La posada
Berta, una mujer instafistecha en busca de nuevas sensaciones, conoce a Marco gracias a un anuncio por internet y su vida cambia por completo.
CAPITULO 1
Delante de esa puerta a Berta ya no le estaba pareciendo tan buena idea haber aceptado acudir a ese lugar.
Todo había comenzado hacía un par de meses al conocer un hombre por internet en una de esas páginas de contactos. Había estado pensando si recurrir a ese tipo páginas durante varios meses hasta que un buen día se decidió. Hacía tiempo que no salía con nadie y su carácter tímido le dificultaba el conocer hombres, así que una de esas tibias noches de final de primavera entró en internet y allí vio su misterioso anuncio.
“Sé cómo te sientes ahora mismo porque yo también me sentí así en un momento de mi vida. Tal vez ahora no lo puedas apreciar pero el mundo está lleno de placeres que ni siquiera tu misma podrías imaginar. Ven a mí y te aseguro que experimentarás el placer hasta el extremo más absoluto e inimaginable”
En cuanto lo leyó le cautivo, realmente necesitaba ese tipo de experiencias. No es que en sus relaciones sexuales anteriores se hubiese aburrido, pero en ese instante de su vida necesitaba ese tipo de sexo loco y salvaje que cuando terminas de practicarlo te deja agujetas durante tres días y absolutamente agotada y satisfecha.
Le respondió al instante y durante varios días estuvieron enviándose amistosos emails para conocerse un poco mejor. Había algo en él que la gustaba mucho, era muy educado, amable, cariñoso y parecía que sabía que decirle en cada momento. Cuando ella estaba nerviosa conseguía tranquilizarla y cuando estaba triste le hacía reír.
No fue hasta el octavo día que aquel hombre que decía llamarse Marco comenzó a subir la temperatura de la conversación y ella, deseosa de sexo como estaba, le siguió el juego.
Esa noche, cuando llegó a su casa hablaron por messenger durante horas, excitándose mutuamente. Berta terminó masturbándose y según la explicó Marco, él también. Para ella había sido una experiencia única, nunca antes lo había hecho y por un lado se sentía avergonzada, pero por otro se sentía bien, en realidad mucho mejor que bien. La excitaba que ese desconocido se hubiese masturbado por ella.
Continuaron así un par de días más hasta que por fin él consiguió convencerla para verse en persona. No se lo había dicho a ninguna de sus amigas, le daba vergüenza confesar ese tipo de cosas, aunque ellas hablaban de sexo delante de Berta, a ella siempre la había dado mucho pudor charlar sobre ese tema, así que se arregló lo mejor que pudo para la ocasión y muy nerviosa acudió a su cita.
Habían quedado en la Puerta del Sol, al lado de la estatua del Oso y del Madroño. Ambos un par de días antes, se habían mandado por email una foto para poder reconocerse. Marco era un chico moreno de ojos oscuros. No es que fuera físicamente muy guapo, pero no estaba mal. Debía de medir cerca de un metro setenta y cinco y tenía una sonrisa muy bonita.
Ante la decepción de Berta, ese día no pasó nada entre ellos, pasearon, tomaron café, charlaron y muy caballerosamente él la invitó a cenar. En casi todo momento el peso de la conversación lo llevó él pero no parecía importarle mucho, y sinceramente, a ella tampoco.
En un momento de la noche, mientras atacaban el segundo plato, Marco le preguntó qué fue lo que le hizo decidirse a responder a su anuncio. Tan tímida como era, simplemente respondió que le gustó lo que había escrito, pero él no se quedó conforme con esa respuesta y comenzó a indagar en sus verdaderos motivos.
Berta se sentía sola y deprimida con la aburrida vida que llevaba. Si, tenía un trabajo fijo que le había costado mucho conseguir y un pequeño grupo de amigas con las que salía los fines de semana.
Ella le contó como a los dieciocho años se mudó desde su pueblo natal para estudiar Derecho en Madrid y comenzó a vivir en un piso de estudiantes compartiendo habitación con otro par de chicas mientras que trabaja por horas dando clases particulares de inglés. Al acabar la carrera, y mientras se preparaba las oposiciones, tuvo que ponerse a trabajar en una hamburguesería para poder pagarse el alquiler de una modesta habitación en un piso compartido. Durante los dos años que tardó en aprobar la oposición no tuvo prácticamente vida social y con las pocas amigas que hizo durante la carrera perdió el contacto.
