La perrita de mi vecina
Sencilla historia de zoofilia y romanticismo. Porque los animales también tienen su corazoncito.
La perrita de mi vecina sencillamente me vuelve loco. Es verla por la calle y en el parque meneando suavemente sus caderas y alterarse todos mis sentidos. La había visto muchas veces pero nunca tan cerca como quería. ¿Por qué no nos acercábamos a ella? Yo quería acercarme, pero ahí estaba siempre Javier, mi amo, frenándome con la correa. Le miro a los ojos, implorante, rogándole que se dé cuenta de lo que quiero.
-¡Eh, Pepe, no tires tanto! ¿Qué te pasa? ¡Ah! ¿Te gusta la perrita?
¡Pues claro que me gusta! Le miro a él y luego a ella. Es una auténtica belleza. Ella es una perrita joven, de algo más de medio metro de altura. Tiene el pelo blanco amarillento y muy brillante, precioso. ¡Y con qué gracia camina y menea las caderas y los hombros! Sus patas parecen flotar sobre el asfalto.
-No tienes mal gusto... me dice Javier, pero no es a mi adorada a quien mira sino a su dueña. Los gustos humanos son algo complicados pero imagino que es una humana atractiva. La mujer tiene el cabello también dorado pero no tan precioso como el de mi perrita, posiblemente ni siquiera sea el color natural. Tiene los labios carnosos y parece joven también. En fin, aunque los humanos no son muy atractivos para un perro, ella sí parece serlo para mi Javier.
Lo importante es que seguimos caminando y, ¡milagro!, nos dirigimos a ellas, como quien no quiere la cosa. Yo no dejo de mirarla y ella también se fija en mí y menea el rabo. El corazón me late tan deprisa que tiro de la correa hasta perder el aliento. Ella también está ansiosa por acercarse a mí. ¡Le gusto!
-¡Quieta, Dora! le dice su ama. ¡Dora, mi adorada se llama Dora!
- Parece que quieren conocerse comenta mi amo.
Empiezan a hablar entre ellos, pero nosotros no les escuchamos. Han aflojado un poco nuestras correas, lo suficiente para que podamos juntar nuestros hocicos. Su hocico es muy suave cuando acaricia el mío. Nos olemos y descubro un olor penetrante que me encanta. Los ojos negros le brillan y menea el rabo de contenta casi tanto como yo.
-¿Por qué no les soltamos un poco? propone mi amo, bendito sea.
¡Y nos sueltan por fin! Ella se echa a correr por la hierba y yo la sigo. Nos perseguimos el uno al otro, locos de contento. Luego peleamos, pero es un juego y movemos el rabo amistosamente. ¡Ah, pocas veces me he sentido tan feliz como jugando con ella!
El juego dura hasta que nuestros amos quieren. Por mí, no me agotaría nunca jugando con ella. Vuelvo a casa muy feliz, pensando sólo en volver al parque y encontrarla allí.
Cuando subimos por el ascensor, Javier me dice que soy un perro muy bonito y muy bueno en un tono muy convincente. Me acaricia la cabeza y yo meneo el rabo, contento. La verdad es que no sé qué he hecho para que me felicite así, pero no me importa: él es mi amo.
Al día siguiente llueve y me siento muy infeliz. Luego veo las gotas resbalando por la ventana y me siento triste porque mi amo no va a pasear al parque.
Pero a la tarde deja de llover y hace Sol. Mi amo no espera más y me saca de paseo. ¿La veré hoy? Observando a mi amo, me parece que él busca a su hembra humana como yo busco a mi perrita. Sí, ella está en el parque. Tiro para que mi amo me lleve con más hasta Dora pero no hace falta, él va directamente hacia su dueña. Se saludan y empiezan a hablar otra vez. Nosotros jugamos a corretear por los charcos. Luego ellos dicen entre risas que somos muy "guarretes", pero Dora y yo somos felices.
Me he acostumbrado a verla. Javier es muy bueno y hasta me lleva a pasear más que antes. Ya no hace falta que le insista con el hocico hasta que me saque: ahora lo hace de muy buena gana y sin que yo se lo recuerde. Está cortejando a la dueña, pero el cortejo entre humanos es muy extraño, muy complejo. Ellos hablan y hablan de muchas cosas que no puedo entender. ¡Así de complicados son los humanos! Para mí el mundo es más sencillo. Es un mundo de olores y sonidos que me gustan o me disgustan. Me disgusta el sonido del despertador y el olor del detergente. Me gusta el olor de la hierba mojada y sobre todo me gusta el de Dora.
Ayer fue un gran día. Siento temblar mi cuerpo por la euforia de la primavera. Javier dice que esto es el "celo", pero es mucho más que eso. Él no puede comprender que todo mi cuerpo vibra porque es primavera. Quiero verla más que nunca y me impaciento hasta que salimos a pasear a eso de las cinco de la tarde.
