La perra vida 08

La perra sirve de diverión a la perversa Elena que le hará padecer nuevos castigos y humillaciones. Muchas gracias por vuestras valoraciones y comentarios.

La perra vida

Capítulo ocho

Elena se había postrado delante de su altarcillo y había rezado fervorosamente para que Dios la ayudara a no volver a caer en la tentación, había sucumbido ante la perra y eso la avergonzaba, bebería de ella si quería hacerlo, pero tendría que ser la perra la que se entregara y no ella la que se arrodillara. No volvería a suceder, simplemente se trataba de un ser indigno, libidinoso, al que tenía que educar. Reafirmada en sus creencias y culpando a la perra por su debilidad, decidió prepararse algo de cenar y continuar abusando de la perra.

Una vez preparada su comida salió a buscar a la perra que colgaba literalmente de su cuello y brazos de la precaria cuerda del tendal con el látigo colgando entre sus piernas.

  • Basta de descanso – le dijo quitándole el látigo, que por cierto estaba empapado de sus jugos y soltándola de sus ataduras cayendo al suelo y levantándola tirándole de su ridícula cabellera - es hora de cenar perra holgazana

La llevó a la cocina y le colocó uno de los artilugios que su marido había fabricado siguiendo sus instrucciones. Se trataba de una prensa para esas soberbias tetas, se las colocó entre dos tablillas de madera que fue apretando con unas palometas hasta que presentaron un aspecto ridículo, totalmente aplastadas y sobresalientes. La perra comenzó a quejarse emitiendo lastimeros gemidos que fueron acallados con un par de pellizcos en sus insolentes pezones.

Lo siguiente que hizo fue colocarle la bandeja para que pudiera servirle la cena. Mateo, siempre siguiendo sus instrucciones, había sujetado a una bandeja por un lado un cinturón y por el otro, le había efectuado un par de agujeritos por donde pasar el sedal que terminaba en las pinzas que le había dado Pedro, de tal forma que, para que la bandeja quedara casi horizontal tendría que abrocharse el cinturón bien apretado y las pinzas irían directamente a esos insolentes pezones. El peso haría el resto.

Una vez efectuada toda la operación, comenzó a cargar la bandeja con lo que sería su cena y con el peso, las pinzas tiraban de los pezones de esas tetas prensadas. Había calculado perfectamente y la bandeja quedaba totalmente horizontal, claro que la genialidad de llenar a rebosar de salsa su plato de guiso se le ocurrió a última hora, sería divertido ver sus esfuerzos para no derramar su contenido y ganarse con ello un castigo. Para que no cayera en la tentación de utilizar sus manos, le ató los codos a la espalda, lo que dificultaba su equilibrio.

  • Andado perra, llevarás mi cena a la sala, te quedarás al lado de la butaca y pobre de ti como se vierta algo – advertía – de ello depende como dormirás esta noche

  • Si señora Elena, tendré mucho cuidado con su cena – contestaba la perra que padecía unos dolores tremendos en sus tetas y pezones, sin doblar ni un poco su espalda, bajaba su cabeza para mirar el contenido de la bandeja con miedo a moverse mas, un bonito mantel, un plato lleno de guiso, cubiertos, servilleta, un trozo de pan, dos plátanos y una copa de vino

Elena se dirigió a la sala y preparó una nueva película de la perra para entretenerse mientras cenaba, se sentó en la butaca para poder ver como la perra se acercaba con su cena, ponía todo su empeño en realizar la tarea correctamente, es cierto, pero como era inevitable que la salsa se vertiera, Elena ya tenía pensado el castigo de antemano.

  • Perra inepta, te has ganado una noche de incómodo descanso, si es que consigues descansar algo – la reprendía – se ha manchado el mantel con la salsa por tu culpa

  • Lo siento señora Elena, es que estaba muy lleno – se justificaba

  • Excusas perra estúpida, simplemente es que eres tan incompetente que no puedes obedecer ni una simple orden, abre tus piernas y doblas las rodillas – le ordenaba mientras pelaba ambos plátanos – un poco mas ¿o no ves que aún no estás a la altura adecuada? Eso es – decía cuando la bandeja quedó a su alcance e introduciendo un plátano en cada uno de sus agujeros, consiguió con ello que la perra se estremeciera y vertiera mas salsa – estupendo, acabas de agravar tu castigo, solo falta que no seas capaz de aguantar los plátanos en tu interior – se reía mientras comenzaba a cenar viendo la película

