La piara. Vuelta a clase I
Regresar al hogar tras un largo periodo de vacaciones siempre es muy satisfactorio. Dominación, humillación, exhibicionismo y mas
Cuando dicen que la vuelta a clase contiene una serie de sentimientos encontrados, tienen toda la razón. Por una parte, el mismo hecho de asistir al instituto obliga a todos los alumnos a abandonar sus destinos vacacionales para regresas a sus domicilios habituales, abandonando en los primeros las amistades que se han podido hacer y cultivar durante todo ese tiempo.
Para los padres es exactamente lo mismo. Durante las vacaciones todos los integrantes de la piara, si bien hemos estado conectados por el grupo de WhatsApp que tenemos en común y en los que, a diario, las hembras informaban de sus deberes, conquistas y folladas, siempre que hubieran sido autorizadas por Marcos o por mí.
Así pues, después de casi dos meses sin vernos, el sábado 11 de septiembre, organizamos una reunión de la piara en mi casa. Ni que decir tiene que tanto a guante como a nodriza las había usado mi camarada a placer, puesto que, al veranear en una población costera de Girona, hacerlas subir o bajar Él para disfrutarlas era mucho más fácil que hacerlas venir a Galicia, donde veranábamos nosotros en una casa perteneciente a la familia. Pese a ellos, durante una semana y media, ellas y sus hijas fueron nuestras invitadas en la casa que allí tenemos. Bueno… más bien, fueron el servicio de la casa, como era habitual, si bien durante esos días, también fueron usadas a placer por los numerosos amigos gallegos con los que tenemos el placer de juntarnos.
Ni que decir tiene que, cuando aterrizamos en el aeropuerto del Prat, una radiante nodriza nos esperaba en la zona donde habitualmente la gente baja de los vehículos para marchar ¿Por qué? Pues por el maldito virus, que hizo que toda persona que no tuviera billete estuviera vedada en la misma entrada de la instalación. Además, me apetecía exhibir un poco a una de mis hembras en un sitio tan concurrido.
Tal como me había dicho en el mensaje de WhatsApp, nos esperaba al lado de la puerta de salidas y hacia allí nos dirigimos. Cuando la vimos, pese a la mascarilla pude intuir su sonrisa. La verdad es que era una hembra bien proporcionada. Si no demasiado alta, si con unas bonitas curvas y un pelo negro largo y cuidado que era ideal para sujetarla por él mientras la cabalgabas o le follabas la garganta sin piedad. Tal como le había ordenado, vestía un vestido de tirantes de color gris que apenas le llegaba por un tercio del muslo, en la que se le marcaban sus dos abultadas ubres lactantes y unos pezones duros y desafiantes. Además, siguiendo mis órdenes, en el día de hoy no había dado el pecho a ninguna de sus hijas y aquellos cantaros estaban tan a rebosar de leche materna y con tanta necesidad de descargar que ya habían manchado la prenda, dejando un círculo húmedo alrededor del pezón, lo que no pasaba en absoluto desapercibido gracias al color del conjunto.
- Me alegro de verte, nodriza – le dije a mi esclava mientras acercaba mi cara a la suya, en el gesto típico de dar dos besos, pero sin podérselos dar por la puta mascarilla. Cuando lo hice, extendí mi mano izquierda, camuflándola con mi cuerpo y apreté con ganas su ubre derecha, que al instante, dejo salir un chorro que formo una marca descendente por el traje gracias a toda la leche que había conseguido salir de tan sobrecargada mama mientras la esclava daba un gemido – eres una buena cerda y se te recompensara – Le dije antes de retirarme y darle un segundo apretón en la ubre, haciendo saltar otro chorro, ahora más caudaloso, al tiempo que le entregaba mi maleta.
La esclava volvió a gemir al notar el segundo apretón e hizo lo mismo cuando mi hija, la saludo de la misma manera que había hecho yo, pero en el pecho opuesto. Cuando nerea hizo lo propio, en lugar de elegir uno de los dos cantaros, el apretón se lo dio en el coño, llegándole a meter parte del dedo, justo lo que cedió la ajustada tela y con muchísimo menos disimulo, lo que hizo que fueran el blanco de muchas miradas. Tal como me figuraba, en aquella zona también se marcó un círculo oscuro, que denotaba el nivel de humedad y predisposición para ser montada de la esclava.
