La porrista virgen

Historia de mi orgiástico debut sexual con parte del equipo de fútbol americano el día de mi cumpleaños.

Me crié en Estados Unidos, pues mis padres tuvieron que mudarse por trabajo. Las conversaciones de este relato ocurrieron en inglés, pero para que sean entendibles las he puesto en español.

Desde muy pequeña, creo que con apenas 6 años, ya sentía cierta incomodidad con mi género, pero era demasiado pequeña como para saber o siquiera entender qué es el género. Me sucedía que no me sentía atraída hacia las típicas actividades masculinas o no compartía los mismos gustos que mis compañeros varones. Por el contrario, sí me sentía atraída hacía todo aquello que le gustaba a las chicas. Ya unos años más tarde me fui haciendo consciente de que me hubiera gustado más haber sido chica, y cuando me imaginaba en mi adultez prefería imaginar cómo sería siendo una mujer adulta en lugar de un hombre. Finalmente, cuando llegué a la adolescencia, no solo me di cuenta de que quería vivir como una mujer, sino también que para ese entonces sabía que era posible. Ya había visto y leído muchas historias de varones que decidían cambiar de sexo y continuar viviendo como mujeres.

Les dije a mis padres, que para ese entonces ya habían notado que no era como el resto de los chicos, y me apoyaron en todo. No tarde en iniciar el tratamiento hormonal, me dejé crecer el cabello, comencé a vestirme como chica y adopté el nombre de Sarah.

Mi cambio fue muy bien recibido por todos. Continué yendo a la misma escuela y todos me aceptaron muy bien. Ya en pleno siglo XXI los cambios de sexo no son nada fuera de lo común y hay gran nivel de aceptación. Cómo chica hice más amistades. Antes me llevaba bien con todos en la escuela, pero no compartía intereses con los demás chicos, por eso no había entablado amistades sólidas hasta entonces. Pero una vez que me transformé en Sarah me hice de un gran número de amigas.

La historia de este relato transcurre durante mi último año de secundaria. Para ese entonces llevaba una vida común para cualquier chica de la edad. Tenía varias amigas con las que me juntaba y salíamos a divertirnos. Yo había conseguido verme tan femenina que no se notaba que era transexual. Medía 1,72, tenía la piel bien blanca y muy suave; yo era bastante delicada físicamente, pero estaba en buena forma ya que hacía ejercicio. Mi cabello era bien negro y me llegaba hasta media espalda. Además del tratamiento hormonal me había sometido a una cirugía para reducir al máximo la nuez de adán. Mi rostro tenía rasgos finos, femeninos y delicados.

A pesar de ser bonita y femenina todavía no había estado con ningún chico. Todos en la escuela sabían que era transexual y la mayoría me conocía de antes de mi transformación. Así que asumí que quizás nadie se sintiese atraído por una trans, o quizás alguno si tenía interés en mí pero le temía al “qué dirán” por salir con una trans. Por mi parte no me animaba a tomar la iniciativa con ningún chico por miedo a que me rechacen, pero mi miedo era a que me rechacen justamente por ser trans. Aunque me angustiaba no haber estado con chicos tampoco estaba tan apurada, la mitad de mis amigas también era virgen aún, solo que yo era la única que ni siquiera había sido besada.

Cómo decía, la historia de este relato transcurre durante mi último año de secundaria. Era la final del torneo interescolar de futbol americano y nuestro equipo tenía la oportunidad de salir campeón por primera vez. Todos en el colegio estábamos muy excitados, yo sobre todo, pues estaba en el equipo de porristas y además coincidía con mi decimoctavo cumpleaños.

Había estado repitiendo la coreografía durante más de una hora, pero no estaba cansada; al contrario, estaba llena de energía y rebosante de alegría ¡Habíamos ganado! Luego de la ceremonia de premios y de abrazarme con cuanto alumno y alumna de la escuela me cruzase, me dirigí hacia el vestuario donde ya estarían la mayoría de las porristas. La noche recién empezaba, pues teníamos una fiesta organizada. Sí ganábamos, la fiesta sería para festejar la victoria, y si perdíamos, la fiesta sería para ahogar las penas de la derrota. La misma fiesta servía para celebrar mi cumpleaños, yo misma había puesto mucho dinero para no faltase ni alcohol ni comida.

