La Perra Cotidiana (3)

Las exigencias del Dueño sacan a la perra cotidiana de sus recuerdos y la arrojan a la realidad de su público sometimiento al Dueño

-Hay que dejarle bien claro desde el principio quién manda y quién obedece, que es su Dueño el que determina su placer y su dolor, su castigo y su recompensa y en general su vida -.

La mano del hombre al que estaba sirviendo la devolvió a la realidad y la sacó de sus ensoñaciones y recuerdos al cerrarse como una garra de acero sobre su cabeza y empujarla hacia adelante.

Esa era su realidad ahora. Arrodillada entre la barra de un bar y el cuerpo del hombre a cuya verga estaba sirviendo como esclava semidesnuda ante todos. Y el Dueño le exigía aún más. El mundo desapareció cuando la mano que la sujetaba por la nuca apretó más hasta que el bálano estuvo bien clavado en su garganta sin apenas dejarla respirar.

Pese a la falta da aire, ella no intentó apartarse. Eso sería un desaire al Dueño, una muestra de que su adiestramiento no era perfecto, de que respirar era más importante que el placer del Dueño. Y nada era más importante que el placer del Dueño.

Respiró por la nariz con inspiraciones cortas, como le había enseñado el hombre que ahora demostraba ante todos que había aprendido a servirle y complacerle en cualquier situación. Automáticamente su lengua intentó moverse dentro de la boca para dar más placer a la tranca que la anegaba, la invadía, se enseñoreaba de ella.

  • Cuando esta puta lo aprendió,  no solo les gustó, sino que además comenzó a vivir para ello -dijo el hombre al tiempo que relajaba mínimamente la presión sobre su nuca no para dejarla respirar mejor, eso lo sabía, sino para que ella ilustrara con sus actos la afirmación que acababa de realizar- Fíjate bien, amigo.

Ella sintió la mirada del interlocutor del Dueño en ella, pero no le importo. Aprovechó el mínimo espacio que la verga que la usaba ante todos había dejado en su boca y su garganta para deslizar la lengua fuera de la misma. Luego, sin necesidad de que el hombre al que servía y complacía sin descanso empujara de nuevo su nuca, volvió a clavar la verga en lo más profundo de su garganta y con la punta de la lengua lamió los huevos que colgaban bajo ella.

Unos golpecitos en la cabeza, como los que se dan a una macota cuando ha hecho bien algo, la hicieron comprender que había acertado nuevamente. Muchas sesiones de doma y adiestramiento, de placer y de dolor, la habían enseñado a interpretar los deseos del Dueño casi sin ningún error.

  • Ves -dijo el hombre al otro que miraba extasiado a la hembra que servía esclavizada al placer de su interlocutor- Que me folle su boca es un premio, un privilegio. Eso es lo que ha aprendido. Y por eso en cuanto tiene la oportunidad busca una forma de agradecérmelo, de lamer mis huevos para que sepa que los adora y está agradecida de que clave mi verga en su garganta. Es muy buena en eso, lo aprendió bien.

El calor la invadió de nuevo. Su coño volvió a arder ante el elogio del Dueño. Un mero reconocimiento público que de que era buena esclava servía para que ella se excitara. Hasta ese punto había llegado su sometimiento total a la verga y el hombre a los que vivía sometida. Un elogio suponía la posibilidad de que la verga que era su propietaria decidiera otorgarle la recompensa máxima, usarla y follarla a su capricho y consintiera en que ella también gozara con ello.

La posibilidad de que eso ocurriera y el recuerdo de las veces que ocurría era una cadena más fuerte que cualquiera de las cadenas que el Dueño la colocaba o la hacía lucir orgullosa ante el mundo en muchas ocasiones.

La excitación la recordó que seguí frotando el coño contra el pie del Dueño como le había ordenado. Intentó detener ese rítmico movimiento para evitar correrse, algo para lo que no tenía permiso ni posibilidad de solicitarlo con la verga a la que servía llenando por completo su boca y su garganta.