- Te he echado de menos, nodriza – dijo la alpha a la esclava de servicio al tiempo que alargaba la palpación de su coño sin ningún pudor, a la vista de una multitudinaria cola de gente que esperaba para entrar en el aeropuerto – me han comido muy bien el coño estas vacaciones, pero estoy deseando que me lo comas tu para poder mearme en tu cara, cerda.
La criada no emitió ni una palabra durante la recepción, solo gruñidos de placer y cuando nos alejamos del punto donde nos había recogido hacia el coche, dejamos que se adelantara con las maletas para poder observar las reacciones de los viajeros al ver como aquella madurita de vestido gris caminaba arrastrando dos maletas tras de sí mientras sus ubres, expuestas por el trabajo de arrastre, goteaban leche materna y su entrepierna chillaba a los cuatro vientos que estaba más que empapada. Así pues, no fueron pocos los que la fotografiaron al pasar o incluso sacaron algún video que espero publicaran en la web.
Al llegar al coche, mientras la esclava subía las maletas a la parte posterior del vehículo, nerea paso por detrás y de un tirón le subió la parte inferior del vestido hasta la cintura, dejando al descubierto el plug anal que llevaba la sirvienta y la antena del vibralush, lo que no pasó desapercibido al conductor que estaba estacionado tras nuestro suburbano, que abrió los ojos como platos al ver el espectáculo.
- Haz como si acomodaras las maletas al fondo y no se te ocurra dejar de exhibir ese culo de madre que tienes – le dijo nerea a nodriza mientras sacaba el teléfono móvil de su bolso y buscaba la aplicación de control del juguete que llevaba insertado la sometida lactante. Al encontrarla, sin previo aviso, selecciono el dispositivo de nodriza y lo activo a máxima potencia.
El notar la vibración en lo más íntimo de su estimulado coño, sumada a la excitación que le había provocado volver a vernos después de tanto tiempo y de la exhibición a la que acababa de ser sometida, no pudo retener más que un escaso minuto un orgasmo explosivo, que fue tan fuerte que hizo que, con la presión de la musculatura vaginal, el lush saliera despedido como si fuera el corcho de una botella de cava y poco faltara al plug anal para seguir el mismo camino, mientras la esclava se apoyaba en sus codos para compensar la flojera que tenía en las piernas a causa del orgasmo.
Cuando se recuperó del orgasmo, la alpha hizo que se diera la vuelta, se pusiera en cuclillas para el conductor que había detrás, que no se había perdido un solo detalle, pudiera ver su coño de madre abierto y goteante mientras recogía el juguete sexual. Cuando lo tuvo, se incorporó y bajando un vestido que ya tenía más parte manchada que limpia, subió a la parte trasera del coche, donde la esperaba yo mientras mi mujer subía en la delantera.
Tras entrar en el vehículo, nodriza, se desprendió de la mascarilla primero y después de la mordaza en forma de polla que le había ordenado ponerse por debajo. Era un bozal plano por fuera y con una sencilla polla de unos doce centímetros en el interior, que una vez ajustado, mantenía en silencio a su portadora a la vez que la hacía babear como una perra, así pues, cuando su boca quedo libre, incapaz de tragar toda la saliva que había producido desde que salió de casa, parte de esta cayo entre sus tetas, dejando prácticamente inservible el conjunto que llevaba.
- Que ganas tenia de verlos otra vez, Amo – dijo la esclava mientras me desabrochaba el cinturón, pantalones y bajaba mi cremallera, liberando mis genitales y empezando a lamer mis huevos de abajo a arriba.
