La perra vida 03

Comienza la nueva vida de la perra fuera de casa. Novedades y recuerdos. Se agradecen vuestros comentarios. Tiene un poco de todo, filial, zoo, sado...

La perra vida

Capítulo tres

Pedro regresaba a su hogar, la tierra que lo vio nacer y lo hacía como terrateniente y hombre casado, tenía previsto hacer una breve parada en el pueblo y quería que resultase ser una entrada triunfal. Para ello, paró su flamante camioneta recién comprada, otro regalo conseguido con el dinero de su suegro, en un área de descanso alejada de la carretera. Llevaba sus mejores ropas y para la ocasión se había duchado y afeitado, ahora solo quedaba preparar a la perra.

Salió de la camioneta y tras dejar salir a su perro Brutus para corretear un poco, se dirigió a la parte trasera donde había viajado la perra, lo había hecho de manera irritante, claro, no era cuestión de que se olvidara de su posición, y para ello le había atado de manera incómoda y también cruel con una cuerda no muy gruesa pero muy áspera. No en vano era un hombre muy habilidoso. Primero la hizo inclinarse hacia delante para pasarle la cuerda por una anilla del collar y en esa misma postura, bajarla en dos cabos hasta su entrepierna donde colocó cada cabo abriendo bien su coñito de perra de modo que se clavaba dolorosamente, para subir por su trasero y espalda y sujetándola a otra anilla. Quedaban como unas riendas y así pudo tirar de ambos extremos haciendo que su cuello se echara hacia atrás con el tirón y consiguiendo incrustarla mas en su dolorido coño. A mitad de la espalda con un cruce la ató alrededor de su cintura con un par de vueltas bien apretadas, lo que impedía su respiración normal. Así doblada la tiró en el piso de su furgoneta y con la cuerda sobrante la amarró a la estructura de la furgoneta para que no fuera dando tumbos, para rematar la había tapado con una lona plástica que al poco que le diera el sol se recalentaría y sería otro tormento añadido. Sí, era el mejor viaje de luna de miel que pensaba ofrecerle.

Oh, la pobre perrita presentaba un aspecto lamentable, toda sudada, atada e incómodamente doblada sobre el piso de la camioneta junto a un par de bolsas que componían el equipaje. Había parado a propósito en esa zona porque la conocía y había un riachuelo donde podría adecentarse, eso le decía mientras la soltaba de sus ataduras y la acompañaba al agua sujetándola por el pelo. La inmovilidad durante el trayecto y el daño producido por el roce de la cuerda le hacían perder el paso y sufrir tirones de pelo, zarandeos y golpes hasta llegar el agua. Brutus no colaboraba ya que atraído por el olor de la perra que ya había catado se empeñaba en restregar su hocico por toda su anatomía. Tuvo que revolcarse en el riachuelo porque era poco profundo y tenía que limpiar todo su cuerpo. Aprovechó para aplacar su sed ya que no se atrevía a pedirle nada a su amo. Por supuesto no fue un baño agradable ya que el lecho era de piedrecitas que se le clavaban por todas partes y el agua procedente de las montañas estaba helada. Para secarla ató sus manos a la alta rama de un árbol dejándola incómodamente estirada y casi sin poder tocar el suelo con sus pies, balanceándose al aire, mientras se fumaba tranquilo un cigarro y jugaba un rato con Brutus, tras lo cual se acercó de nuevo a la camioneta para tomar la pequeña bolsa con las pertenencias de la perra.

Cuando se volvía para encargarse de ella vio que la muy guarra no había podido contenerse y se estaba meando encima, estaba muerta de vergüenza, pero no emitió ni un solo sonido, ni de disculpa ni de queja cuando su amo iracundo por tener que volver a lavarla la azotaba con la cuerda y Brutus lamía los restos de su orina mientras realizaba todo el proceso de nuevo. El frío que tenía era mortal y la cuerda azotándola se iba mojando y cada vez le hacía mas daño y le dejaba mas marcas sobre todo en las tetas duras y erectas a causa del frío y en el culo ya marcado con los maltratos anteriores. Ya estaba casi seca de nuevo cuando su amo le indicó lo que tendría que hacer a continuación.

  • Pararemos en el pueblo antes de ir a casa, quiero que mis viejos amigos admiren a la esposa que me he agenciado y se enteren por mí de que soy el nuevo propietario de la granja del valle – sonreía satisfecho – te pondrás tus ropas, zapatos y joyas, te peinarás y permanecerás callada si yo no indico lo contrario, ¿lo has entendido perrita? Quiero que me trates en todo momento con respeto absoluto.