Mientras iba por el corredor me crucé con Ian y Samuel, dos miembros del equipo. Ya se habían duchado y cambiado. En cuanto me vieron se dirigieron directamente hacia mí.

—Sarah!! Feliz cumpleaños!!—dijo enérgicamente Samuel. Me abrazó con fuerza y me dio un beso en la mejilla. Ian hizo lo mismo y a mi parecer esos abrazos habían sido demasiado cariñosos.

—Ya me habían saludado antes del partido, lo olvidaron?

—No, solo queríamos saludarte de vuelta—dijo Ian.

—Qué bueno que te encontramos!—dijo Samuel—te tenemos una sorpresa por tu cumpleaños. Ven! acompáñanos!

No me dieron tiempo ni a responder que me ya me arrastraban por el pasillo. Me habían tomado cada uno de un brazo y me obligaban a caminar con ellos. Yo estaba sorprendida porque tuviesen una sorpresa para mí, pero también estaba ansiosa.

Llegamos al vestuario del equipo y nos metimos. Apenas entré y observé a mi alrededor me sentí fuera de lugar. Además de Ian y Samuel que habían entrado conmigo, aún quedaban allí dentro otros cinco miembros del equipo: Thomas, el capitán del equipo; Jack; Michael; Sean y Mark. A excepción de Ian y Samuel, ninguno estaba completamente vestido. Thomas y Sean solo llevaban una toalla en la cintura, y era de suponer que no llevaban nada debajo; Jack y Michael solo vestían un bóxer y Mark llevaba un pantalón.

Cuando me vieron entrar, todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se dirigieron hacia mí saludándome por mi cumpleaños. Cuando vi que no detenían su paso y que iban rumbo a abrazarme a pesar de estar semidesnudos me puse toda rígida por los nervios. Sean me abrazó de frente y me besó directamente a los labios.

Mi sorpresa por la situación era inmensa. Lejos de cerrar los ojos como se hace durante un beso, los abrí lo más que pude y miré para todos lados para ver que hacían los demás, pero ninguno mostraba la más mínima señal de sorpresa. En seguida sentí a alguien abrazarme por detrás. Era Jack, quien solo vestía un bóxer y pude sentir su bulto apretarse en mi cola.

Sean solo me besó los labios unos segundos, me soltó y entonces Jack me giró para besarme él. Y mientras me besaba, metiendo su lengua en mi boca, comencé a sentir manos por todo el cuerpo.

—Eres hermosa Sarah! Todos aquí estamos cachondos contigo!—era Michael quien hablaba.

Yo sentía una mezcla de nervios, miedo y excitación, pues sus caricias me hacían sentir muy bien. Me besaron algunos más, cada vez se animaban más y me besaban con más pasión. Sus manos ya me tocaban por todos lados. Eran muchos y me estaban tomando por la fuerza, estaba super nerviosa y que sentía un poco de miedo, pero a pesar de todo eso, yo estaba excitadísima. Los siete me parecían atractivos y como eran jugadores de futbol americano todos eran atléticos, y algunos bastante musculosos. También eran todos más altos que yo.

Cuando me dieron un respiro de los besos noté que ya estaban casi todos completamente desnudos luciendo sus erecciones. Ninguno la tenía más chica que yo, salvo por Sean, que la tenía del mismo tamaño que yo. Manos de todos lados tiraban de mi traje de porrista para quitármelo. Me sacaron la remera, la pollera y el corpiño. Jamás había estado tan desnuda frente a algún chico. No me había operado los senos, pero me crecido lo suficiente como para hacerse notorios incluso con una remera puesta. Instintivamente me llevé los brazos al pecho para taparme los senos, pero desde atrás y sin que yo lo viese venir, Thomas tomo mis bragas y me las bajó por completo. Ahora sí estaba totalmente expuesta y todos podían ver mi erección que delataba lo excitada que estaba. Solo me dejaron puestas las medias rojas y amarillas que me llegaban hasta las rodillas y las zapatillas.

