La perra meona (III)
Una experiencia menos agradable de a con Ñ. Se une una nueva sumisa.
Ñ: ¿Estás ahí, sumisa?
Escuché la vibración de mi móvil. Deseaba que fuera un mensaje suyo, aunque, por otro lado, me inquietaba qué podría suceder...
a: Sí, mi Amo.
Ñ: Bien, vas a conocer a alguien.
Sentí un pinchazo por dentro y todo tipo de ideas se volcaron de pronto en mi cabeza.
a: Como quiera, mi Amo. ¿A quién?
Ñ: A una sumisa, es estupenda, una sumisa de libro. Seguro que te gustará.
Algo empezaba a quemarme por dentro, algo que se clavaba entre mi pecho y la boca del estómago.
Ñ: Desnúdate y colócate en posición Nadu, te la presentaré. Sé tan educada como te he enseñado, perrita.
Estuve a punto de mandarle a la mierda ¿qué se creía? una cosa era estar para él, para mi Amo, y otra muy distinta presentarme de esa forma a una extraña. No me podía sentir más humillada. En pocos segundos estaba incluída en un grupo de Skype. "Perras de Ñ" ¿No sólo había conocido a una "sumisa de libro" sino que además, la consideraba suya? Me dispuse a cerrar sesión... pero algo dentro de mí me lo impidió.
Se iluminó la pantalla de mi teléfono, llamada grupal. Ya no le veía solo a él en pantalla. Una chica más joven que yo, con un cuerpo impresionante y voluptuoso, se mostraba sumisa en mi misma posición.
Ñ: Mira a, te presento a m. Tiene 24 años y es más perra que tú, acabamos de conocernos.
Levanté la mirada y mis ojos se clavaron en los suyos. Empecé a pensar que estaba en una pesadilla de la que despertaría pronto.
a: Hola, m, encantada.
m: Hola.
Ñ: Es mi deseo que os hagáis amigas, vivís en la misma ciudad así que me gustará que os conozcáis y lleguéis a quedar para tener sesiones conjuntas.
a: Pero... lo siento mi Amo, ahora tengo que cerrar.
Cerré sesión y me levanté del suelo llena de rabia, enfadada y decepcionada. De pronto sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas. Lancé el móvil contra el sofá y me vestí. Me pasé el resto del día dándole vueltas a lo que había pasado; no entendía nada, no quería aceptarlo, no estaba dispuesta, pero ¿y ahora qué? le necesitaba, era suya...
No me volví a conectar el resto del día. ¿Qué había pasado, qué se había roto? Sabía que estaba sintiendo cosas impropias de una sumisa, me sentía culpable, me sentía mal, estaba decepcionando a mi Amo.
Me conecté temprano la mañana siguiente sin saber lo que podría esperar.
Le veía conectado, pero no me decía nada. ¿Estaría con la otra, habría decidido que no merecía la pena perder el tiempo conmigo? Otra vez la culpa y los celos se apoderaron de mí. La impaciencia pudo conmigo y escribí.
a: Buenos días, mi Amo.
No hubo respuesta.
Pasaron las horas y nada. Seguía conectado pero no respondía.
Llegó la noche y no tenía noticias suyas. Me sentía mal, fatal, ¿qué demonios había hecho? ¿cómo podía haber reaccionado así? Me fui a la cama sin saber qué pasaría conmigo, con la culpabilidad que aplastaba mis hombros y los ojos irritados de tanto llorar.
Dos días y nada... tres días y sin noticias... cuatro días...
Me ardía por dentro verle conectado y que me ignorara de esa forma.
Ñ: Buenas noches, perra. ¿Se te ha pasado ya la tontería o necesitas más tiempo?
Sentí cómo el corazón se me salía por la boca. No esperé ni un segundo para mandarle una respuesta.
a: Lo siento mucho, mi Amo, he sido una estúpida. Por favor, perdóneme, se lo suplico.
Ñ: No sé qué voy a hacer contigo, no me esperaba esta reacción de tu parte. Confío en que estos días te hayan servido para reflexionar sobre lo idiota y egoísta que has sido.
Lejos de animarme, me hundía más en mi hoyo de culpabilidad y decepción. Todo ápice de orgullo empezaba a desvanecerse.
a: Por favor, no me deje, discúlpeme, no se volverá a repetir. Soy una egoísta.
Ñ: No pienso darte más oportunidades. Por lo pronto, quedas relegada a un segundo lugar. m me ha dado en estos días mucho más que tú en estos meses. Demuéstrame que eres merecedora de llevar mi marca y ya te diré cuál es mi decisión.
a: Sí, mi Señor. Muchísimas gracias por esta oportunidad.
Ñ: Y ahora, entra al grupo. m nos está esperando.
Aunque era de forma virtual, me sentía arrastrada hacia un lugar que no deseaba. Sin embargo, avanzaba porque era su deseo.
