La perra vida 11

En manos de su padre la perra sufrirá las consecuencias de su naturaleza y por su veincinco cumpleaños le esperan atroces regalos y su definitivo cambio físico.

La perra vida

Capítulo once

Don Rafael siempre se había considerado un hombre moralista y honorable, en su vida sexual siempre había sido conservador y comedido, pero desde hacía siete meses que todo eso había cambiado, el día que entregó a su hija pequeña en matrimonio. Ese día comprendió la verdadera naturaleza de su hija, era una perra, una auténtica, sucia y genuina perra, se lo había demostrado con su despedida, la magistral mamada que le endilgó, la paliza que él le propinó y la enculada alentada por su marido le demostraron lo equivocado que siempre había estado con ella, su adorada hija pequeña era peor que la mas guarra de las putas y el lo había disfrutado.

La había casado con un degenerado que la trataba como no debe ni tratarse a los animales ¿y que hacía la muy perra? se lo agradecía con su entrega total y absoluta. Su padre había sido implicado en su degradación y desde ese día no había podido olvidarlo, de de hecho no pensaba en otra cosa, se había enfrascado en sus negocios, había viajado mucho, pero ni la distancia ni mantener su imperio farmacéutico podían contra ese sentimiento de vicio que había llenado su alma. Se odiaba por ello y culpaba a la perra de su debilidad, pero tenía que volver a sentir toda esa depravación y esa inmoralidad, no lucharía contra lo inevitable, se la volvería a follar y al diablo con todo. Era un hombre mayor y se sentía como tal, pero de solo pensar en la perra, en lo que le había sentido con ella y lo que le gustaría hacerle, conseguía que su vieja polla reviviera sin fármacos ni otro estimulante y que su consumido corazón latiera vigoroso.

Lo que no esperaba era encontrarla preñada, pero eso era aún mejor, cuando vio la tremenda barriga que se le había puesto y esas tetas enormes, que de puro vicio ya estaban llenas de leche sin haber parido, la incontinencia de la perra y el aberrante clítoris que su marido había conseguido, eran la culminación magistral de su obra de emputecimiento, podría haberse corrido solo mirándola. Pero ahora que la tenía delante ya no tenía que tirar de recuerdos y fantasías, ahora su yerno lo animaba a que disfrutase de la perra y por supuesto que lo haría.

De acuerdo Pedro, veamos si tus comentarios son sinceros o son meras bravatas, demostremos que la perra puede correrse independientemente del trato que reciba - y abriendo una pequeña maleta que portaba y sonriendo al hacerlo, su suegro sentenció – como sabrás soy propietario de un imperio farmacéutico y alguna ventaja tendría de tener ¿no?, mis laboratorios han desarrollado unos geles que quiero mostrarte – decía extrayendo tres tubos de crema de su maleta – tenemos frío, caliente y urticante

Hemos probado con plantas urticantes antes y su cuerpo reacciona divino a ellas – recordando las múltiples sesiones con las ortigas y los padecimientos de la perra – un tormento agradable de ver, por cierto, he grabado todas las actividades de la perra, Don Rafael, luego puedo mostrarle algunas de ellas para que aprecie lo aplicada que ha sido durante estos meses y que su educación no ha dejado ninguna asignatura pendiente.

Que buena idea, me encantará verlas ¿que padre no estaría satisfecho con los avances académicos de su hija? Pues si con las plantas reaccionó bien ya verás con esta crema – comentaba extrayendo mas cosas de su maletín – sus efectos durarán mas tiempo y serán terribles, así cuando me la folle después, verá las estrellas con la inflamación de sus agujeros ¿tienes alguna sugerencia para la aplicación de la crema o te parece que se la pongamos con esto? – y ante la horrorizada mirada de la perra sacaba dos consolares de considerables dimensiones con un arnés que ante el asentimiento de su marido impregnaba con mucho cuidado con uno de los geles – es lo menos que puede hacer un padre con una hija tan descarriada

Me gusta eso suegro, quizá sea hora de ver sufrir a nuestra perrita, que queda un rato largo hasta la cena – disfrutaba Pedro con el viejo y su perversidad hacía la perra, serían unas imágenes maravillosas para Susanita, su padre castigando su mismo cuerpo por perra y puta – Voy a por mi cámara, la colgaremos en el porche para admirarla mejor.

¿No habrá peligro por su embarazo? – preguntó de pronto su suegro

En absoluto Don Rafael, está mas sana que un roble y a mi me importa una mierda lo que pueda pasar a la criatura, con la perra tengo mas que suficiente – asentía – el doctor ha dicho que puede haber vida normal y esta es su vida

Si tu lo dices – pensaba el viejo, estaban hablando de su futura nieta con total desprecio, pero claro, que podía esperar de su yerno, una cachorra mas o menos no iba a cambiar el mundo

Y eso hicieron, entre los dos la ataron por sus muñecas a las poleas del techo y le colocaron el arnés que apenas abarcaba su panza hinchada con los consoladores impregnados con la crema urticante que comenzó a producir efectos paralelos, por un lado entre estertores por los picores en su interior no podía parar de retorcerse ante la diversión de esos dos hombres y por otro, sin poder parar de excitarse por el efecto de los consoladores a plena potencia para deleite y diversión de su público. Se retorcía en sus ataduras, movía sus piernas intentado aliviarse y lo único que conseguía era que el flujo producido empapase sus muslos.

Le pusieron el gel frío en las tetas y sus aumentados pezones parecían querer salir despedidos y el gel caliente en la entrada de su vagina, ¡ah! como se le puso su sensible clítoris, para satisfacción de su amo se coloreó de inmediato y creció casi al doble de su tamaño, curiosamente con eso la perra lloraba en sus orgasmos. Las imágenes eran estupendas. Estaban disfrutando de lo lindo. Era divertido ver retorcerse a la perra mientras su padre no paraba de insultarla. Cuanto desprecio y cuanto vicio. El viejo no pudo contenerse y comenzó a azotar a la perra. Oh, pero que espectáculo mas encantador, el viejo excitadísimo, azotando las tetas, culo y hasta la barriga de la perra de su hija que no paraba de retorcerse entre orgasmos y dolor, sufrimiento y placer absoluto. Susanita disfrutaría viéndole hacer todo eso, a su propia imagen, pensando que podría ser ella.