Mire por la ventana y antes de que mi mujer pusiera el coche en marcha agarre a nodriza por la nuca y tire de su pelo. La esclava elevo la cabeza, con la lengua fuera y contemplo como por la ventanilla había un hombre mirándola y haciendo un video de cómo me lamia los huevos. Luego, la esclava dejo que guiara su cabeza e inclinándola para que le pudiera ver la cara el mirón, la volví a llevar hasta mis cojones que volvió a lamer mientras no dejaba de mirar la cámara. Unos segundos después, le di la orden a mi esclava para que pusiera rumbo a casa mientras aquel hombre (que espero que si me lee se ponga en contacto conmigo en mi dirección de correo electrónico o si alguien ha recibido el video, lo haga) no perdía detalle hasta que no pudo ver más por la ventanilla.
- ¿Has lamido muchos huevos este verano, nodriza? – le pregunte a la esclava mientras me acomodaba para que pudiera trabajar no solo mis testículos si no toda la parte que había bajo los mismos. Ella asintió y siguió con su labor. Podría haber contestado de viva voz, puesto que le había formulado una pregunta directa, pero la cocinera era devota del uso de la lengua en mi entrepierna y tras tantas semanas de no hacerlo, no quería perder un solo segundo – Eres una buena cerda, nodriza… tienes permiso para comerme la polla – le dije mientras le acariciaba la cabeza como al animal complaciente que era.
Cuando nerea abandono la C31 para incorporarse a la A2 le ordene que saliera al centro comercial Splau, al lado del campo de futbol del RC Español y que nos llevara a uno de los estacionamientos subterráneos donde no hubiera “aglomeración”. Mi mujer, conocedora de mis gustos, descendió hasta el sótano 2, donde la afluencia de coches no superaba el 60% y estaciono en una plaza cercana a uno de los ángulos del parquin, dejando una libre, lo que daba movimiento para bajar del coche y al mismo tiempo, estar cubierto relativamente de miradas curiosas.
Tras sacarle la polla de la boca a nodriza y ordenarle a nerea que abriera la puerta de mi lado, baje del coche y le ordene a nodriza que hiciera lo mismo, pero a 4 patas. En esa postura, sus grandes mamas notaban toda la atracción de la gravedad y la excitación producida por el uso hacía que sus pezones vertieran constantemente leche, traspasando, de forma instantánea, la saturada tela que los cubría y formando pequeños torrentes de blanca sustancia que caían al suelo.
Mientras hacía que nodriza diera un par de vueltas alrededor del coche, ordene a mi mujer que abriera el maletero y cuando la esclava completaba la segunda vuelta, le ordene que se subiera a él y que, aplastando sus lechosas tetas contra el suelo del mismo, se subiera el vestido.
- esclava, sácale el plug y méteselo en la boca a esta cerda – ordene a mi mujer, que ejecuto la orden al instante, recibiendo el cálido metal la esclava en la boca y chupándolo como si fuera un chupete coronado por una joya. Cuando esta salió del culo de la cocinera pude ser su bien definido ojete, algo más oscuro que el resto de la carne circundante. Gracias a las revisiones casi diarias que se hacían unas hembras a otras, en la piara no había un solo pelo de las cejas para abajo en ninguno de mis animales – y tú, acércate y guía mi polla hasta el ojete de esta cerda, que tu padre quiere recordar cómo le aprieta la polla esta tata – le dije a mi hija, que había bajado del coche y metido la mano por dentro de su peto tejano para masturbarse mientras veía la escena.
Tan educada como su madre y el resto de las hembras de mi piara, saco inmediatamente la mano de su coño y con ella, totalmente húmeda, agarro mi rabo por la base y lo guio hasta el culo ofrecido de la criada, asegurarse que entraba, primero el capullo y luego, con la dilatación al máximo, el resto de la polla.
- ¿Puedo desayunar, Amo? – pregunto mi hija, a mi derecha. Las ubres de nodriza se habían acostumbrado a dar leche a cualquiera que se la pidiera y una de las que mayor gusto sentía por ella era mi hija. Decía que le recordaba a todos los años que nerea le dio el pecho y que la excitaba mucho.
Como única respuesta, agarre a la cocinera por la tranza y tire de ella hasta que separo las ubres del suelo del maletero, lo que aprovecho mi hija para colarse por el hueco que acababa de dejar, tirar de la parte delantera del vestido y empezar a mamar como si fuera un cachorro de lobo.
