La Preferida
Historia de la pasión irrefrenable entre una joven y su suegro.
Lo destacable seguían siendo sus caderas sobresalientes debido a que su cuerpo se mantuviera intacto pese a lo dificultoso de su embarazo, llevado con estoicismo durante meses eternos. Le había costado tanto quedar encinta que el acumulado de esos kilos en los muslos y parte de su abdomen no le importó.
-Lo importante es el tesoro de mis ojos.
Hablaba de su hijo.
-Camilo es la felicidad que esperé toda la vida.
Le contestaba a Nancy, su amiga, íntima confidente. Se habían llamado después de diez largos meses en que ella pareció desaparecida de la faz de la tierra. ¿Qué hacía? ¿Seguía deprimida por la decisión de Roberto? ¿Qué había estado haciendo en ese tiempo?
-Si tienes tiempo te lo cuento, amiga.
-Todo el tiempo para ti.
Tendría que empezar desde el inicio. Desde el momento en que conoció a Roberto en uno de esas fiestas de casamiento en la que coincidieron de casualidad. ¿Lo habría sospechado? Ni en un millón de años. Imaginar todo lo que le había sucedido era difícil. Que se iba a casar y tener un hijo tan rápido no estaba en sus planes. Meses vivió flotando en una sensación de irrealidad que la privó de tener registro de las cosas que pasaban, como viviendo en una película, anestesiada por el entusiasmo que ahora tenía.
-Por eso no aparecía, Nancy.
Tenía cosas que hacer. Su día estaba lleno de actividades ahora. Cosas que atender que la volvían a hacer sentir importante. Ahora era una madre de apenas 24 años. Lejos estaban las locas noches en que, desbocada, besaba a un muchacho y a otro en los bailes a los que iba junto a Nancy y en los que, inevitablemente, Luana se robaba todas las miradas. Para empezar, había recuperado después del embarazo la figura llena en sus formas.
-Luego que Roberto la abandonara cayó en un pozo depresivo -repitió Nancy a sus amigas tal como se lo había pedido Luana.
El paréntesis en el que la pobre se hundió por la partida de su compañero y el momento en que salió a la superficie desde había durado nada menos que ocho meses. Y todo había cambiado y no había cambiado tanto. Un hijo separaba el intervalo entre aquella última conversación entre Nancy y Luana y este momento en que las amigas se reencontraban para contarse todo.
-Las segundas oportunidades están hechas para aprovecharse, amiga.
-No sabes lo que me reconforta que hables de esa manera, Luana querida .
PRIMERO PENSO QUE serían cosas suyas. Su imaginación. Pensamientos que le jugaban una mala pasada. No saber qué hacer ante una mirada dirigida indefectiblemente a su cuerpo. No estaba desacostumbrada: muchos la miraban como al descuido de esa forma libidinosa en que lo hacía el señor. Lo desconcertante era todo lo que ese señor representaba. Lo peligroso era que lo hacía cada vez con mayor descaro mientras ella aparentaba no darse cuenta.
La primera vez ocurrió en una reunión en la casa familiar; un escenario poblado por los ecos de las risas de los sobrinos de Roberto coronados por filosos comentarios y chistes de su parentela nutrida, contante y sonante. Ella supo que haría el esfuerzo por agradar a todos delante del chico al que había elegido, sobre todo, agradar a la madre política. Lo de siempre. “Que le dieran un nieto”. Solo eso pedía. La pobre estaba ensimismada ante la visión orgullosa de su vástago mayor que la había colmado de otras gratitudes como la de haber conseguido un título a los 24 años. La mirada de doña Nuria la talló desde el inicio semblanteándola de punta a punta.
“Decime Robertito… ¿esta preciosura es tu novia?”¿Lo habría dicho en serio doña Nuria? Claro que sí. Un vestido casual, debidamente ajustado a los empeines formidables parecía confirmarlo. De cabellos negros como el carbón, Luana era como un “tanque, en el buen sentido de la palabra. Un metro sesenta y ocho de adolescente –sin tacones, por supuesto-, cincuenta y seis kilos milagrosamente distribuidos, una talla de noventa y seis de busto y unas caderas cercanas a la centena. Una botella de…esa gaseosa, bromeaban Nancy y sus amigas.