Después de lo que parecieron horas para Lara le retiraron los consoladores y la descolgaron para que se tragarse la polla que la había engendrado, su padre se había puesto como un loco azotándola y su polla saltó a su encuentro como un misil. La perra tenía sus agujeros tremendamente irritados por efecto de la crema y de la follada de los consoladores, el clítoris todavía le ardía y palpitaba pero no pudo evitar correrse cuando su padre lo hizo en su boca mientras ordeñaba sus tetas congeladas que disparaban sus chorros directamente en el suelo. Ahí la dejaron lengüeteando el suelo que acababa de ensuciar.

Y procura que no les quede leche a esas tetas enormes perra lechona – amenazó su amo a la perra – luego vamos a jugar con ellas y no queremos ponerlo todo perdido

Ja, ja, ja – se reía el viejo – tendrá que seguir limpiando el porche toda la tarde

No necesariamente suegro, puede vaciarlas sin derramar ni una gota – explicaba su yerno – Chupa fuerte inútil – ordenó a la perra que ante la atónita mirada de su padre llevaba sus tetas hacía su boca y empezaba a succionar sus pezones apretujándolos y mirándoles con su carita de perra apaleada

Pero bueno – se reía su padre – la muy puta se chupa sus pezones sin problema, lástima que no le llegue también al coño, estaría todo el día dedicada a ello con lo guarra que es

Seguramente lo haría, ya con la calentura no deja de restregarlo contra la primero que encuentra si no te andas con cuidado – comentaba Pedro entrando en la casa seguido de Don Rafael – he tenido que ordenarle que no se los chupe sin permiso, tan pronto te dabas la vuelta ahí estaba la lechona con una teta en la boca – se reían de la imagen

Aplacadas las primeras ansias de su suegro, dejaron a la perra lamentando su existencia enganchada por su collar a un pilar del porche vaciando sus tetas, como le habían ordenado. Pedro mostró al viejo el índice que había elaborado con las grabaciones de las actividades de la perra, otra cualidad no tendría, pero concienzudo y ordenado con estos cosas, lo era y un rato largo. Como pudo apreciar Don Rafael, las asignaturas de su educación habían tocado todos los palos, podía escoger entre verla follar con animales, perro, burro, cerdos o quizá mejor verla realizando las tareas de la granja, accionando la noria del pozo, alimentando a los animales, arando los terrenos. Había grabaciones con las sesiones a que era sometida con sus amigos, que para satisfacción del viejo contaban con la utilización de insólitos instrumentos cotidianos. En el apartado de castigos un amplio abanico de posibilidades, abrumado por el elevado número de opciones decidieron ir pinchando al azar y viendo un poco de todo.

Don Rafael disfrutaba viendo como su yerno y sus amigos trataban a la perra, no podía entender como le excitaba eso, pero así era y también le gustó, y mucho, verla follar con los animales, cuando vio como le quedó el culo, después de haber sido follado por el burro, pidió permiso a su yerno para visitarlos con mas frecuencia y disfrutar en directo del espectáculo. Pedro estaba encantado, cuanto mas humillaban a la perra mas se excitaba Don Rafael, lo que se convertía en poder absoluto para él. Y los castigos que le aplicaría el viejo por excitarlo tanto, por haber simulado ser una hija buena durante años cuando en realidad era la mas rastrera de las perras, serían espectaculares y quedarían muy bien en las grabaciones.

Tremendamente excitado con todo lo que había visto Don Rafael salió en busca de la perra, quería follarla de nuevo, a pesar de que Pedro insistió en jugar antes con ella, la calentura de su suegro tendría que remitir antes de poder disfrutar de ningún juego.

De acuerdo Don Rafael – asentía su yerno para contentarle - ¿Por qué agujero quiere follar a la perra? Ambas entradas estarán aún muy irritadas y es posible que esta vez no lo disfrute la muy guarra

Cuento con eso, pero me gustaría ponerla en una postura de manera que pueda cambiar de agujero, sin que me aplaste con su enorme barriga y que me deje libre acceso a sus tetas – comentaba - ¿se te ocurre como?

Por supuesto, la colocaremos en una postura ideada por Elena, la utilizó la primera vez que jugamos con la electricidad, vera como le resulta cómoda – decía Pedro entrando para buscar lo necesario – Aquí perra lechona, recuerdas como era ¿verdad?

Y comenzó por sujetarla a la entrada del porche por el collar de su cuello y poco a poco elevando sus piernas sujetas por detrás de las rodillas bien abiertas, un buen rato tardó en ajustar la medida a la entera satisfacción del viejo, pero cuando lo consiguió Don Rafael podía follarla por cualquier agujero, casi no tendría ni que moverse si balanceaba a la perra y además sus tetas asomaban por encima de su barriga para que pudiera jugar con ellas.

¡Ah yerno que delicia! – decía su suegro cuando tras un rato de follar el empapado coño de la perra cambiaba ahora a su culo – está tan hinchada por dentro que apenas puede admitir mi polla, seguro que esto le está doliendo

Seguro que sí suegro – admitía éste observando las muecas que hacía la perra, que para mantener el silencio del que tanto disfrutaba su amo se tenía que morder los labios y apretar su boca para no emitir quejidos que podrían acarrearle nuevos castigos – nos ha costado un gran esfuerzo, pero su capacidad de sufrimiento ha crecido tanto como su clítoris – se reía - haz algo con tus manos perra, ofrécele esas tetas enormes a tu padre para que juegue con ellas

