La petite mort

“La petite Mort”: Término con el que coloquialmente se refieren en Francia al orgasmo. Relata la relación entre Angel, un joven gigolo, y Clara su clienta más especial

LA PETITE MORT

"La petite Mort": Término con el que coloquialmente se refieren en Francia al orgasmo

ANGEL

Dicen que cuando uno siente que va a morir, toda tu vida desfila ante tus ojos como en una película.

En realidad no sé quien soy, no tengo recuerdos infantiles de familia, mis padres murieron cuando yo tenía apenas un par de meses en un incendio de la chabola en que vivíamos, en el que por poco yo también perezco. No sé exactamente que sucedió, ni probablemente quiera en mi fuero interno quiera saberlo, tiene que se muy duro enterarte que tus madres murieron en un ajuste de cuentas entre grupos rivales de traficantes o que ellos mismos causaron el incendio por que iban hasta las cejas de drogas y alcohol.

Toda mi infancia y adolescencia las pasé en residencias de acogida; pero no piense Ud. que mi historia es la de una víctima de malos tratos y abusos. Al contrario, todos mis cuidadores me han dado siempre todo su cariño (que no su amor, algo que sólo una familia te puede dar; y se han preocupado en darme lo necesario para que tuviera un porvenir; e incluso estoy seguro que no considerarían un éxito personal mi situación actual.

Al cumplir los 18 años, y con ellos la mayoría de edad, abandoné la residencia para enfrentarme al mundo real. Una maleta con algo de ropa y mis pocos efectos personales, un poco de dinero para poder empezar a vivir, la dirección de un albergue (en el que me darían alojamiento a un precio razonable), mi expediente escolar (bastante bueno, por cierto), varias entrevistas de trabajo concertadas y una carta de recomendación era todo mi equipaje. He de reconocer que estaba asustado.

La gobernanta del albergue era una mujer muy agradable, se notaba que había tratado a muchos chicos en mi situación. Me enseño mi habitación, los servicios del centro y me explico las normas básicas de la casa: Horarios, comidas, duchas, lavandería y visitas e insistió mucho en este último aspecto. No estaban prohibidas las visitas, pero sí las fiestas y el jolgorio; era libre de traer a "quien quisiera y para lo que quisiera", pero no podía quedarse a pasar la noche y había que ser discreto. Acostumbrado a vivir en comunidad y con muchas más normas, no me pereció nada lo que me dijo extraño ni exagerado.

Cuando me quedé sólo, me embargó una extraña sensación; era la primera vez en mi vida que disponía de intimidad. La habitación no era un palacio; pero era mi espacio privado. Tumbado en la cama, mi mente divagaba sobre mi futuro.

No me costó encontrar trabajo, parece que causaba buena impresión y mi flamante diploma y la carta de recomendación causó su efecto.

Al saber el sueldo que ganaría, creí que se me abría un futuro de comodidad y buena vida; pero en realidad era una falsa sensación fruto de la inexperiencia. Todo costaba mucho más de lo que podía pensar y, aunque era suficiente para vivir sin ahogos en el albergue, pronto comprendí que si quería en breve plazo otra vida más independiente, regida por mis deseos de cómo hacer las cosas, sin horarios y sin más reglas que las de una visa en sociedad, mi vida profesional debería dar un vuelco o, con lo que escasamente podía ir ahorrando, tardaría mucho tiempo en poder materializar los sueños que poco a poco iba forjando.

El mundo era muy atractivo, lleno de novedades y de incentivos para alguien como yo; pero no era fácil conseguirlos. A medida que iba viviendo en él, aparecían nuevas expectativas que acababan convirtiéndose en frustraciones, al ver lo inalcanzables que resultaban.

VIEJOS AMIGOS

Una tarde de finales de primavera, al salir del trabajo, el cielo tenía un color azul radiante y la temperatura invitaba a pasear. Estaba a una distancia razonable del albergue y me decidí a ir dando un paseo por el bulevar del centro de la ciudad y tomar el aire.

Al poco me pareció oír una voz familiar que repetía mi nombre.

¡Ángel, Ángel!.

Me volví hacía el lugar de donde parecía provenir y entre la gente un joven hacía aspavientos para atraer mi atención. Al principio no lo reconocí; pero a medida que se acercaba sus facciones se hacían más claras, hasta que supe quién era.

Manuel, ¡Que sorpresa, que alegría!, ¡Cuánto tiempo! ¿Qué es de tu vida!

Manuel y yo habíamos coincidido en la residencia, casi dos años mayor que yo había ejercido de "hermano mayor" y nuestra relación había sido muy buena; pero desde que abandonó el centro, no nos habíamos vuelto a ver. Le abracé efusivamente.

Chico, que alegrías, cuantas preguntas. – Dijo mientras correspondía a mi abrazo

Se le veía alegre, con buena cara, bien vestido, hasta con un toque de discreta elegancia.

Parece que te van bien las cosas ¿no? – Le pregunté.

La verdad es que sí. Tengo una buena fuente de ingresos. ¿Y tú, que tal? – Inquirió observando mi aspecto.

Pues ya ves, viviendo. Tengo un trabajo que me permite no tener problemas; pero poco más.

Manuel, callado, seguía observándome con atención, hasta tal punto que llegué a sentirme molesto. Finalmente la sonrisa volvió a su rostro y pasándome el brazo por el hombro, me dijo:

Vamos a mi casa, vivo muy cerca y tenemos que hablar seriamente.

Me extrañó su comportamiento; pero como lo vi jovial y alegre, realmente contento de haberme encontrado, lo seguí sin dudarlo. Hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie realmente de confianza.

Su casa era un apartamento, sobradamente amplio para una persona, bien situado, decorado muy sencillo, pero con innegable buen gusto y calidad.

Nos sirvió unos refrescos y tomamos asiento en unos cómodos sillones de piel.

¿A ver que es eso tan serio de lo que teníamos que hablar? – Pregunté intrigado.

Verás, Ángel… - Empezó a decir, dubitativo, como buscando las palabras

Al principio parecía costarle encontrar las palabras; pero a medida que iba hablando mi sorpresa era mayor. Me explico que era gigoló, un chico de compañía para mujeres, y le pagaban muy bien. Le pagaban por follar y me estaba ofreciendo la posibilidad de que yo también lo hiciera.

En aquel momento no comprendí que eso era simplemente prostitución; pero para mí, en ese momento "prostitución" era lo que hacían las mujeres que cobraban por tener sexo con un hombre. Aquello era otra cosa, yo era un joven atractivo y que atraería a las mujeres que desearían follar conmigo y ¿Por qué negarse, si además me podía sacar un dinero?. Esas fueron las ideas que Manuel me trasmitió sin dificultad. Sexo y dinero, son dos cosas muy fáciles de vender a un joven. ¡Iba a sacar dinero por follar! y además podía empezar probando los fines de semana, sin necesidad de dejar mi trabajo.

; pero seguro que enseguida lo dejas, ya verás. – Concluyó Manuel.

¿Entonces, qué he de hacer? – Pregunté atónito, sin valorar exactamente que estaba haciendo.

Mañana te voy a buscar a la salida de tu trabajo, vamos a la agencia, te presento y seguro que sin problemas podrás empezar este fin de semana.

Al día siguiente, como habíamos quedado, estaba frente a la puerta de mi lugar de trabajo. Al salir, lo busqué ávidamente con la mirada, había pasado el día muy nervioso; me esperaba discretamente en la acera de enfrente.

Te noto nervioso – Me dijo mientras me abrazaba. – Vamos primero a hacer unos pequeños cambios.

Le seguí como un autómata. Me llevó a una peluquería a que me arreglaran el pelo, me compró ropa, zapatos y un teléfono móvil. El iba pagando haciendo caso omiso a mis protestas; según él, era sólo un préstamo que no tardaría en devolverle y en agradecerle.

La agencia era un discreto despacho en un edificio de oficinas. En una placa en la puerta aparecía rotulado "Agencia de Servicios Personales", sólo estaban allí los servicios de administración, todo se gestionaba por teléfono.

Manuel, me presentó:

Rob, éste es Ángel, el amigo de que te he hablado.

