La posada
Un pueblo en fiestas y no hay mucho donde elegir para hospedarse.
-¡Cómo!¿Con moros y negros?¿Pretende usted que duerma con desconocidos en una habitación comunal?- Vociferó el hombre que estaba delante de mí en la modesta pensión de aquel pueblo en fiestas- ¿Y mi mujer?¿Ha pensado usted en mi mujer?¿La saco al pasillo a dormir?
-Lo siento señor- contesto con flema la mujer que atendía la recepción y que tenía toda las pintas de ser la dueña- Sólo queda una habitación comunal con cuatro camas. Es muy grande, y en cada ala hay dos camas a mucha distancia entre sí los dos pares…..
-¡Pues toda para usted, señora!- Y echando humo por las orejas salió hacia la calle, atestada de gente, donde le esperaba una madurita de buen ver y con cara de aburrimiento.
-Buenos días, joven ¿En qué puedo ayudarle?
-Buenos días, señora. Necesito pasar un par de noches en el pueblo…
-Como ya habrá oído….
-Sí -le corté- y no me importa compartir habitación.
Su cara se ilumino con una sonrisa
-Bien, entonces tengo sitio para usted. Y no se preocupe que todas las personas a las que recibo en esta pensión son gente de fiar, no importa la raza o la religión.
-No tiene ni que decirlo. No tengo problema. Cuando hay necesidad….
-¡Claro!. Le puedo asegurar que lo más probable es que sea la única habitación libre en todo el pueblo hasta dentro de dos o tres días. –dijo mirando hacia la pareja que ahora discutía en la calle.
Me inscribí en recepción, me dieron la llave y hacía allá que me fui.
Era una habitación realmente muy grande. Supongo que sería algún almacén antiguamente en el tope del edificio y la había acondicionado como dormitorio. Conforme se entraba había un largo y ancho pasillo, se podría decir que una habitación en sí misma, que acababa en otra habitación larga y honda que formaba una T con el pasillo de entrada. Todo el frontal eran ventanas grandes y anchas, en la mitad había una mesa de campo con un par de sillas y un jarrón de flores que dividía, por así decirlo, las dos alas. Como el baño quedaba en la parte izquierda del final del pasillo de entrada me dirigí hacia el ala izquierda, y como hacía calor cogí la cama que estaba bajo la ventana. Mi cama dejaba un buen trecho hasta ella a su derecha, con sendas mesillas de noche a ambos lados. Un biombo de lienzo separaba el ambiente entre mi cama y la de al lado.
Acomodé la maleta, saque algunas cosas y, con el neceser en la mano y las toallas que me habían dado, me dirigí al baño a darme una ducha. El baño era muy amplio, antiguo pero limpio y bien acondicionado. A la entrada en la izquierda había un bidet, y siguiendo esa pared una enorme bañera con ducha aunque sin cortinas. En la pared del fondo el inodoro y un mueble de baño. La pared frente a la ducha, la que daba al ramal izquierdo de la habitación comenzaba con un gran espejo de suelo a techo, seguido de un mueble lavabo y ya la pared desnuda hasta la puerta de entrada. Acomodé mis cosas en el lavabo y observé que en el lado derecho del mismo, a la altura de mi ombligo había un agujero, bien redondo, en la pared. No era muy grande pero si bien visible. Me asome y vi al fondo el biombo y parte de la otra cama.
“Vaya!”-pensé con morbo-“Aquí se lo pasan bien…”
Me duche a conciencia, pues hacía bastante calor a esas últimas horas de la tarde. Luego de secarme me dí una buena ración de crema hidratante en el ano y recto, introduciendo lentamente pero bien profundo tres dedos repartiendo la lechada. Esto siempre lo hago dos o tres veces al día tras darme una ducha rectal, pues me gusta tener el culo limpio y preparado.
