La piara: Ordeñando a nodriza
Nodriza, la madre lechera de la piara, es usada en una situación diferente que hace que la producción de leche de sus ubres alcance su máximo exponente
“¿Nodriza todavía tiene leche?” Con este mensaje me despertaba un día. Era de mi amigo José, el dueño del sex shop donde la piara compra todos sus juguetes. Bueno… para ser exactos, los obtienen a cambio de mucho y buen sexo con mi colega. Era una pregunta muy concreta y que se hacía para algo, así que lo mejor era llamarle para ver de qué se trataba.
¿Qué pasa, pisha? – respondió tras el segundo tono mi amigo
Muy buenas, caballero – salude a mi amigo y entre en materia – nodriza todavía tiene leche y la tendrá mientras la podamos ir estirando, que calculo que puede ser un par de años más ¿Por qué lo preguntas?
Bueno, tengo un cliente de los habituales a los que vaca les saca la leche que siempre me ha dicho que es una pena que esa hembra no tuviera leche en las ubres, porque a él es una cosa que le excita muchísimo – me contó el empresario – además, el tío es ganadero y dice que le excitaría de la hostia ponerle las tetinas de una vaca de verdad a una hembra humana
Juajuajuajuajua – me reí con ganas. José era un cachondo mental y estaba seguro que a él también le ponía la idea y así se lo comente – y a ti te pondría palote ver los pezonarros de nodriza conectados a una máquina de ganadería ¿No?
Ni te cuento – me respondió sinceramente – igual que a ti ¿O te crees que no sé qué a ti también te gustaría ver como se portan ese par de pezones cuando los chupe una maquina diseñada para unos diez veces más grandes?
El cabrón me conocía bien y todo juego sexual que saliera de lo “normal” es algo que me gusta, así que después de reconocerle que a mí también me gustaría, concretamos una cita con el ganadero para llevar a nuestra particular “vaca lechera” a fin de que la ordeñara con su máquina.
Un par de días después, una soleada mañana nos presentamos nodriza y yo en la tienda de José para recogerlo y que nos indicara donde estaba la explotación ganadera a la que teníamos que dirigirnos para la extracción.
Mi colega estaba acostumbrado a que le sacara la leche vaca y a usarla por sus tres agujeros cada semana, pero nodriza era casi una desconocida para él, así que le dije que se sentara en la parte de atrás y mientras subíamos hasta la granja de su amigo, la madre lactante se ocupó de comerle la polla y los huevos al compañero.
Madre de Dios, como la chupa también esta hija de puta… – dijo José mientras empujaba con la mano izquierda la cabeza de nodriza para que se tragara toda su polla y con la derecha jugaba con los pezones de la esclava, que ya empezaban a humedecerse debido a la excitación que les estaban dando – Joder, Carlos… Todas tus cerdas son verdaderas aspiradoras… No hay ni una de ellas, ni las más peques, que no sea capaz de vaciarte los huevos en cinco minutos como te descuides y no te retengas.
Pasan muchas horas al día entrenando para ser así de buenas – le conteste a mi amigo mientras enfilaba el camino de tierra compactada que llevaba a la granja.
Minutos después, llegábamos a la puerta de la típica lechería, con filas y filas de edificios donde se guarda el ganado rodeando una casa en la que se vivía el ganadero, que ya nos esperaba en la puerta de la misma. Era un hombre de aproximadamente cuarenta años, de estatura baja, pero complexión fuerte, de los que se les veía acostumbrado a trabajar duro para conseguir aquello que se proponía. Vestía un pantalón de trabajo azul y una camisa a cuadros, rematando el conjunto unas botas de goma. Pese a que su trabajo no era de los más limpios del mundo, su atuendo estaba pulcro y hasta las botas habían sido repasadas para dar un buen aspecto.
Bienvenidos a mi humilde explotación. Soy Víctor – se presentó el dueño del ganado mientras tendía la mano para saludarme.