  • Si amo, haré todo lo que me ordene – contestó obediente

  • Como castigo por habernos retrasado, antes de vestirte… - se giraba sobre si mismo buscando algo en la ribera del río, cerca de los árboles y señalándole unas ortigas - ¿ves esas plantas, perra inútil?

  • Si amo, las reconozco son ortigas – dijo ella temerosa al pensar que sería capaz de hacer su amo con ellas, solo había tenido un pequeño encontronazo con esa planta urticante durante el verano pasado en el internado y le había llegado para el resto de sus días, sabía lo que podrían hacerle a su piel, aún recordaba a su hermana y su amiga Marta riéndose de ella mientras se las restregaban por el cuerpo y lo sensible que había quedado tras el doloroso proceso.

  • Caramba, la perrita no es tan ignorante como parece, bien, pues no me impresionan tus conocimientos perra estúpida y por chula, cosa que las perras jamás, jamás deben ser, arrancarás cuarenta hojas – sonrió al escuchar el jadeo de su mujer – te introducirás diez en ese sucio coño que tienes, cinco en tu sucio culo y una vez vestida y sentada en la camioneta colocarás diez en cada teta, tres directamente encima de esa pepita estúpida que llaman clítoris y las dos últimas te las pondrás en tu lengua. Espero no tener que repetírtelo

  • No amo – lloraba Lara imaginando el tormento que le esperaba – se hará como deseas

  • Bien, te espero en la camioneta, no me hagas enfadar mas – y hacía allí se dirigió seguido de Brutus decidiendo en el último momento tomar su nueva cámara y grabar a su perrita aplicándose su primer castigo oficial.

Ah, que espectáculo tan maravilloso, ni caminar podía para dirigirse al vehículo, entre los altísimo tacones que llevaba, lo estrecho y escotado de su vestido y los picores atroces que soportaba tardó un largo cuarto de hora en acatar sus órdenes sin parar de llorar y jadear.

  • Veo que después de todo si eres una estúpida integral, te has olvidado de recoger tu bolsa y no te has puesto las joyas, hazlo ahora que quiero que nos marchemos y ya te castigaré luego por el olvido – estaba encantado, era tan fácil y satisfactorio dominarla, además estaba preciosa cuando lloraba – por cierto, arranca varias plantas mas de esas e introdúcelas en la bolsa

  • Si amo – consiguió articular entre jadeos mirando el objetivo de la cámara a través de sus ojos llorosos y volviendo sobre sus pasos para acatar la nueva orden y enmendar su olvido

  • Por cierto perra – le espetó enfadado Pedro cuando ya arrancaba la camioneta – te has olvidado de agradecerme el baño y el que te haya dado tus cosas, cuando lleguemos a casa recibirás un castigo por ello y otro por no agradecerme la educación que recibes.

  • Si amo, gracias por dejar que me aseara, ha sido muy amable al dejar que me ponga mis cosas de nuevo y sobre todo por perder su tiempo enseñando a esta estúpida perra – consiguió articular entre jadeos mientras terminaba de colocarse las últimas ortigas, los picores que sentía eran terribles, el igual que la inflamación de las zonas donde había colocado las hojas.

  • Eso ha estado bastante bien pero no te librará del castigo, no olvides lo que vayas aprendiendo perrita, no me gusta repetir las cosas – se reía guardando su cámara y viendo como se revolvía incómoda intentado aliviar la desazón que invadía su cuerpo – Ni se te ocurra intentar aliviar los picores, siéntate como la señorita que una vez fuiste y procurar estarte quieta.

  • De acueddo, admo – balbuceaba sin poder vocalizar por el picor y la inflación de su lengua a causa de la maldita planta, si tenía así la boca no se podía imaginar como tendría su coño y su culo que sentía arder al igual que sus pechos que parecían haber aumentado un par de tallas.