Lo desconcertante fue que la primera vez lo hiciera con descaro delante de su novio. Cuando el señor le pidió que se presentara ella lo hizo nerviosa con tibias palabras que él nunca escucharía concentrado en su rostro de rasgos asiáticos y el tono mestizo de su piel. Se sintió de pronto desnuda ante los ojos que traspasaron el vestido negro sin mangas que le caía suave acentuándole el cuerpo lleno de curvas; como si pudiesen penetrar la tela delgadísima que marcaba su trasero bombeado y los senos generosos que procuró simular frente al señor cruzando incómoda los brazos.
-Este es mi papa, Luana -lo presentó Roberto sin rodeos ni mayor ceremonia; como si cumpliese un forzado y odioso protocolo que no podía ya evitar. La muchachita de 22 abriles-dulcísima, amorosa, respetuosa y siempre alegre-no pudo saber que el novio había estirado a conciencia el acto de presentarlos por inobjetables y valederas razones que sólo él conocía muy bien.
-Mucho gusto señor.
El la siguió mirando sin responder siquiera la cortesía. Seco y parco como solía con las personas que no conocía, su gesto produjo una evidente incomodidad que Roberto por suerte suplió con el argumento de que fueran a saludar a los tíos que estaban en la mesa y que también deseaban conocerla. Lo dejaron sentado con su vaso de vino mientras pasearon por las mesas dispuestas en el fondo a media luz. Una música dicharachera inundaba los ambientes que se empapaban con el intenso calor que crecía conforme avanzaba la madrugada. Pocos eran los que bailaban. Los más jóvenes lo hicieron de compromiso y en una cadencia cansina producto de sofoco. Luana y Roberto lo hicieron también hasta que ella le pidió un descanso para buscar un refresco de la mesa de bebidas. Con el vestido pegoteándose y marcándole las abundancias naturales, ella pasó delante del agasajado que cumplía 54 en apariencia sumido en la misma monotonía de cada año.
-Feliz cumpleaños, señor -le dijo ella por decir.
La frase quedó retumbándole entre la de los aduladores de siempre-sobrinos mezclados con primos que nunca veía- como si en su pensamiento rumiara algo secreto.
El agasajado la miró otra vez y no pudo más que escudriñarla a la distancia, sorprendido con la exótica mestiza de rasgos orientales y una figura en la que cabían todos los adjetivos sobreabundantes que venían a la cabeza. En comparación con sus últimas dos novias, Luana estaba muy por encima. Lo pensó y se sintió mal en considerarlo: desde el principio, le pareció demasiado para él.
-¿Siempre se reúnen tantos en su cumpleaños señor?- quiso ella saber.
-Decime Manuel
LUANA MIRO escéptica. No pareció convencida ni cuando ella mezcló las cartas que acababa de cortar ni cuando las arrojó en el paño. La mujer-la gitana-lo percibió en el acto en que tomó la baraja e hizo los cortes. Sintió la energía de desconfianza pero se mantuvo en silencio un momento. La convencería con palabras.
-Veo que eres una chica de buen corazón.
Roberto había sido desalojado de la habitación para quedar ella a solas con la vidente.
-Soy gitana no vidente. Y veo aquí también una oportunidad de dinero… un trabajo…muy importante.
La mujer advirtió que Luana se interesaba de pronto con lo que escuchaba. Después de 10 minutos, le prestaba atención por primera vez arrojada sobre la mesa hacia adelante. La postura le dio la imagen cierta de su ángel y su carisma.
-Tu nombre es Luana y eres una mujer iluminada. Eres pura, divertida, inteligente, una bendición, un ángel en la tierra… Tu gente ha de sentirse afortunada y orgullosa de tenerte… Pero estás a medias feliz… Eres solo la mitad de mujer que puedes ser…
La joven no comprendió.
