La piara. Café con leche

Ir a buscar a vaca para mirar ciertos juguetes sexuales mientras nos espera fresa en la calle es algo que me gusta. Y mas si antes de encontrarnos con ella, su hija demuestra ser una digna sucesora de mama. Sexo oral y exhibicionismo

Ir a buscar a vaca a la salida de su turno de enfermera no es una novedad. Tampoco lo es que lo haga acompañado de su hija, sobre todo cuando vamos a uno de los sex shop más poco típicos de la cercana vila de Gracia. Que queréis que os diga… me da morbo que fresa se espere fuera con su uniforme de colegio de monjas y que los transeúntes le digan cosas o piensen que es una pobre pervertida mientras su madre y yo repasamos las últimas novedades disponibles en el establecimiento y, por qué no, probamos alguna en la trastienda que tan amablemente nos cede siempre una de las cajeras, a la que conocemos del mundo liberal y con la que, en ocasiones, podemos disfrutar si el volumen de clientes es cero.

Aquella tarde, nuestra amiga rubia del sex shop, me había escrito y me había dicho que acababan de llegar unos juguetes la mar de interesantes y que si pasábamos por allí, nos haría una demostración, así que llame a vaca para comentarle que al salir a las dos iríamos a ver esas novedades.

  • Genial, Amo – me contesto vaca por teléfono después de darle las instrucciones conforme que la pasaría a buscar al finalizar su turno – pero tenía planificado ir con fresa al ginecólogo para que le colocaran el DIU durante su primera regla, tal como me ordenaron.

  • perfecto. No te preocupes – le respondí con una sonrisa bajo la nariz. Que mi ahijada tuviera ya la regla abría la posibilidad de preñarla cuando lo consideráramos oportuno su padre y yo – Iré a buscarla yo y te la acercare. Que esta tarde no vaya al instituto no supondrá un retraso en sus estudios.

Tras recoger a fresa con el coche al medio día nos dirigimos hacia el trabajo de su madre. Ver a aquella cerdita de pelo moreno con las rodillas separadas en mi coche, mientras se le marcaban los pezones en el polo del uniforme de uno de los colegios católicos más afamados de la ciudad era siempre una delicia. Hacía tiempo que la dirección del centro permitía que las alumnas llevaran pantalones junto a su uniforme, por aquello de no hacer discriminación de sexos, pero todavía un importante grupo de alumnas usaban la falda. Para muchas era algo secundario, pero para las integrantes de la piara era algo fundamental. Puesto que tenían la obligación de no llevar nunca ropa interior y estar siempre dispuestas a ser usadas, esa prenda de ropa facilitaba mucho el acceso a sus agujeros inferiores. Ahora y como parte de su desarrollo como hembras, una tras otra habían empezado a tener la regla y como buena manada, se habían coordinado para tenerla todas la misma semana. Que sangraran no era algo que las dispensaba de cumplir con su obligación como hembras y puesto que desde hacia tiempo estaban acostumbradas a comerse los coños de las adultas durante esos periodos, ninguna de ellas le hacía ascos a un rabo con restos de cualquier tipo.

Por supuesto que su funcionalidad como hembras no estaba reñida con su naturaleza como tales, así que cuando se las tenía que usar durante esos días existían varias alternativas: la primera y más empleada era usarlas como si no la tuvieran, es decir, que las hembras serian folladas sin ningún tipo de preparación extra. Tanto a Marcos como a mí era algo que no nos repelía y estábamos tan acostumbrados a hacer con nerea y vaca que siguió siendo natural con el resto de las hembras de la piara. Cuando alguna de ellas era cedida a una tercera persona, ya fuera hombre o mujer, las esclavas usaban una esponja menstrual que se introducían en lo más profundo de sus coños para que el flujo de sangre no manchara en las relaciones sexuales vaginales y cuando finalizaban estas, el objeto era retirado. Era una barrera natural para que no contrariaran a quien las usaba. La tercera alternativa era en el momento que no se preveía que serian usadas y únicamente durante el tiempo en el que tenían el periodo, las cerdas estaban autorizadas a llevar tangas absorbentes de la marca Cocoro. Por supuesto el modelo más exiguo y con un par de tallas menos de las requeridas por cada una de ellas. Así evitaban manchar los uniformes, lo que evidenciaría su falta de ropa interior.

Al incorporarnos a la ronda de Dalt, fresa, como buena conocedora de sus obligaciones con su Amo me bajo la cremallera y se inclino  sobre mi polla, metiéndosela en la boca. Aquella niñata llevaba muchas horas con mi miembro en su garganta como para saber a la perfección de que manera tenía que tratar mi polla, así que la deje hacer mientras que con una mano sujetaba el volante y deslizaba la otra bajo su polo azul, para pellizcarle su pezón izquierdo y entretenerme con él mientras ella cumplía con su obligación.