No fue hasta que aprobó que volvió a vivir un poco. Hizo amistad con una chica de su departamento y ella le introdujo en su círculo de amigos. Y por fin, hace menos de un año, había conseguido mudarse ella sola a un pequeño apartamento en el centro de la ciudad. No era gran cosa, treinta y dos metros cuadrados, sin calefacción ni ascensor, pero era su piso y allí se sentía muy a gusto, pero lamentablemente eso era todo, ninguno de los sueños que tenía cuando se fue de su pueblo para irse a vivir a Madrid se le habían cumplido, y de eso hacía ya casi diez años. Es más, cada mes que pasaba se iba convenciendo más así misma que nunca se llegarían a cumplir y eso la deprimía enormemente.
Pues ese hombre, Marco, había conseguido sonsacarle casi todos sus miedos, y sus preocupaciones, le había hablado como ninguna otra persona lo había hecho y Berta se había sentido increíblemente bien a su lado, sentía que por fin alguien la comprendía de verdad y la escuchaba por lo que no le costó demasiado confesarle sus sentimientos.
Siguieron enviándose emails y hablando por Messenger durante varios días más. Una noche, Marco le contó que él estaba apuntado a una especie de peña o de club social llamado “La Posada” y quedaban todos los fines de semana para hacer cosas juntos como ver películas, partidos de futbol, hacían charlas literarias, en fin que había actividades para todos los gustos. Por lo que le contó todos los socios eran gente muy agradable, con una mentalidad muy abierta y que siempre estaban encantados de que gente nueva se uniera a ellos. Marco le preguntó si le gustaría apuntarse, aunque solo fuera un día para probar, ese fin de semana había varios tipos de actividades, partido de fútbol, Atlético de Madrid/Barcelona; maratón de películas de terror y campeonato de trivial.
Marco le pidió ser su compañera para el campeonato de trivial, el premio para el ganador consistía en una de esas botellas de champagne de chocolate para cada uno, un kit de fiesta de fin de año (Antifaz, gorro, matasuegras y confeti) y un par de chapas. A Berta le hizo mucha gracia la idea y aceptó la invitación, además tal vez esa noche pudiera tener la oportunidad de acostarse con él, cosa que realmente la apetecía. Mucho.
Él le había dado una dirección, por lo visto, entre todos los integrantes de la peña habían restaurado una antigua casa de cuatro plantas que había heredado el fundador y que usaban para las reuniones.
Quería causar buena impresión a los amigos de Marco por lo que se esmeró en arreglarse, se maquilló en colores suaves, realzando sus grandes ojos marrones y se vistió con algo informal, vaqueros, una blusa blanca entallada y con un generoso escote y unos zapatos negros con un poco de tacón y se dirigió hacia el lugar que él le había indicado.
El edificio por fuera parecía sencillo, pintado de color arena y con ventanas blancas. La puerta era una de esas de madera maciza, grandes, antiguas y de doble hoja bien conservadas. A la derecha Berta observó que había una pequeña botonera metálica con ocho botones y llamó al que Marco le había dicho, el que ponía “Recepción”
Mientras esperaba a que alguien le abriera se sintió inquieta, era una sensación extraña, como si estuviese siendo observada.
Esa noche se divirtió muchísimo. Los campeones no fueron ni ella ni Marco, sino una pareja de chicas muy simpáticas, amigas de Marco que después les ofrecieron un trozo de botella de champagne a cada uno, y con las que congenió enseguida.
Sabrina y Esther, que era el nombre de las dos chicas, intercambiaron el email con ella. Se mensajeaban a diario y antes de darse cuenta, Berta estaba quedando con ambas al salir del trabajo para cenar. Lo único malo de todo eso era que todavía no había follado con Marco y que sus mensajes eran cada vez más lejanos en el tiempo, pero estaba segura que se encontrarían en La Posada tarde o temprano.
Sabrina le había contado que lo llamaban así porque tenían habitaciones con camas por si alguien quería quedarse a dormir y que además también se servían comidas. Había mucha gente que pasaba allí los fines de semana, incluso semanas enteras. Ellas a veces lo hacían.