En la pantalla apareció Pedro colocándole las pesas a la perra para que ejercitara sus músculos y no perdieran elasticidad, se la podía ver arando los terrenos a golpe de vara e insultos. En un momento determinado pudo ver como la perra inmovilizada colgando de las poleas del porche se retorcía frenética, Elena no sabía que pretendía ni que le pasaba, hasta que vio como expulsaba las pesas de su interior y con la fuerza del tirón que se llevó su clítoris se corría como ella nunca la había visto, parecía un auténtico animal desbocado, la paliza que le dio Pedro para que no volviera a tratar así su juguete sin duda consiguió su objetivo.

Cambiaban las imágenes de la pantalla mientras Elena, por el rabillo del ojo observaba lo que le estaba costando a la pobre perra mantener su postura y retener sus plátanos. Las piernas le temblaban, por lo forzado de su postura y conseguía con ello hacer temblar el contenido de su bandeja.

Casi había terminado de cenar cuando vio como aparecía la primera utilización de la perra como urinario, tanto comiendo su cena aderezada como bebiendo directamente del surtidor, que muecas de desagrado tan graciosas ponía. Se la veía demacrada, sucia, derrotada y estaba seguramente apestosa, pero con la tremenda follada que Brutus le pegó pareció recuperar sus fuerzas para disfrutar de múltiples orgasmos, entre el polvo y el juego de arrastre que tanto parecía divertir a su amo y que era francamente colosal.

  • No está nada mal perra – elogiaba Elena una vez terminada su cena - debo reconocer que tu amo es un verdadero genio en esto del adiestramiento de perras, no se como se te ocurrió hacer eso con los pesos pero imagino que no volverás a repetirlo - le decía mientras sacaba el plátano que había retenido dentro de su culo

  • No, Señora Elena, no se me ocurrirá volver a hacer nada que no me hayan ordenado antes – aceptaba la perra

  • Eso está bien, come perrita - le ordenaba introduciendo en su boca el plátano que acababa de quitarle sin el menor miramiento – eso es, tendrás que ir aprendiendo poco a poco, has hecho tanta fuerza por retenerlo que está un poco chuchurrido

  • Si señora Elena, tendré mas cuidado la próxima vez – aceptaba, una vez tragado el plátano, entre jadeos ya que la señora en lugar de quitarle el otro, se estaba entreteniendo en jugar con él, dentro y fuera

  • Termina tu cena – le ordenaba ahora comer el otro plátano empujándolo dentro de su boca con una mano, mientras con la otra pellizcaba su clítoris y entre el atragantamiento y la excitación producida tiraba la copa en la bandeja derramando el poco vino que quedaba

  • Que Dios me de paciencia, lasciva perra – la regañaba y abofeteaba – no eres capaz de hacer una a derechas, vete a la cocina, es muy tarde y quiero dormir, pero por tu lascivo comportamiento, ahora tendré que aplicarte un nuevo castigo antes de poder descansar

En la cocina le quitó la bandeja, sus pobres pezones estaban estiradísimos y cuando le quito la prensa de sus tetas, debió de dolerle ya que estaban muy coloradas, pero se cuidó de no emitir ni el mas leve sonido, a pesar de que un par de lágrimas caían por sus mejillas cuando la llevada a su dormitorio.

  • Arrodíllate ahí – le ordeno al llegar a su cuarto y señalando el reclinatorio que tenía ante su altarcillo – así no perra – la corrigió tirándole del pelo – de espaldas a mi altar, no eres digna de dar la cara ante mi señor – y pasándole los brazos por encima del apoyabrazos, lastimando sus hombros, soltando sus codos ató cruzadas sus muñecas a sus pies elevados, de manera que quedaba con las piernas muy abiertas y con sus brazos y rodillas como único apoyo – esta postura será tu castigo por derramar la salsa – le comentó saliendo del cuarto

  • No quiero oírte, como me molestes con tus gemidos o jadeos, que Dios te pille confesada, te enterarás de lo que es bueno – le decía mientras aplicaba una fuerte salsa picante sobre sus pezones, que apenas notaron nada de insensibles que los tenía y sobre su clítoris, lo que si notó y del escozor que le producía lo sentía palpitar y crecer – El picante te lo has ganado por derramar el vino. Buenas noches

  • Buenas noches señora Elena – sollozó la perra en su incómoda postura, intentado soportar en silencio el nuevo padecimiento que sufría.