Rob, me estrechó la mano mientras me analizaba con la mirada, parecía como si escrutara mis pensamientos.

Bien Ángel, los amigos de Manuel son mis amigos. ¿ya te ha explicado en que consisten nuestros servicios? – Dijo lentamente, casi silabeando con un débil acento extranjero, difícil de identificar.

Asentí con la cabeza.

¡Estamos entre amigos. No te cortes, hombre! – Exclamó – Sólo faltan unas pequeñas formalidades

Me pasó unos documentos y me dijo que los leyera detenidamente y me explicó que era la sección de los derechos de imagen y la autorización para colgar en Internet las fotos que ahora mismo me iban a hacer y también me explicó las condiciones económicas. Yo recibiría un porcentaje de los servicios que realizara y además las propinas que pudiera haber. Rápidamente hice un cálculo sobre las tarifas que me iba diciendo y no salía de mi asombro.

Firmé en silencio después de leerlo. No comprendía totalmente el vocabulario; pero me fiaba de Manual, no parecía haber nada más que lo que había dicho y las expectativas económicas eran suculentas.

Me indicaron que pasara a una habitación, era un estudio fotográfico y enseguida entró una persona. Se presentó como Frank, dándome un beso en la mejilla y me hizo dar varias vueltas mientras suspiraba y lanzaba pequeñas exclamaciones. Era evidente su homosexualidad, que no pretendía esconder.

Empezó la sesión de fotos y me iba indicando las poses en las que debía ponerme e iba disparando en ráfaga entre comentarios de admiración. Paramos un momento para decirme que me fuera desnudando lentamente, que tenía que ser seductor, dulce y pícaro a la vez. Lo hice lo mejor que supe y Frank seguía suspirando y diciéndome lindezas.

Finalmente se detuvo y dijo, de manera distraída:

Para acabar, haz que se ponga dura

Lo miré sin reaccionar.

Vamos tío. ¡Que te la casques! ¿No sabes hacerte una paja?. Pero, si lo prefieres te la hago yo. – Exclamaba mientras me miraba sonriente y con cara de deseo.

Por un momento creí que no lo conseguiría; pero con unas cuantas caricias, logre una buena erección, para regocijo de Frank; que me fotografió con la polla tiesa desde todos los ángulos y distancias imaginables.

Bueno, ya estamos. – Acabó diciendo con un profundo suspiro – Ya puedes vestirte

Sin que lo esperara, se me acercó, me dio otro beso en la mejilla y sostuvo mi polla entre sus dedos unos momentos, susurrándome al oído:

Ya sabes donde encontrarme, guapo.

Totalmente aturdido, me vestí y salí de nuevo a la recepción, donde me esperaban Manuel y Rob.

A partir del viernes a la 6 de la tarde puede que recibas alguna llamada. Mañana mismo estará tu book colgado en nuestra web, y a esperar; pero viendo como ha salido Frank, no creo que haya que esperar mucho. Un chico nuevo y con atractivos siempre es un reclamo.

NUEVA VIDA

En pocos meses deje mi trabajo y me dediqué exclusivamente a mi nueva actividad. En un fin de semana ganaba lo mismo que en toda la semana de trabajo y aparte estaban las propinas; así que, en cuanto vi que los ingresos eran más o menos constantes, me despedí de mi trabajo.

Mi jefe se sorprendió de mi decisión y se preocupó por saber si había algún problema con mis compañeros o si alguna empresa de la competencia me pagaba más. No le dí muchas explicaciones y me marché. Le supo muy mal y ahora creo que fui un desagradecido.

Tuve que aprender muchas cosas y rápido. Podéis pensar que para follar no hace falta más que poner la polla; pero no es así. Cuando pagan por sexo, esperan algo más que un polvo rápido, que un orgasmo de tantos, buscan algo que a veces ni ellas saben lo que es; pero quieren como sea cumplir sus fantasías, suplir una carencia o que sé yo que pretenden encontrar y has de aprender a entenderlas y a darles lo que puedas.

De lo primero que descubrí es que a la mayoría de las mujeres les vuelve locas que les coman el coño. Se ha hablado mucho de la atracción de los hombres por recibir felaciones; pero las mujeres no se quedan a la zaga en eso del sexo oral. Has de saber besarles el sexo con el ritmo y la intensidad que les gusta a cada una de ellas, a utilizar los labios, a reconocer el momento preciso en que has de empezar a explorar con tu lengua por entre los labios del coño, a medir su excitación, a tantear la entrada de su vagina sólo con la lengua y a identificar si quieren o no sentir tus dedos hundiéndose en ella, a estimular su clítoris en el momento oportuno y a intuir si quieren un primer orgasmo así o sólo es para ellas un juego de precalentamiento antes de la penetración. Su respuesta a tus estímulos es tu guía; pero no todas responden igual: Algunas sólo suspiran y mueven levente las caderas; otras gimen y jadean, agitándose de manera casi convulsa y las hay que te sujetan la cabeza, como para evitar que se escapes, entre gritos pidiendo más.

Como veis, no todas son iguales, ni quieren lo mismo, ni se comportan igual. Las hay tremendamente pasivas, receptoras natas de placer que se tumban en la cama con las piernas abiertas a la espera de que cumplas con tu tarea de semental: Una larga comida de coño, recorriendo cada milímetro cuadrado de sus rincones más íntimos y jugueteando con su clítoris hasta la extenuación, seguido de una penetración profunda y pausa al inicio, acelerando el ritmo poco a poco hasta que sus pechos tiemblan como flanes en medio de su orgasmo, es lo habitual en ellas.

En cambio otras, llevan la iniciativa desde el inicio: Te desnudan casi arrancándote la ropa y se sitúan sobre ti, con el coño en tu boca, buscando simplemente que se lo lubriques; les encanta mamarte la polla un rato, para sentir como te la ponen dura y que son ellas quienes dominan la situación. Luego se empalan en tu verga erecta y cabalgan frenéticamente haciendo saltar sus tetas al ritmo de sus movimientos. Están espléndidas con los ojos cerrados, mordiéndose el labio inferior, con el cuerpo inclinado hacia atrás y las manos apoyadas sobre la cama, mostrando como mi polla entra y sale de su coño y el clítoris sobresaliendo en la parte superior. En esa situación, a veces unas caricias diestras son el broche de oro que ellas buscan. Si cambian de posición y se disponen a que las penetres, situándote tú sobre ellas, te guían con sus gritos, te sujetan con sus piernas y, muchas veces, calvan sus uñas en tu espalda e incluso sus besos se transformas en mordiscos.

Yo pensaba que el sexo anal era algo de las películas porno, algo que se mostraba como un casi más de sumisión de la mujer al macho; pero he descubierto que hay mujeres que lo disfrutan si sabes hacerlo y fundamentalmente si las masturbas mientras las sodomizas. Algo parecido pensaba del gusto por las eyaculaciones orales y faciales; pero hay mujeres que dicen gozar al sentir el tacto del esperma tibio y viscoso deslizándose por su piel y que se sientes que controlan la situación cuando provocan que un hombre se corra en su boca en el momento que ellas deciden.

Esto me lleva a lo que más me costo aprender, a controlar mis eyaculaciones. El semen es un bien escaso que los profesionales hemos de aprender a administrar, no sólo por que fisiológicamente no podríamos corrernos en todos nuestros servicios; si no por que hay quienes están dispuestas a pagar por unos disparos de abundante esperma masculina. Salvo petición expresa (y abono correspondiente de la tarifa correspondiente), no suelo correrme y he de fingir el orgasmo si sé que a ella le gusta. El uso del condón facilita el engaño; pues basta con quitárselo rápidamente antes de que pueda ver si está o no lleno. Sin embargo, uno no es de piedra y a veces apetece dejarse ir y darse una alegría, especialmente en el último servicio del día o antes de un día de descanso. Una vez estaba con una clienta con la que siempre había fingido mis orgasmos. Al acabar, me miró fijamente y me dijo:

Hoy te has corrido de verdad, ¿no es cierto? – Sin dejarme responder, siguió – Finges muy bien y hasta hoy no me había dado cuenta; pero ha sido muy distinto. ¡No vuelvas a fingir conmigo!.

