La perversión de una esposa ingenua.
Todo lo había planeado mi propio esposo, sus deseos eran... llevarme por el camino de la perversión, terminando siendo la mujer de el y de su amigo.
La perversión de una esposa ingenua:
Aún no me explico el motivo que orillo a mi esposo a llevarme por ese camino de perversión, los recuerdos vinieron a mi mente aquella tarde de otoño, mientras miraba la lluvia por la ventana de mi humilde hogar.
Todo inicio por un simple comentario, un par de meses atrás; estábamos sentados bajo la sombra del árbol, ese hermoso árbol que está al final de nuestra propiedad. El motivo no lo sé, simplemente me hizo la pregunta así, sin haber un motivo aparente.
- ¿Alguna vez… has tenido un sueño prohibido?
Mi sorpresa fue evidente, ¿cómo se atrevía a hacerme esa pregunta? Sin embargo, no pude evitar sonrojarme y baje la mirada, cuando logre recuperarme de la sorpresa respondí con mucha timidez.
v No. ¡Nunca he tenido ningún sueño prohibido!
- ¡Qué pena, tenerlos es algo normal! ¡Yo si los he tenido!
v ¿De verdad? ¡Cuéntame… que has soñado!
Ahora no había vergüenza, al contrario, sentí una morbosa curiosidad de saber que había soñado y con verdadero interés le suplique me contara, en ese momento mi tonta ingenuidad no me dejaba darme cuenta, que todo era un plan de él. Un plan para convertirme en una mujer diferente, de mentalidad abierta, palabras que días después el mismo me dijo.
- Pues, es algo muy fuerte; no sé si sea buena idea contarte, no me gustaría que me tomaras por un pervertido.
v No… ¡de verdad… no voy a juzgarte por un sueño! ¡Anda… cuéntame por favor!
- Bueno, fue hace unas semanas, yo trabajaba en la ciudad, llevaba más de 6 meses lejos de casa, trabajando duro, y un día ya no podía soportar más sin tenerte a mi lado, así que decidí darte la sorpresa y tome el primer autobús por la mañana.
El trayecto había sido muy pesado, el calor, el cansancio, todo se conjugaba para llegar y dormir en nuestro hogar, cuando baje del autobús, ya era casi la media noche, las calles del pueblo estaban desiertas, hacia un extraño viento, rápidamente tome la vereda que nos lleva a la casa.
Todo marchaba bien, estaba feliz de estar en casa contigo, me sorprendió encontrar la puerta del cuarto abierta, al igual que las ventanas, yo te había insistido en cerrar bien por las noches y me molesto ver que no habías cumplido tu promesa de hacerlo.
Pero esa no fue la única sorpresa que recibí, justo cuando entre, me quede inmóvil; ahí estabas acostada, totalmente desnuda, cubriendo tu cuerpo con una delgada sábana blanca, podía ver con toda claridad tu cuerpo desnudo.
Extrañamente algo sucedió en ese momento, las palabras se negaron a salir de mi garganta, no podía moverme, parecía como si una fuerza desconocida me impidiera hacer cualquier movimiento.
Después de hacer varios intentos en vano, decidí recargarme en la pared, esperando que pronto pudiera moverme, fue justo en ese momento cuando vi que un hombre entraba al cuarto, pasó a mi lado y se quedo parado al lado de la cama, mirando con deseo tu cuerpo desnudo, tomo la sabana y la jalo lentamente.
En segundos tu cuerpo quedo al descubierto, pensé que despertarías, pero no sucedió; él… acerco su mano a tus tetas y las acaricio con mucha suavidad, tomándose su tiempo en tus pezones, los vi ponerse duros, nunca los había visto hinchados, tu… relamiste tus labios, como disfrutando de las caricias del hombre.
Después fue bajando lentamente su mano por tu estomago, paso por tu vientre y sin remedio se detuvo al tocar tus vellos púbicos, te estremeciste, pude ver que te moviste inquieta, pensé que ahora si despertarías, pero no sucedió.
