La playa nudista
Teresa y su familia, practican nudismo. Un día, deciden ir a la playa, y dejar fluir su pasión
Mi familia y yo siempre habíamos deseado ir a una playa nudista. Era algo que nos llamaba la atención desde hacía tiempo.
-Bien, todos al coche.
Mi padre conduciría hasta la playa más próxima; a unos 20 km de casa. Iba conversando con mi madre, mientras, Teresa y yo, íbamos hablando entre nosotros, también.
-Por fin vamos a una playa así... ¿No te sientes excitado, Pablo?
-Bueno... No es algo del otro mundo...
Teresita, así la llamábamos cariñosamente, se acercó y me susurró al oído:
-Pues creo que papá tiene intenciones más...
-¿Más qué?
-Bueno... Ya lo comprobarás.
Me hacía la idea, aunque me hacía, tambien, un poco el tonto; mamá se había puesto un diminuto tanga, que marcaba su culo perfecto. Mientras que Teresita, lucía un bañador que marcaba claramente sus pezones, bastante estrechito... Pero mi mente no quería seguir por ese camino.
Al rato, mi padre aparcó, bajamos del coche, y anduvimos unos metros, hasta alcanzar el principio de la playa, que, a esas horas, estaba abarrotada. Muchos cuerpos desnudos, y de todas las edades, aparecieron ante nosotros.
-Maldita sea, está muy lleno, Carlos.
-No te preocupes, Sandra... Vamos a intentar buscar un lugar apartado, seguro que encontramos algo...
Y tuvimos suerte; aunque tardamos más de media hora en encontrar un lugar, entre unas rocas apartadas. Una vez allí, mis padres se desnudaron, y comenzaron a echarse crema mutuamente, mientras, Teresita y yo, no las quitabamos ojo.
-Venga, chicos. Desnudaos, nos seas vergonzosos.
Nos miramos, y, tímidamente, nos quitamos los bañadores. Ahora sí, los cuatro estábamos completamente desnudos, en un lugar apartado de la playa, teníamos intimidad.
-Teresita, ven, te echaré crema - Dijo mi padre.
Cuando mi hermana notó sus manos rozando sus pechos, pude ver cómo puso los ojos en blanco. Quizás, estaba algo excitada...
-Me toca a mí...
Agarró el protector solar, y comenzó a a echarlo lentamente por la espalda de mi padre. Él, con los ojos cerrados, se dejó hacer.
-Mira, Pablo - Dijo mi madre, señalando la polla de mi padre, que empezaba a crecer.
Mi madre se separó de mi, se juntó a su marido, y comenzaron a besarse, apasionada, calientemente, mientras mi hermana, me miraba con ojos excitados. Se acercó a mí, y nos sentamos en la arena.
-Tienes unas tetas, preciosas, mi vida.
Mi padre se llevó un pezón a la boca, y comenzó a succionar, mientras, mi madre gemía como una loca.
-Mira cómo me tienes.
La mano de ella, agarró la de mi padre, y la llevó a la entrepierna.
-Ardiendo.
Metió un dedo en el coñito de mi madre, y comenzó a moverlo. Ella, comenzó a gemir despacio.
Sin mediar palabra, Teresita se arrodilló ante mi, y comenzó a masturbarme. Casi me caigo de la sorpresa.
-La tienes durísima, casi no me entra en la boquita.
Comenzó a chupar, mientras yo no quitaba ojo a mis padres; parecía que estuvieran a punto de pasar a algo más, y así fue.
-Colocate así.
Mi padre, colocó a mi madre a cuatro patas, y comenzó a follarsela con fuerza. Sus gemidos, resonaban a toda la playa. Asustado, miré alrededor. Teníamos espectadores; hombres masturbándose, ante la escena que estaban viviendo.
-Me encanta, tenemos espectadores- Dijo Teresita, metiendo mi pene en su boca.
-Sigue, me quiero correr - Gimió mi madre, mientras, mi padre no cesaba, y continuaba penetrándola.
-Follame, Pablo.
Teresita se colocó encima de mi ya hinchado miembro, y comenzó a cabalgarlo, mientras lamía sus duros pezones.
Mi madre y mi hermana se miraban con deseo, mientras mi polla amenazaba con estallar de un momento a otro. Y, por los gemidos que estaba dando, a mi padre le ocurría lo mismo.
-Cambiemos. Ahora vosotros también seréis espectadores.
Las mujeres dejaron nuestras pollas, para juntarse entre ellas. Comenzaron a besarse; una mano de mi hermana, se dirigió a la hendidura ardiente de mi madre, y comenzó a masturbarla con furia, mientras, con la otra apretaba sus duros pezones.
-Vamos, cielo. Haz que me corra.
Los mirones, mi padre y yo, nos masturbamos ante la lujuriosa escena que acontecía ante nosotros.
-Me corro. Me corro, tesoro.
Mi madre cayó al suelo, extasiada, mientras mi hermana se acurrucó en su pecho, y, masturbándose también, decidió unirse a los orgasmos de los allí presentes. En un lugar apartado de una playa, que, al final, no parecía tan apartado.