La piara. De compras con fresa

Un pequeño accidente da lugar a una compra en un centro comercial donde aprovechar la sumisión de fresa

Jueves al medio día recibí la llamada de vaca. No era algo inusual, pero si sorprendente.

Carlos: Si, vaca. Dime

Vaca: buenos días, Amo. Tendría que pedirte un favor

Carlos: ¿De qué se trata?

Vaca: verá, Amo… resulta que fresa se ha enganchado la falda en los arbustos que hay al lado del colegio usando a dulce esta mañana y se le ha hecho un desgarrón – me explico la esclava – las monjas ya le han dicho que con el uniforme así no quieren que vuelva mañana, así que se lo ha remendado lo mejor posible y tendría que ir al Corte Ingles.

Carlos: Vale, me parece muy bien… ¿Y que tengo yo que ver en eso?

Vaca: pues que hoy es jueves y esta tarde, al salir de trabajar, subo a Terrassa, al Sex Shop de José a comer pollas de sus mejores clientes, Amo. ¿Podría hacerme el favor de acompañarla?

Carlos: está bien, vaca. Dile a tu hija que coja el plug de cola. La pasare a buscar a la salida.

Vaca: muchas gracias, Amo. Yo… ohhhhhhhh

Sinceramente, nunca supe si aquella frase era el inicio de un agradecimiento o del algún otro tipo, pero una vez recibido el mensaje, active su vibralust a la máxima potencia y colgué el teléfono. Vaca sabia que los favores siempre tenían una compensación y tener aquel aparato a máxima potencia en su coño estaba seguro que sería un buen precio. ¿Qué donde estaría o que haría durante la próxima hora de vibración? Pues no lo sé, pero eso, no era problema mío.

Cuando a la salida de clase pase a buscar a fresa por la puerta del colegio mayor, vi de que desgarro se trataba. Llevaba una costura bastante fea en uno de los laterales de la falda del uniforme.

Carlos: Buenas tardes, fresa – le dije mientras ella seguía el protocolo y me bajaba la cremallera para lamerme la polla mientras avanzábamos con el coche, poniendo distancia entre la puerta y nosotros - ¿Qué le ha pasado a tu falda?

Fresa: pues…slurp… esta mañana…slurp… al meterme en los matorrales…slurp…con dulce para mear…slurp…me he enganchado y…slurp…se me ha roto – me contaba entre lametón y lametón – y las …slurp… monjas, me han echado la bronca…slurp… y me han dicho que mañana, he de…slurp…llevar una nueva

Carlos: Menuda mierda… bueno, te llevo yo a por una nueva. Ahora, ponte la cola y sigue con tu trabajo

Fresa abrió su mochila y saco el plug con cola. Luego, inclinándose en el asiento, se extrajo el que llevaba puesto, con una joya al final y reviso si tenía restos orgánicos. Al ver que no, me lo enseño puesto que si seguía el protocolo, tenía que metérselo en la boca para limpiarlo antes de guardarlo y puesto que me iba a chupar la polla, yo tenía que dar el visto bueno. Cabecee afirmativamente y se lo metió en la boca. Pese a no tener mierda, tenía el gusto de su ojete, así que lo paladeo bien y tras ponerle abundante saliva y luego retirársela, lo guardo en la mochila. Luego lubrico la cola y se la puso, reemprendiendo su cometido.

Cuando llegamos al Corte Ingles de Plaza Catalunya la garganta de fresa estaba encajando mi polla en una brutal follada que dirigía yo con la mano puesta en su coleta, de la que tiraba o empujaba, según quería más o menos profundidad. Tras aparcar le ordene a la esclava que secara la polla y se trago toda la saliva que pudo, dejándola otra vez lista para la acción.

Al bajar, me fije que la talla de falda de fresa era lo suficientemente larga como para tapar casi por completo la cola que llevaba insertada en el ojete, así que excepto que se fijaran mucho, su pequeño secreto permanecía a salvo, así que subimos a la planta correspondiente y tras hablar con el dependiente, nos informo que la talla de fresa estaba agotada. Que podía pedir una falda nueva y en un par de días la tendrían allí.

Carlos: Vaya… ¿Y no tenemos otra opción?

Dependiente: lo siento, señor. De la talla concreta de su hija, no nos quedan. Tenemos de una talla mayor y de una menor, pero de esta…

Carlos: déjeme ver de una menor, por favor.

Obedientemente, el dependiente fue a por la falda solicitada y cuando me la entrego, se la sobrepuse a mi esclava sobre la que llevaba. La cintura, algo más justa que la que llevaba ahora no era el problema. El problema es que al ser algo más pequeña, era como cuatro dedos más corta.