  • Me ha dicho tu madre que ya te ha venido la regla. Felicidades – le comente a mi ahijada mientras ella se afanaba en mamármela lo mejor posible. Ella interrumpió brevemente su labor para darme las gracias y volvió inmediatamente a su tarea – hoy mismo te llevara a nuestro amigo el ginecólogo para que te ponga el DIU y una vez implantado lo probara. Ya sabes que el doctor se lo ha colocado a todas las cerdas de la piara y que estaba deseando que llegara tu momento. Te has hecho esperar, pero seguro que disfrutara pese a ser algo mayor que el resto del grupo.

Fresa había sido la última del las cuatro amigas en tener la regla. La primera fue cerda ya que teniendo un año más que el resto, su reloj vital era más avanzado que el de las demás. Le siguieron dulce, agujero y ahora se incorporaba al grupo de las que ya tenían capacidad para gestar la última de ellas. Cuando llegara el momento y según habíamos hablado Marcos y yo, con el pleno conocimiento del resto de la piara, aquel grupo de jóvenes hembras engendraría la siguiente generación de esclavas que serian instruidas desde el primer momento para ser dignas alumnas de sus madres.

Durante los quince minutos que duro el trayecto por la B20 deje a fresa que me la chupara a su aire. Pese a ello, la niñata se esforzaba para hacerlo lo mejor posible, conociendo mis gustos y sabiendo que cuanto más se la hincara en la garganta, mucho mejor. Durante todo ese periodo de tiempo, mi mano derecha fue cambiando de uno a otro pezón de la esclava, tirando de ellos, aprontándolos o amasando sus ubres en formación dependiendo de su propio ritmo respiratorio, que denotaba la proximidad o no al orgasmo. Aquella hembra había aprendido a gozar únicamente con esa caricia puesto que eran muchísimas las horas que su padre la mantenía a 4 patas entre sus piernas para que le chupara la polla si no disponía de su juguete sexual: agujero.

  • Buena perra – le dije a mi esclava cuando salimos de la rotonda de Alfonso Comín, mientras le apretaba fuertemente el pezón derecho, ayudándola a llegar a su segundo orgasmo – Los huevos…

Aquella sencilla orden hizo que mi ahijada, una vez recuperada de su corrida, bajara más mi pantalón y sacara mis cojones al aire. Aquella niñata estaba domesticada para dar el máximo placer en aquella zona sin tener que explicarle cómo hacerlo, así que empezó a dar largas pasadas por ellos, como una buena hembra de perro acicala a sus crías. Aquellos huevos le habían dado muchos litros de leche hasta convertirla prácticamente en una adicta a su sabor y siempre que había una descarga de mis pelotas, a menos que se le dijera lo contrario, intentaba ser ella quien se la tragara. Si no hubiera sido por el pantalón y que ella estaba a mi lado y no frente a mí, hubiera bajado totalmente el pantalón y su lengua habría trabajado también mi ano.

Durante todo el trayecto que medio entre la salida de la ronda y el aparcamiento en la calle Madrazo, aquella caricia no hizo más que elevar mis ganas de soltarle toda la leche en la garganta a aquella fulanita para premiarla por su excelente felación. Pese a esas ganas el reloj mandaba y la hora de salida de su progenitora se acercaba inexorablemente, así que tras agarrarla por la coleta y follarle la garganta durante un par de minutos le ordene que me secara y me subiera la bragueta. Ella, obediente como siempre, uso su lengua para retirar toda su saliva de mi polla y cojones y una vez lo más seca posible, me la volvió a colocar con sumo cuidado dentro de los pantalones.

  • Jo, padrino… - dijo usando un tratamiento que sabía que me ponía tremendamente – que lastima que no me hayas dado tu semen… con lo que me gusta…

  • Eres una cerda, fresa – le dije a la vez que le soltaba una torta y la arrastraba por el cabello hasta sentarla sobre mis rodillas. Al hacerlo, sus piernas se separaron dejando ver el tanga de color negro que llevaba de forma excepcional.

Al pasar mi mano derecha sobre la prenda la note caliente y si bien el objeto cumplía con creces para lo que fue diseñado, estaba seguro que ahora mismo, bajo esa fina capa de tela de algodón, el coño de fresa hervía como una fuente. Pese a todo, mi caricia se prolongo y subió hasta su ubre izquierda y la aprisiono, masajeándola sin piedad hasta que en un breve espacio de tiempo, la niñata se corría por tercera vez, gimiendo mientras su lengua luchaba con la mía por el dominio del espació que formaban nuestras dos bocas.

