La Preferida III

Historia de la pasión irrefrenable entre una joven y su suegro.

Luana no entendía. Esforzarse significaba quedar entrampado en el plan preconcebido para él y su hermano Carlos. Un ridículo compendio de reglas que había que cumplir a rajatabla para no disgustarlo. Para satisfacerlo. En la familia se habían pasado la vida haciendo eso. Lo que él decía. Solo para que los demás siguieran el juego que él planteaba. Y Roberto ya lo tenía decidido hace tiempo: no ser como él. Por el contrario, había hecho hasta ese momento todo lo contrario para diferenciarse de su padre. Los demás podían ver eso como un absurdo signo de rebeldía y un sinsentido pero para Roberto esa resistencia simbólica significaba un leit motiv de vida. Para eso Roberto se había presentado esa mañana temprano de improviso: para mantener una conversación con su padre. Lo encontró como todas las mañanas, en su despacho que, sin embargo, parecía transformado. Su saco estaba en el piso y él llevaba la camisa desabotonada, como si acabara de levantarse de una siesta. Roberto vio la expresión de fastidio dibujada en su padre y lo asoció de inmediato al hecho de aparecerse sin previo aviso. Tal vez hasta pensara que se presentaba para pedirle explicaciones: sintió  que debía apresurarse a hablar.

-No es necesario que me des una disculpa- le dijo

Manuel lo miró desconcertado.

-Ya me he olvidado de lo sucedido por lo tanto, ahorrate los sermones. No vine por revancha. Tampoco por reproche. Vos sabrás porqué necesitás hacer este tipo de cosas.

Su padre lo miraba con interés mientras terminaba de arreglarse la camisa y se sentaba en el sillón de su escritorio.

-Pero tampoco es necesario que le mientas- agregó Roberto, tras una pausa ensayada.

-Disculpá…- habló por fin Manuel - son las nueve y treinta de la mañana y mi día aún no comienza. ¿Puedo preguntar a que te referís?

-A que no quiero que le crees  falsas expectativas.

-¿Acerca de qué?

-Acerca de que puedas promoverme. Ambos sabemos que no será así.

Manuel no pudo estar más de acuerdo y estaba a punto por darle la razón cuando la puerta que daba al baño de la oficina se abrió y apareció, rimbombante Luana, que al encontrarse a su novio en la oficina se congeló de la sorpresa.

-Mi…mi…amor….que… ¿que…tal..?

-Hola - Roberto había cambiado el adusto gesto por una sonrisa - ¿que hacés aquí?

Estaba algo despeinada y casi no llevaba maquillaje pese a ser siempre tan coqueta, sobre todo por las mañanas.

- Te……eh…te estuve buscando…pensé que estarías aquí.

-Pero quedamos en vernos en casa, ¿No te acordás?

-Eeeehh…ah…si, tenés razón. Me había olvidado. Qué pavota...

-Bueno…ya que estás aquí hijo -retomó Manuel- quiero comunicarte una cosa importante.

Su padre ya se había arreglado el nudo de la corbata y repasaba sus cabellos alborotados con los dedos frente a un espejo mientras empezaba a hablarle.

-Primero... me parece valioso que hayas venido a decirme lo que recién dijiste, precisamente porque tenés toda la razón.

Luana se abotonaba la blusa clausurando el escote mientras intentaba bajarse su minifalda apretadísima, en un inconfundible gesto que Roberto imaginó de pudor por la presencia de su padre.

-Va a ser difícil -siguió Manuel hablando- sino imposible promoverte por ahora.

Roberto suspiró entre resignado y aliviado al mismo tiempo. Ahora su novia no se haría rollos respecto a una situación engañosa y lo más probable fuera que se fastidiara con su padre tal como solía hacerlo cuando se sentía manipulada. Era la aclaración que precisaba.

- Mucho más -siguió razonando su padre- considerando que otras personas están haciendo tanto o más méritos que vos para ser también consideradas.

¿Méritos?, se preguntó Roberto, que se había quedado de una pieza, confundido.

-El estudio del mercado que te pedí...¿lo recordás?

-Si... -dijo Roberto expectante.

