La Pony Girl (4 a 6)

Continúan las aventuras de Mariana como Pony

La Pony Girl (Capítulos IV a VI)

Para Yasmin, que ha seguido mis relatos.

Capítulo IV.

Durante esa noche apenas pudo dormir pensando en la mañana siguiente cuando fuera conducida para ser marcada. Se estaba acariciando el culo, que todavía presentaba algunas marcas del látigo cuando debió arrastrar el carruaje, cuando entró Patricio al establo.

-Vamos puta, levántate que va a comenzar la fiesta. Pronto lucirás una linda marca en el culo que indicará que eres de mi propiedad.-

Patricio le colocó un collar con una cadena y se dirigieron a su automóvil. La estancia en cuestión distaba unas diez millas desde la casa.

-¿Así desnuda me va a llevar y me presentará?-

-¡Por supuesto! Quiero que todos sepan que dispongo de una esclava. Vamos, sube al automóvil. Como creo que te portarás bien, no te encadenaré.-

Partió el auto en dirección a la yerra. Mariana lloraba en silencio pensando en la humillación primero y el dolor después.

-¿Qué marca me van a poner? ¿La misma que a las yeguas?-

-Noooo. He mandado hacer una con mis iniciales PR de tamaño adecuado a tu culo. Quizás más adelante te haga marcar en una teta, pero será una marca más pequeña. Verás qué bien adorna tu culito.-

Llegaron al lugar. Contrariamente a lo que suponía Marina, ella no era la única que sería marcada. Ya había otra esclava, encadenada a un árbol y completamente desnuda, que aguardaba el turno de recibir la marca. Poco después comenzó en trabajo sobre los potrillos y yeguas de la estancia. Cuando finalizó la faena con el último, una voz dijo: Es el turno de las otras yeguas. Alcáncenme las marcas que las pongo a calentar.

Mariana comenzó a temblar de miedo pero observó que la otra esclava estaba más tranquila. Cuando la desataron del árbol lo comprendió. Ya lucía una marca en el culo y según fue anunciado se procedería a marcarla en el vientre. La ubicaron sobre una banqueta boca arriba dos hombres sujetaron fuertemente los brazos y las piernas de la esclava.

-Ya está para que la marques.- comentó uno.

-Deja un momento que se caliente más la marca. Hacía mucho tiempo que no lo hacía en el vientre de una de estas putas. Espero no haber perdido la habilidad.-

Mariana no quería mirar la escena. Entornó los ojos pero de pronto sintió un grito aterrador. Levantó la vista y vio cómo el hierro casi al rojo se apoyaba en el vientre de la esclava, mientras salía humo y se olía a piel quemada. Poco después conducían a la recién marcada hasta un árbol y la ataron de espalda y con los brazos atrás para que no pudiera tocarse la quemadura, mientras le ponían un ungüento para evitar la infección.

-A ver la otra puta. A ésta se la marca en el culo ¿no?-

-Sí, en el culo, pero bastante alto para que se vea bien,- comentó Patricio

-Pero tiene el culo muy castigado. Me parece que es mejor marcarla en el vientre o sobre una teta.-

-Definitivamente sobre una teta, no. Respecto del culo, ¿cuál sería el problema?-

-No se va a visualizar bien la marca de fuego. Por eso sobre el vientre, debajo del ombligo, creo que es el lugar indicado.-

-No, quiero que sea en el culo, en el cachete derecho. Más adelante la podremos marcar en otro lado, pero ahora quiero la marca en el culo.-

-Usted es el dueño de la puta, así es que haremos lo que indique. Ponga a la puta sobre la banqueta, boca abajo.-

Mariana fue obligada a acostarse boca abajo sobre una banqueta de treinta centímetros de ancho por un metro cincuenta de largo. Le ataron los tobillos para que no separara las piernas y le esposaron las manos debajo del banco.

Un hombre, corpulento que pesaba unas doscientas libras, se ubicó a horcajadas del banco en el cual estaba acostada Mariana y se sentó sobre la espalda de la esclava con sus piernas ubicadas a cada costado de su cabeza. Las tetas se aplastaron contra las maderas del banco impidiéndole todo movimiento. Otro hombre se sentó sobre las pantorrillas de la joven completando la inmovilidad de la esclava.

