La pescadora infiel

Su marido era fanático de la pesca, y entonces ella decidió también salir a pescar ¿o a pecar?.

LA PESCADORA INFIEL

Tuvimos que viajar con mi esposo a uno de esos lugares de veraneo en el mar, pero en pleno invierno por cuestiones de negocios.

Todo el movimiento y la actividad que tienen estos lugares en verano, lo tienen de desolación y soledad en el invierno. Quedan muy pocas personas viviendo permanentemente y trabajan en prepararse para el verano siguiente.

Una vez que terminamos las gestiones que nos habían llevado hasta allí, tuvimos unas horas libres para nosotros, y mi esposo en lugar de pensar alguna actividad en conjunto y placentera ( que estaba necesitando pues hacía unas semanas que estaba desatendida) decidió ir al muelle a pescar, una de las actividades que que a mi no me entretienen.

Discutimos un rato porque no quería quedarme sola y porque en el muelle haría mucho frío y no quería enfermarme, y porqué además necesitaba un poco de acción en la cama, pero no hubo manera de que cambiara de idea, así que tuve que ir con él.

Llegamos, y de inmediato bajó del auto sus enseres de pesca y se fue dejándome en el auto estacionado frente al mar.

Me entretuve un rato escuchando música y pasada aproximadamente una hora, decidí subir al muelle a hacerle compañía un rato.

Cuando llegué arriba y mientras pasaba junto a un depósito que había en ese lugar una silla salió de adentro y casi me golpeó.

¡Cuidado preciosa!, dijo una voz grave que salía del depósito.

Me asusté ante el objeto que voló y enojada miré hacia el lugar de donde provenía.

Un joven moreno de alrededor de 30 años, se asomó y luego de recorrerme con su mirada de arriba a abajo me dijo . " Perdona , estoy acomodando y no te había visto, y es una suerte que ahora te esté mirando", dijo con picardía mientras sonreía y me desnudaba con la mirada.

Le sonreí, y sin decir palabra, continué mi paseo hasta llegar adonde estaba mi marido.

  • Si te aburres, ven a visitarme que podemos divertirnos un rato, dijo mientras me alejaba. Pensé en dar la vuelta y contestarle que yo no era la clase de putas con la que el trataba, pero preferí no darle importancia.

Cuando llegué, mi esposo estaba entretenido con la pesca, aunque no había sacado nada, y charlaba animadamente con sus vecinos de espigón.

Había mucho viento, y frío, y de manera inconciente comenzé a pensar en el joven que había visto y recordaba la forma en que me había mirado, con un deseo y una lascivia que hacía mucho tiempo que no sentía. ¿ Su invitación habría sido de verdad? ¿ Pensaría que yo iba a acercarme a él? ¿ Sería yo tan puta como para engañar a mi marido teniéndolo tan cerca?

Mientras pensaba en el incidente, notaba como me iba excitando, hasta que dejé de lado mis prejuicios, y pensando en que era una oportunidad que no podía desperdiciar, le dije a mi esposo que tenía frío y que me iría un rato al auto, a lo que me contestó que no había problema, y que no me molestar en volver, sin siquiera mirarme, lo que fortaleció aún más mi decisión. Nunca le había sido infiel, pero quizás se merecía unos cuernos para que recapacitara.

Comencé a caminar hacia la entrada , y noté que las piernas me temblaban. Cuando llegué hasta el depósito, miré hacia todos lados y vi que nadie estaba cerca. Sólo se veían algunas personas abajo en la playa a 300 ó 400 metros, entretenidas en sus cosas.

Respiré profundo, tomé fuerzas e ingresé al lugar .

Había muy poca luz, y mis ojos tardaron unos segundos a adaptarse a la penumbra, pero cuando lo hicieron lo ví. Estaba en el fondo, lidiando con una pila de mesas de bar que se amontonaban en un rincón.

Avancé un par de pasos, silenciosamente y me detuve a mirarlo.

Su cabello corto dejaba ver un cuello grueso y una espalda ancha y fuerte, sin dudas resultado de los trabajos físicos que debía realizar siempre. Se adivinaban dentro de sus vaqueros unas piernas fuertes y musculosas.

Esos segundos parecieron minutos, y mientras lo miraba iba excitándome cada vez más y fortaleciendo mi decisión de disfrutar de este macho.