  • No tardaremos mucho en llegar, así que procura comportarte, perra estúpida – le espetó mientras se incorporaba a la carretera. Y fue lo último que le dijo hasta que llegaron al cercano pueblo, aparcando la camioneta al fondo de un solitario y polvoriento solar entre un par de desvencijados edificios – colócate delante del vehículo, quítate las ortigas y cuenta todas las hojas – le ordenó mientras tomaba de nuevo su cámara y la grababa sin perder detalle

  • Uda, dod, dres… - iba contando la perrita mientras obedecía esta última orden de su amo

Las de la boca y pechos no requirieron gran esfuerzo pero sacarse las que había introducido en su coño y su culo fue otro cantar. Estaba tan irritada e inflamada y tenía las manos tan insensibles que le llevó un buen rato sacarlas y por increíble que pudiera parecer al tener que escarbar con sus dedos dentro de sus agujeros se estaba excitando.¿En que clase de ser depravado se había convertido? ¿Cómo podía estar disfrutando con sus manipulaciones con lo dolorida e inflamada que estaba? Sus agujeros que con la hinchazón estaban mas cerrados que nunca comenzaban a dilatarse permitiéndole introducir hasta cuatro dedos en busca de las últimas hojas, hasta haber finalizado la tarea.

Su amo se percató de ello en el mismo instante que empezaba a excitarse y contento con su reacción la dejó continuar con la masturbación. Quedaba divina en la grabación retorciéndose en busca de sus agujeros, tan elegante y enjoyada excitándose ante él.

  • Eso es perra, alivia ahora tus picores – se reía sin parar de grabarla – córrete de una vez y terminemos – la animó mientras la cámara recogía el doloroso orgasmo que se estaba provocando en su lacerada piel - Suficiente perra - atajó golpeando sus manos para apartarlas de su cuerpo y guardando la cámara. Había que joderse con la muy guarra, si la dejaba se follaría lo que fuera con tal de aplacar sus picores.

  • Gdadcias admo pod dejadme aliviadme – le contestó sumisa tan excitada como dolorida mientras recomponía su aspecto para seguir a su amo hacía uno de aquellos destartalados edificios.

Entraron en un tugurio horrible que parecía ser el único lugar de reunión del pueblo. Había media docena de mesas-reservados a un lado, aparentemente, todas vacías, separadas por unas mamparas y una larga barra al otro lado. Allí se encontraba una docena de aburridos parroquianos que saludaron sorprendidos a Pedro y admirados por el pivón que le acompañaba. Este la estrechaba orgulloso y sin mayores delicadezas, era la envidia del lugar, regresaba a casa como triunfador, con una hermosa hembra bajo el brazo y todo gracias a estas perritas de sociedad.

  • Una par de rondas para todos, yo invito para recordar viejos tiempos – gritó para algarabía de los presentes – el nuevo propietario de la granja del valle viene a saludar a sus vecinos y presentar a su esposa – vociferaba poniendo un fajo de billetes sobre la barra

Y ahí terminó el aburrimiento de la cantina, todos se acercaron a saludarles y abrazarles a la vez, sin parar de hablar y brindar. Lara estaba siendo estrujada, babada y admirada a partes iguales mientras su amo disfrutaba de su momento de gloria. Los picores y la inflación que le habían producido las ortigas aún no habían remitido y cada movimiento y cada roce le hacían padecer un calvario, pero la excitación alcanzada en el aparcamiento tampoco había menguado y su amo lo sabía y también disfrutaba de ello. Todos hablaban a la vez y se reían recordando absurdas anécdotas del pasado. Hasta que un nuevo parroquiano entró al local.

  • Tienes muchos huevos para presentarte aquí – dijo con voz profunda el grandullón que acababa de entrar – no pensé que jamás regresarías al pueblo ni que olvidaras mis palabras.

  • Y no lo he hecho Mateo, viejo amigo, pero la vida me sonríe y me gustaría zanjar viejas rencillas – le decía volviéndose a él y arrastrando a Lara en el proceso – he parado aquí sobre todo para anunciarte mi llegada y pagarte lo que te debo – le decía con un gesto hacia su mujer que la dejó muy intranquila sin saber que estaba pasando allí ni que se esperaba de ella – he venido en son de paz y me gustaría recuperar nuestra amistad.

  • Bien, no es mucho lo que me debes después de todo, pero pienso cobrármelo, ¿has venido para quedarte? – le preguntó tras pegarle un repaso a ese ejemplar de hembra mientras los tres se dirigían a la última mesa del local y se acomodaban sentándose la perra al lado de la pared, con Pedro a su lado y de frente el grandullón, alejados del resto de los lugareños que retomaron sus copas y sus conversaciones, ignorándoles.