Repentinamente abriste tus piernas, dejando completamente expuesto tu chocho, él aproximo su mano y acaricio tus vellos, después… metió un par de sus dedos y los utilizo como si fuera un pene, metía y sacaba lentamente.
Por extraño que parezca… tu misma te diste la vuelta, quedando boca abajo, ahora él… acariciaba tus nalgas, lo hizo por un buen rato, nuevamente diste la vuelta y ahora, él puso sus dedos en tu boca, tú… los dejaste entrar y los chupabas con desesperación, no sé cuánto tiempo tardo haciéndolo.
Pero cuando te saco los dedos de la boca, te moviste inquieta, buscándolos, como si fueras una niña a quien le han despojado de algún dulce.
Seguramente el pensó que ahora si despertarías, pues rápidamente salió del cuarto, tan sigiloso como había llegado, fue cuando por fin logre moverme, corrí para ver quién era el intruso, pero no logre darle alcance. Fue entonces cuando desperté y me di cuenta que tu dormías tranquilamente a mi lado… ¡solo había sido un sueño erótico!
--Cuando mi esposo termino de contarme su sueño, me sentí inquieta, extraña, confundida, no sabía que decir al respecto, solo había sido un sueño, pero lo inquietante era que yo había sido la protagonista.
v ¿De verdad has soñado eso?
- Si.
v Bueno, pues solo ha sido un sueño, no tienes nada de qué preocuparte, yo… no tengo la menor intensión de engañarte.
- No me preocupa, solo me siento confundido, los sueños se han repetido, algunos me parecen demasiado fuertes.
v Entonces… ¿has tenido otros sueños?
- Si.
v ¿Quieres contarme?
- Ahora no. Olvide decirte que iremos a casa de mis papás, quizá cuando regresemos.
Jamás me había sentido tan inquieta, pase el resto del día nerviosa, deseaba seguir escuchando lo que había soñado. Ya empezaba a obscurecer cuando regresábamos a la casa, hacia un extraño y atípico calor, apenas llegamos decidí bañarme para apaciguar el calor que invadía mi cuerpo.
Es importante mencionar que nuestra casa se encuentra en la parte más alejada del pueblo, lugar por donde difícilmente pasan las personas, entre a la habitación y peine mi cabello, después fui al árbol, ahí estaba mi esposo, quizá esperando que yo misma fuera a su encuentro para seguir la charla de la mañana, pero no sucedió así, se comporto indiferente, hasta que yo misma le pedí continuar con la charla.
v ¿Ya no vas a seguir contándome tus sueños?
- ¿Quieres que lo haga?
v Si. ¡Por favor, sigue contándome!
Sin duda las cosas estaban saliendo como él deseaba, pues desde ese momento dejo en claro que si deseaba saber más de sus sueños, yo tendría que darle algo a cambio, al principio, me daba pena hacer lo que me pedía, pero poco a poco fue despojándome de mis pudores y termine haciendo todo cuanto me pedía.
- Si de verdad quieres que te diga lo de mis sueños, ¡tendrás que darme algo a cambio!
v ¿Algo a cambio? ¿Qué quieres que haga?
- Quiero que me dejes acariciar tu cuerpo mientras te sigo contando.
v ¡Si… puedes hacerlo!
- Pero… ¡quiero que te desnudes!
v ¿Desnudarme? Pero… si alguien pasa y nos ve… si quieres lo hago dentro de la casa.
- No… ¡tiene que ser aquí mismo! Nadie va a pasar, tú lo sabes.
No es que me diera vergüenza hacerlo, solo que… hacerlo ahí, fuera de la casa, era algo diferente, sin embargo. Accedí a sus pretensiones, tome mi vestido por la parte inferior y lo levante, hasta apartarlo de mi cuerpo, seguí con mi sostén y por ultimo… me despoje de las pantaletas.
v ¿Así está bien?
- Si, ahora, siéntate aquí a mi lado y separa un poco las piernas, voy a contarte mi segundo sueño.