Carlos: bueno, si no queda muy descocada, esta hará el servicio hasta que llegue la nueva – dije haciéndome el recatado - ¿Nos permite que se la pruebe?

Solicito, ante la opción de vender dos faldas en lugar de una, el dependiente nos indico donde estaban los probadores y puesto que había más gente haciendo cola, se excuso de no acompañarnos.

Al entrar en el probador y quitarse la vieja falda, metí dos dedos en el coño de mi ahijada. Tal como sospechaba, estaba empapada. Fresa, igual que su madre, vaca, disfrutaban realmente cuando tenían una polla en la boca y mas, si las usaban como a hembras, marcándole el macho como quería que se la chuparan.

Carlos: ponte contra el espejo

Fresa entendió perfectamente la orden y puso frente al espejo. Con la mano derecha agarro la cola y tirando suavemente de ella, dejo su ano libre, cogiendo la bola del plug con la boca. Tras hacer un par de fotos, una donde se veía la postura de la esclava y la otra del detalle de su ano, la agarre por las caderas y la encule. Mi rabo entro como un cuchillo caliente en un bloque de mantequilla y fresa puso los ojos en blanco al notarse mucho más llena que con el plug. Empecé a bombear sin contemplaciones. Sabía que los dependientes del establecimiento estarían atentos al tiempo que podría estar alguien dentro de los probadores con una sola prenda de ropa, así que busque el placer de mi esclava más que el mío y deslice mi brazo izquierdo para rodear su abdomen y el derecho busco su clítoris.

Fresa gimió fuerte, afortunadamente, el plug amortiguo bastante el ruido. Yo sabía que aquel tratamiento desembocaría en apenas unos minutos en un potente squirt de mi ahijada, así que me concentre en que fuera lo más salvaje posible. Le triture el botoncito de carne mientras la enculaba profundamente. Flujo de su coño me empapo los huevos y unos minutos después, las contracciones de su ano me avisaron de lo inevitable, así que me separe de ella para no salpicarme y descruzando el brazo izquierdo, le hundí dos dedos en su dilatado ano, que los recibió sin apenas esfuerzo.

Cuando mire su cara por el espejo era todo un poema. Tenía cara de imbécil, con la cola saliéndole de la boca, los ojos en blanco y un fino hilo de baja bajándole por la comisura de los labios al provocar el juguete una tremenda salivación. De repente, todo su cuerpo se puso rígido y soltó un potente chorro de flujo, que empapo la moqueta del cubículo. Luego fueron dos, tres… hasta que dejo de correrse y con las piernas temblorosas volvió a la realidad con una sonrisa casi infantil.

Me incorpore y le ordene que volviera a ponerse la cola y que limpiara mi polla, así que la esclava cumplió y tras meterse de golpe el plug en el ojete, te puso en cuclillas para limpiarme los restos de flujo de los huevos mientras su coñito seguía goteando con los últimos restos del squirt. Al terminar, se levanto y se puso la falda que en teoría estábamos probado. Efectivamente, le venía ajustada en la cintura y le dejaba mas parte del muslo al aire que la vieja, pero estaba en la frontera de lo que aceptarían las monjas como “decente”.

Otra cosa era la cola que llevaba. Al ser cuatro dedos más corta que la otra, ahora se veía justo esa cantidad de cola, pero al no ser algo que se esperaran de una cría de su edad, tendrían que fijarse mucho para darse cuenta y entonces, ya habría pasado.

Me volví a meter la polla en el pantalón y ajustándome la camisa y la americana, salimos del cubículo, dejando el suelo mojado y el aroma a hembra en celo en el aire. si cualquiera de los padres que rondaban la zona con sus hijas entraba allí, seguro que le entrarían ganas de hacerle a su pequeña lo que yo acababa de hacerle a la mía… si en su vida había olido un squirt.

Carlos: Bueno… no es lo larga que quisieran las hermanas, pero nos la llevamos – dije mientras le daba el dinero para que me cobrara la compra - ¿Cuánto tardara en llegar su talla?

Dependiente: Pues yo creo que unos… - se cayó de repente al mirar como le quedaba la falda a fresa, pero no por el tamaño, si no por el extraño penacho que le colgaba en la parte posterior de la misma – dos o tres días, señor – comento recobrando la compostura.

Carlos: perfecto. Pues hablare con mi mujer y si lo consideramos pertinente, llamaremos para encargar otra.