  • Si, soy el feliz hombre casado propietario de la granja del valle, te dije que la vida me sonreía – comentaba ante la sorpresa de su interlocutor mientras apretujaba a Lara contra su costado y sin perder de vista a su recobrado amigo le pasaba a su perrita un brazo por encima del hombro y comenzaba a pellizcar el pezón que había quedado a su alcance por encima de su escotado vestido – me gustaría compartir mi suerte contigo, para resarcirte en la medida de lo posible del mal causado por mis pasadas acciones – ignoraba los gemidos de dolor de su mujer admirado por su contención y sumiso comportamiento, mientras esperaba el perdón del viejo amigo al que tanto había añorado.

  • Te dejaré hacerlo, Pedro, hace tiempo que te he perdonado pero no se cuanto tardaré en sentirme de nuevo tu amigo – comentaba Mateo viendo alucinado como ahora Pedro estrujaba ese pezón irritadísimo tras apartar la tela que le estorbaba sacando todo el pecho fuera – Pero, por lo que puedo ver, el valle, la camioneta y la hembra, es cierto que te has convertido en un afortunado hijo de puta – sentenciaba sonriente Mateo apurando su cerveza, ver como su amigo estaba tratando a ese pedazo de mujer le estaba excitando mucho – Me alegro de volver a tenerte por aquí

  • Y yo me alegro de haber regresado – comentaba soltando a su presa y separando lo justo la mesa para que su amigo pudiera apreciar a su perra en todo su esplendor – Ahora perra, demuéstrale a Mateo lo que nos alegramos de verle y salúdalo como merece mi mejor amigo – ordenaba Pedro a su mascota que arrodillándose delante de su amigo procedía a liberar su tremenda erección y antes de que Mateo fuera consciente de lo que ese saludo implicaba ya tenía a la hembra mamando su polla –Afánate en agradar a mi amigo perra, trágatela toda

  • No creo que pueda Pedro – se reía viendo como se esmeraba en lamer y lubricar su enorme polla para poder tragársela – recuerda que por algo me llamaban toro – se reía recordando tiempos pasados

  • Ya verás como sí, esta perrita mía se tragará lo que le ordene o tendrá que atenerse a las consecuencias – comentaba su amo mientras levantaba su apretado vestido para dejar su marcado culo a la vista y poder tener a su alcance ese coño tan inflamado como húmedo con el que empezaba a juguetear con una mano mientras con la otra bebía su cerveza – Se aplicará en condiciones si sabe lo que le conviene

Y eso hizo la perra, para asombro de Mateo que de grande que era no había conseguido jamás que ninguna puta se tragara su polla entera, abriendo bien su garganta lo devoró entero, no se limitaba a mamarlo en toda su longitud, con su aún abotargada lengua conseguía lamer sus huevos y con sus pequeñas manos masajeaba ese tallo enorme acompañando los movimientos de su cabeza, lubricándolo con la saliva que vertía su boca. Mateo la tenía agarrada por el pelo, no porque necesitase dirigir sus movimientos, que eran expertos y precisos, lo hacía porque no quería perderse ni un solo detalle de la primera y majestuosa gran mamada de su historia. Disfrutaba tanto con los manejos de esta hembra que no tardó en correrse, momento que aprovechó su amigo para pellizcar le enorme clítoris que se le había puesto a la perra para que esta también disfrutara del lance.

  • Alucinante Pedro – jadeaba de placer incontenible mientas se corría en la mas profunda y jugosa boca que pudiera existir – Realmente eres un hijo de puta afortunado

  • Celebro que hayas disfrutado amigo – respondía Pedro limpiando su pringosa mano en el vestido de su perra y tirando de ella para que volviera a sentar su desnudo culo directamente sobre el asiento – Sabía que lo harías al compartir mi suerte – afirmaba satisfecho volviendo a poner la mesa donde estaba e ignorando a la perra que se relamía y relajaba de los últimos espasmos de su salvaje orgasmo

  • Va a ser bueno tenerte por aquí de nuevo, ya lo creo que sí – se reía Mateo mas que entusiasmado con el regreso de su amigo y colocando sus ropas se levantaba, despidiéndose – Te visitaré en un par de días en tu nueva casa y hablaremos

  • Si, hazlo, compartiremos unas cervezas y algo de diversión – comentaba Pedro también levantándose para despedir a su amigo y haciendo un gesto a su perrita para salir del local, gesto que consistió en un cachete a su dolorida teta que le arrancó un jadeo de dolor que ni Mateo que se alejaba llegó escuchar

Pero la muy idiota, mal interpretando el gesto de su amo, cometió un nuevo error, con infinito cuidado para no lastimarse mas, se colocó bien el vestido tapando el pecho que el había estado atormentando lo que la hizo meritoria de una potente bofetada que la tumbó sobre la mesa golpeando de nuevo sus tetas contra ella e infligiéndole un nuevo tormento.