CLARA

He tenido varias clientas singulares; pero como Clara ninguna. Ella es el origen de que esté hoy aquí narrando esta historia.

Recibí el aviso de la agencia y me dirigí a la dirección que me dieron. Me abrió una mujer que debía estar entre los 35 y 40 años; atractiva, pero no exuberante y bien arreglada. Llamaba la atención la melena color caoba (probablemente teñida, pensé para mi), que le caía sobre lo hombros, enmarcando unas facciones suaves y de gran belleza; su cuerpo se veía cuidado y lucía unos pechos no muy grandes pero firmes y turgentes. La cintura más estrecha que las caderas, que marcaban el inicio de unas piernas estilizadas y torneadas. Vestía un sencillo vestido crema abrochado por delante, que destacaba el ligero color tostado de su piel, iba descalza y no se le observaba señal alguna de carmín en los labios, ni de maquillaje; a pesar de lo cual, su boca se destacaba golosa, bajo unos pómulos y una nariz de perfiles suaves y agradables.

Nos sentamos uno junto al otro, en un sofá frente a una mesita en al que había una cafetera y una bandeja con unos dulces. Empezamos una conversación, como si fuéramos unos conocidos que merendaban juntos. Mostraba una cierta timidez; pero estaba claro que esa atractiva mujer buscaba algo más que el placer de un polvo fácil de pago, era como si quisiera crear una situación que llevara al sexo, como una pareja de amantes que acaban en la cama como algo natural. Y naturalmente, le seguí el juego.

En un momento en que nuestras caras se aproximaron, acerqué mis labios a los suyos y los besé levemente. Clara dudó unos instantes; pero finalmente me respondió de igual manera y nos abrazamos en un nuevo y más profundo beso. Bajo el vestido sus pezones se endurecieron de inmediato transmitiendo su excitación; desabroché los botones de su vestido y sus pechos si sujetador salieron al exterior. Los besé y lamí hasta hacerla suspirar. Acariciaba la cara interna de sus suaves muslos, avanzando lentamente hasta a penas rozar su sexo, que bajo unas minúsculas braguitas desprendía calor y humedades.

Ella acariciaba mi nuca y mi espalda entre hondas respiraciones y su mano. Tímidamente, se desplazo hasta mi entrepierna. Palpó el tamaño de mi sexo que despertaba, bajó la cremallera, desabrochó la cintura del pantalón y lo acarició, como calculando su tamaño, sobre el ajustado slip.

Yo seguía besándola en la boca, lamiéndole el cuello, los lóbulos de las orejas y sobre todo sus tensos pezones, rodeados de una oscura y amplia aureola. Mis dedos exploraban el contorno de su coño sin avanzar más; pero se percibía segundo a segundo el aumento en su excitación.

Su mano rodeó mi polla, ya en manifiesta erección y besándome casi con cariño, me dijo, mirándome a los ojos con las puntas de nuestras narices en contacto:

Vamos al dormitorio. Estaremos más cómodos

Me dejé llevar de la mano y accedimos a un dormitorio amplio, elegantemente amueblado y con una amplia cama con sábanas de raso. Se tumbó sobre ella y con la mirada me indicó que me desnudara. Lo hice lentamente, mostrando mi cuerpo por partes y sin permitirle observar mi sexo hasta que hube acabado y me volví hacia ella. Me llamó con la mano señalando que me acostara a su lado.

Volvimos a besarnos y a abrazarnos; el contacto de su piel sobre la mía me producía una sensación muy agradable. He de reconocer que me sentía excitado, como en mis primeros encuentros con mis clientas. La tumbé boca arriba e inicié un recorrido con mi boca por toso el cuerpo: la punta e la nariz, los ojos, las orejas, el cuello, los pezones y el ombligo. Le quité las bragas que aún llevaba puestas y me encontré con el coño cubierto de una mata de pelo castaño claro, que a pesar de su abundancia, su color hacía que no fuera tan aparente. Lo bese una y otra vez y ella se agitó; chupé sus labios y sentí su respiración entrecortada; los separé y exploré sus pliegues buscando los puntos más sensibles y toda ella se estremeció con cada nuevo contacto; tanteé su vagina y un mar salado inundó mi boca; jugueteé con su clítoris y arqueó su cuerpo, exclamando entre gemidos:

¡Dios, qué me estaba perdiendo!

Seguí y seguí y ella pedía más y más. Se agarraba a las sábanas, casi convulsa, hasta que finalmente quedó inerte, laxa, con los ojos cerrados: "La petite mort", como llaman los franceses al orgasmo.

Abrió los ojos, y me llamó con su mirada y me besó con pasión.

Vaya, así es como sabe mi coño – Dijo sonriendo, después del profundo beso

Siguió besándome y acariciándome todo el cuerpo. Yo me sentía muy extraño, no había vivido una sensación así con ninguna otra clienta. Su mano alcanzó mi sexo erecto y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Lo acarició y lo situó apuntando al suyo

Quiero que me folles, quiero sentir como tu polla me llena – Susurró en mi oído.

Me puse un condón y con un leve gesto, mi polla penetro suavemente en su coño sobradamente lubrificado. Ensartada hasta el fondo, pubis contra pubis, movíamos nuestras caderas de manera sinuosa, nos besábamos y entre beso y beso, chupaba esos pezones que tanto me atraían. Percibía como poco a poco su excitación aumentaba; ronroneaba como una gata y su respiración era cada vez más entrecortada. Empecé a penetrarla con golpes secos y profundos, arrancando un gemido después de cada uno de ellos. En un momento, de abrazó a mi cuerpo con fuerza, casi clavando sus uñas en mi espalda. No tuvo que decir nada más para que yo iniciara el movimiento rítmico que ella estaba deseando.

Ambos sudábamos, en el ambiente se escuchaban nuestros jadeos, el sonido húmedo de mi polla moviéndose en su coño, el leve crujido de la cama y los choques entre los cuerpos de ambos. Parecía que no iba nunca a alcanzar el clímax, se mantenía al límite sin llegar a estallar.

Yo insistía en chuparle los pezones; pero no parecía suficiente, Así que busque su clítoris con mis dedos humedecidos con sus fluidos y lo acaricié repetidamente. En eso se detuvo, unió sus labios a los míos y percibí los espasmos de su vagina abrazando mi polla.

Poco tiempo después, salí de su casa con una estupenda propina y la promesa de que volvería a llamarme.

CADENA DE ERRORES

Fue poco más de una semana después cuando recibí el mensaje de la agencia para que volviera.

Me abrió la puerta radiante y sonriente. La veía aún más hermosa que la vez anterior. Llevaba una túnica casi transparente que permitía atisbar su cuerpo desnudo, sus hermosos pechos con los pezones marcados, las suaves líneas de su cintura y la insinuante sombra del sexo. Sin darme tiempo nada, se lanzó sobre mí, abrazándome y besándome. Me sentí halagado por el recibimiento y me asaltó el deseo de poseerla allí mismo.

¡No sabes lo que anhelaba este momento! Lo tengo todo planeado desde hace días y la espera se me hacía eterna. – Susurró mientras casi me arrancaba la camiseta.

Me arrastró al dormitorio que ya conocía, se sentó al borde de la cama y mirándome con ojos de lujuria desabrochó los pantalones haciéndolos caer hasta los pies y levantando la mirada, como para observar mi reacción, deslizó mi verga semierecta entre sus labios y no le costo conseguir una erección completa y firme. Se levantó para sacarse la ropa y yo acabé de desnudarme.

Antes de tumbarnos en la cama, nos volvimos a besar y, al fundir nuestros cuerpos, el roce de sus pezones me hizo estremecer. Uno junto al otro, mientras yo lamía sus turgentes pechos, ella acariciaba todo mi cuerpo con la yema de sus dedos. Era como si quisiera perfilar mis músculos uno a uno. Finalmente asió mi polla, rodeándola con sus dedos y la sostuvo así, sin masturbarme, sólo haciéndome sentir la presión de su mano, mientras me besaba. Yo le devolví el gesto y acaricié suavemente la superficie de su coño.