Al día siguiente amaneció soleado, Elena adoraba las mañanas de domingo soleadas y por ello estaba de buen humor y al mirar su altarcillo como cada mañana, para agradecer a su Dios el magnífico día, vio a la perra, lo que mejoró considerablemente su humor. Colgaba de sus brazos dormida y desmadejada, las marcas dejadas por los regalos de su hermana resaltaban por todo su cuerpo ¡ah pero que deliciosa imagen!, pensaba al levantarse y dirigirse al baño, cambiando de opinión a medio camino, ¿Por qué no? Le había dicho a su marido que quizá la utilizaría como urinario y esta era una ocasión tan buena como cualquier otra.

  • Despierta perra – le decía mientras la abofeteaba – hora de comenzar tus actividades – colocándose de pié en el reclinatorio empujando las rodillas de la perra con sus pies, separó su ropa para que pudiera aplicarse a la tarea – procura no ensuciar nada o luego tendrás que limpiarlo ¿entendido?

  • Si señora Elena , tendré… – no pudo terminar su frase ya que la señora comenzó a mear en su boca, una espesa, caliente, ácida y larga meada

  • Eso es perrita, límpiame – le decía cuando aliviada de su mas acuciante necesidad decidió saciar otros apetitos – sigue lamiendo, así, introduce bien tu lengua – jadeaba restregando su coño por toda la cara de la perra – juega con tus labios – gemía sujetándose a sus mechones desparejos, sus orejas o lo que pillara a mano para evitar caerse de lo que le temblaban las piernas con el placer que estaba recibiendo – así, si, succiona ahora no dejes de lamer – jadeaba mientras se corría en la cara de la perra

  • ¡Oh! Señora Elena

  • Si perrita, lo has hecho muy bien, ahora te soltaré, saldrás afuera y esperarás al lado de tu cuenco – mientras desayunas tengo un par de cosas que hacer antes de poder jugar contigo de nuevo – ordenaba mientras la soltaba de sus ataduras y la dejaba medio tirada encima del reclinatorio que había sido su incómodo lecho

  • Enseguida Señora Elena

Elena se sentía eufórica, era la primera mañana que no rezaba en su altarcillo y sin embargo había realizado una actividad mucho mas placentera, su Dios estaría satisfecho al haberle entregado el padecimiento de la perra y su propio placer. Pedro había estado en lo cierto al decir que la perra holgazana debería acostumbrarse a hacer de urinario.

Estaba en la cocina preparando el desayuno cuando vio pasar a la perra gateando hasta la parte trasera de la casa y situarse al lado de su cuenco que había quedado lleno con el agua asquerosa de la limpieza interna del día anterior. Tendría que beberlo antes de poder desayunar, por lo que una vez preparado un suculento puré con los restos de su guiso informó de ello a la perra.

  • No se a que esperas perra estúpida, ¿Dónde crees que voy a poner tu comida si antes no te bebes el contenido del cuenco? – preguntó dejando el humeante puré para entrar en la cocina a buscar el embudo

  • Pero Señora Elena… - decía apenada la perra ante la idea de tener que beber el agua que había salido de su interior

  • Ni peros ni nada, ¡a beber que no tengo todo el día! – le decía volviéndole a colocar el embudo sin ningún cuidado y volcando el asqueroso contenido del cuenco en su gaznate sin darle apenas tiempo a tragar – No te moverás de aquí hasta que hayas terminado el desayuno y quiero el cuenco bien limpio – le decía mientas volvía a llenarlo con el espeso guiso

  • Si Señora Elena – contestaba resignada la perra que ya tenía su estómago lleno de tanto líquido y comenzaba a sentir unas tremendas ganas de mear, mientras comenzaba a comer a lengüetadas su desayuno

  • Eso es perrita, volveré dentro un ratillo, ladra si necesitas algo – se reía retirándose al interior de la casa

Elena aprovechó el tiempo para arreglar un poco su casa, ducharse y vestirse para ir al servicio dominical de su sede, dejaría lista a la perra antes de salir y para ello recopiló varias cosas por su casa que utilizaría al regresar.