El culo estaba listo para recibir el hierro caliente que quemaría y marcaría su piel para siempre. El corazón le latía con fuerza. El peso sobre sus pulmones le dificultaba la respiración. Lo único que le quedaba era aguardar a que el hierro estuviera suficientemente caliente. Alguna lágrima, anticipándose al dolor, salía de sus ojos.

Sabía que su tío acostumbraba a asistir a las fiestas del campo y la yerra era una de ellas. Si bien ella no lo había visto, ¿estaría su tío David asistiendo a la marcación de su sobrina? Imaginaba que no. ¿Habría algún otro conocido que ahora la viera en esta situación? Tenía la esperanza que no. ¿Por qué? Ni ella misma lo sabía. De todas maneras nunca dejaría de ser una esclava y poco importaba si la veían ahora o dentro de un tiempo. La suerte estaba echada. Ahora sería marcada con una PR en señal de pertenencia a Patricio. Puta, esclava o lo que fuera, pero ya no era Mariana Jonson, era la pony de y para Patricio Rowland. Esto era lo único cierto.

El hombre que estaba sentado sobre sus pantorrillas tenía ante sí el culito redondo y turgente de la esclava se entretenía separándole las nalgas y tocándole el propio agujero del culo. Le daba algunos pellizcones y bajaba sus dedos hasta alcanzar el coño, En esta oportunidad estaba seco, sin trazas de flujo lubricante. Era humillante la situación en que se encontraba pero era poca cosa frente a lo que ocurriría muy poco después. Su respiración se hizo entrecortada. Apenas resistía el peso del hombre sobre su espalda. Sus tetas comenzaron a dolerle más fuerte por la manera en que estaban aplastadas.

Todavía no podía comprender cómo su tío la había vendido por dinero. Ella estaba dispuesta a darle u cuerpo para que lo gozara, pero venderla. ¡Nunca lo hubiera imaginado! Tampoco podía imaginar ser tratada de la manera en que lo estaba siendo. ¿Alguien podría rescatarla de esta situación? Le parecía muy difícil. ¿Quién podría pagar lo que Patricio pediría por su cuerpo, para luego liberarla? Nadie que ella conociera o pudiera imaginar. Si era vendida nuevamente no cambiaría su condición de esclava.

De pronto se hizo silencio entre los asistentes y escuchó la voz de Patricio que indicaba el lugar exacto en que quería la marca. Poco después el hierro se apoyaba sobre la piel de su culo. No pudo contener el gemido. Cuando el marcador retiró el hierro, los presentes aplaudieron y escuchó la felicitación de Patricio. Finalmente había sido marcada a fuego.

Los hombres que estaban sentados sobre ella no se movieron. Le aplicaron un apósito para evitar infecciones que fijaron con cinta quirúrgica adhesiva. Poco después ella misma podía incorporarse y regresar al establo.

Capítulo V.

Pararon varios días hasta que la quemadura cicatrizó. Había quedado una marca indeleble de por vida en su nalga. Todos los días debía recorrer unas tres millas arrastrando el carro que transportando a Patricio. En el transcurso del paseo siempre recibía algunos latigazos en el culo para apurar la marcha y tres veces por semana, luego de recorrer la mitad del camino, Patricio la desataba del carruaje, le fijaba las muñecas a la rama de un árbol y con una vara de mimbre verde le azotaba distintas partes de su cuerpo.

Generalmente al regreso, luego de bañarse era penetrada por su amo antes de permitirle descansar. Otras veces debía permanecer junto a un palenque al cual era fijada por una cadena unida a su collar. Ya había sido tantas veces humillada y debió presentarse ante tanta gente desnuda y con arneses o grilletes que ya casi no le importaba cómo fuera expuesta. Se había resignado a casi todo.

Pasaron algunas semanas más y Mariana, la yegua, la puta o la esclava como era indistintamente llamada por Patricio, había adquirido cierta habilidad para desplazarse con el vehículo al cual era atada. Corría con agilidad y elegancia lo que no evitaba recibir algún azote en el culo o la espalda que su amo le propinaba por puro gusto nomás.