Mi mano no encontró la abundante mata de pelo del encuentro anterior, si no un sexo adornado con un suave y casi aterciopelado bello de agradable tacto. Al notar mi reacción, me dijo:

Te gusta, me lo he arreglado para ti

A la vez, me empujó levemente para que me girara boca arriba y se colocó sobre mí, situando el coño a la altura de mi boca y mi polla al alcance de la suya. Con la lengua fui penetrando lentamente entre los labios de su sexo y ella sostenía entre sus dedos mi polla y deslizaba el glande por su tez fina y suave. Poco a poco su excitación se fue haciendo más patente y su clítoris emergió duro y terso, dejando atrás el capuchón que lo cubría. Lo besé, lo lamí y lo chupé, provocando en ella espasmos de placer que acompañaba de un sonido gutural continuo, interrumpido brevemente por gemidos. Seguía aferrada a mi verga erecta que sólo alcanzaba a besar y lamer ocasionalmente, incapaz de coordinar sus movimientos. Creo que tuvo un orgasmo, no fue muy intenso; pero noté como mi cara se humedecía y un intenso sabor saturaba mis papilas.

Si decir nada, se giró dándome ahora la cara, enfundó mi verga en un condón y la dirigió a su coño, sentándose sobre ella y empalándose hasta el fondo. Cabalgaba sobre mí, acariciándose los pechos y el sexo, haciendo que mi polla sintiera el contacto de sus dedos mientras penetraba en ella, provocando en mí sensaciones nuevas. Esa manera de follar siempre me había resultado especialmente excitante; pero me sentía especialmente atraído por esa mujer y ver sus pechos agitarse de esa manera me volvía loco. En ese momento no era consciente de que me estaba implicando con una clienta y que eso me podía traer problemas.

Se detuvo un instante para poner sus manos sobre mi pecho y volvió a moverse; ahora sin provocar que mi polla se deslizara por su vagina.. Totalmente sentada sobre mi vientre y mis muslos, me miraba a los ojos, que yo hacía lo imposible para mantener abiertos y por perderme detalle de la belleza de la mujer con la que estaba follando, y con una sonrisa mezcla de pícara y lasciva. Visiblemente, sólo movía las caderas de manera sinuosa y oscilante; pero contraía rítmicamente su vagina estrangulando mi polla, que yo sentía palpitar, obligándome a emplearme a fondo para no correrme de inmediato.

Se inclinó hacia delante, liberando parcialmente la polla de su dorada prisión, y me beso. Primero suavemente, sólo haciendo que sus labios y los míos a penas se rozaran; luego con intensidad y pasión, haciendo que nuestras lenguas se cruzaran y exclamando:

¡Me vuelves loca! ¡Follamé! ¡Hazme sentir…!

No acabó la frase, levanté las caderas penetrando en ella hasta el fondo de su coño, de un solo golpe y transformando sus palabras en un gemido de placer. Me movía, marcando un ritmo intenso y sostenido. Cada envestida se acompañaba del chasquido de nuestros cuerpos que chocaban y de un continuo:

Así, así. No pares, por favor - Que susurraba entre jadeos

No sé como puede evitar llegar al clímax antes que ella; pero finalmente se dejó caer a mi lado, sudorosa y agotada, con una cara de inmensa felicidad. De manera casi instintiva, me acarició el muslo hasta llegar al pubis, donde enredó sus dedos en mi bello, hasta que topó con mi verga todavía erecta cubierta con el preservativo. Reaccionó como un resorte, sentándose en la cama y balbuceando.

Perdona,…; no he pensado en ti,…; soy una egoísta…. ¿cómo voy a dejarte así?

Diciendo esto, arrancó el condón de mi polla y se inclinó para tomarla entre sus labios; pero la detuve.

No te preocupes, está bien así.

¿Te has enfadado conmigo? – Preguntó compungida

No, en absoluto. Prefiero no hacerlo – Mentí, pues estaba loco por descargar en ella mi semen – Ya sabes, cosas del oficio

Vale, vale. Tú mismo. ¿Quieres ducharte?

Eso sí que te lo agradezco - Le respondí

Primero me di una ducha fría para ayudar a relajar mi erección y luego una reconfortante ducha tibia con abundante y perfumada espuma; pero mientras me enjabonaba, no pude evitar volver a pensar en el soberbio polvo que había dejado inconcluso y mi verga volvió a despertar. Otra dosis de agua fría me estropeo la confortable sensación que tenía; pero me volvió a la "normalidad".

Salí envuelto en una toalla y Clara seguía en la cama, bellísima radiante y feliz.

Escucha Ángel, mi marido estará tres días fuera y querría que te quedaras a pasas la noche – Dijo, como si se le acabara de ocurrir, aunque luego reconoció que lo tenía planeado desde que supo que iba a estar sola.

¿Marido? – Pregunté, con fingida cara de extrañeza

No te hagas el tonto – Respondió, levantando la mano que lucia una valiosa y visible alianza de oro – Has deducido perfectamente que estoy casada, esto me delata y éste no es un pisito de soltera.

Veo que contigo no valen engaños – En efecto, lo sospechaba

Pero lo que no debes saber son las circunstancias de mi vida.

Dio una palmada en la cama, para que me sentara a su lado y empezó a contarme su vida: Estaba casada con un médico famoso, que entre el hospital, su consulta privada, los residentes, sus clases en la Facultad, seminarios y congresos, no paraba en casa.

Nos casamos muy jóvenes, nuestras familias se conocían, tanto su padre como el mío también eran médicos de renombre. – Explicaba, como si estuviera hablando de otra persona.

Vamos, casi un matrimonio de conveniencia, una boda totalmente endogámica. – Apostillé, con algo de sorna.

Me casé virgen, sin saber nada del sexo. Mi misión era la de cumplir como esposa y madre de sus hijos; pero las cosas se torcieron. No puedo tenerlos y eso, Joaquín no me la ha perdonado nunca.

¿Virgen?. No me lo puedo creer. ¿Así que sólo has tenido sexo con tu marido?

Pues sí. Hasta que tú has entrado en mi vida, así ha sido.

¡No me lo puedo creer!

Pues créetelo. Además mi vida sexual nunca ha sido muy gratificante. Al principio el objetivo era dejarme preñada. El sí que disfruta como un loco, pues es capaz de estar follando todo el tiempo del mundo antes de correrse; pero yo tardé mucho tiempo en tener mi primer orgasmo. Y ahora, que sabe que nunca me dejará preñada, soy una especie de muñeca de sex shop, con varios agujeros donde meterla. Cuando tiene ganas de follar, me toma y me la mete sin mayor miramiento, sin importarle si estoy excitada o no, si mi coño está suficientemente lubrificado o necesita caricias. ¿Sabes?, eres el primero que me ha comido el coño; hasta que tú me lo hiciste no sabía lo que era.

No era la primera clienta que me explicaba las penurias de su vida sexual; pero yo las oía sin escucharlas, era parte del servicio. En cambio, con Clara me sentía atraído por ella, por sus circunstancias, sin medir lo que eso iba a suponerme.

Bueno, ¿te quedas esta noche o no? – Insistió Clara – Pagaré la tarifa que haya que pagar, no te preocupes.

Debía haber salido huyendo de allí; pero llamé a la agencia a ver si había algún servicio para el que me hubieran reclamado especialmente y, como no era así, acepté quedarme. No lo hacía por el dinero que iba a suponerme; en realidad, no sabía negarme a sus peticiones.

Clara se fue a duchar y me dejo sólo y pensativo. Por un instante, me asaltaron dudas sobre si estaba obrando inteligentemente; pero ya no había marcha atrás.

Salió del baño envuelta en un albornoz de color salmón y me ofreció otro. En eso, sonó el timbre, miró la hora y fue a abrir, diciendo.

¡Uy, como pasa el tiempo!. Debe ser la cena.

Debí poner cara de extrañado, por que añadió entre risas

¡Sabía que te quedarías!

Tomamos la exquisita cena fría que trajeron mientras hablábamos distendidamente.

