La Piscina

Encuentros fantasiosos en una piscina de verano.

Cuando me desperté mis padres y se habían marchado, así que decidí tomarme las cosas con calma. La verdad es que la idea de pasar mis 15 días de vacaciones sólo con mis padres a mis 22 años era un tanto descorazonadora, pero por diversos motivos la mayoría de mis amigos habían hecho planes a los que yo no podía unirme, ya fuera por dinero o por falta de tiempo. Es lo malo de estudiar y trabajar a la vez. Desayuné con tranquilidad y me puse el bañador para bajar a la piscina de los apartamentos en los que estábamos alquilados, cogí la toalla, las gafas de sol y la crema protectora y cuando salí del número 511 me topé con una chica que no había visto nunca. Era un poco más baja que yo, con el pelo largo y oscuro y cara de pilla, los ojos no se los pude ver porque llevaba puestas unas gafas de sol enormes. Lucía un bikini violeta y llevaba un pareo en la cintura a modo de falda, pero se adivinaba que escondía una bonita figura bajo el mismo. Me sorprendió no haberte visto hasta entonces, no es que abundara la gente de nuestra edad en los apartamentos, y mucho menos chicas tan guapas, aunque supuse que era porque normalmente no bajabas a la piscina por las mañanas, sino que estarías en tu cama durmiendo la de la noche anterior. Cruzamos un -hola- tímido en nuestro primer encuentro, y mientras yo me dirigí hacia el ascensor tú me mirabas el culo mientras abrías la puerta de tu apartamento, el 513, aunque eso me lo contaste más tarde.

Acomodado ya en mi tumbona y torrándome al sol inspeccioné la fauna de la piscina de los apartamentos. Niños pequeños montando follón y salpicando en la zona que no cubría, sus padres gritándoles, mujeres mayores cuidando de sus nietos…en resumen, lo típico de unos apartamentos familiares. Nadie joven con quien hacer algo…excepto la chica del bikini violeta. De pronto una voz me sacó de mis pensamientos – Descorazonador, ¿verdad? – No sé ni cuándo ni cómo te habías sentado en la tumbona que estaba a mi lado para tomar el sol en topless, hecho que me dejó un tanto desconcertado porque no estaba permitido. Aproveché la protección de las gafas de sol para lanzar una mirada furtiva hacia tus, por aquel entonces, desconocidos pechos. Aunque siempre me he considerado amante de las tetas grandes debo admitir que las tuyas me volvieron loco desde el primer momento porque encajaban a la perfección en tu cuerpo y eran monísimas, de un tamaño medio pero bien puestas de las que puedes cubrir con una mano y sobarlas sin descanso de un lado para otro con suavidad, con unos pezones oscuros, pequeños y redondos, que dan ganas de chuparlos y mordisquearlos en cuanto se ven, y que uno sabe que cuando se pongan duritos la diversión será considerable.

La verdad es que desde el primer momento en el que te vi me diste mucho morbo, y me alegré considerablemente de estar tumbado boca abajo en ese momento. – Esto no es descorazonador, es una mierda. No hay nada que hacer excepto tumbarse a la bartola, pero al menos ahora se puede admirar el paisaje – Sonreíste siendo plenamente consciente del tejo que te acababa de lanzar, y, poniéndote la parte de arriba del bikini me dijiste - ¿Te vienes a dar un chapuzón? – Nos levantamos y entonces descubrí que aparte de hacer topless la parte de debajo de tu bikini era un tanga, y admiré brevemente tu precioso culo, pequeño y prieto, y los dos hoyuelitos justo encima que tan loco me vuelven. Después de estar un rato dentro del agua charlando, la gente de la piscina se fue yendo, supuse que era porque se acercaba la hora de comer pero tuve un presentimiento de que aquello no era normal.

