La Preferida IV
Historia de la irrefrenable pasión entre una joven y su suegro
LOS PREPARATIVOS de la boda avanzaron sin pausas. El novio y su prometida intercambiaban todo el tiempo opiniones acerca de cómo se haría la fiesta, quien llevaría al cura párroco escogido para la ceremonia religiosa, quienes serían los padrinos, quienes harían los arreglos florales y la toca para los padrinos y las mesas de los invitados. Sin embargo, en lo único que no existió margen de discusión fue en la elección del lugar en el que se llevaría a cabo la ceremonia civil y religiosa: sería la finca de fines de semana que Nuria y Manuel habían comprado en el Paraná. Luana le avisó a sus padres con tiempo para que programaran el viaje para fines de noviembre a quienes el novio conocía solo de aquel evento de despedida del año pasado. Roberto los recordó de pronto lo adorables que se comportaron esa noche, al inicio de su relación con Luana, cuando asistieron a la acostumbrada cena de fin de año que se dio en la finca para los empleados. Todos estaban familiarizados con esa costumbre y todo transcurrió en los carriles normales durante gran parte de la noche hasta el momento en que se retiraron de aquel evento.
Cuando Luana y Roberto regresaban en el auto después dejar a los padres de la novia en el hotel donde se hospedaban, ella le dijo que había sido testigo de cómo su padre (el padre de Roberto) había estado flirteando con Felicia, la esposa de su hermano Carlos. Roberto se sorprendió de inmediato y la miró incrédulo. Si algo como eso había pasado no era posible que él no se hubiera dado cuenta. Mucho más inexplicable era el hecho que Luana pudiera estar al tanto de una cosa así. Le preguntó de dónde lo había sacado.
Ella explicó que era un comentario general que Felicia había pasado un fin de semana en la finca durante una ausencia de Nuria y que su hermano Carlos no lo ignoraba. Roberto se quedó helado. Pensó que cualquier mal pensamiento deslizado podría ser parte de una equivocada interpretación. Probablemente, pensó Roberto, se había tratado de una visita sin importancia en un momento en que Carlos estaría viajando. Luana, sin embargo, opinó que su hermano no debería haber permitido que su mujer estuviera sola en la finca fuera por la causa que fuera. Roberto le preguntó por qué pensaba eso.
-Vamos amor, ya ves que es obvio que todos piensan que ella hizo algo indebido… Es cómo… que Carlos le permitió a Felicia hacerlo.
Roberto le echó una mirada de reprobación. Los chismes no le gustaban para nada más allá que su razonamiento tuviera mucho de lógica. La charla quedó allí y Luana no volvió a hacer referencia al tema durante un tiempo hasta que un día le hizo un anuncio inesperado.
-He recibido un llamado de tu padre- le dijo ella como al pasar mientras acomodaba las bolsas de ropa que se había recién comprado. Eran muchas compras. Eran cada vez más bolsas. De los negocios más exclusivas de la ciudad por los que pagaría una fortuna. Una cantidad que estaba fuera de los cálculos y del bolsillo de su novio.
-Un llamado ¿Que quería?
Cuando Roberto le hacía preguntas directas a Luana, ella, por lo general, no le contestaba. ¿De dónde sacaba el dinero con el que se compraba ropa casi a diario? ¿Quién pagaba los zapatos de plataforma que se acumulaban en su guardarropa? ¿Alguien elegía los sugerentes vestidos escotados, los pantalones apretadísimos y los audaces conjuntos de lencería que ella acomodaba paciente en sus cajones, a la espera de una noche de loca pasión? Y… por añadidura… ¿Cuándo era que iba a tener lugar esa noche de loca pasión? Ninguna pregunta de ese tipo había sido contestada con claridad en los últimos ocho meses. El sexo entre Luana y Roberto había quedado reducido a una remota estadística que apenas recordaban y evitaban tratar como una conversación prohibida. Las preguntas sobre el hecho de que siguiera regresando a casa con cajas de ropa recién compradas seguirían sin contestarse. Y sin embargo, cuando Roberto le consultó que quería su padre al llamarla, ella fue tan directa que no hubo lugar a una mala interpretación.