Ellas nos esperan y Javier me deja suelto para que vaya con Dora. Menea el rabo. Huelo su cuerpo y tiene un olor más especial que nunca, que me enloquece. Sigo olisqueándola y me llega ese olor Los humanos comprenden muchas cosas pero no ese olor. Me siento eufórico cuando me llega ese olor fuerte de su cuerpo. Es muy especial, porque ella también está muy excitada y desea que la cubra. Dejamos de jugar y yo me coloco detrás. Quiero subirme sobre ella
- ¡Pepe, quieto!
Me aparta de ella. ¿Por qué lo ha hecho? Quizás no entiende que mi cuerpo lo necesita, que es algo que está por encima de mi voluntad. Me siento desconsolado. Javier y su amiga se sienten algo violentos por la situación.
-Bueno, ya ves que se llevan muy bien nuestros perros -le dice Javier, para romper la tensión con una sonrisa, y ella ríe tímidamente. Como nosotros, ¿no?
Ella le sonríe pero luego se miran de una forma curiosa, creo yo. Cuando vives con los humanos, aprendes muchas cosas.
Pero se ha acabado el parque por hoy y volvemos a casa, no a la nuestra sino a la de Dora. Me gusta mucho la idea porque así podré estar más tiempo con ella. Pero al llegar a su casa, nos separan y nos dejan en habitaciones diferentes, con una puerta entre nosotros. ¡Cómo han podido hacer esto! Araño la puerta para tratar de empujarla pero no se abre. Me echo en el suelo e intento dormir, decepcionado. Casi puedo sentir el hocico de Dora, tan cerca de mí, al otro lado de la puerta.
Me despierto. Se oyen ruidos y atravieso el pasillo a ver qué ocurre. Javier y la ama de Dora están juntos en la habitación. Apenas abro un poco la puerta con el hocico y les veo. ¡No puedo dar crédito a mis ojos! Están los dos haciéndolo. Nunca antes había visto a mi amo fornicar. Tiene una forma muy extraña, porque ella está abierta de piernas y boca arriba, mientras él empuja metido entre las piernas. Es muy extraño y no parece una postura nada cómoda, pero noto la excitación. Además están desnudos, y los humanos se desnudan para muy pocas cosas.
¡No puedo aguantarlo más! ¿Por qué ellos pueden hacerlo y nosotros no? Sentimos la necesidad como ellos, con la misma fuerza. Voy hasta la puerta que me separa de mi Dora y sigo arañando y empujando mientras oigo sus gemidos de desesperación. No funciona. Entonces echo la pata sobre la palanca que tiene la puerta. ¡Se abre!
¡Qué contenta está Dora! ¡Y qué contento estoy yo! Me lame el hocico y agita el rabo de alegría. Yo también estoy feliz de verla, pero ese olor despierta mi necesidad de una forma que no puedo describir. Sólo sé que tengo que cubrirla.
Me voy hasta detrás de ella. Dora parece necesitarlo tanto como yo y se deja cuando me subo encima. Sé que soy algo más grande que ella y que debe molestarle un poco mi peso, pero no parece que le importe. Mi pene está derecho y erecto, listo para hacerlo. No sé por qué quiero tanto hacerlo pero no me importa. La sangre me lo pide. Ella se queda muy quieta, casi tiesa en el sitio, para que pueda penetrarla bien. Cuando la penetro, todo mi cuerpo vibra de emoción. Empujo suavemente y mi pene entra hasta el fondo del agujero que tiene entre las patas. Siento ganas de ladrar pero la emoción es tan fuerte que me quedo callado, sin hacer otra cosa que empujar y empujar. Es todo tan rápido y al mismo tiempo más intenso Mi cuerpo tiembla hasta que me corro y todo mi cuerpo se deshace dentro del de ella. Entonces me siento agotado y relajado. Toda la tensión ha desaparecido.
Me bajo de ella y le lamo el hocico. Ella debe sentir lo mismo que yo. Me gustaría saberlo pero no puedo. Muevo la cola porque estoy contento. Quisiera hacerlo una y otra vez.
Javier aparece con su hembra. Ellos también parecen muy satisfechos después de la cópula, pero no les gusta vernos juntos.
-¡Pepe! ¿Qué habéis hecho? me dice él.
Nos regañan un poco pero no muy seriamente. Son comprensivos con nosotros y yo restriego el hocico contra mi amo Javier.
Han pasado algunos meses y ahora no puedo ser más feliz porque vivimos todos juntos. Al principio me preocupé, porque después de hacerlo muchas veces durante días, Dora se puso muy gorda extrañamente. Ahora ya no está gorda. ¡Pero hay muchos perritos en casa! Se parecen a ella sobre todo, también un poquito a mí. Es todo muy extraño pero no importa. Me siento feliz.
Ésta es una categoría especialmente difícil para mí. Espero que no resulte demasiado fantasioso. Agradeceré y contestaré con gusto vuestros comentarios y críticas.
Un saludo cordial. Solharis.
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