  • Caramba perra, veo que te lo has comido todo, muy bien, pero mira como te has puesto – comentó con sorna al ver su cara y pelo embadurnados de puré – ahora no tengo tiempo de lavarte, colócate tumbada al lado del tendal – le ordenó

Quería atar sus tobillos y elevar sus piernas un poco separadas de manera que la perra quedase apoyada en sus hombros, su cuello un poco torcido y como estaría a reventar con las ganas de mear y no podría evitar hacerlo en su ausencia, de esta manera, al mearse le caería por su cuerpo hasta su cara y la cámara grabaría todo. Le ordenó doblar los brazos por detrás de su espalda sujetando cada muñeca a un codo para que no pudiese modificar su postura y evitar mearse la cara. Le introdujo una mazorca de maíz en el culo y le colocó un par de pinzas de la ropa en sus dilatados pezones, otra en su enorme clítoris y dos mas en los laterales de la lengua, obligándola a mantenerla fuera de la boca.

  • Volveré después del servicio y podremos reanudar nuestros juegos – se despedía de ella con un leve azote en su trasero – pórtate bien durante mi ausencia, perrita.

Elena regreso casi una hora después y tras cambiarse su ropa de domingo, salió a ver a la perra y pudo comprobar que se había meado encima y mucho, ya que el puré que antes manchaba su cara, casi había desaparecido y desprendía un desagradable olor. Seguro que había tragado una buena cantidad, se reía mientras cogía de nuevo su manguera.

  • Das mas trabajo que satisfacciones, perra – le decía volviendo a ducharla con el fuerte chorro de la manguera, arrancándole las pinzas con su fuerza, hasta dejarla bien limpia – preparé la comida mientras te secas, pobre de ti como vuelvas a ensuciarte

Estando seca la perra, Elena decidió continuar con su adiestramiento, le enseñaría a escribir con un rotulador introducido en su culo, sería divertido grabar eso para su hermana. Comenzaría con una grueso e iría, con el tiempo, reduciendo su tamaño de manera que cada vez tuviera que hacer mas presión para retenerlo, pero la fuerza justa para poder escribir sin que se le introdujera del todo. Colocó una gran libreta colgando del asiento de una silla y preparó varios rotuladores, activó la cámara y llamó a su juguete.

  • Aquí perra – llamó – veamos que tan buena es tu caligrafía, o debería decir culigrafía – se reía de su chiste - esto es lo que harás, te colocaré un rotulador en ese sucio culo que tienes y en esa libreta escribirás tu nombre de manera legible ¿comprendes?

  • Si Señora Elena, procuraré que sea legible – contestó servil

  • Mejor, porque si se te cae el rotulador recibirás cinco azotes, si se te introduce de mas y se pierde en tu culo recibirás otros cinco, por cada letra que escribas mal serán cinco mas y así iré aumentando en cinco azotes cada vez que repitas un error – explicaba enumerando los castigos con sus dedos – te colocaré las pinzas en tus pezones y clítoris y cada dos errores que cometas iré colgando una nueva pesa, de ti dependerá el castigo que recibe tu cuerpo – advertía mientras colocaba la primera de la pesas en las tres pinzas y la perra emitía un par de jadeos lastimeros - Quiero silencio absoluto en la clase, comenzaremos con éste – le mostró un rotulador muy grueso pero corto que rápido introdujo en su culo – acércate al papel y empecemos

Acomodó la cámara para que no perdiera detalle y pudo comprobar como a la perra, al primer intento al acercarse a la libreta, se le caía el rotulador al suelo y cuando se lo volvió a colocar, acercándose al papel, éste se perdía entre sus cachas.

  • Empezamos bien ¡Pero que perra mas inútil eres¡ – decía acercándose otra vez para colocarle de nuevo el rotulador – te has ganado tus primeros diez azotes, espero que pongas mas empeño o tendré que pasarme el resto de la tarde zurrándote. Llevarás la cuenta de los fallos que comentas.

