La piara. Un jueves cualquiera para vaca

Tras salir de trabajar un jueves vaca acompaña a José a su sex shop para vaciar los huevos de sus clientes VIP, pero esta vez, con una pequeña sorpresa.

Aquel jueves la sala de operaciones había sido un sitio tremendamente complicado para vaca. En todas y cada una de las cuatro intervenciones en las que había participado habían surgido complicaciones. Y una tras otra, la enfermera de quirófano había conseguido superarlas junto con el equipo que coordinaba. Pese a ello, para cuando el reloj marco las tres, todavía estaban a mitad de la última operación y supo que lo próximo que se iba a llevar a la boca no era la comida que tanto le gustaba del restaurante donde la solía llevar José, si no un trozo de carne dura.

Hacia unos meses que el amigo de sus Amos la usaba para recompensar a sus clientes y la subía una vez por semana a que le comiera la polla a sus mejores clientes. Durante todo aquel tiempo las había comido de todos los tamaños, grosores y perfumes. Desde la gorda y jugosa del dueño del sex shop a la del hijo de uno de los amigos del comerciante, pasando por un sinfín de pollas y algunos coños que la veían, simplemente, como una extractora de fluidos.

Nos es que aquello le resultara ni molesto ni humillante. Ni tan siquiera le sabía mal. Vaca conocía su posición en la piara y si los Amos habían considerado oportuno que realizara ese trabajo una vez por semana, quien era ella para dudarlo.

Pese a que en ese día concreto la comida en el restaurante (único requisito económico que habían puesto Carlos y Marcos al empresario para dejársela usar durante toda la tarde) no iba a poder ser, la sistemática de los jueves era siempre muy parecida: después de comer y mientras subían a la población de Terrassa, vaca iba comiéndole la polla al dueño del sex shop o bien desde los pies del asiento del copiloto o sobre el asiento de este, en función de las ganas que tenía el comerciante de exhibirla, pero fuera como fuera, ese viaje siempre lo hacía desnuda.

No pocas veces había subido por la autopista que llevaba hasta la ciudad del Valles de rodillas, con la polla de José en la boca, las ubres colgando y sus agujeros pegados al cristal del coche para que los camioneros o vehículos que circulaban por su derecha la pudieran ver bien. Y no pocas veces había provocado los bocinazos, insultos o piropos de los otros conductores.

A vaca todo aquello la mojaba muchísimo. Llevaba muchos años como sumisa de su marido y de su mejor amigo y ese par de machos la habían sometido a toda clase de vejaciones, torturas y humillaciones y en todas ellas, había disfrutado como la esclava sumisa que era, tanto sola como en compañía del resto de las integrantes de la piara.

“Ya estoy. Me voy a la ducha y en media hora puedes recogerme” decía el mensaje que le envío a quien sería su Señor durante toda la tarde. Si bien sus atribuciones eran más bien limitadas, según habían pasado las semanas, los Amos de vaca habían ido cediendo mas poder al empresario. Este, a cambio, les había proporcionado algunos contactos la mar de interesantes y objetos sexuales para usar con todas las integrantes del grupo, si bien, la única condición que había puesto era regalárselo en persona.

Cuando vaca bajo al aparcamiento de la clínica un coche le hizo luces. Como era costumbre en el empresario, la esperaba en el rincón menos iluminado del aparcamiento y no por capricho. Ella sabía que antes de entrar en el coche de su amigo tenía que desnudarse por completo, así que se quito la falda, la blusa y los zapatos y accedió al coche tras guardarlo todo en una simple bolsa de tela. Ni bragas ni sujetador eran parte de su vestimenta habitual, puesto que solo se lo ponía si había una orden expresa por parte de sus Amos de hacerlo. Pese a ello, en aquella ocasión, el minorista le facilito un diminuto tanga con una princesa Disney en su parte frontal. Vaca se lo puso y se pregunto a si misma que significaba aquello ya que claramente era una prenda de ropa muy por debajo de las medidas de sus caderas. Cuando se lo supo, dio un par de pasos atrás, para darle angulo de visión a José, que le saco un par de fotos frontales y otras tantas desde atrás. Aquella pieza de ropa “la violaba” claramente, puesto que se introducía en su ya empapado coño y le torturaba su bien entrenado ojete.

  • No te preocupes, vaca – le dijo José desde dentro del coche – tus Amos ya saben que vas a llevar ese tanga durante unas horas y que su finalidad es que te lo quite uno de los clientes más veteranos de mi establecimiento – vaca torció la cabeza cuando escucho esa explicación, pero no dijo nada – como abras adivinado, esa ropa interior pertenece a una jovencita y su abuelo, mi cliente, tiene la fantasía de recoger su ropa interior llena de flujo y con olor a hembra. Y ahí entras tu, que serás quien le darás ese toque femenino.