De pronto, se dio vuelta y me vio parada en medio del depósito. Se quedó estático al principio, y luego sonrió como entendiendo la razón de mi llegada. Se acercó hacia mí mirándome con esa expresión de lujuria y posesión que ya conocía, pero pasó a mi lado sin tocarme.

Me quedé quieta, sorprendida de que las cosas no pasaran como yo había imaginado, cuando sentí detrás mio como cerraba con llave la puerta de entrada. Cerré lo ojos y esperé.

Unos instantes después sentí dos manos que se apoyaban en mis hombros y comenzaban a masajearlos, siguiendo con mi cuello y bajando por mi espalda hasta mi cintura. En ese punto mi mente quedó en blanco y supe que la suerte estaba echada.

Lentamente, mientras me tomaba de la cintura me hizo dar la vuelta y comenzó a besarme en el cuello, la cara y los ojos, que aún mantenía cerrados.

Bajó lentamente por mi cuello, mientras sus manos dejaban mi cintura y se internaba por debajo de mi abrigo, llegando hasta mis pechos, de los que se apoderó por encima de mi corpiño, acariciándolos y oprimiendo con sus pulgares mis pezones que ya estaban duros y sensibles.

Mis manos acariciaron su rostro y bajaron por su pecho, corriendo hasta su espalda y abrazándolo con todas mis fuerzas. El, en ese momento, dejó mis pechos y tomándome por la cintura me besó en la boca, con un beso posesivo y húmedo, introduciéndome su lengua y recorriendo mi boca.

Este beso fue interminable y sentí que flotaba en el aire. Me sentí entregada y dispuesta a todo. Había leído que un beso bien dado equivalía a una sesión de sexo, pero nunca lo había experimentado en carne propia.

Sus manos se separaron de mi cuerpo y tomando mis brazos, los llevaron hacia abajo, hasta su entrepierna que mostraba un abultamiento importante.

Lo acaricié con las dos manos por encima de su pantalón, mientras él lo desabrochaba y lo abría. No tenía ropa interior, y una vez abierto, su verga saltó como un resorte hasta mis manos. La tomé y noté que rodeandola con mis dos manos, su cabeza sobresalía. Así comencé a masturbarlo, lentamente mientras sus besos me dejaban sin aire.

Cuando mis caricias se hicieron mas posesivas dejó de besarme y comenzó a resoplar y suspirar, y tomandome de los hombros con las dos manos, me presionó para que me agachara. Entendí lo que quería, porque yo también lo quería.

Me arrodillé y miré su verga, gruesa y larga, le pasé la lengua por la parte de abajo y cuando llegué a la punta me la introduje en la boca de un solo impulso, hasta el fondo, casi ahogándome ante semejante pedazo de carne.

Retrocedí, respiré profundo y volví a engullirla esta vez con mas calma, mientras mis manos jugaban con sus huevos, grandes y duros, repletos de leche, clara demostración del grado de excitación que mi macho tenía.

Se entregó por completo a mi trabajo bucal, y me apretaba los hombros con sus manos mientras suspiraba acompañando mis chupadas.

Su líquido preseminal comenzó a fluir y en ese momento, tomándome con fuerza me levantó del suelo, obligándome a dejar su verga contra mi voluntad.

Me miró a los ojos. Su mirada se veía turbia y excitada. Me obligó a darme vuelta y apoyarme en las mesas que había allí cerca. Desató mi jogging y colocando sus manos en mi cadera los bajó junto a mi bombacha, hasta dejarlos en mis rodillas.

Se acercó a mi culito en pompa como consecuencia de la posición que tenía y comenzó a frotar su verga contra mi conchita humeda, la que por la ropa que tenía en las rodillas estaba bastante cerrada al no poder separar las piernas. Me asustó que intentara penetrarme así, y quise sacarme la ropa, pero tomándome del cabello con fuerza me obligó a quedarme quieta, y despacio comenzó a introducirme su pedazo, rozando deliciosamente las paredes de mi vagina, hasta que sentí sus huevos chocando contra mis nalgas.

Llegado al fondo, se quedó quieto respirando profundo y juntando fuerzas. Metió sus manos dentro de mis ropas, desabrochó mi corpiño y tomo posesión de mis pechos, pellizcándome los pezones con fuerza lo que me hizo delirar de placer y me llevó a un orgasmo salvaje como había mucho que no sentía. Se quedó quieto con su pija clavada hasta el fondo hasta que sintió que mis piernas se aflojaron por la llegada al climax, y una vez que mi respiración se normalizó, comenzó un bombeo, primero suave y luego cada vez más rápido, hasta que llegó el momento que sentí que tenía un pistón hidráulico dentro de mi cuerpo.