Tendremos que apuntarle un nuevo castigo Pedro – decía Don Rafael que no paraba de empujar a la perra con sus tremendas embestidas, cambiando de agujero para mayor desconcierto de esta – la lechona no ha conseguido vaciar sus tetas y ahora el pellizcarle los pezones y retorcerlos se está empapando – comentaba aprovechando que la perra se las sujetaba y restregando su leche por su barriga, cuando se secaba volvía a repetir la operación, sin importarle que con el trato que estaba aplicando a sus tetas la perra llorase silenciosa – como me gusta joderte perra - confesaba su padre pellizcando su enorme clítoris para comprobar que a pesar de estarla lastimando con la follada se corría de dolor – eres tan cerda y viciosa que voy a quitarte la calentura a polvos – jadeaba follándola salvajemente – voy a follarte tanto y tan duro que a partir de ahora temblaras cuando me acerque – amenazaba a la vez que propinaba a la perra tremendos pollazos que la hacían balancearse y clavarse mas en la polla de su padre – te mearás solo al escuchar mi nombre – le decía - ese asqueroso coño tuyo babeará incontrolado – seguía arremetiendo contra ella – si tu amo no quiere contención, yo te enseñaré a no contenerte – le retorcía brutalmente los pezones – eso es, revuélcate en tu celo para que te llene el culo con mi leche – jadeaba corriéndose en las entrañas de su hija que no pudiendo soportarlo y gruñía y gritaba

Bueno Don Rafael, se ha ganado un par de castigos por lo de la leche y por no mantener la boca cerrada – anunciaba Pedro viendo como su suegro se retiraba satisfecho con su corrida – sabe que no debe perturbar la paz del valle si no se le indica lo contrario – la descolgaba para que finalizase limpiando la polla que la había follado, como era su deber

Joder cerda – se quejaba su padre sentándose al borde de la mecedora con sus piernas bien abiertas – tendrás que limpiar también mis huevos y mi culo – ordenaba – me has puesto perdido – disfrutaba viendo a su hija realizando la tarea mas sucia y humillante – cuando termines te encargarás también de limpiar lo que sale de tu culo guarra, cualquiera diría que te gusta andar con la lengua fuera todo el día

Don Rafael estaba plenamente satisfecho con la corrida y viendo a su hija lamer el suelo delante de ellos, a pesar de su edad y del esfuerzo realizado con la follada se sentía veinte años mas joven, cualquiera diría que era bueno para su salud disponer de una perra incontinente.

Mientras cenaban con la perra entretenida en lamer sus pollas y comer lo que fuera que le tiraran, los dos hombres convinieron en que las visitas se efectuarían cada mes, de manera que el padre pudiese castigar y follarse a su antojo a la perra, sería tremendamente divertido, y una fuente de satisfacción y placer para ambos y de sufrimiento para la perra, que aprendería a obedecer a su padre, por absurdas que fueran sus órdenes. Algunas de las cuales quedaron instauradas desde ese mismo momento, por ejemplo, siempre que viniera de visita, la perra tenía que recibirlo besando sus pies y pidiéndole perdón por ser tan perra, tan puta y excitarlo a él tanto con ello. Siempre tendría que besar todos y cada uno de lo artículos que su cruel padre extrajera de aquella horrible maleta y limpiarlos con adoración antes de que volviera a guardarlos.

¡Lo que disfrutó el viejo con los pechos lactantes de la perra! le encantaba secárselos de mil maneras, Pedro le contaba que por supuesto, todas las criaturas del valle fueron alimentados por la perra, comenzando por ella misma, que desde aquél día en que descubrieron que llegaba a chuparse sus pezones se alimentaba sin descanso, pasando por su propio padre, el cerdo y el perro pero sobre todo, al viejo le encantaba estrujárselos y torturárselos. Le administrarían un medicamento que conseguiría potenciar la presencia de leche en las enormes tetas de la perra, no era necesario, a mas succión, mas leche, pero así podrían mantenerla durante años aunque no succionaran, si les daba la gana, hasta que se aburrieran.

Susana, ajena a las actividades del valle, excepción hecha de las imágenes que su cuñado le enviaba y como había pronosticado el dueño del sex-shop, no solo no tardó un mes en volver a su tienda favorita, lo convirtió en nuevo hábito, no pasaban mas de quince días sin que la señorita Heredia asomase con su tarjeta platino para realizar nuevas adquisiciones para su amigo educador de perras. Después de ver las imágenes que le había enviado su cuñado de la terrible Elena castigando a la perra con la electricidad, se pasaba por allí para comprar lo que le aconsejaran o cualquier otra cosa que le resultase interesante. Realmente se había convertido en la mejor clienta de la tienda.

Hola señorita Heredia, estamos encantados de verla de nuevo – la saludaba Marta relamiéndose con la nueva venta que harían

Buenas tardes – la saludaba Carlos - ¿quiere dar una vuelta por la tienda o prefiere asesoramiento de algún artículo en particular?

Buenas tardes – saludó extrañada por la alegría que parecían demostrar este par con su visita – echaré un vistazo, pero ¿han pensado en algo que podría interesarme para enviar a mi amigo? Las últimas adquisiciones realizadas han sido todo un éxito.

Adelantándome a sus deseos he solicitado un par de artículos que podrían resultarle muy interesantes a su amigo – contestaba Carlos – iré al almacén a buscar algo que pienso le podría gustar, tengo algo que será muy gratificante para el amo de la perra, una no es tanto para el adiestramiento como para la diversión, pero déjeme buscarlo que mejor verlo que contarlo

Gracias – decía al marido mientras se adentraba en la tienda acompañada de su esposa – el otro día me pareció ver que tenían trajes de doncella, ya sabe, esos ridículos vestidillos que enseñan mas que cubren y que suelen gustar a los hombres

Cierto, tenemos varios modelos que pueden interesarle – señalaba la zona donde se encontraban las ropas y disfraces – el que mas se vende es el típico llamado de doncella francesa – le mostraba la indumentaria compuesta de un diminuto vestidito negro de amplia falda de vuelo extra corta, escote desmesurado y complementado con un delantalillo blanco – también tenemos este que resulta mucho mas desvergonzado a pesar de parecer mas púdico – mostraba otro vestidito de licra negro que mostraba unos bolsillos a la altura de los pechos y del coño que sujetos con velcro podía ponerse o quitarse a placer – hay mas si desea verlos

No gracias, con estos será suficiente, ¿cree que son de mi talla? – preguntaba poniendo uno de los vestidos sobre ella – la perra de mi amigo utiliza una talla menos

Bien, pues en ese caso – retiraba otros dos de la estantería – estos le irán perfectos

Gracias, me los llevo, veamos que ha traído su marido – decía acercándose al mostrador donde esperaba Carlos con una caja bastante grande - ¿de que se trata esta vez?