Me acomode a su lado separando las piernas, llevó su mano a mi chochito y mientras empezaba a contarme… sus dedos jugueteaban con mi sexo, acariciaba mis labios vaginales y metía sus dedos para usarlos tal y como lo había hecho el hombre del sueño.
- El segundo sueño fue más atrevido, recuerdo que yo seguía trabajando en la ciudad, por algún motivo tu habías decidido visitarme, solo que no sabías que yo dormía en un campamento que la constructora nos había acondicionado, para todos los trabajadores que veníamos de provincia.
Pasaba del medio día cuando un compañero fue corriendo a avisarme que tú estabas esperándome en la entrada del campamento, no podía dejar el trabajo así que tenía que esperar a que terminara la jornada, cuando eso sucedió, rápidamente fui a las regaderas, quería estar limpio para estar contigo, solo que ya habían varios compañeros haciendo lo mismo, por lo que he tenido que esperar mi turno, cuando por fin lo logre me apresure y fui dónde estabas esperándome.
Al llegar… estabas acompañada por un grupo de mis compañeros, todos te hacían preguntas, a las que tu respondías, me dieron celos verte rodeada por ellos, pero nuevamente no podía moverme, ni hablar.
No recuerdo el momento que te habían despojado de tus ropas, solo sé que en determinado momento ya estabas completamente desnuda, alguien acariciaba tus tetas mientras otro hacia lo mismo con tus nalgas.
Minutos después… habían varias manos recorriendo cada centímetro de tu cuerpo desnudo, al final… te recostaron en la cama y uno a uno fueron tomando su turno para cogerte.
Tú lo estabas disfrutando mucho, gemías de placer, te retorcías como una enajenada. Parecías una mujer diferente, pidiendo cada vez más, estabas irreconocible.
Cuando todos quedaron satisfechos te dejaron sola, estabas en posición fetal, seguías desnuda, de tu chocho salía el semen de todos mis compañeros de trabajo. Fue cuando desperté y nuevamente descubrí que solo había sido un sueño más.
-Cuando termino de contarme su sueño, yo estaba mojada de mi chocho, reconozco que me había excitado escucharlo, pero todavía me daba pena el solo pensar en esas cosas, sin embargo esa noche, sentí algo diferente cuando me hizo el amor, no pude dejar de pensar en lo que me había contado.
Mi mente estaba ocupada recordando cada palabra suya, mientras él me cogía, fue tal la excitación alcanzada que por vez primera tuve un orgasmo.
Los siguientes días mi mente se encontraba muy confundida, por una parte me avergonzaba recordar lo de los sueños, pero por otra… deseaba volver a escucharlo, algo había despertado en mi, algo que no me dejaría en paz.
No volvió a contarme nada, sin embargo ahora fui yo la que empezó a tener extraños y morbosos sueños, en todos sucedía lo mismo, pero no me atrevía a contárselo, preferí guardarlos como un secreto muy íntimo, pero mi destino ya estaba forjado.
Una mañana sucedió lo imprevisto, recibimos una visita, un amigo de mi esposo que venía de la ciudad, justo ese hombre fue quien de alguna forma había sido el encargado de pervertir a mi esposo y más pronto de lo que yo imaginaba… caería en sus redes, mi frágil mente me harían ceder a sus pervertidos deseos, dejándome arrastrar por un mundo nuevo de placeres hasta esos días desconocidos.
El baño de temazcal.
Era un sábado por la mañana, como de costumbre, yo había prendido el baño de temazcal, es algo común en nuestra comunidad hacerlo, no hay prejuicios, se invita a algunos familiares a bañarse, aprovechando el espacio y de verdad, nadie lo hace con morbo, siempre hay mucho respeto.
Así que no me pareció malo cuando mi esposo invito a su amigo a hacer uso del baño, acompañándonos esa misma tarde.
Con toda naturalidad me despoje de mis ropas, lo mismo hicieron mi esposo y don Julio, todo parecía normal hasta que accidentalmente note la erección que tenia don Julio, me dio vergüenza y trate de no darle importancia al asunto, pero los minutos pasaban y él seguía igual, no pude evitar hacer la comparación.