Poca después, luego de una de esas recorridas y luego de bañarse en lugar de cogida como de costumbre la ubicó sobre una mesa que estaba en el establo. En realidad cumplía múltiples funciones y una de ellas era actuar como potro. Una vez que sus extremidades estuvieron bien amarradas y sus miembros algo tensos, le anunció que procedería a anillarla.

Mariana sabía que en algún momento iba a ser anillada. Había visto otras pony con cencerros y otros aditamentos sonoros colgando de anillas de los pezones y pensaba que Patricio también lo querría en los suyos. De la manera que estaba amarrado su cuerpo nada podía hacer más que gemir cuando la aguja abridora comenzara a perforarla.

Primero pasó abundante alcohol para asegurar la desinfección de los pezones y luego tomó el pezón con los dedos pulgar e índice de la mano izquierda y con la derecha, empuñando la aguja, comenzó a clavarla para permitir insertar la anilla. Poco después la piel de la teta de la joven estaba atravesada por la aguja, que luego de retirarla pasó la primera anilla y la cerró.

Por su parte Mariana contenía su gemido pero no podía evitar las lágrimas que inundaban sus ojos. El dolor físico y el moral de ser anillada como si fuera un animal en exposición, así lo tomaba ella.

Concluida la colocación del primer anillo en una teta, Patricio pasó a la otra en la cual repitió la operación. Ambos pezones estaban ahora luciendo sendos anillos. Mariana creyó que eso era todo, pero se equivocaba. Patricio quería, además, colocarle un anillo en cada labio de la vulva y cuando lo tomó en sus dedos, de inmediato la joven comprendió qué le esperaba.

-No, anillos en la raja no. Por favor amo, no me perfore los labios del coño. Me va a doler mucho.-

-Mucho te va doler si te mueves. Que te pondré anillas en la vulva, está decidido. Es mejor que te quedes quieta para que pueda perforarte más rápido. Así quizás te duela menos.-

Patricio tiró de uno de los labios vaginales y comenzó a perforarlo. En esta oportunidad Mariana no pudo contener el grito de dolor que solamente cesó cuando la anilla estaba cerrada definitivamente en atravesando tan delicada parte femenina. Luego procedió sobre el otro labio.

Ahora Mariana tenía colocados cuatro anillos. Uno en cada pezón y uno en cada labio vaginal, lo más arriba que Patricio pudo. Quería dejar lugar para otro par a colocar más adelante. Mientras tanto la joven yacía en el porto inmovilizada.

-Unos azotes en el vientre te harán olvidar el dolor en la concha y en las tetas.-

-Por favor amo. Ya me ha castigado bastante. Le pido humildemente que no me castigue más, al menos por hoy.-

-Sería una verdadera lástima desperdiciar esta oportunidad. Ya que estás en el potro exponiendo tu cuerpo, lo mejor será probar los látigos cerca del ombligo y en los muslos. No son partes frecuentes que te azote.-

Sin decir más palabras tomó un látigo de cuero y descargó el primer azote sobre el indefenso cuerpo de la esclava. Simultáneamente con el grito de dolor y angustia que no pudo contener quién recibía semejante azote, una marca roja oscura quedaba sobre la blanca piel de Mariana. Se sucedieron otros más, en total unos quince entre el vientre y las piernas. Luego simplemente Patricio se retiró del lugar dejando a su yegua tendida sobre el potro.

Mariana está desolada. Volvió a pensar en su tío que la vendió para que este hombre dispusiera de su cuerpo de esta manera. Humillada y torturada como no podía imaginar. ¿Le quedaba alguna esperanza? Le dolían sus brazos y sus piernas por la tensión de las cuerdas. Las tetas habían sido atravesadas por las anillas, lo mismo que sus labios vaginales. ¿Qué más podían hacerle? ¿Qué otro cruento castigo le esperaba? ¿Para que Patricio la había comprado? ¿Solamente para torturarla? ¿Él gozaba con verla sufrir? Eran muchas preguntas pero ella no le encontraba respuesta. Patricio sí tenía repuesta a cada pregunta.

