La Pluma

Cuando escribir y el placer van de la mano.

Pasos, pasos y más pasos. Más nítidos, cada vez más cerca. Si, había dejado la puerta de casa abierta mientras me ponía un pantalón de chándal. No era plan de recibir a uno de esos mensajeros de Amazon como Dios me trajo al mundo, ¿verdad?

¡Ding!

  • ¡Un momento! Abrí la puerta por completo y una figura femenina esperaba sobre el felpudo. Era una chica joven, de cabello oscuro, ojos negros y  labios rojos, con una gabardina negra y un casco de moto en la mano. Es curioso como un pintalabios pueden aportar a una cara blanca tanto color y tanto morbo.

  • Tiene que firmarme aquí- dijo con dulzura.

  • Cada vez se hacen con gente más capacitada para entregar paquetes- y una media sonrisa dulce brotó de su cara.

  • Gracias. Qué tenga un buen día.

Y bajó las escaleras al ritmo que lo hacía antiguamente la Dolores. Bim, bom. Era bonita, muy bonita. Lo único que me consolaba, era que algo aún más tentador se encontraba en la caja que tenía entre las manos. ¿Sabéis que? Reventé el papel de envoltorio, deslice la tapa de la caja y observé el brillo de aquel artilugio a contraluz. No era del color que había visto en la foto del catálogo, pero desde luego era una de ellas. Una pluma China de las que tanto se hablaba… ¿No debería probarla? ¿Acaso no era este el momento oportuno?

Caminé rápidamente hacia la ventana y me puse a mirar al pie de la calle hasta la vi salir del portal. Tenía la moto aparcada justo delante, pero en la otra acera. Con esa gabardina negra era tan sensual, tan apetitosa…Levantó la rodilla derecha y al sentarse, sus muslos se hundieron en el asiento de aquella Vespa negra. Iba a tener que seguir con sus repartos por todo Madrid si yo no hacía nada al respecto. Así que cogí un trozo del papel del suelo y comencé a escribir. A describirla. Ahora era una ejecutiva de negocios que acudía a una reunión a las afueras de la ciudad, apresurada. Atendía al nombre de Lina y… se acababa de poner el casco. Le estaba concediendo demasiado. Así que cuando sacó su llave de entre aquellos pechos turgentes y se dispuso a introducirla en la ranura, notó un leve cosquilleo. Como si un relámpago de placer hubiera recorrido todo su cuerpo. ¿Qué demonios? pensó. Pero tenía prisa. Volvió a intentarlo de nuevo. Con firmeza, su mano y la llave avanzaron hacia el objetivo, la ranura, solo que esta vez el placer que notó fue aún mayor. Sus ojos negros se veían blancos y grandes dentro del casco, y el interior de sus muslos empezaba a humedecerse. ¿Qué le estaba pasando? ¿Es que no sabía que ahora yo jugaba con ella? Pero Lina no podía dejar que el tiempo se le echara encima.  Tenía obligaciones. Y desprendiéndose del nerviosismo propio del momento, reunió fuerzas para intentarlo una última vez. Vamos, tu puedes…

¡Bruuuuummmm!

El motor de la moto rugió, al tiempo que un gemido agudo e intenso inundó las calles de la capital.

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