-Invitarme a la finca este fin de semana. Para ajustar detalles de la boda.
-Que bueno…hace rato que no iba para allí.
-No…entendés. A vos no. Me dijo que fuera yo.
-¿Cómo? ¿Vos sola?
-Negri, no es algo raro. Somos las mujeres las que tenemos que encargarnos de los detalles que ustedes no ven. La ceremonia y la fiesta.
-¿Y qué tiene que ver mi padre?
-Tu papá es el que va a costear todo. Acordate.
-No…Luana. Una cosa es la capacitación. Esto ya no me gusta.
Luana se quedó mirándolo como si pensara en algo.
-¿No te das cuenta que esa podría ser una causa por la que tu hermano te ha relegado?
-¿Cómo que podría ser una causa?
-Recordá lo que te dije de Felicia.
Roberto lo pensó. Nunca se le habían ocurrido las cosas en la forma en que ahora lo planteaba Luana. Le era difícil imaginar que Carlos no dimensionara de los riesgos acerca del trato cordial recibido por Felicia de parte de su padre. Pensar otra cosa era subestimar la inteligencia de Carlos por lo que las conclusiones de Luana no podían estar alejadas de la realidad. Entonces… ¿que pretendía aceptando la propuesta?
-Como te dije, la novia es la que debe supervisar detalles. Además dijiste que no creías que Felicia pudiera haber hecho nada malo.
-Si…lo dije porque no me gusta hablar ni pensar mal de otros.
-¿Y vas a pensar mal de mí entonces?
-No es que dude de vos mi amor…
-¿Acaso no tenés confianza en mí?
-En vos tengo toda la confianza. En el que no confío es en él. Ya te lo dije Lu.
Ella le recordó lo que había hecho su padre por él y su hermano Carlos. Le dijo que hacía mal en dudar de su integridad. Roberto lo pensó mejor. Imaginó que los argumentos de su prometida se condecían con una posible lógica. Además, se dijo a sí mismo-en plan ya de convencerse- podría servirle para saber el motivo por el que Carlos lo había aventajado en la empresa, tal como su futura esposa se lo había hecho notar. No hubo que discutir nada más.
Los días que su novia estuvo ausente Roberto se mantuvo inquieto. Estaba claramente celoso; recordaba constantemente los comentarios acerca de su cuñada y las concesiones que había hecho supuestamente su hermano. Cuando Luana regresó los celos de Roberto recrudecieron al punto de mostrar una ansiedad inesperada por saber lo qué podría haber sucedido. Su prometida había comentado que por un tiempo quería descansar su cabeza por haberse ocupado exclusivamente de las cuestiones vinculadas con el inminente enlace. Pero desafortunadamente, Roberto estaba tan impaciente que no pudo evitar que su falta de tacto quedara al descubierto apenas le dio la bienvenida.
-¿Lo has pasado bien en la finca? ¿Era tan linda y grande como esperabas?
Luana le contestó con típicos comentarios dichos al pasar y él no pudo contenerse.
-Pero... ¿recordás lo que dijiste de Felicia?…
Ella lo miró sin saber a donde quería llegar pero no le fue difícil empezar a imaginarlo.
-Digo....bueno...que...- insistió Roberto - Estoy seguro de que contigo fue diferente… que te comportaste…y que…
Luana lo miró con severidad cuando interrumpió sus comentarios:
-¿Recordás quien aceptó la invitación de tu padre para llevarme a la finca a pesar de lo que te había dicho sobre Felicia?
-¿A que te referís?
-Recuerdo claramente que fuiste vos y no puedo entender por qué…
Roberto se mostró desconcertado. ¿No había sido ella quien le había pedido que la dejara ir? ¿Qué pasaba ahora de repente?
- A menos...- siguió Luana como si estuviese elucubrando -¿vos querías que sucediera?
-¿Yo quería que sucediera? ¿Qué… sucediera…q.. qué?
