La piara. Café con leche III Lista para el uso
Fresa recibe su DIU, lo que evitara embarazos hasta que llegue su momento. Filial, lésbico y sumisión en la consulta del ginecólogo
Un tintineo metálico acompaño la entrada de vaca y su hija en la sala de espera del ginecólogo y ceso en cuanto las dos hembras se sentaron en sendas butacas. Ese pequeño detalle paso inadvertido para la única visita que esperaba en la estancia, pero no para Mar, la enfermera y esposa del ginecólogo de confianza de toda la vida.
Mar era un ejemplo de que una hembra, si se cuida bien, tiene muchos años de levantar pasiones por delante. A sus sesenta años tenía una complexión atlética, con unas caderas proporcionadas y un par de tetas naturales muy bien puestas, coronadas por un par de pezones que siempre estaban duros gracias a los años de lactancia de sus dos preciosas e insaciables hijas, recuerdo de quien tenía también una casi invisible cicatriz de cesárea en medio de una barriguita bien cuidada.
- Siéntense, por favor – dijo Mar mientras nos mostraba los sofás de la sala de espera – El doctor les visitara en cuanto termine con la visita anterior. Por favor, señora Puig, sígame… - Dijo saliendo de la estancia, seguida por una chica de unos treinta años de pelo moreno y con un buen par de tetas. Quince minutos después, volvía a por nosotros – por favor, pasen…
Vaca, fresa y yo nos levantamos y seguimos a Mar por el pasillo de una consulta ya totalmente vacía hasta el gabinete situado al fondo del piso. Nuestro amigo Luis nos había reservado la última hora de visita y con esto se aseguraba que no habría nadie esperando a que terminara de colocar el DIU a la pequeña.
- Carlos! ¡Amigo mío! – Dijo el doctor, levantándose de su confortable butaca de trabajo y tendiéndome la mano a la vez que se quitaba la mascarilla quirúrgica que llevaba – golfa, ponnos dos Anniversary, sin hielo, por supuesto…
Pese al maldito COVID, los contactos valiosos que todos tenemos nos habían siniestrado un buen número de test rápidos para tener la certeza de que no contagiáramos a nadie cuando nos quitáramos la mascarilla e intercambiáramos fluidos. Gracias a ellos, mantener relaciones sexuales sin ese riesgo era tan fácil como usar un condón con los desconocidos y los contactos que no eran de confianza y ni que decir tiene que tanto ellos como nosotros, nos los habíamos hecho.
- Luis! ¡Campeón! – Le dije dando un abrazo a mi buen amigo.
Luis, como su mujer, era un hombre que disfrutaba de la vida sana. De complexión normal, a sus sesenta y pocos años conservaba la mayoría de su cabello negro, si bien presentaba unas buenas entradas. De mente jovial y morbosa, era una compañía excelente, tanto en discusiones filosóficas como en otras de índole más privada.
Él había sido el ginecólogo de nerea y vaca desde el principio y después, por añadidura, lo había sido de todas las hembras que le había llevado, fueran de la piara o no. Así pues, había visto a la mayoría de los animales que me había follado y los había tratado como galeno, ya fuera para implantarles un DIU, hacerles los análisis correspondientes, visitas o asistirlas al parto y, por supuesto, usarlas como hembras cuando correspondía.
La pequeña Marta… - dijo mientras miraba como se desnudaba y dejaba toda la ropa, ordenadamente, sobre una silla, al igual que su madre y su mujer. Las tres esclavas estaban cumpliendo el protocolo establecido de despojarse de toda la ropa siempre que estuvieran en un lugar privado en presencia de sus Amos – y pensar que fui yo quien la ayudo a venir al mundo…
Lo que ha crecido ¿eh? – Le pregunte sentándome en una de las confortables butacas que tenía para las visitas mi amigo y girando el asiento para tener una mejor visión de la estancia.
Por supuesto… - dijo el doctor mientras se lavaba las manos en la pica que había en su despacho – y sigue tan guapa y excitante como la primera vez que le vi el coñito… y por supuesto, su preciosa madre – dijo fijándose en vaca mientras esta se hincaba de rodillas, con los dorsos de las manos sobre los muslos, en posición de espera, con la espalda recta y sus deliciosas ubres colgando - ¿Me permites? – Pregunto respetuoso, conocedor del protocolo en cuanto al uso de los animales de otro Amo.
