La pobre Marquesa tetuda en la corte perversa 4

La hermosa Marrana se entrega a la secretaria real que disfruta de su placer y dolor, ideando nuevas maneras de someter a su mascota

La pobre Marquesa tetuda en la corte perversa

Capítulo cuatro

Las asombradas espectadoras no cabían en sí de gozo, que espectáculo mas maravilloso digno de ser apreciado por toda la corte, la doncella y la marrana real follando cada una un extremo del doble falo, chocando sus culos en cada envite, lo que debe hacer padecer dolorosamente a la bufona al tenerlo tan maltrecho por los azotes y a pesar de ello, acompañando los jadeos de su compañera con sus propios lamentos, con los balanceos de sus enormes tetas, sin dejar de empujar como la salvaje que resultó ser, mas y mas fuerte, mas y mas profundo. Hasta que una rápida sucesión de jadeos y gemidos apaga el sonido que produce el entrechocar de sus carnes y ambas caen desplomadas entre estertores, jadeantes de placer, la doncella con sus manos en su vacía vagina, disfrutando de los últimos espasmos de su orgasmo y la bella salvaje bufona, con el falo abandonado por su compañera colgando del que invade su cuerpo, mirando embelesada a su dueña que, feliz y complacida, acepta la entrega del suyo.

Finalizada la distracción ambas señoras continúan comiendo, mientras las dejan recuperarse unos momentos. La Baronesa con su boca llena, no cesa de proferir comentarios y críticas sobre el comportamiento y la actitud de la bufona, haciendo alarde de sus nefastos modales, con lo que va minando la paciencia de Lady Edit, ésta ha disfrutado mucho con la entrega de su mascota y la horrible mujer consigue mancillar el acto de entrega absoluta con sus soeces y burdos comentarios.

Dándose por satisfecha con la comida, la Baronesa recogió parte de los restos y regándolos con un poco de vino, los coloca en un plato a sus pies autorizando a su doncella a comer, ésta lo hace gateando por la habitación y devorando el alimento como si de un animal se tratase, sabe que de este modo contentará a su señora.

La Baronesa quería hacer gala del dominio que ejercía sobre su doncella. Esta opresora mujer creía estar rodeada de esclavos y no era el caso en absoluto, trataba a su servicio personal de modo impropio a su rango, ya se había ganado varias amonestaciones al respecto y a pesar de ello, persistía en su actitud. Las doncellas estaban para servir y Lady Edit sabia respetar el estatus y cargo que cada uno ocupaba en la corte, nobles, siervos, artesanos, soldados… cosa que no parecía importar a esta vil mujer, tratando como animales a personas libres. Creía, erróneamente, que con ello se hacía valer ante la secretaria real, intentaba demostrar a su aliada que ella también podía ejercer su dominio, en su ignorancia, no se daba cuenta de que con sus patéticos intentos de imitarla solo conseguía demostrar su carácter ordinario y despótico, ya que la representación ofrecida por la bufona con su entrega de dolor y placer a su señora, había sido una de las demostraciones de poder mas sublimes que La Baronesa había tenido el placer de experimentar en su vida y quería demostrar el suyo maltratando al servicio. Absurda mujer que no veía la diferencia, cuando esta estribaba fundamentalmente en que la bufona, por mandato real, había perdido todo derecho y privilegio, ya no era una persona libre.

¿No vais a alimentar a la bufona? – preguntó la Baronesa que siempre le había divertido ver a sus doncellas comportarse de ese modo y acariciando su cabeza.

No, se ha ganado tres días de ayuno por una leve insubordinación ante la Reina – contestaba la secretaría que veía como su mascota recuperaba su posición de rodillas – Ni se te ocurra sacarte eso – señalando el falo doble que tras el acoplamiento con la doncella aún colgaba de su vagina – Vuelve a tu rincón inmediatamente

Si mi señora – jadea su juguete levantándose

Te has olvidado de tus enaguas marrana – regañaba al verla levantarse cubierta por ellas – Creo haberte ordenado que mantuvieras tus piernas separadas y las nalgas expuestas durante todo el día.