-Ya sabés. Al dejarme pasar todo el tiempo con tu padre, a solas … varios días y noches… sin posibilidad que supiera de lo que hacía… estoy segura de que sabías que me ponías en una situación riesgosa…
-¡Por eso mismo! ¡Nunca quise que fueras!- le espetó él
Trató de hilvanar una respuesta, pero Luana terminó abruptamente la conversación.
-Me dejaste ir a pesar de lo que sabías. Si pasó algo fue porque lo permitiste. Por lo tanto, es obvio que no tenés derecho a preguntarme sobre lo que hice…
-Pero…
-Pero ¡ nada!...¡Y no quiero oír el menor comentario sobre todo esto!
La “conversación” terminó de forma abrupta. Durante un tiempo, Roberto no tuvo más remedio que dejar sus preocupaciones de lado y todo fue bastante bien hasta el verano, cuando una invitación similar se repitió para el mes de febrero. Su padre le adelantó que permanecería todo enero en la finca, antes de emprender un viaje al extranjero. Y, al mismo tiempo, le ofreció que Luana acudiera a la finca las dos semanas finales de enero para continuar con los arreglos de la boda. Roberto volvió a sentirse confundido. Buscó hablar del tema con su prometida con la intención de presionarla para que no aceptara. No obstante, Luana, consideró que no existía razón para rechazar la propuesta ni motivos de qué preocuparse. ¿Acaso no había estado ya en esa situación? De modo que la joven novia pasó las dos últimas semanas de enero en la finca y Roberto se encontraría con ella en febrero, justo un día después que su padre se marchara. El reencuentro de los futuros contrayentes resultó apasionado y por primera vez tuvieron toda la finca a su entera disposición. Incluso por sugerencia del dueño de casa, hasta se acomodaron juntos en el dormitorio principal, el lugar donde dormían los padres del novio. Roberto lo consideró una extraña atención hasta el momento en que reparó un detalle que no pudo dejar pasar. La circunstancia de encontrar la ropa de Luana en el armario del dormitorio de sus padres volvió a encender sus celos a flor de piel. Todo lo que se había recibido su prometida en esos previos meses como regalo de lo que iba a ser su noche de bodas estaba en esa habitación: desde un increíblemente sexy baby doll de puntillas blanco, hasta un modelo elaborado en encaje acompañado por unas medias muy elegantes y un bello portaligas; desde un camisolín con transparencias y tajos recién comprado hasta una finísima bata de seda importada, usada a punto de lavar. Cuando su novio le preguntó el porqué tenía tantas prendas para lo que iba a ser una noche de bodas única, Luana le contestó que no había podido decidirse por un solo modelo por lo que le habían sido obsequiados varios (¿por quién?): unos los utilizaría en la noche de bodas y los restantes podría estrenarlos en lo que iba a ser una luna de miel inolvidable. Otros, evidentemente habían sido ya estrenados. Fue inútil el minucioso interrogatorio por parte del novio afligido en procura de confirmar si su prometida había usado ya aquella habitación tal como lo indicaban todos los indicios: sus comentarios y tibios reproches fueron descartados por ella como estúpidas fantasías.
EL CASAMIENTO tuvo lugar apenas dos meses antes de la muerte de Nuria y tuvo una repercusión fenomenal en toda la región. Los novios se mostraron todo lo felices que eran, tal como fueron retratados por una foto que salió en la página de sociales del diario más importante, en el momento de contraer el enlace. Y sin embargo, el dolor por la desaparición física de la matriarca de la familia hizo naufragar el meticuloso viaje de luna de miel que Luana y Roberto habían planificado durante meses. El primer destino iba a ser Europa, más bien París, luego Venecia, para finalmente ir a Yabrud, la tierra de los ancestros de la novia que recibirían la sorpresa de su vida al conocerla. Y sin embargo todo se desdibujó de un plumazo ante el desgarrador abismo provocado por la muerte de Nuria. Aunque esta hubiera sido anunciada, el golpe había alcanzado no solo al jefe de familia sino también a sus dos hijos que parecían destrozados por el impacto. No todo, sin embargo había sido en vano: la compañera de Manuel había tenido la satisfacción de ver como sus hijos lograban consumar lo que tanto ella había deseado. Encontrar a sus respectivas mujeres de las que debían estar orgullosos por el resto de su vida. Tal había sido su enseñanza y así habrían de respetarla por los años que vendrían.