Ian me tomo la cara, me beso fuerte los labios y luego empujo suavemente mi nuca hacia abajo. Automáticamente me puse de rodillas y sujeté su polla con la mano. Llevé mi mano a su polla instintivamente, por lo rápido que iba todo temía que me la metiese en la boca de golpe y me diese arcadas. Me acomodé el cabello detrás de las orejas para que no me molestase y luego me metí su pene en la boca.

Era caliente y dura, pero la piel que recubría el falo se sentía muy tierna dentro de mi boca. El sabor de me gustaba mucho. Con su mano acompañaba los movimientos de mi cabeza mientras chupaba. Ian suspiraba complacido. El resto de los chicos se tocaban mientras me observaban mamar. De pronto uno me agarro una mano con la que sujetaba la base de la polla de Ian y me la llevo hasta su polla para que lo masturbe.

—Oye, déjala. Es uno a la vez! Ahora es mi turno!

—¿Qué problema tienes? Si te la sigue mamando.

—Quiero que me masturbe lo que no le entra en la boca, tal como estaba haciendo.

—Pero nosotros también queremos que nos la chupe!

—Cómo dije, es uno a la vez. Quiero correrme y no me podría correr si te la está chupando a tí!

Mientras sucedía este intercambio de palabras, Ian había tomado mi mano para que suelte esa polla y vuelva a tomar la suya. Y se la chupé y la mamé y la disfruté durante unos minutos hasta que me advirtió que se correría.

—Sí sí!!! Sí!! No dejes de mamar!! Que me voy a correrrr OOH OHHHOHH!!!

Si hubiera querido apartar la cabeza no habría podido, pues me lo impedía con su mano. Su semen, espeso y caliente, llenó mi boca y me lo tragué todo. El sabor se me hacía raro, pero la consistencia cremosa era exquisita al paladar. En cuanto se la solté se dejó caer en un asiento todo abierto de piernas, brazos extendidos y la mirada perdida en el techo; había quedado más que satisfecho con mi mamada.

Enseguida vino Sean y me la metió en la boca. Otros dos me tomaron las manos para que les masturbase a la vez que mamaba. ¡Tres pollas a la vez! No lo podía creer. Jamás me había imaginado en una situación así, y mucho menos para mi primera vez.

Se las chupé un poco a cada uno. Ninguno se corrió. Estaba mamando la última, la de Samuel, hasta que se separó de mí quitándomela de la boca. Enseguida Jack me tomó del brazo y me arrastró hasta un cambiador vacío. Los cambiadores eran unos espacios cuadriculares de menos de un metro cuadrado, pero al que le faltaba un lado, no tenían ni puerta ni cortina ni nada. Jack me metió allí con mi espalda hacia al lado abierto. Estaba encerrada. Apoyé ambas manos contra la pared o Jack haría que me la lleve puesta. No es que fuesen brutos, sino que estaban muy excitados y ansiosos por hacerme suya. Y yo a mi vez estaba ansiosa por que me hagan suya, así que no me molestaba en absoluto si me arrastraban un poco de acá para allá.

Jack separó mis pies hasta que hicieron tope con las paredes. Me metió la mano en la cola y yo suspiré gustosa. Su mano estaba húmeda, tenía saliva. Luego me tomó con ambas manos de la cintura y comenzó a metérmela. Yo era virgen, pero mi ano no tanto. Hacía casi un año que me había comprado mi primer dildo y para ese entonces ya tenía tres. Mi ano se dilató rápido y enseguida se acostumbró a su intruso fálico; no así el resto de mi cuerpo.

La sensación de una polla taladrándome el ano mientras un hombre me sujetaba de la cintura y la empujaba con fuerza era totalmente distinta a la sensación de un consolador manipulado por mí misma. Enseguida comencé a gemir. No tenía idea de que fuese tan onomatopéyica al gozar. Es que al masturbarme en mi casa no podía hacer ruido alguno o mis padres escucharían. Además nunca había sentido un placer tan intenso, y al masturbarme, yo podía controlar el placer que sentía. Aquí las oleadas de placer se desplazaban descontroladamente por todo mi cuerpo a medida que Jack presionaba mis partes más íntimas con su polla.

