La perrita de mi Esposa

Soy un hombre casado de 33 anos, mi esposa y yo llevamos ocho anos de feliz matrimonio. Desde que empecé a tener relaciones sexuales me di cuenta que mi placer se producía al escuchar los quejidos y lloriqueos de las chicas con las que tenia relaciones, me refiero a que la parte mas placentera de el acto sexual para mi es producir placer a mi compañera y no necesariamente el de penetrarla. Quizás esta sea la razón por la cual mi esposa es la que lleva el mando en nuestra relación sexual, a ella siempre le ha gustado ser complacida a todas sus anchas y aunque no deja de proporcionarme placer a mí para ser justa, no es una de las prioridades.

La perrita de mi Esposa.

Soy un hombre casado de 33 anos, mi esposa y yo llevamos ocho anos de feliz matrimonio.

Desde que empecé a tener relaciones sexuales me di cuenta que mi placer se producía al escuchar los quejidos y lloriqueos de las chicas con las que tenia relaciones, me refiero a que la parte mas placentera de el acto sexual para mi es producir placer a mi compañera y no necesariamente el de penetrarla. Quizás esta sea la razón por la cual mi esposa es la que lleva el mando en nuestra relación sexual, a ella siempre le ha gustado ser complacida a todas sus anchas y aunque no deja de proporcionarme placer a mí para ser justa, no es una de las prioridades.

Un día en que pensábamos en algún juego de amor, ella me sugirió que actuara como perrito y que si no era muy ofensivo para mi compraría un collar para hacerlo mas dominante. Mis instintos animales dieron un vuelco al oírla pedir esto, pues siempre me he considerado un fiel servidor de ella, delicado y dócil ante su tacto pero fiero guardián.

Se llego el fin de semana y me desvestí completamente, me pidió que me arrodillara, me ordeno que levantara las manos y las pusiera a mis lados como lo hace un perrito cuando quiere un premio, me puso la mano sobre la cabeza y froto mi pelo como acariciando a un buen perrito, se dispuso a ponerme el collar y mientras lo abrochaba me decía que mientras tuviera puesto este collar tendría que actuar como un fiel perro servidor y sumiso y que mi única labor por el tiempo del juego era complacerla a ella. Me ordeno que me pusiera en cuatro patas y jalándome del collar me llevo a caminar por toda la casa, mientras caminábamos me dijo que no podría sentarme en el sofá o comer ala mesa con ella por que eso no es lo que hacen los perritos, si no que tendría que acurrucarme en el piso cerca de ella o comer de un plato de perritos que me avía comprado, también marco que no podría acostarme con elle en la cama si no que tendría que dormir en el piso a los pies de la cama pero que no me preocupara por que me había comprador una canasta con una almohada lo suficiente mente grande para no dormir directamente en el piso.

Nos pasamos todo el fin de semana en este plan y yo estaba en la Gloria, complaciendo con lametones, chupadas, embestidas de can, y docilidad ante ella. Ella también me animaba diciéndome que era muy buen perrito y que aprendía los trucos rápidamente, me premiaba dejándome levantarme y caminar como persona debes en cuando para desentumirme. Pero no por mucho tiempo para no desacostumbrarme al papel que jugábamos en ese momento.

Al llegar el domingo en la tarde, ella vino a mí y me quito el collar, yo pude levantarme y actuar normalmente, ella me ayudo a incorporarme y me dio un beso apasionado. Me dio las gracias por haberle concedido ese deseo que tenia y que si no me había disgustado mucho le gustaría hacerlo de nuevo. Yo exprese mi opinión haciéndole saber que no había disgustado del todo, que unos de mis grandes placeres es servirla a ella y que cuando quisiera lo podíamos volver a jugar.