-Mi madre te quiso mucho Luana- le explicó Roberto- a menudo me lo decía.
- Ya lo sé.Sé que siempre me quiso.
El tiempo compartido así lo había indicado para regocijo de Roberto. No quería nada más en el mundo que su madre aceptara a Luana. Era una de las satisfacciones que sentía ahora que su madre ya no estaba. Ahora que era el cumpleaños número de su padre. Ahora que Luana le pedía que se apurara para no llegar tarde a la celebración que tendría lugar pese al poco tiempo transcurrido desde la muerte de Nuria.
-Conozco muy bien a los hombres- dijo Luana. Y conozco también muy bien a las mujeres.
Roberto la miró intrigado.
-¿Y qué significa eso?
-Que no quiero que Felicia llegue antes a la fiesta. Antes que yo.
Roberto se sorprendió por el pedido que le hacía su flamante esposa.
-¿Que tiene que ver eso?
-Ya, Ro, no quiero discutirlo. Solo te pido eso. ¿Es mucho pedir?
-No…ya me pediste hacer vos la torta. También elegiste la camisa que llevamos de regalo.
-Te gustó a vos también la camisa.
-Pero nunca me elegís a mí la ropa.
-Ya, Ro…no te pongas chiquilín. Tu papá ha enviudado… ¿no te has dado cuenta?
-¿Y eso que tiene que ver?
-Que de seguro debe extrañar a tu madre.
-¿En qué sentido?
-En todo sentido.
-Hablás de ese sentido también.
-Claro que sí. Es un hombre.
Roberto se sintió descolocado otra vez con el comentario de su mujer. En los últimos tiempos, de ese tipo se habían vuelto frecuentes.
-Puede tener sus años pero eso no significa nada- siguió ella.
-¿Y cómo es que estás tan segura de ello?
-Porque un hombre tiene sus necesidades. Y sé que él también las tiene.
Roberto empezó a sentirse incómodo. Le parecía extraño escuchar hablar a Luana de esa manera pero no quiso preguntar más. Ella sintió la necesidad de proseguir con la conversación.
- Querrá salir en algún momento a conocer a una mujer. Intimar con ella.
-Y por eso te has propuesto comprarle ropa. ¿Crees que eso va a mitigar su dolor por la pérdida de mi madre?
Luana agachó la cabeza. Sus ojos estaban clavados en el piso.
-¿Qué es lo que querés realmente?- volvió a preguntarle Roberto.
-Procurar que no sienta tanto su ausencia. ¿Está mal eso?
-No…no digo eso. Pero nosotros, los hijos vamos a…
-Dijiste que tu madre me quería- lo interrumpió ella- ella amaba a tu padre… y por eso confiaba tanto en mí.
Roberto no alcanzó a entenderlo. No fue capaz siquiera de sospecharlo.
-Gozaba de su confianza- siguió ella.
Cuando se entablan ciertas afinidades como la que Luana había empezado a tener con Nuria no hacen faltan las palabras. Solo una mirada bastaba.
-Tu padre tiene que seguir con su vida- insistió Luana- con la vida que tenía antes de que ella muriera.
Era su voluntad. La voluntad de Nuria. Luana lo había percibido con el paso de los últimos meses mientras cimentaba una relación de absoluta confianza con su suegra que hacía la vista gorda. Que no preguntara por los viajes a la finca que se habían vuelto cada vez más frecuentes e inocultables. Ahora lo veía claro: que era, también, la elegida de su suegra.
-Me voy a ocupar de eso, Roberto. Vos tenés todo pero ahora tu padre ha quedado solo.
No hablaron más. Una hora después ella acudía a la reunión para la que la había citado. Ahora que Nuria no estaba se veía en la obligación de tomar decisiones. Y Manuel había sentido la necesidad de llamarla. De ponerla al tanto de delicadas decisiones que tomaría. Su compañera había tenido que sufrir demasiado antes de partir de este mundo. Y lo había hecho inmersa en un velo de incertidumbre por la futura vida de su marido.