Encantado – le dije estrechándole la mano con fuerza – Soy Carlos, el dueño de nodriza, la que hoy será una vaca más de la explotación – y diciendo esto, le hice una señal a mi esclava, que descendió del vehículo como su madre la trajo al mundo ante el asombro del ganadero. Sus dos firmes tetas, cargadas de leche se balancearon al unísono cuando se puso a 4 patas sobre la tierra compactada del camino, tal como le había ordenado mientras subíamos. Tenía la espalda recta, mirando al frente y sus pezones quedaban paralelos al suelo, tiesos y desafiantes. En esa postura, sus dos depilados agujeros quedaban expuestos y si bien se veían con bastante uso, no eran para nada desagradables a la vista. Si iba a ser un animal más de la explotación, tenía que vestir como el resto: sin ropa, pese a que el único complemento que lucía nodriza era su collar de esclava.
Hostia puta! – Exclamo el ganadero – Menudo ejemplar! ¿Me permites examinarlo? – pregunto con educación y se dirigió a mi animal con mirada experta en cuanto recibió mi visto bueno. Lo primero que hizo fue darle una vuelta a la “res” y verla bien, deteniéndose a observar sus cuartos traseros que ya se veían lubricados y sus dos ubres, que acarició, deteniéndose en los pezones, de los cuales tiro un poco para ver si soltaban leche. Cuando las crías tienen cierta edad, el pecho materno se vuelve inteligente y deja de producir ininterrumpidamente leche para hacerlo solo cuando son excitados. Eso es igual en una hembra humana que en una bobina – Es un buen ejemplar y tiene un precioso par de ubres – aventuro el ganadero, sopesándolos.
Tiene más que eso. Espero que te apetezca verlo – le dije a Víctor a quien le explique que las reglas para el uso de nodriza eran sencillas: la trataría como a una vaca lechera más de su explotación, tal como lo había solicitado y conectarla al ordeñador para extraer la leche que yo considerara oportuna. Además, tenía permiso para usarla por cualquiera de los tres agujeros como usaría a cualquier otra vaca, siempre que se pusiera una goma. En cuanto a su propia leche, era libre de echarla dentro de la goma, mientras follaba alguno de los agujeros de nodriza o de salpicarle allí donde más le apeteciera, siempre que no se la echara dentro de la boca.
Sera un placer acatar unas reglas tan sencillas – dijo satisfecho el ganadero – si me seguís, os enseñare la sala de ordeño en la que vaciaremos a nodriza –
Tanto José como yo nos pusimos a caminar tras nuestro anfitrión, pero tal como se le había indicado, nodriza, como buen animal de granja, permaneció en el lugar hasta que Víctor se dio cuenta y con una sonrisa volvió a por ella. Le ato una cuerda al collar y le dio una palmada en el cuarto trasero a nodriza, que se puso en marcha a cuatro patas, subiendo las rodillas del suelo y usando manos y pies para caminar, lo que dejaba sus agujeros a la vista y provocaba el bamboleo acompasado de sus ubres.
Aproximadamente a unos cincuenta metros de donde fuimos recibidos, entramos en una sala totalmente funcional pero extremadamente limpia. El ganadero estaba dando muestras de ser un tío pulcro.
Al entrar, lo primero que hizo fue subir a nodriza a la pasarela donde se solía subir al ganado y atarle la pierna derecha a una estructura de hierro. Tal como le habíamos dicho, la esclava tenía que ser tratada como una vaca más y así lo hizo. Por su parte, nodriza, totalmente metida en su papel, no pronuncio ni una palabra cuando el ganadero la agarro del pelo y tiro de él, haciendo que subiera la cabeza y abriera la boca. Se mantuvo así el tiempo suficiente como para que el ganadero se bajara la cremallera y sacara una polla nada despreciable. Con tranquilidad se colocó un condón y se la acerco a la boca de nodriza. Pese a la disposición, aquella vaca no entendía lo que el granjero pretendía, o mejor dicho, fingía no saberlo, así que, con una sonrisa, aquel empresario fue quien le follo la garganta al animal. Lo hizo de menos a más y produciendo cada vez más babas en una nodriza a la que, presa de la excitación, ya le empezaban a asomar las primeras gotas de leche por los pezones.