  • Si señor – dijo vaca, ajustándose otra vez la ropita interior. Ahora que se fijaba, no era un tanga. Era una braguita, pero sus nalgas se habían tragado la parte trasera de las mismas apenas ponérselas y cenicienta sellegrafiada que tenía en la parte delantera apenas le daba para taparse la parte superior del coño, ya que el resto, también había sido succionado por su raja.

Tras subir al coche José la saludo como siempre: comiéndole el morro y apretando sus colgantes tetas. En más de una ocasión el empresario se había lamentado de que las que tuvieran leche en las tetas fueran nodriza y guante y no vaca, ya que ordeñarla era una de sus fantasías más recurrentes. Puesto que no había instrucciones en contra, vaca se puso de rodillas a los pies del puesto de copiloto y empezó a acariciar la polla del conductor, que en cuestión de unos minutos ya se encontraba lo suficientemente dura como para aguantarse hiniesta si la sacaba fuera del pantalón.

El mero contacto con un rabo hacia que su entrepierna se mojara, no era nada nuevo, pero aquella barrera física que constituía la braguita infantil hacia que notara mucho mas el flujo al empaparla y no resbalar pierna abajo como estaba acostumbrada a notar.

  • Ya estamos en la autopista, vaca – le indico José a su esclava prestada – súbete al asiento y empieza a comerme la polla – le ordeno como aquel que pide a su copiloto que cambie la emisora musical.

Vaca subió y se coloco sobre el asiento, a 4 patas sin ningún pudor. No por que estuviera bien adiestrada como esclava, si no simplemente porque no lo tenía y empezó a comerle la polla a su Señor. Conocía suficientemente a aquel macho como para saber que si le ordenaba que le comiera directamente la polla no estaba para preámbulos, así que se concentro y metió todo el trozo de carne casi completamente dura en su boca.

Aquel cacho de polla casi ocupo toda su cavidad bucal y ella sabía que aquello solo era el principio. Cuando empezó a chupársela, el rabo del empresario empezó a crecer de tamaño y cuando alcanzo su máximo esplendor, aquello dejo de ser una mamada para pasar a ser una follada bucal, llevando el ritmo el propio conductor mediante presión en la nuca de la hembra. Solo gracias al dominio de la garganta profunda que tenia la morena la follada de boca no le provocaba arcadas y justo antes de entrar en la ciudad de destino vaca obtuvo su primera corrida en lo más profundo de su garganta tras parar José en un lateral para apretarle la nuca a la mamona mientras apretaba sin piedad su ubre izquierda.

  • Joder, vaca – dijo José mientras la hembra terminaba de lamerle el capullo, limpiando los últimos rastros de semen y saliva de su miembro y él le apretaba los pezones sin ningún miramiento – en todas las semanas que llevamos subiendo los jueves a mi negocio para que comas pollas no ha habido manera de concentrarme lo suficiente como para no correrme en tu boca de mamona experta. Y mira que lo intento – dijo tras darle una palmada en el culo y subirse la cremallera al considerar que el trabajo de la esclava ya había finalizado.

  • Gracias, Señor – contesto la sumisa con una sutil sonrisa de triunfo – me agrada muchísimo que todavía le excite pese a la… rutina.

Vaca sabia que aquella descarga no era más que un alivio temporal del empresario, que se excitaba tremendamente viendo como la veterana comía pollas en la trastienda de su negocio. Y lo era porque siempre, desde que subía a hacerlo, antes de devolverla a casa, el egarense se la había follado por sus agujeros hasta volver a descargar ese semen denso que tenía en lo más profundo de su ser.

Cuando llegaron a las cinco menos cinco al aparcamiento situado al lado del sex shop, vaca pudo observar por la ventanilla que ya había una discreta cola en la puerta del establecimiento. Nada exagerado, pero si pudo observar cinco o seis hombres, esperando pacientemente a que empezara “su turno”.

Tras entrar por la puerta del aparcamiento al negocio, José llevo a vaca a su reservado y le puso el collar que la marcaba como propiedad de su marido y mía. El apartado en concreto no era más que una de las camas que había al fondo de su local, donde el empresario había habilidad un cómodo taburete de casino donde los clientes se podían sentar mientras vaca, con las ubres al aire, se encargaba de extraerles la leche sin tan siquiera preguntarles el nombre.

