La Pista de Hielo desde la Ventana
Se dio un baño y se acostó, era la primera vez que le tocaba vista a la Pista de Hielo.
La Pista de Hielo desde la Ventana
Rocio había tenido un día muy pesado en el avión sin embargo la experiencia que había tenido al ver a aquella pareja en Primera Clase entregándose a placeres prohibidos la había dejado exhausta y con una sola cosa en mente.
Lo importante era ahora dormir y preparar su fantasía. Llego a la recepción del Westin Galleria en Dallas junto con toda la tripulación, tenían 2 días de descanso por 5 de trabajo y ella pensaba aprovechar muy bien esos dos días. Se dio un baño y se acostó, era la primera vez que le tocaba vista a la Pista de Hielo.
Se levanto tarde, a las 10 de la mañana, finalmente el show empezaba a las 7. Durante los últimos dos años había conocido en un vuelo a Mario, un ejecutivo de una compaña transnacional de unos 38 años, en cuanto lo vio hubo un shock electrizante entre ambos lo que dio pie a que se frecuentaran cada seis meses cuando coincidían en Dallas. El llegaba por la mañana sin embargo su cita era hasta las 7 a cenar y demás. Ella quería que esta ocasión fuera más especial que las anteriores, ardía en ganas de verlo.
Tenia varios años siendo azafata, desde que tenia 22 hasta ahora que tiene 29, y con el tiempo había cambiado su manera de vestir, no solo la exterior sino la interior, recordaba con risa los tiempos en que usaba ropa interior mata pasiones, calzones grandes, brasiers con bordados que parecían manteles y blusas cerradas hasta arriba. Quería encontrar algo nuevo para su amado, bajo a la plaza comercial a buscar. Había una tienda que le encantaba por lo que encontraba, brasiers lindos, tangas minúsculas y la mejor ropa de seda.
Llego a la tienda encontrando un sin fin de cosas, se probo una y otra prenda, tenia pena por que estaba mojada desde que entro pensando en lo que iba a hacer y con mucho cuidado se probaba todo para no dejar manchado de su lujuria alguna pieza.
En el local había también un hombre que al parecer buscaba algo para su mujer, entre salidas y entradas a probarse se dio cuenta que la miraba, primero con cierta timidez y pena pero luego con ojos de tigre pidiendo carne.
El evento en el avión la había dejado pensativa, por que no hacerlo, me gusta mirar pero también me encanta que me miren, se dijo. Siguió probándose pero con una pequeña diferencia, dejaba abierta la persiana del probador, lo suficiente para que el desconocido la viera. Sentía la seda en su cuerpo y la mirada del hombre que la hacia temblar. Había encontrado lo que quería, un juego de tanga, brasier y liguero rosa con negro, eso usaría para la noche. El desconocido no perdía momento de mirarla, y ella encantada veía como su pantalón tenia una enorme protuberancia, lo había excitado más de lo que ella imaginaba. Ella ya tenía lo que tenia, pero quería darle un regalo al desconocido. Se había probado una tanga con un corazón en medio, le había gustado tanto para regalarla y no le importo impregnarla con todos sus jugos que llevaba acumulados. Con un arrebato de locura abrió la persiana con la tanga rosa puesta sin nada arriba, le hablo al desconocido quien torpemente y asustado se paro y fue al llamado. Le pregunto, te gusta como se me ve, el no daba crédito, la mujer estaba muy rica y se veía sensacional. El asintió con la cabeza y ella dijo gracias y cerro la cortina. El desconocido sintió que fue del cielo al infierno en un cerrar de persianas.
Rocio se vistió y se preparo a pagar, paso al lado del desconocido como lo que era, un desconocido, ni lo volteo a ver, su travesura estaba a unos minutos de terminar con el. Pago lo que había escogido para la noche con Mario y la tanga rosa, pidió que se las pusieran en dos bolsas. Camino al desconocido y le dejo la bolsa con la tanga al lado, se le acerco al oído y le dijo: Gracias por ayudarme a escoger esto es para ti. Dio media vuelta y salio.
Oscar, un Doctor de 46 años de visita en Dallas no daba crédito a lo que le había pasado, la tanga que le habían dejado olía al mayor erotismo que había vivido en unos minutos. No se lo pudo quitar de la cabeza todo el día y la tarde.
Mario moría de ganas de ver a Rocio, las ultimas veces habían sido maravillosas noches de sexo, le urgía terminar sus pendientes, llegar a bañarse al cuarto y prepararse para su encuentro. De chico había tenido la obsesión de ser mas velludo, decían que un hombre velludo era lo mas atractivo para las mujeres. Con el tiempo, desecho esa idea y ahora se obsesionaba con siempre tener sus genitales libres de el, después de bañarse y secarse por todos lados tomo su rasuradora de la barba y con gran destreza tomaba su pene y lo estiraba de un lado a otro pasando la rasuradora, ya alguna vez se había cortado y sabia como hacerlo. Quitaba los vellos en su falo, de la punta hacia los huevos a contra pelo, se descubría algunas canas que le causaban risa y le recordaban los años, sus testículos estaban aguados después de un baño de agua caliente, los tomaba con cariño y los estiraba para retirar el vello, le encantaba vérselos, eran sus compañeros los tres de correrías. Se los vio en el espejo y los cuatro incluyendo el, se reportaron listos. Volvió a tomar la ducha para oler y saber rico para su amada. Ninguno de los 4, ni por asomo, sabía lo que les esperaba.