Si mi señora – lamentaba ésta subiendo sus enaguas y mirándola con un desmedido sentimiento de culpa, algo había hecho que la había disgustado, no podía entender el enojo de su dueña, la había obedecido ciegamente entregándole su placer, había visto la complacencia en su rostro y ahora volvía a menospreciarla, sentía arder sus mejillas de vergüenza y su ojos con lágrimas de desesperación

Mantén tu postura de castigo, bien podría antojárseme darte otra veintena de azotes – veía como su mascota obedecía fielmente – y ten mucho cuidado de no perder el doble

Era cierto que Lady Edit estaba enfadada, no era culpa de su mascota que, lejos de contrariarla, se había vuelto a entregar a ella sin restricciones, era la Baronesa la que la enfurecía, no le gustaba la actitud de esa mujer y no estaba satisfecha al haberla entretenido con la entrega absoluta de su mascota. No volvería a otorgarle ese privilegio, no mas placer delante de esta horrible mujer.

La doncella había terminado su alimento y recibió la orden de recoger todo y retirarse mientras las dos mujeres finalizaron con la elección y el diseño de las ropas que habría de lucir la bufona en adelante. La Baronesa se encargaría de ello, arreglaría todo con la modista real y en breve la bufona podría hacer uso de los ropajes que la identificarían como tal. Con todo ello, Lady Edit, dio por finalizada la jornada. Mañana sería otro día, quería salir de allí a toda costa, los pechos de su mascota precisaban atención inmediata, volvían a estar rebosantes y no regalaría ese néctar ni el deleite de su extracción a la horrible mujer.

Recorrieron el trayecto de vuelta a los aposentos de la secretaria real prácticamente a la carrera, la bufona, sujetando sus enaguas, apenas si podía seguir el ritmo de su señora, entre su dolorido trasero y lo apretado de su corsé pronto su respiración se traducía en fatigosos jadeos. La mente de Lady Edit estaba ocupada en las gestiones que realizaría a partir de ese momento, primero aliviar de su carga a su mascota, luego la dejaría descansar el resto de la tarde mientras ella se ocupaba de visitar al maestro artesano para aclararle un par de cosas sobre su encargo y también hablaría con el maestro curtidor para hacerle otra serie de encargos, visitaría al relojero real para recuperar su ingenio mecánico y posiblemente solicitar otros. Pronto llegaron a sus aposentos con su paso frenético.

¿Mi señora? – se atrevió a preguntar jadeante al entrar en sus habitaciones, la presencia de la vieja doncella no la hizo desistir de sus intenciones

Buenas tardes Carlota ¿Si marrana? – se giró para prestarle su total atención, ¿que preocuparía ahora a esa hermosa criatura?

¿Os he contrariado de algún modo? – preguntó preocupada, había hecho todo cuanto le ordenara y a pesar de haber visto agrado en su rostro, su postrer comportamiento la tenía desconcertada

¡Oh no! De ninguna manera, hermosa marrana mía, estoy muy satisfecha con tu comportamiento, tu actitud y tu entrega – la consuela volviendo a acariciar su bello rostro que muestra una profunda preocupación – Es esa horrible mujer que no sabe comportarse conforme a su posición, cree que el servicio le pertenece, por mis propios actos nefastos estoy obligada a compartirte con ella, algo que remediaré tan pronto tenga ocasión, pero mi enfado nada tiene que ver contigo

Gracias mi señora – asiente su mascota satisfecha con la explicación, que por otra parte sabe que no merece aunque comparte. la Baronesa es realmente un ser despreciable

Ven, aliviemos tu carga, aligeremos tus maravillosos pechos, tengo cosas que hacer que me mantendrán ocupada buena parte de la tarde y no quiero perderme este placer – le indica llevándola de la mano hasta su tocador acomodándose y retirando la verde camisola que los cubre, apreciando las marcas dejadas por ella con la vara de bambú casi lamentó el castigo, casi – esto te va a doler