Pasados unos minutos la sacó, la apuntó a mi espalda y comenzó a masturbarse. Me apuré a correr mi cabello por encima del hombro y dejé que cayese por delante de mi cuerpo. Enseguida sentí los chorros semen caer encima de mi espalda y mis omoplatos, un chorro incluso llegó al hombro; por suerte era el hombro opuesto al que caía mi cabello.

Apenas tuve un respiro de la follada de Jack que Michael me puso saliva en la cola y me la metió. Me follaba con más fuerza aún y mi polla erecta se movía enloquecida dando latigazos contra mi cuerpo.

—Gimes muy rico! Me excitan mucho tus gemidos!—dijo Michael mientras me follaba.

—A mí también me excitan mucho sus gemidos. Ya quiero follarmela yo para hacerla gemir!!—Era Sean quien hablaba.

Cuando Michael estaba por correrse la sacó y se corrió en mi espalda. Yo estaba agitadísima por la sacudida que me daban mientras me follaban. De no ser por estar contenida dentro de ese cubículo que era el cambiador, no sé si habría podido mantenerme en pie; las piernas me temblaban.

Luego me folló Sean y le siguió Samuel. Ambos se corrieron en mi espalda también, la cual ya estaba empapada con cuatro corridas. Ahora era el turno de Thomas. Era el que más me gustaba. Era el más atractivo: cabello castaño claro casi rubio, ojos verdes, y ya le crecía una barba muy sexy. Medía 1,85 m, era el más musculoso y el que más grande la tenía, 19x5,5 cm. Con una toalla me limpió la parte baja de la espalda pues parte del semen que se había ido cayendo estaba por llegar a mi cola y no iba a ser posible que me follara sin llenarse él de semen. El grosor de su pollo se hizo notar en mi ano.

—Ay aia, ay aya yaay aahahhhahhh!!!!!

—Te duele??—preguntó Thomas.

—No! Para nada!

—Mmmm… sonó como si te doliese.

—Eran gemidos de placer! Sentí mucho placer cuando me la metiste.—le hablaba por encima del hombre y alcancé a ver su sonrisa de satisfacción cuando le dije que habían sido gemidos de placer.

—Bien, pues entonces prepárate para GRITAR de placer!!

Ese último comentario me asustó un poco, pero no mentía. De a poco aumentó el ritmo de la penetración hasta que en menos de un minuto me follaba bestialmente. Y sí! Dejé de gemir para comenzar a GRITAR de placer. Mi goce había ido en aumento a medida que follaban, sentía que mi cuerpo quería estallar en una enorme ráfaga de placer, quería un orgasmo!! Pero no lo había conseguido. Ahora, mientras me follaba Thomas, sentía que el clímax era inminente. Y finalmente llegó.

Grité aún más. Dejé de lado toda vergüenza o pudor que me generase gritar así mientras observaban y oían otros seis hombres además del que me follaba. Me corrí a chorros a más no poder. Creía que no se acababa más, el tiempo transcurría más lento que nunca. Habrán sido veinte segundos de orgasmos, pero parecieron más de un minuto.

Cuando el orgasmo pasó comencé a jadear desconsoladamente. Sentía que los músculos de mi ano y mi polla aún se contraían. Me miré la polla y vi brotar una gota de semen. Parecía inagotable mi corrida. Thomas siguió follandome como si nada hubiera pasado. Yo incliné mi cuerpo aún más contra la pared hasta apoyar mi cabeza sobre mis brazos; ya no tenía más energía para sostenerme.

—¡Se ha corrido!¡Se ha corrido mientras se la follaban!—Samuel, que era el último que quedaba después de Thomas, estaba parado cerca esperando su turno y alcanzó a ver que me corrí.

—¿Y de qué te sorprendes?—le preguntó Michael.

—No sabía que las transexuales se corriesen.

—¿y por qué no? ¿cómo esperas que gocen?

—Pues este… no se… la verdad nunca había pensado mucho en el asunto. Sólo había asumido que al ser mujeres no se corrían. Eso es todo. No es que le vea nada de malo.

En ese momento estaba tan embriaga de placer que apenas podía procesar lo que oía, pero hoy en día esa conversación la recuerdo con mucha ternura.