- Si te parece…- siguió Manuel- voy a seguir tratando el tema con Luana.

-¿Con Luana?

-Es mi manera de reparar lo que sucedió. Me siento culpable. Estoy dispuesto a sacar tiempo de donde no tengo.

-Pero he estado trabajando en un gráfico para optimizar las ventas- argumentó Roberto .

-Vos estás demasiado ocupado con los traslados como comisionista-le recordó su padre.

-Pero pensaba que mi desempeño serviría para obtener…

-Los temas importantes son otros… ¿entendés?- sentenció Manuel

-¿Y de eso vas a hablar con Luana? Ella no sabe nada de esto…

-Pero puedo aprender- intervino Luana de repente -¿Por qué me subestimás?

-Mi amor…no tenés estudios universitarios, ni capacitación.

-No es bueno ser machista- dijo Manuel.

-Gracias por apoyarme Manuel…usted sí que entiende- dijoLuana mirando resentida a Roberto.

¿Qué estaba pasando? De pronto la escena proyectada por Roberto en su cabeza era muy diferente a lo que sucedía: el fastidio de Luana lo tenía otra vez como destinatario.

-¿Mi papá no es machista?- trató de esclarecerle- Ah bueno

-Por favor, Ro, te lo ruego. No seas cerrado y prejuicioso. Tu papá cree que tengo condiciones…cualidades que podría pulir.

-De eso no hay ninguna duda nena. Ninguna.

-¿Pero que se supone que debo entender? ¿Qué harás un curso intensivo semanal para entender de venta y marqueting?

-Diario… dice tu papá.

-¿Todos los días?

-Es mucho lo que debe aprender hijo, precisamente, por su falta de formación.

-¡Pero papá! Con todo respeto…estuve esperando en los últimos 15 meses que me recibieras para hablar de este tema.

-No seas cerrado Ro. Vos no sos así...- le reprendió ella otra vez.

-Es que no se trata de ser cerrado...se trata de...

-¡Bueno basta!- tronó el reto del padre - Luana debe recibir capacitación y así va a ser. ¿Entendido?

“Ahí está... el capanga de siempre”, pensó Roberto. Desde que tenía uso de razón solía pasar por ese tipo de situaciones que terminaban de la misma manera. Su padre no había sido capaz de manejar su mal genio que lo exasperaba cuando debía ser diplomático tal como solo él lo concebía como experto en relaciones públicas.

Las “charlas para tratar el tema” empezaron el mismo lunes, tal como había dejado expreso Manuel. Sin querer entrometerse demasiado a fin de no enojar a su padre, Roberto supo que estas tenían lugar en su despacho cada mañana, más o menos entre las 11 y 13 horas, poco antes del horario del almuerzo.

Roberto lo confirmó al cabo de una semana cuando la secretaria explicaba pacientemente que el señor no aceptaba que le pasaran llamadas en ese intervalo, por más urgentes que fueran los mensajes que debían darle. Claro que no fue él quien llamó, sino que usó de cebo a un amigo para que hiciera las averiguaciones respectivas a fin corroborar lo que venía sospechando.

-Mi padre está usando de excusa lo de Luana solo para darle el puesto a Carlos.

-No creo que sea así -dijo su madre- Carlos y tú no tienen razón para  juzgar el criterio y la ecuanimidad de su padre.

Roberto se preguntó  cuánto podría tener de razón su madre. Rara vez equivocaba una sentencia cada vez que se refería a su marido, al que decía conocer como la palma de su mano.

-Solo dale tiempo y verás que tengo razón -sentenció Nuria.

Nuria no tomaba por ello partido por su hijo Roberto ni mucho menos. Naturalmente, ella también quería a Carlos y estimaba a Felicia su otra nuera, tanto como a Luana.  Como la devota compañera que había acompañado a su marido en la aventura de formar su propia empresa familiar, las había aconsejado a ambas que hicieran lo propio con sus respectivos hombres. Nuria  incluso, no veía con malos ojos que ambos hermanos desplegaran una “sana” competencia” en procura de proveerse sus espacios dentro de la empresa familiar: era una prueba, estaba convencida, de carácter de ambos como futuros hombres de negocios.