Y dolió, a pesar de aplicar sus labios amorosos con infinito cuidado, los azotes que le había aplicado con la vara cruzando sus pezones cumplieron su primordial objetivo, tenía una poderosa necesidad, impropia en ella, de causar dolor y vergüenza a su mascota, sabía que había disfrutado en las anteriores ocasiones en que mamó de sus pechos, por alguna razón que no permitía que su mente analizara, quería que su hermosa marrana sufriese para ella, que ligase el dolor con el placer. Quería verla disfrutar a pesar del daño que padeciera su cuerpo, quería su entrega absoluta, placer y dolor, quería todo de ella. Era un sentimiento que nunca antes había experimentado, sin embargo, era el que le inspiraba esta bella salvaje de las colonias. A juzgar por los jadeos y gemidos que emitía su juguete lo estaba consiguiendo, sufrir placenteramente.

Carlota querida, tengo que hacer unas gestiones que me mantendrán ocupada por horas y no puedo deleitarme mas con mi bella bufona de momento, desnúdala y que descanse en su alfombra – ordena a su doncella – regresaré para la cena – anuncia parándose a retirar un gran objeto de una vitrina y saliendo de sus aposentos

Como ordenéis mi Lady – la vieja doncella se acerca a la pobre marquesa para liberarla de las enaguas, pololos y camisola – Madre del amor hermoso ¿Lady Edit te ha hecho esto? – comenta al ver su tumefacta grupa

Si, doncella Carlota, Lady Edit tenía el deseo de probar unas varas y unas paletas sobre mi cuerpo – asentía viendo ahora su aspecto en el espejo, realmente sentía fuertes dolores y a pesar de que la imagen reflejaba fielmente su estado, no quería que la doncella pensase mal de su señora – me había ganado el castigo, ¿recordáis?

No seré yo la que diga que se ha extralimitado, puedes llegar a ser una criatura muy díscola, quizá sea mejor que te aplique algún bálsamo – ofrecía la criada compasiva

No, os lo ruego, aprecio vuestro ofrecimiento pero no creo que sea del agrado de Lady Edit, entiendo que su intención es que las molestias se alivien con el tiempo, si lo estimáis oportuno podéis consultárselo cuando regrese – explicaba lo que creía sería del agrado de su dueña – ¿puedo utilizar el orinal? – preguntó ruborizada

Por supuesto criatura – afirmaba la doncella que experimentaba un extraño sentimiento de ternura por ella al verla así maltratada y rebajada, hasta tenía que pedir autorización para orinar y a pesar de ello asumiendo su culpa y con tanta dignidad y anteponiendo los deseos de su señora a su propio bienestar

Sin una palabra mas, la leal Carlota, dobló las prendas que había utilizado la bufona y una vez encadenada a la cama, la vio acomodarse con dificultad sobre la mullida alfombra, entre el daño en su cuerpo y ese corsé tan apretado, cualquier postura parecía incómoda, antes de abandonar la habitación para encargase de sus tareas.

Lady Edit se presentó en el taller del artesano real y para su sorpresa éste ya había elaborado dos copias, casi exactas del número tres, casi dado que uno era un poco mas grueso y el otro parecía tener una cabeza un poco mas ancha y había confeccionado también la primera pieza donde podría anclarse, el aprendiz estaba terminando de lijar el segundo de aquellos aparatosos falos, para que su superficie quedase libre de imperfecciones, como el que la secretaría real admiraba girándolo en sus manos. Que gracioso el muchacho que colocando el gran falo en su entrepierna se aplicaba a la tarea como si estuviera pajeando su propio miembro, posición que modificó ruborizado al darse cuenta de la presencia de la secretaria.