Clara empezó a preguntarme por mi vida y yo por primera vez hablé abiertamente de ello: Mi familia olvidada, mi niñez en le orfanato, las residencias de acogida, mis primeros pasos de vida independiente y finalmente mi situación actual. Ahora que lo pienso, me pregunto que extraño influjo ejercía sobre mi persona para que me abriera a alguien que era la clienta de un gigoló, mi clienta.

Acabada la cena, estábamos envueltos en los albornoces, sentados uno junto al otro, y ella reposaba la cabeza en mi hombro, mientras yo hablaba y hablaba. Ella me acaricia el muslo y yo tenía un brazo sobre su espalda y una mano sobre su pecho. Cuando acabé mi relato, quedamos unos instantes en silencio, hasta que ella se enderezó, me besó en la frente y mirándome a los ojos tiernamente susurró:

Ahora ya lo sabemos todo el uno del otro.

Bruscamente cambió la expresión de su cara y con gesto alegre y distendido me dijo que le apetecía ver una película, me indicó donde estaban y me levanté a buscar un poner una.

Abrí una puerta junto al reproductor, y allí había una buena colección de DVD. Un grupo separado de los demás me llamó la atención.

Vaya, vaya. Películas XXX. ¿Tuyas o de tu marido? – Pregunté con una sonrisa en los labios.

Clara se levantó, y se me acercó. Me los quitó de las manos y contestó:

Míos. Han sido mi fuente de deshago sexual, mi compañía en el placer hasta que una amiga me recomendó tus servicios.

Hablaba marcando las palabras con un tomo muy sensual. Echo hacia atrás el albornoz que me cubría y muy, muy cerca de mi boca, sacando la lengua entre sus labios y rozando los mismos musitó:

Pero ya no los necesito ¿Y tú, los necesitas para ponerte cachondo?

Mientras decía esto, había tomado mi verga con su mano y la estaba acariciando. Su súbito cambio de actitud me había descolocado; pero mi polla fue más rápida que mi cerebro y ya esta respondiendo a sus caricias.

Veo que tengo razón. Un joven apuesto como tú, no necesita de esos estímulos y ahora me vas a comer el coño como tú sabes hacerlo.

No respondí, le quité el albornoz, la tomé en brazos y la deposité en el sofá. De rodillas en el suelo y con sus piernas sobre mis hombros, su sexo quedaba libremente mi alcance.

Besé una y otra vez la parte interna de sus muslos, con la punta de tu lengua hacía recorrí su tersa y suave piel, acercándome a su coño. Chupé el pliegue donde los tersos muslos se juntan señalando el inicio del coño. La besé con mi cara acariciando su arreglado bello, y con los labios recorrí una y otra vez sin presionar la juntura de sus labios. Ella se movía tratando de forzar más el contacto, intentando que de una vez avanzara entre sus pliegues pero sólo la bese una y otra vez, al inicio suavemente y después más fuerte. Seguí mordisqueándole el sexo y el pubis suavemente, apenas marcando los dientes, para acabar con todo el coño dentro de mi boca. Suavemente aparté los labios y localicé las ninfas, que chupé delicadamente. Recorrí con mi lengua lentamente, de abajo arriba los pliegues sonrosaros hasta que el clítoris apareció por si solo, terso, duro y brillante. Con la lengua busqué la entrada de la vagina y penetré en ella todo lo profundamente que podía una y otra vez, manteniendo el ritmo lo más rápido que podía. Ella me sujetaba la cabeza y parecía que dirigía mis movimientos hacia la zona superior se su sexo. Llevé mi lengua hacía allí hasta toparme con el clítoris que palpitaba como esperando ser atendido. Lo chupé presionan con la lengua y rápidamente pasé a darle pequeños golpes con la lengua alternados con la presión de mi labios rodeándolo. Toda ella se estremecía, gemía y se agitaba, haciéndome temer que acabaríamos en el suelo. Estaba al borde del orgasmo, los fluidos salpicaban mi cara e incrementé la presión de mis labios a la vez que dos de mis dedos entraban en su vagina. Levantaba la pelvis en el aire con la tensión del orgasmo gritándome que no parara. Sentí como se corría, como el orgasmo le provocaba contracciones de la vagina sobre los dedos que exploraban sus puntos más sensibles, como un río de sabor a hembra saturaba mi sentido del gusto. Se relajó; pero yo seguí acariciándola con mis labios y mi lengua hasta que me dijo basta.

Resbaló lentamente del sofá quedando sobre la alfombra sonriente y satisfecha. Estiró los brazos para rodearme el cuello y me atrajo hacia ella.

¿Y tú, tampoco quieres gozar de mí ahora?

A la vista de mi erección, no se necesitaba respuesta. La penetré y me lancé sobre su boca y sus pechos besándola con pasión. Me movía con lentitud y suavidad, quería que aquello durara toda la eternidad y que ella me acompañara en la conquista del placer. Poco a poco, vi como su excitación iba en aumento, ya no era sólo yo el que gemía, sus besos eran cada vez más intensos y se abrazaba a mí como si pensara que iba a escapar de sus brazos. Yo estaba al límite y no pensaba controlarme, así que cuando percibí que ella estaba al borde del clímax, aceleré el ritmo. El orgasmo fue casi simultáneo, el suyo más pausado, el mío tremendamente intenso y, en el fondo deseado.

Bueno, yo quería ver una película. – Dijo como si no hubiera pasado nada – Me apetece ver "Memorias de África".

La vimos sentados en el suelo, sobre la alfombra, desnudos, ella sentada en mi regazo. De tanto en tanto, me miraba, sonreía y me daba un beso. Clara era feliz y yo seguramente pensaba que también. Acabó de ver la película adormilada y me tomó de la mano para llevarme a la cama.

No sabía que esperaba de mí y tome una actitud expectante; pero se quedo dormida acurrucada entre mis brazos, dándome la espalda, mientras la acariciaba y le besaba con ternura el cuello. Me costó dormirme, por la cabeza me rondaban varias preguntas que me hacía a mi mismo: ¿Era Clara sólo una clienta para mí? ¿Me estaba implicando demasiado en mi lo que debía ser una relación puramente comercial? ¿Qué buscaba Clara, sólo sexo o esperaba encontrar algo más? No esta contento en como se había desarrollado el día, ni tenía respuestas para esas preguntas.

Me despertó la luz del sol, no sabía que hora era; pero me sentía como si hubiera dormido muchas horas. Clara parecía no haberse movido en toda la noche, estaba exactamente igual que cuando se durmió; por un momento la creí dormida pero estaba despierta y se movía presionando con su trasero mi erección matutina contra mi vientre. Le dí un beso en la nuca y ella simplemente ronroneó y se dio la vuelta.

Buenos días. Que despertar más agradable es encontrarse un regalo así de buena mañana.

Mientras decía eso, su boca fue al encuentro de la mía y su mano tomó mi polla y presionó su coño con ella haciendo que el glande se escurriera entre los labios; pero sin llegar a iniciar la penetración. Lentamente hizo que la punta de mi polla resbalara entre los pliegues carnosos de su sexo una y otra vez, arriba y abajo, haciendo que cerrara los ojos.

¿Te gusta, eh? – Preguntó jugueteando con su lengua en mi oreja.

Mi polla se dilató espasmódicamente como resultado de sus caricias y un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

A mí sí. ¿Notas como me mojo, verdad? Veo que a tu también te estas poniendo cachondo.

Intenté besarle los pezones; pero se escabulló, volvió a darme la espalda y a colocarse como la encontré cuando me desperté.

Quiero que la metas así, desde atrás. – Me dijo, mientras me entregaba un condón.

La penetré como ella deseaba. En esa posición no era muy profunda, ni yo podía moverme demasiado; pero parecía no importarle.

¡Así, así!, abrázame, quiero sentir tu cuerpo como me rodea. Acaríciame, quiero sentirte con todo mi cuerpo.