- Vaya – dijo Víctor cuando le agarro la ubre a nodriza y la noto húmeda – esta res parece que necesita un desahogo en las ubres…
Entonces, sacándole la polla de la boca, se quitó el condón y lo dejo encima de la cabeza de la hembra. Ella puso cara de sorpresa, pero no dijo nada. De un salto, el ganadero bajo de la pasarela y se puso en la parte inferior de la misma, manipulando un par de tetinas alargadas, pertenecientes a la máquina de ordeño y cubriendo la terminación con un gel destinado a facilitar el sellado. Luego, puso en marcha la máquina y se empezó a escuchar una potente sección rítmica “chup… chup… chup…”
José y yo, que nos manteníamos a una respetuosa distancia de la escena, nos acercamos un poco a los protagonistas. Aquello nos parecía tremendamente morboso y más cuando nodriza iba a ser ordeñada con un aparato diseñado para un animal más grande que una hembra humana. Por razones varias, todas las madres del grupo habían usado en un momento u otro sacaleches que les habían aligerado la presión en las ubres y evitado que se les creara una mastitis en las mismas cuando no podían descargar la leche que habían producido para sus hijas. Sin embargo, ese aparato para humanas tenía apenas una presión de aproximadamente unos 25 kilo pascales, mientras que el artilugio al que estaba a punto de ser enchufada tenía una succión nominal de unos 40 kilo pascales, es decir, de casi el doble. Conocedor como era de que todas ellas se habían excitado cuando se les succionaba la leche con esa máquina me pregunte qué pasaría cuando nodriza notara esa potencia en sus pezones
Segundos después, mi respuesta estaba en la cara de nodriza: pese a que el ordeñador tenía una membrana opaca que impedía ver con detalle que estaba pasando con los pezones de la esclava, su cara lo decía todo. Era como si le estuvieran succionando a través del tubo de una aspiradora. El animal puso los ojos en blanco y abriendo la boca entro en un “viaje” conocido por cualquier sumisa de un buen nivel.
Una vez colocados los artilugios, el ganadero volvió a subir a la pasarela y tras dar un par de pequeños tirones para comprobar la eficacia de la succión, se volvió a colocar el condón en la polla y usando la abierta boca de la res, le volvió a follar la garganta, esta vez sin miramientos.
Vaya ejemplar tienes en casa – me dijo el ganadero mientras tenía cogida la nuca de nodriza y le follaba la boca sin importarle que la baba del animal le manchara el pantalón, puesto que solo había sacado la polla por la bragueta y no se los había quitado - ¿Has pensado alguna vez en venderla? Este tipo de ejemplares cuestan una buena pasta…
Esta res pertenece a una cabaña que tengo en casa y que está formada por su pareja, otra vaca lechera y tres ternerillas que necesitan toda la leche que sus madres les pueden dar y algunos aportes extraordinarios – dije sonriéndole a mi camarada, que se río con la comparación – la venta no me la planteo, pero al alquiler si es una posibilidad real.
Hostia, pues eso sí que me interesa también – dijo el ganadero mientras le sacaba la polla, totalmente llena de babas, de la boca a nodriza.
El ordeñador seguía haciendo su trabajo y por los tubos de drenaje se veía un pequeño caudal de líquido blanco que poco a poco se iba depositando en el vaso de recogida. Por supuesto, no era el flujo al que solía trabajar el aparato, pero para no ser una vaca, no estaba nada mal.