Solos unos minutos después de que me corriese, se corrió Thomas en mi espalda. Y luego vino Samuel, que la tenía casi tan grande como Thomas. Me folló y me folló varios minutos hasta que la empujó bien adentró y me hizo gemir por la intensidad de la presión. Luego de correrme apenas había gemido, gemidos bajos y suaves solamente, pues ya no sentía ese placer abrumador y además estaba tan exhausta que casi ni energía para gemir tenía. La sacó y se alejó de mí. Se había corrido adentro. Al principio me sorprendió, pero no había nada de malo en eso. Samuel sabía que era el último y que nadie más iba a meter su polla en mi cola así que se corrió donde quiso. Y gracias a eso pude experimentar por primera vez la hermosa satisfacción que produce la sensación del semen saliendo del ano.

Me quedé casi un minuto sin moverme. Necesitaba reponerme y tomar aire. Cuando me di vuelta algunos descansaban desnudos y otros se estaban vistiendo. Me quedé un rato parada, pensativa, acariciándome el cabello con ambas manos. Estaba analizando la experiencia de mi debut sexual. Había sido increíble!!! Más allá de que por momentos habían parecido brutos o poco cariñosos; era porque que estaban demasiados excitados y nerviosos. Me habían tratado muy bien y con mucho respeto. Ninguno había siquiera insinuado que fuese una puta por mamar pollas o gozar mientras me follaban. Sentía mi ano muy dilatado. Incluso sentía un cansancio muscular alrededor del ano y en recto. No me dolía, pero presentía que me iba a doler cuando se me enfriase el cuerpo. Presentía ese dolor muscular que se siente luego de trabajar demasiado un musculo al hacer ejercicio.

Ian era el único que ya sea había vestido. Se había conformado con correrse en mi boca y no me había follado. Estaba mirando su celular, así que me acerqué a él, aun desnuda.

—Tienes hora ahí?—le pregunté.

—Sí.. son 21:45.

—Sabes cuánto duró?

—¿Cómo?

—Durante cuánto tiempo me estuvieron follando? No viste a qué hora comenzaron?

—Sí! Eran las 21 hs. Así que fueron 45 minutos.

—Gracias!

¿45 minutos de sodomía? Ahora estaba más convencida aún de que en la mañana me dolería. Pero no me importaba. Había sido una noche inolvidable y podía dolerme un mes que no me importaría, pues habría valido la pena de todas formas.

—Toma! Deberías quitarte todo ese semen—Thomas me extendió una toalla.

Tomé la coleta que tenía en la muñeca y me hice un rodete con el cabello, cuidando que no me tocase la espalda o se llenaría de semen. Luego con la toalla me cubrí todo el cabello.

—¿Por qué te cubres la cabeza?—preguntó Ian.

—No quiero mojarme el pelo. Sería sospechoso que saliese de la escuela con el cabello mojado. Además no tengo aquí el champú que yo uso. Ahora tengo el cabello espléndido y quiero conservarlo así para la fiesta. Si me lo lavo ahora no quedará igual una vez que se seque.

—Entonces espera. No puedes meterte a la ducha con la espalda así. Te limpiaré el semen con otra toalla y tú luego te lavarás para no quedar pegajosa.

—¿Qué necesidad hay de hacer eso?—pregunté.

—El semen no se lava bien con el agua. No te lo podrás quitar.—Estaba claro que ellos habían tenido una experiencia que yo no. La de masturbarse en la ducha.

Luego de que Ian me limpiase la espalda, me limpie la cola y las piernas por donde chorreaba el semen de Samuel. Fui a una ducha y puse mi espalda bajo el agua, evitando poner la cabeza bajo la ducha.

Para cuando terminé de ponerme las ropas de porrista ya solo quedaban Jack y Michael que me esperaban. Michael se asomó al pasillo y dijo que estaba vacío, así que salí yo también y nos dirigimos al vestuario de las porritas. Mis compañeras ya se habían ido todas. Me cambié las ropas por un vestido para la fiesta. Era un vestido color rojo intenso bastante corto. Luego nos dirigimos al estacionamiento. Revisé mi celular y había incontables mensajes de mis compañeras preguntándome donde estaba y me avisándome que ya partían para la fiesta. Eran demasiados mensajes, y yo ya iba camino a la fiesta en donde las vería, así que ni me molesté en contestar ninguno.