  • Si señora Elena, una caída y una pérdida – contaba la perra viéndola acercarse con tres nuevas pesas

  • Dos fallos, dos pesas en cada pinza – le decía colgándole nuevas pesas en sus pinzas - cualquiera diría que te gusta lacerar voluntariamente tu cuerpo. Esmérate un poco si no quieres que te lleguen al suelo

Se acercó al papel, está vez con mas cuidado y haciendo unos loables esfuerzos escribió su nombre de forma que esperaba fuera legible

  • ¿Qué pone ahí? – preguntó enfadada Elena

  • Lara, Señora Elena – contestó la perra extrañada, ya que tras grandes esfuerzos había conseguido escribir su nombre de manera bastante legible

  • ¿Lara? – preguntó indignada

  • Si Señora Elena, me ha ordenado escribir mi nombre – respondió extrañada por su enfado y dejando caer el rotulador sin apenas darse cuenta al verla coger nuevas pesas

  • Pues solo has acertado dos letras, estúpida o ¿me has oído llamarte Lara alguna vez? – preguntó – Tu sólo eres perra y por la confusión te has ganado otro castigo que pensaré luego, ahora cuenta cuantos azotes llevas acumulados – le decía mientras colgaba las nuevas pesas que sin ser muy pesadas estaban estirando sus órganos al máximo

  • Cinco por la caída, cinco por la perdida y quince por las tres letras que he fallado – sumaba concentrada en sus cuentas a pesar de los dolores que le producían las pesas que la estiraban

  • Virgen Santa, ¿es que no conseguiré que hagas nada bien? – le espetó – cinco por la caída, cinco por la pérdida en eso estamos de acuerdo, si no cuentas que se te ha vuelto a caer de nuevo, lo que serán otros diez, recuerda que cada error repetido incrementa en cinco los azotes, por lo que como te has equivocado en tres letras serán treinta azotes mas, cinco por la primera letra, diez por la segunda y quince por la tercera ¿te enteras o es muy complicado para tu cerebro animal?

  • No Señora Elena, en total son cincuenta azotes – contestó jadeando horrorizada con el dolor que sentía y la zurra que le esperaba

  • Bien, cambiaré la hoja y volveremos a empezar – sentenció divertida con la cara de la perra que imaginaba la somanta que le esperaba mientas le volvía a colocar el rotulador y de un capirotazo hacía saltar las pesas de su clítoris incordiándola – concéntrate y escribe

  • Si Señora Elena – sudaba la perra

Tardó un buen rato, pero consiguió escribir la palabra perra con todas sus letras y sin que se le cayera el rotulador, pero con tan mala suerte que con la última letra se le volvió a introducir y la letra quedó prácticamente ilegible

  • ¿Cómo crees que lo has hecho perra? – preguntaba Elena con malicia, ya que había vuelto a cometer dos nuevos errores mientras la veía girarse lentamente para admirar su obra, trataba por todos los medios que las pesas no se balancearan.

  • He vuelto a perder el rotulador, Señora Elena, y creo que la última letra no ha quedado bien del todo – se lamentaba sumando mentalmente los nuevos azotes

  • ¿Y que significa eso? – sonreía ante la cuenta que había realizado

  • Que me he ganado otros diez azotes, Señora – susurró

  • ¡Por lo mas sagrado! No sabes escribir y no sabes contar – contestaba indignada – la nueva pérdida son diez azotes y la letra son otros veinte, ¿es tan complicado? Son errores que ya habías cometido una pérdida anterior lo que incrementa en cinco el castigo y tres letras mal antes lo que hacen cuatro errores iguales. Multiplica estúpida.

  • Si Señora Elena, tiene razón, en total creo que son ochenta azotes – gimoteaba

  • Ochenta azotes, ochenta azotes – la imitaba burlona – prepárate para recibirlos en el mismo sitio que ayer, ¡al tendal perra!

Y volvió a sujetarla igual que la víspera, por su collar, con sus brazos extendidos y los pies firmemente en el suelo. Decidió dejarla ahí mientras entraba a comer sin molestarse en quitarle las pinzas con las pesas. Mientras comía pensaba que cada vez que la perra conseguía una nueva proeza, su amo le prodigaba una cascada de orgasmos tan placentera que la perra solo ansiaba aprender un nuevo truco de su amo para volver a sentir semejante placer, así que, por haber practicado la culigrafía tendría que aplicarle la misma técnica, lo duda era si hacerlo antes del castigo, durante o después y decidió hacerlo durante, la tendría corriéndose mientras le aplicaba el castigo que se había ganado, utilizaría su nueva batidora para eso, si, le pondría el coño a punto de nieve con las varillas batidoras. Una vez tomada la decisión y terminada su comida salió para comenzar con la zurra.