Víctor, tras comprobar cómo iba la producción y volver a tirar de los succionadores, lo que causo un mugido en nodriza, se puso detrás del animal y como se le había ordenado, lo trato a su voluntad: primero le metió dos dedos que entraron sin apenas resistencia por el enorme volumen de flujo que tenía la hembra en el coño. Que le estuvieran succionando las ubres a aquella presión, sumado al lugar y a su rol, tenía a nodriza en un perpetuo viaje mental al más allá.
Madre mía… ¡Esta empapada! – dijo casi sin creérselo el ganadero.
Claro! – Ya te dije que los animales de mi colega son únicos en su especie y que están muy bien domesticados – respondió José, que se estaba tocando el paquete por encima del pantalón.
Víctor, contento con lo que veía, pego un tirón a la pierna izquierda de nodriza y separo algo más sus patas, dejando espacio entre sus piernas para poder introducir primero tres y luego cuatro dedos en el dilatado coño del animal. Luego, poco a poco, empezó a follárselo con todos ellos dentro. Nodriza, al notarse llena, acomodo las caderas, pero no se movió de su posición original y en poco menos de cinco minutos, mugiendo como una verdadera vaca, se corrió a chorros mientras el ritmo de la follada del amigo de José era verdaderamente frenético.
Hija de puta! – Exclamo el granjero con asombro – me está empapando el brazo!!!
No pares – le indique a Víctor – veras como te gusta… Dale duro… eso es… un poco más – conocía a mi animal y sabia hasta donde la podía llevar estando en aquel estado – Ahora, pliega el pulgar bajo los otros cuatro dedos y flexiónalos mientras empujas fuerte.
Con aquel simple movimiento, el hiperestimulado coño de nodriza se abrió un poco más y se tragó el puño entero del empresario, que con la sorpresa soltó una exclamación al ver como aquel coño se tragaba todo su puño sin necesitar más lubricante que el que había producido la res con la manipulación de su coño.
Al notarse totalmente llena, la madre lechera empezó a mover la cabeza, como si le pesara mucho más de lo habitual y se corrió estrepitosamente, soltando unos chorros tremendos que fueron seguidos por un líquido mucho más amarillento al no poder controlar la meada.
Disfruta, puta vaca – dijo Víctor mientras le seguía dando al puño – hostia… me la quiero follar, pero ahora tiene el chocho súper abierto y no voy a tocar pared – me dijo, mirándome desde arriba de la pasarela.
¿Te da asco follarle el ojete? – le pregunte, como si fuera la cosa más natural del mundo. Él negó con la cabeza – pues este animal tiene otro agujero que todavía no has catado, así que…
El ganadero, tras sacarle el chorreante puño del coño, su puso en pie y le separo las nalgas. La comparación entre el agujero marrón del animal y su coño era tremendamente bizarra. Mientras que el agujero que acababa de dejar se iba cerrando poco a poco, plegándose sobre sí mismo, el otro estaba apretado a la vista, así que casi temiendo hacerle daño, Víctor metió un dedo en el culo de nodriza, lo que provocó un nuevo mugido en el animal.
Madre mía… - dijo asombrado – se lo ha tragado casi sin ofrecer resistencia.
¡Pues claro, tío! – Respondió José, con la polla fuera del pantalón - ¿No te ha dicho que le des por el culo? ¿Qué pasa, que solo le vas a meter los dedos o es que le vas a pedir permiso al animal para hacer lo que te apetezca?
Víctor retiro el dedo del culo de nodriza y se restregó los flujos que tenía en la mano por su polla enfundada de látex. Después, separo las nalgas de la hembra y de un solo empellón, se la clavo hasta que sus huevos chocaron con el chorreante chocho del animal, llenándolos al instante de un flujo blanco y viscoso.
- Puto animal vicioso – exclamo Víctor mientras empezaba a encular sin miramientos a mi esclava mientras le palmeaba sus expuestas nalgas, dejando marcas rojas sobre su blanca piel – es el tercer agujero por donde la cato y tiene tanto morbo como los otros dos.