A mi izquierda, mi mujer, tremendamente cachonda por ver a su hija aprovechar la leche de la esclava había metido su mano izquierda entre la cocinera y yo, masajeándome suavemente los cojones, conocedora de mis gustos y preferencias. En agradecimiento, deslicé mi mano por su apetecible trasero y cuando encontré el límite de su minifalda, lo bordeé y le metí en su empapado coño el dedo medio y el anular, empezándola a follar mientras me comía la boca a la vez que tiraba de sus propios pezones por encima de la blusa.
Supongo que sería por las horas que hacía que no había vaciado los huevos y la excitación de no haber catado aquel agujero en semanas, pero en apenas quince minutos me apeteció correrme, así que, sacándosela del culo a nodriza, le ordene que se pusiera de rodillas. Con la satisfacción que da a cualquier Amo ver que sus animales son dignos de orgullo, pude comprobar cómo, pese a que le follé con furia el ano, este no había soltado ni un rastro de detrito. Pese a todo, la esclava, buena conocedora del protocolo, en cuanto estuvo en posición, se la llevo a la boca y me succiono la polla para asegurarse que estaba tan limpia como cuando había entrado.
- Ven aquí – le ordene a mi hija, que había quedado espatarrada dentro del maletero, marcando la humedad de su coño en el peto tejano - Ponte detrás de mí y mastúrbame. Quiero que esta cerda recuerde que es que su Amo se le corra en la cara.
No tardo ni dos segundos en ponerse a mi espalda y restregarme sus tetitas por ella mientras me agarraba la polla con la derecha, masturbándome como le había enseñado desde hacía años. Mientras, nerea seguía acariciándome los huevos y comiéndome la boca de aquella forma tan lasciva que únicamente sabe hacer ella.
Momentos después, gracias al masaje que efectuaban a dúo en mis genitales por las dos hembras más cercanas de mi vida, un potente chorro de semen salió de mi polla, surco la distancia de apenas un palmo que la separaba de la cara de mi esclava e impacto contra ella. Después otro, otro y otro, hasta cinco veces mis cojones, estimulados por mi mujer hicieron saltar semen sobre la cara de mi esclava, pasando por la masajeada polla que mi hija echaba atrás y adelante con el ritmo de una virtuosa del violín.
En pocos segundos, unos chorretones se de blanco semen se escurrían por la cara de nodriza, resbalando hacia sus descubiertas ubres, que todavía soltaban leche después de la succión a las que las había sometido mi hija.
Recreándome con la visión de aquella madre, totalmente sometida y de rodillas ante mí me encontraba cuando nerea empezó a gemir más alto de lo normal, señal inequívoca de que el “masaje” que le daba con mis dedos en el coño estaba a punto de causar su tercer orgasmo y de repente, estallo sin previo aviso, haciendo que se convulsionara sobre sí misma, agarrándose a mi hombro para no caer al suelo.
- Da gusto estar de nuevo en casa – dije tras dar un paso atrás y agarrar a mi hija por la nuca para que me limpiara las últimas gotas de semen que caían de mi polla mientras nodriza seguía en posición de espera a mis pies – nerea, limpia a nodriza de mi semen, pero solo en las zonas que le vaya a tapar el vestido. Nada de lamerle la cara, cuello o escote. Tengo planes para ella.
Unos minutos después subíamos los cuatro en el ascensor acristalado del centro comercial en dirección a la planta 0. Servidor, nerea y mi hija a un lado del elevador, como una familia normal y al otro lado, nodriza, que se había vuelto a arreglar la ropa como pudo. Ahora, el manchurrón de su entrepierna era casi imperceptible, pero sus dos tetas seguían bordando leche materna, al haber sido excitadas. Una leche materna que bajaba en un par de finos hilos que nacían en sus pezones y se perdían hacia debajo de su vestido, donde se acumulaban y caían sobre sus muslos y la punta de sus zapatos. Por suerte la mascarilla tapaba parte de su cara, todavía manchada con ni semen, así como su flequillo. Se había vuelto a ajustar la mordaza y ahora tenía una polla de látex en el interior de la boca que le impedía hablar.