Cuando marchamos, mire a través de uno de los multiples espejos de la sala como el dependiente le miraba el culo a fresa y como inclinaba la cabeza, con una expresión de incredulidad. Seguramente, en algún rincón de su mente, había imaginado lo que era aquello, pero su sentido común le diría que eso no era posible. Y menos si iba con su padre. Sentido común… je!

Aprovechando que estábamos en esa superficie comercial, aproveche para ver un par de camisas de mi interés y de paso, lucir a mi esclava en la sección de caballeros. No hay cosa que agrade más a un Amo que lucir a sus animales en presencia de otros que o no tienen tanta suerte o no tienen la pericia para convertir a sus hembras en sus mascotas. Fueron bastantes los que se giraron ante nuestra marcha, pero la mayoría, tras darle un buen repaso a fresa, seguían su camino. La mayoría… pero un caballero de pelo cano, de aproximadamente unos 68 años, una vez vista, la siguió por toda la planta, con cierto disimulo, pero con la tenacidad de un perdiguero.

Así pues, para divertirme un poco, fuimos a la sección de ropa interior femenina, con la curiosidad de si nos seguiría y, efectivamente, lo hizo. Como parte del juego, en el que todavía no sabía que participaba el anciano, hice que fresa se probara, por encima de la ropa algunos inocentes conjuntos blancos o con motivos de personajes de dibujos animados. Con aquello, todavía parecía más joven de lo que era.

Y puesto que el caballero no desistía en su seguimiento, hice que la pequeña fuera a los probadores y se probara alguna braguita, con la orden expresa de frotarse con ella puesta y regresara al cabo de unos minutos a donde yo estaba.

Cuando mi ahijada se fue hacia los probadores, pude ver como la falda se le había subido un poco debido a la estrechez en la cintura y ahora le llegaba a medio muslo, dejando al descubierto casi media cola, que le llegaba poco más arriba de la rodilla. La verdad es que era un espectáculo para una mente calenturienta y parecía que aquel viejete lo era. Sin moverme de la zona de ropa interior juvenil, vi como aquel hombre seguía a fresa hasta los probadores, pero sin entrar. Unos minutos después, cuando mi ahijada regreso a mi lado, traía su sonrisa típica de cuando estaba haciendo alguna de sus maldades.

Fresa: aquí tienes, “papa” – me dijo metida en su papel – tal como me la has pedido…

Al entregarme la braguita pude comprobar cómo estaba empapada y olía a hembra joven. El hombre, había regresado y estaba en el pasillo posterior, mirando unos tiernos sujetadores que no le cabrían ya a mi ahijada. Diciendo que si no le convencían, no lo comprábamos, volví a dejar la braguita en la línea de ropa de donde la habíamos cogido, pero en lugar de ponerla la primera, la puse la segunda, entre otras cosas porque me interesaba saber que tan atento estaba aquel furtivo.

Efectivamente mis sospechas se cumplieron cuando nos separamos una distancia prudencial y vi como nuestro perseguidor iba rápidamente hasta el estante donde había dejado la prenda interior y descartado la primero, pillaba directamente la segunda. Cuando noto la humedad en ella, sin importarle nada, se la acerco a la nariz para oler el coño de fresa. La trampa estaba tendida y el pez, acababa de picar el anzuelo, así que solo había que dar un poco mas de sedal y luego… tirar. Así que alejándonos de la zona, llegamos a la sección de lencería. Entonces seleccione un precioso culotte negro y tras probárselo por encima de la ropa, me la lleve al probador. Esta vez, entre con ella  y cuando se las puso, me coloque detrás suyo y mientras con la mano izquierda le magreaba las tetitas, con la derecha frotaba su clítoris contra la tela de prenda. Un momento antes de que se corriera, pare y apreté la tela de la entrepierna con sus labios vaginales. Todo el flujo blanquecino de fresa quedo impregnado en la tela. Luego, hice que se la quitara y pese a que hacia mohines para que siguiera masturbándola, obedeció.

Carlos: Dame cuatro minutos – le ordene a fresa – después sal a buscarme – le dije mientras salía del probador y dejaba la cortina un palmo abierta – si quieres, mastúrbate, pero no quiero que cierres mas.

Antes de girarme para salir, fresa ya tenía dos dedos en el interior de su coño y se estaba masturbando, sentada sobre el banquito, de cara a la cortina.

Tal como esperaba, nuestro “amigo” estaba cerca de la entrada de los probadores, así que decidí poner las cartas sobre la mesa y me dirigí hacia él. Cuando me vio, intento escapar, pero al ser mucho más joven y ágil que él, se lo impedí

Carlos: Caballero, no se asuste, tranquilo – le dije poniéndole una mano sobre el hombro – no quiero hacerle daño, al contrario. Tranquilo.