Caramba artesano, estoy admirada con vuestro trabajo – examinaba detenidamente su obra – vuestra celeridad y destreza son inmejorables

Agradezco el cumplido mi Lady, pero sabed que no es mucha la dedicación que requieren esas piezas – explicaba – cosa diferente son los engranajes, pero incluso eso, ha resultado sencillo con las notas y plantillas que ha realizado mi avispado aprendiz – premiaba a éste con su declaración y consiguiendo que sus mejillas volvieran a sonrojarse

Estoy muy agradecida a ambos – admiraba a la gente honrada que, como este artesano, no trataba de apropiarse de méritos que no le pertenecían – poned el precio que yo aplicaré sobre él el incentivo que he prometido y habéis ganado con creces, aunque he decidido hacer algunas modificaciones

Procedió a explicar en que se basaban principalmente dichas modificaciones. La pieza sobre la que se anclaría el falo no tendría que encajar en una mesa de madera taraceada como la de la Baronesa, habría que practicarle unas ranuras en la madera sobrante de modo que si se pasaban unas cinchas de cuero por ellas, podrían fijarse en cualquier superficie. El artesano tomó la pieza y siguiendo las indicaciones de Lady Edit realizó el pedido a su entera satisfacción, quedando la pieza con forma triangular, en el centro las muescas para encajar la pieza y en los tres vértices las ranuras solicitadas. Se llevó la pieza y uno de los falos pero solicitó que le fabricaran otro juego de falos de menor tamaño y otra pieza de anclaje que tuviera las muescas por ambos lados y las ranuras correspondientes, para que se pudieran anclar ambos falos en la misma. Eso sería todo de momento.

En el taller del curtidor, dedicó mas tiempo a la visita y a sus explicaciones, adquirió dos fustas una corta, como la que ya tenía para su caballo y otra larga, como las utilizadas en las calesas. Le mostró la pieza de engranaje y solicitó las tres cinchas que necesitaría. El curtidor midió y seleccionó entre las que tenía hasta encontrar las que se ajustaban a sus necesidades, las remachó a la pieza de madera y efectuándoles perforaciones en casi toda su longitud, le mostró a la secretaria como podrían sujetarse con un simple pasador a diferentes distancias y tomo notas sobre su último encargo que tendría que realizar a la mayor brevedad posible, siendo gratificado por ello, si el resultado era el esperado.

Le mostró el falo de madera y le explicó que quería una copia, pero esta tendría que ser muy flexible, el doble de larga y mostrar el mismo aspecto por ambos extremos. El curtidor comprendió rápidamente lo que le estaba pidiendo, un falo doble y se despidió de la secretaria real asegurándole que tendría su encargo en un par de días.

Solo faltaba la visita al maestro relojero, allí mostraría el ingenio mecánico que un ardoroso Conde italiano le había regalado en cierta ocasión, tras los inconmensurables placeres disfrutados en su lecho y al que no había encontrado otra utilidad que marcar el inexorable paso del tiempo, hasta ahora. Era un extraño reloj que tenía unos gruesos brazos, con forma de prisma rectangular sobresaliendo que marcaban los segundos, uno con movimientos verticales y horizontales el otro, cambiando de posición cada segundo. No sabía si su idea sería buena, pero el maestro lo diría, le intrigaba saber si a los brazos que efectuaban los movimientos se les podía anclar la fusta, y si la fuerza de la maquinaria sería suficiente para hacer subir y bajar la fusta con cada movimiento vertical y de izquierda a derecha en el caso horizontal, cada segundo un movimiento.

El maestro relojero probó la maquinaria, desmontó unas piezas, engrasó otras y volviendo a colocar todo en su lugar, aseguró a la secretaría real, que el ingenio mecánico serviría perfectamente a sus propósitos, podría fijar cualquiera de sus nuevas fustas a los brazos sobresalientes, que la fuerza de estos, aguantaría a la perfección y que si se lo dejaba un momento, en breve le haría las sujeciones acordes al instrumento. Lady Edit lo pensó mejor y solicitó que las sujeciones no se limitaran solo al diámetro del mango de sus fustas, bien podría querer fijar cualquier otro complemento. No habría problema con eso, por agradar a la secretaria real, perdería el sueño para encontrar el modo de poder fijar cualquier objeto.

La secretaria real salió de los talleres muy satisfecha con las actividades de la tarde, estaba excitada como no recordaba haberlo estado nunca, normalmente cuando esto sucedía se saciaba de inmediato, pero en esta ocasión no le importaba esperar aún un poco mas. Tendría toda la noche para calmar sus ardores en los brazos de su bella marrana y como no quería interrupciones una vez comenzase su sesión amatoria, decidió pasar antes por los despachos reales para comprobar que nada requeriría de su atención.