Su relación con Esther y Sabrina era increíble, incluso mucho mejor que con sus amigas. Era muy fácil hablar con ellas sobre cualquier tema, incluso de sexo, y tenían una vitalidad y una alegría que resultaban contagiosas. Las tres tenían un sentido del humor muy parecido por lo que se divertían muchísimo juntas, tanto que incluso uno de los fines de semana se quedó con ellas en La Posada.
Desde luego, nunca se hubiera podido imaginar que aquel lugar fuese tan grande ni que estuviera tan a la última en tecnología. Tenía de todo, complejos sistemas de alarmas, pantallas de televisión de plasma, salas con ordenadores, baños con jacuzzi, duchas de hidromasaje. El comedor era como diez veces su casa entera, con una estación de buffett que según le contaron sus amigas para el desayuno era brutalmente delicioso.
Desde luego era un lugar increíble.
Las tres amigas habían compartido habitación y habían estado allí encerradas buena parte del fin de semana haciendo cosas de chicas. Por lo que pudo apreciar, y lo que le contaron las habitaciones, no eran eran excesivamente grandes, aún así todas tenían un coqueto cuarto de baño privado con ducha de hidromasaje incluida, pero, sin embargo, lo que más destacaba de ellas era una enorme cama de matrimonio y la cuidada y moderna decoración en tonos claros.
Al principio Berta se había sentido bastante incómoda, pero ni Sabrina ni Esther habían parecido estarlo, de hecho, la mayor parte del tiempo se habían estado paseando delante de ella solamente con un pequeño tanga como única ropa de vestir, sin ningún tipo de pudor. Sabrina era morena con el pelo largo liso, ojos verdes, y muy guapa. Tenía un cuerpo digno de admirar, pechos firmes y no muy grandes, vientre plano, piernas largas y delgadas y un trasero de esos pequeñitos pero firmes y respingones. Sin embargo Esther era más normalita, era también morena pero con el pelo ondulado, sus pechos eran bastante grandes, una talla cien, pensó Berta y sus muslos eran más anchos que los de Sabrina, pero ella estaba segura que no tendría ningún problema para encontrar hombres que se la llevasen a la cama.
Sabrina tuvo la idea de hacer una sesión de depilación. No es que Berta tuviese mucho pelo, se había hecho la cera hace poco, pero nunca estaba de más darse un repasito. Al principio la daba algo de vergüenza desnudarse delante de ellas, pero terminó quedándose en braguitas y con una camiseta blanca de tirantes puesta.
Ella era la más bajita de las tres. Nunca se había considerado gordita, tenía una talla 44 y siempre había considerado que sus curvas eran muy sensuales pero tenía que reconocer que al lado de sus nuevas dos amigas era la que peor figura tenía de las tres. Sus pechos no estaban mal, una talla 95 y sus caderas eran un poco más anchas que las de Esther, sin embargo, a sus nuevas amigas parecía no importarles eso.
La primera en pasar por la sesión de depilación fue Esther y Sabrina comenzó a hacerle la cera por las piernas. Berta se esperaba que terminasen a la altura de las rodillas, pero ella siguió subiendo por los muslos hasta las ingles. Después fue su turno y por último el de Sabrina.
Cuando Berta creyó que ya habían terminado, Esther se quitó el tanga blanco que llevaba, se tumbó en la cama con las piernas muy abiertas y Sabrina le depiló su parte más íntima, dejándola solamente una fina y graciosa hilera de bello oscuro por encima de su rajita.
No se podía creer lo que estaba viendo, era como si a ninguna de las dos las importase que ella estuviese delante.
-Tienes un coñito precioso- le dijo Sabrina a su amiga -¿A ti que te parece, Berta?-
Ella enrojeció al instante, quería disimular que había estado mirando fijamente a Esther mientras Sabrina le había estado depilando, pero no estaba segura de haberlo conseguido.
-Yo…bien, si…está bien-
Ambas se rieron –No te pongas nerviosa, al fin y al cabo tú tienes lo mismo que yo ¿no?- le dijo Esther.
-Sí, claro- respondió desviando la mirada. Eso era cierto, pero ella nunca había visto otro coño que no fuera el suyo y se sentía cautivada por la belleza del de su amiga. Asombrada contempló de reojo como Sabrina le aplicaba una crema por todo alrededor de la zona recién depilada y su otra amiga se movía eróticamente ante el contacto.
- Venga, ahora te toca a ti- anunció Sabrina en cuanto terminó con Esther.