-Ellos son quienes van a manejar la firma muy pronto -decía en tono solemne.

Solo faltaba que Manuel se decidiera a ceder el cetro que empuñaba con pulso firme y riguroso. Los empleados de la firma, todos, sin excepción, esperaban que eso ocurriera pronto. ¿Quién sería el elegido para tomar la posta? Ni Roberto ni Carlos parecían ser lo déspota y obsesivo que era Manuel en el estricto manejo del personal al que le exigía excelencia pese al magro sueldo que les pagaba. A los 54 años era feliz sentado en la larga mesa en forma de herradura de la sala de reuniones rodeado de sus vendedores más fieles a los que sabía utilizar y seducir. “Exprimía el limón” y sacaba de cada uno lo que quería saber.  Tenía una mente ágil pese a su madurez incipiente, gran imaginación y mucha autoridad en el tono de su voz. Ningún empleado ni raso ni jerárquico procuraba llevarle la contra ni parecía estar a salvo de su mano implacable. Algunos lo evitaban hasta en el ascensor, para estar a salvo de cualquier reto inesperado.

Nuria guardaba una pequeña luz de esperanza de que más tarde o más temprano, su marido se cansara y delegara en la prole el timón de la barcaza que consumía su existencia. Que se dedicara de una vez al ocio y al disfrute de la vida. Emprender un viaje juntos, disfrutar de las delicias de la eran apenas una fantasía que la mujer de vez en cuando se permitía en medio del vertiginoso ritmo de trabajo de su marido.

Después de hablar con su madre, Roberto empezó a ver las cosas de otra manera. Se decidió a encarar a su padre y en consecuencia de ello se subió al auto y se dirigió a la oficina del centro. Le daría una sorpresa. No tenía que comportarse siempre tan previsible, se convenció. Cuando llegó al  edificio se sintió con otro tipo de confianza y decidido a hablar con su padre irrumpió de pronto y encaró por el pasillo que lo llevaba a la oficina. Pero cuando estuvo a mitad de camino la puerta se abrió y salió Luana acomodándose el cabello mientras sujetaba una campera que llevaba en su mano. Apenas levantó la cabeza se extrañó de verlo: era la segunda vez que ocurría la misma situación en una semana.

-Mi amor….  ¿cómo estás? –Preguntó él entusiasmadísimo apresurándose a sostenerle el bolso- ¿saliendo de la capacitación? ¿Todo bien?

Luana lo miró unos segundos examinándolo. La sonrisa aniñada de su novio le confirmó que la pregunta no escondía ninguna ironía posible.

-Si…. Ro…Todo bien. Más que bien. Cada vez mejor.

-Bueno, mirá ahora no vas a poder volver decir que soy un cerrado. He estado estudiando como ser flexible. Estoy haciendo el esfuerzo. He comprendido que para lograr los objetivos uno debe ser frío y solo fiarse de la estrategia que tiene.

-¿De qué hablás?-

-De El Arte de la Guerra de Sun Tzú. Lo estuve leyendo hace un rato. Memorizando las partes debidas para mantener de una vez una conversación en serio con mi padre.

La guerra ya había pasado sin que Roberto lo sospechara. Mientras hablaba, Luana se acomodaba distraída delante de un espejo los bucles rebeldes, retocaba sus ojos con un delineador mientras el lápiz labial buscaba el bermellón que había tenido antes.

- A mi me parece -siguió Roberto entusiasmado- que es el momento para estar más cerca de mi objetivo. De eso venía a hablarle ahora.

-Tu papá necesita descansar ahora. En serio. Luego lo llamás.

-¿Estás segura? ¿No será mejor ahora demostrarle que estoy decidido? Sería una prueba de carácter.

-No negri... ahora nos vamos y lo dejamos tranquilo…

Luana terminó de peinarse  y apretó los labios otra vez asegurándose de que el rouge la favoreciera antes de dar media vuelta y encarar hacia la sala donde estaban las secretarias que la miraban cada vez con mayor desprecio. Roberto la siguió con desgano llevándole el bolso. Estaba decepcionado de no haber concretado lo que tanto había planificado.