No había querido que Lucy aliviara la excitación provocada por su mascota, y no solo por el hecho de que su boca se había aplicado a la misma tarea con su desagradable señora, pensaba que si su marrana la enardecía tendría que ser ella quien la aplacara, sentía arder su entrepierna, seguramente el flujo producido con la excitación de la total entrega de su mascota le habría empapado sus prendas interiores.

Anochecía cuando la secretaria real dio por finalizadas sus tareas y se dirigió a sus aposentos para disfrutar de una ligera cena y de su mascota. Al entrar en ellos vio con asombro que el maestro relojero se encontraba allí coqueteando con su vieja criada

Buenas noches mi señora, ordenaré que os traigan la cena mientras os preparo el baño – saludó su doncella arrobada con el coqueteo

Buenas noches Carlota, muchas gracias – saludaba risueña con el embeleso de su vieja doncella - Maestro relojero ¿habéis venido a pelar la pava con mi doncella o es otro el asunto que os ha traído a mis aposentos en hora tan tardía?

Buenas noches Lady Edit, estaba esperándoos – comentaba azorado - he venido a traeros vuestro reloj con las modificaciones que habéis solicitado, espero no incomodaros – le mostraba su trabajo

En absoluto maestro, agradezco enormemente vuestro afán – admiraba los engarces realizados y como éstos ahora podrían sujetar diferentes objetos en sus piezas móviles

Como habéis sugerido, ved que con estas piezas sujetas a sus brazos, vuestro reloj podrá marcar los segundos con lo que vos deseéis añadirle, siempre y cuando no exceda de un peso de dos libras o dos libra y media – explicaba

Creo que eso será mas que suficiente maestro – admitía

He tenido que realizarles unas pequeñas perforaciones para sujetar las piezas nuevas, pero esta maquinaria está confeccionada con una precisión impecable

Eso me aseguró el Conde, decía que las máquinas suizas se vanagloriaban de ello, aguardad un momento – entraba en su despacho para salir al poco tiempo con el dinero con el que pagaría al artesano

Pero este es un pago excesivo mi Lady – reconocía el relojero

Yo no lo considero así, habéis realizado un trabajo impecable en un tiempo record y espero que os aseguréis de que se mantenga así, ajustándolo si es necesario de vez en cuando

Dadlo por hecho, mi Lady, vendré por aquí de vez en cuando para comprobarlo – se despedía el relojero que ya tenía escusa para volver a coincidir con su encantadora doncella - deseo de corazón que lo disfrutéis

Eso deseo yo también maestro – probaría esa misma noche las sujeciones introduciendo en ellas varios objetos que ya había pensado

Enseguida os traerán vuestra cena, mi Lady, ¿deseáis algo mas antes de vuestro baño? – preguntaba la doncella siguiendo a su señora a su dormitorio – Vuestra mascota aún descansa

No Carlota, primero el baño y luego la cena. Habrá que despertarla para que me acompañe mientras ceno, me distraerá mientras lo hago – comentaba admirando a su bella marrana que acurrucada sobre la mullida alfombra, encadenada a los pies de su cama, tapada con su larga melena, emitía pequeñas respiraciones impelida por su corsé - ¿Verdad que es hermosa?

Mucho mi Lady, a pesar de su piel marcada, posee una rara belleza que provoca extraños sentimientos – aseguraba la doncella – una criatura noble sin duda

Cierto, en mi, provoca unas ansias de posesión y dominio como nunca he experimentado ¿Por qué crees que ansío causarle dolor y penurias a la vez que placer absoluto y dependencia hacía mi? – preguntaba mas para si misma que para su doncella comenzando a desvestirse con la ayuda de esta – ¿Conseguiré que sea realmente mía? ¿Qué piense en mí con cada inspiración, jadeo o lamento?