Por supuesto – le respondí – ya sabes que mis esclavas son las tuyas.
Muchísimas gracias, amigo mío… - respondió con una inclinación de cabeza – No tengo que decirte que mi esclava está a tu plena disposición.
¿Le pondrás algún día nombre? – le pregunte al doctor mientras que con dos dedos le ordene a mar que viniera hacia mí. La enfermera/esclava lo hizo gateando a 4 patas mientras bamboleaban sus tetas.
¿Para qué? – Pregunto mi amigo mientras daba un par de toques al sillón de examen que tenia instalado en la consulta para indicarle a fresa que tomara asiento – Ella es mar, cerda, puta, enfermera, guarra… todo aquello que le quiera decir y nada en particular. No creo que un ejemplar con el que estas casado necesite un nombre fijo.
Sobre gustos… - le dije mientras su mujer me quitaba la camisa, siguiendo mis instrucciones, justo antes de quitarme el pantalón y los calzoncillos.
Ya sabes que yo, soy poco convencional en ciertos aspectos – continúo hablando mientras acomodaba los gemelos de fresa en los brazos de su silla, dejando sus rasurados agujeros totalmente expuestos. Luego, manipulo el mando del respaldo y los servomotores del mismo se ajustaron hasta que fresa quedo colocada en la posición exacta que él deseaba. Entonces, acerco su nariz a la expuesta vagina de la niñata y aspiro son fuerza – Snifffffffffffff Oooohhhh… sigue con el mismo olor tan delicioso que tenía… - dijo dirigiendo su mira a vaca, que trabajaba de rodillas la entrepierna del doctor.
Mi ahijada era la última de la piara que pasaría en unos años por el trámite de colocarse el DIU para que tanto Marcos como yo las pudiéramos seguir usando sin tener que colocarnos el molesto preservativo para evitar los embarazos no deseados. Hasta ahora no había existido ese riesgo, pero la naturaleza tiene sus cauces y cuando una hembra llega a su edad fértil, lo hace saber a los machos. Aquel pequeño dispositivo permitiría controlar la natalidad en el seno de la piara hasta que consideráramos que había llegado la hora de preñarlas para expandir la manada y continuar, de esta forma, con nuestra forma de vida.
En las ocasiones anteriores, nos habíamos alternado Marcos y yo para acudir a acompañar a las hembras en el día de su colocación. Marcos asistió el día que mediante el dispositivo esterilizaron temporalmente a cerda y también fue el encargado de traer a su juguete sexual, agujero. En cuanto a mí, había estado antes en la consulta con dulce y ahora, repetiríamos el ritual después de que fresa fuera implantada. En cuanto a las hembras que ejercían de madrinas, Marcos había traído en las dos ocasiones a nerea y yo a vaca.
Así pues, la morena tetuda conocía el protocolo y sabía que mientras el médico ajustaba el equipo para el examen, su obligación era quitarle la ropa de cintura para abajo y cuando estuviera listo, aplicar sus conocimientos en su aparato reproductor. No tardó mucho en desnudarlo y antes de que pudiera darse cuenta, el ginecólogo noto la cálida boca de su amiga alrededor de su miembro.
Por su parte, mar, había terminado de desvestirme y tras servir los Macallan, ahora estaba de rodillas, con sus hiniestas pezones al alcance de mi mano izquierda mientras daba lametones a mis huevos, cosa que sabía que me encantaba, hasta que se le ordenara otra cosa.
La verdad es que es siempre un gusto que me vengáis a visitar – dijo mientras acariciaba la coronilla de vaca como señal de satisfacción - y todavía más si venís después de visitas como la que acaba de salir…
¿La morena de las ubres? - interrogue yo mientras movía mi vaso y jugueteaba distraídamente con el largo pezón de mar.
Correcto – respondió él antes de darle un largo lengüetazo al coño de fresa – Que delicia… si… Esa chavala hace unos meses tuvo una deliciosa pequeña y decidió alimentarla a pecho, pero tuvo un ligero contratiempo, debido a su inexperiencia…
Vaya… - le dije mientras golpeaba la cara de la enfermera con la polla, señal de que ya podía pasar a la siguiente fase de la mamada.
