La perra de Don Sebas
Mi primer trabajo y me vuelvo la perra del jefe
Soy la perra de Don Sebas
A los 18 años deje los estudios e ingrese a trabajar en una empresa de limpieza, me asignaron en un edificio de oficinas donde conocí a Don Sebas mi jefe inmediato, un señor de 45 años, alto, gordo, de piel blanca y pelo en pecho; Teníamos la bodega de limpieza en el sótano a las 6:30 de la mañana llegábamos a laborar, tenía 3 compañeras de edad madura, casadas con hijos y nietos, ellas ingresaban primero a la bodega a cambiarse la ropa por el uniforme, terminaban y se iban a su labores, mientras Don Sebas y yo entrabamos a la bodega a cambiarnos la ropa por el uniforme.
Al principio podía sentir la mirada de Don Sebas sobre mi culo, ya en ropa interior notaba una ligera erección de su pinga gorda, que me ponía flojas las piernas; pasaron los días y la confianza aumento, un día Don Sebas me rozo con su regordeta mano el culo y al notar que no proteste siguió rozándolo hasta sobármelo por completo, me dijo:
-Que buen culo tienes Dieguito, como el de una señorita-
enseguida se acerco a mi recargando su gorda pinga, pude sentir como alcanzaba su máxima erección pegado a mis nalgas, me llevo contra una mesa donde me doble bocabajo mientras don Sebas me bajo el calzón y se bajo el suyo, dejando su pinga gorda y erecta ya libre, la pego contra mi culo, y comenzó a moverse en forma circular pasando su pinga por todo mi culo, su pinga erecta se abrió camino entre mis nalgas para chocar su tronco palpitante contra mi ano que temblaba dilatado; Solo un par de salivazos y Don Sebas encamino la cabeza de su pinga contra mi ano; la cabeza entro y tuve que morder mi uniforme que se encontraba cerca para no ahogar mi grito, Don sebas se quedo quieto un momento con su cabezón clavado en mí, escupió un par de veces más contra su pinga y me ensarto con ella por completo.
Jadeaba y sudaba excitado, su sudor caía sobre mi espalda, su gordo y peludo vientre se apretaba contra mi espalda baja; esa primer ensartada no duro mucho estaba mi culo muy estrecho para esa pinga gorda, mi culo se inundo con su corrida, enseguida me desclavo y se vistió, me pidió que hiciera lo mismo en cuanto lo hice me fui a mi área de trabajo; me costo trabajo llegar a ella llevaba el culo adolorido y de mis piernas escurria el primer de muchos lechazos que Don Sebas me iba a dar.