Debe hacerlo mi Lady, de hecho, me he ofrecido a aplicarle un bálsamo en sus carnes maltratadas y ha rogado que no lo hiciera – asentía ante la extrañada expresión que le dirigía su señora – dijo que posiblemente ese alivio no fuese de vuestro agrado, ya que disfrutaríais por días con el padecimiento que le habéis provocado al aplicarle el correctivo que ella misma, afirma, se ha ganado

¿Eso ha dicho? – curiosa la secretaria

Eso exactamente, ha antepuesto vuestro placer a su bienestar – asentía la vieja doncella

¿No decía yo que es una criatura maravillosa? – admiraba la secretaria a su mascota dormida mientras se introducía en su baño – Ni yo misma sabía que disfrutaría de ello, pero es lo que mi corazón anhela, la entrega absoluta, su dolor y su placer. Despiértala.

La pobre marquesa tetuda otra vez despertaba acurrucada, prácticamente desnuda y encadenada a la cama, había tenido toda una tarde de descanso poblada de extraños sueños y de pronto, un leve zarandeo en su hombro la tajó de nuevo a la realidad, allí se encontraba su señora, admirándola como si en verdad fuera un objeto extraño y precioso mientras disfrutaba de un relajante baño atendida por su doncella.

¿Has descansado bien? – pregunta solícita su dueña suspirando con el sosiego que le produce el baño

Si mi señora, todo lo bien que se puede con mis posaderas laceradas y esta prenda que limita mis respiraciones – afirma arrodillándose con infinito cuidado al apoyar su dolorido trasero sobre sus talones, pasando sus manos por sus costillas como si con ello consiguiera poder inspirar mejor

¿Son quejas lo que escucho? – reprendió

No mi señora – contestó apocada, no quería que su dueña volviera a enojarse y menos ahora que, cautivada, la veía toda sonrosada y descansada en su bañera - teníais que enmendar mis faltas y lo habéis hecho

Así es ¿Y te quejarías si no hubieras cometido falta alguna, y te hubiera azotado por placer en lugar de por disciplina? – preguntaba intentando constatar su sumisión mientras se levantaba para que su doncella limpiara su cuerpo observando que su mascota la miraba con fascinación

¿Por placer, mi señora? – preguntó sorprendida, tanto por sus palabras como por el efecto que causaba en ella admirar el hermoso cuerpo cubierto de agua y espuma, deseando que fueran sus manos y no las de la doncella las que lo recorrieran

Eso he dicho ¿Si deseara que Carlota inspeccionara cada día el estado de tus nalgas, para que cuando considere que empiezan a sanar me lo notifique, a fin de arrearte otra paliza sin otro motivo que mi placer, te quejarías?

No mi señora, si es lo que deseáis y con ello os complazco – asentía obnubilada por esa mujer y reconociendo su sumisión ante ella

Tus palabras son música para mis oídos, hermosa marrana – afirmaba saliendo de la bañera y envolviendo su cuerpo en una suave bata sin haberlo secado previamente – acompáñame a mi salón, me entretendrás mientas ceno – ordenaba abandonando el dormitorio tras calzarse

La pobre marquesa es consciente de lo que ha admitido y extrañamente lo siente así, desea complacer a su señora aunque su placer conlleve padecimientos, el porqué se sentía tan profundamente atraída por ella, era algo que no lograba comprender, pero el sentimiento estaba ahí y era muy profundo, real, al igual que el deseo sexual que despertaba en ella el mirar como su bata se humedecía y acompañaba el balanceo de su hermoso trasero.

Carlota había dispuesto la cena para su señora en una pequeña mesa ante la chimenea frente a una hermosa y gran butaca, pero Lady Edit ordenó que cambiara la ubicación de la mesa para colocarla un poco retirada, delante de una silla, la butaca sería para su mascota esta noche. Delante de ella colocaría un pequeño taburete para su ingenio mecánico, mientras su doncella obedecía, guardó su nuevo falo de madera en uno de los bolsillos de su bata y sujetó una hermosa pluma de avestruz al brazo de movimiento vertical y lo reservó mientras acomodaba todo para su entretenimiento.