Verá señorita Heredia ¿a su amigo le gusta la caza? – preguntaba mostrándole lo que había traído - ¿el tiro al blanco, quizá?

La verdad es que no lo sé ¿porqué pregunta? – curiosa

Tenemos unos juegos muy entretenidos que se componen de un par de pistolas o de escopetas que disparan unos pequeños dardos del todo inofensivos – le mostraba el contenido de la caja – es muy popular entre otros amos que han pasado por nuestra tienda. Sirve para realizar competiciones de tiro a perras, cada pistola dispara unos dardos diminutos adornados con pequeñas banderillas de diferentes colores, pero si la preferencia es la caza tenemos estas escopetas que, con el mismo sistema tienen mayor potencia y por ello mas alcance

Interesante – asentía admirada con la perversidad de los fabricantes de artículos sexuales – ¿podríamos probarlos?

Por supuesto, ¿sobre que le gustaría disparar? – preguntaba solícito Carlos que sabía por el brillo de su mirada que había realizado una nueva venta – Si quiere probar el daño, mejor será que lo pruebe usted misma

De acuerdo, probaré en mi pierna – decía insegura levantando su pierna enfundada en un pantalón vaquero – No creo que con esta tela sea doloroso

No, no lo creo, pero verá – le mostraba como se cargaba el arma – así se carga, se retira el seguro y se dispara apretando el gatillo como en cualquier otra arma. Una distancia mayor de medio metro es la recomendada

De acuerdo – decía Susana sujetando el arma y levantando un poco el brazo efectuaba el primer disparo a poco mas de 70 cm. – ¡Vaya!, a esta distancia si que duele – comentaba viendo el pequeño banderín verde ondeando en su muslo – a una distancia de cinco metros no será mas doloroso que una picadura, me encanta, lo compro

¿Y que será señorita Heredia escopetas o pistolas? – preguntaba Carlos mostrándole ambas armas - ¿Competición de tiro o caza?

¡Uy! Que dilema, pues no sé la verdad – pensaba, que sería de mayor agrado para el sucio barrendero, seguro las pistolas para jugar en el porche, pero si quería probar cuando estaba con los animales – Que bobada, para que decidir, envíen los dos a mi amigo con una gran cantidad de munición si hacen el favor – decía mostrándoles el brillo del platino

Nada de favores, señorita Heredia, es usted quien nos lo hace – decía Marta de nuevo encantada con la venta realizada – Ya sabe que estamos encantados de atenderla

Se quedaban mas que satisfechos Carlos y Marta, cualquier cosa que le mostraran a esta chiquilla, con tal de que resultara doloroso era cosa hecha que lo comprara. Para nada les gustaría estar en el pellejo de la perra con esta niña rica cerca.

El tiempo pasaba y la perra lechona que había tenido un buen embarazo, tuvo un mejor parto. Pero no había tenido una linda camadita, de su sucio coño solo salió una insignificante cachorrilla a la que apenas dedicaron atención. Era fuerte y sana a pesar de todo lo que había padecido en su gestación. A petición del médico, Pedro debería dejar a la perra que se recuperara durante dos meses al menos y como no había nada divertido en tener una perra y no poder jugar con ella sin restricciones, Pedro se marchó de viaje con su suegro durante ese tiempo. Había pedido a Mateo y Elena que la vigilaran de vez en cuando y que se divirtieran con ella lo que quisieran, nada de follar, solo divertirse castigándola y eso fue lo que hicieron. Dejaron una buena colección de grabaciones para que su amigo las disfrutara a la vuelta de su viaje y comprobase que, en su ausencia, no habían desatendido ni las labores de la granja ni el emputecimiento de la perra.

Pedro regresó al valle y la perra salió a su encuentro feliz de que hubiera regresado, su cuerpo se recuperó increíblemente bien después del parto, sus tetas seguían rebosantes de leche, las atenciones que le habían prestado Mateo y Elena en su ausencia, quedaban patentes por las marcas que se apreciaban en todo su cuerpo y ese enorme clítoris que el había deseado, estaba mas grande, jugoso y colorado que antes, Joder, si estaba mas apetecible la muy perra, Pedro no lo reconocería, pero la había echado de menos, se sentía vacío lejos de su perra lechona y eso le acarreó nuevos padecimientos de bienvenida, tremenda follada salvaje que le metió después de flagelarla hasta que le dolieron los brazos.

Elena se había encariñado con la cachorra y le pidió a Pedro si le dejaba quedársela, no había tenido hijos y podría cuidar a la cachorrilla como propia. Por supuesto Pedro aceptó encantado, no le interesaba ni un poco su propia descendencia, no encontraba nada interesante ni divertido en ella, por lo que se ganó la adoración eterna de Elena y por ende, la de su marido.

Así pasaron otros seis años, Don Rafael se había unido a las sesiones de castigo y entrenamiento de la perra y entabló una buena amistad con Mateo y Elena, pero con ésta, inició una competición, un duelo perverso para ver quien conseguía humillar y maltratar mas y mejor a la perra. Todos eran partícipes de ello y tenían imágenes que lo demostraban. Si Don Rafael ataba todo un día a la perra a un árbol de modo que solo sobresalieran de la cuerda que la rodeaba sus enormes tetas, Elena los hacía abrazando el tronco con sus piernas y brazos y solo sobresalía su culo. Si ella utilizaba el enorme megatrack en su coño con la funda de esparto, el viejo lo hacía en su culo impregnado un uno de sus geles, si uno la utilizaba como mueble para apoyar sus pies la otra lo hacía como lámpara. En fin, toda una competición.

Querida Susana, te llamaré así ahora que serás una mujer casada, te deseo un feliz veinticinco cumpleaños, espero que disfrutes de tu regalo tanto como tu gemela.

