La pierna rota
Un accidente de deporte nos lleva a un trio...permanente.
No iba mal "la cosa". Mando intermedio en una gran empresa, objetivos conseguidos y consolidados. Esposa con un trabajo profesional que podía (exceptuando viajes) realizar por tele-trabajo, círculo de amigos estable y economía saneada a los treinta y pico.
Era el momento del salto cualitativo, el adosado de 4 niveles con una pequeña parcela. Arriba un despacho para los dos con un ambiente cálido, dormitorios con terraza y habitación para el servicio en la planta baja. 140 metros de casa a todos los efectos.
Se hizo necesaria la ayuda de una persona que colaborase en las labores del día a día. No me metí en la selección si bien comentaba con mi esposa las entrevistas realizadas (con comentarios sobre su físico, apariencia y presunta eficiencia) y posibilidades de candidatas que le comentaban las amigas.
A través de unos amigos nos hablaron de una empleada suya que iba a traer a su prima y podría trabajar de externa mientras ellas compartían piso.
Entrevistada por mi esposa no dominaba, ni levemente el idioma, pero nos pareció resuelta, dispuesta y con seriedad. Se llamaba Ula, morena con pelo largo recogido en coleta y con un abrigo elegante (era entrevista de trabajo) que al quitárselo dejó ver una figura envidiable con un jersey de lana de cuello alto y una falda un poco corta para la moda del momento.
Aclarado el tema económico con su prima y vistas las obligaciones, di a entender que sería mi esposa (por estar más en casa) la que iba a supervisar su trabajo.
Mi mujer veía mi azoramiento con su belleza exótica e hizo varias bromas sobre "el señoriíto" y la "criada".
Al poco de empezar a trabajar me sentí incómodo en algunas ocasiones (sus posturas al limpiar, las batas semiabiertas que usaba,..) llegando a pensar que lo hacia a posta "Cuantas veces se limpian las lámparas con escalera en dos semanas???"
Era yo el mal pensado cuando Ula quería ayudarme a dejar los papeles en la oficina, cuando me traía un tentempié al despacho y se quedaba viendo los viejos libros de la carrera.
Decidí poner distancias y procuraba no estar en casa cuando ella trabajaba, no alabar sus tartas que hacía sin pedir nada a cambio, ni sus esfuerzos por hacer todo bien. Si observe en cambio, un cambio en su vestuario, con el fondo de armario que mi esposa le cedió (usaban tallas parecidas si bien tenía mas pecho) y que le favoreció bastante. También agradecimos y la ayudamos con el idioma consiguiendo mantener conversaciones con las "patadas" mínimas al idioma.
Esta ausencia mía hacía que la relación con mi esposa pasase de empleada a colaboradora.
Me impliqué con el deporte, dos o tres días me acercaba a un club y me inicié en el paddel y en la competición, sin la preparación necesaria (desde el instituto no hacía deporte regularmente)... pasó lo que tenía que ser, esguince, con rotura,... lo que mis amigos decían : la de Ronaldo por gordo.
Dos meses de escayola y luego rehabilitación y vendaje.
En casa habilitamos el dormitorio como zona sanitaria: los analgésicos, la televisión, el DVD, la radio y algún libro.
Inconvenientes, lo que nos había parecido una buena idea de cambiar la bañera por un hidromasaje se convirtió en una pesadilla al tener que levantarme y bañarme. Mi esposa después de un par de intentos desistió por peso y me limpiaba en la cama con el viejo sistema de la palangana que reforzaba con un regalo en forma de mamada o cabalgada en la que yo hacía un papel más que pasivo.
Ella por no molestar se quedaba a dormir en la otra habitación y Ula en la de abajo por si pasaba algo. Ellas hacían vida común más como amigas que como relación laboral.
Cuando llamaron a mi mujer para un viaje de una semana ineludible, ella se preocupó de explicar a Ula como cuidarme aunque iba teniendo más movilidad y menos dolor.