Poco después escuchó que su amo se acercaba.

-Puta, ¿se te está pasando el dolor en los pezones?-

-Amo, me duelen mucho esos anillos allí.-

-¿Y en el coño sientes dolor?.-

-Todo mi cuerpo está dolorido. El coño, las tetas, el vientre, las piernas, los brazos, todo.-

-Bien, creo que puedo desataré pero primero fijaré algunas argollas en los postes del establo.-

Mariana escuchaba el ruido de herramientas pero no podía precisar qué estaba haciendo. Poco después se acercó al potro y comenzó a aflojar las ligaduras. Luego de colocarle unas muñequeras, las fijó al collar que tenía puesto. Ahora nuevamente sus manos quedaban sin poder ser utilizadas. Fue entonces cuando la acercó a un poste en el cual había fijado unas argollas. Había una 30 pulgadas del piso y otra a 70 pulgadas del piso.

Patricio acercó a la esclava de frente al poste y con un candado enlazó la argolla del poste con las dos anillas de la concha de Mariana. Luego pasó una fina cadena entre las argollas de los pezones y la fija en el poste y la aseguró también con un candado.

-Si te mueves puta, sentirás el dolor en los labios y en los pezones. Deberás permanecer quieta, pero no porque yo te ate sino porque tú preferirás no moverte. -

Mariana intentó un ligero movimiento de su cintura pero el dolor en la concha la hizo recapacitar. Efectivamente no podría moverse. Por otra parte sus brazos en alto la dejaban sin posibilidad de cubrirse y su espalda y culo estarían a merced de Patricio, quién tomando un látigo lo hizo restallar en el aire.

-Unos azotes por atrás te compensarán el dolor de adelante. No olvides que si te mueves...-

Marina no olvidaba lo que le podía ocurrir si se movía. Tensó su cuerpo para recibir el azote que muy pronto impactaría en su cuerpo. No se hizo esperar. El látigo cruzó toda su espalda. Se repitieron los azotes. Mariana no se movía aunque gemía de dolor, pero no se atrevía a implorar piedad. Sabía que sería inútil. En la espalda quedaron quince marcas. Luego siguió con el culo en el cual dejó otras diez rayas rojas.

-Veremos si así aprendes a obedecer y darme satisfacción, esclava. Permanecerás todavía un rato allí-

Todavía estaba Mariana en el establo con el candado que unía las anillas de la concha con el poste del establo cuando llegó David Nolan, el tío de Mariana.

-Qué sorpresa verlo por aquí David. Justamente acabo de azotar a su sobrina. Todavía está en el establo gimiendo del dolor.-

-Me he enterado que le hizo una marca de fuego en el culo. Quizás deba hacerle otra en el vientre para que la vea cada vez que quiera mirarse la concha. Algunos le hacen marcas de fuego también en cada teta, pero me parece una exageración.-

-No lo he pensado todavía. Veremos. Pero, ¿Qué lo trae por aquí?-

-Tengo una esclava para venderle. Necesito dinero.-

-No tengo pensado comprar otra esclava por ahora. ¿De dónde la sacó?-

-La historia es así. Somos muchos de familia y hay una sobrina lejana que en unos días cumple 18 años.-

-No entiendo. Explíquese mejor.-

-Pensaba engañarla para venderla como esclava ya que será mayor de edad pero todavía muy jovencita y apetecible. Ella no sospecha nada pero si la invito a dar un paseo creerá que es para agasajarla por sus 18 años. Yo se la traigo y usted la esclaviza como hizo con Mariana. El contrato que le hizo firmar no dejaba lugar a dudas que estaría completamente a su disposición. Podrá hacer con ella también lo que quiera.-

-¿Tiene fotos de ella?-

-No tengo nada. Ni fotos vestida ni fotos desnuda. Traté de que la fotografiaran cuando va al club, mientras se cambia o se baña, pero no lo conseguí. También estuve en el negocio donde ella compra la ropa, para ver si en los cambiadores podían poner alguna cámara de video, pero tampoco aceptaron. Traté de convencer a su hermano que le tomara alguna foto cuando se está cambiando o tomando una ducha en su casa, pero tampoco tuve éxito. Fotos de ella no tengo pero tiene un lindo culito, se lo puede apreciar aun vestida.-