Ambos movíamos suavemente las caderas y mis dedos recorrían todas las zonas accesibles de su cuerpo: El sudoroso cuello, el turgente busto, los endurecidos pezones, el vientre, el calido sexo penetrado por mi verga, el sensible clítoris. Ella gemía y se agitaba con cada nueva sensación, parecía como flotando en una placentera nube, en una situación de placer sostenido que no tenía visos de concluir.

Fue ella misma la que mantuvo mi mano bajo la suya pegada a su sexo, como pidiéndome que la ayudara a escalar hasta la cumbre del placer. Mis caricias surtieron su efecto y alcanzó finalmente el clímax. Se volvió hacia mí y me beso con un rápido contacto de sus labios sobre los míos.

¡Uf, una buena manera de empezar el día! ¿Te duchas conmigo? – Empezó a decir con tono cantarín.

La acompañé a la ducha y bajo la tibia lluvia nos enjabonamos el uno al otro. El ambiente era muy sensual, incluso sexual; pero no pasó nada más. Al salir del baño, Clara comentó con un cierto aire de guasa:

Veo que te reservas para tus obligaciones laborales del día.

Simplemente hice un gesto como de resignación, encogiéndome de hombros, sin decirle que había decidido tomarme el día libre. No quise correr el riesgo de que me pidiera que me quedara todo el día con ella

¿Quieres desayunar? – Pregunto.

No gracias, tengo prisa. Ya lo haré en casa. – Mentí

Antes de irte, has de cobrar. – Dijo sonriendo con la tarjeta de crédito entre los dedos índice y medio de la mano derecha.

Llamé a la agencia, dí los datos del servicio, me dieron el precio, rellené el talón de pago, comunique el número de la tarjeta a quién realizaba la operación al otro lado del teléfono. Tras unos instantes me dieron el número de autorización, que registré en el documento de pago y se lo pasé para que lo firmara.

Nos despedimos con un beso y un "¡Hasta pronto!".

Intenté que nuestros siguientes encuentros fueran estrictamente profesionales; pero la mayoría de las veces no lo conseguí. Pedía mis servicios una o dos veces por semana y hacía todo lo posible para que hubiera algo más que servicios sexuales, muchas veces acabábamos los dos fundidos en un orgasmo común y, lo cierto es que la deseaba, me desvivía por hacerla gozar y yo acababa gozando con ella. Me sentía mal cobrándole. Un espectador ecuánime fácilmente hubiera concluido que estaba "encoñado con ella".

Por otro lado, no paró hasta que consiguió que le diera mi teléfono y me llamaba directamente en lugar de hacerlo a la agencia y me insinuaba que no tenía por que darles nada, ella me pagaba a mí por que era yo. Creo que la única decisión sensata que tomé, fue no hacerle caso y mantener mi contrato con la agencia.

Y AL FINAL PASARON MUCHAS COSAS

Era mi día de descanso, el sonido del móvil me despertó sobresaltándome. Normalmente lo desconecto para evitar llamadas inoportunas; pero esta vez se me había olvidado. Estuve apunto de rechazar la llamada; pero no era la agencia, en la pantalla iluminada la identificación del que llamaba decía "Clara".

Dudé; pero finalmente respondí:

Sí, ¿quién es? – Respondí maquinalmente.

No escuche ninguna respuesta, sólo una respiración entrecortada y un sonido como de sollozos.

¿Clara?, ¿te pasa algo?

Tras un breve silencio, por fin escuché su voz

Ángel, ven por favor, te necesito.

No había duda, estaba llorando

Verás Clara, hoy me iba a tomar el día libre. Ayer estuve toda la noche trabajando en una fiesta privada muy movida y estoy muy cansado.

Era cierto, me habían contratado dentro de un grupo para una despedida de soltera, que había acabado en orgía desenfrenada. Me dolían las mandíbulas de los coños que había llegado a comerme y no recordaba las mujeres con que había follado. Al final, nos sortearon y la rubia a la que le toqué en suerte no paró hasta que acabé corriéndome entre sus tetas. Estaba agotado.

¡Por favor, no me hagas esto!. Te pagaré lo que me pidas.

No Clara, no es cuestión de dinero. Estoy agotado; pero en media hora estaré en tu casa.

La puerta estaba entreabierta y la casa a oscuras. Entré con precaución, llamándola con insistencia. La encontré sobre el sofá, despeinada, con los ojos rojos de llorar, hecha un ovillo. Llevaba puesta sólo una camiseta blanca que mantenía tensa con sus manos haciendo que cubriera sus piernas hasta llegar casi a los tobillos.

Me senté a su lado y la abracé, hipaba y no cesaba de sollozar.

¿Qué te ha pasado?. Va cuéntamelo – Le susurré en tono tranquilizador

Pareció serenarse un poco y comenzó su relato:

Esta mañana, Joaquín, mi marido, ha querido tener sexo conmigo antes de marcharse. Estaba dispuesta a ello, como otras veces, sin pasión, sin que previsiblemente compartiéramos el placer. En el momento de la penetración, ha intentado sodomizarme. – Nuevamente las lágrimas aparecieron en sus ojos – No es que me niegue por principios, ene el sexo todo vale si hay complicidad; pero él sólo pretendía denigrarme, utilizarme aún más de lo que hace normalmente. Y me he negado, no se como he escapado de sus abrazo; pero lo he hecho.

Clara solloza de nuevo y queda en silencio.

Bueno mujer, si sólo ha sido eso, es una cabronada; pero ya está. ¿O es que te ha pegado?, ¿te ha forzado a tener sexo anal? – Acabé preguntando viendo la cara de angustia que ponía.

No me ha pegado, sólo me ha zarandeado y me ha llamado puta. "Es la primera vez que una puta, a la que pago por follar se niega a hacer lo que se me antoja" . Me gritaba como un energúmeno, mientras me sujetaba de los hombros.

Se la veía indignada, muy indignada y siguió hablando

" ¿Qué me pagas por follar? ¿Sexo por dinero? ¿Pero quién te crees que soy?", Le grité.

De repente le cambió la cara y sed quedó mirándome con los ojos muy abiertos. Me acarició la cara con las dos manos y con un tono de voz muy tierno continuó:

Perdóname, Ángel, perdóname. No he querido ofenderte, tú te ganas la vida así y no quiero que pienses que te desprecio por ello. Eres mucho mejor que muchos dignos y decentes padres de familia que pagan a escondidas estos servicios.

No te preocupes, Clara, no me he ofendido. Sé perfectamente lo que soy y como soy. Sigue, por favor.

Joaquín seguía gritándome: " Claro que eres una puta. ¿Por qué te crees que tienes dinero? ¿Quién te paga los gastos?. No tienes más obligación que la de acostarte conmigo, la de dejar que te folle cuando y como quiera. Ni siquiera serás nunca madre. ¿Para que sirve una mujer así?. Sólo para follar con ella y por eso te pago y te mantengo. ¿No es eso una puta?, una puta mantenida por un único cliente; pero una puta

Yo estaba asombrado de cómo su marido podía tratarla así; pero su relato no acabó ahí.

No me dejo reaccionar a lo que me decía. Hizo que me arrodillara y me metió la polla en la boca. " Al menos, esto sí que lo harás". Bramaba mientras movía las caderas haciendo que casi me ahogara. No me quedaban fuerzas, ni físicas ni mentales, para nada y le dejé hacer. Se corrió en mi boca, sin previo aviso. El semen se escurría por la comisura de los labios y estuve apunto de vomitar. Sabía perfectamente que no quería que lo hiciera, nunca hasta ahora le había permitido hacerlo, y se estaba vengando de mí. Me empujó, dejándome en el suelo llorando. El reía y al cerrar la puerta todavía me gritó " Me voy al hospital. Volveré tarde. Ya que tú no sirves ni para darme placer, me tendré que recurrir a quien sí se deja hacer todo lo que haga falta para mi disfrute. Y hay muchas dispuesto a ello". Cuando me he quedado sola, solamente se me ha ocurrido llamarte. Perdona, si te he hecho venir contra tu voluntad.

El relato me había llenado, por una parte, de indignación y, por otra, de pena. No me pude contener. La abracé con fuerza y al besarla, una y otra vez, probé el sabor salado de sus lágrimas que me recordó al de su sexo.

