La petit morte

Relato intimista en el a traves de una historia se explica el momento en el que una mujer al llegar al orgasmo se transporta hacia un mundo de inconsciencia tan intenso como breve.

La Petit Morte.

Sus ojos se abrieron en la oscuridad de la madrugada sin motivo aparente. Aguzando el oído fue consciente del silencio que la rodeaba y de la vacuidad de su lecho. En sus correrías noctámbulas no había encontrado a nadie digno de compartir sus fantasías eróticas, así que se fue a dormir sola sin otra compañía que su anhelo. De pronto fue consciente del calor que hacía en la habitación y pensó que una ducha le sentaría de maravilla. Con decisión alejó de sí las sábanas y deslizando sus esbeltas piernas hasta el borde del colchón puso sus pies descalzos en el suelo. Con movimientos gatunos fue estirando cada uno de los músculos de su cuerpo a la vez que iba incorporándose, dejando escapar un bostezo. Completamente desnuda se encaminó hacia el aseo contoneando sus magníficas caderas y haciendo que con cada paso sus pechos se mecieran en un leve vaivén. Al llegar, inmediatamente abrió el agua y sin esperar a que saliera caliente se metió debajo sintiendo un escalofrío en la totalidad de su piel broncínea. Era consciente de casi cada una de las gotas que se iban deslizando por su pelo, su cara, sus hombros, su vientre; hasta arremolinarse en su ombligo y resbalar por sus piernas llegando a la encrucijada que formaban sus muslos y se transformaban en un chorro que lentamente caía a través de su sexo. Un sexo de pubis depilado, piel suave y rosados interiores. Un estremecimiento de placer recorrió su columna hasta alojarse en los bajos de su abdomen despertando en ella la sensación del deseo dormido que por la noche no había podido calmar. Estirando la mano alcanzó la botella de gel y depositando en ella una porción generosa de él, fue enjabonándose todo el cuerpo con la voluptuosidad y deleite que le producía sentir sus propias caricias. Pasaba despacio los dedos por sus tetas con movimientos circulares notando como se le iban endureciendo los pezones con el roce. Disfrutaba sintiendo el dulce tacto que proporcionaba a su piel la textura del jabón en su culo, en la cara interna de sus muslos y aplazaba premeditadamente pasar sus manos por la zona mas erógena en ella, donde se escondía su mas preciado resorte, su botón de placer: el clítoris. Con movimientos expertos fue abriendo esa flor dormida que era su vulva y deslizando un dedo hacia el interior fue consciente de la calidez de su vagina y de lo húmeda y excitada que estaba. Un leve gemido se escapó de su interior a la vez que sacaba el dedo para tocar suavemente otra vez el clítoris y seguir así por unos segundos. Notaba como crecía y se volvía mas duro y que el placer ya empezaba a subir por su espalda en forma de corriente eléctrica. Mordiéndose los labios se dejo llevar por la llamarada que iba creciendo y se extendía por toda ella. No tenía prisa, quería gozar plenamente de las sensaciones que recorrían cada poro de su piel, así que disminuyó el ritmo de sus manos que no su respiración y cerrando los ojos se dejó llevar por la vorágine de ese momento. Ya no era consciente más que del agua cayendo caliente sobre ella y sus manos. Sus manos, estrujando sus tetas, pellizcando suavemente sus pezones; bajando de nuevo a su sexo buscando con frenesí el centro de su obsesión, presionando magistralmente el sitio exacto una y otra vez, una y otra vez...hasta que sintió que ya no podía mas, que miles de chispas recorrían sus entrañas concentrándose en su interior, nublando su mente, vaciándola de cualquier pensamiento y haciendo que todo fuera de un solo color: un blanco radiante; Y cuando creyó que la inconsciencia se apoderaría de ella, cuando ni los gemidos podían abrirse paso en su garganta, llegó al clímax , jadeando y creyendo que moriría de gozo.