  • ¿Te he ordenado yo que te cubras perra? – le espetó apretando su cabeza contra la mesa agarrando fuertemente su pelo – ¿como tengo que decirte que no harás ni dirás nada que yo no te haya ordenado? – por todos los demonios como conseguía cabrearla esta idiota, con lo contento que lo tenía con las atenciones prestadas a su amigo ahora lo jodía de nuevo – Te vas a enterar cuando lleguemos a casa puta – le decía mientras con su otra mano restregaba su coño consiguiendo introducir primero un dedo, luego dos y al poco tiempo un tercero para abrir ese agujero irritado como estaba pero que se dilataba rápidamente – Que demonios, para que esperar

Y dicho esto y parar sorpresa de la maltratada Lara agarró por el cuello una de los botellines de cerveza que había estado bebiendo y de un seco y doloroso empujón se la clavó en el coño hasta las entrañas. Ese coño que estaba húmedo como consecuencia de las manipulaciones recibidas pero que por la inflamación por el efecto de las ortigas, que comenzaba a remitir, fue mas de lo que la perra pudo aguantar y rompió a llorar y suplicar mientras su amo seguía empujándola contra la mesa

  • Escúchame bien puta perra – le susurraba contra su oído – salvo respirar tendrás que pedir permiso para cualquier otra cosa que quieras hacer ¿tendré que volver a repetirlo?

  • Perdón amo, no volverá a suceder – sollozaba ella que parecía haber recuperado el control de su lengua – por favor quítame la botella

  • Ya lo creo que no se volverá a repetir asquerosa perra - agarrándolo por el cuello la enderezó y lastimándola volvió a sacarle ambas tetas por fuera del vestido – yo personalmente me encargaré de ello, no solo no pienso quitarte nada, si no que pobre de ti como se te salga.

Y sacándola del reservado ante la atónita mirada de los presentes se despidió de todos a voz en grito empujando a su perra que apenas podía caminar por culpa de la botella que la invadía, menudo espectáculo, sus tetas saltando fuera de su vestido, su trasero al aire y el botellín de cerveza asomando por su coño. Jamás en su vida pensó que podría experimentar una humillación semejante.

A kilómetros de allí, Susana, se lamentaba por la pérdida de su hermana, sentía su vida vacía, había dedicado la mitad de ella a preparar a su estúpida gemela para su dominación absoluta y por auténtica mala suerte la había perdido en beneficio de aquél asqueroso basurero. Le habían arrebatado el placer para el que se había estado preparando durante años.

Imágenes y flases de su vida pasaban por su mente sin control, ahora que no la tenía a su lado para continuar con su posesión tendría que alimentarse de los recuerdos, así comenzó a rememorar el día que llegó Carla, el ama de llaves contratada por su padre para controlar a sus díscolas hijas y de la que aprendería el trato adecuado que debe recibir un ser tan insignificante y estúpido como su propia hermana. Que días aquellos

Acababan de cumplir 16 años cuando una noche su padre las llamó al estudio para presentarles a la nueva componente de la familia, Carla, la empleada que se encargaría de su educación y cuidado de ahí en adelante, ya que por motivos de trabajo él tendría que viajar mucho durante los próximos meses, las dejaría a su cuidado y tendrían que obedecerla como si de él mismo se tratara. Una vez realizadas las parcas presentaciones las conminó a comportarse como cabía esperar durante su ausencia, y dándoles las buenas noches se despidió de ellas durante un tiempo.

Carla las llevó a su cuarto y lo primero que hizo fue preguntarles sus nombres y edades y tras responder secamente y con altanería Susana se ganó una sonrisa y un asentimiento respetuoso, pero tras responder Lara dulce y alegremente se ganó una bofetada que le giró la cara. Ese fue el primer momento de adoración que la gemela mayor sintió por aquella mujer. Puestas en claro las posiciones de cada una, Clara comenzó a dar explicaciones y órdenes que regirían sus vidas desde aquél preciso instante.

