La piscina y la vecina
Me considero un hombre fiel, y aún estoy flipando con lo que ha pasado hoy...
Siempre me he considerado un hombre caliente. Me encanta el sexo con mi mujer, jamás le he sido infiel, porque la amo muchísimo, pero además porque en el plano sexual me da una satisfacción tremenda.
No se si lo que acaba de ocurrir, podría considerarse infidelidad. Espero que no. Pero juzguen ustedes mismos…
Me levanté temprano, para llevar a los niños a una granja escuela donde van en verano. Mi mujer estaba trabajando en el turno de mañana. De regreso a casa, tenía la casa para mi, cosa que no ocurre muy a menudo. Decidí desayunar, salir a correr, hacer unas abdominales y darme un bañito (tenemos piscina comunitaria). Entre pitos y flautas, pasó una hora y media hasta que bajé, sudado y cansado del ejercicio, a la piscina. Para mi deleite, no había nadie. Estuve nadando un rato, haciendo estiramientos en el agua. Al salir, me relajé en el césped a tomar el sol. Me tumbé en una toalla, con las gafas de sol y el bañador. Fisicamente, soy de complexión atlética, me cuido, y aunque estoy llegando a los cuarenta, me considero bastante atractivo.
Tras un rato tumbado, me había quedado medio soñoliento, escuché ruido en el agua. Supuse que había bajado alguien, pero no me había dado ni cuenta. Reparé en que, debido al relax del solecito en mi piel, y a saber qué habría soñado, tenia la polla medio morcillona debajo del bañador. El bañador es de pantalon, no pegado al cuerpo, pero si que es cortito de pierna. Instintivamente, me llevé la mano al paquete, más que nada, con miedo a que se me notara demasiado, y quién hubiese bajado se hubiese percatado del “asunto”… pero no, estaba todo “tapado”. Giré la cabeza, para ver si veía quien era… y vi la cabeza de una chica que no conocía. ¿Sería nueva en la comunidad?. Estaba metida en el agua, no podía verle bien la cara pero no me sonaba.
Giré la cabeza hacia mis pies. Pude ver que había colocado su toalla a unos metros de mi, a mis pies, supongo que para tomar el sol. Aparte de la toalla vi que llevaba crema solar, un libro, gafas de sol y un colchon-cojín, supuse que para leer más comodamente. Yo también suelo usarlos. De repente escuché ruido, estaba saliendo del agua. Me giré hacia la piscina y no podía creer lo que mis ojos vieron. Allí estaba una muchacha, de unos treinta añitos, morena de piel, saliendo del agua mientras se escurría su melena negra… no se le adivinaba un gramo de grasa, estaba buenísima vamos. Mediría sobre el metro setenta, llevaba la parte de arriba del biquini, que le tapaba los pezones pero dejaba entrever unos pechos… en la media, no muy grandes, pero si muy firmes, parecían operados. Bajo un vientre plano, con piercing en el ombligo incluido, llevaba un tanguita. Eso me dejo flipado, porque en una piscina comunitaria no era muy habitual. Así que pude, disimuladamente, darle un buen repaso a un culazo respingón y moreno (no se le adivinaba ni la marca del tanga, supuse que practicaba nudismo) y unas piernas muy bien contorneadas y definidas. Se dirigió hacia su toalla, y la saludé, incorporándome sobre mis codos.
-Hola, buenas…
-Hola -dijo tumbándose- pensé que dormía usted.
-No me llames de usted por favor, me llamo Juan, vivo justo en esa terraza.
-Ah, perdona. Yo soy Silvia, estoy de paso, soy prima de Javier. ¿Lo conoces?
-Ah, si, Javier, claro. Es muy buen tio. ¿Ellos no están?
-No, han ido unos dias a la peninsula, y me han pedido que le dé de comer y saque a pasear al perro. Y aprovechando la piscina, pues mira.
-Claro, con la calor que hace, solo faltaría. Pero no vives aqui, ¿verdad?
-No, vengo de la ciudad. Pero bueno, no pasa nada, estoy acabando la carrera, y así desconecto un poco.
-Bien que haces. Pues que disfrutes de la piscina, señorita – le dije, mientras me levantaba para darme un baño-
-Y tu, vives solo Juan?