Siéntate en la butaca marrana mía – ordenaba y esta obedecía sentándose cuidadosamente al borde sobre su malogrado trasero – pero para que tus nalgas no se resientan Carlota te ayudará a aliviarlas de tu peso. Has de colocar sus piernas dobladas sobre cada brazo, con los pies colgando, que pueda apoyarse en sus riñones para no caer – observaba como la ayudaba su doncella – colócale un almohadón para elevar su torso – Quiero tenerla bien abierta y ofrecida

¿Es así como deseáis, mi señora? – mostraba a su mascota obscenamente abierta y ofrecida como le había ordenado y atreviéndose con sus manos a separar sus labios vaginales para que nada entorpeciera la visión de su señora, esparciendo con sus gruesos dedos la humedad que allí había – ¿Está a vuestro gusto?

Perfecto – agradecía su iniciativa al embellecer mas su obra – trae mi reloj y colócalo en el taburete, asegúrate que la distancia es la correcta

Al girarse para buscar el reloj la vieja doncella comprendió las intenciones de su señora, la pluma de avestruz subía y bajaba rítmicamente, sin prisa pero sin pausa, ¡que ingeniosa idea! La vagina de la marrana sometida al leve cosquilleo de la pluma mientras Lady Edit cenaba quedaría tan sensibilizada que podría alcanzar el placer con un soplo.

¿Esto es todo mi Lady? – preguntó la doncella sonriente una vez colocado el reloj en el taburete y ajustada la distancia para que la vagina de su mascota recibiera las rítmicas caricias

Si, creo que será suficiente para mantenerme entretenida mientras ceno, puedes servirme ahora – asentía escuchando los sonidos que emitía su mascota cuando las cuatro primeras pasadas de la pluma daban de lleno en su vagina abierta y excitaban su clítoris

Una vez servida la cena, la doncella se retiró un poco para poder admirar ella también, lo que sabía terminaría siendo una agonía para la marrana. Lady Edit en su posición elevada sobre la silla, percibía sin obstáculo alguno cada pliegue de esa hermosa, abierta y humedecida gruta, comía pausadamente sin perder detalle de los efectos que causaba la pluma, de momento acariciando y cosquilleando, mientras mantenían de vez en cuando interrogaba a su mascota, apreciando el efecto de la pluma sobre su respiración y concentración. A mitad de su cena, las contestaciones de su mascota se volvían mas lentas y su respiración mas errática, su cuerpo experimentaba leves contracciones involuntarias, claro indicio de que los efectos de la pluma habían pasado de calmados a ser insidiosos y excitantes. Cuando llegó a los postres su mascota se estremecía casi descontrolada, sus flagelados pezones habían aumentado considerablemente de tamaño al igual que su clítoris y su vagina mostraba un brillante tono carmesí muy atrayente.

Carlota puedes retirar todo esto, pero déjame el vino que disfrutaré de él con mi mascota – le decía a su doncella que, embelesada con los espasmos de la marrana, también se había excitado – Hasta mañana no volveré a necesitarte, que tengas dulces sueños

Si mi señora – se acercaba para retirar el contenido de la mesa y comprobando desde la corta distancia que la vagina de la marrana ofrecía un aspecto extremadamente deseable y jugoso – que disfrutéis de una plácida noche – se retiraba

Era justo lo que pensaba hacer, pasar una noche plagada de placeres entre los muslos de su mascota, bajando de su silla y retirando la pluma se arrodilla ante el expuesto y excitado cuerpo de su juguete

Me arrodillo ante ti, marrana mía – susurraba a escasa distancia de su palpitante vagina recibiendo la encendida mirada de su mascota – estoy aquí postrada para disfrutar de tu placer que es el mío – sopla sobre ella y como presagiara la doncella con el leve roce de su aliento sobre su enfebrecido sexo se desencadena un potente orgasmo que con sus labios, lengua y dientes saborea

¡Oh mi señora! – jadeaba al correrse – Yo… jamás... había

Si hermosa marrana, dame lo que me pertenece, entrégame tu placer – ordenaba degustando todo lo que salía de ese excitadísimo coño e introduciendo el gran falo de madera en esa vagina hambrienta – goza para mi – ordenaba masturbándola con su nuevo juguete que a pesar de su tamaño admitía en su estado de suma calentura