Nodriza, con las tetas colgando recibía pollazo tras pollazo por el culo sin salir del todo de su viaje. La succión en sus pezones era extraordinaria y ahora ya le dolían tanto que cada nueva chupada la llevaba al borde del orgasmo por si sola y de hecho, desde que había empezado a correrse con el puño del ganadero, no había podido parar, encadenando corrida tras corrida e intercalándolas con algunas perdidas incontrolables de orina que tenía el animal al perder el control de sus bajos.
Tras un buen rato de darle por el culo, el empresario arranco la polla del ojete de la esclava para rodearla y tras quitarse el condón con un rápido movimiento, colocarse delante sujo, dejándolo tremendamente dilatado. Aquel agujero vibraba al ritmo del succionador y con cada “chup” que se escuchaba se podía ver una pequeña contracción en su musculatura.
- Sube el morro, vaca – le dijo antes de darle un fuerte tirón en su pelo, que casi hizo que nodriza se pusiera en pie si no hubiera estado atada en ángulo por la pierna. Sujetándola únicamente por el pelo, con la mano izquierda, el ganadero se masturbo frenéticamente ante ella y en pocos segundos, un torrente de lefa caliente salía del capullo del hombre y tras volar unos centímetros, se estrellaban contra las ubres conectadas al ordeñador de nodriza – toma leche, hija de puta!!!! Aaaaaahhhhhh!!!!!
Uno tras otro, el animal recibió los chorros de semen mientras aguantaba estoicamente el tirón de pelo. Cuando Víctor termino de vaciar los huevos, la soltó y tras darle una fuerte palmada en el culo, bajo de la plataforma, en busca de una bobina de papel que tenía en un banco cercano.
Cuando vio el camino despejado, José subió a la plataforma y con la polla fuera, tal como estaba, agarro a nodriza con la mano derecha por la nuca y con la izquierda por debajo de la barbilla y le metió toda su polla en la garganta, sin previo aviso y sin miramientos.
- Me tienes cachondo desde hace horas, golfa – dijo violándole la garganta – ahora me voy a descargar y otro día le pediré a tu Dueño que te me ceda, para darte como es debido.
En apenas diez minutos de uso el empresario rentabilizo la experiencia de la esclava siendo usada por cualquier agujero y, apretando la nuca contra su pubis, descargo los huevos en la misma garganta de nodriza, que no tuvo que hacer ningún esfuerzo para tragárselo, ya que la descarga se había producido más cerca de su estómago que de su boca, provocando la lógica tos del animal, pero con su entreno, no intento ni por un momento retirarse.
Tras quedarse a gusto, el empresario retiro su pollón de la garganta de nodriza y tras pegarle con ella en la cara, dejándola llena de babas, le pego un escupitajo en la cara mientras la llamaba de todo y tiraba de los extractores sin llegar a desconectarlos, lo que provocó una nueva cascada de orgasmos en la esclava.
- Madre mía… - dijo Víctor, mirando el vaso de recogida de leche que alimentaba la máquina – pero si ha dado tanta leche como una verdadera vaca primeriza!!! ¡¡¡Ha sacado algo más de medio litro!!!
La verdad es que aquella producción, para una “vaca humana” como ella no estaba nada mal, así que, tras desconectar el ordeñador, el empresario retiro las tetinas de sus ubres, con la bonita imagen de unos pezones de aproximadamente unos tres dedos de largo que todavía goteaban leche. Aquello llamo mi atención y pase el dedo suavemente por ellos. El animal, con la zona hipersensibilizada, en un movimiento inconsciente de protección, hizo un gesto para hurtarlo. Fue un movimiento reflejo y corto, pero el privar al Amo de cualquier contacto era una falta grave que tenía que ser corregida al instante; así pues, tras pedirle permiso al ganadero para subirme a la plataforma y obtenerlo, me coloque ante nodriza y le ordene que me bajara la cremallera con los dientes. Al tratarse de un castigo, la esclava obedeció de forma instantánea y tras dejar el camino franco, me situé en su grupa y saqué mi polla del pantalón.
