La Playa

Una bonita historia, una escena de sexo romantica y pasional en un paisaje algo típico, pero con un toque especial. Espero que os guste amigos...

No fue algo que decidí planear con antelación, ni siquiera estaba pensando en que pasaría algo, sería una tarde romántica, sencilla, muchas cosas de las que hablar. No teníamos muchas cosas en común, pero eso no importaba, y que mejor lugar que esa playa para aclarar nuestras inquietudes. Hacia mucho calor, iba en mi coche con la ventanilla bajada y viendo el mar de fondo, pensaba en ella, en nuestra cita, una pequeña playa escondida con hermosas palmeras a su alrededor y con una agua tan cristalina que se podía ver el fondo de arena blanca a varios metros. Un lugar perfecto para soñar.

Pretendía llegar unos minutos tarde, lo justo para no ponerla nerviosa y lo suficiente para hacerla pensar, estaba impaciente por verla, por tener cerca su preciosa cara. Aparqué el coche no muy lejos de nuestro encuentro y me dirigí a la playa. Como en un diario de pasión me acercaba a ese lugar de ensueño, tras pasar por unas finas hojas, allí estaba ella sentada, mirando como el sol descendía lentamente, podía ver toda su espalda, llevaba la parte de arriba del bikini y un pequeño pañuelo en la parte de abajo, no me escuchó llegar, pero me estaba esperando. Cuando me puse a su lado seguía mirando al frente y se le escapó media sonrisa, con tono irónico me dijo "creí que no vendrías", yo también sonreí y me senté a su lado, le dije que estaba muy guapa, que tenía ganas de verla, quería besarla, me miró y me dirigía a su boca color cereza, pero antes de llegar se levantó, enérgica, sonriente y me dijo "nos bañamos?", no lo dudé, fui tras ella, el agua estaba perfecta, la tarde era perfecta, ella, en aquel momento donde no existía la prisa, era perfecta.

Estuvimos un buen rato jugueteando en el agua, no hablabamos mucho, solo lo obvio, le gustaba bromear y me metía la cabeza bajo el agua, yo me quedaba buceando para despistarla y cogerla por detrás, una excusa perfecta para tocar su delicado cuerpo. Hubo un momento típico de película, coincidió que nos pusimos de pié frente a frente, con el sol a mitad de camino dibujando un cielo rojizo inolvidable, solo estaba el sonido de las olas, ella y yo, mirándonos, en aquel momento no existía el mundo. Su pelo mojado contorneaba su bella cara, con las gotas resbalando entre sus labios y el cuello, su piel morena notaba la suave brisa y se estremecía, se frotaba los brazos, tenía frío, era mi momento. Entre las olas me acerqué y la cogí de los hombros y la conduje hasta mi cuerpo cálido, le aparté el pelo mojado de la cara, me miraba con los ojos brillantes y de deseo, no quería esperar ni un minuto más, primero le di un beso en la mejilla, después otro mas cerca de la boca, hasta que ya rozaba sus labios... escuchaba su respiración, como cada vez estaba mas tranquila, cogí su labio superior entre los mios suavemente, después el de abajo, ya estábamos rodeándonos con los brazos y el beso se hizo apasionante, sin control, bajando por el cuello, me mordía los labios, me tocaba por todas partes y yo a ella, un atardecer perfecto.

La cogí en peso mientras nos seguíamos besando ya sin saber donde, la llevé a la orilla, la tumbé, estaba con los ojos cerrados moviendose como si no la hubiera dejado de tocar, a su lado me puse y empecé a contorner su cuerpo con mis manos mojadas, desde sus pies finos y delicados, su trasero redondo y bien duro que apretaba mientras le pasaba la lengua por el cuello, curioso gusto salado, daba igual, un Cocktail de pasión incomparable, ella acariciaba mi torso, mirándolo besandome por todas partes, me dispuse a quitarle la parte de arriba del bikini, mi torpeza lo rompió, con voz acelerada me dijo "da igual, sigue", ni una palabra mas, lo estaban deseando, ella y yo, sus pechos de un tamaño considerable tenían unos pezones oscuros y pequeños, se notaba que lo estaban pasando bien, los introduje en mi boca mientras los cogía. Por fin escuchaba ese sonido de su boca que me ponía aún mas caliente... Ella introdujo su mano derecha entre mis pantalones, la cogía con fuerza, la movía, la acariciaba, mientras me decía "quiero sentirte dentro de mí", se quitó de manera acelerada la parte de abajo, me la quitó a mi también y empezó a tomar el control.

me puso boca arriba y se subió encima de mí, me miró unos segundos y mientras me cogía la cara con las dos manos, contorneaba su cadera para encontrar lo que estaba buscando, poco a poco se iba introduciendo, empezaba a respirar y gemir mas fuerte, estábamos en el mejor momento, notaba lo ardiente que podía llegar a ser, allí estaba mirando como bailaba sobre mi, una danza de amor con pasión y locura, con la arena en todas partes, con las olas golpeando los pies y a veces nos majábamos por completo, pero eso aumentaba nuestro fervor, la intensidad, me puse sentado y ella sentaba encima de mí, moviendonos al unisono, le mordía los hombros, me volvía a besar el cuello, todo era el roce de nuestra piel, de nuestro labios, lo tenía todo delante de mí, la cosa se ponía cada vez mas caliente, me cogía fuerte del pelo, gemía, me encantaba. Después de ponerme yo encima, puse sus piernas sobre mis hombros, las dos manos sobre sus pechos y empecé a moverme como si no existiera un mañana, quería hacerla disfrutar como nunca, ser delicado y a la vez ardiente, después de un buen rato, bajé sus piernas y me preparaba para el climax, ella con la boca abierta y casi sin respiración, yo con mis labios pegados a los suyos sin poder moverlos, todo estaba húmedo... y llego el momento, ella grito, yo suspiraba fuerte y le mordía la barbilla mientras terminaba. Era precioso, allí los dos abrazados sin movernos, sin hablar, sin importar nada, solo la playa, ella y yo.

Ya era de noche y empecemos a despegar nuestros cuerpos, nos reímos, pero era una risa diferente, de saber que aquel atardecer significaba algo más, los dos acostados mirando al cielo, escuchando el mar, y me dio la mano, quizás ese era el momento que mas estaba esperando, creía que debíamos hablar, pero posiblemente, lo que hicimos fue lo que en realidad necesitabamos.

Autor: Rubén Flores