La perra meona (II)

Más experiencias de a con Ñ. Los días y las noches se hacen eternas sin ti.

Una mañana en casa, día laborable durante el confinamiento.

Ñ: Coloca bien la cam, quiero comprobar que ese coño y ese culo, que me pertenecen, están perfectamente depilados. No quiero ver ni un puto pelo.

Acerqué la cam y fuí pasándola por toda mi entrepierna, desde el pubis hasta el ano.

Ñ: Ábrete bien las nalgas, quiero comprobarlo más a fondo.

Era una situación vergonzosa y humillante para mí, el sabe que odio exponerme de esa forma.

Ñ: Muy bien, perrita. Sé que hoy tienes trabajo y varias reuniones por videoconferencia, pero no quiero que olvides ni por un segundo a quién perteneces. Te pondrás el bikini.

Cuando decía bikini, mi (su) coño empezaba a palpitar de forma automática. El bikini consiste en una cuerda gruesa de rafia que, anudada en la cintura, cruza entre mis piernas, introduciéndose entre los labios y haciendo especial presión sobre el clítoris porque tiene un nudo que coincide justo con ese punto.

Según me lo colocaba, bajo su atenta mirada por la cam, iba notando como esa cuerda áspera, se clavaba en una de las partes más sensibles e íntimas de mi cuerpo.

Ñ: Ummm. Qué bien te queda, estás preciosa así. Desnúdate por completo y date un paseo a cuatro patas como la perra que eres.

a: Sí, mi Amo.

Miré el reloj, no quedaba ni media hora para mi primera conexión de trabajo. Me despojé de mi camisa y bajé al suelo. En cuanto arqueé la espalda, sentí como la cuerda se clavaba más a fondo. Con cada movimiento de piernas, el clítoris se rozaba por lo que pronto empezó a hincharse y ponerse extremadamente sensible.

Ñ: Para y dime cómo está mi coño. Por lo que veo desde aquí eres una perrita muy cochina.

Pasé la mano sobre el bikini y me di cuenta de que estaba mojada de flujo.

a: Su coño está empapado, mi Amo.

Ñ: ¿Has visto? Yo nunca me equivoco... chúpate la mano, sería una pena desperdiciar los jugos que produces por y para mí.

Me parecía algo repugnante y la mayor parte de las veces me producía arcadas, sabía que era algo innegociable así que traté de pasar ese mal trago cuanto antes.

Ñ: ¡Hay que ver, qué cerda estás hecha puta perra! Espero que hayas sabido disfrutar y saborear mi regalo. Ahora colócate para conectarte a la reunión, saluda y quita sonido y cam lo antes posible, tendrás que hacer el esfuerzo de mantener la atención mientras satisfaces a tu Amo.

Solo de escucharle, mi (su) coño se contraía involuntariamente, apretándose contra el bikini. Estás contracciones tenían como resultado la consecuente segregación de flujo que cada vez era más abundante.

Me puse la camisa y me senté frente al ordenador, tenía la cara roja y una expresión que me delataba, había llegado el momento de conectar y estaba cachonda perdida.

Veinte minutos después, leí un mensaje suyo:

"Percibo que no vas a poder apagar cam y micro. Quiero que empieces a abrir y cerrar las piernas con fuerza, no se te ocurra gemir o toda tu oficina se enterará de lo puta que estás hecha."

Pocos minutos después la situación se volvió insoportable, era incapaz de concentrarme en la reunión, pero las prioridades en mi vida estaban claras: lo primero, complacer a mi Amo, Dueño y Señor. Terminé apagando el audio y la cam para suplicar clemencia.

"Por favor, mi Amo, le suplico me deje parar para poner atención a mi trabajo. Se lo compensaré de la forma que estime oportuna"

Mi petición fue escuchada y concedida. Me recoloqué y activé las funciones de la videoconferencia para seguir trabajando.

Agradezco los comentarios y correos recibidos tras el relato anterior. Aclarar que mezclo realidad con toques de ficción y que, aunque está escrito en primera persona, no necesariamente soy yo el personaje de los relatos.

Y, por favor, Ñ... vuelve.