-La pobre quería que usted viviera la vida- dijo Luana muy firme- y eso es a lo que voy a dedicarme.
-Sabía que podía contar con vos- dijo Manuel casi sin sorprenderse - He estado pensando en ello.
-¿Pensando en qué?
-En las responsabilidades que deberían afrontar mis hijos en la firma. En todo lo que quería Nuria y por eso es que no tomé una decisión antes.
Se produjo un silencio obligatorio y alargado.
- Ninguno de los dos me sirve. Carlos es demasiado ambicioso y Roberto un inútil. La gerente de Magnagement vas a ser vos.
Luana se quedó de una pieza al escuchar la repentina confesión de su suegro. Había sido imposible imaginar una cosa así considerando su origen de repostera, lo único que había podido hacer bien en su vida. Además de contribuir a la innegable satisfacción que decía de pronto disfrutar el pater familia.
-Tranquila. Ya está hecho. No hay vuelta atrás. Ya me lo demostraste con creces. Felicia era muy buena pero de las dos, vos sos la mejor, la mejor de todas. Sos mi preferida.
Luana no pudo disimular el halago que le producían aquellas palabras y se plantó en pose orgullosa como si acusara recibo de repente. Nunca se había sentido tan importante. Nunca tan valorada. Nunca se había sentido tan precisada por ningún hombre en toda su vida. Vestida con un impecable talleur que le concedía un aire ciertamente ejecutivo, empezaba a intuir que en la empresa se produciría un cambio radical entre los empleados que, de repente, ahora la respetaban y empezaban a moverse en su misma sintonía. Esa era una razón suficiente para que por lo menos, se sintiera en la obligación de considerarlo, le dijo a Roberto.
- ¿Ahora vas a aceptar el cargo? ¿Qué te pasa? ¿No estás yendo demasiado lejos con esto?- protestó él.
-No te pongas paranoico. Tu padre ha decidido tener un gesto conmigo y ¿vos le pagas con tus celos?
-Lu ¿de eso se trata? ¿De plata?
-¿Qué te pasa? A pesar de todo lo que dijiste ¿no tienes aún confianza en tu mujer? Deberías avergonzarte de tratarme de esa manera.
Las palabras de Luana sonaban como si Roberto le hubiera plantado una fragrante ofensa. No entendía su postura. Desde su humilde punto de vista sentía que necesitaba una explicación acerca de lo que estaba sucediendo.
-Dijiste que lo entenderías ¿Te acordás?
Roberto se acordaba.
-Tenía tu palabra que dejarías que tomara mis decisiones. Comprendo que podás necesitar una explicación. Sólo dejame decirte que a pesar de tu mal pensamiento no he visto a tu padre desde mi último viaje a la finca.
Roberto recordó de repente que su último viaje había sido la semana pasada.
NO INTENTO hablar del tema con su hermano. Ni siquiera con su cuñada Felicia. De alguna manera, sabía que sería en vano. Todos sabían que su padre era un hombre de convicciones arraigadas al punto que, cuando se le metía algo en la cabeza podía ser muy tozudo si alguien le llevara la contra. Ser responsable de una firma en la que trabajaban muchas personas, le había dado la fama de alguien a quien no se le podía decir que no. De modo que a nadie le pareció extraño cuando Luana después de pasar un tiempo como asistente de su padre fuera promovida como gerente de magnagement, es decir, encargada de supervisar el desempeño general de los vendedores y comisionistas que debían asistir a los clientes en varias provincias. Su cargo era por lejos, uno de los mejores pagados de la empresa, solo por debajo del gerente y el tesorero, los inmediatos subalternos de Manuel y quienes componían su estricto vínculo de confianza. En los siguientes meses, su benefactor preservó las formas al efecto de que la situación “no fuera lo que parecía”, pero nadie podía pecar de ingenuo: la mayoría conocía las reales implicancias de que Luana se desempeñara donde lo hacía. Al cabo de un tiempo, Roberto fue también ascendido y pasó a ser comisionista especializado, dedicado a visitar proveedores y clientes seleccionados con lo que ello implicaba: debía viajar por el país para ofrecer los servicios de la firma.
