La Perra de la dueña de Gor

El mejor amigo de mi dueña Lola (2). Susana se ofrece a contactar con una amiga que le puede enseñar a Lola como comportarse en la cama con su perro Tobi

La Perra de la dueña de Gor.

Me llamo Tobi. Soy un bóxer muy alegre y saltarín, un poco baboso, pero soy un perro cariñoso. Ya os conté hace unas semanas cómo conseguí que Lola, la hembra humana que me crio acabó siendo mi perra.

Yo no os he contado nada desde entonces porque entre yo y Lola las cosas han ido como suelen ir en una relación perro-mujer: Un día se me insinúa y lo hacemos, al día siguiente no deja que me acerque, y así.

Pero hace una semana ocurrió una cosa que os la tengo que contar porque atormenta mi conciencia perruna. Preparaos, humanos. Esta es la historia de Susana, la dueña de Gor, y su perra Lola.

Un día iba al parque, muy orgulloso, moviendo el rabo y presumiendo de dueña cuando divisé al otro lado del parque a Gor, el setler. Le llamé y me vió. Corrimos al encuentro, nos miramos y nos echamos unas carreras y unas meadas para marcar el territorio. Lo pasamos muy bien y quemamos muchas energías.

Mi dueña, Lola, la mujer con la que formo la manada estaba hablando con Susana, la dueña de Gor.

Os recordaré como es mi dueña. Lola es una mujer muy sexy, de piernas bien formadas y caderas sensuales.

Su culo es delicioso y tiene muy buen tipo. Las humanas sólo tienes dos tetas, pero son grandes y dulces, y están rematados por dos pezones, oscuros y grandes, en el caso de Lola.

Tiene el pelo negro y rizado. Era una morenaza de piel clara, pero en estos días,

estaba un poco morena, porque dejaba que se marchara a la playa, aunque yo me quedaba aullando en el piso.

Lola tiene

la boca ancha y larga y su nariz es respingona. Sus cejas son

delgadas,

y sus pestañas, largas y negras le hacen más grande sus ojazos marrones.

Gor y yo las mirábamos cómo hablaban, sentadas en un banco.

Me quise tirar el farol delante de Gor

-¿Sabes? Al final lo conseguí.-

-¿¡Sí!?-

-Sí.

Me la estoy cogiendo. Seguí tus consejos y mojo en caliente siempre que quiero.

-Ya sabía yo que lo conseguirías.- Gor me miró. Y me dijo algo que me molestó un poco al principio – Me encantaría follármela yo también.-

Los perros no somos celosos. Nos liamos rápidamente 3 o 4 con la misma hembra. Nos ponemos a hacer cola y cuando acaba uno empieza otro. Por eso no se lo tuve muy en cuenta. Pero Gor no dejaba de sorprenderme.

-¿Sabes? Mi ama Susana siempre se las arregla para que sus amigas terminen así, folladas por otros perros.- Empecé a sentir un dolor raro en mi nuca, y noté como me excitaba, como si estuviera olfateando a una perra en celo. -¿Qué? ¿Que tu ama se las apaña para que sus amigas follen con nosotros?-

-¡Uff! No lo sabes bien. Me he follado a unas cuantas humanas-

-¡Bah! Te apuesto a que con mi ama no puede hacerlo-

-¿Qué no? Bueno, pues ya verás.- En ese momento, Lola se levantaba y se dio la vuelta. –Demuéstrame tú a mí antes que Lola es tu hembra.-

No lo pensé dos veces. Me acerqué al trote y me subí por detrás de mi dueña y empecé a moverme. Lola insistía en que me bajara, pero yo quería demostrarle a Gor que era mi hembra. Al parecer, no solo se lo demostré a Gor. También se lo demostré a Susana. Gor se acercó.

-¡Qué pardillo eres! Ahora Susana sabe que Lola tiene sexo contigo. Ya es suya.-

-Pero eso no puede ser. Susana está casada. Tiene hijos. Te tiene a ti.-

-Pero le gusta jugar con otras mujeres. Ya verás. Espera en unos días.-

Susana sonreía pícaramente a Lola, que le explicaba que de vez en cuando me entraban esos “ataques”.