Mientras me daba crema me observaba en el espejo. No lo he dicho, pero tenía entonces veinte años, rubio oscuro, ojos celestes, cara angelical (que a veces me hacía pasar como niña si me disfrazaba), no muy alto, delgado pero no escurrido, cintura estrecha un culo que muchas veces me habían dicho que parecía de chica. Con el pie derecho en el filo de la bañera me daba, como digo, mi ración cremosa y me miraba al espejo. De pronto me pareció ver una sombra moverse a través del agujero, pero pensé rápidamente que sería alguna sombra que desde la ventana de enfrente se habría proyectado sobre la pared.
Terminé y, con una toalla enrollada en la cintura, recogí mis bártulos y me dirigí hacia mi cama. Me llevé un sobresalto tremendo al ver a un tío en calzoncillos deshaciendo su petate en la cama de al lado de la mía…la que estaba frente al agujero. Menos mal que estaba oscureciendo y no creo que viera como enrojecía ante la sospecha de que era él la sombra que había apercibido desde el baño. De lo que sí debió darse cuenta es de como mi mirada se quedó prendida del pedazo de paquetón que se perfilaba en sus calzones.
-Salaam Aleikun, buenas tardes amigo –me dijo con una media sonrisa.
-Aleikum Salaam, amigo. Buenas noches.-contesté. Se ensancho su sonrisa, supongo que por haberle contestado con corrección, pero quizás también porque notó como seguía mirando de reojo su bulto, o también porque me había visto a través del agujero toda mi toilette anal.
Aun algo sonrojado seguí mi camino hacia mi cama deseando que me estuviera mirando el culo con deseo… Abrí la ventana mientras oía tras el biombo los preparativos de mi vecino magrebí para ir al baño. Entró y escuche el agua caer en la ducha y mi curiosidad, como un cuchillo en mi cerebro se abrió paso hasta mis pies que me dirigieron de cabeza, o mejor dicho de ojo, al agujero a espiar.
Allí que me asomé… y ahí estaba. Secándose tras la ducha, un cuerpo moreno y atlético. Tendría unos cuarenta, peludo, y pollón grueso y largo, con unos huevos colgones y bien gordos también. Mi mano se me fue a mi ano y metiéndome tres dedos me deleité contemplando los bamboleos de ese conjunto de pollón y testículos mientras se lo sobaba dándose un aceite aromático que me quitaba el sentido. Me pareció en cierto momento que se demoraba sobándose frente al agujero, como si sospechara, o deseara, que yo estuviera ahí mirando. Se pajeaba suavemente la polla con el aceite, su glande cabezón brillante y terso. El muy cabrón sabía que le estaba mirando. Deseé que el agujero fuera más grande, que se acercara y metiera su polla por el para que yo se la mamara….uf!, haría locuras… y pareció leerme la mente, porque se acercó al espejo a mirarse la cara y dejó su miembro colgante tan cerca de mí que podía oler su aroma a polla limpia y aceite aromático. Estaba a sólo unos centímetros de la pared, podría haber metido un dedo y tocarla… pero no me atreví, tan sólo me quedé ahí disfrutando de su rico aroma. Se dispuso a salir, así que yo rápidamente me fui a mi cama, desnudo y excitado, me acosté y me tapé la cintura y las caderas con la sábana y con la brisita que ahora entraba por la ventana me dispuse a pasar la noche.
Oí como se acostaba al otro lado del biombo y como daba vueltas en la cama. Tampoco podía dormí supuse, deseé que estuviera planeando como acercarse a mí y follarme el culo bien a fondo. Pasaron unos minutos. Le oí levantarse, encender un cigarrillo y dirigirse a la ventana abierta. Aquí viene, me dije.
Me hice el dormido, tapado mi culo apenas por la sábana sabía que desde donde se había puesto se me veía bien. Lo oía fumar. Me di la vuelta y fingí asustarme: estaba desnudo, apoyada su espalda en el alfeizar de la ventana, su polla morcillona y gorda mirándome implacable. Con su sonrisa medio torcida me dijo:
-No te asustes. Hace mucho calor para dormir y me vine a fumar a la brisa.
A mis veinte años estaba curado de espanto y sabía perfectamente cuando se iniciaba una danza de seducción. Así que me dejé llevar y le dejé hacer. Yo iba a cumplir el papel de chica en lo que se aproximaba, así que me metí en el papel, pero sin afeminamientos.
