La Popu (11)

Andrea, luego del salvaje entrenamiento, toma un papel importante en esta historia, donde todas estan a merced del destino.

Popu 11

Andrea pide un deseo...

Luego de una noche agotadora, Andrea se retiró a su celda y durmió profundamente. Su cuerpo cansado por las nuevas sensaciones palpitaba y ardía en algunas zonas. Su mente adormecida en los mas perversos actos que jamás se hubiera imaginado capaz de realizar, su voluntad totalmente dominada por el deseo de su cuerpo, Andrea ya no era la misma persona que antes. El fatídico anuncio de Manguera se había cumplido. Ahora Andrea era una puta consumada, capaz de realizar los actos mas osados, capaz de permitirse disfrutar mientras los realiza, y obediente en un todo a los mandatos de su mentor.

Laura y Claudia, en cambio, eran otro tema muy distinto para Manguera. No había podido quebrantar la voluntad de la primera, y la segunda era demasiado ingenua y pese a su espectacular cuerpo, su edad no le auguraba muchos años de servicio como puta.

En su habitación, Manguera daba vueltas una y otra vez a la solución para el problema. Estaba claro que tendría que emplear a Claudia para su esparcimiento personal y ocasionalmente para las fiestas con sus amigos. Andrea, totalmente entrenada, encajaba en cualquiera de sus planes, pero su dolor de cabeza era Laura. La muy perra había sido un hueso mas duro de roer de lo que él había supuesto. Sabía que mientras la mantuviera en cautiverio y la obligara con ingeniosos métodos, era capaz de entregarse a cualquier práctica para mantenerse con vida ella o la madre. Pero ante la mas mínima falla, el riesgo era enorme. Era capaz de escapar e irle con el cuento a la policía de lo que le habían hecho, cuestión perfectamente solucionable tocando sus influencias, pero no por eso menos molesta. En cambio, la voluntad doblegada de Andrea no le permitiría pensar en escaparse de esa casa.

-Necesito concentrarme.- maldijo mientras sentía una incipiente erección

Abrió la puerta de su habitación y mirando a uno de los muchachos que jugaba cartas en la mesa en la habitación de al lado, le dijo

-Traémela a Andrea-

-¿A tu despacho?- preguntó extrañado

-Si... ¿No oíste?- respondió Manguera de malos modos.

-Ya voy...- dijo cansadamente el hombre y se puso de pie rumbo a la puerta

Sabía que estaba rompiendo la regla de oro. Ninguna de las muchachas debía ir a su despacho, habitación, guarida o "bulo" como le gustaba llamarlo. Pero sería la prueba de fuego para Andrea. Necesitaba estar seguro.

Dos minutos después, alguien tocaba la puerta.

-Pasá- respondió Manguera

  • La putita que pediste- le respondió con una sonrisa el hombre empujando a Andrea dentro de la habitación.

-Dejanos solos.- pidió Manguera

En cuanto el hombre se retiró y cerró la puerta detrás suyo, Manguera encendió un cigarrillo y se sentó cómodamente en uno de sus sillones. Mirándola fijamente a los ojos primero, observó luego el cuerpo de Andrea. Había valido la pena el esfuerzo y los riesgos.

-Acercate a mi- le ordenó

Andrea caminó lentamente hacia él. Sus manos cubriendo sus pechos y su sexo lo mejor que podían, tal como lo había hecho desde que habían llegado. Su cara miraba el piso. Una mezcla de temor, respeto y sumisión le impedían mirar a ese hombre a los ojos. A dos pasos de él se detuvo.

-Acercate mas. Te quiero al alcance de mi mano. – volvió a ordenar Manguera

Andrea dio un paso y medio mas. Su cuerpo semidesnudo, salvo por la blanca ropa interior que llevaba puesta estaba perfectamente al alcance de las manos de ese hombre. Las piernas abiertas de Manguera le habían dejado el lugar suficiente como para acercarse a él, pero a su vez, le semejaban una trampa mortal, un abrazo inevitable del que ella no podría salir... Pero sin embargo permaneció allí parada, mirando el piso, observando las fuertes piernas del hombre.

-¿Porqué te tapas delante mío?- le preguntó Manguera

-Perdón- dijo Andrea colocando sus brazos a los costados de su cuerpo.