-No, yo creo que así estoy bien- dijo Berta realmente avergonzada.
-Está bien, si no quieres no te vamos a obligar. Venga Sabri, tu turno- Dijo Esther poniéndose de pie completamente desnuda.
Ahora era Sabrina la que estaba completamente desnuda y con las piernas bien abiertas para que su amiga pudiese deshacerse de esos antiestéticos pelos.
En esa ocasión, Berta tampoco pudo evitar mirar a Sabrina, que haciendo juego con el resto de su anatomía tenía un coño increíble. Si el de Esther la había parecido bonito, el de Sabrina lo era más, todo sonrosado y carnoso.
-Pues el tuyo tampoco está nada mal- dijo Esther a Sabrina. -¿Qué te parece Berta?- la preguntó Esther mirando por encima del hombro.
-Es muy bonito también-
-Sí, seguro que los tíos se matan por follárselo- Sabrina y Esther se rieron, sin embargo Berta solo sonrió. A ella le encantaría ser como ellas, tan extrovertidas y desinhibidas, pero su maldita timidez la coartaba más de la cuenta.
-¿Estás bien?- le preguntó Sabrina en cuanto se levantó de la cama. Ella, al igual que Esther estaba completamente desnuda.
Berta asintió con la cabeza y decidió sincerarse -Pensareis que soy patética, pero es que nunca había visto a dos mujeres desnudas y…- Berta desvió la mirada sintiéndose avergonzada.
-Si te hace sentirte mejor no vestimos ahora mismo- dijo rápidamente Esther.
-No te preocupes, Berta, yo antes de llegar aquí era igual de vergonzosa que tú, pero entre nosotras no tienes por qué tener miedo o vergüenza, nuestros cuerpos son algo natural, es normal que sientas curiosidad y que incluso disfrutes con lo que veas, o te excites. No tienes que sentir vergüenza por eso, Berta. No con nosotras- la explicó Sabrina.
Ella se relajó -¿En serio eras como yo?- preguntó incrédula. Era incapaz de imaginarse a esa espectacular mujer siendo tan vergonzosa y pudorosa como ella.
-Sí, y mira ahora. Soy capaz de despelotarme delante de cualquiera- le respondió sonriendo.
-Venga, desnúdate tú también. Que veamos que cuerpazo que tienes- le animó Esther.
Berta se sonrojó y comenzó a reírse nerviosamente –Vamos a ayudarla- le dijo Sabrina a Esther y entre ambas le quitaron la camiseta mientras le hacían cosquillas.
Llevaba un sencillo sujetador de algodón blanco que redondeaba a la perfección sus pechos –Esto también fuera- dijo Sabrina desde su espalda y la quitó la molesta prenda.
Su primer impulso fue taparse con las manos, pero Esther se las sujetó con suavidad y la dijo –Tienes unas tetas preciosas. Mira Sabri- La otra chica dio la vuelta y la miró. Se estaba volviendo loca, juraría que Sabrina la había mirado con lujuria, con ganas de comerla las tetas, pero se sacudió la cabeza y alejó ese pensamiento de su mente.
- Ya lo creo, digna de la mejor portada de Interviú- respondió Sabrina sin dejar de sonreír - No pasa nada ¿a qué no?- añadió. Ella negó con la cabeza y su amiga la abrazó. Ella era más baja así que notó como los pezones de su amiga le rozaban por encima de sus propios pechos y comenzó a sentir un ligero cosquilleo por sus partes mas íntimas.
-¡Yo también quiero abrazo colectivo!- gritó Esther y se unió a ellas, saltando y riendo.
-Y ahora…¡depilación!- anunció Esther en cuanto se soltaron. Berta sonrió y se dejó llevar, nunca se había depilado por completo esa zona de su cuerpo y ¿por qué no empezar en ese momento?
Se quitó la braguita y repitió lo que sus dos amigas habían hecho antes que ella, se abrió de piernas todo lo que pudo.
-¿Cómo lo quieres?- preguntó Sabrina.
Se sentía muy traviesa, así que la dijo –Como el culito de un bebe- Esther y Sabrina chocaron las manos entre sí y se pusieron manos a la obra.
¡Dios! Dolía como un demonio, pero sus amigas estaban siendo muy cuidadosas.