-No me asustas. Es sólo que no te esperaba ahí…. tan pronto.
-Jajaja..-rió- ¿Tan pronto?
-Es una forma de hablar –dije y lentamente salí de la cama y sin mirarle me dirigí a la ventana a su lado izquierdo. Me asomé a contemplar la calle…. Para que pudiera contemplar mi culo. Su polla brincaba de deseo, me la imaginaba ya babeante, pero el permaneció sereno. Se dio la vuelta y tiró la colilla por la ventana- La verdad es que hace muy buena noche- continué.
Con un movimiento suave y casi imperceptible acerqué mi cadera a su cadera. Mi piel ardía a su contacto: sólo pensaba en echarle la boca al rabo!
-Sí –dijo depositando suavemente su manaza en mi cintura. Me estiré en el alfeizar como un gato y su mano empezó a acariciarme haciendo camino hasta mis nalgas. Le miré de reojo con una media sonrisa y noté el apretón suave pero firme de su manaza en mi culo. Aunque me moría de ganas de agarrarle la polla me demoré para que el llevara la iniciativa.
Así estirado sobre el alfeizar se fue colocando el tras de mí y comenzó a frotar su rabo, cada vez más hinchado y duro, por toda la raja de mi culo, mientras sus manos me separaban las nalgas…. Luego se agachó, y con el culo abierto comenzó a lamerme el ano como si fuera un coño. Me dejé hacer y se lo abría al compás de su lengua, moviendo mis nalgas para acrecentar el contacto de su boca. Su lengua gruesa entraba muy adentro, se retorcía en mi recto y salía, para volver a entrar.
Ya no podía más. Me separé de él y le empujé suavemente hasta sentarlo en la cama. Me arrodillé entre sus piernas y cogí con dulzura sus huevazos, se los amasé con suavidad con una mano, mientras que con la otra me apoderé, por fin, de su miembro tenso y venoso, haciendo le una paja lenta. Recorría con delectación todo ese pedazo de carne grueso, inspirando su aroma, haciéndoseme el culo agua y, en cuanto vi que surgía la primera gota de líquido seminal, me lo llevé a la boca y mamé. Como no me cabía toda en la boca succioné su glande, lo lamí, lo chupé, hice todo lo que sabía hacer con mis labios y mi lengua mientras que seguía con mi masaje de huevos con una mano y mi pajote con la otra.
Cuando note que sus venas se hinchaban aún más y su rabo parecía querer estallar, me despegué de el, cogí de mi maleta un tubo de lubricante y me lo extendí por el ano ante el, quería que me mirara hacerlo, aunque no pensaba que se excitara más, sólo para demorar el momento. Con el sobrante de crema le acaricié la polla en su extensión y me la fui acercando a mi culo.
Seguramente fue el lubricante, o el aceite que el llevaba, o lo duro que tenía el rabo o lo abierto que tenía yo el culo por el masaje y la excitación, pero lo cierto es que me entró entero a la primera sentadilla que hice. Me quedé así empalado unos segundos, disfrutando de tener el recto relleno y notando la impaciencia que mi amigo tenía por follarme el culo, y comencé a subir y bajar suavemente hasta que salía por entero y sentía su púbis en mi ano, es decir, la metía y la sacaba entera y al completo.
El notar como mi ano se dilataba al máximo al paso de su cipote me hacía temblar de gusto.. Seguí con el sube y baja hasta que él, cogiéndome las caderas apretó su rabo bien adentro y explotó entre gemidos. Su leche salió espesa y caliente, a presión, entre los labios abiertos de mi ano. Yo apreté con fuerza y logré así un par de chiquetazos de semen extra para mi recto.
Me saqué su polla, algo menos tensa, de mi culo y me tumbé boca abajo en la cama a su lado. El seguía, boca arriba, respirando con agitación, recuperándose del orgasmo. Yo, sin embargo, seguía excitadísimo pues no me había corrido, aun así estaba satisfecho.