Al salir del agua me di cuenta de que no quedaba nadie allí, sólo nosotros dos, y que parecía como si el resto de la humanidad hubiera desaparecido, lo cual me pareció estupendo dada la situación. Una vez me tumbé en la hamaca tú te caíste, nunca sabré si casualmente o no, encima de mí, nos miramos un segundo, y comenzamos a besarnos tiernamente al principio, para pasar a algo más apasionados finalmente. Tú empezaste a notar cómo se me ponía dura a través de mi bañador, y te volviste para la piscina sin saber yo muy bien porqué, pero no tardé demasiado en descubrirlo – Te voy a provocar hasta que no puedas más – me dijiste. Con las piernas completamente estiradas te apoyaste en las escaleras de la piscina, dejándome ver tu precioso trasero y cómo tu tanga apenas ocultaba tu sexo. Yo te observaba con la polla cada vez más dura mientras te veía acercarte a la ducha y usarla como barra de strip-tease, abierta de piernas y con la ducha entre ellas el chorrito de agua que salía mojaba todo tu cuerpo y tu pelo, y entonces noté que tus pezones estaban duros, se te marcaban a través del bikini. Comprobé también que gracias al agua se marcaban los labios en el fino tanga, y aquello me puso mucho más malo, el asunto se había puesto todo lo tenso que podía y ahora quería asomar por encima de mi bañador. Primero te deshiciste de la parte de arriba del bikini, y cruzada de brazos, dejaste que el agua bañara tus pechos y corriera por todo tu cuerpo. Te acariciabas con tus manos, y hacías amagos de quitarte el tanga, de dejarme entrever lo que escondías entre las piernas. Te tumbaste al borde de la piscina para meter la mano dentro y empezaste a jugar, excitándome cada vez más y soltando pequeños gemidos de placer mientras me mirabas y gozabas con tu juego.

En ese momento yo ya no pude más y fui a por ti, y al ver que me levantaba, te metiste dentro del agua. Me tiré de cabeza sin pensarlo y cuando llegué hasta donde estabas ya te habías quitado el tanga y me esperabas en la esquina completamente abierta y excitada. Comencé por mordisquearte el cuello para pasar posteriormente a los pezones, pellizcándote ligeramente uno y con la lengua en el otro, y tú decidiste que era complicado quitarme el bañador y con tu mano en el paquete me acariciabas el cuerpo. Fui bajando la mano por tu pecho y pasándola por la espalda hasta llegar al culo y allí me detuve un buen rato sobándolo. Tras unos momentos así, la mano giró por la cintura hasta llegar entre tus piernas, donde separé la vulva e introduje lentamente un dedo que hizo que te estremecieras y se te escapara un ligero jadeo. Mi dedo empezó a entrar y salir a un ritmo lento, y tu cuerpo se arqueaba de placer a la vez que lamía los pezones sin descanso. Estabas a punto de tener un orgasmo, así que te levanté y saqué de la piscina para poder meter mi cabeza entre tus piernas y usar mi lengua para hacerte sentir mayor placer.

Tú te apoyaste sobre el suelo y con tus manos te acariciabas sin parar, primero los pechos, luego los pezones, a veces me cogías del pelo y me acercabas más a ti para que lo hiciera con más intensidad, te mordías los labios, te retorcías de gusto, yo iba cada vez más rápido con la lengua y había comenzado a jugar con un dedito, que si entraba un poquito, salía, entraba hasta el fondo, se quedaba ahí quieto, y tú no parabas de decir que te estaba torturando, que siguiera, que no dejara el dedo quieto, que metiera dos, que fuera más rápido con la lengua…así el orgasmo no tardó en llegar, fue suave al principio, la respiración fue haciéndose más rápida y entrecortada, los jadeos más frecuentes y descontrolados, cogías mi mano con fuerza y apretabas, y querías más, que siguiera, que me quitara el bañador y te la metiera, que no podías aguantar así. Luego todo tu cuerpo se contrajo durante unos segundos para volver la respiración a su ritmo normal, y el corazón, que estaba desbocado, también se normalizaba.