-Uno más- dijo Sabrina y a continuación dio un tirón –Ya está. Esther, pásame la crema-
-¿Qué crema?- preguntó Berta.
-Tranquila, es de Aloe Vera te clamará el ardor-
Su amiga se echó un poco de crema en las manos y comenzó dándola un ligero masaje por la zona más alta, sin acercarse al comienzo de su rajita. Era cierto, lo que le estaba aplicando su amiga le estaba aliviando la quemazón, por lo que se relajó.
Sabrina volvió a echarse un poco más en las manos y al rozar los labios de la vagina de Berta, esta dio un respingo.
-Tranquila- sonrió Sabrina - esto es un premio por lo bien que te has portado-
-Sí- confirmó Esther – Por no haberte quejado ni una sola vez-
-No, no hace falta, así estoy bien- respondió Berta algo incomoda, pero Sabrina pasó sus dedos llenos de crema por su rajita un par de veces y ella comenzó a calentarse.
-Te va a gustar, te lo prometo, y si no es así en cuanto tú me pidas que pare lo haré- le respondió Sabrina.
Ella estaba a punto de decirle que parase, que no quería seguir con eso, pero los dedos de ella se volvieron más atrevidos y penetraron entre sus labios consiguiendo llegar a su clítoris, el cual acarició consiguiendo que a Berta se le olvidase lo que le quería decir.
Los dedos de Sabrina estaban haciendo estragos en su vagina y ella estaba muy pero que muy excitada, así que cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y se dejó llevar, ya habría tiempo más tarde para arrepentirse.
De pronto, a su izquierda, notó como la cama se movía. Abrió los ojos, era Esther que se había recostado a su lado -¿Estás disfrutando?- le susurró eróticamente.
Uno de los dedos se Sabrina se introdujo dentro de ella y Berta gimió -Si- se le escapó sin apenas ser consciente de lo que decía y volvió a cerrar los ojos.
-¿Te está gustando?-
-Si- volvió a gemir Berta mientras el dedo de su amiga se movía con rapidez. Pronto un segundo dedo se incorporó al primero y ella comenzó a mover las caderas al ritmo de los dedos de Sabrina.
En ese instante sintió como Esther se movió a su lado y de pronto algo húmedo la rozó un pezón. Abrió los ojos de golpe, era Esther que le estaba lamiendo las tetas.
¡Oh cielos! ¿Qué estaba haciendo?
Los dedos de Sabrina se movieron con más rapidez y fuerza y Esther comenzó a chupar y morder sus pezones con ganas.
Sus caderas no podían parar de moverse y ella cada vez estaba más cerca de correrse –Ven aquí y chupa esto- dijo Sabrina. Inmediatamente Esther dejó sus tetas para bajar hasta su coño en donde comenzó a lamer los dedos de Sabrina según entraban y salían y el clítoris de Berta.
Un minuto después, Berta tuvo el mejor orgasmo de su vida.
Mientras recuperaba la respiración, lo que vio la puso caliente de nuevo. Sabrina estaba a cuatro patas y Esther le estaba lamiendo el coño, consiguiendo que su amiga se retorciera de placer.
Berta se preguntó a que sabría el flujo de sus dos amigas, como sería lamer un coño como ese, tan empapado e hinchado.
-¿Te gusta lo que ves?- la preguntó Sabrina entre gemidos.
-Si- respondió Berta tímidamente. En ese momento Sabrina se incorporó y trepó por la cama hasta colocarse a la altura de Berta. Lentamente la besó la boca, al principio ella estaba indecisa y era solo movimiento de labios contra labios, hasta que la lengua de Sabrina se hizo paso dentro de su boca.
-¿Te gustaría verlo más de cerca?- le susurró Sabrina al oído mientras le acariciaba los pechos y le pellizcaba los pezones.
Berta estaba muy excitada de nuevo -Si- volvió a susurrar.
-Entonces ve con ella-
Sin más, Berta se levantó, sentía que las rodillas se la doblaban un poco, pero no les prestó atención y se colocó al lado de Esther mientras esta lamía con avidez y le arrancaba gemidos de placer a Sabrina.
-Tiene un coño increíble, ¿verdad?- le preguntó Esther cuando reemplazó su boca por dos dedos.
