La preñada y sus ardores
Peregrino negro y para colmo monje atiende los ardores de una moza preñada.
El viaje o peregrinatio tocaba a su término, y que mejor que pasar unos dias por el Monasterio de Arieso, residencia de los Padres Reparadores de la Santa Vieira, cuya forma tantas noches y dias he podido contemplar al natural y simbólicamente.
Hacia ya dias que pululaba por los entresijos monacales echando una mano donde se podía, y pude hacer gran amistad con el Pater Prudencio, de mucha edad, pero de ardoroso corazón y calenturienta imaginación.
Mientras preparábamos unas cremas en la botica del monasterio, me hizo la confidencia que a buen seguro que Estrella, una fámula de la aldea colindantes, a buen seguro que necesitaría algunas friegas, dado su estado de buena esperanza, o sea preñada, y como no le aliviaría unos sorbos del licor que allí se hacía.
Puse atención a lo que la pater Florencio me refería, y para consolarlo de su pérdida de potencia, con 82 años, ya le basta, le conté algunas de mis experiencias sexuales como la de la Abadesa, y otras similares, y dándole una chupadiña a su mondongo y dejándole manosear el mio unos minutos, quedamos que le contaría avances con la fámula Estrella, a la cual el tutelaba.
Me encaminé a la aldea cercana, tras dejar arreglado el albergue de peregrinos que eta el encargo de abad, y donde me instalé en un recoveco de este para atender a la corte peregrina que por allí se acercaba.
Al llegar a la aldea llevé a cabo los encargos del Padre Prior, de entregar algunos mandados y consolar algunas viejos parroquianos/as, y ya al caer la tarde me dejé caer por la taberna de la aldea donde Estrella, atendía el viejo negocio de sus abuelos.
Estrella es una mozona galaica exagerada en todo, en tetas, en culo, en altura y hasta en la risa, cuyas risotadas se oían hasta en el monasterio.
-. Buenas, Doña Estrella, me envía el Padre Florencio para darte unas cremas y un licor.
-: Graciñas. ¿O sea que usted es el monje negro que tanto milagro hace con esas manos…?
-. Pues eso parece.
Tras la conversación le pedí la cena, pues sabía que pronto plegaba la faena, y dado que era un día por semana, digamos que los parroquianos, ya muy mayores se metían en sus casas, y más ahora en invierno.
Mientras me servía unos huevos con un buen chorizo, pude contemplar a la buena mozona gallega, de rudas maneras, pero muy franca y directa. El barrigón era de unos casi 8 meses y bien pareciera que trajera cuatrillizos, y le afeaba aquel conjunto de bata que dado el barrigón dejaba enseñar más de lo que ella pretendía ajena a mis miramientos a poco que se agachase.
Estrella se sentó a mi lado un rato, para que le contara algo de la vida fuera del valle, pues hacía meses que no salía del valle, ni del bar, -: Exactamente desde cuando meu maridiño se fue a trabajar fora, por aquello de no “molestarme” mucho durante la preñez.
La verdad que el tarugo de su marido debía ser muy mendrugo para abandonar a la moza en aquel estado, pero como Estrellas era primeriza, tenia miedo que al follar eso afectase a la criatura y como no se dejaba hacer al modo rudo del chaval, pues este según me contó el pater Prudencio puso tierra de por medio, para poder follar a sus anchas.
Acabada la cena y la conversación, le pedí un café y una buena copa de orujo y le serví a ella el reconstituyente del padre Prudencio, que pronto la puso a tono.
Cerró la persiana de mala y allí nos quedamos de charleta, alabando yo sus formas orondas y buen estado de preñada primeriza, por lo cual le pedí poner la oreja en el bombo de la moza, mientras mis manos descansaban en sus escamosas rodillas, lo cual le hice ver que debía cuidar ese aspecto tan lastimoso de su piel, pues no solo no debía estar tanto tiempo de pie, sino que debía echarse crema, para mitigar esa especie de soriasis.
-: Pues eso no es nada, pues no sabe cómo tengo el cuerpo pues hace tiempo que el fray Prudencio no viene a darme masajes, y mue maridiño hace ya meses que también se fue, y tengo algo en la espalda que me mata, y no soy capaz de verlo ni de hacer nada por quitarlo.
-: Ya que tiene usted tanta fama bien podría mirarme la espalda y ver que tengo y aliviarme o librarme de ello si pudiera.
Allí mismo en el bar se abrió la bata de botones traseros, y dejó ver una camisa de tirantes que tapaba sus buenas tetas y la gigante braga que protegía su barriga y partes íntimas. Le arremangué la camiseta por la espalda para no asustar a la buena moza, y allí asomó un verrugón de aquí te espero.