Susana le sonsacó a Lola nuestros horarios de visita al parque, mientras Gor se pavoneaba. – Mañana mojo.-

-¿Cómo lo sabes?- Le pregunté.

-Es fácil. Mi ama se ha puesto cachondísima al darse cuenta de lo tuyo y lo de Lola. Es miércoles, así que mi dueño no la va a montar, así que me toca a mí.-

Nos separamos y en el camino de regreso me puse a pensar en Susana. Era una hembra más alta que Lola, pero más delgada y elegante. No pertenecía a ninguna raza humana así especial. Era rubia, o castaño claro, de cara algo alargada y nariz recta. Tenía los pómulos marcados y los ojos verdes, y rajadas. Sus labios eran largos y delgados y en su delgadez destacaba sus manos y dedos largos y estilizados.

Me imaginé a Gor montándola. ¿Chillaría como Lola? ¿Diría cosas hermosas mientras la montaba? Me imaginé que no. Que sería una hembra estoica, como nuestras perras, que permanecería paciente mientras Gor la montaba.

Al día siguiente, después de que Lola viniera del trabajo y se dejara lamer el chocho, y se duchara, nos fuimos al parque y para sorpresa, estaban Gor y Susana de nuevo.

Gor me aconsejó que escuchara la conversación de las mujeres, así que no nos separamos demasiado y pusimos todos nuestros sentidos. Empezó Susana a tirarle de la lengua a Lola

-Oye. ¿Te comenté los juegos de aquella amiga con su perro?-

-¿Juegos? ¡Ah, sí! ¡Qué barbaridad!-

  • Es que me hace gracia, pero su perro se portaba como el tuyo. Hacía lo mismo. Tenía las mismas reacciones.- Lola se puso colorada de vergüenza, y Susana, viendo la reacción continuó al ataque -¡Pero no te avergüences, Lola! ¡Yo no he querido decir nada!-

Parecía que se le hubiera tragado la lengua .-¡Ay, tonta! ¡No te pongas así!- Decía Susana en plan compadre, y continuaba a la carga -¿Qué pasa? ¿Qué sí? ¡Ji Ji Ji! ¡No me digas! ¡Si no pasa nada!.-

Y así, cada día sonsacándole un poco, al final Lola le confesó que era mi amante. Susana no se lo afeó. ¿Cómo se lo iba a afear, si ella era la primera que follaba con Gor? Pero tampoco se lo confesaba a Lola. Lola le confesaba sus temores. Creía que algún día se quedaría enganchada a mí y tendrían que llamar al veterinario de los humanos y sería una vergüenza.

-No te preocupes por eso, Lola. Llamaré a mi amiga, que tiene más experiencia que tú y hablaremos las tres.- Y sin que Lola se percatara, Susana le tocaba la cara, y le acariciaba la pierna, así como la que no quiere la cosa, pero yo olía el tufillo a hembra en celo en las dos mujeres. Y Gor también. Y al día siguiente, los dos nos contamos lo deliciosamente que nos habíamos subido a nuestras respectivas amas y cómo las habíamos montado.

Susana convenció a Lola para quedar con su amiga. El problema es que su amiga vivía en el campo. Tendríamos que quedar para ir los tres: Susana, Lola y Yo, un día en que la familia de Susana no sospecharan. Así que elegimos una mañana de un día laborable. Lola se pediría un día de asuntos propios y nos iríamos en el todoterreno de Susana a casa de su amiga, de la que no sabíamos su nombre ni el del perro que se supone que era su pareja.

Aquella mañana Lola no fue al trabajo. Yo estaba un poco enfadado, porque me había lavado el día antes por la tarde y no habíamos follado, y siempre que me lavaba, hasta entonces, era polvo seguro.

Tocaron el timbre. Lola me puso el collar de paseo y me cogió con la cadena, como siempre. Bajamos y ví a Susana conduciendo un todoterreno. Detrás estaba Gor. ¿Pero no habíamos quedado que era sólo para Susana, Lola y Yo? ¿Qué pintaba Gor en todo esto?

-¿Has traído a Gor?- Preguntó Lola extrañada.

-¡Oh, sí!- Ha empezado a llorar y he pensado que no era mala idea traerlo. ¡A lo mejor yo también me animo! ¡Ja Ja Ja!.-

Lola esbozó una sonrisa cómplice.