Ella, que no podía apartar la mirada, se relamió pensando en su sabor. Esther, que se dio cuenta, le dijo –Vamos, prueba-
Si, quería, pero se sentía insegura, avergonzada –No te preocupes por tu falta de experiencia, está tan caliente que la hagas lo que la hagas va a gemir como una perra- y así fue, Esther retiró los dedos y Berta comenzó a besarla lentamente. A Sabrina le chorreaba el flujo por los muslos y enseguida se le empapó la boca. Con la lengua tomó un poco de aquella muestra, estaba salado, pero no era desagradable, así que decidida a probar más volvió a sacar la lengua y la pasó sobre el clítoris de Sabrina.
Esther tenía razón, gemía como una perra y eso le hizo a Berta envalentonarse y lamerla con más ansias, incluso hasta una de las veces absorbió el clítoris, lo que dejó a Sabrina al borde del orgasmo y rogando por más. En ese instante, Berta introdujo dos dedos en la vagina de Sabrina y los movió con rapidez y fuerza, al igual que su amiga había hecho en su propio coño. Poco después un tercero se unió, pero otros gemidos le hicieron mirar más allá de Sabrina, Esther se había tumbado debajo de Sabrina y esta le estaba comiendo el coño con ganas.
Ambas, Sabrina y Esther se corrieron al mismo tiempo.
Esa no fue la última vez que follaron, ni mucho menos, se pasaron casi todo el fin de semana enfrascadas en una lucha de lenguas, dedos y gemidos.
Por desgracia el fin de semana acabó y Berta tuvo que volver a su aburrido trabajo de funcionaria. No podía parar de pensar en todo lo que había hecho el fin de semana. Había sido su primera experiencia lésbica y había sido increíble. Esas dos mujeres sabían a las mil maravillas como calentarla y producirla el máximo placer posible, incluso la habían hecho algo que nunca hubiese imaginado que la pudiese causar tanto placer. Sexo anal. En realidad solo habían introducido un dedo bien lubricado dentro de su culo, pero por algo se empezaba ¿no?
La semana pasó entre emails de Sabrina y de Esther tan amistosos como siempre, sin una sola referencia al increíble fin de semana que habían experimentado. El jueves Esther le propuso volver a pasar el siguiente fin de semana en La Posada y ella, después de mucho pensárselo, aceptó. No es que no desease volver a repetir unas maratonianas e increíbles jornadas de sexo, sin embargo todavía había algo dentro de ella que le daba reparo. Tal vez fuese la educación que le habían dado sus padres, o su timidez, o ambas cosas pero sentía como si estuviese haciendo algo malo.
Todas sus reticencias se esfumaron después de una charla especialmente caliente entre ella y Marco por Messenger, que después de varias semanas sin apenas contacto entre ellos por fin volvieron a coincidir por la red y que acabó con ambos masturbándose.
Ese fin de semana hubo mucho más que lenguas y dedos. Sabrina se había llevado toda una variedad de juguetitos sexuales que Berta no había visto en su vida.
No era como tener la buena polla de un tío dentro de tu coño haciéndote virguerías, pero…uff…esos aparatos le habían llevado hasta el paraíso. Si el primer fin de semana había sido increíble, ese no tenía palabras para definirlo.
El domingo después de comer Sabrina le dijo que quería hablar con ella. Berta se preocupó, su amiga estaba seria, por lo que se sentó en el borde de la cama y la escuchó atentamente.
Le explicó que el lugar en el que estaba no era solamente una asociación de amigos, era algo más. Una asociación sexual de amigos. Era un lugar especialmente creado para mantener relaciones sexuales libres, sin ningún tipo de tapujos ni de prejuicios. Todos los que en ella participaban eran adultos que habían sido elegidos para poder formar parte de ese grupo, lo cual suponía un privilegio.
Berta no se podía creer lo que estaba escuchando.
-Sé lo que te está pasando por la cabeza en este momento porque yo misma pasé por ello, pero quiero que sepas que hemos estado hablando entre nosotras y tanto a Esther como a mí nos gustaría que formases parte de nosotros. Nos lo pasamos muy bien contigo y te hemos cogido mucho cariño durante este tiempo, por eso te estamos invitando. Bueno, por eso y porque además creemos que eres una candidata perfecta para estar aquí, ambas hemos podido comprobar cuanto disfrutas con el sexo y lo bien que te vendría para tus problemas de autoestima. Mucha gente ve el sexo como algo malo, algo sucio, pero no lo es, de hecho es la mejor terapia que alguien podría realizar-
-Y la más completa- apuntilló Esther
-Si, por que haces mucho ejercicio, conoces gente nueva, te relaja, te hace sentirte más feliz, más femenina, más sexy y por consiguiente tu autoestima crece y cuanto más crece mejor te sientes y más te quieres a ti misma y por defecto más le gustas a la gente-
-Y cuanto más gustas a la gente más sexo practicas. Si lo piensas es el mejor círculo vicioso que haya podido existir jamás- añadió Esther.
