La playa

Este fin de semana te he llevado a una playa nudista. Quería que te vieran y te idolatraran como yo lo hago, que veas que en tu cuerpo hay más que dulzura, hay pasión...

Este fin de semana te he llevado a una playa nudista. Quería que te vieran y te idolatraran como yo lo hago, que veas que en tu cuerpo hay más que dulzura, hay pasión.

Al llegar aparcamos fuera, lejos, vimos que en la playa habían dos grupos, uno una mujer con su hijo pequeño y otro 3 chicos jovencitos y calentorros. Te pedí que te fueras tu sola para allí, que estuvieras un rato sola para seducirlos a todos y no cortarte yo. Al final decidiste y te fuiste para allí, en medio de los dos grupos, a unos 3 metros de la mujer y unos 10 metros de los críos.

Te tumbaste desnuda sobre la toalla y observaste a la mujer, tendría unos 38 años, su hijo unos 5, tenía un cuerpo moreno y unos pechos grandes, un poco caídos, un cuerpo un poco descuidado pero bonito. Del otro lado los tres críos, tendrían unos veinte años y un ardor y cachondeo que les llevaba a tener sus penes morcillones mientras se cuchicheaban cosas todo el rato.

Le pediste a la chica que te pusiera crema en la espalda y ella accedió a ayudarte. Hecho la crema fría sobre tus hombros y sus manos calientes empezaron a extenderla, su piel suave repartía uniformemente la crema por toda tu espalda, mientras tanto hablabas con ella, si iba mucho por ahí y tal, las típicas primeras preguntas a alguien desconocido. Sus manos bajaban por tu espalda y te producían escalofríos.

  • Tienes unas manos muy suaves.

-  Gracias

  • Por favor, sigue

Sus manos untaron tus piernas y se acercaban peligrosamente a tus glúteos. Tú empezabas a estar caliente y a poner cara y cuerpo de placer... Ella pasó su mano entre tus glúteos y tú levantaste ligeramente el culo. La yema de su corazón se introdujo ligeramente en tu esfínter, saliendo inmediatamente.

  • Perdón...

  • Tranquila ha sido culpa mía por moverme. Pero puedes continuar por ahí, por favor.

Volvió a mover la mano por tus glúteos y repetiste el movimiento y ella no quitó la mano. Te echó un poco más de crema en el esfínter e introdujo el dedo buscando tus vibraciones. Enseguida las encontró, sabía muy bien donde tenía que tocar. Notaste el dedo como tocaba en el punto débil dentro del ano y soltaste un: COÑOOOOO!

  • ¿No me digas que nunca te han masturbado ahí?

  • No...

Ella miró a su hijo, jugando a los castillos, separó un poco tus piernas para colocarse en medio y que no pudieras cerrarlas.

  • Mira los guarros lo que hacen

Los tres chicos con sus vergas tiesas se estaban masturbando.

  • ¿Lo mismo que tú me vas a hacer a mí, no?

Ella bajó de nuevo y metió su pulgar apretando hacía abajo, hacía tu vulva, localizando de nuevo el punto, juntaste las piernas y te encontraste con las suyas. Cerraste el esfínter agarrando salvajemente su dedo y ella empezó a apretarte moviendo ligeramente el dedo en ese mismo punto. Empezaste a chillar como una descosida, estiraste tus brazos sobre la arena y viste como los críos echaban su semen como en una competición mientras te veían gritar de placer. El primer orgasmo no se había acabado cuando ya te estaba viniendo el segundo.

  • Para, ¡por Dios!

La palma de su mano abierta separaba tus labios ampliamente, expulsando flujo que flotaba hasta tu toalla. Su pulgar seguía apretando y su corazón rozando tu clítoris con tu flor completamente abierta. El tercer orgasmo te hizo agarrar arena de la playa y cerrar tus manos todo lo que pudiste. Metió dos dedos dentro de tu vulva mientras con el índice y el meñique te masturbaba el clítoris.

Te sentías esclavizada por tu vulva y por tu culo, no podías más de pasión y tus orgasmos cuarto y quinto se sucedieron en menos de 5 minutos.

Al final la chica paró porque ya le dolían las manos y tú diste la vuelta y te quedaste extasiada en la arena, rebozada de arena por esos 15 minutos más salvajes de tu vida. Como alguien podía encontrarte ese secreto interno y hacerte sentir como recién desvirgada.

Yo me acerqué a ti y te salude, ahí tendida en la arena y con una sonrisa increíble.

Me contaste todo, tal y como yo lo había visto, tal y como tú lo habías sentido y mi falo se puso enorme. Le pregunté a la chica si sabía también hacerlo con un hombre y dijo que por supuesto, me colocó a 4 patas, me hizo abrir bien las piernas, dejando colgando mi falo para que pudieras verlo desde ahí tumbada.

Cogió el bote de crema de nuevo y untó mi culo, untando mi ano con la palma de la mano entera, metió su dedo corazón y lo hizo girar dentro de mi ano completamente, dejándolo resbaladizo y preparado para meter otro dedo, explicándonos que el hombre lo tiene un poco más adentro que la mujer. Fue hurgando hacía dentro, hacía abajo hasta encontrarlo y apretó, en un instante mi falo se hinchó más aún. Tú me mirabas con tus ojos felices y dulces de verme gozar. Ella me movía y me apretaba por dentro y mi falo saltaba de alegría de un lado para otro. Tú lo agarraste y empezaste a tirar de él y me corrí por tu mano, pero no parabas, mi falo estaba más sensible ahora y lo introdujiste en tu boca, sorbiéndola entera mientras gritaba de placer.

