La pesadilla
Una chica se despierta después de tener una pesadilla...
La Pesadilla
Viernes por la noche y de nuevo bronca con el imbecil de mi novio. Tras los gritos e insultos lanzados cual dagas envenenadas hacia el otro y con un último enérgico portazo llega la calma.
Furiosa y llena de rabia me siento en el mullido sofá del salón y enciendo el televisor. Tras pelearme con el mando a distancia un buen momento porque no encuentro nada interesante en ningún canal, me tiro en el sofá mientras por mi mente desfilan maquiavélicos planes de venganza. Poco a poco me dejo vencer por el sueño y allí mismo me quedo dormida.
Me despierto entre ruidos de jadeos y palabras obscenas. Entreabro un ojo y puedo ver a una rubia con tetas de silicona, ensartada por un negro con una polla descomunal. Me levanto lentamente y con paso cansado me dirijo hacia la habitación. Enciendo la luz de la mesilla de noche y entre las sombras entreveo la silueta de mi novio. Tapado hasta la cintura con el edredón, noto como su musculoso pecho sube y baja al ritmo de su tranquila respiración.
Me desnudo sin prisas esparciendo por el suelo de la habitación las prendas que me voy quitando. Ya desnuda y mordiéndome pícaramente el labio inferior, sonrío. De repente hace calor, un calor sofocante. Abro la ventana de par en par y respiro una gran bocanada de aire fresco. Tenemos la suerte de vivir en una casa a las afueras de la ciudad y lo único que escucho es el canto de un grillo solitario, en la oscuridad más total. Mi piel se eriza con el frescor de la noche y mis pezones se endurecen, Levanto mis brazos y me estiro perezosamente.
Vuelvo la vista hacia la cama y veo como mi novio sonríe entre sueños. Doy un par de pasos en su dirección, pero algo me detiene antes de alcanzarlo, frente el gran espejo de la cómoda. En él contemplo la silueta de mi cuerpo. Un cuerpo lleno de curvas generosas. Largas piernas, sensuales caderas, prietas nalgas, grandes pechos, pero firmes y con los pezones bien erguidos. Todo esto acompañado de un rostro con rasgos infantiles, a pesar de que ya me acerco a la treintena. Grandes ojos azulados como el mar en calma, carnosos labios rojos apetecibles como fresas maduras y una larga cabellera rizada y negra como la negra es noche.
Unas manos invisibles se posan sobre mis hombros, deslizándose sobre mis brazos y haciendo que un imperceptible gemido se escape de entre mis labios. Arqueo la espalda hasta pegarla a un frío y duro pecho de hombre.
Sin mas contemplaciones soy propulsada hacia delante, haciendo que mis pechos golpeen con furia la superficie lisa de la cómoda y mi cara quede a dos cm. del espejo. Un frío y firme miembro se abre camino hacia mis adentros, invadiendo la intimidad de mi coño sin miramientos. No se si tiemblo de miedo o si en cambio tiemblo de placer contenido, el caso es que un brutal orgasmo se apodera de mi cuerpo antes de que yo alcance aclarar la situación.
Caigo rendida sobre la cama, al lado del apacible y cálido cuerpo de mi novio. Sin pensar e hipnotizada por el ritmo de su respiración, acerco mis manos y acaricio su suave piel. Recorro cada parcela de su cuerpo con mis labios, con mi lengua. Cuando logro alcanzar su sexo, ya esta duro. Este llena mi boca sobrepasando la campanilla. Con un ritmo lento pero sin pausa su miembro viril entra y sale de mi boca, mientras su respiración se acelera. Chupo golosamente sus huevos, haciendo que gima de placer. Miro su rostro. Sus ojos siguen cerrados y la sonrisa sigue dibujada en sus labios. Acerco mi cara a su cara y mi sexo a su sexo. Gotas de sudor resbalan por mi espalda, mientras noto como de nuevo unas frías manos la acarician. Algo tira de mi cabellera hacia atrás, haciendo que mi torso se incorpore pero sin impedir el movimiento de mis caderas, el cual se hace cada vez más rápido. Noto la humedad de una lengua en el lóbulo de mi oreja, en el cuello. Mi cuerpo esta en llamas y ruidosos gemidos acompañan cada uno de mis movimientos. Mi corazón late frenéticamente cuando una fría polla abre dolorosamente las puertas de mi culo. No entiendo que me esta pasando, pero la verdad es que poco me importa. No puedo ni quiero pensar, solo quiero sentir. Placer, dolor, frío, calor todo da igual. Solo cuentan estas sensaciones salvajes que invaden mi ser.
Veo a mi novio con los ojos bien abiertos. Veo el miedo reflejado en su mirada, mientras su cuerpo no puede evitar vibrar de placer. Sonrío. Mis uñas se clavan y acarician la tierna piel de su pecho dejando pequeños ríos de sangre a su paso. Un fuerte dolor se propaga por mi columna, desde el culo hasta el cuello. No puedo hacer nada más que gritar. Bueno, en realidad no se si son gritos de dolor o gemidos de gozo. Todo gira a mí alrededor mientras incremento el ritmo de mis movimientos y mis dos amantes llenan mis cavidades con su leche, justo cuando un bestial orgasmo invade mi cuerpo, haciendo vibrar cada célula que lo compone. La cara de mi novio se descompone según me acerco a él y finalmente ahogo mis gemidos clavando mis dientes en su cuello. Una sed violenta se despierta en mí y bebo. Bebo de esa inesperada fuente que brota del cuerpo de mi novio. Bebo de ese néctar cálido y acre que no hace más que acrecentar mi placer, hasta que caigo rendida de cansancio .
Me despiertan unos gemidos acompañados de un intenso dolor de cabeza. Todavía es de noche y estoy tumbada en el sofá del salón, con el televisor encendido y una zorra empalada por un fornido negro, como primer plano en la pantalla. Imágenes de una espeluznante pesadilla se agolpan en mi mente. Levantando mi pesado cuerpo dirijo mis pasos hacia el dormitorio. Una ola de calor me recibe cuando abro la puerta. Enciendo la luz y una visión dantesca se ofrece ante mí. El cuerpo de mi novio yace inerte sobre la cama, inmerso en un mar de sangre. Un temblor descontrolado se apodera de mí, más aun cuando alzo mis manos y las encuentro rojas. Rojas con la sangre de mi novio.
Me acerco al lecho parando antes de alcanzarlo, justo delante del espejo. Ese espejo delante el cual tantas veces me miré, ahora no devuelve mi reflejo. Al momento unas frías manos se posan sobre mis hombros mientras una voz profunda susurra en mi oído .
Te he echado de menos amada mía.
Y una sonrisa se dibuja en mis labios, mientras me entrego en cuerpo y alma a sus caricias.