-Así me gusta mas. No tenés que tener vergüenza de tu cuerpo. Tenés un cuerpo hermoso, y lo sabés.- le aleccionó

-Si señor- respondió ella

Manguera dio una nueva y profunda pitada a su cigarrillo. El humo que se escapaba entre sus labios le daba un aspecto mas siniestro, y el tiempo que se derramaba lentamente en la escena le daba ocasión de pensar.

-¿Cómo la pasaste anoche?- le preguntó él

-Todavía me duele un poco el cuerpo.- le respondió ella.

-No me respondiste lo que te pregunté- dijo él mirándola a los ojos directamente.

La mirada de Manguera era bastante fuerte, y pese a que Andrea quería mirar a otros lados, no podía evitar sentir esos ojos lacerantes que la observaban.

-La pasé bien.- le respondió ella finalmente

-Hiciste cosas que nunca habías hecho. ¿Cómo te sentiste? ¿Cómo te sentís de haberlas hecho?-

-Si, hice cosas que no me imaginaba capaz de hacer- respondió ella con vergüenza

-Y te gustaron ¿cierto?- dijo él acariciándole uno de sus muslos con su mano libre

Andrea sintió el roce de esa mano caliente contra sus nalgas, recorriendo lentamente sus muslos, y los recuerdos de la noche anterior pasaron como flashes por su mente. Comenzó a sentirse excitada sin poder evitarlo. Se mordió el labio inferior. No podía negarlo.

-Si- respondió mas avergonzada que nunca

-No podes negarlo.- rió Manguera – todos te escuchamos –

-Y volverías a hacerlo si te lo pidiera ¿Verdad?- preguntó él deslizándole la mano sobre el muslo y acariciando la tela de la entrepierna de su bombacha.

Andrea no respondió. Sus piernas comenzaron a temblar y su mente a dar vueltas. Con las manos crispadas a los costados de su cuerpo se sentía un simple objeto sexual en manos de un sádico y perverso hombre a quien no tenía la fuerza de voluntad de negarse. Un gemido se escapó de sus labios cuando Manguera corrió de costado la tela de su bombacha y acarició sus labios en forma directa. Era demasiado como para poder mantener el silencio. Los dedos de él recorrían sus labios una y otra vez con una suavidad y una sensualidad que la hacían sentir que el mundo desaparecía para ella. Su mente no podía ver otra cosa que el recuerdo de la deliciosa verga de Manguera, desearla, rogar que la hiciera suya.

De rodillas, putita – le ordenó él

Andrea respondió en menos de un segundo. Sus piernas se flexionaron y sus rodillas cayeron sobre el piso alfombrado de la habitación. Delante de sus ojos había quedado la entrepierna de Manguera. Detrás de sus boxers se notaba su verga en principio de erección. Andrea sintió que se le hacía agua la boca. Apoyó las manos sobre los muslos semidesnudos del hombre y sin animarse a mirarlo a los ojos, clavó su vista al frente, sobre la incipiente erección.

La deseas, ¿cierto?- dijo él

Si - admitió ella

¿Sabes que te transformaste en una puta deliciosa? ¿Te gusta ser tan puta?- le preguntó el

No puedo evitarlo. Me gusta mucho. – respondió ella con vergüenza

Vas a llevar una vida de puta. Lo llevas en la sangre. Te gusta mi verga, te gustan todas las vergas, cuantas mas mejor. ¿Qué vas a hacer cuando vuelvas a tu vida mojigata y reprimida? ¿Qué les vas a decir a los chicos para que te hagan las cosas que te hacemos nosotros?-

Andrea de repente se dio cuenta de lo lejos que había llegado todo. Ya era imposible regresar. Jamás volvería a ser la misma. Sus deseos, su cuerpo, su mente, todo había cambiado. Mirando fijamente al bulto delante de ella supo que tenía que asumir en qué se había convertido. Era una puta, y estaba delante de su proxeneta. Por un momento en su mente pasaron todas las imágenes que había visto sobre los maltratos de los proxenetas a sus putas, pero agradeció que Manguera dentro de todo era gentil con ella. Sin pensarlo mas, su boca articuló algo:

-Quiero ser tu puta. Quiero que me cuides y quiero servirte, darte placer y ser toda tuya para lo que vos quieras.-

Luego de que la frase saliera de su boca Andrea no pudo creer lo que había dicho. Su rostro se puso rojo de vergüenza y su cara volvió a mirar al piso.