En el estacionamiento no esperaban Thomas e Ian. Iríamos los cinco en un mismo auto hacia la fiesta que era casa de un alumno de la escuela. Samuel, Sean y Mark ya se habían ido en otro auto. Thomas y Michael se sentaron ambos atrás conmigo. Yo iba en el medio, algo apretada, pues ambos eran corpulentos y ocupaban bastante espacio. A poco de salir de la escuela Thomas comenzó a acariciar mis piernas y me daba cosquillas.

—Ay ya para!—dije entre las risas que me provocaban las cosquillas.

Pero lejos de detenerse, Thomas me envolvió con el brazo y me besó; y posó su mano sobre mis piernas ahora acariciándome por debajo del vestido. Ya no me hacía cosquillas con sus caricias, si no que me excitaba; así que me dejé besar y tocar. El resto de los chicos actuaban como si nada sucediese.

—Estamos llegando!—nos advirtió Samuel que era quien conducía.

Traté de librarme de Thomas pero se resistía.

—Aún falta una cuadra. Déjame besarte un poco más.

—Mejor no… es que… tus caricias me excitan.

—Y qué hay de malo con eso?

—Que no puedo andar excitada por ahí en una fiesta llena de gente.

—¿Cuál es el problema?¿Quién lo notaría?

—Pues todos! A cualquier otra chica no le afectaría. Pero a mí… no puedo ir por ahí con una erección marcando un bulto bajo el vestido.—me sonrojé mucho al decir eso frente a cuatro hombres.

—Oh, perdóname. No había pensado en eso.

Mientras estacionaba el auto yo respiraba profundo concentrándome en bajar esa erección y antes de bajarme me acomodé la polla bajo la braga ya que se había corrido al ponerse dura.

Una vez dentro de la casa me separé de los chicos y fui en busca de mis amigas. La mayoría estaban juntas tomando cerveza. Lo primero que hicieron fue llenarme de preguntas sobre a donde había ido luego del partido y porque no contestaba los mensajes. Nadie me había visto llegar con Thomas, Ian, Samuel y Michael así que aproveché para mentir y dije que unos familiares me habían ido a ver a la escuela por mi cumpleaños y pues había estado un rato con ellos hasta recién.

La fiesta estaba llena de gente y yo lo disfrutando mucho. Para la media noche ya había bebido bastante. No estaba ebria, pero sí sentía los efectos del alcohol; estaba alegre y dispuesta a todo. Y así fue que cuando Thomas se me acercó me dejé llevar. Me tenía contra la pared y me besaba con la misma intensidad con que me había follado hacia unas horas. Era consciente de que me estaba besando delante de todo el mundo, pero a mí ni me importaba. De hecho, no le importaba a nadie. Ninguno de los presentes se detuvo a mirarnos siquiera, pues había más parejas besándose. Thomas no dejaba de apretarme las nalgas mientras me besaba el cuello. Si no hubiera estado bebida me habría dado mucha vergüenza que me haga eso en público y no le hubiese dejado.

Finalmente me tomó de la mano y me llevó al piso de arriba y nos metimos en una habitación. Thomas cerró la puerta con llave y yo me quité el vestido y las bragas. Thomas se desvistió también y una vez que ambos estuvimos desnudos me empujo sobre la cama. Caí boca arriba y Thomas se me vino encima. Lo vi venir y parecía un león, enorme y musculoso, que se le tiraba encima a una pequeña e indefensa gacela acorralada.

Me envolvió con sus brazos, sus labios fueron directo a los míos, yo lo envolví con mis piernas y así como venía apunto con su polla a mi ano. Le sentí presionar fuerte en mi cola pero su pene se terminó deslizando fuera. Casi me la mete de una. Por suerte no paso o me habría dolido. Se incorporó, se echó mucha saliva en la polla y con la mano la colocó en mi ano y comenzó a meterla. Una vez que entró toda me tomó con fuerza de las piernas.

Ahora sí no me cabía duda que me dolería en la mañana. Era demasiado castigo en una sola noche para mi cola inexperta, pero como había bebido bastante ni me importaba; solo quería gozar como una guarra.

