La pescadora infiel (2)

Mi maridito invita a algún amigo a pescar y yo practico mi hobby favorito.

LA PESCADORA INFIEL II

Ya les conté lo que ocurrió cuando mi esposo decidió ir a pescar.

El problema es que la decisión de vengarme de su indiferencia, generó en mí otras necesidades. Si hasta aquí había sido fiel, ahora pensaba no privarme de ninguno de los placeres que me apetecieran.

Tiempo después de mi primera experiencia infiel, mi maridito decidió aprovechar unos días de vacaciones para ir a reparar unas puertas de nuestra casa de veraneo en la playa, y como la carpintería no es su fuerte, invitó a un compañero de su trabajo que se da maña con esas tareas.

Daniel, su compañero de trabajo, era unos 10 años más joven que mi esposo. Era también mas alto y tenía un físico más cuidado. Lo que lo destacaba era su simpatía y timidez que hacía que se sonrojara por cualquier cosa, máxime cuando tenía que convivir con gente que no conocía mucho como era este caso, ya que apenas si alguna vez habíamos hablado por teléfono y nos habíamos visto en alguna reunión de la empresa. Sin prestarle demasiada atención, me resultaba una persona agradable y tranquila.

La administración de nuestra casa de veraneo le prestó una pequeña casita que se encontraba a unos cinco minutos de la nuestra, para que permaneciéramos allí mientras hacíamos las reformas.

Todos los días, desde la mañana, íbamos a la casa. Yo les preparaba café y ellos se dedicaban a los arreglos mientras escuchábamos música. Luego de un rato de mirar a Daniel, comencé a imaginarme la posibilidad de hacer que algo ocurriera entre nosotros, máxime cuando lo sorprendí mas de una vez mirando mi cuerpo cuando le daba la espalda. La cuestión era como hacer para conseguir lo que yo quería, sin que el amigo de mi esposo, privilegiara su amistad y me rechazara.

Su habitación estaba junto a la nuestra y el baño estaba enfrente, así que al regreso, cuando nos duchábamos tuve oportunidad de verlo envuelto solo en su toalla, y me gustó lo que ví, y yo por mi parte aproveché para asomarme a su cuarto con cualquier excusa, cuando ya me había desnudado para entrar al baño, y envuelta en una toalla, como al descuido abierta en una pierna o mostrando mis pechos mas allá de lo normal. La forma en que se ponía colorado me probaba que lo que veía le gustaba y que en su interior se estaba generando un conflicto de intereses muy interesante. Por mi parte, la situación me excitaba sobremanera.

Una noche, luego del trabajo y de salir a cenar, mi esposo propuso ir a pescar y lo acompañamos. Cuando llegué al muelle pasé por el depósito que me traía tantos recuerdos y al instante me sentí muy excitada, y decidida a llevar adelante mi proyecto.

Estuvimos un rato allí, y como no obtuvimos nada nos fuimos a dormir, pero mi esposo quedó muy enojado con el fracaso y se fue jurando volver al otro día bien temprano para probar suerte. Yo le dije que no iba a venir tan temprano pero Daniel se comprometió a acompañarlo. Lo que no sabía era que yo no estaba dispuesto a permitirlo.

Al otro día, a las seis de la mañana mi esposo se vistió y se dispuso a salir, pero cuando fue al cuarto de Daniel lo encontró profundamente dormido, seguramente cansado por el trabajo del día anterior y contrariado dudó en irse a pescar o suspender su salida, para no dejarlo mal parado a su amigo que había prometido acompañarlo.

-No te preocupes, le dije conciliadora, déjalo que duerma y cuando se despierte te llamo al móvil para que vengas a buscarlo, así te acompaña.

    • Bueno, dijo mi esposo impaciente por su deporte favorito, tienes razón, no vale la pena despertarlo, pero si se despierta llámame al móvil que vengo a buscarlo. Si no quiere ir a pescar que me espere y atiéndelo bien.
    • No te preocupes, dije, mientras voy arriba a vestirme por si se despierta.
    • Nos vemos, dijo mi marido ya sin escuchar mis últimas palabras apurado por su tarea.

De noche usaba para dormir un pijama de algodón abrigado, así que subí a cambiarme, mientras escuchaba el auto de mi marido alejarse.