El hombre se giro y pude ver que mi apreciación de edad era correcta. Tendría la misma altura que fresa y llevaba una chaqueta con camisa y pantalón de vestir que habían visto épocas mejores. En la mano derecha, como si fuera un trofeo, llevaba las bragas que fresa se había probado hacia poco.

Carlos: Soy Carlos – le dije, extendiendo la mano para saludarle. Él me la estrecho con fuerza pese a su edad y me dijo “Paco”. Aquello me gusto – veo que lleva usted las bragas que se ha probado mi hija ¿le ha gustado como huelen? – el caballero se ruborizo y no supo que responder. Lo había pillado en un renuncio, pero no estaba dispuesto a humillarlo, así que dándole las que llevaba en la mano y que acababa de quitar a mi ahijada le dije – tenga. Estas se las acabo de probar y todavía están más mojadas. Y si se fija, con el negro contrasta mejor el flujo de esa zorrita.

Paco las agarro y las examino como si fuera un somelier ante una botella de un buen vino. Luego las abrió y puso cara de satisfecho cuando vio el flujo de mi ahijada mojando la tela. Paso un dedo por él y se lo llevo a la boca, paladeando.

Paco: tu hija tiene un sabor increíble – me dijo asintiendo – me encantaría olerle el coño en persona ¿Podría ser?

Carlos: todo tiene su precio, caballero…

Aquel hombre, con el aplomo que dan los años, llevo la mano a la cartera y abriéndola me mostro que únicamente llevaba un billete de 50€. Además, de uno de los bolsillos interiores de la misma, asomaba la punta de un preservativo.

Paco: no tenía previsto salir de putas hoy, así que es todo lo que llevo…

Carlos: Bueno… mi hija no es una puta – le dije, haciéndome el ofendido y me di media vuelta, para marcharme

Paco: Perdón! Perdón! Perdón! No quería ofenderte! Yo… me has pillado a contra pie y no… lo siento, de verdad- se disculpo el sexagenario.

Carlos: Esta bien, disculpa aceptada – le dije, anulando mi marcha – mi hija no es una puta. Es una niña con… necesidades especiales – dije acordándome de Ari, aquella mulatita a la que le habían diagnosticado ninfomanía infantil y a la que me follaba en el trastero de su casa.

Pepe: ¿Necesidades especiales? – pregunto, tragándose anzuelo, hilo y caña

Carlos: Si… le gusta mucho el sexo y a veces, me es complicado que no lo busque por su parte. Veras… en confianza… a ella le encanta comer pollas pero a mí no me gusta que se lleve a la boca la de cualquiera. Hay mucho aprovechado por el mundo…

Paco: Si… claro… ¿Qué menos que una compensación, no?

Carlos: Si… que menos… y hoy vinimos a buscar un par de cosas, vio los conjuntitos y se pudo cachonda… y ya lleva dos pajas en los probadores. Una en cada braga que llevas…

Paco: ¿cincuenta euros te parece una buena compensación? – le pregunto viendo como se acercaba fresa por mi espalda. Su presencia le cambio el ánimo y la miraba como un depredador.

Carlos: por quedarte las dos bragas que llevas en la mano y olerle el coño en el baño, es una compensación más que justa. Pero para que no digas que es una puta y como las putas cobran en efectivo… si le pagas la falda que hemos venido a comprar, puedo hacernos un favor a los tres y ceder a que te la chupe.

Paco: ¿En qué planta está el departamento de uniformes?

Carlos: Abajo. En la tercera. Dile al dependiente que eres el abuelo de la chica que se ha llevado la falda corta y que vienes a encárgala para que te la traigan. Ponla a nombre de Marta – el abuelo asintió, tomando nota mentalmente de todo – cuando termines, nos vemos arriba, en la octava.

Cinco minutos después, Paco se reunía con nosotros en la última planta del edificio, en la sección de videojuegos, evitando las plantas 1 y 4, que se usaban para el cruising

Paco: Aquí tienes el tique de la reserva – me dijo el abuelo mientras me alcanzaba el resguardo de la reserva de la ropa para fresa - ¿Cómo lo hacemos?

Carlos: al final del pasillo, camino de los ascensores, están los baños. Mi “hija” se irá a ellos y comprobara que no haya nadie en el de minusválidos. Cuando este dentro, con la puerta cerrada, me mandara un mensaje e iremos a verla.

Cuando fresa se marcho hacia el baño, me sonó el teléfono. Era una video llamada con vaca.