Yo tiraba con fuerza de las sábanas y gritaba. Nadie escucharía, la música estaba tan fuerte que se escuchaba dentro de la habitación. Además había más de cien personas entre la casa y el jardín, y generaban tanto ruido que mis gritos pasaban desapercibidos.

Me follaba mucho más fuerte que el vestuario. Se había estado conteniendo. Era demasiado para mí, pero no había nada que pudiese hacer, él era mucho más fuerte que yo y no tenía forma de detenerlo. Y yo que me ya me creía mujer antes de esa noche. En ese momento me di cuenta de que aún era una niña.

De repente Thomas me sujetó la polla y me masturbó. Antes de esa noche, la idea de que me agarrasen la polla no me excitaba para nada; pero, para mi sorpresa, sentir esa mano grande, fuerte y masculina envolver todo mi pene me gustó mucho. No pude resistir la doble estimulación, del falo y del ano, y me corrí a chorros.

Quedé tendida sin poder mover un músculo. Mi abdomen lleno de semen y mi cola también. Thomas se había recostado a mi lado. Nos habíamos corrido juntos. Como sintió que ya no podía contener su eyaculación, me masturbó para ver si me corría yo también y así no me quedaría sin tener un orgasmo.

Sin darme cuenta me dormí. Cuando desperté apenas estaba amaneciendo y Thomas estaba vistiéndose. Me había dormido toda desnuda y mi semen se había secado todo en mi panza. Revisé mi celular y vi un mensaje reciente de Lucy, aún seguía en la casa y me preguntaba dónde estaba. Le contesté que me esperara que iría por ella. Thomas se ofreció a acompañarme a mi casa, pero le dije que debía acompañar a una amiga que seguía allí. Me dio un beso en los labios y se despidió diciéndome que quería volver a verme, a solas. Respondí a ese comentario con una sonrisa de oreja a oreja.

Me levanté para vestirme y al moverme sentí todos los músculos de mi cola resentidos. Dentro de esa habitación no había nada con que limpiarme y no podía ir al baño para lavarme todo el semen seco que tenía encima; pues aun quedaría mucha gente en casa. Habría ebrios que se durmieron en cualquier lado, amantes como nosotros que aún no se habían ido, y quizás gente que aún seguía bebiendo como si la fiesta no hubiese terminado. Me vestí sin limpiarme y salé en busca de Lucy.

Me esperaba en el patio. Estaba sentada en un escalón con una botella de agua. Apenas me vio me dijo:

—Ya, cuéntame todo! Te vimos con Thomas! Ya habla habla…!!!

Apenas me senté en el duro escalón sentí mi cola doler un poco así que me levanté de inmediato.

—Vayamos adentro. A los sillones.

Lucy se dio cuenta enseguida de lo que sucedía y quedó totalmente boquiabierta.

—¿Conque así fue, eh? Así te ha dejado Thomas?

—No fue solo Thomas.—Ahora la quijada de Lucy estaba por el piso al escuchar mi respuesta.

Se levantó, me agarró del brazo y me arrastró al interior de la casa.

—Cuéntame todo! ya! Cuantos fueron? quienes? cómo sucedió? cuándo? dónde?

—Espera! No puedo contarte esto aquí! Aún queda gente dando vueltas que podría escuchar. Además, muero de hambre y…

—Nos vamos a mi casa! Mis padres están de viaje y no regresan hasta mañana. Nos tomaremos un taxi y allí me contarás todo—su tono era de ansiedad extrema. Se moría por escuchar toda mi historia.

Lucy era mi mejor amiga. Era la única a la que contaría esta historia. El resto tendría que quedarse con la historia de Thomas en la fiesta, pero no conocerían los detalles que le contaría a Lucy. Solo a ella le podía contar los detalles más íntimos, como mi erección y mi eyaculación.

Y así concluye la historia de mi extremo debut sexual. Un debut envidiable llenó de morbo y placer. Estar parada dentro del cambiador, bañada de semen y recomponiéndome de un orgasmo brutal luego de múltiples penetraciones es el recuerdo más valioso que tengo de mis años escolares y probablemente lo sea de toda mi vida.