-No, que va, casado y con niños. Los niños en la granjaescuela y la mujer en el curro. Asi que hoy me tocaba tranquilidad -mientras le decía esto, me zambullía en la pisicina de cabeza-
Tras un rato nadando, relajado en el agua, de vez en cuando echaba miraditas hacia Silvia. Pero no quería ser grosero, ni parecer un salido. La chica estaba muy buena, y era muy simpática, pero como dije al principio, jamás le pondría los cuernos a mi mujer. Pero bueno, mirar no es delito, ¿verdad?. Además, a pesar del frescor del agua, notaba como mi polla no se relajaba. Desde que me había despertado y había contemplado ese monumento de tia, no volvía al reposo. Eso, y algun que otro pellizco que me daba yo, por encima del bañador. No quería empalmarme ahí, porque entonces no podría salir del agua. Pero empezaba a tener unas ganas de pajearme inmensas.
Entonces vi que Silvia me miraba:
-Oye Juan, si me quito la parte de arriba del biquini te importa?
-¿Perdona? -pensé no había escuchado bien-
-Es que veo que no hay más gente, ni niños…
-No, por las mañanas no hay nadie nunca…
-Pues por eso. Yo suelo hacer nudismo, pero si te incomoda me quedo como estoy…
-No, no, por mi haz lo que te plazca, ya somos mayorcitos. Además, en ese cartel -dije señalando el cartel de normas de la piscina- dice obligado bañador, pero no especifica el uso adecuado del bikini…
-Jajajaja – se rió- vale gracias.
Me giré hacia otro lado… Dios, no quería ni mirar. Ahora si que mi mano no soltaba mi polla, que se estaba tornando dura como una piedra. Relájate, pensé. Has visto muchas tetas, basta ir a cualquier playa. No es para tanto. Empezé a pensar en el trabajo, en otras cosas…. y mi polla se relajó, menos mal.
Al salir, Silvia estaba boca abajo, mirando en dirección opuesta a mi toalla, apoyada sobre los codos leyendo un libro. Mientras me tumbaba, le daba un buen repaso a ese culazo que tenía, con el hilo del tanga metiéndose entre esas dos nalgas perfectas. Era una vista preciosa. Decidí tumbarme con otra toalla bajo la cabeza, con lo cual, podría mirar ese culo todo lo que me apeteciera.
-Te gusta leer? -Pregunté-
Silvia giró la cabeza y me vió. Estuvimos hablando un poco sobre nuestros gustos literarios. Lo curioso es que no se volteó, ni se tapó… no le importaba estar allí, dándome el culo, dejándose observar…
Ella siguió leyendo, y yo doblé las rodillas, quedando tumbado pero con las piernas semi abiertas. Un movimiento de vaivén de mis piernas, abriéndolas y cerrándolas, bastaba para notar mi polla, mis huevos, por debajo del bañador, reclamando una paja, pero ya… No me atrevía a tocarme, sería horrible que me viera, y además, no estaba bien, la chiquilla era muy simpática y no quería incomodarla. Así que cerré los ojos, y disfruté del solecito. El sueño se estaba apoderando de nuevo de mi…. entreabrí los ojos (siempre con las gafas puestas), y puede ver a Silvia rebuscando en su mochila… estaba incorporada, a cuatro patas… la visión de su culo en pompa, del dibujo de sus labios vaginales por debajo del tanguita, de sus tetas colgando tersas…. cerré los ojos. Dios, me estaba poniendo muy, muy malo. Volví a abrirlos para disfrutar de nuevo de esa visión. Silvia se volteó, y se tumbó boca arriba, dejándome ver esas hermosas tetas. Volví a cerrar los ojos. Dios, tengo que irme ya para arriba, y cascarmé una paja monumental, pensé. Y pensando, pensando, me quedé otra vez medio adormilado. Sin recordar dónde estaba. Y al despertar, noté como mi polla estaba dura como una piedra. Supongo que por las visiones, o a saber qué había estado soñando, imaginando. Como seguía con las piernas inclinadas, noté como la polla me salía por el lateral del bañador. Aún no había abierto los ojos, aún no recordaba dónde estaba, pero el instinto que tenemos los hombre es muy primitivo. Mi mano, con los ojos aún cerrados, se dirigió hacia mi polla, y la acomodé fuera del bañador, por el lateral de la pierna, empezando a tocarme.