Vaca: Hola, Amo – me dijo con la cara llena de lefa recién exprimida que se le escurría hasta las ubres, que llevaba al aire - ¿Cómo va la compra? ¿Ha encontrado la talla?

Carlos: hola cerda – le conteste sin cortarme pese a tener al abuelo al lado, que veía la imagen de mi esclava – Si. Hemos encontrado la talla, pese a que ahora mismo, tu hija lleva una más pequeña, pero en un par de días, la tendrán. Un caballero muy amable se ha ofrecido a comprar una de su talla

Vaca: ¿Un caballero, Amo? – pregunto vaca con mezcla de asombro y morbo en la cara? - ¿Cómo que un caballero?

Carlos: Si. Ya te lo explicare, pero cuando te comas tu próxima polla en el sex shop de José piensa que tu hija, en ese mismo momento, está haciendo lo mismo con su… “benefactor”. Te dejo, me acaba de avisar que esta lista – le dije mientras colgaba la llamada al recibir el whatsapp de fresa diciendo que estaba en el WC de minusválidos. Cuando me gire para decirle a Paco que fuéramos con mi ahijada, tenía una cara de asombro terrible – Es la madre de la niña – le dije sin darle más detalles – También tiene necesidades especiales ¿vamos?

Cuando entramos en el WC de minusválidos, fresa nos esperaba desnuda, únicamente con el plug anal puesto y en posición de espera. Al verla, el abuelo se acerco a ella y tras pedirme permiso, le toco las tetas y el coño.

Paco: La hostia! Esta empapada – dijo tras llevarse los dedos a la boca y degustarlos como si acabaran de salir de una copa de helado

Carlos: Claro. Ya te dije que era “especial”

Paco: ¿Puedo olerle el coño? – pidió con respeto

Carlos: Por supuesto. Fresa, ponte encima de la taza del wáter y ábrete lo máximo posible, separando las rodillas.

La esclava obedeció y adopto una postura bastante humillante. En esa pose los labios de su coño se empezaban a separar y se apreciaba como el interior brillaba por la gran humedad que desprendía. El veterano acerco la nariz y la coloco apenas a unos centímetros del coño de fresa y aspiro con ganas.

Paco: es embriagador. Que delicia…

Carlos: huele maravillosamente bien. Y sabe mucho mejor. Ya veras, lámelo si te apetece – le dije al abuelo. Me gustan los hombres que conocen su sitio y aquel era un caballero. Nuestro trato era para olerle únicamente el coño a mi esclava y era lo que había hecho, escrupulosamente, así que considere que se merecía un plus.

Él me miro y me lo agradeció con un gesto de cabeza, luego, volviendo a acercar la cara al coño de fresa, le dio una larga pasada con la lengua que fue desde casi el ojete hasta el ombligo. Cuando fresa noto la lengua en su excitado coño, no reprimió el gemido que le salió espontáneamente.

Carlos: parece que le gusta… Si te apetece, puedes comerle el coño mientras la magreas, pero nada de introducirle los dedos en ningún agujero. Fresa, pon el pie derecho sobre la pica de manos.

Al hacer aquel movimiento, el coño de mi esclava quedo casi a la altura de la cara de Paco y el tener un pie sobre cada elemento hacia que se le abriera, apareciendo realmente delicioso.

Cuando lo vio el sexagenario, se lanzo a comerlo con verdaderas ganas mientras agarraba a fresa por las nalgas, entrecruzándolos y dejando colgar la cola de perra del plug entre sus dedos. Cuando se engancho al clítoris de la esclava ambos nos dimos cuenta de que aquel hombre era un maestro con la lengua y que llevaba muchísimas horas de práctica. En pocos minutos fresa aviso de que estaba lista para correrse.

Carlos: Paco, mi hija está esperando mi permiso para correrse. Te aviso que lanza unos potentes chorros cuando lo hace ¿Qué quieres hacer? – Pese a mi advertencia, el abuelo no aminoro la marcha, más bien al contrario, como si quisiera sacarle todo su squirt a fresa – adelante, pequeña. Correrte.

Fresa relajo la presión que hacían en las paredes de su coño y poniendo los ojos en blanco, soltó uno de sus potentes chorros, que el abuelo se trago casi sin pestañear, al que siguieron unos cuantos de menor intensidad, pero con la misma reacción del sexagenario. Una vez termino de correrse, mientras agarraba la cabeza del abuelo y entre convulsiones, fresa se relajo y entonces Paco separo su cara de la entrepierna de mi ahijada. Tenia toda la barbilla brillante de flujo espeso recién exprimido.