Yo le pregunté a Gor -¿Pero no dices que te la follas?-

-No seas ingenuo, Tobi. No seas ingenuo.- Me respondió.

Nos dirigimos a las afueras de la ciudad, al campo. Las carreteras cada vez eran más estrechas y el tráfico más escaso y al final nos paramos ante una finca con una cancela. Susana abrió la puerta con el mando a distancia. Lola parecía muy extrañada porque no había nadie, ni chica ni perro. Además, Susana parecía conocer muy bien la casa. –No te preocupes, Lola. Al final quedé aquí con ella. Es mi casita de campo. Mi amiga vendrá dentro de un rato, pero mientras podemos entrar.

Yo notaba a Lola nerviosa. Bajó del coche y nosotros también salimos, y nos pusimos a mear en los árboles y olerlo todo. Susana le enseñó a Lola el jardín de la casa, y luego se metieron dentro. Nosotros no entramos, porque somos unos perros muy educados. Al cabo de unos minutos se abrió la puerta del garaje. Era una habitación grande, de unos 50 metros cuadrados que cogía toda la planta baja. Gor me susurró al oído –Aquí es-

Nos metimos en el garaje. Susana salió y cogió una bolsa del coche, y al volver cerró la puerta. Se dirigió a Lola, y se colocó delante de ella. –Bueno, Lola. No vamos a esperar a mi amigas. No te lo he querido decir antes, pero yo soy la que te va a enseñar a tener sexo con perros. Yo soy la que te va a enseñar a ser una buena perra.-

Noté un poco de miedo en Lola, pero con mi olfato, también pude notar su excitación. También Susana olía muy bien.

Susana se acercó a nosotros y nos llevó a la pared, primero a mí, y luego a Gor. Allí tenía unas anillas clavadas a la pared, y unas cadenas. Ató nuestro collar a esas cadenas. Gor se tumbó en el suelo, pero yo estaba muy nervioso, y tiraba de la cadena. – No te pongas nervioso, muchacho. Todo tiene su tiempo- Me dijo Gor en plan paternal.

Luego Susana se dirigió a Lola. Se colocó a su lado y comenzó a tocarle la cara con suavidad y a apartarle el pelo. Lola se ruborizó. Nosotros los perros no tenemos vergüenza, pero las humanas sí que la tienen a veces.

-Sabes, lo primero que vamos a hacer es quitarte la ropa ¿No te parece? Una perra no tiene porqué ir vestida, y menos para copular. Así que ¡Vamos! ¡Comienza a desnudarte!-

Susana se alejó un metro y medio de Lola. Lola empezó a desnudarse poco a poco. Primero se quitó el suéter y se desabrochó el sujetador. Luego se desabrochó el cinturón y se quitó el pantalón. Lola se había puesto unas tangas blancas, que resaltaban la redondez de su trasero. Susana la observaba y estudiaba sus formas. Lola dejaba la ropa ordenada en el suelo. Estaba temerosa. Se notaba que nunca antes nadie le había ordenado que se convirtiera en una perra. Lola se descalzó pero no se iba a quitar los calcetines. El suelo estaba sucio. Pero Susana se lo ordenó.

Se quedó vestida solo con el tanga, y miró a Susana con rencor. Susana sonreía con cara de cínica. Cogió la ropa de Lola y la puso en alto. Entonces abrió un cajón de un mueble y sacó un collar de perro. Era uno de esos collares de puas de aluminio, que nos ponen cuando nos quieren educar para que no vayamos por la calle tirando.

-¿Cómo te vamos a poner este collar, Lulú? ¡Porque ya no eres Lola sino Lulú! ¿Cómo te lo ponemos? ¿Cómo si fueras una perra buena, con las puas para adentro o como si fueras una perra mala?-

-No se-

-¿No sabes? ¿Quieres saberlo?- Susana se acercó a Lola y le puso el collar con las puas hacia adentro y tiró de la cadena. Lola puso cara de dolor. Vi su rostro contraído y me puse a ladrar lastimeramente. Susana entonces se acercó a ella y le dio la vuelta al collar -¿Te gusta más asi?-

-Sí-

-Entonces vas a ser una perra buena y obediente-

-Sí-

Susana acercó su boca a la de Lola, pero ésta apartó la cara. Susana tiró de la cadena, pero Lola se esforzaba en separar su boca de la de Susana. Vi de nuevo esa miradita cínica en la cara de Susana.- Antes de que te vuelvas a montar en el coche, serás mi perra.-

Susana sacó del cajón del mueble un pequeño paquete. Yo lo reconocí en seguida. Era un collar anti-pulgas. Susana lo puso alrededor del cuello de Lola.- ¿Esto es necesario?- Dijo Lola.