Atentamente tu cuñado

Pedro Pastor

El video que le había enviado de regalo de cumpleaños duraba veinticinco horas, su cuñado le regaló veinticinco horas sin interrupciones de suplicios y castigos. Veinticinco horas donde se follarían a su hermana, veinticinco castigos que recibiría como regalo de cumpleaños.

Pedro había reunido para la ocasión a sus amigos Mateo y Elena, llamó a Don Rafael que se trajo al ama de llaves Carla, habían localizado a Elena la gobernanta del internado y Samuel su marido encargado del establo y los jardines, no podía faltar Marta la gran amiga de Susana y su hermano Jorge que pronto se convertiría en el marido de ésta y como colofón había localizado a la pareja propietaria del sex-shop, Carlos y Marta, al que acudía Susana regularmente para comprar las cosas de la perra, por supuesto, también estaban invitados el sumo guía de la sede de Elena y el médico que la había atendido en su preñez. Todos follarían y castigarían a la perra como regalo de cumpleaños, de cada uno de ellos dependía si querían ser reconocidos en la grabación o simplemente mantendrían el anonimato, todos optaron por lo segundo, haciendo uso de unas cómodas máscaras que Pedro les facilitó. Los invitados charlaban e intercambiaban comentarios y experiencias sobre la perra en la arboleda junto al río, habían colocado unas mesas con comida y bebida que podrían ir disfrutando a lo largo de la jornada y así no perderse detalle de la entrega de regalos.

La película empezaba a media mañana, era un precioso y soleado día en el valle y se veía a la perra acercándose a la cámara desde su caseta. Era una perra escultural, sus tetas eran enormes y serían perfectas de no ser por esos pezones exagerados que había desarrollado, su clítoris, totalmente expuesto por los adornos permanentes en que se habían convertido las pinzas que abrían su coño, era mas grande que la cereza que al principio su amo había previsto y se veía bamboleante, colorado y jugoso, pero salvo esos cambios leves, seguía siendo igual a su gemela.

Muchas felicidades en el día de nuestro veinticinco aniversario hermana, espero que disfrutes de tu regalo de cumpleaños – saludaba contenta sin saber lo que le depararía ese día, su amo le había garantizado un día inolvidable y una gran fiesta en honor de las gemelas, estaba radiante de felicidad por ello. Pobre ingenua

Bébete esto y colócate tu nueva máscara perra – ordenaba su amo viendo como la perra tras beberse el botellín que le ofrecía se colocaba una máscara que cubría su cabeza, solo asomaba su boca y sus fosas nasales, le cubría totalmente los ojos y los oídos, comprobando que el aislamiento sensorial era prácticamente total, se dirigió a la cámara – Feliz veinticinco cumpleaños cuñada, de regalo te ofrezco veinticinco horas de placer y sufrimiento de la perra de tu gemela, pero sobre todo lo que he denominado "El cambio definitivo". Si, a partir de hoy tu hermana ya no parecerá mas tu gemela, ese es mi principal regalo por vuestro veinticinco aniversario y por tu próxima boda, a pesar de todo lo que ha padecido en estos años hoy cruzará el verdadero punto de no retorno. Disfruta de tu regalo, le he suministrado un medicamento que evitará que pierda el conocimiento y pueda disfrutar de todo lo que le hemos preparado y con su máscara nueva no podrá ni ver ni oír lo que acontece. Felicidades – dicho esto se colocó una máscara que deformaba su rostro a pesar de solo ocupar el espacio entre lo ojos y la boca, apagó la cámara y llevó a la perra a la orilla del río donde habían preparado la fiesta.

Lara se sentía inquieta, lo que le había hecho beber su amo le hacía sentir extraña, pero lo peor era que no podía ver ni oír, su amo así lo quería, hoy era su veinticinco cumpleaños y le había prometido que cuando se quitara la máscara no se reconocería y podría disfrutar de lleno con los regalos con los que pensaba agasajarla a lo largo del día ¿Qué habría querido decir con eso? No sabía que había preparado, pero estaba ansiosa por descubrirlo y mas excitada que de costumbre, si es que eso era posible.

Sus invitados esperaban deseosos que comenzara la fiesta, estaban dispuestos a disfrutar como nunca con todo lo que Pedro había preparado. Como había aislado a la perra, todo lo que le hicieran, no podría verlo ni oírlo, por lo que podrían comentar libremente sobre lo que hacían o lo que le esperaba sin estropear la sorpresa. Susana no podría reconocerlos a pesar de sus voces, por una parte estaban las máscaras que todos lucirían y por otro, porque no se imaginaría ni por asomo que su cuñado había juntado a su amiga, su novio, su padre, su ama de llaves y todas aquellas personas que a lo largo de los años había humillado y maltratado a la perra, directa o indirectamente. La colocaron bien sujeta a una larga mesa, inmovilizándola de brazos y piernas, bien abierta y ansiosa. Comenzaba su regalo.

La perra fue recibida por Elena que abrió la veda azotándola duramente con la fusta por toda la parte frontal de su cuerpo, que al no poder ver ni oír, no sabía donde caería el próximo golpe. Durante todo el proceso Elena iba comentando a los espectadores cada uno de los trallazos que propinaba a la perra y cuando su cuerpo quedó marcado con los veinticinco verdugones correspondientes, cedió el paso a Carla. Solo dolor sentía la perra.

La antigua ama de llaves con unos guantes de látex para protegerse, aplicó el gel caliente en sus pezones y coño, de tal modo que pronto empezaron a colorearse con un intenso color rojo y con sus palpitaciones aumentaron más su tamaño ante la extasiada vista de los invitados. Todo vívidamente comentado. La perra sentía arder todo su cuerpo, intentaba retorcerse y al tener libre su boca, lastimeros gemidos salían de ella. De momento, todo había sido intenso dolor en el día de su cumpleaños.

Para aliviarla un poco en su tormento, Carlos, intentó colocarle en el clítoris una de las pinzas del equipo de descargas, pero dado el tamaño que había alcanzado y mas aún con las palpitaciones producidas por el gel caliente, desistió al tercer intento y optó por aprisionarlo con un sargento que extrajo de la caja de herramientas que había llevado y al que colocó tres de las pinzas. Que se jodiera la perra si por enorme, su clítoris solo podía ser sujetado por semejante herramienta y tendría que padecer ahora las descargas de las tres pinzas. Pero para asombro de la concurrencia, con la tremenda presión con la que lo colocó sus lamentos pronto se convirtieron en gemidos y al comenzar a aplicarle leves descargas los gemidos dieron paso a los jadeos que predecían al orgasmo.