Paco: Que delicia, por Dios! Dijo relamiéndose, como si acabara de comer un delicioso pastel mientras se tocaba la polla por encima del pantalón - ¿Puedo secárselo? – Me pregunto mientras sacaba de unos de los bolsillos unas braguitas con el personaje de Minie estampado. Aquella prenda la tendría que haber comprado antes de contactar con nosotros.

Carlos: Claro, pero… ¿De dónde ha salido esa braguita, amigo?

Paco: Bueno… la había comprado para ponerla entre la ropa interior de mi nieta y luego, buscar entre la ropa sucia con la esperanza de que se la hubiera puesto pensando que se la había comprado su madre… pero teniendo a esta chiquilla tan deliciosa delante, creo que esta podría ser una mejor utilidad que la original ¿Te importa?

Carlos: Ningún problema. Sécale el coño con la braguita

Paco recogió hasta la última gota que todavía salía del dilatado coño a fresa con aquella braguita preadolescente. Cuando me fije en la etiqueta vi que era para una edad tres años menor que mi ahijada. Cuando termino, la empezó a plegar para guardársela en el bolsillo.

Carlos: Espera – él congelo el movimiento, temiendo haber incumplido alguna regla – se me ocurre una idea mejor para que se te empapen bien… fresa, baja y póntelas.

La esclava bajo del baño y se puso las braguitas que le iban a todas luces estrechas. Primero pasó la cola por uno de los agujeros y luego se las subió hasta la cintura. En pocos segundos, la serigrafía del personaje de dibujos empezó a tomar un tono más apagado, señal de que los flujos de mi ahijada estaban extendiéndose por la prenda, en la que se marcaba con toda claridad su coñito, haciendo un cameltoe de manual. Saque otra vez el teléfono e hice algunas fotos a la esclava con esa prenda puesta y las mande al grupo de whatsapp para que todos vieran que estaba haciendo en aquel momento mi ahijada.

Paco: Ufffffff. Como me gustaría poder tener alguna foto… - dijo reflexionando en voz alta más que pidiéndolo

Carlos: Déjame tu teléfono – el abuelo me alcanzo un modelo viejo de Smartphone pero con una cámara relativamente decente, con la que hice unas cuantas fotos a mi ahijada, pero en esa serie, sin que se le viera la cara – ahora, cada vez que huelas las bragas, podrás ver a la zorrita que las llevo puestas.

Paco: Madre mía… yo… gracias…

Carlos: Y ahora, al tema, que se nos va la tarde… fresa, de rodillas – mi ahijada reacciono al momento y adopto la posición ordenada – y tu, amigo mío, ponte la goma, que te va a pegar una mamada una chiquilla solo unos añitos mayor que tu nieta.

Paco saco el preservativo de la cartera y con las manos algo temblorosas, se la coloco en una polla de tamaño medio, pero pese a su edad, relativamente dura. Cuando termino, se acerco a fresa, quien agarrándosela, la separo y empezó a lamerle los cojones con maestría, lo que hizo que el abuelo se apoyara en el baño para no perder el equilibrio. Tras unas pasadas con su apéndice, la esclava empezó a masturbar el miembro y luego se lo metió en la boca, succionando con ganas mientras le masajeaba las pelotas a quien podría ser tranquilamente su abuelo.

Me gustaba la escena, así que la grabe, preservando el rostro de aquel caballero que había puesto la mano sobre el cogote de mi ahijada, pero que únicamente acompañaba la mamada, no la dirigía.

Carlos: Paco, no te cortes – le dije mientras mantenía la grabación – follale la garganta a esta zorrita – le conmine – y tu, fresa, mastúrbate. Quiero que Paco se lleve las bragas bien llenas de tu flujo.

Paco agarro a fresa por la coleta y empezó a follarle la boca realmente duro para una persona de su edad. Su rabo entraba hasta que las pelotas chocaban con la barbilla de mi ahijada y luego salía casi por completo para volver a iniciar el recorrido. Por su parte, fresa se estaba triturando el clítoris por encima de la braga y por los gemidos que emitía, aquello la tenía a tope.

Un rato después, sucedió lo inevitable y Paco vacio el contenido de sus pelotas en la goma que fresa tenia en la boca mientras la agarraba con ambas manos y la apretaba contra su pubis. Si no hubiera estado acostumbrada, aquella presión la hubiera hecho toser, pero fresa era una miembro de la piara y tenia un perfecto adiestramiento.