-Claro. No quiero que estos perros te peguen una pulga. Hay que tener protegidos a las perras bonitas como tú. ¿Sabes?

Te podría dar una pastilla para que no te quedes preñada. ¡Ja, ja ja!. El aroma de Lola era cada vez más delicioso.

Susana llevó a Lola a una argolla que estaba más alejada en la pared. – Espérame ahí. Siéntate si quieres. Esa manta que te he puesto está limpia.-

Al lado de nuestra argolla había un cuenco con agua del que Gor bebía. Yo no tenía sed. Lola tenía otro exactamente igual al nuestro. Lola se sentó en su manta, como había hecho Gor.

Estuvimos esperando unos minutos. Gor estaba muy tranquilo pero yo llamaba a Lola a ladridos. Lola me miraba con una cara de cierta tristeza. Susana no tardó en aparecer. Se había vestido de otra forma. De ombligo para arriba sólo tenía una camiseta de tirantes, de esas que tienen muchos agujeritos. Le veía los pechos cuando levantaba los brazos. Unos pechos pequeños pero muy firmes y con unos pezones muy puntiagudos. De cintura para abajo llevaba unos culotes de gimnasia negros, y se había puesto unas botas de montar a caballo.

Se acercó a Lola. La cogió del pelo y la obligó a levantarse y a darse la vuelta.

La dejó de cara a la pared y comenzó a hacer una coleta con su perro.- No quiero que el pelo nos estorbe.- Le dijo.

Luego comenzó a magrearle las nalgas a Lola. Primero lo hizo sutilmente, pero luego con firmeza y determinación. Lola protestaba.- ¡Déjame! ¡Eso no era lo que dijimos!- Y se rebelaba. Pero Susana la agarraba de la coleta y azotaba suavemente con la palma de la mano.- ¿Vas a negarme a mí lo que le vas a dar a estos chicos?- Eso lo decía por Gor y por mí.

Susana desenganchó la cadena que agarraba a Lola, de la argolla, y tiró de ella hacia el centro de la habitación. -¡Vamos, Lulú!¡Te voy a enseñar a dar la patita!-

Lola la seguía forzada. Susana le hizo a Lola un gesto indicando que debía de ponerse

de rodillas, apuntando con el dedo al suelo, y Lola, que es una perrita muy inteligente la obedeció.

-Ahora vas a andar a cuatro patas.-

-¡Pero el suelo está muy sucio!-

-¡Obedece! – Y Susana le propinó un puntapié a Lola en el paseo, que comenzó a andar a cuatro patas. La verdad es que se la veía torpecilla y sin gracia, pero cuando se dio la vuelta y puede verle el trasero, me entraron ganas de arrancar la cadena y montarme encima.

Gor también se excitó.

Susana comenzó a jugar con nosotros, y obligaba a Lola a pasar a cuatro patas muy cerca de nosotros. Nosotros tirábamos de la cadena e intentábamos montarla, pero no llegábamos.

Luego Susana la obligó a beber agua de su bebedero, al estilo perruno. Y mientras bebía, Susana le bajó el tanga a Lola y se las sacó de las piernas. Entonces la trajo otra vez cerca de donde estábamos nosotros y nos permitió que oliéramos el tanga. Ella lo sostenía en la mano y nosotros olíamos. Era un olor delicioso, como siempre.

Y nos dejó el tanga allí, en el suelo, para que oliéramos y lamiéramos.

Susana volvió a llevarse a Lola al centro de la habitación.

Se agachó delante de ella y le volvió a pedir un beso -¡Bésame!- Lola se negó moviendo la cabeza. -¡Muy bien!-

Susana le señaló a Lola las botas

-¡Lámelas!- Lola se agachó y sacó la lengua, y lentamente comenzó a lamer la punta de la bota de Susana. Después lamió la otra punta de la bota, y luego, Susana tiró de la cadena para que le lamiera las rodillas.