  • Hora de pagar tus deudas perra – le decía colocando la cámara para grabar su castigo y su premio – recuérdame las cuentas – mientras probaba su batidora

  • Son ochenta azotes Señora Elena – contestó temblando por los azotes que recibiría y al verla acercarse con la batidora y sus varillas

  • Comencemos entonces, cuanto antes lo hagamos, antes terminaremos con el castigo y podremos seguir jugando – decía introduciendo en su abierto coño las varillas de la batidora y comenzando a batir a la mínima velocidad – así perrita, solo te calentaré un poco antes de empezar – le decía moviendo la batidora y consiguiendo el primer orgasmo mientas poco a poco iba retirando sus pesas – pero que viciosa eres perra, he dicho que te calentaría un poco – lograba su segundo orgasmo y detenía la batidora mientas continuaban sus espasmos – Te azotaré con ocho instrumentos diferentes y serán diez azotes con cada uno. Podrás correrte las veces que quieras, ya llevas dos, veremos lo degenerada y lúbrica que puedes llegar a ser, está claro que la contención no es tu fuerte. ¿Estas de acuerdo perra?

  • Si Señora Elena – conseguía articular aún temblando de placer

  • Comenzaremos con el látigo, regalo de tu hermana – decía retirándose un poco para cambiar la batidora por el látigo – Cuenta perra – comenzó a azotarla en su espalda, culo y piernas

  • Uno…. Diez Señora Elena – terminó su nombre con un intenso gemido producido por el pellizco que le dio en el clítoris volviendo a elevarla a altas cotas de placer mientras introducía el mango del látigo en su lúbrico coño un par de veces para luego dejárselo bien metidito en su culo.

  • Ahora, mi pala de madera favorita, perra – decía mientras se la mostraba – Cuenta – azotaba ahora su parte delantera

  • Once… Veinte Señora Elena – jadeó porque la pala escocía de veras y seguía muy excitada sobre todo porque el último azote había pegado de lleno en su sensible clítoris

  • Continuemos, probaré mi sacudidor de colchones – volvió a azotar su culo y muslos con él, reservando un par de golpes para esas tetas saltarinas

  • Veintiuno… Treinta – contó la perra respirando con dificultad y volviendo a excitarse porque le había vuelto a introducir la batidora de nuevo, ahora con un poco mas de velocidad y al tener en el culo el mango del látigo sentía mayor fricción, arrancándole nuevos gemidos con su orgasmo

  • Utilizaré ahora el cinturón favorito de Mateo – otros diez azotes que la perra contó – te abofetearé ahora con mi mano – dificultando la cuenta al darle de lleno en la cara y tetas - veamos que marcas deja esta vara – diez azotes mas dejando unas preciosas marcas – Ahora a disfrutar otro poco perra – aliviaba su sufrimiento volviendo a introducir la batidora y poniéndola a poco mas de media potencia

  • Creo que es el turno de la fusta escogida por tu hermana – decía paseándola por su coño esparciendo el abundante flujo – ¡Madre de Dios! eres tan guarra que te llega el flujo a las rodillas. Cuenta – ordenó comenzando a azotarla de nuevo repartiendo los golpes por toda su anatomía

  • Sesenta y uno… Sesenta, Señora Elena – jadeaba ahora de dolor

  • Y para terminar te azotaré con mi matamoscas – le decía mientras volvía a introducir la batidora y ahora a la máxima potencia alternaba movimientos giratorios, lineales, oscilatorios y angulares, salteados con exclusivos y picantes azotes en sus pezones y clítoris - así, perrita – comentaba mientras la perra recibía los azotes sin parar de correrse - revuélcate en tu sufrimiento y tu celo – reía mientras sus pezones y clítoris padecían los últimos diez azotes que la perra no pudo contar por culpa de los jadeos y gemidos que acompañaban la cascada de orgasmos que le producía la señora.

Así las encontraron Mateo y Pedro, la perra atada, totalmente marcada, sudando y corriéndose sin parar empapando sus piernas con su excitación y Elena riéndose, masturbándola y azotándola a placer.