Tras recomponerse, salió del coche y adopto otra vez el aire de estudiante ejemplar que siempre había tenido y con él recorrimos las apenas dos calles que separaban el estacionamiento de la clínica.

  • Buenas tardes – salude al recepcionista del hospital, a quien conocía de hacía tiempo ya que, como dije, no era extraño que fuera a buscar a mi amiga a la salida del trabajo.

  • Hombre, Carlos! ¿Qué tal? – Dijo el recepcionista. Su uniforme de chaquetilla y pantalón blanco no lo distinguía del resto del personal sanitario de la instalación – Marta! ¿Qué tal, preciosa? ¿Qué venís a buscar a Neus? Un momento… Están terminando una intervención – dijo tras consultar con el programa informático que le permitía tener a todo el personal localizado - ¿Queréis esperarla en la cafetería? No creo que tarde más de un cuarto de hora en salir… yo le mando un mensaje por el busca y le digo que la esperáis arriba

  • Si. Gracias – le respondí con amabilidad al bedel – subiremos y nos tomaremos un café hasta que salga.

El complejo de la clínica está compuesto por tres edificios independientes que fueron unidos en su día para formar parte de un todo y como todos los espacios que no se han diseñado a la vez, tenia zonas con mayor y menor uso. Esas zonas con poco transito eran ideales para propósitos más que morbosos las pocas veces que vaca tenia guardia en planta, así que en lugar de dirigirnos directamente a la cafetería, situada en la sexta planta, nos paramos en la quinta y tras un par de quiebros, llegamos a los baños de una zona que prácticamente estaba en desuso. La zona, dedicada a otros menesteres que no eran los sanitarios era el lugar ideal para llevar a cabo la idea que había tenido cuando me dijeron que vaca estaba todavía ocupada. Que esta me hubiera enseñado aquel lugar unas cuantas veces me valió para llegar a los WC sorteando el sistema de cámaras y evitando así que nadie viera como me metía con fresa en el baño de minusválidos.

  • Desnúdate y ponte contra el lavabo – ordene a mi esclava mientras cerraba la puerta y empezaba a desabrocharme los pantalones.

Fresa se quito inmediatamente el polo azul y liberando los botones de su falda, la dejo caer al suelo, mostrando su tanga compresa de color negro, del que se deshizo sin dilación y tras pasarse un papel por la entrepierna a fin de limpiar todos los restos de menstruación que pudo, se puso en posición, apoyando los antebrazos en el lavamanos. En aquella posición sus tetas en desarrollo quedaban colgando y sus dos oscuros i enhiestos pezones parecían pedir ser maltratados. Cuando separo las piernas y se preparo para la penetración su raja se separo, dejando ver un brillo más de excitación que sanguíneo. Su ojete se veía rojo, señal inequívoca que su padre lo había usado antes de que esta partiera hacia el instituto y por lo tanto, el tanga habría recogido algún resto biológico más que el de su propietaria.

Cuando la hembra estuvo en posición me acerque y agarrando mi polla por la base, la acerque a su coño. Unos centímetros antes de notar su humedad ya podía sentir el calor que desprendía aquella raja hambrienta de polla. Cuando acomode mi capullo en la entrada, mire al espejo, encontrándome los ojos de fresa fijos en los míos y su sonrisa abierta y franca. Aquella niñata me encantaba, así que agarrándola por la cadera, le hundí mi polla sin ninguna resistencia hasta que mis huevos chocaron con su inflamado clítoris.

  • Oooooohhhhhhhhhh Amo….. – Exclamo mi ahijada cuando noto como se hundía mi polla en su encharcado coño. Sus tres orgasmos anteriores y todas las cientos de horas de uso que tenia aquella raja permitieron que su dueña alcanzara el orgasmo casi de forma simultánea a mi penetración – Ooh… Ooh… Ooh… - repetía fresa con cada una de mis embestidas que llegaban hasta lo más profundo de su lampiño coñito.

Cuando uso a una hembra me gusta tomarme mi tiempo, pero hasta ese momento, el cruel reloj había marcado el tempo del uso que podía darle a mi joven pupila. No quería que cuando la madre de aquella niñata viniera a por nosotros todavía no estuviéramos en el punto de encuentro, así que tras follarla de forma dura y profunda, conseguí que fresa tuviera un nuevo orgasmo en apenas unos minutos. Para ella fue un placer desconocido, puesto que era el primer orgasmo que tenia con una polla dentro mientras tenía el periodo, así que pese a que lo intento controlar, soltó uno de sus potentes squirts, mojando el suelo del baño casi como si se hubiera meado.