Las condiciones de uso de vaca eran siempre las mismas: el cliente que se había portado bien realizando compras durante la semana en el sex shop tenía derecho a usar la boca y las ubres de aquella a la que llamaban vaca. Podían follarle la boca o esperar a que se la chupara sin hacer más que avisarla antes de correrse y hacerlo en su cara o en sus tetas. Aquel que lo hiciera en su boca no la volvería a catar mas y si alguno pretendía usarla por un agujero que no fuera ese, su estancia en el sex shop terminaba en ese mismo momento. Evidentemente y por orden expresa de sus Amos, la mamada seria grabada y enviada a sus dueños cuando así lo consideraran oportuno. Esas eran las normas y quien quería las aceptaba y el que no… se hacia una paja lejos de la tetuda.

Así pues, cuando entro el primero de los asiduos VIP (como solía llamar José a los que tenían el lujo de que vaca les comiera la polla) vaca ya estaba totalmente desnuda menos las braguitas de niña y en posición. Nada más sentarse y sacarse la polla, empezó con su trabajo de extracción seminal. Uno tras otro fueron pasando aquella tarde, decidiendo si la sumisa se limpiaba la cara y las ubres de la última corrida o si tenía que chupársela con el grumo pastoso del anterior cliente y una tras otra fue extrayendo corrida tras corrida hasta casi las ocho de la tarde.

De tanto en tanto José entraba y charlaba con el cliente mientras vaca hacia su morboso cometido y notaba como una tras otra las pollas se hinchaban y escupían su carga sobre ella. Tanto para ella como para nerea, ver como un macho se corría tras ser masajeado por ellas era un premio que las excitaba tremendamente. Para ambas, una descarga de semen en sus caras, tetas o agujeros era una recompensa a un trabajo bien hecho y por lo tanto, sinónimo de un macho contento y feliz.

Y entre cliente y cliente, lo que también hacia José era entrar y meterle los dedos. No era algo delicado. Ninguno de los dos lo hubiera querido. Era la introducción de dedos de un macho a una hembra para que esta supiera que al terminar su trabajo la montaría hasta hacerla aullar de placer. Evidentemente ambos sabían cómo le gustaba eso a vaca y cuando José le metía los dedos no paraba hasta que la hembra se corría con uno de sus potentes squirts, lo que mojaba habitualmente el suelo, pero ese día estaba empapando la braga.

  • Joder, como están quedando estas braguita – comento vaca a su Señor después de correrse por enésima vez en ella – cuando me la quite tu cliente ya a parecer que la saca de un barreño.

  • Pues prepárate, porque es el siguiente – dijo José sacando los dedos del coño de la hembra y metiéndoselos en la boca para que se los limpiara – así que ponte en pie, apoya los codos en el taburete y junta las piernas, que voy a hacerle pasar.

Vaca obedeció las órdenes y se puso en la posición ordenada. Sabía que todo aquello que le dijera el empresario tenía que ser obedecido de inmediato porque este conocía las normas de cesión y excepto mamadas, esa esclava no podía hacer nada más que no estuviera pactado con nosotros.

Cuando José entro seguido por el propietario de las braguitas, vaca lo estudio ya que era la primera vez que lo veía. Aquel cliente era un hombre mayor, de aproximadamente unos setenta años, bajo de estatura y con el cabello totalmente cano, vestido con un pantalón de traje y camisa, lo que hacía que pareciese que se había escapado de una boda. El hombre se movía con agilidad detrás del empresario y para nada parecía que tenía la edad que aparentaba facialmente.

  • Paco, esta es vaca – le presento el empresario a la sumisa – tal como quedamos, lleva desde esta tarde las bragas de tu nieta y te aseguro que si la pequeña hubiera soltado la mitad de flujo que esta cerda, a estas horas, estaría deshidratada – le comento mientras extendía una caricia desde la cabeza de la esclava hasta su coño, pasando por toda su grupa.

  • ¿Y ella está de acuerdo en el trato al que hemos llegado? – pregunto prudentemente aquel hombre. Se notaba que tenía una educación básica pero que no era ningún gañan.

  • Paco – le respondió el empresario – ya te he dicho que vaca es una esclava y su voluntad no existe. Cualquiera de las muñecas de tu nieta tiene más voluntad que ella. Sus Amos la han adiestrado bien y están de acuerdo con que la uses tal como hemos acordado.

A vaca le sorprendieron esas palabras. A ella nadie la había advertido de que iba a ser usada de una forma diferente a la habitual aquel jueves, pero tal y como le había dicho su amigo al tal Paco, su voluntad no era relevante y que estuviera informada o no de los planes de sus Amos o del Señor José era totalmente irrelevante. Así pues, cuando aquel abuelo empezó a acariciarle las ubres como si fuera una vaca lechera, se relajo y espero ordenes mas concretas.