Mario estaba a las 7 muy puntual a la cena esperando a Rocio, Rocio entro con su uniforme de azafata al restaurante, extrañado el la miro, ella solo soltó una risa de complicidad. La recibió y le acomodo la silla, eso deshacía a Rocio, en estos tiempos ya no era tan común. Cenaron con un buen vino, al parecer como dos buenos amigos con un futuro cercano muy anhelado.
Al terminar subieron al cuarto de ella, al abrir la puerta estaba la ventana abierta dando a la pista de hielo. El se quiso avalanzar sobre ella, pero ella no lo dejo, le dijo: Siéntate en el sillón a lado de la ventana. El pensó en cerrar la ventana pero le excitaba que los vieran.
Parada enfrente de el como al frente del avión le dijo su dialogo: Estimado pasajero le damos las gracias por viajar con nosotros, Pasión Desenfrenada agradece su preferencia y le deseamos que este sea un placentero viaje. Puso música y se puso a bailarle con su uniforme de azafata. El ya estaba a todo sin haber pasado todavía nada.
Lentamente se movía y de aquella blusa blanca y falda recta empezaron a salir sus armas. Empezó a desabotonar su blusa insípida para dar salida a un brasier rosa con negro de seda, que rica que estaba, le puso la pierna en el sillón y sin dejar de bailar y mover su vientre enfrente de el fue sacando la blusa lentamente, cuando quiso tocarla, le dijo aquí no se toca hasta que la aeromoza lo indique. Se retiro un poco de el y se volteo de espaldas, dejo caer la falda, sus zapatillas negras junto con esa tanga y liguero lo estaban matando, ya sentía como el pantalón había encogido. Blusa y falda fuera, ella estaba imponente, sus senos eran unas bellezas para comerse y sus nalgas redondas eran perfectas. A ritmo de la música ella se agacho como leona tras su zipper, pero antes de tocarlo se paro, volteo el sillón hacia la ventana y le empezó a bailar por encima tocándolo con sus nalgas con la vista de ella hacia la pista de hielo. El estaba que estallaba, al verla como estaba, olía su sexo, que rica olía. Le sobaba y sobaba y ella aguantaba por que aunque quería sentirla adentro no era todavía el momento estaba disfrutando y buscaba en la pista quien le viera, eran ya las 10 y solo estaban algunas gentes cenando, la posibilidad de que los vieran la había vuelto loca, ahora le tocaba a ella dar show.
Se volteo hacia Mario y al ver su cara, no pensó más que en mamársela, bajo su boca al zipper y en un momento ya estaba sobre su verga con los pantalones abajo. El estaba en la gloria, que rico mamaba, ella apuntaba su trasero a la ventana. La verga de Mario era riquísima siempre olía a limpio, tomo su verga con la mano y empezó desde abajo a morder sus huevos, se los chupaba, se los metía a la boca como duraznos en almíbar, regresaba a su verga y cuando sentía que se venia le apretaba y regresaba cariñosamente a sus huevos, no quiero que se venga todavía pensaba.
El no podía más y la tomo de la cintura y la volteo a la ventana, había descubierto parte de su calentura, quería que la vieran. Hizo el hilo de la tanga a un lado y se la introdujo con fuerza, mientras ella apoyaba sus manos en el vidrio de la ventana. A cada arremetida gritaba ella y el gemía. Rocio aun con su excitación volteaba al café al lado de la pista a ver quien era su cómplice. Solo encontró una mesa solitaria con una bolsa conocida, era el desconocido ya muy conocido viéndola con cara de agonía de verla a la lejanía. Sin saber si le veía, le envió una sonora sonrisa mientras Mario bombeaba. Ella tenia el mayor orgasmo que recordaba gritaba y le exigía, métela con mas ganas cabron que esta puta es tuya. Las manos de Mario apretaban sus senos y pellizcaban sus pezones sin que el brasier hubiera caído, todo el juego estaba puesto.
Me vengo dijo el, y sus palabras resonaron en Rocio y a un grito unísono de los dos, se vinieron. Quedaron exhaustos, ella sentada sobre el en tremendo charco de humedades y abrazándola por la espalda. Ella a pesar del evento necesitaba la aprobación del desconocido y volteando a la pista vio como levantaba su taza de café con una mano y con la otra se apretaba su verga de aprobación.
Mario y Rocio durmieron juntos el sueño de los cachondos, se habían venido una vez pero esa era mas que suficiente para ambos, mañana seria otro día.
El desconocido, Oscar, subió a su cuarto estaba extasiado también se había venido, no podía creer lo que le había pasado, no supo de donde pero llegando al cuarto se hizo una paja había mucho acumulado en sus testículos.
Al siguiente día Mario salía de viaje para Miami, Rocio descansaría para regresar a la Cd. De Mexico y Oscar tenia vuelo al mediodía a Caracas, viaje largo para repasar el día con una bolsa de lencería como su compañera de agonía.
Diantre Agosto 5 del 2006