Entre las vergas de ambos hombres, mientras mi esposo la tiene corta y delgada, don Julio la tiene larga y muy gruesa, me dio vergüenza darme cuenta que el no dejaba de mirar mi cuerpo, ante la complacencia de mi esposo.
Por fin salimos del baño, yo me vestí y fui a la cocina a preparar la cena, don Julio dormiría en el cuarto que usamos para guardar las herramientas de trabajo, ya que solo contámos con una sola habitación, pasada la media noche, mi esposo comenzó a tocar mi cuerpo, termino por despojarme de mis ropas y a acariciar mi cuerpo.
Pero repentinamente, mientras me cogía, pego su boca a mi oído y dijo lo que menos deseaba escuchar en mi vida.
- ¿Te diste cuenta del tamaño de su verga? ¡El te miraba con deseo! Sin duda ahora debe estar despierto masturbándose, imaginando que te tiene a su lado, así… como te tengo yo.
- ¿Te imaginas? Sentir esa verga dentro de tu chocho Sentir su semen correr por tus entrañas… ¿te animarías a hacerlo? ¿Dejarías que te coja?
No me atreví a responderle nada, pero ya la semilla estaba sembrada dentro de mi frágil mente, desde luego que no podía dejar de pensar en esa verga, no la podía apartar de mi mente, pero no me parecía correcto hacerlo, mucho menos hacerlo ahí mismo, en nuestro hogar.
Fingí molestarme y él dejo de cogerme, pero en realidad si lo deseaba, más no me atreví a decírselo por miedo a una reacción suya de celos.
El cansancio lo venció y se quedo dormido, por la mañana don Julio se marcho despidiéndose con amabilidad, pero la molestia de mi esposo era evidente, los siguientes días dejo de buscarme por las noches, se veía molesto, pero no me decía nada.
Ya no podía seguir con esa situación así que me arme de valor y le pregunte que sucedía… su respuesta fue clara, él deseaba que su amigo me cogiera ahí, en nuestro hogar.
v ¿Qué sucede? ¿Por qué estás molesto conmigo? ¿Hice algo que no debía?
- Pensé que podía contar contigo en todo, esa noche… pensé que me complacerías y que te dejarías coger por Julio, pero ya ves, no accediste y él se marcho llevándose una mala impresión nuestra.
v Yo… no pensé que quisieras que lo hiciera, no sé qué decirte. ¡De verdad… no se que responderte! Jamás imagine que mi propio esposo me pidiera acostarme con un extraño.
- Bueno, olvida el asunto, no volverá a suceder, solo dame tiempo para olvidarlo.
Los días pasaban y nada cambiaba, cada vez más se hacia un gran abismo entre nosotros, cansada de la situación, termine por acceder a sus pretensiones, yo misma le pedí darme otra oportunidad y él… la acepto con agrado.
La iniciación:
Mi esposo salió de casa muy temprano, regresaría entrada la noche, acompañado de Julio, yo tenía que ser más accesible y complacer a Julio, lo que no terminaba por gustarme, era su edad, había una gran diferencia entre nosotros, yo apenas tenía 19 años de edad, mientras él… quizá debería tener unos 50 años.
La tarde estaba lluviosa, yo miraba por la ventana, mis pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de mi esposo y de Julio. Tomamos café caliente y ellos bebieron un par de copas de mezcal, yo me negué a hacerlo, jamás había bebido.
La lluvia seguía cayendo, parecía que así estaría toda la noche. Por fin mi esposo dijo que era el momento de ir a descansar, baje la mirada cuando dijo las siguientes palabras.
- Julio, dormirás en la habitación, yo lo hare en el cuarto de herramientas, ¡que descanses!
Me tomo de la mano y me llevo al cuarto de herramientas, el mezcal lo había alterado, con cierta brusquedad me despojo del vestido y de mi ropa interior.
- ¡Anda… quiero que vayas y dejes que te coja! Es nuestro invitado y quiero que lo atiendas, quiero que hagas todo lo que él te pida, esta noche… él será tu esposo.
v ¡Me da vergüenza lo que piense de mí! ¡Por favor… olvida esta locura!