Le conté lo visto y le pedí un hilo para atárselo, a la vez que le echaba un poco de cirigueña para quemárselo, ya que la tenía medio desvestida, aunque con la bata medio puesta, lee dije que era bueno que le ayudara a echarse la crema por la espalda pues estaba muy tensa por el barrigón y el peso de sus pechos.
Se ruborizó, pero tomando un trago del reconstituyente, aceptó la propuesta de que embadurnarse la espalda y le aliviase de la incomodidad del verrugón, como así hice, bajándole un poco las bragas por detrás para poder llegar mejor a su espalda.
Estaba claro que hacía tiempo que nadie la tocaba, pues se iba entregando a cada caricia, Concluida la parte de la espalda y ya con Bartolo recobrando formas, le dejé caer que debía darse crema a la parte delantera ya que se veían unas feas estrías provenientes de su barrigón.
Como la vi reticente, le dije que no se preocupase que no iba a desnudarla, sino que lo se la echaría con la camiseta puesta, para lo cual me puse detrás de ella y empecé a echarle crema por los hombros hacia el cuello y por encima de sus buenas tetazas, pronto la moza se dejó hacer y mis manos empezaron a rodear sus abundantes tetas, con una aureolas gigantes y unos buenos pezonazos que pronto tomaron dimensión y grosor.
En esos magreos estábamos en medio del bar, cuando observé que una peregrina nos contemplaba extasiada desde la persiana y que no quitaba ojo, cuando se sintió descubierta en su faceta vouyerista, se fue.
Le susurré al odio que me parecía haber visto alguien mirando fuera y que teníamos que irnos a un lugar más discreto para evitar habladurías.
Por lo cual nos fuimos a su habitación, donde seguí con mis caricias en base a la crema tonificante del D. Prudencio, entrando en terrenos más caudalosos al traspasar la cinturilla de sus enormes bragas, pero mis brazos no eran lo suficientemente largos para llegar a donde yo quería, o sea al chumino de la preñada.
Cuando traspasé la cintura de la braga y ya tocaba su pelambrero felpudo, vi que se ponía nerviosa, y preferí dejar el juego para otra ocasión antes de perder a la dulce preñada, pues era mejor dejarla con la miel en los labios.
Y quedó algo estupefacta, cuando le dije que se había acabado la sesión pues debía irme al monasterio y ella debía descansar después de tanto ajetreo.
Me fui camino de monacato pensando en como me lo haría en el siguiente encuentro, cuando a la puerta del Albergue estaba un pequeño grupo de peregrinos extranjeros, y entre ellos la la peregrina voyeur. Una gorda polaca de buen ver.
Les acomodé lo mejor que pude a la voyeur no muy lejos de mí, y cerca de su marido como ella me pidió, pues este venía muy fastidiado por las ampollas y algo de fiebre por las caminatas.
A medianoche me levanté al baño, pues además de mear, Bartolo se ponía tieso, y era momento de darle un meneo. En ello estaba sin que diera cuenta de que la puerta estaba abierta, y ya con el mondongo en plena fiesta apareció la voyeur que no le quitaba ojo a mi Bartolo.
Ni corta ni perezosa, se echó a un lado la braga y al instante se encalomó el príapo hasta la base, aunque se barrigón no dejaba que la inserción fuera al 100% , pero le bastaba para poder dar saltitos, mientras me pedía chupara sus buenos rosetones, su orgasmo coincidió con mi lecherazo del cual no pudo disfrutar mucho pues ya oímos moverse a su marido.
Estaba claro que esta era una experta folladora, pues me había dejado en un minuto seco y bien pringoso.
Al dia siguiente le conté en comandita al padre Florencio las escenas, lo cual aceleró su calenturienta cabeza, que no su príapo, pero le gustaba de tocárselo mientras le narraba los hechos. Concluida una pequeña chupada, me aportó un buen tarro de crema para el cuerpo y otro un tanto especial para las partes íntimas.
Deje a la buena moza Estrella, huérfana un par de días, y me dejé caer a la tarde-noche para poder cenar y tras ello repetir el sobeo como la vez anterior, pero esta vez ya no fue en el bar sino en la habitación grande de la casa.
Me dijo que le urgía le mirase el verrugón pues le dolía una enormidad, se lo chupé un buen rato y le di crema calmante lo que me agradeció con un beso, tras el cual me puse en sus cuartos traseros y le volví a sobar con la crema, pero dejando que Bartolo recorriera su espalda y su culamen, aunque fuera con todas las ropas puestas.
Cuando ya la tenía bien calentada, le dí a los pezones y dejé un poco de crema especial por encima del felpudo y otro poco en el nacimiento de canal de ojete, y lo cierto es que no tardó mucho en quejarse
-: Como me pica allá abajo todo, fray Macondo.
-. Note preocupes Estrellita, ya verás cómo te pasa.