-¡Mírame mientras lames!- Le exigió Susana. Lola obedeció y la miraba fijamente mientras sacaba la lengua y la lamía. -¡Una perra muy obediente, pero poco cariñosa! ¡Eso lo voy a arreglar esta mañana! ¡Ya verás!-

Y se la llevó a cuatro patas a la pared de enfrente. Gor y yo ladrábamos jaleando su culo. Lola se levantó y se puso de cara a la pared, como Susana le ordenó, y extendió sus manos y sacó su culo. -¡Quédate quieta, Lulú!-

Susana cogió a Gor y lo acercó al trasero de Lola. Gor, como era muy educado olisqueó entre las nalgas de Lola, que estaba quieta como una perra. Luego sacó su lengua y comenzó a lamerle las nalgas y la raja con toda la elegancia que cabe esperar en un setler. Lola movía su cabeza hacia adelante y hacia detrás. Su olor a hembra en celo llegaba hasta mí.

Susana trajo

a Gor de vuelta y me desató a mí. Yo fui directo a montar a Lola, pero Susana no me dejó, así que me tuve que conformar con lamer a mi hembra de manera tosca y nerviosa. Tenía el coño muy húmedo y rico y disfruté mucho lamiéndolo, pero antes de que Lola se corriera, Susana me llevó de vuelta a mi sitio.

-¿Me besarás ahora?- Le dijo Susana a Lola mientras la cogía de la cadena. Como no recibió respuesta se la llevó al lado del armario. Susana sacó un tarro con miel y comenzó a rociar algunas partes del cuerpo de Lola. Luego extendió la miel por los pezones de Lola, por el cuello y puso un poco de miel en su pubis, en su clítoris.

Entonces la obligó a permanecer de rodillas en el centro de la habitación. Esta vez me tocó a mí ser el primero. Me acerqué y lamí su miel. Lamí en el cuello y en los pezones. Primero lamí porque estaba dulce, y luego porque me gustaba como se le ponían los pezones, duros y puntiagudos. Luego estuve lamiéndole entre las piernas, hasta que desapareció el sabor dulce, pero no quise parar, por lo mismo, porque me encantaba su coñito excitado, así que Susana tiró de mí y mi llevó a mi sitio a regañadientes.

Luego volvió con la miel a donde estaba Lola y la obligó a ponerse a cuatro patas. Metió los dedos en el tarro de miel y los deslizó por el coño de Lola y el interior de los muslos y las nalgas, hasta el ano. Gor fue el siguiente afortunado.

Susana tiraba de Gor para que no se subiera en Lola, y Gor lamía y lamia. La lengua larga se metía entre las nalgas y entre los muslos. Cada lametón hacia que Lola se estremeciera de gusto. Yo los veía y me excitaba al ver como Lola se excitaba cada vez más. Lo notaba por que se tocaba el pelo y n dejaba de moverse, hasta que de repente la ví estirarse, sacar el culo y buscar la lengua de Gor con sus movimientos de cintura. Agachó la cabeza y la puso entre sus brazos, mientras gemía de placer.

Susana devolvió a Gor a su sitio y se dirigió de nuevo hacia Lola . -¿Me besarás ahora, pequeña zorra?- Lola Siguió negándose.

Susana cogió de nuevo la miel de nuevo y huntó con los dedos los morros de Lola. Introdujo el dedo lleno de miel en la boca de Lola –¡Limpialo!- Le ordenó. Y Lola lo lamió a conciencia. Entonces sacó un bozal un poco raro. Era un colador de cocina que se sostenía en la cara de Lola con una goma elástica. La boca de Lola estaba tapada detrás de aquella pieza de aluminio con agujeros. Susana me cogió y me acercó a Lola. Yo olí la miel en su boca y quise lamerla, pero no conseguía otra cosa que lamer el metal. Lola estaba a

cuatro patas y Susana la obligaba a ofrecerle mi cara. Yo antes había intentado lamer la boca de Lola, pero no me dejaba.