  • Bonita estampa – comentó Mateo, excitándose en el acto con la imagen de su mujer maltratando a la perra y el estado que presentaba esta – Parece que te lo has pasado de lo lindo, hemos hecho bien en no parar ni a comer Pedro ¿estás haciendo un pastel querida? – preguntó al fijarse en instrumento que retiraba del ultra empapado coño de la perra

  • ¡Mateo, Pedro, que temprano habéis venido! Me alegro de veros, solo estaba batiéndola un poco – comentó separándose de la perra y saludando a su marido como hacía tiempo no lo saludaba - ¿Quiere eso decir que ha sido fructífera la visita a la feria? ¿No habéis parado ni a comer?

  • Si, hemos tenido suerte y hemos comprado lo que habíamos hablado, dos cerdos, un buey y dos vacas, de momento será suficiente, estábamos ansiosos por regresar, este hombre tuyo ya no quiere divertirse fuera de casa y tras pasar esta mañana a recoger algunos artículos que encargamos al artesano que me recomendaste, hemos vuelto pitando – comentaba Pedro excitándose con la imagen que presenciaba - ¿se ha portado mal la perra?

  • ¿Eh? No, en absoluto, debo reconocer que la tienes bien educada, solo que es una torpe e inútil y se ha ganado unos azotes con un juego nuevo que ha aprendido, ya veréis que imágenes mas maravillosas, pero llegáis justo a tiempo, os prepararé algo de comer mientras os entretenéis un rato con ella, os la he dejado en su punto para una buena follada – les decía mostrando lo excitada que estaba la perra que con su incontinencia regaba sus piernas con su flujo

  • De acuerdo ¿Qué dices tu Mateo? ¿Una folladita y entramos a comer, le contamos a Elena como nos ha ido y vemos que han estado haciendo? – preguntaba Pedro acercándose a la perra y sin molestarse siquiera en bajarse los pantalones comenzó a penetrar ese empapado coño con fuertes embestidas

  • Por mi parte es un plan perfecto – decía Mateo sacando su enorme y excitada verga para, colocándose por detrás de la perra y retirando el látigo, hundírsela hasta las entrañas en el agujero que había dejado libre su amigo - ¿Nos avisas cuando esté la comida Elena? – preguntó a su esposa que tras recoger las cosas que estaban por ahí regadas entraba en la casa

  • Claro querido, tomaros vuestro tiempo mientras preparo algo – asentía viéndolos emparedar a la perra entre sus cuerpos y vapuleándola con sus embestidas.

Lara, colgada del tendal, no quería excitarse con el tratamiento que estaba recibiendo, pero no podía parar de estremecerse de placer, tanto su amo como su amigo, la estaban follando salvajemente con furiosas embestidas y no paraban de hablar entre ellos, a pesar de estar matándola a polvos la ignoraban totalmente, era menos que nada, solo el receptáculo de esas dos pollas que se corrieron prácticamente al unísono, hecho lo cual se retiraron sin dirigirle siquiera una mirada, una palabra, habría agradecido hasta un azote, pero ni en eso se molestaron, realmente era un ser insignificante.

Comieron tranquilamente entre risas, comentarios de la feria y de los animales que habían comprado. Pedro le regaló un nuevo exprimidor, ya que el suyo ahora lo tenía la perra y le contaron lo que les costó explicar al artesano como quería que le fabricara los nuevos exprimidores y otros ingenios que compraron. Elena no quiso contarles lo que había hecho con la perra, prefería que lo vieran cuando terminaran de comer, podían entretenerse un buen rato con ello, por lo que Pedro y Mateo pasaron al salón para tomar el café visionando las nuevas grabaciones mientras Elena preparaba todo.

Susana estaba agotada, se retiró temprano a su habitación con la intención de descansar pero recibió un nuevo correo de su cuñado cuando estaba a punto de acostarse, nada que hacer, no podría dormirse sin ver que se le había ocurrido ahora a ese hombre horrible y despreciable que se había quedado con su hermana. Quería saber también que opinión le merecía el regalo que le había enviado y como cada vez que recibía un nuevo mail, se excitaba tanto que ya no podía pensar en otra cosa que disfrutarlo.

Querida Susanita, agradezco profundamente el paquete que me has enviado y en breve te compensaré con las imágenes de tu hermana estrenándolos, entretanto te presento a un gran amigo mío, Mateo, confío en que disfrutes de su polla tanto como tu gemela.

Atentamente tu cuñado

Pedro Pastor