La perra meona
Esta es una de las muchas experiencias vividas por a. Por favor Ñ, ponte en contacto conmigo.
¡Hola! Mi nombre es a, tengo 30 años, estatura baja, sobrepeso, caderas anchas y pecho normal. Me intenté resistir, pero Ñ no necesitó ni media hora para tenerme a sus pies.
Estaba un día, en pleno confinamiento, trabajando en casa cuando sonó el móvil:
Ñ: ¿Desde cuándo las perras llevan ropa? Desnúdate inmediatamente.
Como si me estuviera viendo, reaccioné de inmediato y me deshice de mi ropa.
a: Sí, mi Amo. Ya estoy.
Ñ: Pon ahora mismo la cam, a cuatro patas, quiero ver que mi coño está perfectamente depilado.
Obedecí al instante. Todavía me pregunto cómo lo hace, aparece y mi voluntad se vuelve suya.
Ñ: Veo que para esto sí sirves, sabes ser una puta perra aseada, aunque te brilla el coño ¿no te habrás puesto cachonda, perrita?
Respondí con voz apagada.
a: Siempre lista para usted, mi Amo.
Ñ: Así me gustan las perras, guarras y dispuestas como tú. Arrastra con el hocico el móvil y ve a cuatro patas a la cocina, quiero que bebas de tu cuenco utilizando la lengua mientras veo cómo mi coño se encharca.
Seguí al pie de la letra sus instrucciones y a los pocos minutos estaba con la boca y nariz metidos en un cuenco lleno de agua, lamiendo como una auténtica perra.
Ñ: Patas bien separadas y mano al clítoris, vas a estar masturbándote hasta que no quede una puta gota de agua. Coloca el móvil para que pueda ver todo.
Al principio todo fue bien pero según pasaban los segundos controlar los jadeos y beber como una perra se hacía cada vez más difícil. En mi cabeza rondaban dos ideas: tenía que terminarme el agua y tenía que hacerlo rápido porque cuanto más excitada estaba, más complicado era.
Llegué al fondo del cuenco con la lengua y saqué la mano de mi entrepierna esperando la siguiente orden.
Ñ: ¿Quién coño te ha dicho que pares? Vuelve a llenar el cuenco hasta arriba, seguro que mi perra sigue con sed.
Me levanté a llenar el cuenco e intenté aprovechar el cambio de posición para relajarme, pero tenía claro que solo acababa de empezar.
Coloqué de nuevo el cuenco en el suelo y volví a mi posición.
Ñ: Muy bien, perrita. Quiero ver esa mano y esa lengua haciendo su trabajo, espero que la vejiga de mi mascota se esté llenando bien. ¡Y ay de ti como te corras!
La situación se volvía cada vez más insostenible: respirar, beber, no correrme, mantener la postura en tensión...
Por fin rocé con la lengua el fondo del cuenco. Tenía el coño empapado y el clítoris hinchado e irritado.
Acerqué el móvil a mi cara para que Ñ pudiera verme. Estaba despeinada, con la cara roja y el hocico mojado de agua.
Ñ: Vamos a dar un paseo, te lo has ganado. Ve hasta el baño a coger tu orinal y lo llevas a la puerta de entrada. Puedes dejar el móvil, confío en que lo harás rápido y bien.
a: Sí, mi Amo.
Apagué la cam y comencé mi recorrido, mi casa no es grande así que sería un paseo corto. Cada vez que mis muslos se rozaban para avanzar, un escalofrío, que terminaba en mi (su) coño, recorría mi cuerpo. Llevé el orinal hasta la entrada y volví a poner la cam.
Ñ: Me has hecho esperar mucho, perra. Voy a tener que entrenarte para que muevas ese culo gordo a más velocidad.
Sus humillaciones aludiendo a mi sobrepeso me hacían sentir insignificante.
a: Perdón, mi Amo. Seré más rápida la próxima vez.
Ñ: Levántate y abre la puerta de entrada, déjala un palmo abierta y pon el orinal justo frente al canto de la puerta, con suerte pasará algún vecino y podrá disfrutar de mi perra.
No me podía creer lo que me estaba pidiendo ¿de verdad quería que dejara la puerta entreabierta? Con los nervios y el agua que había bebido, empezaban a entrarme ganas de orinar.
Ñ: Muy bien, mascota, es el momento de sacarte a mear. Hoy lo harás dentro de casa, pero te vendrá bien ir acostumbrándote a los sonidos de la calle... Coloca bien la cam para que pueda verte y ver tu descansillo.
a: Pero... por favor, mi Amo, ¡¡me da mucha vergüenza y puede pasar un vecino en cualquier momento!!
Ñ: Date una buena bofetada, perra estúpida, que se oiga bien. No quiero ni media queja o mearás en la escalera y sabes que yo no amenazo en vano.
El eco del ruido de mi mano chocando contra mi cara se escuchó en todo el edificio.
Ñ: Pensándolo bien... abre más la puerta y ponte justo delante. Se terminaron los remilgos contigo. Eres una perra y las perras mean donde sus Amos deciden. Colócate bien y procura que no caiga ni media gota fuera.
Moví el orinal y me coloqué encima. Mi cuerpo y mi cabeza entraban en conflicto; la tensión de la situación hacía que mi uretra se cerrara pero mi cabeza mandaba la orden de acabar cuanto antes. Me temblaba el cuerpo entero, era la situación más humillante vivida hasta el momento pero era incapaz de negarme a una orden suya.
Un tímido chorro de pis empezó a salir, la presión aumentó y cada vez sonaba más fuerte. No me podía creer lo que estaba haciendo bajo su atenta mirada. Terminé.
a: ¿Puedo cerrar ya, por favor?
Ñ: A ver... muévete... veo que han caído unas gotas al suelo. Lámelas y después cierra la puerta.
Cumplí con lo ordenado y cerré la puerta.
Ñ: Te has portado bien, mascota. Puedes levantarte y llevar el orinal a la cocina, para el resto del día esa será tu bebida. Espero que me lo agradezcas como corresponde.
a: Muchas gracias por su generosidad, mi Amo.
Y así termina una de mis vivencias con Ñ. Según los comentarios que reciba, narraré más o no.
Por favor, Ñ, si me lees... ponte en contacto conmigo.