Como para todos eran exactamente iguales, cosa que no podía entender ya que a sus ojos y según su criterio Susana resplandecía con un aura de dominio y perversidad que la hacía parecer muy diferente y superior a su hermana, para poder diferenciarlas Carla decretó que Susana, al ser la mayor, disfrutaría de privilegios y autoridad sobre su hermana pequeña, que tendría que observar una total deferencia hacia sus superiores, ella era la pequeña y era menos que nada, el ser mas insignificante en esa casa, como le había dicho su gemela en incontables ocasiones. Y para que no quedase ni un atisbo de duda en su inútil cabeza comenzaron los grandes cambios en su vida.

Para empezar, en el dormitorio que compartían no podrían utilizar camas iguales, por lo que ordenó al servicio que sustituyeran una de ellas por un catre que a partir de ese momento seria el lecho de Lara. Un cutre somier de muelles sobre los que tendría que dormir con una simple y vieja manta, si quería taparse tendría que acomodar su cuerpo directamente sobre los incómodos muelles y pobre de ella si con sus crujidos molestaba a su hermana. Una vez hecho esto, las mandó prepararse para dormir, volvería en diez minutos para arroparlas.

En ese tiempo ambas hermanas se lavaron y pusieron sus camisones, Susana no cabía en sí de gozo, se sabía superior a su hermana y desde que podía recordar había tratado de que ella lo asumiera y la pobre Lara admitía para sí la verdadera posición que ocupaba en su mundo.

Al volver el ama de llaves a la habitación las dos hermanas estaban sentadas en sus respectivas camas y vio con deleite como podría terminar la velada ya que ambas hermanas lucían un camisón idéntico.

  • A lo mejor no me he expresado con claridad – amonestó a Lara a la que tras darle otra fuerte bofetada ordenó – desnúdate niña tonta, ¿no ha quedado claro que no mereces nada de lo que tenga tu hermana? ¿Es así como demuestras tu deferencia y respeto hacía ella?

  • Perdón señora – balbuceó Lara, que avergonzada se levantaba y desnudaba rápidamente para no enfadarla mas

  • No soy yo quien tiene que perdonarte estúpida, será tu hermana la que decida tu castigo ya que es a ella a la que has ofendido, acuéstate – le ordenó mientras se acercaba a Susana para arroparla y darle un dulce beso de buenas noches – Mañana, antes del desayuno dirás que correctivo merece por su comportamiento, que tengas dulces sueños

  • Muchas gracias Clara, soñaré contigo y serán los sueños mas dulces que haya tenido en años – le contestaba con adoración viendo como abandonaba su habitación y cerraba su puerta tras ella – Y tú, estúpida, por tu bien espero que no me molestes con los ruidos de tu nueva cama – se reía feliz, tendría toda una noche para pensar en el castigo de su gemela.

  • Haré lo que pueda hermana, buenas noches – murmuraba la pequeña sollozando en su incómoda cama, muy quieta para evitar ruidos de esos muelles que se clavaban en todo su cuerpo.

A pesar de tan gratos recuerdos y de haberse corrido otra vez con ellos, mientras los evocaba, no era suficiente, ya nada era como antes. Estaba desoldada, no podía culpar a su padre de ello, por supuesto, la culpa era de la perra de su gemela. Tendría que buscar un nuevo sentido a su vida ahora que había perdido el objeto de su obsesión.

Por su parte, Don Rafael, tenía recuerdos mas recientes pero igual de gratos para él que los de su hija. No podía olvidar la despedida que le había brindado la perra de Pedro, al volver a entrar en su despacho y sentarse en su gran butaca recordaba claramente a la perra saltando encima de él, clavándose su polla en el culo, bien abierta la muy cerda para que pudiera admirarla en su plenitud en aquél espejo del hall que tan hábilmente su yerno había colocado.

Por no mencionar la magistral mamada que le endilgó y la follada con el perro, si, ese perro que había lamido sus huevos mientras la perra se corría. Había disfrutado como nunca, él, que en su vida sexual siembre había sido conservador y comedido, que no había mantenido relaciones desde hacía mucho, mucho tiempo y que, con su edad, no pensaba que pudiese tener ni unas corridas como las de la víspera ni una erección como la de ahora, con solo recordarlo.

Era una auténtica lástima haber perdido ese grato placer poco después de haberlo encontrado. Casi lamentaba habérsela entregado a su yerno, claro que en ese caso, tampoco habría conocido la depravación que ahora llenaba su alma. Menos mal que tendría que marcharse de viaje en breve, esperaba que con la distancia y la mente puesta en sus negocios podría recuperar algo de cordura y dejar de pensar en lo perra sucia y viciosa que había resultado ser su despreciada hija.