Su postura cambió radicalmente, fue si como mis besos la hicieran volver a ser la mujer que yo conocía. Me lleno la cara de besos y la tomé en brazos y la llevé en volandas al dormitorio.

Desnudos sobre la cama, seguimos besándonos y acariciándonos. Nos revolcábamos, cambiando de posición continuamente, hasta que en un momento que estaba sobre ella, le sujeté las manos contra las sábanas y la penetré. Su sexo cálido recibió a mi polla desnuda. Era la primera vez que penetraba a una mujer sin condón, y la sensación fue inenarrable. El contacto con las lubricadas paredes de su vagina me hizo estremecer y gemir, a cada movimiento sentía como mi polla palpitaba al ritmo de los latidos de mi corazón y como parecía dilatarse más y más. Clara se retorcía musitando mi nombre. No quería perderme un instante de placer y me movía a un ritmo lento y pausado, para gozar milímetro a milímetro de cada nueva penetración. Sus pechos turgentes, coronados por los pezones endurecidos, se agitaban bajo mi cuerpo y empecé a besarlos, como sabía que a ella le enloquecía. Se agitó aún más, acariciando mi espalda y finalmente tensionó todo su cuerpo.

Abrió los ojos y me sonrió diciendo:

Gracias

¿Gracias de que?

Ah es verdad, esto se paga

La miré con mala cara y ella lanzó una carcajada

No tonto, es una broma

Pues no gastes bromas. No sabes lo que he deseado sin saberlo hacer esto contigo, sin mercantilismos y sin barreras. ¿Sabes que eres con la primera mujer que lo hago sin condón?

Yo también te he deseado como hombre desde que te conocí; pero no estaba segura de que tu sintieras lo mismo. No sabía si me deseabas tanto como intuía o si era todo un simulacro, parte del servicio.

He tenido muchas dudas; pero ahora lo sé. Me ha costado reconocerme a mi mismo como pe ponía estar contigo

No hace falta que digas nada. Lo noto perfectamente. ¿Es que no piensas continuar?

Mi verga seguía hundida en su sexo y mantenía una erección casi dolorosa. Tenía una necesidad imperiosa de descargar; pero el estar sin condón me retraía.

Es que si sigo me correré y no me he puesto condón.

No me puedes preñar y confío plenamente en ti. Así que puedes seguir, si quieres; pero… - Se detuvo unos instantes - …hay algo que seguro que los dos también deseamos.

Me empujó para que la liberara y una vez separados, se tomó mi polla con su boca. ¡Dios que sensación!. Si penetrar en su sexo sin barreras había sido algo extraordinario, aquello era placer de dioses. Mientras mi polla se deslizaba suavemente entre sus labios una y otra vez, su mirada me decía que gozara, que ella también lo haría conmigo. Su gesto de alegría no tenía nada que ver con el de la Clara que había encontrado al llegar.

Se detuvo con el glande entre los labios y lo chupó y lo lamió hasta hacerme gemir de placer como nunca antes lo había sentido. La corona del glande, el frenillo, el orificio de la uretra, los iba recorriendo con la punta de la lengua, alternándolo con movimientos de mi verga hasta lo más profundo de su garganta.

Limpió una y otra vez las gotas de líquido seminal que fluían de manera cada vez más continua. Estaba lamiendo la zona del frenillo, con el glande reposando sobre su lengua y apuntando al interior de su boca abierta, cuando sentí que había empezado a correrme y que las primeras gotas de semen previas a las descargas habían salido al exterior. Clara lo percibió como yo y, con un raudo movimiento, envolvió mi sexo en la calidez de su boca.

Me corrí, como nunca lo había hecho en mi corta vida. Seguramente era mi primera eyaculación resultado de un auténtico deseo sexual, más allá de la simple necesidad fisiológica. Clara mantuvo los labios ajustados a mi polla recibiendo en su interior todo mi semen. Tras los primeros trallazos, empezó a deslizar rítmicamente mi verga entre sus labios y sentí como un fluido viscoso y calido, mezcla de esperma y saliva, se escurría por el tronco de mi polla, mojándome los huevos y el pubis. Clara siguió con la felación hasta que deje de contraerme fruto de los espasmos del orgasmo. Entonces me besó y estuve apunto de estropearlo todo. Por un instante, casi rechazo ese beso apasionado cargado de mi propio sabor; pero enseguida rectifiqué y la bese con pasión, compartiendo los restos del más maravilloso clímax de mi vida. ¿Como podía rechazar algo que era mío, de la boca de la mujer en que había descargado y que, hacía nada, me había confesado que nunca había permitido que su marido lo hiciera?

¿Por qué lo has hecho? – Pregunté mientras le acariciaba el pelo – Me has dicho antes que no te gusta que se corran en tu boca.

¿Quién te ha dicho algo así?. No se lo permitía a Joaquín, por cabrón; pero me ha encantado hacerte gozar de esa manera como los has hecho. Él no es agradecido ni a la hora de gozar, hasta en eso es egoísta.

Seguimos en la cama, acurrucados, abrazados el uno al otro. Clara esta pensativa; pero no le dije nada. Le habían pasado muchas cosas y todas ellas importantes: La relación con su marido había estallado por los aires y no estaba nada claro que esperaba de nuestra relación. Yo tampoco sabía como encaminar mi vida. De repente me dijo:

Quiero que me sodomices.

Me quedé de una pieza y sólo acerté a responder titubeando.

Pero,

Me va a ser muy complicado evitar que Joaquín lo haga. Quiero estar preparada y no darle el gusto de que sea él el primero que lo haga.

Bueno, ya hablaremos. Es algo que requiere su tiempo, no quiero hacerte daño

Me volvió a abrazar y a besar.

EROS Y TANATOS

Desde aquel día, Clara dejó de ser mi clienta. Nos veíamos cuando ella estaba sola y mi ocupación me lo permitía. Fui intentado obviar el tema del sexo anal; pero al final tuve que ceder.

Un día recibí un SMS que escuetamente decía "Ven enseguida, te espero". Era muy extraño, nunca lo había hecho e intenté llamarla; pero su móvil parecía apagado.

Acabé un servicio que tenía pendiente y me dirigí a su casa. Llame al timbre y la puerta de abrió lentamente. Clara tenía una expresión extraña. Crucé el dintel de la puerta; cuando interpreté su cara de temor, ya era tarde. Un ruido a mis espaldas y un débil pinchazo, me pusieron sobre aviso; pero antes e caer sin sentido no pude ti terminar mi expresión de sorpresa

¿Qué pa…?

Y a duras penas alcancé a oír la voz de Clara:

Lo siento, Ángel, lo siento.

Desperté sin acabar de comprender lo sucedido. Me sentía aturdido y, al intentar moverme, me percaté de que estaba inmovilizado. Al buscar la razón de este estado, descubrí que estaba completamente desnudo, atado en una silla delante de la cama que tantas veces había utilizado y que Clara estaba sobre ella, con las manos sujetas a la cabecera de la cama y las piernas abiertas y también inmovilizadas.

Vaya, vaya. El Romeo de pago ya se ha despertado.

Era una voz masculina y totalmente desconocida. Pero que de inmediato atribuí al marido de Clara.

¿Qué me has hecho, cabrón? – Interrogué, airado.

¿Cabrón?, me llama cabrón un prostituto que se tira a mi mujer y la saca el dinero por hacer aquello que sólo a mí me debe, como su marido.

Será por que eres incapaz de satisfacerla. ¡Cerdo de mierda!

¿Satisfacerla, yo? Es ella la que me ha de satisfacer a mí, por que soy el la mantiene y por que es mi mujer.

La mirada de Clara saltaba de su marido a mí, con el pánico reflejado en ella

Eres un machista repugnante y no te mereces una mujer como Clara.

No respondió a mis insultos; pero siguió hablando, ahora con un tono aparentemente sosegado; pero que me produjo más miedo que sus gritos precedentes.

Bien, como por lo visto no sé follar, me vas a enseñar como lo haces para ponerla más cachonda que una perra en celo. ¡Quiero ver como te la follas!. ¡Ja, ja, ja!