Nos pasamos la semana hacienda el amor como locos y por una u otra cosa yo supuse que me volvería a pedir el jueguito; y seguro, llegando el viernes ella saco el collar y me pidió que volviéramos a jugar. En esta ocasión yo me puse mas en mi papel al servirla, cuando hacíamos el amor le gruñía y abecés mordisqueaba, ella me rasguñaba de placer y yo actuaba con una pasión animal no sentida antes en mi. Al punto de que mi esposa se sorprendía de mi fervor y la llevaba a orgasmos mas fuertes. Llegado el domingo, me quito de nuevo el collar y después de incorporarme, platicamos por largo rato de lo acontecido en el fin de semana. Me dijo que no me ofendiera pero que nunca había tenido orgasmos como los que tuvo ese fin de semana, y aunque ella gustaba mucho de nuestras relaciones sexuales no eran nada comparado con lo que había sentido ese fin de semana. Yo le confesé que tampoco me había sentido tanta pasión en el acto sexual como la había experimentado con este juego, y que no me desagradaría mucho sí lo hiciéramos con frecuencia de esa manera.

Con el paso del tiempo, nuestro juego de perritos fue dando pequeños cambios, el juego despertó en mi esposa una necesidad de dominarme por completo en el sexo hasta el punto de que llego el día en que desde el momento en que llegaba del trabajo yo me tenia que desnudar y poner el collar, asear la casa, y esperarle como fiel servidor a la puerta. Ella se volvía cada vez más dominante en su papel de señora y me sugirió que cuando hiciera la labor de la casa usara vestido de sirvienta, ella misma me lo escogió, algo femenino desde luego. Un juego de sirvienta francesa con panty’s y strapps. Me hizo depilarme mis áreas privadas primero y luego todo el cuerpo. Yo vivía encantado complaciéndola y sorprendido de la cantidad de cosas que se le ocurrían. Un día llego temprano ella de su trabajo y me encontró en vestido de sirvienta, se le ruborizo por completo la cara y una sonrisa malvada apareció en su rostro. Empezó a tocarme como se le toca a una mujer por su amado y empujarme con su pelvis en mí parte trasera, como lo hace un cachondo de primera, manoseándome por completo, metiendo mano por lugares antes no explorados, besándome con pasión me partía las nalgas con las manos por debajo de mis panty's y jugueteaba con mi ano. Estas eran sensaciones nuevas para mí y algo extrañas, nunca me había tocado ser la pareja femenina y ser invadido de esa manera pero con el hecho de complacer sus arranques yo me dejaba hacer. Esa tarde hicimos el amor fervientemente.

Al siguiente día ella volvió temprano de nuevo, llego a casa me saludo de beso y me dijo que me traía un regalito. Me dijo continua con lo que haces y horita salgo, se metió al cuarto y duro casi una hora y media sin salir. Yo sin pensar mucho en el asunto, pues pensaba que seria una nueva prenda que usar, continuaba con mi labor que estaba casi echa. Al fin sale mi esposa de la recamara, y para mi sorpresa venia vestida con mi ropa de hombre que usaba en días casuales, pero lo mas sorprendente rea el bulto que se veía entre sus piernas, que yo pensé eran calcetines abultados. Sonreí un poco pues pensé que era un poco cómico, y rápidamente me di la vuelta para disimular desinterés, como lo hacen a veces las mujeres para atraer a su hombre. Ella se me acerco por detrás y se me apretó al cuerpo y para mí sorpresa, el bulto que tenia allá abajo se sintió un poco mas duro de lo que yo esperaba y con definida silueta. ! Epa!, aleje mis pompas de repente al sentir aquello pero ella me sujeto y me volvió apretar contra su cuerpo, mientras me decía "? A donde vas muñequita?", yo desconcertado le pregunte, que traes allá abajo y ella me respondió, "Es tiempo que esta relación de un cambio", se que te gusta ser mi mujer y me he dado cuenta que no te es muy difícil tomar ese papel, o someterte a mis caprichos. Quiero intentar esto contigo, me decía mientras empujaba mi parte trasera con su pelvis, y yo sentía aquel objeto que cada vez se sentía más ansioso.