Al rato noté su mano acariciándome la espalda, el culo, la nuca….. yo volví mi cabeza sonriendo y él se puso de rodillas frente a mí, acercando su gordo capullo a mi boca para que lo chupara. Yo obediente chupé, y chupe. Su pringosa polla estaba bien rica, me deleite con la mamada con sabor a leche y efluvios, ya que ahora me cabía un buen trozo. Así que aproveché y tragué un buen cacho ya que ahora, morcillona como estaba, me cabía hasta la garganta. Cogí sus huevos y los amasé mientras succionaba con fruición su polla, tragándomela hasta la garganta. Pero al poco, noté como la cosa se hinchaba de nuevo y, con gran disgusto por mi parte, la tuve que sacar de mi boca, para contento de mi culo.
-¡Qué bien la chupas!¿Mira cómo me la has puesto de nuevo!
No le contesté nada. Tan solo me separé de él un poco y me puse en pompa en el borde de la cama, con mis manos abrí mis nalgas y. ofreciéndole mi ano bien abierto, le dije con picardía:
-¿Me follas otra vez?
No se hizo de rogar. Se puso tras de mí y paseó el cabezón hinchado de su polla por mi ano. Yo seguía con atención sus movimientos con mi culo, mientras seguía abriendo a tope con las manos mi ansioso ano. Con lo dilatado que estaba y con lo repleto de leche y lubricante que me lo había dejado en la anterior follada sólo tuvo que escupir y dar un empujón de caderas para que entrara del tirón hasta la mitad. Di un respingo y noté con deleite como la sacaba entera y acometía hasta a mitad de nuevo. Así siguió con este ritmo durante un rato: metida hasta la mitad, espera, sacada entera, espera, metida hasta la mitad…
Yo con esta follada estaba decidido a correrme, así que me sobaba la polla y los huevos, o estiraba el brazo y se los sobaba a él. Era una delicia sentirlos en mi mano, bamboleantes y gordos. Al rato de un golpe la metió entera y empezó a folllarme más rápido hasta el tope, con lo que mi placer se duplico al sentirme lleno de carne por dentro. Me folló así durante un buen rato, más del doble que con el otro polvo, con lo que aproveché para pajearme mientras se afanaba por romperme el culo. Sentí como me cogía de la cintura y apretaba sus pollazos, supe que iba a terminar, así que me concentré y comencé a correrme un poco antes de que él lo hiciera de nuevo. Me giré con rapidez y me escupió los restos de su espesa leche en la cara y la boca que yo mame, chupé y lamí con delectación. Conforme su polla decrecía, más adentro de mi boca me la metía para mamarla suavemente.
Caímos ambos exhaustos en la cama, sudando a chorros y satisfechos hasta el éxtasis de la follada.
Me levanté, dejando a mi macho tirado en la cama y me fui al baño a asearme, refrescarme y lavarme la boca, toda pegajosa y agria de semen.
Cuando salí ya se había ido a su cama y roncaba suavemente. Me acerqué a su fláccida polla y le di unos lametones y chupadas. Pero no reaccionó y me dijo que estaba seco. Le dejé en paz y me volvía a mi propia cama. A pesar de haberme corrido aún seguía caliente y con ganas de rabo.
Mientras pasaba a mi zona un movimiento fugaz en mi límite de visión, en la otra zona de la habitación, me alertó. Vi una sonrisa blanquísima luciendo allí al fondo del otro ala y, con la luz de un coche que pasó en aquel momento, vi que correspondía a un muchacho joven, negro chocolate que con el torso desnudo me hacía señas desde su cama para que me acercara.
Yo ya tenía el culo alborotado después de los dos polvazos que me había tirado el moro, sentía el ano abierto, gomoso y palpitante.
Me acerqué a el sin vergüenza alguna ni pudor, y conforme me acercaba se iba recostando en la cama quedando del todo tumbado a mi llegada, desnudo excepto por la sábana que tapaba su zona genital.