Le pedí que se me dejara sobarla desde el frente, pues los brazos no me llegaban, y la estampa no podía ser más sugestiva, unos melones de tetas, y unas aureolas como campanas y los pezones como badajos. Estaba claro que la buena rapaza estaba en pleno efervescencia, lo cual aproveche para presionarla, diciendo que me tenía que ir…
-: No se podrá quedar otro poco fray Macondo… pues estoy muy soliña…
Me hice de rogar y comencé a sobarla bien por las tetas, haciendo que la camiseta desapareciera y tras ello la liberé del enorme sujetador, por lo cual pude solazarme ya no dando crema sino pasando a chuparle lo pezones que se abrieron como flores en primavera.
No pasaron muchos minutos cuando me dijo que le mirada allá abajo y el culo pues le picaba muchísimo, y no sabía que le pasaba, sin más dilación, refregué bien el chumino con la braga puesta, pero cuando llegó el turno al culete la puse a cuatro patas, para gozar de la vista que arrojaba la rapazona, un ojete henchido y una buena raja, perlada por la grasienta pelambrera.
En ese momento le arrimé al Bartolo, arremangando el habito monjil y dejando que sustituyera a mis manos en las caricias, siendo el momento en que me confesó que.
-: Me gustaría echar un polvo, pero no quiero quedar preñada, y además me han dicho que no es bueno follar preñada que nos es bueno para no lastimar a la criatura.
-. No te preocupes Estrellita, que una vez que estás preñada no se puede quedar dos veces, y que hay formas de echar un polvo sin lastimar a nadie. Te lo prometo.
No le dejé ver a Bartolo, por no asustarla, y la hice echar de lado con una pierna adelantada, dejando ver su gran chochazo, me unté la polla bartoliana y la hice correr por el canalillo del chumino y de las nalgas para su satisfacción mientras le magreaba las tetas y la barriga, y le decía que sintiese a la criatura sintiendo a su madre feliz.
Estaba feliz y se sentía halagada y con los agujeros plenos de tanto mejunje, por lo cual me incliné sobre ella y con un beso de lengua tras chuparle una vez los pezones, le fui introduciendo a Bartolo en el chumino, que se abrió como un floripondio preguntando si le metía la pirula o una culebra, pero pese a la dimensión y grosos de la tragó enterita, tenía la hermosa moza un chumino esponjoso y elástico, rezumando caldos y cremas, que la ponían a cien y por eso me pedía caña.
-: Muévase frailecito, que sienta esa culebrona moverse en la chocha.
Fui poco a poco bombeando hasta correrme como un animal, cuyo lechazo debió sentir al gritar que la quemaba con aquella leche espesa, que se llevá a la bosa y chupó hasta la saciedad, ante lo cual la invité a una buena mamada.
Flipó cuando pudo ver a Bartolo, lo cual no le impidió medirlo, sopesarlo y dejarlo reluciente, pidiendo se lo metiese otra vez, pero acostada del otro lado para comprobar cómo le entraba el nabo culebrón.
No hubo corrida, pero si una buena sesteada con ella dentro, pues la buena moza no quería quedarse sin culebra que tapase su agujero.
A eso de la madrugada nos despertamos, y me decía que le picaba mucho el ojete, que la mirase pues algo tenia que tener, le dije que no tuviese miedo que le calmaría el picor en un segundo sin problema alguno, que solo era cuestión de arrimarle a Bartolo y ya vería como sanaba de los picores.
-: Pero no me la meta que un dia lo hice mi maridiño, y me dejó sangrando.
Le dije que su marido había sido un bruto, y que yo no le haría nada más que frotarla y con ello me despediría pues me iba a terminar mi peregrinatio.
La puse a cuatro patas, con unos almohadones bajo la barriga, la posición y exposición mostraba una moza excelsa, blanca como la leche, con una raja perlada a la cual pronto puse cerco metiendo la lengua y los cuatro dedos hasta el puño, como gemía la buena moza.
-: Mónteme jodido frailecito…..
Me puse ardoroso, le di más crema y ya cuando el ojete expulsaba para fuera, le fui tomando pulso a su nalgatorio, unas buenas lamidas y la preparación a base de pulgar y dedos, hizo que pidiese más diámetro y más caña.
Fue acercarle la cabezota de Bartolo y empujar ella para encalomarselo hasta los mismos huevos, boqueaba y gemía, y decía que bien se lo hacía, que me quedase hasta que diera a luz, pues mis frotamientos y cuidados le venían muy bien.
Pero era imposible, pues tras correrme una vez más poco trabajo ya me quedara allí, además tenia en mente trajinarme antes de irme a la gorda peregrina y dejarla preñada si podía por mirona y quería ponérsela a merced del Padre Reparador Prudencio para su deleite y experimentación.
Gervasio de Silos