La suerte y que era la primera vez que menstruaba se aliaron para que en todo aquel liquido que acababa de soltar mi esclava, la presencia de sangre fuera meramente testimonial, así que hice que, tras convulsionar un buen rato a causa de la corrida, se girara y se pusiera de rodillas sobre sus propios fluidos.

  • Quiero que me la chupes. Límpiamela de flujo y regla y haz que me corra, esclava – le dije a la vez que la agarraba de la coleta – pero no quiero que te lo tragues. Lo retendrás todo en la boca hasta que yo te lo ordene ¿has entendido, fresa?

  • Si, Amo – dijo la esclava y empezó a lamerme los huevos para limpiarlos de flujo.

Cuando termino, hizo lo propio con mi polla y tras olerla, se dio por satisfecha y se la metió en la boca. Tanto ella como yo sabíamos que venía ahora, así que la hembra relajo la garganta y dejo que se la follara mientras mis huevos chocaban una y otra vez contra su barbilla. Si no hubiera recibido la orden de guardar todo fluido en su boca, aquella niñata habría sacado la lengua por debajo de mi polla y me estaría lamiendo los huevos mientras mi capullo chocaba contra su campanilla, pero ahora esa opción no estaba disponible y sobria lo que podía.

Concentrándome en la felación y mientras volvía a amasar la ubre derecha de aquella niñata me deje llevar hasta descargar todo el contenido de mis cojones no en su garganta si no en su boca. No era algo extraño, pero la descarga habitualmente se producía mientras mis huevos tocaban su barbilla. Ahora, sin embargo, me estaba corriendo con únicamente el capullo dentro de su boca y ella, como buena pajillera que era, estaba moviendo frenéticamente su mano derecha sobre mi lubricada polla para extraer hasta la última gota de mi semen.

Una vez finalizada la descarga, hice que se vistiera y que limpiara con un papel sus rodillas, dejando los restos de su corrida en el suelo como marca olfativa de que allí había sido follada una hembra.

Con la boca llena de semen y flujo, subimos al restaurante y pedí dos cafés y un zumo de piña. Una vez servidos, elegí una mesa discreta y nos sentamos, fresa de espaldas al comedor y frente a mí.

  • Coge el café de tu madre y échale todo lo que llevas en la boca. No quiero que te quede ni saliva dentro de la boca cuando termines – Le ordene tajantemente a mi esclava.

Con una amplia sonrisa, fresa agarro el café de su madre y tras ponérselo bajo la barbilla abrió la boca, dejando que una cascada de semen y flujos cayera dentro del café de su madre, que incremento hasta el doble de su tamaño original el volumen. Cuando termino, saco la lengua y pegándola a los dientes superiores la retiro poco a poco, dejando que hasta la última gota de saliva cayera en la taza de su progenitora. Unos minutos después, la enfermera conocida como Neus se reunía con nosotros en la mesa.

  • Hola Carlos – Me saludo vaca, dándome dos besos cerca de la comisura de los labios. En cualquier otro lugar, el saludo correcto habría sido el que se le dispensa al Amo, pero aquel era su puesto de trabajo y ya que había altos cargos de la empresa a los que no se había follado todavía, era mejor no levantar sospechas – Perdonar por llegar tarde. Una intervención de última hora… Hola cariño – le dijo mientras le daba dos besos a su hija.

  • El Am… Carlos te ha pedido un café – dijo extremadamente servicial Marta a su madre – y yo… le he dado mi toque especial… y el suyo… - Comento con una cara tremendamente viciosa aquella pequeña puta.

  • ¿Si? – Dijo vaca, acercándose el café a la nariz. El aroma del torrefacto no engaño a su fino olfato y percibió el inconfundible aroma de la saliva de su hija mezclada con el olor de mi semen – Hmmmmmmmmmm. Creo adivinar cuál es la mezcla… si… realmente, delicioso – dijo mientras apuraba su café hasta la última gota con una sonrisa tan amplia como la de su propia hija – Una autentica delicia.

  • Me alegro de que te guste, preciosa – le dije a mi amiga mientras me ponía en pie – ha sido un placer preparártelo con la colaboración de tu hija. Y ahora, pongámonos en marcha, que tenemos cosas que ver…

Y diciendo esto abandone el comedor, seguido por quienes todos sabían que eran madre e hija. Una madre e hija que aprovecharon el trayecto del ascensor para comerse los morros y compartir, de esta manera, un sabor que a ambas les apasionaba.