Cuando te incorporaste con una sonrisa de traviesa me dio la impresión de que la cosa no había terminado todavía, afortunadamente. Con una sorprendente seguridad y el labio mordido me llevaste de la mano hasta las hamacas y me lograste deshacer el nudo del bañador. Estando completamente desnudo delante de ti me miraste de arriba a abajo, como si no me hubieras visto nunca, y en tu cara de satisfacción se vio que te gustaba lo que tenías delante. La verdad hay que admitir que yo no es que esté buenísimo, soy un chico alto, espigado y delgado, moreno de pelo largo y ojos negros de figura esbelta, pero no voy al gimnasio ni me cuido, soy un chico normal que no se preocupa demasiado por su aspecto, vello tengo el justo, tengo los músculos formados y unos buenos abdominales, pero nada del otro mundo. Me besaste e hiciste lo mismo por el pecho, pasando por el ombligo para llegar a mi pene, que cogiste con la mano y comenzaste a subirla y bajarla a buen ritmo. Yo no podía controlar mi pelvis, que se movía de forma inconsciente de un lado a otro por lo que me estabas haciendo, que lo hacías de maravilla. Poco después pasaste a usar la boca para hacerlo. Fue todo un placer notar la humedad de tu lengua en el glande, y la saliva recorriendo mi sexo, como ibas pasando la lengua por todas partes, y como te la metías en la boca cada vez, chupando con los labios, dándole besos y lamiéndola por fuera, sin dejar de mover tu mano de arriba abajo.

Yo estaba muy excitado, y deseaba que te pusieras encima de mí para que con tus manos guiaras mi pene hasta entre tus piernas, para así, lentamente, bajar y notar como se introducía dentro de ti. Y así lo hiciste. Te agarraste a mis muslos y comenzaste a mover las caderas hacia delante, hacia los lados, hacia todas partes frotándote y haciendo que mi polla entrara y saliera de tu sexo con gran velocidad. Yo aproveché mi saliva para chupar los dedos y pasarlos sobre tus pezones, jugueteando con ellos mientras tú mandabas en los movimientos. Te sujetaba por el pecho y pasaba levemente los dedos por ellos, primero, para más tarde seguir con leves pellizcos y pequeños tirones que tanto te gustaban, a juzgar por tus jadeos y ronroneos. Yo me incorporé en la hamaca y pude empezar a besarte, en la boca, en el cuello, a pasar la lengua por la clavícula, a jadear en tu oído para que supieras lo caliente que estaba, a chuparte los pezones y a cogerte del culo

Te empecé a notar un poco cansada después de tanto ejercicio, así que decidí que ya era hora de cambiar de posición. Así que te puse a cuatro patas en la hamaca y te ataqué por detrás, con fuerza, haciendo que mi pene llegara hasta lo más profundo, alternando el ritmo, primero suave, despacio y profundo, después más rápido, luego más, y más, hasta que ya no podía más y volvía de nuevo a un ritmo más lento, pero siempre fuerte. Eso te excitaba muchísimo, porque tú querías que fuera a tope, me lo pedías, que fuera rápido, muy rápido, y yo te hacía caso, a ratos. Desde detrás podía verte ese precioso culo que tienes, y además dominarte cogiéndote o bien de la cintura o flexionarme hasta que tu espalda y mi pecho estuvieran en contacto y poder así besarte en la nuca y tocarte el pecho.

Los dos estábamos cada vez más excitados, el orgasmo mutuo era inminente. Tú, con la mano, comenzaste a masturbarte mientras yo te la metía y no parabas de jadear. Yo estaba a punto de correrme dentro de ti, y sabía que te faltaba poco, así que me solté, dejé que mis instintos tomaran el control, y mis movimientos empezaron a ser más fuertes, rápidos, más salvajes y animales, que era precisamente lo que querías. Me cogiste del pelo con fuerza, y llegó tu segundo orgasmo, ya completamente tumbados los dos boca abajo en la hamaca, más silencioso, con los ojos cerrados, como queriendo que ese momento durara para siempre y concentrada en que no se te escapara una pizca del placer obtenido para saborearlo mejor. Yo me eché hacia atrás y empujé hasta el fondo, instintivamente, como intentando que todo llegara más lejos. Las rodillas me fallaron y me dejé caer sobre ti, exhausto, todo quedó tranquilo, en paz.