-Pensé que me apoyarías- protestó- Que luego de un tiempo te ibas a cansar de este capricho.

-¿Capricho?

-Es un sinsentido, Lu- aseveró él -¿vos capacitándote en marqueting?

-Ufff Ro, creí que ya lo habíamos hablado. Vengo todos los días y ya. Ahora las cosas son así. ¿Ok?

Roberto calló. Se dio cuenta que no podría hacerla cambiar de opinión.

-Solo te pido una cosa- dijo de pronto ella.

-¿Qué?

-No se lo digas a Nuria. Que estuve hoy en la oficina. ¿De acuerdo?

-¿Mi mamá? ¿Qué tiene que ver ella?

-Por eso…no tiene nada que ver.

Roberto se extrañó por el pedido que le hacía su novia. Se le ocurrió de pronto que su padre podría estar detrás de ello.

-¿Te lo pidió él?

-No Ro, te lo pido yo. ¿Es mucho pedir?

-Yo por vos hago lo que sea. Mato si es necesario. Pero no te dejes engañar…

-¿Porque lo decís mi amor? No creo que sea como vos decís…

-¿No crees? ¡Te engañó! Y me engañó a mí.

-¿En qué sentido lo decís amor?

-¡Te cogió Lu! ¿Hace falta que te lo tenga que recordar?

-Eso fue un malentendido Ro. Una cosa del momento. Ya te lo explicó…un error.

-Sus errores siempre pasan…se acumulan en mi vida.

-¿Porqué lo decís?

¿Había pasado antes? Luana se sintió extraña, como si una intriga empezara a invadirla de repente.

-Fue hace mucho tiempo…

-¿Qué pasó?

-No…Lu… te lo pido. No preguntés más.

-¿Acaso no confiás en mí?

-Claro que sí mi amor. En vos confío como en mi propia sombra. Pongo las manos en el fuego por vos.

-Entonces decime que pasó. ¿Tu papá se acostó con otra novia tuya?

Roberto se sonrojó y le vino un ataque de vergüenza. En el rostro de Luana se había dibujado un rictus de desagrado.

-¡Basta Lu…no quiero hablar de eso! Es tremendamente doloroso para mí.

-Pero yo sí quiero hablarlo…Decime… ¿fue así?

-Fue hace tres años.

-¿Mónica? Me hablaste de tu ex. Lloraste por ella…me lo dijiste.

-Por favor Lu…

-O sea que se acostó con Mónica.

-Fue una sola vez…

-¿Una sola vez? ¡Igual que conmigo…cretino!

-No te enojés Lu por favor…

-Vos me estás jodiendo…

-¿Qué te pasa?

-¿Cómo sabés que no se la sigue cogiendo?

-¿Cómo? Estoy seguro, mi padre no haría eso. ¡Además me lo prometió!

-¿Te lo prometió?

-Igual que con vos Lu. Estoy seguro que no va a volver a pasar…

Luana no quiso seguir hablando. Estaba roja de la bronca y parecía presa de una tensión a punto de estallar. Roberto no quiso importunarla más. Sabía que su novia era una chica de carácter capaz de defender lo que era suyo con uñas y dientes pero nunca la había visto así.

-Si es necesario- probó Roberto -haré algo, lo que me pidas. Hablaré con él.

-No dejá, cualquier cosa hablo yo. Como dijiste ya pasó.

-¡No te enojés mi amor! ¿El domingo venís a casa?

-Si…ya vamos a ver. ¿Vos esta noche que vas a hacer?

-¿Esta noche? Voy a estar en la comisión de González pero si querés…

-No…esta noche voy a estar ocupada.

-¿Hasta qué hora?

-Hasta después de las 12, seguro.

Desde las 20, Roberto intentó comunicarse con ella sin éxito. Se había preocupado demasiado por la reacción inesperada de Luana pero a la vez se sentía también aliviado. Que ella le hubiera demostrado celos por lo de Mónica lo había sorprendido gratamente.  Era la demostración de que lo amaba, de que lo seguía queriendo a pesar de todo.  De modo que intentó comunicarse alrededor de la medianoche. Tampoco lo consiguió. Media hora después, volvió a llamar. Nada. Probó a la 1, a las 2 y hasta las 3 de la mañana. Exasperado, sacado de sí, Roberto daba vueltas en su cuarto ansioso preguntándose donde estaría Luana. Solo después de las 3, con el último llamado logró que ella contestara.