Revisé mi cómoda y encontré un camisón color piel casi transparente, que me puse, sin nada debajo.

Fui al baño, me lavé, me peiné y lentamente, sin hacer ruido, entré en la habitación de Daniel.

Me detuve con la respiración agitada junto al umbral. Tardé unos segundo en acostumbrarme a la semi-oscuridad de la habitación.

Durmiendo, boca arriba, estaba mi objeto del deseo.

Recorrí su cuerpo con mi mirada, y me detuve gratamente sorprendida por el bulto que se veía, producto seguramente de algún sueño húmedo.

Me acerqué lentamente, y arrodillándome al lado de su cama comencé a acariciar suavemente el abultamiento que mencioné.

Ante mis caricias, y sin despertarse, Daniel comenzó a suspirar y murmurar entre sueños.

Sentí como bajo la frazada su verga se endurecía y alargaba, y suavemente pasé mi mano debajo de las sábanas y aferré su pedazo comenzando lentamente a masturbarlo.

Esta acción pareció paralizarlo, dejó de suspirar y su cuerpo comenzó a tensarse. Sus brazos de elevaron y se ubicaron debajo de su cabeza, mientras seguía soñando, aunque ahora con un poco de ayuda de mi parte.

Con la otra mano fui retirando las sabanas y la frazada para dejar su miembro libre ante mis ojos. La vista me confirmó lo que mis manos habían palpado.

Su miembro era grueso y de un largo respetable. Nada del otro mundo, pero más que suficiente para cualquier mujer. Y mas aún si la mujer estaba excitada como yo en ese momento.

Una vez que estuvo libre, pude sopesar sus huevos con mi mano izquierda mientras seguía masturbándolo con la derecha, y por fin, luego de unos minutos, retiré toda la piel de su verga hacia atrás y procedí a engullirla despacio, pero hasta el fondo.

Cuando lo tuve en mi boca, fue como si una corriente eléctrica lo hubiera atravesado. Sus manos se dispararon desde debajo de su cabeza y tomando la mía la empujaba hasta que sentí que me había tragado toda su herramienta. Sus suspiros se hicieron entrecortados, y cuando yo pensaba que iba a vaciarse, se despertó.

Abrió sus ojos como platos, sin entender que estaba pasando, y cuando se dio cuenta, con una mirada aterrorizada me tomó de los cabellos y me obligó a dejar su verga, haciéndome doler.

Cuando me separé, se sentó en la cama.

    • ¿ Estás loca? dijo balbuceando y con su rostro sonrojado.

Despacio, y acariciándome la cabeza luego del brutal tirón de cabello que me propinó, me levanté, y una vez de pie separé las piernas. Sabía que la ventana a mi espalda brindaba un espectáculo excelente por la contraluz. y no me equivoqué. Daniel no podía dejar de recorrer mi cuerpo con su mirada y su verga latía y se sacudía, mas caliente que cuando la tenía en mi boca.

Estaba en mis manos. Este tímido muchacho no tenía escapatoria, frente a una mujer con experiencia y ganas de pasarla bien.

Me acerqué y con firmeza lo tomé de los hombros y lo obligué a acostarse en la cama.

Le tapé la boca con la mano mientras intentaba inútilmente decir algo, pasé mi pierna izquierda por encima de su cuerpo, con mi mano libre tome su verga y de un solo envión me empalé hasta el fondo. Una vez que me afirmé bien saqué mi mano de su boca y la reemplacé con mi boca, y mi lengua reprodujo entre sus labios lo que su herramienta hacía dentro de mi vagina.

Movió su cabeza, hasta que consiguió despegarse

    • ¿ Estás loca? ¿ Y tu esposo?
    • No está, se fue a pescar y me pidió que te atendiera bien.
    • Por favor, es mi amigo, no podemos hacer esto.
    • Y va a seguir siendo tu amigo, y yo también.
    • Me estás enloqueciendo, no se lo que hago.
    • bueno, mientras te enteras bombeame un poquito, dije besándolo en la oreja.