Paco le acarició las tetas, las caderas, tiro de sus pezones de forma cada vez menos tímida e introdujo los dedos en todos y cada uno de los agujeros de vaca, que como era de esperar, se dejo hacer sin oponer la mínima resistencia. Aquella no era la primera vez que la sobeteaba un desconocido y estaba segura que habría cientos más en el futuro. Pero fue cuando el abuelo aparto un poquito la braga de su nieta y le metió dos dedos en el coño que la esclava empezó a gozar. Por la forma de moverlos, aquellos dedos no eran en el primer coño donde se metían y Paco sabia como usarlos para dar placer a una mujer.

Cinco minutos después, Paco estaba haciéndo un veloz metesaca en el coño de vaca mientras con una mano agarraba por abajo una de sus ubres y la apretaba y soltaba, como si realmente estuviera ordeñándola.

  • Permiso para correrme, Señor -  dijo vaca con la voz entrecortada por el placer.

  • Atiende Paco. Ahora vas a disfrutar. Sobre todo, no pares de hacerle lo que le estas haciendo – le dijo a su cliente el empresario, que no había perdido detalle durante todo el tiempo que el anciano había estado magreando a la sumisa – córrete, cerda. Demuéstrale a mi amigo como te pone de cachonda llevar las braguitas de su nieta.

A vaca le importaba una mierda llevar esas bragas infantiles. Es más, ella hubiera preferido no llevarlas para poderse haber abierto mas de patas y soltar a gusto uno de sus potentes chorros, pero entendía que aquello formaba parte de lo que tenían pactado los dos hombres, así que relajando el control que tenia sobre su orgasmo, exploto en una cascada de flujo que salpico la mano, las bragas e incluso la cara del abuelo mientras la hembra se sujetaba con fuerza al taburete que tenía delante.

Unos instantes después, el abuelo sacaba sus dedos del encharcado coño de vaca mientras le comentaba a José con sorpresa cómo una hembra podía soltar tanto flujo. Tras eso, el abuelo agarro las braguitas de su nieta y las bajo hasta sacárselas a la esclava, que viéndose libre de limitaciones abrió bien las piernas, pudiendo notarse libre por primera vez aquella tarde. Paco, tras oler las braguitas de su nieta, impregnadas del flujo de vaca, las plegó y se las guardo en el bolsillo. Después, volvió a fijar su atención en la hembra que tenia delante y al ver aquellas nalgas las acarició, como hipnotizado y tras unos instantes, le susurro algo que vaca no pudo comprender a José

  • Claro hombre! – Dijo jocosamente el empresario -  ya sabes que follártela no puedes, pero darle con la lengua es algo que seguro que le gusta. Además, ha estado unas horas comiendo polla sin parar. Tu solo le has de decir cómo quieres que se ponga y este agujero con patas te obedecerá.

  • Señorita vaca  ¿Es tan amable de sentarse y separar las piernas, por favor?– dijo educadamente Paco a la sumisa a la vez que se quitaba la camisa y los pantalones, quedándose completamente desnudo (a excepción de los calcetines) y luciendo un buen pollón que ya quisieran para sí muchos adolescentes. Eso sí, rodeado por un bello publico arreglado pero totalmente blanco.

Vaca, a quien no le habían dado nunca una orden con tanta educación, obedeció de inmediato. No tanto por la formalidad de la orden, si no porque estaba tremendamente cachonda después de tantas mamadas y la posibilidad de que alguien le comiera el coño le resultaba tremendamente atractiva. Así que cuando se sentó y pudo abrir cómodamente las piernas, en lo más profundo de su alma de hembra cachonda hubiera deseado que Paco hubiera ignorado las instrucciones de José, la hubiera penetrado hasta los huevos por cualquiera de sus dos agujeros y la hubiera rellenado de lefa caliente sin pensárselo dos veces.

Pero en lugar de eso, aquel vetusto caballero tomo asiento en una mesita y acercándola a la entrepierna de vaca, empezó a lamersela. Aquel que diga que en el pasado no existía el sexo oral, miente como un bellaco. Eso o que en los últimos decenios de su vida, Paco había aprendido a comer coños como un campeón. Cuando su lengua empezó a jugar con el clítoris de vaca, la hembra se sorprendió gratamente. Aquella no era la lengua torpe de un viejo que en más de una ocasión le había tocado aguantar en un club de intercambio de parejas y que parecía la de un perro pachón bebiendo agua. Aquella lengua tenía una maestría adquirida a través de comer muchísimos coños. Y lo que era más, el abuelo disfrutaba tanto como ella en ese menester.