Susana me separó y entonces, desató los lazos del bozal de Lola. Me acerqué a su cara y la lamí en la boca. Yo la veía apretar los labios e intentar girar la cara para que no la lamiera, pero Susana la obligaba, sosteniendo su quijada con la mano. Los labios de Lola eran deliciosos, a pesar de que los intentaba esconder.

Y de nuevo Susana me llevó a mi puesto. Gor y yo estábamos muy cachondos. El olor a hembra en celo nos ponía a cien. Susana seguramente se dio cuenta.

-¡Bueno, Lulú! ¡Aquí hemos venido a follar! ¿No?- Lola movió la cabeza para decir que sí

-Vamos a ver si estás preparada.- Susana se agachó y metió la mano por detrás, entre los muslos de Lola. Debió de meterle un par de dedos y mostró su satisfacción. - ¡Esta perra está lista para ser follada!.- Le dio a Lola un azote -¡Mueve la colita, Lulú! ¡Vas a ser follada!-

Susana soltó a Gor primero. Yo veía al setler correr y casi me asfixiaba intentando ir con él.

Gor se acercó y le dio un par de vueltas a Lola, que esperaba a cuatro patas. Le lamió brevemente la cara y la espalda, pero al llegar al sexo, Gor comenzó a lamer, se puso detrás, en línea y levantó sus patas delanteras para engancharse en la cadera de Lola. Susana se limitaba a observar.

Gor comenzó a moverse detrás de Lola. Al principio sus cuerpos estaba muy separados, pero poco a poco Gor se acercaba más. Lola se iba hacia adelante, así que esta vez, Susana se colocó delante de Lola y puso sus pantorrillas a

cada lado de la cabeza de Lola. De esta forma, la perra no se podía escapar. Gor entonces alcanzó el coño de Lola. Yo podía ver como su polla se metía en el coño de mi dueña.

Gor movía sus caderas con energía, levantando alternativamente una pata, cada vez que se la metía a Lola, que estiraba su mano por debajo, para acariciarse el clítoris mientras Gor la penetraba.

Gor empezó a perder fuelle y pude ver como el esperma chorreaba del coño de Lola. Se separó de ella y ella se quedó de pié, quizás esperando más.

Susana azuzó a Gor, que se volvió a montar en Lola, pero esta vez apenas estuvo un minuto montándola. Lola se había quedado muy caliente.

-Me has puesto muy cachonda ¿Sabes?- Le dijo Susana a Lola. Se empezó a desnudar, quitándose toda la ropa, empezando por la camiseta, y luego las botas. Luego se quitó el pantalón ajustado y por fin, se quitó las bragas. Susana las cogió y se las puso a Lola en la cara. -¡Huélelas! ¿Te gusta el olor de tu dueña?-

Lola las olfateaba sin saber si le daba asco o le gustaba.

-¡Ve a por ellas!- Susana tiró las bragas y Lola se dirigió a por ellas a cuatro patas. Lola las cogió entre los labios y se las entregó a Susana en las manos.

-¡Qué perra más buena!- Le dijo mientras le restregaba las bragas en los morros, para quitar el rastro de miel y de saliva.- ¡Qué perra más buena! Te voy a dar

un premio.

Susana se agachó y cogió la quijada de Lola con la mano. Acercó su boca y Lola se quedó quieta, recibiendo la lengua de Susana entre sus labios. Susana había domesticado a mi dueña. Ahora Lola era su perrita Lulú.

Había un sillón viejo en un extremo del garaje, junto a las bicicletas con las que jugaban los hijos de Susana. Susana llevó a Lola hasta allí. Luego me cogió del collar y me llevó hasta donde estaba Lola. Antes de que Susana se sentara en el sillón, yo ya había olido a Lola y sin pensarlo dos veces, me enganché a ella.

Mientras me follaba a Lola podía ver como Susana arrastraba la cabeza de Lola por entre sus muslos, hacia su sexo, tirando de la cadena. Lola colocó sus mejillas en los muslos de Susana y sacó su lengua. Susana colocaba los pies en el asiento del sillón con las rodillas arriba y las piernas dobladas, ofreciéndole todo su coño.