Lentamente, comenzó a moverse dentro mío, y la sensación fue deliciosa. Despacio sus tiradas comenzaron a hacerse mas profundas y rápidas, y en pocos minutos era un verdadero pistón que tenía dentro mío. Su respiración se había vuelto agitada y violenta. Respiraba con la boca abierta y me tomaba de las caderas con ambas manos. Me levantaba, me ensartaba y me dejaba caer, en un esfuerzo que me enloquecía aún mas, y me llevó a un orgasmo largo y profundo.

Caí sobre su pecho, mientras el seguía en su tarea , y dejando mis caderas comenzó a acariciarme las tetas, primero a través de mi camisón y luego bajando los breteles, me desnudó medio cuerpo y pudo manosearme a su antojo.

¿ Cuanto tardaría en volver mi marido? No lo sabía y por ser la primera vez, era suficiente.

Me erguí sobre su verga, deslicé mi mano hasta tomar sus huevos, y acerqué mi boca a su oído

    • Vaciate, le ordené más que le pedí. Tuve la sensación que le gustaba sentirse dominado.
    • No tengo preservativos, dijo mientras seguía empujando su instrumento.
    • Ni falta que hace. Quémame con tu leche. Y acompañando el dicho con la acción le apreté los huevos.

A continuación sentí una serie de penetraciones que me llegaron hasta el útero, y en la última quedándose bien adentro sentí como se vaciaba en largos y potentes chorros, mientras apretaba los labios para no gritar y se ponía rojo como un tomate.

Tuvo un orgasmo largo, tan largo que pensé que había acabado dos veces. y luego quedó boqueando como un pez, tratando de recuperar el aire.

Me quedé unos segundos recostada sobre su pecho. y luego lentamente me levanté de la cama, sintiendo como su semen chorreaba por mis piernas.

    • Esto que hicimos fue una barbaridad, dijo tapándose la cara con ambas manos.
    • Y lo vamos a seguir haciendo cuando y donde yo quiera, si no quieres que le cuente a mi marido como te aprovechaste de mí, le dije con voz grave.

Me miró con los ojos desorbitados y quedó sin palabras.

    • Es un chiste, dije sonriendo, pero no me niegues que tienes ganas de repetirlo alguna otra vez.
  • Sinceramente, muchas veces soñé contigo, pero no pensé que esto pudiera pasar. Y se quedó acostado mirando el techo.

Fui hasta el baño a lavarme, me vestí y me dirigí a la cocina.

  • Al rato llegó mi esposo, con cara de pocos amigos.
    • ¿ Que pasó? pregunté inocentemente
    • Que no había un mísero pez. Me aburrí como un hongo y tomé frío, únicamente. Al final Daniel estuvo más acertado que yo al quedarse en casa. ¿ Duerme aún?
    • No se, dije, yo estuve aquí

En eso Daniel, entró en la cocina. Si mi marido no fuera tan negado, hubiera notado su cara culpable, pero no le prestó atención.

    • Daniel, tuviste razón al no ir a pescar, pero podrías al menos haberte levantado. Mi mujer te hubiera atendido bien.

Mientras, sonrojado, Daniel intentaba balbuceando explicar que estaba muy cansado y que se durmió como un poste sin sentir nada, yo lo miré desde la espalda de mi esposo, preguntándole con la mirada si realmente no había cumplido con los deseos de mi esposo, por la forma en que lo atendí.

El día transcurrió normalmente, salvo por el hecho que Daniel trataba de acercarse donde yo estaba y disimuladamente trababa de rozarme, de tocarme, cuando mi esposo no miraba, cosa que yo no le permití, para evitar indiscreciones que se hicieran evidentes. La cara de desolación del muchacho era increíble.

Por fin, luego de otro día de trabajo, volvimos a la casa. Mi esposo se bañó, luego lo hice yo, y Daniel se quedó encerrado en su cuarto.

Cuando dejamos libre el baño entró a ducharse .

    • Voy a buscar el diario, dijo mi esposo. Cuando vuelva merendamos.
    • Bueno, pero no tardes que tengo hambre, dije
    • Ya sabes que no me gusta que me controles los horarios, dijo mi esposo, y se fue.

Esperé que el auto arrancara, y cuando lo escuché subí hasta el baño, entré sin llamar y corrí la cortina, encontrándolo a Daniel masturbándose bajo el agua.