-Eres demasiado hembra para un solo cuerpo, y por ende para el común denominador de varón… Necesitas estar plena y complacida, ser satisfecha y un hombre normal difícilmente lo consiga. Mucho menos el que te acompaña…
Sabía que Nancy-afuera en ese momento- no simpatizaba con Roberto pero esto era demasiado. ¿Para eso la había hecho ella venir?
-¿De qué habla? …Roberto es mi novio .
-Pero el que veo aparecido en la tirada es un hombre verdadero. Uno de carácter y de una notoriedad que lo hace trascender en el campo que se desempeña. Puede parecer a priori alguien complicado y cebo para las que buscan una billetera fácil pero es el hombre justo para vos. ¿Entendés?
-No… no la entiendo.
-Mirá en la tirada sale el rey de oro. Eso indica que se trata de un señor mayor que disfruta de una sólida posición económica; es audaz, imaginativo y muy dominante; con una enorme capacidad y habilidad para seguir varios negocios a la vez. Alguien carismático, pragmático y con dotes de mando. Personifica la experiencia, inteligencia y aptitud típica de un banquero, un agente de bolsa o un millonario. En cambio tu novio aparece aquí personificado a tu lado como un caballero algo díscolo, confiado, poco disciplinado y con dificultades por no estar con los pies en el suelo. Su carácter es más bien voluble, soñador y romántico. Es defensor de las causas justas, tiene altos ideales por los que lucha pero sin mayores ambiciones materiales.
-Me gusta más como sale mi novio.
-Pero su carta aparece alejada de ti. No está reflejada en tu futuro.
-¿No puede equivocarse?
-Las cartas no mienten. El hombre para vos es alguien igualmente completo que te hará su preferida, mientras vos sos la mujer que a su vez lo completará en todos los sentidos y formas. Pero la tirada también dice algo más: el tiene un compromiso del cual deberá desembarazarse a fin de poder alcanzar la plenitud contigo. Solo entonces, ambos serán felices.
Luana se quedó en silencio.
-Pero ¿acaso es alguien que conozco?
-Lo podés haber conocido pero aún no se te ha revelado. Eso dicen las cartas. Tranquila. Todo será a su tiempo. Indefectiblemente ocurrirá
-Pero si yo estoy bien así, soy feliz.
-Crees serlo pero te sientes incompleta en tu aura de mujer. Creéme que reconocerás la diferencia apenas tengas intimidad con él.
Luana estaba dubitativa, confundida intentando pensar sobre lo que le decían. Por más que lo pensara no imaginaba quien podría ser la persona de la cual la gitana le hablaba.
-Aquel que te acompañe en tu vida será el más dichoso los hombres. Vas a hacerlo enormemente feliz. Tienes un cuerpo y un espíritu que no muchos pueden satisfacer por eso el destino te mostrará tu verdadero amor. El amor es sin condiciones, Luana, si no, no es amor; y una mujer como tú no debe recibir menos que amor incondicional… Podrás querer a tu actual noviecito pero vibrarás con un macho verdadero que te hará sucumbir y perder la razón. Que te sacudirá desde lo físico y espiritual. Que te hará consumir en una pasión que hace tiempo pugna por salir.
-¿Hace tiempo? ¿Hace cuanto tiempo?
-Probablemente desde que naciste. Y desde que él nació también- opinó la gitana -lo dicen las cartas.
-Pero yo amo a mi novio Roberto
-Podrás amarlo ahora…pero este otro te está predestinado. Estás unida a él en cuerpo y alma, en espíritu y materia, como él está atado a tu destino. Es el destino…Y el destino no se puede torcer.
Cuando salió Luana estaba más confundida que antes de ingresar. No había previsto que la gitana le dijera las cosas que acababa de escuchar en un estado de magna sorpresa. Percatándose de ello, Roberto trató de descifrar el gesto inquieto de su novia sin sospechar lo que pasaba por la cabeza. Al contrario de lo que a ella le habían profetizado, a Roberto solo le habían dicho lo que sabía de sobras: que estaba enamorado de su novia hasta el caracú.