Sorprendido y contento por su logro, Roberto se enfrascó en su trabajo como nunca antes: se volvió reflexivo y analítico. Y al repasar los acontecimientos se sintió feliz al saber que nada de su esfuerzo había caído en saco roto. Los libros de autoayuda y manuales de estrategia le habían ayudado a conseguirlo. Qué más podía pedir. La vida le sonreía por fin. Lo sintió cuando se aprestaba a partir a otro de sus viajes frecuentes. Y cuando iba camino al aeropuerto de pronto se decidió por ir a verla. Si existía un artífice de su cambio sería sin duda ella. Pasaría por la oficina central como nunca hacía solo para darle la sorpresa. Si había alguien a quien quería ver en ese momento era a Luana.
-Se ha retirado a la oficina interior- le dijeron cuando preguntó por su esposa.
Raro, pensó mientras daba las gracias y dejaba el mensaje para ella. Hizo que se retiraba pero ante el menor descuido ingresó a través del vestíbulo al pasillo junto a la oficina que le había sido asignada. Callado dejó su portafolio en el piso y cuando se disponía a tocar escuchó el grito que le encogió el alma:
-¡Dame con más fuerza Manu…dame con todo!
La voz de Luana rechinó desde los interiores de la oficina como la de una marrana desbocada. Al abrir la puerta vio reproducido todo ante sus ojos como hacía unos meses; la morbosa –y calenturienta-escena se repetía por segunda vez. ¿Era posible? Lo era desde los alaridos proferidos por ella; arrancados por un grueso chipote que daba pavor, el instrumento que su padre empuñaba y aplicaba cuan taladro gordo y amoratado pujaba entrando y saliendo de la raya dilatada causándole un placer inenarrable. ¿Era posible? ¿Que a pesar de su evidente dolor pidiera más?
Conforme a sus declamaciones, Roberto supo que era evidente que cada vez que su padre repetía su potente retroceso y avance laceraba con su pendón la dulce rajita que lo contenía. Que se producía una nueva laceración en su orgullo con cada grito desgarrado de Luana que hacía rechinar los flejes de la cama donde la cogían bestialmente, sin compasión, por segunda vez delante suyo.
-Perdón…ahhh ahhh…sé que dije una cosa pero ahhhh no pude cumplir…
Y lo peor de todo era que era cierto. Que ella no cumpliera podía deberse a cualquier circunstancia que tal vez no la tuviera como intrínseco motivo; como factor determinante para que otra vez acabara en la cama de su padre. ¿Qué había hecho él, por ejemplo, para evitarlo? Nada, a decir verdad. Se había quedado impasible frente a la evidencia misma. Sintió que tal vez esta sería la ocasión. La oportunidad que le presentaba el destino para plantarse de una vez. No podía suceder ahora. Ahora que había conseguido la gerencia de magnagement y que todo parecía sonreírle, no podía pasar. Lo intentaría por ella. Por él. Por los dos.
-Pero Lu….yo quería hablar de lo nuestro….porque pese a esto…siento que te amo cada vez más.
-Y yo también te amo- dijo ella- no sabés cuanto…
-Justo ahora que lo nuestro empezaba a consolidarse. Que yo empezaba a conseguir mis metas.
-Y estoy muy orgullosa de lo que conseguiste- lo alentó ella sin detenerse. En realidad desde su inesperada aparición en la habitación ninguno de los dos lo había hecho: sumergidos en una sintonía armónica del fluir del sexo que hacían otra vez delante de él.
-De eso…de…todo eso quería hablar con vos- siguió él diciendo como si nada estuviera pasando -estaba dispuesto a reconocer lo que me habías apoyado para el puesto.
-Lo hice….ahhhh….Uhhh porque te quiero, precisamente.
-¿En serio?
-Claro - le hablaba sin poder simular su agitación -¿no confiás en mí?