Cuando termino de correrse, el abuelo le dijo a fresa que parara, que ya no podía mas y mi ahijada lo hizo. Quedándose del todo quieta menos su mano derecha, que seguía frotándo con ganas su coño. En las piernas de la esclava se había formado un pequeño hilo de flujo, señal de que se había corrido durante la mamada y ahora estaba a punto de hacerlo por segunda vez.

Carlos: Paco ¿Quieres terminar tu? – le pregunte viendo la cara de placer de la cría.

El sexagenario dijo que si y yo le ordene a fresa que se pusiera con las manos sobre la pica, mirando al espejo. En aquella postura se veía un delicioso culo del que salía una cola de perra y una braga de la que goteaba flujo vaginal. El amigo paco se puso detrás y empezó a tocarle el coño por encima de la braga destinada originalmente a su nieta, encontrándola totalmente empapada. Por la cara de fresa, el abuelo era más diestro con la lengua que con la mano, así que tras unos minutos de esperar un orgasmo que necesitaba como agua de mayo, puso su mano sobre la del hombre y le enseño como tenía que hacerlo.

El abuelo demostró ser un buen alumno y en menos de dos minutos hacia que fresa se corriera poniendo los ojos en blanco y abriendo la boca, ahogando un gemido de satisfacción por su parte, doblándose sobre sí misma para poder apretar con más fuerza las paredes de su coño y potenciar así la intensidad del orgasmo.

Cuando termino, las bragas chorreaban literalmente el flujo de la pequeña fresa, que se las quito y se las entregó a su dueño. Estaban como si acabaran de salir de la lavadora, pero en lugar de oler a suavizante, olían a coño de hembra joven y cachonda. Fresa se las quito, las entrego al caballero con una sonrisa angelical y volvió a la posición de espera, contra el espejo, con las manos puestas en el baño y sus jóvenes tetas casi colgando. Paco las doblo con sumo cuidado y las guardo junto con las otras dos, en el bolsillo de su mariconera mientras yo mandaba el video del orgasmo al grupo.

Paco: ha sido un verdadero placer – me dijo, tendiéndome la mano, como hacen los caballeros. Luego, saco de su bolsillo una tarjeta de visita y me la entrego – aquí está mi teléfono. Sé que es muy posible que no me llaméis jamás, pero si la niña necesita más material escolar, solo tenéis que hacérmelo saber.

Carlos: Nunca descartes nada, Paco. Tanto ella como sus amigas son bastante descuidadas con la ropa y nunca se sabe cuándo pueden volver a necesitar una reposición de la misma.

Paco: Sus amigas… Hmmmmm – dijo mientras descorría el pestillo del WC y salía de él como un triunfador. Seguro que cuando se lo contara a sus amigos, no se lo iban a creer.

Fresa: Amo ¿puedo hacerle una petición? – pregunto mi esclava desde su posición

Carlos: claro putita

Fresa: folleme el coño, por favor. Entre la mamada y la paja del abuelo, me he puesto a mil y necesito polla, mi Amo…

Me quite el pantalón, los zapatos y los calcetines. Sabía que la cerda de fresa iba a mojar muchísimo y era mejor no mancharse la ropa, así que la colgué en el perchero interior y me situé detrás de ella.

Agarre mi polla por la base y la acerque a su empapado coño. Aquella rajita estaba caliente y húmeda, así que no tuve que hacer nada de fuerza para que entrara hasta los cojones. El coño de fresa me dio la bienvenida abrazando mi polla como siempre lo había hecho y empapándome hasta los cojones. Empecé a bombear sin miramientos. La leche en mis cojones era abundante y prostituir así a mi ahijada me había puesto cachondo.

De repente, sonó el teléfono. Era otra vez vaca y estaba realizando una solicitud de video llamada. Cuando descolgué, la cantidad de semen en la cara de mi comadre se había incrementado considerablemente. Ahora, sus pezones lucían unas pinzas de BDSM y algunas manchas de cera de color blanco, señal de que José se había estado divirtiendo, en compañía de algún amigo, torturándole las ubres a la esclava. Ajuste el teléfono y cuando respondí, la primera imagen que vio vaca fue la cara de su hija, con los ojos en blanco y la boca abierta mientras sus jóvenes tetitas se movían al compás de mi follada.

Carlos: hola, vaca. – le dije, sin dar mayor importancia a la situación. Que usara a su hija era algo tan natural para ella como que el sol salía por la mañana

Vaca: Uffffffffff Que rico! – me soltó al ver cómo me follaba a su primogénita – ya veo que está dándole duro a esa zorra que tengo por hija

Carlos: bueno… Después de que se la chupara al viejo y que la masturbara a cambio de cincuenta euros y una falda, la putita necesitaba polla ¿Verdad que sí, fresa?