No fue nada. Un pequeño principio de mastitis que se solucionó con un pequeño masaje y unas compresas de agua caliente – respondió Luis mientras empezaba a palpar las tetas en desarrollo de fresa en busca de algún problema médico – Pero el miedo que tuvieron tanto ella como su pareja de que la cosa evolucionara a peor y tener un problema serio fue tanto que hablaron con sus madres y estas les aconsejaron que esos masajes diarios se los diera un profesional.
¡No me digas que desde entonces viene a diario a que le masajees las tetas! – Pregunte incrédulo
Ya te digo – respondió el ginecólogo mientras jugaba con los tiernos pezones de fresa de una forma nada profesional, presionándolos y retorciéndolos, lo que hacía que la chiquilla profiriera pequeños gemidos de placer – desde que le solucione esa minucia, viene aquí, día tras día a que le toque las ubres y se las masajee.
Pues no está nada mal la chavala – le dije mientras me recostaba un poco para que su mujer me comiera el ojete mientras masturbaba mí ya ensalivado miembro.
Ya te digo! Al principio me dio apuro cobrarle una visita por darle un masaje que intente decirle que no necesitaba, pero oye… si me paga por que le toque las tetas y haga que se salga leche mientras disfruta… porque ya te garantizo yo que disfruta… ¿Quién soy yo para decirle que no a una paciente? – Se pregunto irónico
Jajajajaja – reí con ganas – eres un pervertido, Luis…
¿Qué te voy a decir? ¿Qué no? – se preguntó retóricamente el galeno – Ya me conoces… Perdona… Chupa aquí. Ensalívalo todo lo que puedas – le ordeno a fresa mientras le metía un especulo en la boca. La chavala uso la lengua e intento producir el máximo de saliva posible – Eso es… bien… perfecto…
Mientras la hija tenía gran parte de aquel aparato de plástico en la boca, la madre estaba comiéndole la polla al doctor. No era un rabo especialmente largo, pero si era bastante gordo, así que la veterana tuvo que esforzarse para que le entrara toda en la boca. Cuando se imaginó el rabo que tenía entre los labios dentro de los orificios de su hija no pudo más que estremecerse y llevarse los dedos a su propio clítoris para empezar a jugar con él. Había visto como se retorcía durante su uso la zorrita de dulce y ahora, imaginando a fresa taladrada por aquella polla se había excitado como una colegiala.
- Bien, bien… tenemos un sangrado poco abundante… - Comento Luis en voz alta tras sacarle el aparato de la boca a fresa e introducírselo en el coño sin absolutamente ninguna ceremonia - suele ser normal en las primeras reglas. El cuerpo todavía no está acostumbrado…
Tras unos minutos de examen, que sería perfectamente normal en cualquier ginecólogo salvo por el pequeño detalle que la madre de la paciente le estaba comiendo la polla al doctor, este me pidió que le dejara un momento a su mujer para ponerla de rodillas sobre la boca de fresa. Cuando la rubia estuvo en posición, el doctor retiro el espéculo e introdujo, uno a uno los cuatro dedos de su mano derecha en el empapado coñito de fresa.
La chavala, con semejante estimulación, empezó a resoplar y a comerle el coño a Mar con verdadera pasión, pero Luis, conocedor de la fisiología femenina mantenía a la jovencita en la antesala del orgasmo, incrementando y disminuyendo el ritmo de la introducción de los mismos hasta que su mujer estallo en la cara de la hija de vaca.
- Hay que ver lo bien que lubrica esta putita – dijo mientras retiraba los dedos del coño de fresa y ordenaba a su mujer, con un gesto de cabeza, que sacara el coño de la boca de la paciente – y dilata genial. Se nota que está bien educada… golfa, tráeme el DIU que tenemos para esta cerdita – le ordeno a su enfermera.
Mar, totalmente desnuda, preparo el material médico para la implantación del dispositivo y cuando lo tuvo listo, lo acerco en una bandeja a su marido, que con la facilidad que da la práctica, volvió a introducir el dilatador y tras pasar una gasa en el interior del coño de fresa, hizo lo propio con unas pinzas y el resto del material metido que permitiría poder usar aquel agujero sin preñarlo hasta que llegara el momento.
Unos minutos después y tras cortar los extremos del filamento que serbia como dispositivo para retirar el dispositivo para que no molestaran en ninguna de las penetraciones que le hiciéramos, por muy profundas que fueran, el doctor retiro el aparato de plástico que mantenía abierta la abertura inferior de fresa.