Yo estaba cogido a sus caderas y me la estaba follando con todas mis fuerzas, porque todo aquel preparatorio me había puesto muy caliente, y además, tenía que quedar bien delante de mi amigo. Me movía con energía y sentía mi polla entrar y salir del coño húmedo de Lola

Susana agarraba a Lola de las orejas y estiraba la cabeza hacia detrás, cerraba los ojos y dejaba salir sus olorosos aromas sexuales, mientras Lola lamía y se dejaba follar, y Gor no dejaba de dar vueltas en actitud curiosa, intentando participar pero sin saber por donde.

Entonces, no se quien se corrió antes, si Lola o Susana. Lo cierto es que las dos se pusieron a gemir, seguramente al sentir la excitación de la otra, y yo, al ver a las dos amándose, me corrí también. Dejé que mi semen callera dentro de ella, y no dejé de moverme ni me bajé hasta que estuve bien vacío. Mientras, ella gemía y movía las caderas, buscando que mi polla la penetrara hasta el fondo.

Susana le acariciaba la espalda y la obligaba a permanecer con la cara pegada a sus muslos.

Estaba ya vacío y Lola se había corrido. Salté de su espalda y me lamí el rabo, como acostumbramos a hacer los perros lípidos y educados.

Gor se me acercó para felicitarme, y nos quedamos mirando a nuestras hembras. Susana tramaba algo. Eso estaba claro. –Le está dejando tiempo para que se recupere.- Me dijo Gor.

Nosotros dos también descansamos mientras Lola descansaba a los pies de Susana, como lo hacen las perras fieles, y Susana acariciaba el cuello y la cara de Lola.

–Ahora vas a ver algon nuevo, Tobi. Vas a ver cómo lo hacen las humanas.-

-¿Cómo lo hacen las humanas?-

-Sí. Susana ahora le hará el amor a Lola como ninguna perra se lo haría a otra perra. Las humanas son únicas en esto.-

Lola estaba ya de rodillas, frente al sillón. Susana la cogía de la cintura y acercaba su boca a la de Lola, que había decidido ser una perrita obediente y sumisa y dejarse besar.

Seguramente Lola no sabía cuáles eran los deseos de Susana.

Susana llevó a Lola de nuevo a la argolla. Las dos fueron andando parsimoniosamente. Susana amarró a Lola y se perdió por la puerta durante un rato. Los tres estábamos en nuestras mantitas, sentados. Gor junto a mí, y Lola un par de metros más lejos.

Cuando apareció de nuevo, Lola dio un pequeño grito de pavor. Yo me quedé muy sorprendido. A Susana se le había puesto una polla. Gor me explicó que aquello no era natural, que era una polla postiza, que Susana llevaba sujeta por unas correas.

Al principio Lola no quería que Susana la montara. Pelearon un rato. Nosotros ladramos un poco

y nos pusimos muy nerviosos, así que Susana se dio un respiro y nos amarró a nuestras argollas.

Susana cogió a Lola por la cadena. Antes de que se diera cuenta, Lola sintió los pinchos en su cuello. Susana le había dado la vuelta al collar de castigo y tiraba. Lola se empezó a venir abajo. Obedeció cuando Susana le ordenó que se pusiera a cuatro patas. La sensación incómoda de los pinchos la ayudaba.

Susana se colocó detrás de Lola, que estaba sobre su manta. Se puso de rodillas y tiró levemente de la cadena. Lola reculó hacia detrás, y pegó un respingo al sentir la cabeza del strap-on entre sus muslos.

–Ahora a esta perrita se la va a follar su amita- Le susurró al oído.

Susana estiró de la coleta a Lola y ésta echó hacia detrás la cabeza. El falo de latex negro se perdió entre los muslos de Lola. Lentamente Susana se acopló en Lola y entonces empezó a moverse detrás de ella, metiéndole y sacándole el miembro de latex, y dándole azotes de vez en cuando.

A decir verdad, Susana se estaba follando a mi dueña como si fuera un auténtico macho. Su estilo no tenía nada que envidiar a nuestro estilo perruno. Y prueba de su buen estilo es que Lola jadeaba como una perra. Nosotros, Gor y Yo, jaleábamos a Susana con nuestros ladridos.

De repente, Susana le dio un azote de verdad a Lola y le dio una orden.-¡Vamos! ¡Vuélvete! Quiero ver tu cara de zorra mientras te follo.-

Susana se separó de Lola para que Lola se tendiera en el suelo, encima de su manta. Abrió sus piernas y agarró suavemente a Susana por la cintura, que se tendió sobre ella suavemente.