Desde el momento en el que se abrieron las puertas del aparato y salimos al centro comercial, nodriza fue el centro de atención de la mayoría de los hombres que había en el recinto y de muchas de las mujeres, ya fuera por desprecio o por envidia. Pese a todo, con el aplomo que le daba haber trabajado en la noche, la esclava se dirigió con paso firme hacia el Media Markt, situado apenas a un centenar de metros de nuestro punto de entrada al Splau sin apenas hacer caso o girarse por las burradas y las miradas que le lanzaban los que se cruzaban con ella y que, por fortuna para ella, se fijaban más en las manchas del vestido que en los dos chorretones de semen que llevaba a plena vista en la cara. Incluso los dos vendedores de la tienda Phone House salieron e intentaron convencerla para que viera “un par de terminales que seguro que le gustarían”. Pese a todo y sin poder decir nada por la mordaza, la cocinera se consiguió deshacer de ellos y se dirigió hacia el punto de venta de tecnología donde le había encargado comprar un disco duro de alta capacidad para salvar todos los videos y fotos que habíamos hecho durante nuestras vacaciones, tanto los verticales como los de las orgias en las que habíamos participado junto a un buen número de amigos gallegos.
En cuanto la esclava entro en la tienda, la cara del guardia de seguridad se convirtió en un poema. Ver como una hembra de sus características, chorreando leche entraba en su zona hizo que la testosterona se le disparara y abandonara su puesto, en pos de la lactante. Mientras los tres nos sentamos en un pequeño banco en el exterior del comercio. Gracias a la cristalera del establecimiento era como mirar un acuario donde los peces macho seguían a una pececita de gordas ubres mientras iba de un lado a otro buscando el encargo sin poder preguntar a nadie, ya que no podía hablar por la oclusión bocal que llevaba.
Me ha puesto cachondísima volver a chuparle las tetas a nodriza, Amo – me dijo mi hija, mirándome con su carita de niña buena – he echado de menos que este verano viniera a despertarme poniéndome la ubre en la boca.
No te preocupes, cariño – respondió nerea a nuestra hija – ya estamos en casa y volverás a despertar así, cielo – dijo mientras le acariciaba el pelo, justo antes de limpiarle con el pulgar una pequeña gota de semen que se le había quedado en la comisura de los labios al limpiarme la polla en el aparcamiento y luego llevárselo a la boca para degustarla.
Un rato después, vimos como nodriza se acercaba a la línea de cajas con un paquete en la mano y supusimos que había encontrado el almacenamiento de datos, así que me levante y me acerque a la vidriera, fingiendo una llamada de teléfono. Tras conectar la cámara, me puse de lado y procuré grabar lo que sucedía en la tienda. Dentro, un jovencísimo dependiente no se había fijado en la cara de mi esclava hasta que la tuvo delante. Cuando subió la vista para darle los buenos días y dejo de fijarse en sus ubres maternas, se dio cuenta de los lechazos en la cara, lo que hizo que abriera los ojos de forma desmesurada y empezara a tartamudear. Para cuando logro serenarse un poco, mi cerda le estaba acercando la tarjeta de crédito para pagar la compra y tras firmar el recibo, salió por la puerta, seguida por el agente de seguridad como si fuera un perro fiel. Cuando la esclava paso por mi lado, fingiendo estar hablando por teléfono le ordené que se dirigiera al baño y me reuní con mi familia.
- Nos vamos – les dije a las dos hembras – pero antes, pasa por el baño – le dije a mi hija, haciéndole un gesto con la cabeza para que siguiera a nodriza – sé que lo necesitas.
Diez minutos después, una sonriente chavalita y una lactante con la cara limpia de chorretones de semen, pero muy húmeda, salían de los baños de minusválidos y se reunían con nosotros. Y mientras que bajábamos al coche para iniciar el regreso a casa, donde nos esperaba guante con las pequeñas, mi hija nos contó, con todo detalle como la esclava le había comido su empapado coño hasta que un fuerte orgasmo había limpiado mi semen con su propio flujo.