No me dijo nada, ni yo a él, pero el bulto bajo la sábana me señalaba la acción que tenía que llevar a cabo como si hubiera sido la orden de un coronel a un recluta.
Me arrodillé a su lado sobre el colchón, en el espacio que me había dejado y fui deslizando despacio el lienzo blanco que le cubría, hasta dejar al descubierto toda su virilidad… y había mucha virilidad.
Un trozo de carne tenso, largo y grueso se erguía ahora libre ante mí. Lo agarré con la mano y comencé por amasarle la gruesa base del falo, mientras que con la otra mano agarré sus huevos, sobando todo el conjunto a la vez que me iba acomodando entre sus piernas abiertas.
Era un gran cipote: muy grueso, sobre todo en el centro. Su glande era más pequeño que el del moro, por lo que pude mamarlo un buen rato un buen trozo de polla. Su tronco venoso mostraba la tersura y potencia de su juventud, ya que le calculaba apenas unos años mayor que yo. Sus testículos eran menos colgones que los del magrebí, pero también gordos. Los estiré y amasé mientras que, con su glande entrando y saliendo entero de mi boca mamona, seguía pajeándole.
Al rato me la sacó de la boca y, agarrándome con fuerza, me volteó con la espalda al colchón, sujetó mis tobillos forzando a mis rodillas a flexionarse hacia mi pecho y comenzó a frotar su polla en la entrada de mi culo.
Estiré mi mano atrapando su verga y comencé a pasar deprisa su capullo por mi ano, dejando que entrara un poco en cada pasada, haciendo presión para ayudarle a abrirlo. El empujaba a destiempo por mi control, queriendo entrar, gozando tanto de la sensación del roce como del sonido de chapoteo de la rápida entrada y salida de su capullo.
Cuando ya no pudo aguantar más dijo algo en su idioma y yo quité mi mano de su rabo. De un solo movimiento, fluido y potente, metió todo su rabo dentro de mi recto. Comenzó a bombearme mientras sujetaba mis piernas. Yo acariciaba sus huevos y la parte del trozo de carne que salía tras cada embestida. Le sujeté la cintura con mis piernas y el comenzó a darme por el culo más rápido. Entraba y salía entero, con ritmo y facilidad. Su vientre, caliente y duro, masajeaba mi miembro a compás. Al cabo de unos instantes deliciosos comenzó a correrse abundantemente… pero no paró. Siguió follándome el culo, lentamente pero hasta el fondo. Yo quería correrme ya, pero esa posición no me lo facilitaba.
Le pedí que me cambiara la posición y escogí mi preferida. Con el ano re-dilatado y chorreando leches, me puse al borde de la cama con el culo en pompa, bien ofrecido. El se dispuso detrás mío, pajeándose suavemente, esperando a que terminara de posicionarme. Cuando así fue me giré torciéndome un poco y, abriendo mis nalgas con las manos, le ofrecí mi ano abierto de par en par:
- Ahora, fóllame de verdad….
Me la metió de un golpe, me cogió de las caderas y me folló el culo constante hasta el fondo. De vez en cuando la sacaba entera, esperaba unos segundos y volvía a meterla entera. Así sí. Así me corrí.
Mientras me corría y mi ano se apretaba con fuerza y espasmódicamente en torno a su polla, sintiendo por completo sus hinchadas venas serruchando blandamente mi recto, el se corrió de nuevo… y los cada vez más grandes espasmos del orgasmo de mi culo expulsaron con fuerza cuajarones de lefa por las comisuras de mi ano, chorretones espesos que caían lentamente por mis muslos mientras que mi propia leche salía con fuerza de mi polla y se derramaba en las sábanas.
Con las palpitaciones residuales de su rabo dentro de mi recto me fui desmadejando encima de la cama. Al poco salió de mi interior y se tumbó al lado, mientras que su polla iba relajándose a ojos vista.
No sé cómo, pero al parecer tuve fuerzas suficientes para llegar con las piernas temblando hasta mi cama y quedarme dormido.
Y así transcurrió mi primera noche en “La Pensión de Marga”….
¿Cómo serían las siguientes si se quedaban estos dos?