-Tomaste una muy buena elección Andrea. Tengo mucho mas por enseñarte. Vas a conocer el mundo con tu oficio y me darás muchas satisfacciones.- respondió él con una sonrisa de satisfacción en su rostro

-Ahora empezá a trabajar como puta, y dame una buena mamada.- le ordenó

Andrea no titubeó. Llevando la mano hasta los boxer de él buscó con delicadeza su verga. Con suavidad la sacó por entremedio de las telas y acariciándola como si fuera un peluche, muy pronto la semi erección de Manguera se transformó en un rígido y caliente miembro.

-Lo haces muy bien putita.- le dijo él

Andrea se mantuvo en silencio mientras continuaba el suave masaje de la verga de su dueño. Cuando estuvo bastante dura abrió su boca, colocó sus manos enredadas en la espalda y lamiendo la punta de la verga poco a poco se la fue llevando a la boca.

Manguera entrecerró los ojos mientras sentía como los dulces labios de la muchacha le daban un placer intenso. En el poco tiempo desde su comienzo había aprendido a no morder ni lastimar con sus dientes, y su técnica era bastante buena. Deslizaba su boca a lo largo de todo el tronco y la cabeza del pene recorriéndolo con suavidad, lentamente. Su cuerpo palpitaba al hacerlo y sus muslos se mojaban con los flujos saliendo de su sexo, caliente de excitación. Jugaba con su lengua arrastrándola alrededor de la cabeza del pene. Tomada de las nalgas de su hombre, disfrutaba sintiendo su cuerpo estremecerse por el placer que le brindaba.

-Eso es, putita. Me encanta.- dijo entrecortadamente Manguera

-Comételo todo. Te gusta mucho la verga ¿Cierto?-

Claudia se sonrojó un poco, pero no dejó de chupar. Lo hacía con gran disfrute, como saboreándolo. Ponía todo el empeño en darle placer a su hombre.

-Vas a tener mucho trabajo acá, putita. Una nena como vos se merece que la usen todos los días.- agregó

Manguera sintió que no aguantaba mas. El orgasmo era inminente. Deseaba inundarle la boca de semen y dejarla a un costado, pero se le ocurrió en un momento algo mas perverso.

-Voy a acabar, putita.... pero no quiero que te lo tragues todavía.- dijo entre gemidos

-Vas a salir afuera y vas a traerme en tu boca la leche de todos esos hombres.- agregó

-¡¡¡Uhhhhggg!!!- dijo guturalmente

Sentía como su verga explotaba como nunca dentro de la boca de la muchacha. La excitación por el mero placer físico y la que provenía de su mente morbosa al idear el plan siniestro se conjugaban en un infinito placer que explotaba en su verga. Dos fuertes chorros de semen y luego algunos mas suaves inundaron la boca de Andrea, que con una sonrisa guardó su leche entre sus labios mientras exprimía su verga chupada tras chupada.

Cerrando la boca, llena de leche se puso de pie, y a una orden de Manguera se retiró del cuarto por la misma puerta en que había llegado.

Al abrirla encontró del otro lado a cuatro hombres jugando cartas, que la miraron extrañados y lujuriosos. Sin poder emitir sonido Andrea se acercó a la mesa y se metió debajo de ella. Con sus hábiles manos tomó al primero de los hombres. Con delicadeza y ante el asombro de él, abrió su bragueta y extrajo su verga. Se la veía casi dura, anticipadamente palpitante, pero igual le llevó un tiempo endurecerla lo suficiente para poder tenerlo al borde de la eyaculación.

De repente, por detrás de ella sintió unas manos. Sin darle tiempo a explicarse ni prevenirse, un hombre había clavado su verga en su sexo. Andrea tuvo que contenerse para no abrir su boca y perder su precioso encargue. Sentía la pija deliciosa de ese hombre taladrarla como nunca, su sexo húmedo pedía mas y mas, pero sabía que no era lo que su dueño le había pedido. Muy a pesar suyo, y antes que el hombre eyaculase se dio vuelta. Tomando la verga entre sus manos la metió en su boca y comenzó a agitarlo para la fase final de su tarea. Muy pronto el hombre no pudo mas y un nuevo chorro de caliente semen le llenó la boca. Las abundantes cantidades no hacían fácil mantener tanta leche dentro de ella, pero con algunas muecas y movimientos se las arreglaba, mientras que los hombres, percatados de ese detalle se abusaban de ella y la sometían a los manoseos y humillaciones mas terribles.