Fresa: Ah! Ah! Ah! Si… Si, Amo… polla… ah! – dijo la esclava, sin salir de su mundo y aproximándose a un nuevo orgasmo

Vaca: ¿cincuenta euros y una falda? – pregunto su madre con una sonrisa en su morbosa cara – eso suena como si la hubieras prostituido.

Carlos: bueno… seria prostitución si solo le hubiera pagado los 50 euros. Lo de la falda lo eleva a un… trueque ventajoso – le explique a vaca mientras notaba como su hija se corría, empapándome la polla, huevos y parte del suelo.

Vaca: jajajajaja Amo… no sabe cómo me gusta que la eduques así de bien. Y ver esa cara de fulana que se le pone cuando se corre, todavía más…

Carlos: he de hacerlo si quiero que se parezca a ti. Ya sabes que tanto tu marido como yo estamos muy orgullosos de la vaca que compartimos y cedemos a los amigos.

Vaca: gracias, Amo. Solo llamaba para saber cómo estaba la cosa y… para ser sincera, por el morbo que me ha dado el video de mi hija con el abuelo. Si no ordena otra cosa, he de colgar. El Señor José quiere atarme las tetas hasta ponérmelas moradas y luego, follarme la garganta antes de cerrar.

Carlos: claro, esclava. Cumple con tu obligación y haz que nos sintamos orgullosos de ti – le dije sin dejar de castigar el coño de fresa mientras tiraba de sus pezones en formación - dile a José que te folle el culo de mi parte.

Vaca: Hmmmmmmmmm. Gracias Amo!!! Después de comer tanta polla, necesito correrme.

Carlos: jajajaja eres una guarra – le conteste riendo y colgué

Según nuestro acuerdo, José tenía prohibido usar a vaca por otro agujero que no fuera la boca sin pedir permiso y eso hacía que cada vez que esta volviera de su cita en el sex shop, donde sacaba la leche a los clientes VIP, lo hiciera tremendamente cachonda y con ganas de polla. Si Marcos estaba de humor, se la daba él hasta que la hembra se notaba satisfecha y si no, le ordenaba a su hija que se pusiera el arnés para satisfacer a su madre. De todas formas, siempre se iba a dormir a altas horas de la madrugada, lo que hacía que los viernes por la mañana la cara de la veterana esclava reflejara cansancio. Una cara por la que le preguntaban en ocasiones sus compañeros de trabajo y de la que siempre decía que si les contaba que había estado haciendo, no la creerían.

Un rato después de finalizar la llamada de video, fresa se había corrido unas cuantas veces, dejando el suelo que teníamos a nuestros pies empapado y con un fuerte olor característico. Sus rodillas empezaban a flaquear y ahora tenía apoyados los codos en lugar de las manos, lo que hacía que el ángulo de penetración fuera diferente.

Por mi parte, la presión en mis testículos había subido y reclamaban con urgencia que se les aliviara, así que quitándole el plug a mi ahijada, le clave la polla por el culo sin compasión. Estoy seguro que si el estimulador anal no se encontrara en su boca y lo estuviera degustando como si fuera un caramelo, aquella putita hubiera chillado de placer.

Entre la follada previa y la presión que ejercían las paredes del ano de mi ahijada sobre mi polla, no tarde más de diez minutos en vaciar mi carga en el interior de su ojete, lo que provoco un nuevo orgasmo de fresa al notarse rellena con un potente enema de semen caliente.

Cuando termine de descargar, retire mi polla del agujero y le ordene que se colocara inmediatamente el plug, que ajusto a la perfección, impidiendo que mi corrida saliera de donde había sido confinada hasta que fuera retirada la cola de perra. Mientras fresa me limpiaba los restos de semen de mi polla, le di instrucciones para que fuera su madre la que se lo retirara y aprovechara toda mi corrida y que si así lo disponía, la podría compartir con ella. Sabía que vaca seria reacia a compartir leche con su hija, puesto que las dos eran verdaderas adictas al esperma de sus Amos, pero así recordaría su lugar en el escalafón.

Pese a todo, unas horas después de dejar a fresa en su casa, en el grupo de la piara apareció un video tomado por Marcos en el que se veía como vaca, estirada en el suelo, sacaba el plug a su hija y recibía en la boca toda la carga que había permanecido un par de horas en el interior del ojete de fresa. Luego, la matriarca, se ponía de rodillas y tras soltarle dos soberanas hostias a su descendencia, la besaba para compartir el regalo que le había hecho con una gran sonrisa.