    • Eso no se hace, dije, y tomándolo de su verga lo saqué hasta el borde de la ducha, y arrodillándome se la comí de un solo bocado.

Jugué con su verga, se la lamí de arriba a abajo, la sacaba, me la introducía hasta el fondo, le chupaba los huevos que estaban durísimos, y así hasta que lo llevé al borde del orgasmo.

Pensaba dejarlo caliente para que sufriera, pero en ese momento algó cambió.

Cuando intenté dejarlo, me tomó de los cabellos, y me obligó a seguir chupando.

    • Perra, ni se te ocurra dejarme así, te vas a tomar mi leche, y sin decir más comenzó a eyacular en el fondo de mi garganta sin dejarme respirar. Cada chorro era acompañado con un "come, puta, come" en voz baja.

Sentí que me ahogaba con su semen y la única manera de evitarlo fue tragar y seguir tragando hasta que la última gota salió de su lanza.

Cuando terminó de acabar me soltó, y yo me levanté chorreando semen por las comisuras de la boca. Me tomó de la cara y comenzó a besarme en toda la cara embarrando su semen en nuestros rostros, y toda su violencia se transformó en una dulzura que me excitó aún más.

-Basta que vuelve, dije lamentando tener que dejarlo, y limpiándome en el lavabo y acomodando mi rostro y cabello fui al comedor.

Al rato bajó Daniel, y cuando iba a decir algo entró mi esposo.

    • Ya llegué !!!, exclamó, ahora mi mujercita nos va a preparar la merienda. Yo quiero un café, y tú Daniel ?
    • También, dijo mirándolo tranquilamente, como si comenzara a disfrutar los cuernos que le estaba poniendo.
    • Perfecto, entonces, querida tres cafés. Tu sabes Daniel que a ella no le gusta la leche.
    • Vaya, no me lo hubiera imaginado, dijo con inocencia el muy hijo de puta.
    • Si, por eso yo tomo siempre café para acompañarla, explicó el inocente cornudo.
    • Y bueno, dije, todos tenemos nuestros gustos, y moviendo el culo sensualmente fui a la cocina a preparar las bebidas.

Al otro día, era el último de nuestra estadía. Ya las miradas de Daniel eran lujuria pura, y disfrutaba con los dobles sentidos frente a mi esposo, gozando la infidelidad. Se había convertido en un verdadero hijo de puta.

Llegamos a la casa a trabajar y no teníamos la llave.

    • No puede ser, me la olvidé en casa, dijo mi esposo. Yo cerré ayer y tengo que haberla dejado en alguna parte.
    • Fíjate en el auto , le dije.

Revisó el vehículo pero no encontró nada.

    • Querida, fijate si no dejé la puerta abierta, y la llave en la cerradura.

Fui hasta la puerta pero estaba cerrada y no había ni señas de llave alguna.

    • No, le dije.
    • Bueno, espérenme aquí que voy a buscar la llave dijo subiéndose al auto.

Quedamos allí en la puerta con Daniel, quien me miraba sonriendo.

    • ¿ Que te causa gracia? le pregunté.

Sin decir palabra, sacó una llave de su bolsillo y abrió la puerta, invitándome a entrar.

Lo miré incapáz de creer lo que había hecho.

    • Pero lo hiciste ir a buscar una llave que no existe, dije
    • Son cinco minutos para ir, cinco para volver, 10 minutos buscando. Creo que tengo tiempo de echarte un polvo, y empujándome me obligó a entrar.

Una vez adentro quise darme vuelta, pero tomándome de los hombros lo impidió y acercó su boca a mi oído.

    • No perra, hoy manejo yo, y uniendo el dicho al hecho, comenzó a besarme en el cuello, mientras sus manos entraban por mi espalda y capturaban mis pechos.

Me quedé allí de pie, inmóvil, limitándome a sentir, sus besos y caricias y dejándolo hacer.

Su mano derecha dejó mis pechos y bajó por mis nalgas hasta perderse en mi entrepierna.

Mi pantalón de gimnasia elastizado se humedeció casi de inmediato, cosa que descubrió cuando metió su mano dentro de mi ropa.