Berta les miraba con la boca ligeramente abierta sin poder dar crédito a lo que estaba oyendo -Aquí nadie obliga a nadie a hacer cosas que no quiere, somos simplemente personas que disfrutamos de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad. No hay nada malo en ello- explicó Esther.
-No…creo que no entiendo muy bien lo que me estáis diciendo-
Sabrina se recolocó en la cama - Si quieres seguir viniendo aquí tienes que hacerte socia de nuestra asociación, por eso te lo estamos diciendo. Ambas disfrutamos mucho contigo y sabemos que tú también lo haces…-
-Si- interrumpió Esther – Por eso queremos darte la oportunidad, explicándote que es esto, a que te quedes con nosotras-
Las tres se quedaron en silencio unos instantes, Sabrina y Esther esperando la reacción de Berta, y esta sin saber muy bien que decir o que hacer.
-Verás, aquí tenemos nuestra propias reglas. Una de ellas es que mientras permanecemos en las instalaciones es obligatorio mantener relaciones sexuales con otra persona o con varias personas. Eso es a tu elección. Puedes venir, follar y marcharte a tu casa, o puedes quedarte el fin de semana y hacer lo que quieras, siempre y cuando tengas sexo al menos una vez cada diez horas. Puedes follar con alguien y a los diez minutos volver a hacerlo, o puedes esperar nueve horas y follarte a otro o a otra. El sexo de la persona es irrelevante, así como el número de personas con las que estés, puede ser uno, dos, tres o veinte, lo importante es follar y disfrutar al máximo- explicó Sabrina.
-Sí, y el anonimato es fundamental. Excepto Sabrina, Marco y yo, nadie más conocerá tu verdadero nombre ni sabrán con quien follan-
-No entiendo-
-Es muy sencillo. Ni ella se llama Esther, ni yo me llamo Sabrina, son los nombres que usamos aquí para mantener nuestra identidad intacta. Además, a la hora de follar todos tenemos que llevar nuestros antifaces-
-Sí, son una monada. Tenemos un compañero que es modista o algo así y que se encarga de confeccionarlos, cada uno es diferente al otro y gracias a ellos es en lo único que nos distinguimos en ese momento- dijo Esther.
Solo tres palabras se repetían una y otra vez en su cabeza mientras sus amigas le contaban todo aquello -¿Por qué yo?-
- Porque te gusta el sexo, lo hemos sentido cuando hemos estado juntas. Sabemos que ahora estás todavía un poco reprimida, que eres muy tímida, pero si te quedas con nosotras experimentaras cosas increíbles que ahora ni siquiera eres capaz de imaginar- dijo Sabrina.
-Sí, y además todo el mundo es muy amable, te tratan muy bien y estás cien por cien segura de que nadie te contagiará ninguna enfermedad de transmisión sexual, ya que nos hacemos chequeos médicos cada seis meses, y como todo el mundo encuentra aquí todo el sexo que quiere a nadie se le ocurre ir a buscarlo a otro lugar, por lo que seguimos seguros de contagios. Además tampoco corres el peligro de que ningún loco intente violarte o hacerte daño o algo que tu no desees, aquí hay mucha seguridad. En cuanto alguien dice “no” se para al instante, y si no lo hace hay que denunciarle y se le expulsa. Aquí no consentimos comportamientos violentos a menos que no sean consentidos, claro, y aún en ese tipo de prácticas sexuales hay límites-
-Lo estáis poniendo como si esto fuera el paraíso-
-Es que lo es. En serio, no se puede describir con palabras hasta que no lo experimentas. ¿Por qué no nos acompañas y lo compruebas por ti misma?- le dijo Sabrina.