Los tres niños estaban de nuevo masturbándose, alucinados con lo que estaban viendo, meneaban sus rabos sin poder parar, mirando la frenética escena. El hijo se acercó a su madre y le preguntó por qué gritaba tanto, y le dijo que me había portado mal y que se fuera a jugar a los castillos si no quería que le castigara a él también. Volvió a concentrarse en mi culo y apretó de nuevo, volviendo a volcar dentro de tú boca el semen claro y cristalino de mi segundo orgasmo.

Te acercaste a mí y abriste la boca, metí mi lengua y nos dimos un beso apasionado con sabor a sexo y a semen. Nuestra nueva amiga paró por fin y pude descansar en tus labios, abrazándote, besándote y con mi pobre verga destrozada que no había podido ni encogerse, ardiendo encima de tu monte de Venus, hinchado y apasionado.

  • ¿Qué, podía o no podía?

Aquello me dejó muerto, me vibraba todo, sentía el bombeo de mi sangre por todas partes, por mi ano, por mi pene, sentía un ardor que iba a necesitar una ducha de agua fría como mínimo, pero solo teníamos agua salada que probablemente me irritara más al penetrar mi agujero.

  • Te tendremos que recompensar nosotros ahora ¿no? Pero yo necesito un poco de agua para calmar mi ardor. ¿Vamos?

Tú te ofreciste para cuidar del niño mientras nos bañábamos nosotros. Me estuvo explicando alguno de sus secretos, me dijo donde debía colocarte el dedo para volverte loca, se lo coloqué yo y ella se estiró y soltó un gritito de descontrol. Le dije que quería ella que le hiciéramos para poder darle lo que quería a ella y nos salimos para fuera.

El niño estaba muy bien educadito se ve, no te había dado ni una sola molestia mientras nos bañamos y me daba clases particulares. Los críos debieron de quedar muy saciados para que no se acercaran a ti ni un solo instante, yo no hubiera ni dudado en acercarme a ti nada más irnos. Ella fue a ver al niño y a ponerle crema para que no se quemara.

Al acercarme a ti te susurré al oído:

-Le encantaría que le comieras el chocho…

Te recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, se endurecieron tus pezones y me miraste alucinada.

-¿De verdad?

Te sorprendía como una mujer con su pasión y su experiencia pidiera que tú le devoraras el coño.

  • Si, cariño, que le encantan tus labios y que está segura que saben dar mucho placer. Yo, por supuesto que se lo reconocí, ya que no hay nadie que me bese como tú.

En ese mismo momento me besaste y no pude frenarte. Me volvías loco, te bese apasionadamente, te echaste encima de mí y me abrazaste con tanto amor que no sabía ni que me estaba pasando. Gracias a Dios, paraste un momento y pude mirarte a los ojos y a los labios. Te amaba con locura.

Unos instantes después se acercó a nuestra toalla y se presentó después de lo que había pasado. Tú te apartaste hacía un lado y le saludamos.

Lo otro que me pidió era que la penetrara por detrás, estaba en los días clave y no quería tener un hijo con una polla más grande que la de su marido, me dijo, que le podía parecer sospechoso. Yo cuando me lo dijo me reí, me sentí ampliamente alagado y por su puesto la levanté para ella.

  • Ven siéntate aquí.

Le señalé mi vientre, ella se sentó y se recostó sobre mí, tu empezaste a lamerle el coño, a estimularlo con tu lengua, ella recostada sobre mí se movía, le gustaba y mucho, yo le cogí los dos pechos y empecé a masajeárselos y apretarlos. Mientras tú seguías recorriéndola por toda su raja, empezaste a meterle un dedo y ella lo recibía con mucha facilidad, le pudiste meter enseguida el segundo y veías con qué facilidad lo abría, cogiste mi pene y lo moviste ligeramente, no necesitaba mucho porque seguía excitado por tu beso de amante apasionada, untaste mi pene con el flujo de su propio sexo y lo metiste fácilmente.

Tu lengua volvió a su vulva grande y suave y la lamiste metiendo la punta de la lengua hacía dentro. Ella se estaba excitando, su coño y su ano empezaban a cerrarse, se levantó ligeramente para mirarte como la devorabas, cruzasteis una mirada y volvió gimiendo hacia atrás. Volvió a levantarse ligeramente buscándote, tú te levantaste y la besaste en los labios, metiste dos dedos en su coño y le empujaste, son mi pene y tus dedos estaba gimiendo de gusto. Le volvían tus labios tan locos como a mí. No paraba de pedir que la besaras mientras la estábamos follando. Se corrió en tus dedos y yo quedé enganchado a ella por el ano. No podía sacarla porque me había agarrado con su orgasmo y no habíamos utilizado lubricante.

Así que te necesitaba a ti, necesitaba que me besaras, que me amaras como solo tú sabes hacerlo. Me besaste, acariciándome por el pecho, por el vientre, bajando tus manos por la ingle, hasta que me corrí con tus caricias y me pene se fue encogiendo hasta que pudo salir de dentro.

Ella seguía allí tumbada a nuestro lado, feliz de habernos conocido e impaciente por repetir esas experiencias. Pese a su experiencia, había disfrutado con nosotros como una posesa y eso es encantador.

Quería volver a vernos, pero nuestra pasión es nuestra, es cosa de dos, aunque a veces nos ayuden.