Su carcajada sonó como un estruendo en la habitación.

Además de un cabrón eres un gilipollas, como crees que se me va a poner dura en esta situación.

Pensaba que un profesional como tú controlaba las situaciones; pero por si acaso estoy prevenido y no voy a dejar nada al azar.

Una sonrisa malévola ilumino su cara, mostrando una jeringuilla que había mantenido escondida hasta el momento.

La farmacología moderna hace maravillas. PG-E1, alprostadil, como lo quieras llamas. Un pinchacito en la polla con una buena dosis y se te pondrá como palo. ¿No me digas que no lo conocéis en tus círculos profesionales? Ya verás como te puede llegar a ser útil.

Se me acercó lentamente, preparando la jeringuilla para su uso, sacando el aire. Vi entonces que llevaba guantes de látex, parecía un personaje de una película de terror. Tomo mi pene con una mano y yo intenté evitarlo; pero mis movimientos eran muy limitados.

Mejor que no te resistas, al final lo conseguiré y no querrás poner en juego tu herramienta de trabajo ¿verdad?

Busco el punto de inyección y presionó en émbolo. Sentí sólo un leve pinchazo y en breves minutos mi polla se elevó como un mástil.

Ves, que bien funciona. Ahora chico, te vas a levantar muy despacio y te vas a acostar con tu querida Clara. Pero ojito con lo que hacemos o te vuelo los huevos.

Mientras decía esas palabras, sacó una pistola de un bolsillo e hizo el gesto de apuntarme y disparar imitando el sonido de un disparo. En la cara se le veía que disfrutaba de la situación. Me desato sin dejar de apuntarme y yo le obedecí.

Así me gusta, que seas buen chico. Ahora vas a comerle el coño. Quiero comprobar si es cierto que ella disfruta como dice y si un hombre es capaz de caer tan bajo. Aunque claro, por dinero cualquier cosa. ¿Qué se puede esperar de un hombre que se prostituye. Además, a pesar de lo que esa puta te haya dicho, no soy un salvaje y al menos tendrá el coño lubricado con saliva cuando se la metas, para que no le duela.

La miré a los ojos buscando una respuesta y en con un mínimo gesto recibí su resignada aceptación. Notaba la rigidez de sus piernas y mis labios no encontraron en su sexo la calidez de otras veces. Acaricié y besé sus muslos, susurrándole que se relajara, que cerrara los ojos, que no pensara, que se dejara llevar por los sentidos.

Poco a poco percibí como su respiración se hacía más pausada, que su cuerpo se iba abandonando y dejaba de oponer cualquier resistencia. Cuando mi lengua se escurrió entre los labios de su coño, un débil estremecimiento sacudió su cuerpo y su respiración se hizo más profunda. Lentamente Clara iba reaccionando como de costumbre y su sexo empezaba mostrar la excitación que le producían mis caricias. Cuando rocé su clítoris, no pudo contener un profundo gemido y todo su cuerpo se tensó arqueándose, haciendo que su sexo y mi cara se fundieran aún más.

¡Basta ya! – Su voz denotaba incomodidad ante lo que veía – Métesela de una vez. – Interrumpió Joaquín.

Me deslicé cuerpo arriba, recorriendo con mi lengua cada rincón en el que sabía que las caricias la estimulaban especialmente. Era como si quisiera vengarme de ese cabrón y demostrarle que yo si que sabía hacer gozar a Clara. Clara ya estaba totalmente entregada, me acariciaba entre temblores, y, cuando mis labios rodearon sus endurecidos pezones, me abrazó atrayéndome hacía ella y acabando fundidos en un profundo beso.

La penetré, hundiéndome en ella hasta el fondo, hasta que nuestros cuerpos quedaron como soldados. Rodeó mi cintura con sus piernas y quedamos así unos instantes mirándonos a los ojos. Su mirada reflejaba un mar de sentimientos encontrados. Cuando aflojo la presión, fue la señal para que empezara a moverme y lo hice lentamente, arrancando de su garganta, a cada envite, un largo gemido. Noté sus uñas clavándose en mi espalda y su boca buscando la mía, como si quisiera evitar ser oída, los temblores de su cuerpo anunciándome su orgasmo y las palpitaciones de su sexo que albergaba el mío.

¡Puta, más que puta, zorra! ¡Te he follado centenares de veces y jamás me has respondido así! – Bramó a mis espaldas.

Y a partir de aquí todo se produjo a un ritmo vertiginoso. Una detonación, el clímax de Clara y un terrible dolor que apuñaló mi espalda. Sentí que moría, vi pasar vida ante mis ojos en un instante y entre brumas, justo antes de perder el sentido, oí una segunda detonación.

EPÍLOGO

La policía que me ha tomado declaración no me ha interrumpido en ningún momento. Parecía incómoda con mi relato, especialmente en los momentos de mayor carga sexual. Realmente podía haberme ahorrado muchos detalles que no venían al caso; pero en ningún momento ha hecho ni dicho nada por evitarlos. Ella me ha pedio que le explicara las cosas con todo detalle y eso he hecho.

Reconozco que he tenido mucha suerte, podía estar muerto en lugar de ella.– He añadido al concluir mi relato.

A lo mejor no ha sido suerte. Joaquín Herrera era un médico y buen tirador, por tanto sabía que hacer para no errar el tiro. Atravesó limpiamente tu cuerpo bajo el omoplato derecho y la bala de su disparo se quedó alojada en el corazón de su mujer, que murió al instante. Es posible, que por la tensión del momento, disparara al azar y que realmente hayas tenido suerte; pero lo tenía todo demasiado bien preparado y planificado para que el final se le escapara de las manos. Es muy probable que todo esto la hubiera organizado para demostrarse a si mismo que ningún otro hombre podía hacer gozar a su mujer

No la he dejado acabar la frase y he continuado yo mismo con el argumento

que, al verla alcanzar el clímax, su orgullo machista le ofuscara y la matara premeditadamente. Por que Clara murió en pleno orgasmo. Es curioso, el sexo, que da la vida, y la muerte juntos; Eros y Tanatos, las dos pulsiones del sicoanálisis que mueven la vida humana.

Sí es cierto. No sabremos nunca que pasó por su cabeza en el momento de dispararos antes de suicidarse. Otra coincidencia, ¿Sabias que los franceses llaman al orgasmo "la petite morte"?

Sí, lo sabía y esta vez no ha sido ni "pequeña" ni en sentido figurado.

Ahora descansa, seguro que nos volveremos a ver cuando tenga el informe de la autopsia.

Se ha ido hacia la puerta de la habitación y antes de salir se ha vuelto

Sabes que para …. Bueno, que te expresas muy bien y se ve que eres una persona culta

La he vuelto a interrumpir

Dígalo, sin problemas, "que para trabajar con la polla…" Estoy acostumbrado y además es verdad.

Perdona, no quería ofenderte. Me ha sorprendido como te has expresado y la cultura que demuestras tener. ¿Nunca te has planteado dedicarte a escribir? Estoy segura que tienes aquí material para un buen libro. Y sí, no acabo de entender por que te dedicas a la prostitución, tú vales para otras cosas.

Le he sonreído

"Money makes de World round about" o "Poderoso caballero es Don Dinero", como prefiera. He sido pobre, y seguiría siéndolo si hubiera tenido una vida hipócritamente respetable.

Sólo me ha respondido

Descansa. Tienes una visita que hace rato que espera.

Y se ha apartado para dejarla entrar antes de cerrar la puerta.

Hola Manuel, ¿tú por aquí?

Pues claro, ¿Cómo no iba a venir a verte?

Se acercado a la cama e intentado abrazarme; pero no lo ha conseguido.

¿Cómo estas? Tío, ha sido la bomba

Me duele a ratos; pero saldré de esta.

¿Necesitar algo? ¿Dinero?

No te preocupes Manuel y muchas gracias. Tengo reservas suficientes para vivir bastante tiempo.

Ahora cuídate y ponte en forma para volver a la brecha a contentar coños tristes.

He sonreído y le he tendido la mano que el ha acogido entre las suyas.

Me tomaré unas vacaciones, necesito pensar.