Listos! – Dijo satisfecho - a esta cerda no te la preñan ni que la sueltes en medio de Cap d’agde durante todo el puto verano…
Esa es la idea, Luis – Le dije mientras tiraba de los deliciosos pezones de la enfermera, que para evitar que le produjera más daño del necesario, se incorporó y se sentó sobre mi polla con su empapado coño de madre. Inmediatamente que mis huevos chocaron contra su culo, la enfermera apretó el coño, aprisionándome la polla como si fuera el chochito de una adolescente.
¿Así que os queréis ir a Francia este año? – Replico mientras manipulaba los controles de la silla para elevarla hasta que su polla quedo a la altura del expuesto coño de fresa, que mantenía las piernas abiertas al máximo gracias a los brazos de la butaca – Aquello es el puto paraíso…
Y diciendo esto, saco su polla de la boca de vaca y tras pasar los brazos por el interior de las piernas de fresa, le agarro los pezones y tras apretarlos tan duro como puso, penetro a la chavala, que, a causa de la presa, había contraído el coño tras la manipulación realizada por mi amigo.
Mientras la enfermera empezaba a cabalgar sobre mi polla como una hembra de su experiencia, el doctor empezó a follar a su paciente. Primero poco a poco y luego incrementando el ritmo, la pareja sabía lo que hacía y en unos minutos tanto mis huevos como los de mi amigo estaban empapados del flujo de las respectivas hembras a las que estábamos usando.
Por su parte, vaca, se había colocado tras la espalda de Luis y con su lengua estimulaba sus cojones el su ano, ya que el veterano doctor se había colocado de tal forma que su pie izquierdo reposaba sobre un taburete, dejando a la vista y al alcance de la madre esas partes de su anatomía.
Un rato después y tras empaparme los huevos y parte de la silla la enfermera con sus flujos, hice que se levantara y se pusiera de bruces sobre la mesa de su marido. En esta postura le ordene que se separara las nalgas y tras ordenarle a vaca que la lubricara, se la clave por detrás.
Aquel agujero, como el resto de las hembras sénior de la piara, había tragado cientos si no mi les dé pollas desde las docenas de años que llevaba metida en el mundo liberal. Pese a todo, conservaba su elasticidad y meterla en aquel ojete era un verdadero placer. No era como hacerlo en el culo de otras mucho más inexpertas y que parece que cuando las enculas la estas metiendo en una bolsa de plástico, porque no tocas pared. En este caso, el recto de la rubia te abrazaba la polla y te la apretaba, siempre habida de placer y semen.
Que culo tienes, guarra – le dije a la enfermera mientras le daba una fuerte palmada con mi mano derecha en su nalga izquierda, dejando los dedos marcados en ella.
Ah! – se quejó ella, pero girando la cabeza y poniendo cara de morbo – Mas… por favor – suplico.
Uno tras otro, sus nalgas se comieron todos los azotes que le di y lejos de disminuir el ritmo, lo incremento hasta que se enculaba tan rápido a si misma que estuvo a punto de que mi polla se saliera en cuatro o cinco ocasiones.
- Ah… Ah… Ah… - gemía la veterana al tiempo que su humedad empapaba mis cojones – me corro… me corro por el culo!!!
Mientras notaba como se contraía el ano de mi amiga a consecuencia de su orgasmo, mire a fresa. Seguía sobre la silla, con las patas bien abiertas y con la polla de Luis entrando y saliendo furiosamente. A parte, el doctor había empezado a azotarle las tetas y ahora estaban rojas y con el pezón hipersensible.
¿Te gusta, eh, cerda? – le decía mientras le soltaba sus buenas hostias en sus tetas en formación y tiraba de los pezones en todas direcciones - ¿Te gusta tener a tu madre en cuclillas, comiéndome los cojones para limpiarme de todo el flujo que estas echándome, guarra?
Si!!! ¡¡Me gusta!! – Decía mi ahijada mientras movía el culo para acompasar la follada de su ginecólogo – Me encanta que te limpie los huevos mientras yo te los mancho!!! Toma!!! Toma mama!!! Otro!!! Trágatelo todo!!!!