Cada arremetida despegaba mis pies del suelo y sus manos sobaban mis tetas de manera salvaje. Me sentía al borde del orgasmo y luchaba por no gritar ante semejante posesión, pero cuando sentí que su verga se estiraba y se endurecía aún mas no pude aguantar y quise gritar, pero en ese momento, el dejo una de mis tetas y me tapó la boca diciéndome: "tomate toda mi leche" y sin más se vació dentro mío de una manera bestial. Su semen me quemaba y sus chorros parecían no terminar nunca. La penetración era tan profunda que mis pies estaban en el aire, y solo me apoyaba en mis manos, mientras una de las suyas tapaba mi boca y su brazo rodeaba mi cintura y me sostenía en el aire.

Terminado el orgasmo mas bestial de un macho que jamás había ni siquiera imaginado, y que acompañé con otro de mi parte, nos aflojamos, y después de un momento la sacó de dentro mío, se vistió y diciéndome: " Vestite perrita, que conseguiste lo que andabas buscando", fue a abrir la puerta que había cerrado un rato antes.

Me acomodé la ropa y salí . Apoyado en la puerta,el sonreía con descaro. Me parecía flotar en el aire. Me dirigí al auto y una vez allí, viendo que nadie miraba procedí a sacarme la bombacha totalmente embarrada con semen y mis líquidos y me limpié la concha y las piernas, chorreadas totalmente y la guardé en la guantera.

Luego de un rato, me sentí humillada. Un macho desconocido me había usado y ni siquiera se había molestado en decirme su nombre, ni tampoco preguntarme el mío. Había usado mi cuerpo como si fuera una puta barata, mientras a pocos pasos mi querido marido estaba pescando, creyendo que su mujercita seguía siendo la misma esposa fiel de toda la vida. Me sentí mal y decidí ir a donde estaba mi marido.

Pasé rápido frente al depósito y llegué hasta la zona de pesca.

Mi esposo, ignorante de todo lo sucedido seguía entretenido, conversando con las otras personas que como el estaban pescando. Luego de un rato, le pregunté cuanto tiempo más se quedaría, y me dijo que al menos una hora mas, y que si tenía frío lo esperara en el auto. Diciendo esto me dio la espalda y siguió su conversación con las otras personas, ignorando mi presencia.

Me quedé allí parada, petrificada ante la falta de atención de mi esposo, y mi humillación de hacía un rato se transformó en rabia y desilusión. Comencé a pensar que mi maridito se tenía merecido los cuernos que le había puesto, y hasta llegué a la conclusión de que en realidad los cuernos eran todavía chicos.

Pensé también que si bien me habían usado como una puta barata, yo lo había usado a él como un acompañante contratado, y comencé a excitarme pensando en lo que había vivido. Quería ahora sentir su piel contra mi cuerpo, sin ropa que nos estorbara, y aunque hacía frío sabía que iba a transpirar.

Del dicho al hecho hay un solo trecho, y poniendo manos a la obra, lo saludé y me fui para el auto. Por supuesto no llegué.

Entré al depósito y cerré la puerta con llave, y dispuesta a todo me saqué mi jogging y desnuda busqué a mi macho. Cuando me acerqué me miró con sorpresa y sin decir agua va me arrodillé, le desabroché su vaquero y empecé a comerle la verga.

Se quedó helado. Al comienzo trató de decir algo, pero cuando su verga se perdió en mi boca, se quedó callado y me dejó actuar, mientras esbozaba una sonrisa.

Su mirada se perdía detrás mío mientras sonreía y su mirada brillaba. Luego de un rato de chupársela y cuando ya estaba bien dura me levanté y quise besarlo. Me tapó la mano con la boca.

 Admiro tu decisión y me parece que tendrá un premio inesperado. ¿ Sabés una cosa? No estoy solo.

Un frío corrió por mi cuerpo y lentamente me di vuelta para encontrarme con un hombre de unos 45

años que me miraba con una expresión de deseo mientras tenía en su mano una verga gruesa aunque un poco mas corta que la de mi macho.

Retrocedí lentamente hasta dar contra una mesa, me apoye y tomando impulso me senté sobre ella.

Abrí mis piernas.