Unas corridas después, con sus correspondientes squirts, vaca se encontraba apoyada en el respaldo de su asiento, con las piernas tremendamente abiertas y con flujo suficiente para lubricar una docena de coños. Paco le había pillado el truco a vaca y mientras le succionaba el clítoris a la hembra, le metía un par de dedos por el coño y otro par, simultáneamente por el ojete, mientras le apretaba alternativamente las ubres, lo que producía en vaca un efecto de corridas en cadena que agradecía muchísimo tras un día tan duro de trabajo. Pero todo lo bueno se acaba y cuando más de media hora después de empezar, Paco se levanto con la polla dura y babeando como la de un burro, vaca supo que tenía que volver al mundo real y asumir nuevamente su papel de sacaleches. Así que cediéndole el asiento al abuelo, se inclino sobre su polla y empezó a saborear aquel rabo septuagenario mientras sus tetas colgaban libremente y se movían al ritmo de la mamada.

Cuando por fin se metió en la boca todo el rabo de Paco, aquella hembra se estremeció de nuevo. Le encantaba que le comieran el coño, pero servir a un macho era lo que realmente le iba, así que cuando el abuelo, prescindiendo de toda la educación demostrada hasta aquel momento, la agarro por debajo de la mandíbula y por la nuca para ser él quien llevara el ritmo de la follada, vaca agradeció internamente que la pusieran otra vez en su lugar y le demostraran que por muy bien que la pudiera tratar, ella no era más que un agujero sacaleches.

  • O si… JODER!!! – decía el abuelo mientras vaca babeaba con la entrada y salida de su polla – como me gustaría que fueras mi nieta… te iba a reventar…

Por la mente de José cruzo fugazmente la idea de traer a fresa o a cualquiera de sus amigas para que hiciera de nieta de Paco y como buen empresario, tomo nota por si la podía desarrollar posteriormente. Pese a todo, aquel macho no era ajeno a los movimientos del culo de vaca mientras le follaba la garganta su cliente y no resistió la tentación de ponerse detrás de esta, separar las lubricadas nalgas y apoyar su miembro en el agujero marrón de vaca. La sumisa, al notar la maniobra de su Señor, hecho hacia atrás su cuerpo y se empalo a sí misma.

Cuando se noto bien llena, coordino sus movimientos para que la entrada y salida de las dos pollas tuviera el ritmo deseado y así, cuando la de Paco le tocaba la campanilla, la de José casi se le salía del culo y cuando echaba para atrás hasta que los huevos de José acariciaban el empapado coño de la madre de fresa, casi notaba salírsele la polla del abuelo de la boca.

Aquella “deliciosa tortura”, como solía llamar vaca a toda doble penetración que no fuera por el coño y el ojete duro algo más de veinte minutos. Pese a que la hembra se esforzó todo lo que pudo, la polla del abuelo no soltó la leche hasta que él decidió hacerlo. Y cuando se preparo para ello, hundió la polla hasta la garganta de vaca. Ella, al reconocer los espasmos previos a la corrida y siendo un requisito de uso que la leche le saltara a la cara o a las tetas intento retirarse, pero José la agarro por el pelo y la empujo fuertemente para que no lo hiciera. En medio de la contradicción, Paco no aguanto más y vacio sus huevos en la boca de vaca. Lo hizo con tanta potencia que parte del amargo semen le salió a la hembra por la nariz, produciendo un morboso “dragón blanco” en ella.

Una vez vaciados los huevos del abuelo y con la boca libre, durante los próximos minutos la viciosa de vaca pudo explayarse gimiendo, maldiciendo y jurando mientras José iba, embestida a embestida, dilatando el agujero trasero de aquella tremenda hembra hasta que un buen rato después, el macho no aguanto la presión de la musculatura anal de vaca y le relleno el culo de leche caliente. Cuando vaca noto en lo más profundo de su recto el enema de semen, apretó el culo y relajo el coño, facilitando un potentísimo squirt que le mojo los pies a ella y a José.

  • Hija de puta… menudo agujero tienes – dijo José a la hembra mientras notaba las ultimas contracciones de sus huevos, vaciándose en el interior de vaca – ya sabes lo que toca…

Sin decir nada mas, vaca se dio la vuelta y mientras el semen del empresario goteaba de su ojete se dedico a limpiarle la polla, ante la atenta mirada de Paco, que se prometió a si mismo ser mejor cliente del sex shop y así poder disfrutar aquella vaca tan bien dotada y tan sabrosa…