La piel
Me uno a la causa... por una página de relatos no eróticos en Todorelatos.com
LA PIEL
Llevo todo el día esperándola, encerrado en su casa. Tocando sus cosas, pasando mi afilada navaja por ellas, oliéndolas. Huelen como ella, como su piel, siempre deja rastro un perfume exótico, caro con un dejo de desilusión y cansancio. Así es ella. Chantal. Tiene nombre de puta francesa. Ni siquiera me ve, lo sé. Pasa por mi lado cada día, emite un saludo seco, no me da ni una sonrisa. No sabe mi nombre y nunca me mira a la cara. Para ella no soy nada. Solo algo útil que se puede usar, y conviene tener cerca cuando algo se estropea. Pero yo la codicio. La piel morena, suave, aterciopelada. Mis manos arden por poseerla. Me vuelve loco esta necesidad, no puedo soportarla más.
Hoy es el gran día. Tendré que ser muy cuidadoso, no debo dejar que ella oponga resistencia, no quiero que un desgarro, ni hematoma la echen a perder. Su piel parece tan fina... y sé que deseare conservarla mucho tiempo...
Chantal ha llegado tarde, parece cansada y aterida. Apenas parecen quedarle fuerzas para desnudarse. Observo desde mi escondite como caen las prendas de su cuerpo... como esa piel codiciada aparece ante mi vista. La muy puta se ha desnudado en el salón, casi no puedo contenerme, mi polla se pone tan dura como mi navaja. Se derrumba sobre el sofá. Apaga la luz. Calculo el tiempo que tardará en sumergirse en el sueño. Escucho su respiración. Poco a poco va haciendose más lenta y relajada. Su piel emite un ligero brillo que me hipnotiza. Estoy muy cerca, tanto que casi puedo olerla, mis manos sudan y agarro con más firmeza la navaja. Casi no puedo respirar. Me aproximo despacio. Trago con fuerza el aire que necesito. Quiero tocarla. Quiero sentir esa piel en mi cuerpo. Rodeando mi sexo. El sonido de un roce me alerta. Rápido y silencioso vuelvo a mi escondite. He sido descuidado. Con las otras nunca he cometido un error. Pero con ella... es tan especial... el deseo es tan intenso, que me resulta muy duro esperar. Sobresaltada, me despejo de súbito, me encuentro con los ojos abiertos y la piel erizada. Siento una presencia cerca de mí... algo respira a mi lado. Mi corazón se acelera, la boca se seca, tengo miedo. Extiendo la mano despacio, con tiento, busco el interruptor de la luz. Me aterra tocar algo extraño Por fin la luz llena la sala. Ya no escucho nada, excepto algún coche en la cercana A-7. Miro a mi alrededor, la sala tan familiar, ahora me resulta extraña. Amenazador el movimiento de las cortinas ante el balcón abierto a la noche. La sombra de la puerta entornada al pasillo, cae sobre mí de pronto, y me parece ver algo agazapado en ella. Por un momento, mi ropa tirada de cualquier manera en el suelo, parece tener vida propia. La pantalla apagada del televisor me refleja deformada. Me siento en el sofá. La manta que me cubría resbala a mis pies. Hago acopio de valor, me levanto, y despacio, descalza, temerosa de hacer ruido, me acerco a la puerta de entrada, las llaves cuelgan de la cerradura, tal como las deje cuando llegue a casa. Enciendo la luz del pasillo, deprisa, mirando sobre el hombro tras de mí. Un sudor frío me humedece el cuerpo. Vuelo de habitación en habitación, sabiendo que pronto se me acabará esta ráfaga de valentía. Ilumino toda la casa, abro armarios, miro debajo de la cama, entro en el baño, y espió detrás de la cortina de la ducha. Nada, estoy sola. Aún con el corazón en la garganta, trato de reírme de mi misma, de mi estupidez pueril. Como penitencia, me impongo la obligación de ir apagando lámpara por lámpara, interruptor a interruptor, cierro armarios y puertas. Vuelvo al salón, dejo la lampara de la mesilla auxiliar para que ilumine mis miedos. Miro el reloj, son casi las dos. Debo dormir. Mañana he de trabajar. Recojo la manta, y me tiendo en el sofá, alargo la mano y pongo en marcha la radio, muy bajita, me concentro en escuchar al locutor, tiene una hermosa voz, sonora y profunda. Canción tras canción, baladas de tiempos pasados saltan al aire. Así, poco a poco, cierro los ojos y me dejo llevar hasta el mundo irreal de los sueños. Me muevo muy despacio por ellos, de una forma extraña soy consciente que estoy en un sueño. En él no hay luz, tan solo una difusa claridad lunar. Las sombras me rodean y hago el mismo recorrido que hice despierta. Mi cuerpo desnudo emite un ligero fulgor, mis manos, mis pies, mis brazos, dejando una ligera huella mientras camino. Una terrible sensación de urgencia va creciendo en mi vientre, cuanto más me aproximo a mi propio cuerpo dormido en el sofá. Trató de despertarme y no puedo. En ese momento me doy cuenta que no he mirado en un sitio. Donde no he buscado. Y algo que había olvidado. Esta mañana al salir de casa, dejé el balcón cerrado... Yace tranquila y hermosa, me ha encantado que dejará la luz auxiliar encendida, poderla observar mientras se dormía. Ver el cuchillo hundirse bajo su oreja... Aún mejor el sonido de la radio en el que se ha perdido el de las cortinas al correrlas. El resto ha sido fácil. Solo un corte largo y profundo en el cuello. Ese momento en que abren los ojos y me ven... esa única y fugaz mirada de reconocimiento... su último pensamiento es para mi casi más allá de la vida... Y ahora solo queda esperar que la sangre abandone su cuerpo, y proceder a separar la piel, muy despacio. Cuando la haya arrancado entera, aún caliente la llevaré a casa, tengo un bastidor especial. Seré muy meticuloso, rascaré toda la grasa, la limpiaré de venas, la dejaré secar unos días, trabajándola con un raspador. Acabará siendo tan suave y elástica como si aún cubriera su cuerpo. Es la mejor pieza de mi colección y podré tenerla siempre que quiera... Fin