 Vení, cogeme, fue todo lo que dije. El hombre se acercó y sin demora apoyó su verga en mi concha, y mirándome a los ojos me la metió hasta los huevos. Aguanté su mirada y el dolor de la penetración tan violenta , y envolví su cintura con mis piernas.

 Termino con él y sigo con vos, le dije a mi amante de hacía un rato, el que se masturbaba lentamente mientras miraba como su amigo me cogía.

El que estaba dentro mío bufaba y empujaba como un poseso, para retirarse un segundo y volver a entrar con fuerza. Mi espalda se apoyó contra un mueble para aguantar sus embestidas y sentía como esa bestia me partía en dos.

Este mete y saca duro unos cuantos minutos, hasta que mi pareja no aguantó más y recostándose encima mío, se metió hasta el fondo y vació sus huevos dentro mío. Luego de varias sacudidas se quedó quieto y se retiró, y su amigo se acercó y lentamente ocupó su lugar.

Me besó mientras me penetraba, y comenzó a comerme las tetas. Envolví su cintura con mis piernas como si quisiera absorberlo, y desnudé la parte superior de su cuerpo para abrazarlo y sentir su piel contra la mía, pero luego de unos minutos el se alejó un poco sin sacar su verga de adentro mío, y mirándome a los ojos, tomó mis tobillos y los levantó sobre sus hombros, haciéndome perder el equilibrio contra el mueble y luego me metió su verga hasta los huevos sacándome el aire. Nunca me habían llegado tan profundo.

Quise cambiar la posición pero lo único que conseguí fue que así como me tenía por los tobillos, cruzara mis piernas delante de su cara y con mi concha bien ajustada comenzara a bombearme como si quisiera matarme. Con los ojos cerrados solo decía : "Así perra, así".

Fue demasiado comencé a acabar como loca. Gritaba y lloraba al mismo tiempo mientras sentía que mis liquidos corrían como un río fuera de control. Su amigo, excitado por la escena se acercó y me coloco su verga aún blanda en la boca, y empecé a chuparsela con todas mis ganas mientras seguía acabando. Tal fue la excitación de este hombre que antes de que se le pusiera dura no aguantó más y la sacó de mi boca para correrse cayendo de rodillas al suelo.

El otro seguía martillándome hasta que quedé a punto de desmayarme, y llegado a ese punto, la sacó. Sentí un ruido como si descorchara una botella, de tan ajustada que estaba mi concha por la posición que tenía, y así floja como había quedado, me giró sobre la mesa y dejando mis piernas levantadas y apoyadas contra el mueble dejó mi cabeza colgando en el borde de la mesa y en esa posición me introdujo su pija en la boca mientras me acariciaba las tetas con sus manos.

En esa posición comenzó a moverse como si estuviéramos cogiendo, pero mi boca reeemplazaba a mi concha.

Sus caricias en mis tetas me mareaban y cuando su excitación se hizo insoportable, dejó mis tetas para agarrar mi cabeza y acelerar sus movimientos.

Su cuerpo se tensó, su verga se ablandó para endurecerse de inmediato , y comenzó a lanzar chorros de semen en el fondo de mi garganta, que dada la posición de mi cabeza solo pude tragar para no ahogarme.

Conté siete chorros, los primeros cargados y espesos, los últimos mas escasos pero con la misma presión, hasta que la furia de esa verga se calmó.

La dejó en mi boca hasta que se ablandó, mi lengua terminó de limpiarla y se salió sola.

 Realmente nunca me topé con una perra tan calentona como vos, me dijo mientras acomodaba su ropa.

 Yo tampoco, y tengo algunos años mas, dijo su amigo mientras guardaba su instrumento.

Me vestí en silencio.

 Les agradezco esta experiencia, pero lamento decirles que no volverá a repetirse, dije mientras salía.

 Lo mismo pensaste la primera vez, me advirtió mi macho cuando me alejaba

Llegué al auto y en el espejo traté de mejorar mi aspecto. Tenía una cara de puta satisfecha imposible de ocultar, o al menos eso me parecía.

Al rato llegó mi esposo, y me abalancé sobre él y lo besé, con todo el gusto de las vergas que me habían poseído en la boca.

Se separó de mi.

 Esta noche estoy cansado con esto de la pesca así que ni lo sueñes, dijo sonriendo, y te digo que pienso venir más seguido, aunque te enojes.

 No hay problema. Verte pescar me da mucho placer así que voy a acompañarte siempre que vengas dije sonriente y satisfecha.