Ella las siguió hasta una pequeña habitación. Era como una sala de cine con unas diez butacas y una televisión de plasma de unas sesenta pulgadas. Sabrina se situó a la derecha donde había una mesa con un ordenador y comenzó a toquetear, pronto la televisión se encendió y se vio una escena que parecía sacada de una película porno. Dos hombres completamente desnudos y erectos estaban follándose a una rubia que llevaba una máscara de color violeta. El que llevaba la máscara roja y negra la estaba dando por culo mientras que al otro, ella le estaba devorando la polla como loca. Los gemidos de los tres inundaron la sala y treinta segundos después, la imagen cambió a otra, esa vez eran dos mujeres, una de ella le comía el coño a la otra que gemía en voz alta. La imagen volvió a cambiar a dos mujeres con un hombre y así varias veces más.
Berta no salía de su asombro -¿Podéis ver todo lo que pasa?-
-Claro, es una medida de seguridad. Se graba todo para comprobar que nadie es obligado a hacer algo que no quiere-
- Y después lo borráis ¿no?-
-No. Se guarda y los videos más interesantes se cuelgan en la web-
A Berta la entró un ataque de pánico y a punto estuvo de salir corriendo de allí –Pero es una web privada- añadió Esther -Solo los socios podemos entrar. Un par de nuestros compañeros son expertos informáticos. Tiene tantas medidas de seguridad que ni el mejor de los hacker sería capaz de entrar-
-Para acceder tienes que ser socio. En el momento en el que te das de alta se te asigna un número de teléfono móvil que solo podemos usar entre nosotros y una contraseña. Cada vez que intentes entrar en la intranet el sistema, automáticamente, te enviará un sms con una clave que caduca a los tres minutos de enviarla. También tienes que elegir un nuevo nombre para usarlo entre nosotros y se te toman las medidas para el antifaz. En cuanto lo tengas hecho se te asigna como tu avatar para la intranet, en ese momento puedes participar en los foros y puedes ver los videos y dejar comentarios-
-¿Y lo que ha pasado entre nosotras estos fines de semana también está grabado?- preguntó asustada.
-Todo grabado, pero no te preocupes, si alguno de ellos se llegara a colgar en la web se te taparía la cara y las partes de las conversaciones más comprometedoras se borrarían. Como ya te hemos dicho antes, la privacidad es lo más importante- dijo Sabrina.
-Pero yo no he visto ninguna cámara-
Esther le guiño el ojo derecho –Ocultas, para que no estemos más pendientes de ellas que del sexo-
Las tres se quedaron en silencio, ella intentando procesar toda la información recibida.
-No esperamos que nos des una respuesta inmediatamente. Piénsatelo, pero necesitamos saber algo antes del fin de semana. Si aceptas puedes venir el viernes después de trabajar y comenzamos los tramites, si no aceptas, bueno, está será la última vez que nos veamos. No podemos volver a tener contacto entre nosotras. A mi la verdad es que me daría muchísima pena que eso sucediese, porque te he cogido mucho cariño, pero esas son las normas- dijo Esther.
…
La semana había sido muy extraña, no podía parar de pensar en la proposición que le habían hecho sus amigas. Sabía que tenía que darles una respuesta antes del viernes pero estaba echa un lío. Por un lado le asustaba aceptar, pero por otro, la idea de todo lo que conllevaba La Posada le gustaba, de hecho era justo lo que ella necesitaba.
El miércoles le había enviado un mail a Sabrina contándole sus indecisiones y sus miedos. El mantener relaciones sexuales con desconocidos no terminaba de convencerle del todo, había algo en todo ello que le hacía sentirse nerviosa, le hacía sentir que había algo detrás de todo aquello que no estaba tan bien como le querían hacer ver.
Su amiga le había contestado que podría probar durante un tiempo y que si no se sentía cómoda podría marcharse, dejar La Posada para siempre. Le recordó que allí nadie hacía nada en contra de la voluntad de nadie, pero que tuviese claro que no podría contarle a nadie absolutamente nada sobre lo que allí ocurría.
Después de mucho pensar y darle muchas vueltas a las cosas, al final, el viernes por la mañana, nada más llegar a su trabajo, envió un mail a Sabrina. Solo decía “Acepto”
Las tres amigas habían quedado para el sábado por la mañana para ayudar a Berta con los trámites para hacerse nueva socia de La Posada.
En ese momento, mientras Berta llamaba a la puerta de La Posada ya no le parecía tan buena idea haber aceptado la proposición de sus dos nuevas amigas.