La puntera del zapato del Dueño percutiendo silenciosamente contra su vagina, fue muestra más que suficiente de que no tenía tampoco permiso para dejar de ejercer esa función por lo que tuvo que seguir conteniendo las incesantes oleadas de placer que intentaban anegar su interior.

El que no se contuvo fue el Dueño. No tenía porque hacerlo. Era el Dueño.

Se corrió mientras hablaba sin un gemido, sin un suspiro, sin una muestra que no fuera su semen anegando la garganta de su esclava de que todo el esfuerzo de la hembra a la que sometía le hubiera complacido.

Ella intentó tragar todo el semen del Dueño como el preciado manjar que era, que Él le había enseñado que era. Pero una abundante cantidad cayó al suelo por el hueco de su boca.

Dudó un instante. La órdenes del Dueño eran claras. Que Él se corriera no significaba que la hembra que era sierva de su placer pudiera dar por terminados sus servicios. Solo la orden o el permiso del Dueño liberaría su boca de ser juguete del placer de la verga que era su propietaria y la de su anatomía al completo.

Debía seguir lamiéndola para limpiarla, para dejarla perfecta y volver a empezar a excitarla en cuanto notara en su boca que se ponía morcillona o se relajaba. Días enteros con el miembro y los huevos del Dueño entre sus labios le habían enseñado esa lección.

Pero también tenía que rendir tributo a la corrida del Dueño. Su semen era un manjar que no podía desaprovecharse y ahora había una buena cantidad en el suelo.

En décimas de segundo tenía que decidir cual de las reglas del Dueño seguir primero. Esa era la prueba secreta a la que la sometía. Comprendió que todo lo que había hecho, su humillación pública arrodillada en un local y semidesnuda ante todos, la conversación con el amigo dominante del Dueño, la mamada de más de media hora que había practicado a la verga propietaria de su vida, la continua excitación contenida en su interior sin permiso para darle salida…

Todo estaba encaminado a ese momento, a esa elección con la que tenía que demostrar que era tan buena esclava, que vivía tan sometida y pendiente de los deseos del hombre que era su propietario, que sabía resolver la elección en apariencia imposible entre dos reglas contradictorias que el dominio del Dueño imponía a la vez.

Tan breve fue la duda que apenas se percibió. Arrancó la verga de su garganta lamiendo por última vez toda su enhiesta extensión para limpiar lo más posible del semen que chorreaba por ella y se deslizó por entre las piernas del hombre, pegó el rostro al suelo y comenzó a lamer el semen que había caído al suelo.

Estaban en público y el Dueño llevaba todo el tiempo hablando de lo bien adiestrada que estaba, lo que suponía demostrar que Él era un buen adiestrador de hembras esclavas. En esa situación era más placentero para él que todos vieran que no tenía problema en mostrarse humillada y sometida ante él que tener la verga limpia y preparada para nuevos placeres.

Mientras su lengua pasaba por el sucio suelo, recogiendo hasta la más ínfima gota del sabroso premio que la verga del Dueño había vertido para ella gracias a sus esfuerzos, el zapato  del hombre se deslizo suavemente de entre sus pierna y se apoyó sobre su rostro. Con la cara pegada al suelo bajo la suela que demostraba ante todos su condición de esclava dominada, escuchó el sonido de la cremallera del pantalón del Dueño cerrándose.

Había acertado. No tenía duda de que lo había hecho y mucho menos cuando el Dueño habló.

  • Buena perra esclava. Disfruta tu premio.

Pera todos los demás fue la confirmación de que ella recibía la corrida del Dueño como una recompensa. Para ellos esa frase fue otra cosa. Un permiso secreto.

Y ella, orgullosa de ser buena esclava y feliz por la satisfacción del hombre que la humillaba y la usaba como juguete esclavo de placer ante todos, por fin dejó que el placer la anegara y estallara al recibir el permiso del Dueño para hacerlo.

Y gimiendo de placer ante cada oleada de su orgasmo siguió lamiendo el semen con la suela del zapato del Dueño apretando su rostro contra el suelo.

No había mayor placer para la esclava que saber que el Dueño estaba complacido. Eso también lo había prendido el primer día. Eso también se lo había enseñado el propietario de su cuerpo, su mente y su existencia.

continuará