Lejos de angustiarse, Andrea se excitaba aun mas con esas actitudes. Para cuando estuvo chupando al tercero, el cuarto nuevamente se había colocado detrás de ella. Esta vez la penetración no fue vaginal. Sin ningún tipo de preparación, el hombre la tomó por las caderas y apuntando a su ano, lo penetró todo de una sola vez. Andrea sintió como que la partían al medio. Un ardor intenso y violento le recorría el recto. Sin embargo, se sorprendió a si misma a los pocos segundos. Sin poder evitarlo su cuerpo tembló como una hoja y un orgasmo la tomó por sorpresa. Aún laxa y floja por el reciente vendaval dentro de su cuerpo, recordó su mandato. Dándose vuelta sobre si misma tomó la verga con sus manos y la metió en su boca abriéndola lo mínimo posible. Con todas sus artes, utilizando la punta de su lengua y acariciándole sus testículos por debajo, logró a los pocos minutos vaciar a ese hombre también.

Solo le quedaba uno pendiente. Sus mejillas abultadas no daban lugar a mucha mas leche dentro de ella. El sabor de la extraña mezcla de tantos hombres inundaba su boca excitándola nuevamente, volviendo a colocarla al borde de otro orgasmo. Todos los hombres ya se habían percatado para ese entonces de la orden de Manguera y disfrutaban haciéndole todo tipo de cosas a Andrea, con la seguridad que ella no diría nada, ni haría nada que le pusiera en peligro su cargado buche. Todas las manos recorrían el cuerpo de ella, la manoseaban, la estimulaban, la masturbaban descaradamente. Andrea se retorcía de placer entre tantas manos con ojos suplicantes tratando de alcanzar la verga que le faltaba.

Sus pezones fueron pellizcados, sus labios vaginales estirados, todo ella era el juguete de los degenerados. Finalmente le tuvieron piedad y con gran excitación el hombre se abrió paso por el estrecho orificio que ella le dejó entre sus labios sintiendo como llenaba su boca una vez mas.

Andrea se creyó explotar. En su boca ya no cabía mas semen, pero el hombre seguía eyaculando dentro de ella. Con todas sus fuerzas intentó hacerle espacio, pero fue inútil. De repente la presión fue demasiada y sin que ella pudiera evitarlo un chorro de tibio esperma comenzó a descender desde su nariz hacia su boca.

Con ojos algo asustados se puso de pie y tocó nuevamente la puerta de Manguera.

-Pasá- se escuchó desde adentro

Andrea ingresó nuevamente en el cuarto de su dueño y se quedó a dos pasos del umbral de la puerta.

-Vení acá- le dijo desde la penumbra señalándole el piso entre sus piernas.

Andrea obedeció ágilmente poniéndose de rodillas entre sus piernas. Sin tener claro por qué sintió una excitación tremenda y sus muslos comenzaron a sentir su flujo deslizándose incómodamente por sus caras internas.

Las manos de Manguera le acariciaron el rostro corriendo con suavidad y dulzura el cabello que lo ocultaba. Andrea miraba el piso intentando entender porqué todo eso la excitaba tanto. La mano de Manguera entonces bajó por su hombro y apretó violentamente su pezón derecho. Andrea sintió fuego en su pecho y su cuerpo tembló de sensaciones. Sin poder evitarlo, su vagína comenzó a palpitar y allí mismo, frente a Manguera tuvo su segundo orgasmo de ese día.

-Sos una excelente putita- le susurró

-Es una pena que tu amiga y su madre no aprendan de vos.- agregó

Andrea se preguntaba mientras tanto cuánto tiempo mas podría aguantar con su cargamento en la boca. Escuchaba con atención las palabras de Manguera pensando en Laura y Claudia.