Fue el turno de Marta, la gobernanta del internado que mientras la perra se corría, comenzó a verter sobre su cuerpo cera caliente que pronto terminó con los sonidos placenteros, la distancia del vertido iba variando según los lamentos de la perra hasta llegar a derramarla casi en contacto con su maltratada piel, toda su parte frontal quedó cubierta y con ello consiguió un bonito conjunto de alaridos por parte de su víctima y una sentida ovación por su público.

La desataron para darle la vuelta y al tumbarla boca abajo, el aplastamiento sufrido por sus doloridas tetas volvió a traducirse en gritos de auténtico dolor que fueron acallados con un par de descargas a media intensidad en el sargento que colgada de su exageradamente malogrado clítoris, que asomaba entre las abiertas piernas de la perra. En esa postura le otorgaron a Jorge, el futuro marido de su hermana gemela, el grato placer de azotarla con el sacudidor de colchones que dejaba unas bonitas marcas, le atizó los veinticinco golpes correspondientes por toda su parte trasera, centrándose sobre todo en su culo que alcanzó el mismo intenso color rojo que presentaba su clítoris con el gel. Bonita manera de retorcerse en sus ataduras.

Para finalizar la primera entrega de su regalo el guía espiritual le introdujo ambos huevos y una de las pollas del juego de descargas por el culo, de esta manera, los calambres llegarían hasta las mismas entrañas de la perra, que si hasta ese momento había deleitado los oídos de sus castigadores con gritos y lamentos ahora producía un continuo y lastimero sollozo. Las convulsiones de la perra con las descargas le hacían golpear su cuerpo contra la mesa martirizando mas de este modo su atormentadas tetas y haciendo saltar el sargento que aprisionaba su coño, curioso, cuando esto sucedía, aún se corría la muy perra.

La desataron de la mesa y tras desprenderla del sargento, única fuente de placer anterior, solicitaron al médico que retirase la cera que quedaba en su cuerpo con el látigo. Diecinueve azotes fueron suficientes, pero como el número mágico ese día era el veinticinco, le ofreció los seis restantes de forma gratuita, repartiéndolos por toda su anatomía. guiado por sus fervientes admiradores que formaban una algarabía de indicaciones, gritos y risas.

De la excitación alcanzada con la flagelación el médico solicitó follarse a la perra por el culo a lo que se apuntó el guía religioso, que le llenaría el coño y para mayor deleite de los presentes, su futuro cuñado reclamó su boca, un poco de placer antes de continuar con los regalos. Tremenda follada le metieron entre cachetes y pellizcos. Como siempre, tuvo que limpiar agradecida las pollas que la habían follado.

Era el momento de colocarle los adornos definitivos que luciría el resto de su vida y que su amo había escogido para ella. Veinticinco nuevos adornos permanentes fueron colocados en su cuerpo, su amo para la ocasión había encargado un exagerado juego completo de ornamentos de metal, estaban fabricados de una aleación, en absoluto ligera, pero conductora de la electricidad, inoxidable y fácil de limpiar. A pesar de las protestas de Elena y Marta, amiga de su hermana, utilizaron un anestésico leve suministrado, por supuesto por Don Rafael, para poder seguir entregando a la perra sus regalos sin tener que sufrir continuos desvanecimientos producidos por el dolor, a pesar del bebedizo que le habían hecho ingerir ya que serían muchas perforaciones y querían darle uso inmediato.

Comenzaron colocándole un ancho collar que se ajustaba a su cuello lo justo para permitirle una buena apertura de su garganta, un par de anchas tobilleras iguales a las muñequeras y los brazaletes que aprisionaban sus brazos por encima de sus codos, todos ellos adornados con unas tres o cuatro anillas para facilitar futuras sujeciones. No eran rígidos, estaban formados por cuatro planchas metálicas unidas por eslabones, de este modo, la piel de la perra se podría limpiar y tratar para evitar problemas futuros, serían inevitables las rozaduras e irritaciones, pero su amo no quería que padeciera infecciones. Continuaron con los pircing de sus pezones y clítoris, como eran la obra maestra de su amo se merecían un adorno acorde a su magnitud y le pusieron un enorme pasador rematado en dos bolas algo mas grandes que canicas unidas con una cadenita colgante, tanto sus pezones como su clítoris que asomaban en el centro de las bolas no desmerecían en absoluto el volumen éstas y la cadenita se podría utilizar para colgarle cualquier cosa que se les ocurriera. La máscara de la perra estaba empapada con sus lágrimas y con sus quejidos y lamentos ya tenía la voz ronca.

Una bola del mismo calibre fue colocada en su lengua y una señora anilla en la punta, escoltada por otras dos bolas, poco mas pequeñas pero nada despreciables, todo ello la obligaría a mantenerla su lengua fuera de la boca a partir de ese momento, como la perra que era, con el tiempo, el peso y el uso, llegaría a colgarle bastante. Se veía preciosa con su lengua colgando, jadeando y salivando sin poder emitir mas que gruñidos.

Sus labios vaginales, de las folladas y de las pinzas que su amo le colocaba para mostrar su adorado clítoris habían conseguido una elongación extrema y en ellos colocaron tres gruesas argollas en cada uno, con el peso y los juegos venideros le llegarían en breve a medio muslo, o al menos eso esperaba su amo, conseguiría que fuera como el de una vaca que acabase de parir su ternero.

Los labios menores tampoco se libraron de sus adornos y le pusieron dos aros de menor medida pero mayor peso en cada uno y para finalizar un enorme aro en su tabique nasal que llegaba casi hasta su boca abierta. La perra padeció unos dolores atroces, no sabía que le estaban haciendo, el dolor le nublaba la mente, pero por increíble que le pareciera no era el suficiente como para desvanecerse y librarse del suplicio.