-En vos confío más que en nadie. Ya te lo dije. No confío en otro. Ya sabés.
-Que esto no te haga cambiar de parecer ohhhhh- dijo ella -es apenas la segunda vez que pasa.
Roberto se quedó pensativo. Eso también era cierto.
-Y es medio difícil no hacerlo - dijo Roberto- aunque ¿creés que todavía hay algo bueno para nosotros?
-¡Siiii ….siiiii! – gritó ella
-Por eso, quería hablar de lo nuestro…- intentó él otra vez
-Andate Ro…- le pidió ella- ¡no te merecés esto…te va a hacer mal!
Luana recibía las serruchadas en posición decúbito dorsal por parte de su padre que bufaba y empujaba embravecido como si él fuese invisible: no parecía tener la mínima intención de detenerse.
- ¿No querés hablarlo ahora?- pidió Roberto- me parece que…
- Andate…- intervino de pronto Manuel- ya la escuchaste, es por tu propio bien.
La voz paterna lo sobresaltó. Lo predispuso para mal. Esta vez Roberto no estaba dispuesto a ceder.
-No. Voy a luchar por vos Lu…esta vez voy a ir hasta las últimas consecuencias.
-Esto puede demorar mucho, hijo.
-¿Cómo mucho?
-Como unas dos horas. En todo caso andá y volvé más tarde…ohhhhhhh
-Pero…
-Andá Ro…por favor, salí a tomar un poco de aire y despéjate -le pidió Luana sin dejar de moverse- cuando vuelvas hablamos nosotros dos más tranquilos.
Le vinieron todas las ganas juntas de insultarla. De odiarla con todas sus fuerzas. De borrarla para siempre. De llamarla puta. Pero Roberto se había hecho dueño de un autocontrol absoluto gracias a los libros de autoayuda que había leído últimamente. Salió en silencio eyectado. De lejos Luana y su suegro escucharon el portazo violento y a la letanía, algunos insultos indescifrables.
-Bueno… era hora que el paparulo abriera los ojos- dijo él retomando el acto.
-No sea tan malo- Luana seguía agitándose debajo del cuerpo que no la dejaba de acometer - no hable así…esto es grave.
-Es un cornudo y lo sabés. No se puede hacer el ofendido ahora.
-No me haga sentir mal….
-¿Mal?... ¿te sentís mal?- él maniobró detrás de sus nalgas y le metió un violento empellón que le hizo pegar otro respingo.
-Ahhhhhhh!!!!...Ohhhhhh
-¿Ahora te sentís mejor?....
-Siiii…digo…no…Es que no se merece esto…ahhhh
-No se merecerá esto pero vos…. Vos sí…nena…sos una hembra tremenda…ya te lo dije y te lo voy a seguir repitiendo…te quiero solo para mí.
-¡Siiii!! ¡Noooo!! …
-Antes de que vayan a querer coger todos los hijos de puta que te tienen ganas…. Los hijos de puta que querían hacerle daño a mi hijo…los hijos de puta que te empezaban a rondar…¡te voy a coger yooooooo!!!
-Siiii! Siiii
-¡Y me voy a cansar de garcharte ohhhhhhh!!
-Noooooo…. ¿Y qué van a decir de su hijo?
-Lo sé…van a seguir diciendo que es un cornudo ohhhhh…pero..
-Pero ahhhh ¿qué?
-Es un cornudo sin remedio, lo sé, pero las astas que vos le pusiste no se las puso nadie.
-Ahhhhh ¿en serio?- se interesó ella de repente.
-En serio Lu- le confirmó él mirándola fijo - vos le adornaste bien la frente y se lo hiciste asumir….ohhhhhh….
- Ooooooohhhh él dijo que Mónica….ahhhhh
-¡Esa boluda no tiene ni para empezar al lado tuyo ahhhhh! Ni ella ni Felicia. Sos la mejor de todas… ¡no tengas dudaaaaaaas!! oooohhhhhhh
-¿Seguro? Ohhhhhhhh-dele…ohhhh!- volvió ella a arengarlo con las ganas en su calentura propiciada por el recuerdo de los cuernos de Roberto.