Si, si, mi señora… es tan bueno… - jadeaba volviendo a correrse con los manejos de su dueña

Vamos al dormitorio, hermosa mía, anhelo disfrutar de tu cuerpo y sofocar el ardor que a lo largo del día con tu entrega has provocado – le dice tendiéndole su mano – me gustaría que retuvieras mi nuevo juguete en tu interior de momento

La hermosa marquesa siguió a su dueña caminando incómoda con el tremendo falo invasor y volviendo a admirar su hermoso trasero, tan pronto traspasaron la puerta, sus manos, con vida propia subieron hasta el cuello de su dueña para ir descubriendo su nuca y sus hombros, bajando la suave prenda que la cubría y con sus labios codiciosos besando cada centímetro de piel que liberaba, lentamente fue recorriendo su espalda, su columna hasta llegar a ese maravilloso culo que la había estado llamando y atrayendo. La piel de la secretaría real correspondía sus mimos estremeciéndose y de su garganta brotaban placenteros jadeos.

Poco a poco llegaron al lecho, avanzando a pequeños pasos la secretaria y arrodillada tras ella, sin dejar de besarla, su mascota. Lady Edit se sentó para admirar como su juguete amorosamente besaba sus pies, sus labios y lengua visitaron sus dedos, se entretuvieron en sus empeines y subieron por sus piernas hasta alcanzar el centro mismo de su esencia para dedicarle el mas dulce de los besos, restregando sus enormes pechos por sus piernas. Había probado a su dueña la horrible tarde de su sodomización, pero el placer que experimentaba ahora entre esos hermosos muslos, sin dolor o humillaciones, era como un bálsamo para su alma. Con todo su ser anhelaba demostrarle la adoración que experimentaba en su presencia, quería ser la causante de su placer, ambicionaba todo de ella y le entregaría lo que le pidiera, se había convertido en lo único que tenía, lucharía para conservarla y la sentía como su razón para vivir, sentía que le pertenecía y se lo demostraría con su total entrega si era lo que deseaba de ella.

La secretaría real gemía, jadeaba disfrutando con las atenciones de su mascota, abría sus piernas como ofrenda, el placer que le proporcionaba era inmenso, su lengua parecía querer llegar a lo mas profundo de su ser y sus labios succionaban y aprisionaban su carne con una dulzura tal, que su orgasmo era inevitable. Cuando sus dientes hicieron acto de presencia, desbordó su placer, jadeó, se estremeció, incluso grito clamando a los cielos, pero su placentero tormento no tenía fin ya que su mascota, glotona e insaciable continuaba recreándose en su sexo, con sus manos y una delicadeza extrema comenzó a abrirla, poco a poco, para facilitar la entrada de su lengua que sentía mas caliente, mas húmeda y mas anhelante que cualquier verga que la hubiese visitado había sido jamás

Su segundo orgasmo fue como una explosión de colores tras sus ojos cerrados, provocó un estallido que consiguió que su mente volara en todas direcciones, la exaltó como si cada poro de su piel cantara de alegría y cada músculo acompañara la música que estaba ejecutando con su cuerpo, pensó que se desvanecería, tan sublime era el placer que le provocaba.

Con cuatro de sus dedos atormentando la vagina de su amante y su dedo pulgar jugueteando con su clítoris, la mascota comenzó de nuevo un recorrido ascendente por su glorioso cuerpo, sentía su piel arder con el contacto, su ombligo se contraía con las pasadas de su lengua, y cuando llego a sus pechos, sus pezones la recibieron saltando a su encuentro, duros y vibrantes, parecía que su boca estaba en todas partes a la vez, su lengua dejaba un sendero ardiente en cada contacto y cuando comenzó a succionar y succionar, mordisqueando ahora no tan suavemente, el éxtasis asaltó de nuevo a su dueña que no pudo contener los espasmos de su insuperable culminación. La entrega de la marrana a su dueña quedó sellada con dolor y lágrimas, placer y devoción eterna. Era suya para lo que quisiera hacer con ella.