Cuando la cría empezó a convulsionar, presa de un gran orgasmo, de su coño broto una cascada de flujos que tras resbalar por los cojones del doctor fueron a parar a la boca de su madre. Esta, buena conocedora de su hija, aprovechando la postura le metió un par de dedos por el culo. Lo hizo sin avisar y sabiendo que gracias a la humedad que caía de su entrepierna aquel boquete estaría listo para encajarlos, así que cuando los visitantes perforaron el agujero trasero de fresa, esta puso los ojos en blanco y encadeno un orgasmo tras otro, comprimiendo tanto la polla de Luis que no pudo retener el orgasmo y soltó toda su carga en el recién esterilizado coñito de fresa, que, al notarlo, encadeno el enésimo orgasmo combinado con un potente squirt que ducho, literalmente a Luis.
Ahhhhh!!!! Mama!!! Puta!!! ME CORRO!!!! – Decía la niñata mientras su madre le follaba el ojete con los dedos ahora que la polla del doctor estaba clavada en lo más profundo de su coño para descargar hasta la última gota de semen – Leche!!! Si!!! Si!!! Mas, mas!!!!
¡¡¡Toma, hija de puta!!! – gemía el doctor mientras apretaba con saña la teta izquierda de la paciente y apretaba con saña para llegar todavía más a fondo de la cavidad vaginal de fresa – Y tú, sube, zorra!!! Quiero comerte el morro mientras me vacío en la golfa de tu hija.
Vaca se incorporó rápidamente y empezó a comerle la boca a Luis. Mientras y casi sin pensarlo, llevo los dedos recién salidos del ano a la boca de su hija para que se los limpiara, no tanto de los restos de mierda que había bajo las uñas sino de todo el flujo que le había quedado pegado en ellos mientras la follaba. La niña, acostumbrada a ello, no se lo pensó un momento y devoro lo que su progenitora le ofrecía.
Tras haberse vaciado totalmente, Luis abandono la entrepierna de fresa y se la dejo a su madre, para que la limpiara de todo lo que tenía en ella. Para vaca, que había comido todo lo que su hija había echado por ahí el catar la sangre fue una nueva experiencia ya que era la primera regla y hasta entonces no la había probado de su propia hija. Por su parte, el doctor, metió la chorreante polla en la boca de la paciente y mientras miraba como su mujer ponía los ojos en blanco por mi enculada, dejo que se la limpiara, huevos incluidos
Todo aquel puterio entre madre e hija me ponía muchísimo. Y si le sumábamos que yo ya estaba cachondo de la pequeña orgia lésbica de antes, no fue raro que mi polla empezara a descargar semen en el recto de mar cuando esta paso la mano por debajo y empezó a acariciarme las pelotas, pidiéndome mi semen.
El resultado era inapelable, así que agarre a la enfermera por las caderas y se la clave lo más profundo posible. Mis huevos se aplastaron contra su coño, que se abrió como si quisiera que lo follara con ellos y empezaron a bombear su carga a través de la polla, que escupía una y otra descarga de semen en lo más profundo del interior del ano de mar, que los recibió con un nuevo y potente orgasmo.
Cuando termine, mire hacia la silla. Fresa ya había terminado de limpiarle la polla a Luis, que tenia cara de satisfecho, así que le ordene a mi ahijada que moviera el culo hasta allí y limpiara el recto de mar.
Algunas hembras saben cumplir bien su trabajo cuando rebañan semen, pero en el caso de fresa, disfrutaba con el gusto del semen y le encantaba bebérselo, proviniera de donde proviniera. En eso se parecía más a su madrina que a su madre, así que cuando llego al rebosante ojete de la rubia, se amorro y primero le lamió los bordes y cuando se aseguró que no quedaba una gota de mi espeso semen en ellos, metió la lengua en el agujero para recuperar la máxima cantidad posible.
Por su parte, la enfermera tenía su propio trabajo. Al igual que hizo mi ahijada con la polla de su marido, ahora estaba limpiando los restos de semen que su experimentado ojete no había podido retener en su interior. Y para ser justos, tendríamos que decir que fueron pocos, puesto que, al sacarla, apretó la musculatura interna y me la dejo bien limpia.
Un rato después y mientras las esclavas nos vestían, el ginecólogo y yo hablamos respecto a que el día que tocara preñar a alguna de ellas, lo único que se tenía que hacer era retirar el DIU y seguirla follando normalmente… Siempre que, tras retirarlo y cobrar su precio, el de follarla y llenarla primero, no fuera él doctor quien la preñara, pero eso, siendo sinceros, no lo sabríamos nunca, porque tal como se lo quitáramos para preñarlas recibirían tanta leche que no llegarían nunca a saber con certeza quien la preño.