De un solo empellón, su ojete se tragó mi miembro. Cuando toque con los huevos su empapado coño rodee su cuerpo con mis brazos y busque sus ubres. Al localizarlas las reseguí y cuando encontré sus hinchados pezones, los agarre con fuerza y apreté hasta que casi junté los dedos.
El mugido de dolor del animal se tuvo que escuchar fuera de la sala de ordeño, porque fue verdaderamente espectacular. También lo fue la presión que hizo con su ojete en mi polla, pero aprendida la lección, no intento zafarse. Hubiera sido un error muy grave con trágicas consecuencias para ella.
- Muévete - le dije al animal mientras tiraba de los pezones en sentidos opuestos, levantando con ellos todo el peso de la mama, que, si bien estaba vacía de leche, pesaba de por sí.
La res, consciente de que aquel castigo solo acabaría con mi descarga dentro de su agujero, se abstrajo del dolor que sentía en los pezones y se concentró en proporcionarme todo el placer posible con su agujero trasero mientras sus pezones seguían goteando leche, ahora no por la succión si no por la presión de mis dedos, que los amarraban férreamente sin darles la más mínima tregua.
Soy de los que piensan que los castigos han de administrarse sin miedo, pero también sin crueldad, así que tras apenas quince minutos de enculada me concentre y descargue mis huevos en el interior de la res, soltando los pezones y dejando que sus ubres volvieran a ser atraídas por la gravedad hacia abajo.
¿Has entendido el fallo, nodriza? – le pregunte al animal mientras me limpiaba la polla con su pelo. Lo habitual hubiera sido metérsela en la boca para que la dejara impoluta, pero tras un castigo no me gusta darles ese pequeño placer a mis esclavas.
Si, Amo – Dijo la morena, con los ojos llenos de lágrimas por el dolor experimentado durante su corrección – gracias por corregir a esta vaca inútil. No volverá a suceder.
Buena cerda – le dije mientras le daba un potente tortazo en la mejilla izquierda, dando por finalizado el castigo - ¿Y bien? ¿Qué te ha parecido? – Le pregunte al ganadero, que ya la estaba desatando de la pata
Es una hembra brutal! – respondió tras darle una palmada en el cuarto trasero para que moviera y bajara de la pasarela - ¿Y dices que pertenece a una cabaña entera?
Mas que, a una cabaña, a una piara – dijo José mientras le ponía unas pinzas en la parte baja de los pezones, lo que hizo que nodriza pusiera cara de dolor, pero mantuviera la posición a 4 patas – Aquí el amigo Carlos es dueño de cuatro vacas adultas, cuatro vacas jovencitas y cuatro ternerillas lactantes todavía.
Madre mía… cuando agujero para adiestrar – comento el ganadero mientras vertía la leche de nodriza en una botella de cristal - ¿Te importa si me la quedo? Me encanta hacerme cortados con este tipo de leche – yo negué con la cabeza y él la tapo - ¿Quieres que le demos un manguerazo al animal? Ha quedado bastante manchado después de usarlo.
No te preocupes - respondí mientras le acariciaba la cabeza a nodriza – cuando llegue a casa su mujer la bañara, la acicalara y le ayudara a dar de mamar a las niñas, porque me temo que poca leche le has dejado dentro con esa máquina…
Tras acomodar a nodriza en una vieja manta en la parte trasera del coche, nos despedimos del ganadero, no sin antes intercambiarnos teléfonos con la firme intención de que conociera al resto de las hembras que tenía a mi cargo y que, con su ojo de buen ganadero, evaluara a cuáles serían las más rentables en el futuro produciendo leche a fin de preñarlas cuando fuera el momento.