Ñ: perrita, a ha reflexionado y está aquí de vuelta. Creo que lo más justo es que seas tú quien decida su castigo por haber sido tan insolente contigo.
No tenía fuerzas para seguir luchando, sus palabras me dolían, pero en el fondo, muy en el fondo, sentía cómo mi cuerpo empezaba a excitarse.
m: Sí, mi Señor. Como usted desee. a, vas a recibir 30 azotes e irás con el bikini puesto mientras estés sola en casa los próximos tres días.
¡Me quedé con la boca abierta, se notaba que era una "sumisa de libro" sabía perfectamente donde dar para joder!
Ñ: ¿Está todo claro, a?
a: Sí, mi Amo.
Ñ: Bien, la primera parte la cumpliremos ahora. Desnúdate por completo y preséntate con uno de tus cinturones, será m quien cuente tus azotes.
a: Ahora mismo.
Estaba frente a la webcam, despojada de toda ropa y con la correa sujeta por mi mano derecha. Veía en pantalla a mi Amo y a m con cara perversa.
Ñ: Perfecto, putas. Preparadas. a, espero que no sea necesario hacerte repetir ningún azote. m, espero que seas justa y hagas a a cumplir correctamente con el castigo impuesto.
Sus palabras me herían de alguna forma, pero también sentía como se me empezaba a humedecer el coño. m empezó a contar desde 30, se regodeaba en mi sufrimiento repitiendo el mismo número cada vez que le apetecía. Acabé mostrando mis nalgas rojas y entumecidas, marcadas por cada golpe del cinturón.
Miré a la pantalla y pude distinguir una pizca de arrogancia en la mirada de m, tan perfecta no era.
Ñ: Estupendo m, has estado maravillosa. Espero que a ya tenga todo mucho más claro y podáis llevaros bien.
a: Sí, mi Amo. Perdón por mi mala educación el otro día, m.
m: No te preocupes a, seguro que nos llevamos bien, para nuestro Amo.
¡Qué rabia me daba! ¿Cómo que nuestro? MÍO, M-Í-O.
a: Sí, m, estoy segura de que sí. Gracias por la oportunidad y por el castigo, mi Amo.
Ñ: Me siento muy orgulloso de mis perritas. Espero poder disfrutar de y con vosotras y no tener más problemas absurdos.
En ese momento fui consciente de mi desnudez frente a ambos.
Los días siguientes transcurrieron con normalidad, salvo que, de repente, cuando menos lo esperaba, me escribia m para que la llamase para poder comprobar que estaba cumpliendo con mi castigo. Cada día se hacía más insoportable la sensación de estar siendo sometida por ella, de estar excitada por ella y de no poder correrme por que esa era su voluntad.
Pasaron los tres días, tres días eternos en los que mi cuerpo sufría y se excitaba a partes iguales. Me sentía la perra de otra perra, lo nunca imaginado antes por mí.
Ñ: a, me alegra que hayas aceptado por fin tu nueva condición. Como has visto no es tan terrible. Dime cuánto me quieres.
Odiaba cuando me pedía eso, ¿necesitaba que se lo dijera, no lo percibía, no lo sabía ya?
a: Le quiero mucho, mi Amo.
Ñ: Bien, así me gusta. Ahora enséñame cómo se te ha quedado mi coño tras el castigo.
Moví la cam a recorriendo mi sexo. Lo tenía enrojecido e inflamado, extremadamente sensible.
Ñ: ufff, cómo se te ha quedado, perrita. Ni se te ocurra rozarlo, ese coño es mío y lo disfrutaré cuando quiera. Vamos al grupo.
Pasamos a la otra conversación de Skype.
Ñ: m, ya estamos aquí. No le he contado a a lo estupenda que has estado esta mañana y que te has ganado un premio. a, he usado a m esta mañana y ha estado fantástica, no he dejado que se corriera porque quiero que estés presente. Haremos ahora una llamada para que lo disfrutemos. Desvestiros, os quiero a las dos bien expuestas para mí.
Tuve que respirar hondo y contenerme para no cabrearme por la situación y volver a salir por patas.
Lo que pasó a continuación fue humillante para mí y extrañamente excitante. Me sentía fatal porque mi Amo estuviera usando a una perra que me lo había hecho pasar tan mal ¿o bien? los últimos días y que además le estuviera dando permiso para correrse y peor porque ver a una mujer en esa situación me estuviera poniendo tan cachonda.
Después de que m explotara en un maravilloso orgasmo, mi Amo me dio 30 segundos para conseguir correrme. Por lo sensible que tenía el clítoris y la situación que acababa de vivir, no necesité ni la mitad del tiempo.
Espero que este relato guste tanto como los anteriores aunque sea algo más extenso y menos explícito. Un saludo.