Yo dudoso empecé a tartamudear, y ella solamente me dio una media vuelta y me empezó a besar apasionada mente, mientras abría mis piernas con su cuerpo, presionaba el bulto contra mí pelvis, y manoseaba mí parte trasera. Después de un rato de cachondeo, ella me tomo de la mano y me llevo al cuarto, me puso el collar de perrito y me ordeno que sin quitarme la ropa me pusiera en cuatro patas en la cama. Yo obedecí, y espere ansioso, ella me decía que tenia rato queriendo intentar este juego pero que si a mí no me gustaba que seria la última vez. De acuerdo, dije en voz baja, sin mucha confianza, pero empieza despacio. No te preocupes hoy seré yo la que será dócil.

Voltie a verla mientras se desvestía, y mis ojos casi se salen de su lugar al ver el tamaño del animal que cargaba amarrado con unos strapps. Me va a doler lloriqueé, ella me dijo déjame intentar esto y si no te gusta lo terminamos. Sin más palabras más que lloriqueos yo baje la mirada y me dispuse a no ver el aparato. Ella vino a mí por detrás y me ordeno que me bajara las pantys hasta las rodillas, después me unto un lubricante en el ano y empezó a juguetear con uno de sus dedos, haciendo circulitos y arriba y abajo de repente sentí presión y empezó a introducir su dedo. Poquito primero y después asta la mitad, yo me estremecía, con sensaciones extrañas y me dedicaba a lloriquearle. Luego que tuvo el dedo complete dentro, empezó un mete y saca de constante ritmo. Al principio esto se sentía ajeno, un intruso no bienvenido, pero poco a poco con los masajes de mi esposa el dolor se fue convirtiendo en algo tolerable. Con su otra mano ella frotaba mi pene y jugueteaba con mis pelotas, sin cesar el mete y saca de su dedo que ahora se introducía y salía con mas facilidad, con los oleajes de placer que mi esposa me producía no me di cuenta cuando introdujo el segundo dedo y luego el tercero, hasta que tenia ya cuatro de sus dedos en un mete y saca al cual yo accedía sin protesta. De pronto se detuvo, lubrico aquel glande que tenía atado a su pelvis y se incorporo por encima de mí, como un perro macho queriendo tomar a su perrita de turno. Mis sentidos agudizados sintieron la presencia de aquel aparato en la entrada de mi trasero, se sentía grandísimo, poco a poco fue introduciéndolo con gentileza, yo, aunque mi esposa ya me tenia abierto sentí un poco de dolor, y quise lloriquear, al cual mi esposa respondió no llores putita que yo se que te va gustar.

Perdón? Que dijiste? le pregunte, que eres una perrita putita, y que yo se que esto te va gustar, yo me quede sin palabras, atónito alo que escuchaba. Entonces sentí que la cabecilla de su glande resbalo en mi interior, y con un poco de mas rapidez sutil ella lo llevo hasta donde terminaba la tranca y su pelvis tocaba mis nalgas, ella se apretó contra mi y frotando mis nalgas con su pelvis me dijo al oído, agarrate mi amor por que te voy a coger, sin dar tiempo a nada empezó un suave mete y saca de tranca al cual yo respondí con lloriqueos pues no me había acostumbrado del todo, y ella respondió, me encanta oírte lloriquear putita, sus arremetidas fueron aumentando de velocidad hasta que se escuchaban las cachetadas que me daba en las nalgas con su pelvis, yo le correspondía levantando mi trasero cuando ella bajaba a penetrar, estas acciones le han de haber estimulado su clítoris por que de repente estallo en un grito y una serie de empujones que me ensartaban completamente. Cuando termino su clímax, ella callo sobre mí y yo termine recostándome en la cama con toda su tranca dentro de mí. Cansados los dos llenos de sudor nos quedamos quietos unos minutos disfrutando el momento, ella sobre mi espalda y yo sodomizado.

No se cuando ni como pero me empezó a besar la espalda y subió su boca a mi nuca sin sacar aquella bestia de mi, me beso y lameteo la nuca, con su mano derecha me dio un apretón de greña y con su izquierda me tomo de la barbilla, torció mi cara hacia ella y con un susurro me dijo al oído, ahora si eres mía, de hoy en adelante ya no serás mi perro servidor, si no mi perrita putita ala que voy a ensartar cada vez que se me hinche el palo.

Yo no tenía palabras.