-También sé que es virgen por un comentario que hizo hace poco. ¿Se imagina lo que puede ser para usted disponer de una virgen de 18 con la cual puede hacer cualquier cosa? Tiene allí un culo para azotar y seguramente una conchita para torturar. Y unos pezones para apretar con sus dedos.-

-¿Nuevamente va a vender a una sobrina? Parece que usted no tiene límites.-

-Ya le dije, necesito dinero y qué mejor que conseguirlo así. Una sobrina más o una sobrina menos no importa. A ella la veo muy poco. Luego no la veré más. ¿Qué importa?-

-¿Y cómo pensaría hacerlo?-

-Ya le dije, saldríamos a pasear y podemos encontrarnos con usted dónde quiera. Conversamos un rato y le hacemos firmar un documento en blanco. Luego lo completa con los términos que quiera y se lo lee para que sepa que se ha convertido en una esclava y que puede hacer con ella lo que quiera. Si le muestra cómo está Mariana, que ella la conoce, no habrá que dar más explicaciones. Sabrá lo que le espera.-

-Me parece todo muy poco real. Por otra parte no quiero otra esclava aunque una muchachita inocente, que no sabe lo que le va a pasar, de 18 años, virgen, es un plato apetitoso para castigar. La imagino la primera vez colgada de las muñecas mientras le desgarro el vestido y comienzo a azotarla. Sería un espectáculo único.-

-Hágalo, tiene la oportunidad de quedarse con mi sobrina. Podemos arreglar el precio.-

-No David, no compraré otra esclava.-

-Se pierde una oportunidad única. Debajo de su vestido se vislumbra un cuerpo espectacular, con unas tetas… que me darían ganas de chuparlos y morderlos. Cómprela.-

-No, dije que no. Su sobrina Mariana cubre bien mis deseos, no quiero otra sobrina suya aunque una de 18 años… y ¡virgen! Pero no, no la compraré.-

-¿Sabe quién puede comprar a mi sobrina? Necesito dinero.-

-Lamento no poder ayudarlo en esta oportunidad. No conozco a nadie que esté buscando una esclava.-

-Bueno, otra vez será.-

-Antes de irse, David. ¿Quiere ver a su sobrina Mariana? Está en el establo.-

-No, prefiero no verla. Me daría mucha pena ver su cuerpo marcado por el látigo, la marca de fuego y los tormentos que ha sufrido. Por eso no fui cuando la yerra. No quería verla mientras la marcaban Después de todo es mi sobrina.-

-Como usted quiera. Cuando la vendió no parecía tener muchos escrúpulos de que era su sobrina. Bueno, hasta pronto.-

David se retiró pensando a quién le podría vender a su sobrina. ¡Tenía sólo 18 y era virgen! Debía valer mucho dinero. El problema era encontrar el comprador adecuado. En una casa de putas no le pagarían ni la décima parte de lo que valía. Si bien no conocía su cuerpo desnudo, podía intuir que era una pieza apetecible.

Capítulo VI.

Pasaron algunos meses más. En ese tiempo Mariana fue marcada a fuego en el vientre, se le colocaron dos anillas más en los labios vaginales y una argolla en el tabique de la nariz. A fuerza de entrenamiento podía correr cada vez más rápido o llevando cargas más pesadas. Se había acostumbrado completamente a permanecer desnuda con los arneses colocados y el freno en la boca y no le importaba si era expuesta ante el público o debía recorrer las calles llevando a su amo.

A diario recibía algún castigo, ya fuera la flagelación de alguna parte de su cuerpo, la introducción en la vagina o el culo de instrumentos dolorosos o líquidos irritantes o ser colgada de sus tobillos por largo rato. Se había acostumbrado a todo y ya no recordaba las circunstancias en la que había llegado a esa situación.

Muchas veces debió permanecer parada al lado de algún poste fija por las anillas de la concha con un candado a otra anilla o cadena fija en el poste. En esa posición era frecuentemente azotada en el culo o las piernas.