-Es una hermosa casualidad cómo caíste acá ¿te acordás?- le preguntó

-Si tu amiga no hubiera abierto la boca, jamás te habría conocido, y jamás te podría haber enseñado todo lo que te enseñé- recordó Manguera

-Y fue increíble la ayuda que nos dio para poder llegar hasta vos. La verdad, tengo mucho para agradecerle a Laura por mi putita nueva- dijo con una sonrisa

Andrea recordó de repente todos los acontecimientos que la habían llevado a la situación de hoy, y un deseo de venganza se apoderó de ella.

-A ver, mostrame cuánto juntaste en tu boca.- pidió por fin Manguera

Andrea puso sus manos delante de su barbilla y mirando hacia arriba para no dejar caer nada entreabrió sus labios. Su boca rebosaba semen. Su lengua nadaba en medio de ese mar de blanco fluido y un olor penetrante y característico emanaba de su boca.

-¡¡Mierda que los muchachos tenían ganas!!- rió

-¡¡Casi no podés con ellos !! Dijo pasándole una mano por sus fosas nasales.

-Tragá un poquito- dijo por fin

Andrea en ese momento abrió su garganta intentando tragar, pero en ese momento se dio cuenta lo espeso de su carga. El trago bajó lenta y abundantemente y ella sintió en todo su esófago como ese bocado se deslizaba hacia su estómago. Su boca continuaba inundada aún, pero esta vez podía mover su lengua y sus dientes blancos asomaban entre los blancos hilos de semen pegajoso que se negaba a irse.

-Saborealo bien, putita. Acostumbrate al sabor y paladealo. Sé que te vas a hacer viciosa de él y me alegro por vos.- dijo pasando sus dedos gruesos por los delicados labios de Andrea

-Es una pena que tu amiga Laura no se permita estos gustos. Harían un buen equipo las dos juntas.- dijo poniéndola de pie

Andrea lo miraba con atención mientras él se acomodaba su bata y encendiendo un cigarrillo nuevo se ponía de pie. De repente una idea loca pasó por la cabeza de Andrea, y mientras pasaba su lengua por sus dientes y labios intentando dejarlos limpios de semen, se propuso hablar.

-Señor...- le dijo respetuosamente ella

-¿Si putita?- se dio vuelta él

  • Me preguntaba señor, si hay algo que yo pueda hacer para que mi amiga o su madre, o ambas, puedan salir de acá.- dijo con tono sumiso

  • ¿Salir de acá? No es mala idea, no me sirven de mucho. ¿Y que me garantizaría que no vuelvan con la policía? – pensó en voz alta Manguera

-Yo señor. Mi propia vida- respondió Andrea

Manguera se quedó un segundo pensativo. Miró a Andrea directamente a los ojos analizándola. Andrea sintió como un millón de puñales le atravesaban en esa mirada y por un momento lamentó haber abierto tan tontamente la boca.

-La verdad, Andrea, mi putita... la vida de cualquiera de Uds. la tengo en mis manos desde el día que llegaron acá.- dijo expulsando una pesada nube de humo por su boca.

-Si, lo sé...- dijo Andrea abatida

-Pero no te pongas triste. No es tan mala idea después de todo.- agregó casi de inmediato

-¿No?- preguntó ella con una sonrisa

-No. Tus amigas ya no me sirven de mucho. Claudia está muy vieja para puta, y tu amiga Laura se niega a aprender a servir a nadie. Me ocupan lugar y tiempo que no tengo.- protestó

-En algún momento pensé en matarlas. Pero es complicado y después hay que andar con mucho trabajo para disponer de los cuerpos. Además, no quiero andar jodiendo a mis amigos con problemas si algo sale mal.- dijo él

-Por favor... no las mates.... ellas no van a hablar nada....- dijo Andrea asustadísima de la ultima confesión.

-No lo voy a hacer. Se me ocurre algo mejor.- dijo Manguera sonriendo

-¿Qué te parece un concurso?- propuso él

-Lo que quieras, pero no las mates.- pidió ella

-Un concurso donde la mas puta de todas gana la libertad, y las otras dos quedan como resguardo de mi seguridad.- aclaró

-Pero... ese concurso lo ganaría yo...- dijo atónita Andrea

-No si se lo explicas a tus amigas antes.- sonrió el

Andrea también sonrió y se sintió aliviada. Tenía la solución perfecta en sus manos. Escuchó los detalles que Manguera le pasó de la idea del concurso y una esperanza nueva corrió por su sangre.