- No tienes de que avergonzarte, él lo sabe, él ha sido quien me ha despertado ese deseo de verte coger con otro hombre, anda. Solo ve y deja que él haga todo.
Una mezcla de miedo y de placer me invadió, miedo a lo desconocido y placer… por tener a mi alcance esa verga que vi cuando nos bañamos en el temazcal. Antes de ir a la habitación, fui al cuarto de baño, la lluvia mojaba mi cuerpo desnudo.
Me bañe para estar fresca, el momento había llegado. Camine por el patio de la casa, por mi cuerpo escurría el agua de la lluvia, la luz de la habitación estaba encendida, abrí la puerta y me quede parada, mientras Julio me observaba, se puso de pie y camino hasta donde yo estaba, me tomo de la mano y me llevo a la cama.
No fueron necesarias las palabras, me recostó y separo mis piernas con mucha suavidad, sus manos resbalaron por mi cuerpo mojado, sentí estremecerme al sentir el contacto de sus manos.
Recorrió cada centímetro de mi cuerpo, haciéndome despertar a nuevas sensaciones, busco mi boca con desesperación, no pude evitarlo, me entregue por completo al sentir su boca en la mía, lentamente fue bajando su boca, ahora buscaba afanosamente mis tetas, las chupo con mucha suavidad, logro que mis pezones se pusieran duros como nunca.
Toco el turno a mi chocho, su lengua resbalo por mis labios vaginales, jamás me habían chupado el sexo, me retorcí de placer, lo mismo sucedió cuando chupo mi ano, yo suplique no lo hiciera, pero él no escucho mis suplicas y siguió haciéndolo.
No sé cuánto tiempo había pasado, fuera de la casa se seguía escuchando la lluvia, Julio se levanto y se despojo de sus ropas, su verga estaba dura, tímidamente la tome en mi mano, la acaricie y trate de masturbarlo, pero él me lo impidió.
ü ¡Quiero que la chupes! ¡Anda… veras que es delicioso hacerlo!
Aproxime mi boca y la abrí para dejar entrar ese formidable trozo de carne, pero apenas entro la punta, sentí nauseas y me aparte rápidamente, mis ojos estaban llorosos. No pude hacerlo y le pedí una disculpa.
v ¡No puedo hacerlo… discúlpame, no me gusta!
Pude notar su molestia, sin embargo se apresuro a acostarme, abrió mis piernas y hundió con fuerza su verga en mi chochito.
El dolor fue intenso, trate de zafarme, llore suplicando, pero no me hizo caso y por el contrario, arrecio sus embates, en unos cuantos minutos termino dentro de mí. Sentí su semen correr por mis entrañas, se aparto y mientras se vestía, me dijo lo siguiente.
ü Regresa con tu esposo, cuéntale lo sucedido y recuerda lo siguiente, ahora eres mi mujer, más bien… eres la mujer de ambos, y la próxima vez que venga… tendrás que hacer lo que no pudiste hoy.
Camine hacia el cuarto de herramientas, me dolía el chocho, lo sentía palpitarme, mi esposo se había quedado dormido, me acurruque a su lado y me quede dormida, por la mañana Julio se despidió, al quedar solos, le conté lo sucedido a mi esposo, me escucho con atención y después me dijo lo que tenían entre manos él y Julio.
ü La próxima vez que venga, tendrás que hacerlo, tienes que complacerlo, ahora ya eres la mujer de ambos, solo es cuestión de tiempo para que te acostumbres.
Los siguientes días luche por tomar una decisión, podía haberme marchado, pero ya no podía hacerlo, el deseo de volver a estar en brazos de Julio, de volver a sentir su verga en mi chocho, me hicieron tomar la decisión de ser la esposa de ambos.
Mi nueva vida estaba por iniciar, la segunda visita fue diferente, me deje guiar por su experiencia y aprendí a disfrutar de todo lo que me enseño, por supuesto que esa segunda vez… tome la iniciativa y aprendí a mamar su verga, lo que complació a mi esposo.