- Hola….

-Luana, ¿qué pasó? Intento comunicarme desde las 8 con vos. ¿Dónde estabas?

-Te dije que me desocuparía a la medianoche.

-Pero te llamé a la medianoche. Y a la 1 y más tarde también. Hasta recién intenté comunicarme.

-Mucho trabajo. Muchas cosas

-¿Y ahora que vas a hacer?

- Estoy muerta, Ro, lo digo en serio… no doy más…me dejó hecha bolsa.

-¿Cómo?

-Nada. ¿Vos que hiciste?

-Solo extrañarte. Pensar. Estuve pensando en eso.

-¿En qué pensabas?

-En que hace ya siete meses que no hacemos nada…

-Mejor, así juntás más ganas para cuando lo hagamos…

-No entiendo…antes te ponías muy mal por eso…ahora parece que no te importara.

-Si me importa. Siempre me importa.

-Puedo entender que estés ocupada con lo de mi padre. Las explicaciones que debe darte.

-No sabés como me dio… las explicaciones.

-¿Cómo? ¿Le preguntaste lo de Mónica?

-No te preocupés. La verdad que después de lo de hoy no lo creo capaz. Fueron dos horas demoledoras.

-¿Cómo dos horas? ¿Qué pasó hoy?

-Dos horas desde que quedamos en hablar. A eso me refería. A cómo te extrañé…

-El que te extrañó fui yo Lu.

-Yo también, mi amor. No sabés como me estuve acordando de vos hace dos horas atrás.

-Y si me extrañás… ¿porqué no te venís?

- ¿A esta hora?. No, estoy cansada. Ya te lo dije. Y quiero estar bien porque mañana tenemos que regresar y me tiene que dar más…este…más explicaciones.

-¿Vas bien con la capacitación?

-Si…no sabés como estoy aprendiendo.

-No pensé que fuera tan en serio lo de mi padre.

-Yo tampoco lo creí posible. Pero estoy recibiendo y recibiendo explicaciones todos los días. Un relojito. Increíble.

-Espero que sirva para algo…

-Claro que va a servir. Estoy segura de eso. Se trata de nuestro futuro… ¿te acordás?

-Si claro que me acuerdo. Nos vamos a ver mañana eh?

-Pasá por la mañana tipo 11.

Antes de las 11, ansioso, Roberto ya estaba tocando el timbre del departamento de su novia.

-¿A dónde vamos? –preguntó Roberto mientras Luana se subía el pantalón ceñido a su trasero mientras le daba la espalda.

-Vos no sé. Yo… tengo que volver al despacho de tu papá.

-Pero hoy es sábado. ¿Para qué vas?

-Quedamos en intensificar la capacitación. No puedo interrumpirla ahora, ¿entendés?

-No sé Lu. No me parece que esté bien. Nos estamos viendo cada vez menos.

-Además… ¿no habíamos quedado  en que hoy ibas a estar conmigo?

-Y voy a estar. En cierta forma voy a estar con vos- Luana se acomodó la remera mirándose la silueta en el espejo -¿Cómo estoy?

Roberto tenía que reconocer que estaba más radiante que nunca. Que desde hacía dos meses, al menos, su cuerpo había tenido una asombrosa transformación. Era extraño. Lo normal hubiera sido que crecieran sus virtudes intelectuales y no las prominencias de su físico que parecía más lleno de curvas que nunca. Algo le estaba haciendo demasiado bien. Roberto pensó que podía ser el gimnasio. Pese a que no la cogía hacía casi 8 meses su mal humor se había ido mágicamente. Estaba más coqueta y se arreglaba siempre como para salir. Era un cambio que coincidía justo con sus tres meses de “capacitación”.

-Tomá el medicamento por favor, Ro.

-Tenés razón. Ya me había olvidado otra vez.