Susana puso sus codos por detrás de los hombros de Lola, y la agarró del pelo, mientras colocaba de nuevo su falo en posición. Yo nunca había visto esa postura. Así, cara a cara con la hembra. Me encantó la postura y estaba decidido a practicarla la próxima vez que me quedara con Lola a solas.

Lola Abría las piernas y demostraba el placer que le producía el sentir aquel falo penetrándola. Susana la miraba orgullosa, tumbada entre sus piernas. Y de nuevo comenzó a moverse.

-Ahora, pequeña zorra, vas a repetir esta poesía.- Le dijo Susana a Lola mientras se le follaba.- Venga repite: No me folles en el suelo-

Lola parecía reacia a repetir, así que Susana le insistió de manera tajante. Le cogió un pecho y lo apretó, estrujándolo en su mano. -¡He dicho que repitas! ¡No me folles en el suelo!-

Lola comenzó a repetir, y a sentir alivio al notar que la presión sobre su pecho bajaba. - ¡No me folles en el suelo!-

-Como si fuera una perra- Prosiguió Susana. A lo que Lola continuó.- Como si fuera una perra-

-Por que con tus cojonazos…- Y Lola proseguía.- Por que con tus cojonazos.-

-Me echas en el coño tierra.- Esta vez Lola se callaba, pero Susana le gritó de nuevo, - ¿Me echas en el coño tierra!.- Y Lola repitió.- Me echas en el coño tierra.-

-Ahora tú sola, perrita: No me folles en el suelo como si fuera una perra; porque con tus cojonazos me echas en el coño tierra.¡Vamos!-

Susana se movía entre las piernas de Lola, cada vez, con más ganas. Cada vez más rápido, y mientras Lola repetía, una y otra vez, cada vez más excitada.

-No me folles en el suelo- Y Susana la miraba orgullosa de la hembra que se estaba follando

-Como si fuera una perra- Y a Lola le temblaba la voz cuando pronunciaba la palabra perra

-Porque con tus cojonazos- Y Lola movía la cintura y las caderas, excitada, sintiéndose follada, sintiéndose perra

-Me echas en el coño tierra-

-No me folles en el suelo- Y así seguía repitiendo cada vez más excitada, hasta que finalmente soltó un chillido, un gemido de placer, y cambió la poesía

-¡Fóllame!¡Fóllame! ¡Soy tu perra! ¡Fóllame!¡AHhhhhhh!....

No sabía que las hembras pudieran ser tan escandalosas, que aullaran de esa forma. Definitivamente para follar prefiero las humanas.

Allí quedaron las dos, Susana y Gor abrazadas, mientras Gor y yo nos mirábamos y nos tranquilizábamos.

-Me hubiera gustado coger a tu dueña, Gor- Le dije a mi compañero

-Bueno, quizás otro día hagamos intercambio de pareja, ¡Ja! ¡Ja!- Se reía Gor.

Entonces Susana empezó a acariciar el pelo de Lola, que se abrazaba a ella. Y comenzó a contarle sus planes.

-Dime,, Lulú. ¿Con cuál de los dos te ha gustado más? ¿Con Gor o con Tobi?-

-Hummm. Tobi es impetuoso y muy macho, pero Gor es suave y me encanta su pelo largo.-

Miré a Gor y le dije entre dientes -¡Melenas!- Gor se río.

Susana prosiguió.- ¿Sabes? Te voy a obligar a hacer el amor con todos los perros del barrio.-

-Y yo seré tu perrita obediente y me dejaré follar por todos.-

-Tengo una vecina que a veces se va de fin de semana y tengo que cuidarle el perro. Es un gran danés.- Dijo Lola mientras acariciaba el torso de Lola. – Voy a su casa, lo saco, le doy de comer. Se me ocurre que le voy a enseñar a follarte.-

-Lo que tú digas amita.-

-Eres una perrita muy sumisa, Lulú. ¿Te gustan los pastores alemanes?-

-Me encantan los pastores alemanes.-

Y así pasaron un buen rato, haciendo planes. Yo me puse celoso, porque no había mucho lugar para mí en esos planes, ¡Pero que cojones!¡Donde folla uno follan dos!

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