Alrededor de su cintura le pusieron un grueso cinturón que permitiría llevar a la perra en todo momento los artículos necesarios para sujetarla y castigarla. Tenía cuatro anillas de las que colgaban doce mosquetones de diferentes tamaños, dos mas de las que podrían colgar, por ejemplo, su látigo y su fusta, unos pequeños bolsillos con cadenitas e hilos, unas bolsitas para guardar los complementos de su equipo de descargas y otros compartimentos a los que darían diferentes usos. De este modo la perra estaría permanentemente pertrechada para su uso completo.

Dando por finalizada la primera parte de su regalo, se dispusieron a disfrutar de un breve descanso mientas sería Brutus el encargado de atender a la perra. Colocada a cuatro patas y como siempre había sucedido desde la primera vez que la cató, tras un par de ásperas lamidas en su vagina recién anillada, el perro se la folló caliente, fuerte, rápido y duro, pero Elena haciendo gala del odio y desprecio que sentía por la perra le sujetó las cadenitas de sus pezones a las bolitas laterales de su lengua, con lo que las embestidas del perro hacían saltar sus tetas tirando de su lengua. Las imágenes mostrarían a ambos animales jadeantes y babándose durante el acoplamiento. Para evitar el habitual juego de arrastre, aplicaron descargas a los complementos que llenaban el culo de la perra y que Brutus al sentir se revolvió hasta conseguir soltarse lastimando a la perra y huyó de allí sin permitir, por primera vez, que la perra le limpiase después de follarla.

Dolorida y agotada le retiraron los complementos de su culo y la sentaron sobre un caballete cuya sección horizontal era una cuña que se clavaría poco a poco en su vagina anillada. No le soltaron las tetas de la lengua y le sujetaron su muñeca derecha con uno de los mosquetones a la anilla lateral izquierda del collar por detrás de su cabeza y la muñeca izquierda, por debajo del caballete con otro mosquetón a la tobillera de su pie derecho. Era graciosa verla restregar su dolorido coño por el travesaño intentando mantener el equilibrio. No se podían distinguir los sonidos que emitía la perra, ¿serían lamentos, quejidos, jadeos o gemidos?

En esa postura y aprovechando la elevación de sus tetas, Samuel, el jardinero del internado, flageló a la perra en la zona sensible debajo de ellas con una vara que dejaba unas marcas finísimas, pero que a juzgar por los nuevos y extraños quejidos que escapaban de la abierta boca de la perra, sumamente dolorosas. Tuvo que repartir los veinticinco golpes con su culo, la planta del pie levantado y la axila descubierta para no despellejarle el pecho. No podía mantenerse en pié cuando la bajaron del caballete y soltaron sus sujeciones.

Mateo quería follarla por su recargado e inflamado coño y Don Rafael deseaba su culo, Samuel escogió su lengua llena de bolas y animados por los comentarios del resto estuvieron un buen rato dale que te pego, hasta que los tres alcanzaron un poderoso orgasmo mientras la perra gemía descontrolada con sus atenciones a pesar de su maltratado cuerpo lleno de magulladuras. Limpiadas las tres pollas que la había follado era el turno de aliviar a las señoras, por lo que su recientemente taladrada lengua trabajó de lo lindo para satisfacer los cinco coños que le presentaron mientras las mujeres se entretenían abofeteándola y tironeando de sus adornos.

Con tanto beber durante la entrega de regalos todos lo invitados mearon a la perra, que de lo asquerosa que quedó, solo podía ser follada por los cerdos. Como gustó eso al público, Mateo y Pedro que se habían convertido en expertos sujetadores de cerdos para el coito, asombraron a los invitados con las habilidades adquiridas con la práctica por la perra folladora y mamadora de cerdos. Un buen rato se tiraron con la follada y más aún regando a la perra que terminó totalmente cubierta de lefa y meados.

Como estaba repugnantemente sucia, decidieron aplicarle un lavado estilo Elena, la llevaron a la parte trasera de la casa y todos se acercaron para disfrutar del lavado interno y externo de la perra, tuvieron que quitarle su cinturón nuevo, porque entre la que le obligaba a beber y la que le metía directamente en las entrañas, la barriga de la perra crecía con su preñez líquida que taponaron durante un buen rato. Momentos que aprovechaba su higienizadora para hacer saltar sus nuevos adornos con la presión del agua helada. Los estertores y lamentos de la perra alcanzaron el desmayo antes de que la dejaran vaciarse para repetir la limpieza, hasta que el agua de sus entrañas salio limpia y cristalina estuvo Elena limpiándola y provista de sus guantes hasta el codo aplicando sus puños a las aberturas dejadas por lo tapones. Elena se deleitaba ante su público acicateada con los gritos y quejidos de la odiosa perra y con su cono de tráfico midió la abertura conseguida, castigando a la perra con fuertes tirones de sus nuevos adornos al no haber conseguido batir sus marcas anteriores.

Las dos mujeres mayores, la gobernanta del internado y el ama de llaves, propinaron a la perra una soberana tanda doble de veinticinco nuevos azotes con palas de madera para calentarla después del lavado, no era cuestión que se enfriara el animalito decían.

Como era la hora de la merienda, aprovecharon para que Carlos, el dueño del sex-shop, ayudado por su mujer, se encargaran de tatuar el cuerpo de la perra, a petición de Pedro, con las veinticinco letras que había escogido. En su pubis pondría "Regalada x SH", las iniciales de la hermana que había entregado a la perra y en un arco precioso sobre su culo pondría "Perra de P. Pastor". Finalizada su obra, a Carlos le había llegado el momento de follar ese culo tatuado, Marta, su mujer, volvería a utilizar la lengua de la perra y junto con el guía espiritual, que escogió la vagina, la emprendieron a pollazos salvajes con la perra que no podría parar de correrse agradecida.

Sin descanso para la perra, le trajeron al burro para que abriera su culo. Le introdujeron uno de los huevos y una polla en el coño y mientras bebían y fumaban los extraordinarios puros de Don Rafael, aplicaban leves descargas a la perra que no gustaban al burro y como represalia introducía su pollón mas dentro de la ella. Elena midió la abertura dejada por la tremenda verga del animal con su cono de tráfico con lo que la perra demostró haber conseguido batir su propio record, tragándose su culo un buen trozo del cono, siendo vitoreada por todos.