Tal vez se hubiera equivocado después de todo. Quizás su padre también hubiera cambiado. Se había vuelto de pronto servicial y estaba pendiente de su salud al punto que se había encargado de comprarle-por recomendación de un médico amigo- unas pastillas vitamínicas muy buenas que no debía dejar de tomar bajo ninguna circunstancia. Desde entonces y por pedido expreso de su padre, era Luana la encargada de recordarle e incluso de ser necesario, suministrarle una pastilla diaria que debía tomar indefectiblemente al mediodía.

-No noto casi progresos, pero me pone bien verte mejor a vos -dijo Roberto luego de engullir la pastilla junto al vaso de agua que su novia le alcanzaba.

-Vas a estar mejor cuando nos casemos, mi amor. En noviembre. Faltan dos meses.

Parecía mentira como había pasado el tiempo.

-Yo te extraño todo el tiempo- admitió él.

-Y yo también.

-A ver… ¿Cuántas veces hoy pensaste en mí…?- quiso saber Roberto.

-Hoy tres veces….pero el viernes fueron cuatro. Increíble.

-¿Como cuatro?

-Cuatro. Cuatro cosas aprendí hoy.

-No te entiendo. ¿Qué tiene que ver eso con que me extrañas?

-Todo tiene que ver con todo, mi amor. Es lo que dice tu papá. Es impresionante lo que…tiene tu papá.  Para transmitir como enseñanza, digo.

-¿Te sorprendió?

-Nunca me lo hubiese imaginado. Un promedio de entre tres y cuatro por día. Debe ser récord.

-¿Cómo?

-Ay Ro, no cazás una hoy. Quiero decir que la capacitación hoy por lo general está en manos de gente más joven ¿entendés? Y tu padre es un hombre… grande.

-Si…puede ser.

-Muy grande…diría, mirá que hay que aguantarlo ¿eh? No cualquiera.

-¿Es pesado decís como un tipo mayor?

-Y sí. No creo que tu ex se lo haya podido bancar así nomás. Mucho menos todos los días como lo estoy haciendo yo. Es como mucho.

-Un poco bastante cargoso. Ya sé. Y tiene un carácter de mierda.

-A propósito, tratá de cambiar los preservativos que compraste. O no comprés más de esos.

-¿Cómo?

-Que no sirven, me parece. ¿Por qué no probas con tipo tres? Bah…XL creo que se llaman. Son algo más grandes que los que compraste.

-¿XL? ¿Y cómo sabés vos de eso?

-No sé…no sé nada de eso, por eso te pido que te encargués vos Ro.

-No sabía que venían XL…pero ¿para qué voy a comprar de esos si yo me arreglo con el tipo uno?

-Y…mejor prevenir que curar. Vos sabés más que yo de eso. Por las dudas. Por ahí a mayor tamaño del forro hay menos chances de que me embaraces, ¿entendés?

Roberto la miró con desconcierto. Hacía 8 meses que no tenían relaciones.

-Es que no quiero tener hijos ahora que nos casamos. Quiero que pase un tiempito.

-Ok voy a comprar…pensando en que vamos a tener más oportunidades. ¿Cuántos compro?

-Y serán…a ver…cuatro por seis… ¿cuánto es?

-¿Veinticuatro? ¿Para qué tantos?

-Es que no sé, las dos cajas que tenía se acab…me parece que se perdieron. Dale Ro… menos preguntas y más acción.

-Solo quiero que nos veamos, vos sabés.

-Te juro que voy a tratar…pero al final del día quedo hecha piltrafa. Por más que quiera no puedo… ¿entendés? Estoy cansada todo el tiempo. Más ahora si va a ser también los sábados.

Roberto no la quiso importunar más. Al fin y al cabo, aunque no quisiera reconocérselo a su prometida, él seguía sin tener el deseo sexual de antes. Tal vez las pastillas lo hicieran salir de ese estado. Lo único que sabía era que amaba intensamente a Luana y que haría todo para complacerla.

-Yo también te amo…- dijo Luana subida a sus rodillas, colgándose de su cuello para darle amorosa un piquito.

- Y te voy a querer cada vez más - le repitió enigmática mientras le acariciaba juguetona la cabeza, haciéndole dos circulitos en la frente.