Patricio pensó que debería ir un paso más allá Debería implementar otros castigos más rigurosos. Fue así que decidió que sería torturada con frecuencia con electricidad, algunas noches debería pasarlas encerrada en una pequeña jaula en posiciones muy incómodas y encadenada y pasar más tiempo en el potro con sus extremidades tensionadas

Lo primero que hizo fue comprar una picana con todos los aditamentos necesarios para que no quedara parte sin ser castigada. También encargó a un herrero una jaula de pequeñas dimensiones montada sobre ruedas para poder desplazarla fácilmente. Por ejemplo, los días de lluvia podría colocarla en el exterior o los días de mucho calor exponerla al sol.

Apenas dispuso de la picana acomodó a Mariana en un sillón de madera luego de colocarle un electrodo en el culo. Las piernas fueron atadas separadas y montadas sobre los brazos del sillón. De esta manera su sexo quedaba expuesto adecuadamente. Le vendó los ojos y fijó una cuerda a la argolla de la nariz para mantener su cabeza erguida. La esclava desconocí que le sucedería a continuación.

Una vez conectado el aparato acercó el electrodo de vidrio a uno de los pezones. Una fuerte descarga la sorprendió, emitiendo un profundo gemido, pero sin saber exactamente qué le estaba haciendo. Alternativamente tocaba uno y otro pezón produciendo descargas en el cuerpo de la joven. Luego desplazó el electrodo hacia abajo y la siguiente descarga se dirigió al ombligo. Allí se detuvo varias veces.

El último tramo del castigo consistía en descargas en el coño. Primero los labios exteriores, luego en el clítoris y mas tarde introduciéndose en la vagina, para volver a comenzar por los labios exteriores. Esa primera sesión de picana duró casi dos horas, al cabo de las cuales Mariana estaba exhausta y parcialmente afónica de tanto gritar y gemir.

Esto no fue obstáculo para que Patricio, luego de desatarla quisiera usar sus agujeros. Entonces primero la penetró por el culo y antes de correrse, la clavó por la vagina dejando luego allí su leche. Encadenó a Mariana en el establo y retiró a descansar.

Algunas noches, luego de usar sus agujeros Mariana debió acostarse en el potro para permanecer con sus brazos y piernas estirados durante toda la noche. Generalmente Patricio le pasaba algún líquido irritante por la concha o le colocaba algunas hojas de ortiga u otras plantas agresivas. De esta manera su sufrimiento se prolongaba por algunas horas.

Estos castigos adicionales no eran obstáculo para que además fuera flagelada con frecuencia y alguna vez el cigarrillo de Patricio se apagara en las tetas de la esclava. Podía observarse que el culo de Mariana presentaba gran cantidad de marcas de látigo, varas, fustas y otros instrumentos y estaba siempre teñido de rojo a causa de los azotes recibidos.

La experiencia de Patricio con Mariana era satisfactoria para él. Estaba cumpliendo la fantasía de poseer una pony que lo transportara ya fuera por su campo como por el pueblo cercano. Además la castigaba con frecuencia, cosa que también le complacía. Tenía siempre los tres agujeros a su disposición y notaba una cierta envidia entre sus amigos. A varios le hubiera gustado poseer una esclava, pero no se animaban. ¿Por qué? Vaya uno a saber pero en general no era bien visto tener una esclava. Quizás lo que más admiraban era que Patricio se había animado.

Algunas veces le hacían preguntas elípticas respecto de Mariana. Nunca preguntaron de la manera que les hubiera gustado hacerlo. Cosas tales como: "¿Te la coges por cualquier agujero? ¿La castigas por tu propio gusto? ¿Si se revela, la torturas? ¿La has azotado en las tetas y en la concha? ¿Qué instrumentos de castigo usas con ella? Todas estas preguntas estaban vedadas en las conversaciones.

Mariana se había convertido en una verdadera pony girl, sumisa y esclava de todos los caprichos de amo. Habían pasado dos años desde que había sido vendida y ya había olvidado su vida antes de ser esclavizada por su tío y se había olvidado de su tío también.

FIN