De repente, me acordé de que estaba en la piscina, me acordé de Silvia, sentí una vergüenza immensa (aún no había abierto los ojos). Me tapé la polla y levanté la vista hacía Silvia. Ahí estaba ella, tumbada boca arriba, con la cabeza apoyada en su almohada, con las gafas de sol puestas pero mirando hacia mi. Desconocía si me había mirado. Mi vergüenza era máxima. Todavía se notaba mi polla a reventar, por debajo del bañador.
-Vaya, parece que te has despertado muy animado -dijo Silvia sonriendo-
-Joder, perdona, de verdad. Olvidé dónde estaba. Mil perdones de verdad.
-Tranquilo hombre, yo soy una chica muy liberal en el plano sexual. Es dificil incomodarme.
-Pues yo soy muy fiel a mi pareja, siempre lo he sido. Pero joder, tengo que reconocer que tias buenas como tu, por lo menos en esta piscina, no hay. Y que encima te alegren la vista de esta manera…. pues….
-Ah, o sea que te has despertado así por mi? -Dijo sonriendo picarona-
-No lo sé, chica, no sé qué estaba soñando.
-Pues si te quieres aliviar, por mi no te cortes -dijo sin tabúes- dicen que mirar no es infidelidad, no?
Aquello estaba yendo demasiado lejos. Era el momento de irme, de evitar un mal mayor…
-Tranquilo, sé lo que estás pensando. No soy una rompematrimonios, no quiero follarte. Solo te digo que hagas lo que te plazca, a mi me has dejado ir en tetas, y me has caído bien. Si te siente más cómodo marchándote, sin problema. Pero si la haces aqui, por mi no te cortes. Y si lo haces pensando en mi, o viéndome, para mi es un halago.
Esa tía me estaba sacando de mis casillas. No era nada pudorosa, no se cortaba en nada. Yo era incapaz de pronunciar palabra.
-Y para no incomodarte, me voy al agua -dijo-
Se levantó, y se fue hacia la piscina. Mis ojos no perdieron detalle de ese culazo que tenía. Mi mano se dirigió a mi polla de nuevo. Cerré los ojos, y mientras escuchaba el chapoteo de Silvia en el agua, me saqué la polla del bañador, y empezé a pajearme. Dios, que alivio, mi polla, dura, lo pedía a gritos. Abrí los ojos, Silvia estaba nadando, a su rollo.
Seguí pajeándome, lentamente. Estaba disfrutando. En la posición que estaba, era imposible que alguien bajase y no me diese tiempo a taparme. Además, al bajar a la piscina por una escalera metálica, el ruido siempre te advierte antes de que llegue alguien. Seguia con mi paja, arriba, abajo. Con la otra mano, me terminé de apartar el bañador, y me saqué los huevos, tocándomelos al ritmo de vaivén de la otra polla en mi mano. Joder, que gusto, abrí los ojos, y pude ver como Silvia estaba saliendo del agua…. joder, me voy a correr, pensé. No puede dejar de mirarla, ella se dirigió hacia su toalla, pero sin dejar de mirarme, sonriéndome. Buffff, que rico. Se volteó, dándome una perfecta vista de su culo, y se tumbó boca abajo, quedánse en el camino a cuatro patas, mientras me miraba, picarona… y yo, ante esa imagen, empezaba a descargar mi lecha sobre mi bañador, sobre mi pierna, sobre mi mano…..
Silvia terminó de tumbarse, no me dijo absolutamente nada. Yo, medio avergonzado medio satisfecho, me tapé la polla y me fuí directo a la ducha, a limpiarme la lefa. Después, me di un chapuzón. Nadando en el agua, medité. Era la experiencia “extramatrimonial” más fuerte que había vivido en mi vida. Dudaba si contárselo a mi mujer, no tenemos secretos. En esas estaba cuando escuché a Silvia:
-Adiós Juan, me tengo que ir. Que te vaya bien, espero no haberte incomodado.
-Para nada chica. Vuelve cuando quieras, jajaja.
Y se fue.
Esto es lo que ha pasado. Y aún estoy flipando.