Era el momento de quitarle su máscara, podría ver y oír a sus verdugos antes de recibir sus últimos dos regalos, se quitaron las máscaras y se colocaron todos detrás de la cámara. Lara tardó un poco en poder ver, a pesar de que la luz de la tarde no era muy intensa, sus ojos tardaron en adaptarse y al poder identificar a las personas que se habían reunido para celebrar su humillante cumpleaños maltratándola y follándola, rompió a llorar. A excepción de su propia hermana, todas la personas que alguna vez la habían vejado y maltratado estaban allí reunidas, solo tres personas eran desconocidas para ella, pero con la vergüenza que sintió en esos momentos cayó destrozada, balbuceando sin poder articular palabra, a los pies de su padre que satisfecho le palmeó la cabeza. Volvieron a colocarse sus máscaras para finalizar la celebración.

Su amo la levantó tirando de su pelo y destapando un enorme espejo que había traído le mostró su nueva imagen. Lara horrorizada lloraba desconsolada sin poder creerlo, parecía una atracción de feria, una res para ser exhibida, el collar, los enormes aros, los tatuajes, sus muñequeras y tobilleras, el cinturón lleno de cosas, sus pircing, su pobre lengua colgante...

Llora de alegría perra, te dije que no te reconocerías con tus nuevos regalos, ya no eres mas igual a tu hermana, de ahora en adelante lucirás así – le decía sujetándola fuertemente de un brazo y llevando una de las cadenillas de sus pezones a la bola de su lengua y una anilla de su muñequera a una bola de su clítoris – será divertido jugar así contigo

Hhhmmmpppfff – intentó hablar entre sollozos lastimándose al moverse

Ni lo intentes, no volverás a hablar, tus adornos lo impiden y de todas formas a nadie le interesa lo que una perra pueda opinar – decía Elena levantándole un pie y sujetándoselo a la muñequera contraia, habría caído de no ser por su amo

Feliz cumpleaños hija – la felicitó su padre colgándole una gran pesa de la cadenita de su clítoris – luces espléndida

Marta, la mejor amiga de su hermana y su torturadora durante sus años de juventud la sentó frente al espejo en un taburete, sin soltarla y tras entretenerse un rato enseñándole sus nuevos adornos, para que no perdiera detalle de ellos, le mostró como podían sujetarse unos con otros. Para desesperación de la perra afeitó su cabeza y cejas, siempre había querido hacerlo, su pelo, era el rasgo que mas adoraba de su amiga y no podía soportar que esta perra inútil lo tuviera igual. Una vez totalmente afeitada, aplicó una loción por todas partes, creada por el laboratorio de Don Rafael, que impediría que su pelo volviera a crecer. Como lloraba la pobre perra despojada ahora de la poca humanidad que le quedaba.

La penúltima prueba sería una marca a fuego sobre su nalga izquierda con el emblema de la familia Heredia, su propio padre se la pondría, era su marca, el mismo logo que había utilizado en el imperio farmacéutico que había creado. Para ello la inmovilizaron al caballete, frente al espejo, con su culo bien expuesto y sin poder evitar mirar la cara de vicio de su padre y su amo que la ayudaba, procedió a su marcado. La perra no pudo soportarlo, se desmayo de dolor. Samuel le aplicó un emplaste de plantas que facilitarían la cicatrización y conseguirían que la cicatriz tomara una tonalidad verdosa, como un tatuaje en relieve.

Para finalizar la fiesta, como broche de oro y donde pasaría las nueve horas restantes que faltaban para cumplir sus veinticinco horas de penurias. Pedro al fin la crucificó, la había amenazado infinidad de veces con hacerlo y era su último regalo, así pasaría las horas que restaban de su cumpleaños. Había encargado una cruz muy especial, todo era poco para celebrar el cumpleaños de su perra y a partir de ese momento formaría parte del paisaje del valle. La cruz estaba preparada para sujetar a la perra por sus nuevos adornos permanentes. Al elemento horizontal sujetaron sus muñecas, codos y collar, hacía la mitad del palo vertical había una abertura por la que podrían introducirse y ajustarse diferentes elementos, en esta ocasión su amo había escogido uno que tenía una polla que le taladraría el culo y sus pies irían apoyados en otro madero perpendicular que se podía regular en altura, dejándolos esta vez muy cerca de su taladrado culo, de manera que sus piernas quedarían dobladas y tremendamente abiertas para que se pudiera apreciar su enorme clítoris en todo su esplendor. Parecía como si la muy cerda de la perra quisiera mostrarse al mundo en cuclillas y abierta, totalmente expuesta.

Antes de abandonarla, todos y cada uno de los invitados se despidieron de ella, utilizando el juego de pistolas enviado por su hermana, cada invitado disparó dos banderines con lo que su cuerpo quedó decorado con veinte banderines de colores. Elena y su marido Samuel le abrieron el coño sujetando sus anillas con una cadenita por detrás de su trasero, Carla le sujetó una teta a la lengua y Don Rafael le colgó de la otra una pesado campanilla, Carlos y Marta, su mujer le colocaron cada uno una pinza, una en la anilla central de su lengua y otra en el pezón que tenía la campana, Jorge y su hermana Marta le introdujeron un huevo en su culo y otro en su vagina, el guía espiritual y el médico colocaron una pinza en la cadenita de su clítoris y otra mas en el aro de su nariz y Mateo y Elena le colgaron otra enorme campanilla en su clítoris y las tres pinzas restantes, Pedro los despidió efectuando los últimos cinco disparos que faltaban para los veinticinco, demostrando la puntería magistral que había alcanzado con la práctica del tiro a la perra, disparó tres banderines a su ombligo y dos que dieron de lleno en el clítoris descomunal que sujetaba la campana, pulsando el botón rojo de su juego de descargas para que los tintineos de éstas, los aullidos y gruñidos que emitía la garganta destrozada de la perra con tanto grito, los acompañaran mientras salían del valle.