mucho más que él, y sólo podría acabar con ella si consiguiera enzarzarse en un cuerpo a cuerpo, donde su estatura y mayor fuerza le darían una considerable ventaja. Pero para eso tenía que lanzar su ataque desde más cerca, para que no tuviera margen de maniobra.

El director vio como el melenas volvía a ponerse en marcha. Se acercaba poco a poco hasta su víctima, esta vez en silencio, pero con una gran determinación. La punta de su miembro erecto asomaba ya por el calzoncillo así que decidió bajárselos junto con los pantalones para estar más cómodo. Con los pantalones en los tobillos y agarrándose la polla con una mano, el director vio al melenas lanzar su último y decisivo ataque.

El melenas sabía que recibiría un nuevo golpe, pero si conseguía estar lo suficientemente cerca de ella podría derribarla y entonces sería suya. Se acercó muy lentamente hasta quedar a metro y medio de ella. La miró a los ojos y le sonrió. Ella permanecía con el rostro serio.

Si sigues acercándote te mataré. –Le dijo.

El melenas simuló un movimiento hacia la derecha y acto seguido lanzó su ataque por la izquierda. La décima de segundo que perdió la chica fue suficiente para que no pudiera evitar ser desplazada a un lado en su salto. La patada había dado en uno de los brazos del hombre, pero con la inercia del movimiento del brazo la desplazó en el aire levemente y al volver a tocar suelo con los pies, el tacón derecho falló, se le dobló el pie y cayó al suelo golpeándose la cabeza levemente contra la pared.

Fue un segundo de confusión, pero suficiente para que no pudiera evitar el golpe del melenas en su estómago. De repente se quedó sin aire y recibió otro golpe más en la cabeza, y luego sintió el cuerpo de él encima del suyo y supo que ya no podría ganar.

Lo que siguió fue un forcejeo inútil para la mujer. Sentado sobre sus piernas y con los brazos inmovilizados, el melenas pudo saborear la victoria permitiéndose el lujo de sonreírle y hacerle muecas.

Te lo dije putita, me las vas a pagar por lo que me has hecho. Podías haberlo hecho fácil, incluso hasta te hubiera gustado, pero ahora te va a doler, te juro que te va a doler.

Mientras decía estas palabras controlaba los brazos de la joven con una mano mientras que con la otra le golpeó en los pechos. El dolor mermó en mucho la capacidad de respuesta de la chica que vio como su blusa era arrancada a tirones igual que su sujetador. Pese a todo la mujer no cejó en su empeño de resistir ni un solo momento, aprovechaba cualquier pequeño descuido del hombre para asestarle algún puñetazo, pero para entonces sus golpes carecían de la fuerza necesaria para hacer retroceder al melenas, el cual, viéndose ya único ganador, se relamía sólo de pensar todo lo que iba a hacerle a esa mujer.

El director se masturbaba lentamente mientras veía como el melenas arrancaba a tirones las ropas de la mujer, que a base de golpes había perdido su ímpetu y cada vez oponía menos resistencia. Se notaba que el melenas se lo estaba pasando en grande pues se cebaba en infringir dolor a la chica. Le estrujaba fuertemente los pechos, le estiraba inhumanamente de los pezones, le mordía en el cuello, y de vez en cuando le daba unos segundos, para que intentara reunir fuerzas y volver a resistirse pero entonces él la golpeaba en el estómago o la cabeza y volvía a someterla a su gusto.

Cuando le arrancó las bragas apenas se movió. El melenas las alzó en la mano derecha como si fueran el signo de su victoria, y luego las tiró a un lado antes de bajarse él mismo los pantalones y calzoncillos.

Sumida casi en la inconsciencia le sintió adentrarse en su interior. Volvió a notar el cuerpo de él sobre el suyo, el ímpetu de un miembro sediento de sexo en su interior. Decidió quedarse quieta y guardar fuerzas. Ya nada se podía hacer.

El melenas se movía con violencia sobre ella, en cada embestida era como si quisiera atravesarla de lado a lado. El director estaba disfrutando de un buen espectáculo y el liquidillo que se deslizaba por el tronco de su polla le advertía que no tardaría en correrse. Decidió aminorar los movimientos de su mano hasta ver terminar al melenas.

Un acelerón de éste en sus embestidas le indicó que pronto la llenaría con su semen. Tomó aire y esperó el momento de sentir los chorros de esperma en su interior. Imaginaba que el orgasmo sería especialmente intenso para él, teniendo en cuenta que, como le había dicho él mismo, hacía meses que no estaba con una mujer.

Entonces lo sintió llegar. Una, dos, tres, cuatro descargas en su interior. Lo miró. Tenía los ojos en blanco. Le puso las manos alrededor del cuello.

El director escupía sus chorros de semen al mismo tiempo que el melenas inundaba el sexo de la chica. Ninguno de los dos percibió el movimiento de ella hasta que fue demasiado tarde.

El melenas se encontraba en el séptimo cielo. Nunca había sentido un placer tan inmenso al follar con una mujer, pero la adrenalina de la lucha previa y el saber todo lo que le esperaba a esa zorra le dio un plus de placer que apenas comenzaba a difuminarse. Sintió que la mujer le pasaba los brazos por el cuello y pensó: ¡bien! La zorra ya está domesticada, sin duda ha gozado de lo lindo y quiere más. Pero se dio cuenta demasiado tarde de que no eran esas las intenciones de la chica. Sin apenas aire en sus pulmones debido al éxtasis del orgasmo y con las manos de la mujer estrangulando su cuello sus pensamientos eran lentos y poco eficientes. Al principio trató de zafarse del abrazo mortal pero comprendió demasiado tarde que no tenía fuerzas para eso. Intentó un último y desesperado ataque pero sus golpes ya no eran golpes.

El director advirtió que algo iba mal cuando, después de limpiar los restos de su corrida, miró a la pantalla de nuevo y vio al melenas tendido en el suelo boca abajo, inmóvil y aparentemente dormido. Sin embargo, al mirarle a la cara vio que sus ojos estaban abiertos de par en par. Estaba muerto, no le quedó ni una duda al ver su mirada extraviada y el color azulado de su cara y labios. Ella, sentada en el otro extremo de la celda, intentaba cubrirse con los jirones de sus ropas.