-¡Te voy a dar para que tengas, para que guardes y para que archives!!
Una vez y solo al cabo de tres formidables derramadas sobre ella, el hombre dejó de moverse por fin. Ella se volteó y vio en los ojos de Manuel todavía el destello de la lujuria que siempre sabía despertar en él. Le pareció increíble que su verga, incluso con las evidentes milagrosa del viagra, acabara de entrar y salir de allí en tres ocasiones. Luana exhaló un gemido exánime y se tendió boca abajo exhausta sobre la cama. Sus orificios estaban otra vez llenos de la provisión abundante de su suegro, luego de otra frenética sesión de sexo.
-Justo dos horas…un relojito -le dijo ella.
El sabía que se había hecho costumbre que ella calculara el promedio de sus sesiones. En la oficina, por ejemplo, siempre sabía cuando el tiempo acababa sin necesidad que él se preocupara y sin que su visita implicara un riesgo real. Se acostumbró a cronometrar el tiempo que pasaba utilizando la música de su celular. Si la sesión iniciaba con un álbum sabía que tenía que terminar con el siguiente. Todo eso él lo sabía. Y que nunca dejaba pistas. Antes de irse, retiraba con cuidado un cabello impregnado en su saco, rastros de lápiz labial o de perfume delator. Cualquier cosa que pudiera dejarlo expuesto: Luana siempre había sabido estar fuera del radar de Nuria y solo por eso, le estaría eternamente agradecido.
-Lu…esto es tuyo- le dijo entregándole la tanga que tenía en sus manos.
- Gracias…
El no se cansaba de mirarla, el prodigio de ese gran trasero que ahora era suyo y nada más que suyo, era lo único que en verdad le hacía perder el autocontrol que siempre había sabido tener, el equilibrio sobre sí mismo y las pasiones que podían llegar a extraviar a cualquier hombre.
-Ahora… vas a tener que ocuparte del cuerno- dijo él.
-¿Y que se supone que deba decirle?
-Convencelo… No quiero un escándalo ahora que Nuria no está. Sabés que hay que guardar las apariencias.
-Hablaré con él.
-El no va a perjudicarte. Mientras viva no te va a faltar nada.
-Déjelo por mi cuenta.
-Solo arreglá las cosas y dejalo dispuesto para lo que va a pasar, para lo que va a venir.
-No se preocupe, no va a hacer ninguna cosa fuera de lugar.
-Porque le van a seguir creciendo las guampas. Y le van a crecer más que antes.
Se miraron otra vez sin poder evitar la sonrisa cómplice. El observó la camiseta de ella manchada con su semen en prodigiosa cantidad. Sólo su nuera podía hacerlo eyacular una y otra vez como si fuera un adolescente, a los 56 años.
- Y pensar que lo envidié. Desde el inicio. Apenas te vi por primera vez.
-Lo imaginaba por la forma en que me miraba. Lo supe siempre. Como dijo: es imposible que Roberto no se haya dado cuenta también.
-El hijo de Carlos, mi hermoso nieto Benjamín y los maravillosos momentos que me has dado disfrutándote han sido los mejoresregalos que me ha dado la vida.
La franqueza del comentario la enterneció.
-Y me vas a seguir disfrutando. Todo lo que quieras.
Manuel sonrió enteramente satisfecho, incapaz de sentirse inmune a la dicha que lo embargaba y le cambiaba el mal humor por primera vez en su vida. Ahora lo sabía.
-No sé si voy a poder seguir ocupándome de todo. Enfocarme en las cosas de la empresa. Contigo es imposible.
-No te preocupés por ello, encontraremos una forma.
-Ya tengo la forma. Luana… prometeme una cosa
-Si ¿qué?
-Prometeme que la verga de mi hijo será la única que tendrá una posibilidad real en tu vagina y tu estrecho y delicioso ano, mientras que sigas casada con él.
-O sea… ¿que solo vos vas a poder hacerlo cornudo?
Manuel sonrió. Luana levantó en el acto la mano y haciendo la señal de juramento dijo en voz alta:
-Lo prometo.