Cuando la vi llegar con la palangana yo ya había revuelto la cama para que alisase las sábanas por las cuatro esquinas mostrándome un escote que dejaba ver el ombligo. Me destapó quedando sólo el pijama corto que usaba y que también debía cambiar. Me frotó con la esponja si bien reconocí un olor a una esencia que no usaba mi mujer, ella decía "ser jabón de ula, para señor!! Ula infermera en su país",... cuando me bajó el pantalón mi erección era seminotable y crecía por momentos. Una vez limpio, agarró mi pene y se lo introdujo en la boca diciendo "yo ver siñiora hacer esto, señor estar bueno" (por bien).
Mi asombro fue mayúsculo pero dejé hacer, mi pene entraba y salía de su boca mientra sme acariciaba los huevos con la esponja, alternaba los juegos con la punta con las mayores penetraciones posibles sin llegar a atragantarse, asi estuvo lo necesario para que no pudiese reprimir la corrida dentro de su boca y sin que ella dejase que de la comisura de su boca resbalase una gota. Pese al esfuerzo no bajó la erección porque sin más se desnudó y se colocó sobre mi cara dejando a mi antojo una mata de pelo sin rasurar y un coño rosado y repleto de jugos.
Me apliqué con la boca en una postura a la que no estaba acostumbrado con mi mujer y mientras ella se masturbaba el clítoris yo me esforzaba en darle placer sin mojarle el coño más de lo que estaba. En el momento que ella iba a tener el orgasmo creí oírla decir: "Usted no hacer esto a esposa y a ella gustar mucho..." . Me dio un bajón, empecé a entender las relaciones que podía tener mi mujer con nuestra empleada., yo que no quería pensar ni lo más mínimo, me encontraba con que mi mujer (sin saber en ese momento hasta que punto) había tenido confianzas suficientes para contar esto a Ula.
Lo que pensaba eran confesiones de amigas se amplió a otro punto cuando sin más se levantó y sin dudarlo abrió un cajón donde además de los preservativos guardábamos un par de dildos con los que jugábamos en privado.
Probada la efectividad de las pilas se introdujo sin mucho esfuerzo uno en la vagina y entre gemidos me indicó que quedaba otro "gujero" y se puso a 4 patas enseñándome el culo.
Dudaba entre la confirmación de la relación lésbica de mi mujer y la oferta de infidelidad (por no estar presente) de Ula. Ella con uno de los analgésicos en crema que usaba se lubricó el ano y lo dilató con sus dedos y el segundo vibrador. Se introdujo un preservativo en la boca y de una tragada y con una maestría digna de observar me puso el condón hasta la base del pene.
Dándome la espalda se sentó sobre el pene introduciéndoselo en el ano y tumbándose hacia atrás para meterse el juguete mientras le masajeaba las tetas. La corrida fue genial y como un auténtico inválido fue ella la que sabía sin decírselo que era lo que quería y cómo lo quería. Incluso sabía de mi facilidad para dormir después de correrme y mi necesidad de miccionar con lo que me acercó la cuña y me dejó un rato. Cuando desperté me preparó como mi enfermera pero se quedó en mi cama con su desnudez para acompañarme. Volvimos a tener sexo que si bien era nuevo me resultaba conocido en sus posturas y juegos y como me comentó en su media lengua era lo que la "siniora" le había contado en sus tarde de sexo.
Se habían hecho amantes al poco de entrar al hacer una limpieza general que terminó en ducha (cambiada por el jacuzzi) por el sudor acumulado y en sexo en nuestro dormitorio repetido y deseado y que había sido mi esposa la que había preparado la situación para hacerme partícipe y no sentirme incómodo.
Cuando aclaré mis ideas oí como entraban en casa y en la puerta apareció mi esposa en la ropa interior con que se había quedado al desnudarse por la escalera. No hubo ni sorpresas ni escándalo, ni palabras (ya habría tiempo para explicaciones si era menester). Nos hicimos unos de otros sin más y concluimos un triángulo al que le faltaba un lado.
Mi pierna ya ha mejorado y me he reintegrado al trabajo. Mi mujer sigue con el tele-trabajo y Ula sigue contratada., no es externa sino interna y no usa el dormitorio de abajo nada más que para guardar la ropa de invierno, hemos tirado la pared de un dormitorio y ya es para tres.