    • Lamentablemente, no hay tiempo para muchos preámbulos, pero veo que lo entendés, me acercó a la mesada de la cocina y me obligó a apoyar las manos sobre ella. A continuación bajó mis pantalones y mis bragas y hizo que quedar una de mis piernas libre. Yo cerré los ojos, tratando de imaginar lo que estaba ocurriendo.

Sentí un cierre que se desabrochaba, un cinto que se abría, y un cuerpo que se aplastaba contra el mío mientras una barra caliente se apoyaba en mi vagina.

    • Pontela, me ordenó. Y tomándola entre mis piernas la dirigí hacia mi abertura, cuando sintió que los labios de mi cueva lo rodeaban, empujó lentamente, hasta que entró la cabeza de su herramienta. Y allí se quedó.

Lo sentía como respiraba profundo y como mi nido se inundaba con mis propios líquidos, y traté de sacar mi culo hacia afuera para profundizar la penetración, pero el muy hijo de puta se retiraba cuando yo me acercaba y solo su cabeza estaba dentro mío.

    • Dejá de jugar que no tenemos tanto tiempo, dije en la cima de la excitación.

Pero el siguió en este juego del gato y el ratón, consiguiendo excitarme como nadie lo había hecho antes, hasta el punto que me corrí llorando de impotencia, al no conseguir que me penetrara.

  • Vamos a darle un poco de emoción, dijo y tomando el móvil hizo una llamada.

    • Hola, no sabes lo que pasó. Mientras te esperábamos caminamos alrededor de la casa y encontramos la llave en el suelo. Si se ve que se te cayó ayer cuando cerraste. No, no hay problema tómate tu tiempo, yo tengo que terminar un trabajo. Cuando termine te llamo para que nos vengas a buscar. Si, no te preocupes, si tu mujer se aburre le daré algo que hacer. Nos vemos.

Apagó el móvil. y se quedó quieto. Me dí vuelta y lo ví sonriendo. Me miró a los ojos y sin decir nada me penetró hasta las cachas haciéndome caer contra la mesada.

    • Ya escuchaste, tengo un trabajo que acabar, pero no parece que te estés aburriendo.
    • Resultaste un verdadero degenerado. ¿ No era que te preocupaba tu amigo?
    • Mira, desde que te conozco, el único amigo que me preocupa es el que está adentro tuyo taladrándote. Y aferrándome de las tetas comenzó a entrar y salir con un movimiento lento y profundo, que se fue acelerando, mientras dejo mis tetas para meterme un dedo en el culo, haciéndome enloquecer.
    • No te detengas, susurré casi sin respiración.
    • Esto recién comienza. El otro día no tenía preservativos, pero hoy tengo crema, y a continuación procedió a embadurnarme el culo con una substancia que sacó de un sobre que tenía en el bolsillo de la camisa.
    • ¿ Que vas a hacer ?
    • Te voy a romper el culo como despedida de estas vacaciones. Me quedé helada. Nunca me habían hecho eso. Pero la duda fue suficiente. Cuando reaccioné la cabeza de su verga estaba dentro de mi ano. Una sensación de saciedad me embargó .
    • despacio, por favor, nunca lo hice por ahí, supliqué
    • ¿ Que pasó con la mujer que me pervirtió y me obligó a traicionar a mi amigo? dijo. Ahora eres mía, y comenzó a empujar dentro de mi culo.

Primero sentí un poco de dolor pero era tal mi excitación que me aflojé y tiré mi culo hacia atrás para facilitar la penetración. Al poco rato sentí como sus huevos pegaban contra mi concha. Y allí comenzó a bombearme con desesperación.

Mis orgasmos se sucedían uno tras otro sin solución de continuidad pero cuando sentí su leche inundando el fondo de mi cuerpo fue demasiado. Casi pierdo el conocimiento. Nunca pensé que un macho podía tener tanto semen. Su acabada fue interminable.

Terminado el viaje volvimos a casa. Ahora nuestro amigo trata de visitarnos siempre que puede, y especialmente cuando mi esposo no está. Cuando esto ocurre mi maridito se enoja mucho por no haber estado para atenderlo. Sin embargo, la visita nunca se queja por estar desatendida.